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Cómo joder a tu ex. TERMINADO por Ritsuka27

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Capítulo 32


—-Laura—

 

 

Subí a mi cuarto, alimentada con la triste idea de que mis padres se iban a separar, y eso era inminente. No es como si no me hubiera dado cuenta antes, quizá la realidad siempre había estado allí, esperando a que algo la catalizara, que encendiera la mecha para que todo mi mundo explotara. ¡Vaya mierda! Al principio experimenté mucha amargura, pero a medida que las horas pasaban y yo trataba de mantener en blanco mis ideas, me di cuenta de que empezaba a sentirme furiosa, y no sólo con mi padre, también con mi madre. Los dos eran unos idiotas, incapaces de cuidar su relación porque no eran lo suficientemente buenos como para encontrar algo que les mantuviera unidos.

Entonces me di cuenta de que yo no les importaba en lo absoluto, que mi voz no tenía lugar en decisiones tan importantes, que tomaban la rienda de nuestras vidas a mis espaldas, y el darme cuenta de que pronto me quedaría sin un hogar, hizo que se me contrajeran las entrañas. Y no hablo de un hogar refiriéndome al edificio, sino de la calidez familiar, de esos momentos dulces en los que yo me levantaba por las mañanas y podía oler el aroma de la cafetera, o ver a mis padres desayunando mientras leían el diario y les saludaba con sendos besos.

Mi madre ni siquiera había entrado a hablar conmigo por la simple razón de que ninguna de las dos estaba lista para enfrentar a la otra, puesto que al ser mujeres, necesitábamos de un tiempo a solas para reflexionar y asimilar la triste realidad del problema, y yo quería pensar que mis padres se sentían igual que yo, que les afectara como a mí, porque si ya ni siquiera podíamos compartir el dolor ¿qué otra cosa nos quedaba?

Le conté todas estas preocupaciones a Ximena, y ella me mandó docenas de mensajes repletos de imágenes de motivación personal y frases de autoayuda con la mera intención de que hallara un poco de luz, pero lo cierto es que estaba tan deprimida que por ahí, entre el sinuoso camino de mi mente, comenzaba emerger una pregunta ¿qué pasaría si yo dejara de existir? De repente quería tentar a la suerte y a la vida misma, como un grito desesperado de auxilio porque me sentía muy sola y fracasada, con una existencia sin causa y un sendero frívolo por el que seguir caminando.

>No puedes decir esa clase de cosas, Laura :C. Y no vayas a hacer tonterías como intentar matarte porque cuando vea a tu espíritu, me encargaré de exorcizarlo.

>No estoy pensando en eso… bueno, quizá sólo un poco. Es que ya no sé qué hacer. Mi abuelita se muere, mis padres se divorcian, mi ex novia es feliz con otra persona…

>Por otro lado no tienes ninguna enfermedad mortal, tienes todas las partes de tu cuerpo, no vives en la calle y tampoco tienes que correr de los bombardeos como en el Medio Oriente. Laura, hay gente con más problemas que tú, cosas por las que vale la pena preocuparse, y no digo que tus problemas sean menos o que no deban afectarte, pero en mi opinión estás muy perdida y sólo necesitas de alguien que te de una salida. ¿Qué hay de Alice? No ha dejado de decirme lo mucho que la impresionaste. Está muy entusiasmada por salir contigo el siguiente sábado ¿no lo harás?

>Es que ya no tengo muchas ganas de salir con nadie. Quiero quedarme en mi habitación. Me voy a dormir, te veré después; y gracias por escucharme.

> Laurita… está bien. Hablaremos mañana.

 

Pero no lo hicimos porque no me quise conectar al chat. Estaba algo molesta con Ximena porque sentía que no era capaz de comprenderme. Sus padres se llevaban de maravilla, ella era muy feliz y dentro de muy poco tendría un novio que la adoraría. A Tania y a Camila se les veía bien juntas, y salían todos los días, de acuerdo a sus últimas publicaciones del Facebook. Mis tres mejores amigas llenaban sus perfiles de fotos y de estados de alegría, como si aquello fuera lo más importante en sus vidas, como si presumieran ante mí, incapaz de salir de la depresión. Poco a poco empecé a odiarlas y hasta me planteé la posibilidad de borrarlas de mi lista de amigos.

Fue cuando me di cuenta de un estado, el de Alice, que decía:

Estoy tan emocionada por el sábado. Ya quiero salir con esa persona tan especial ^_^!

Y de alguna forma eso me hizo sonreír. Casi había olvidado que Alice era nueva en mi lista de amistad. Incluso que tenía su dirección de WhatsApp en mi teléfono. Apagué la computadora y me tiré a la cama. Busqué entre mis contactos hasta que hallé su número, y sintiéndome nerviosa porque era la primera vez que me mensajeaba con ella, le mandé un simple “hola” seguido del icono de un besito y un corazón.

Me respondió casi de inmediato con más iconos de besos y corazones. Me reí y le pregunté cómo estaba.

>Esperando el sábado para verte. Oye ¿creerás que soñé contigo? Creo que tengo un flechazo.

>¡Jajaja! Eso es absurdo. apenas nos conocemos.

>Lo sé, por eso quería decírtelo. ¿Cómo has estado?

Y a partir de ese momento ella se volvió mi otro confidente y platicamos bastante sobre mí, sobre ella y sobre lo jodido que era vivir en una familia separada. Daba la casualidad de que los padres de Alice también se habían divorciado, pero las razones de ello eran meramente laborales y se seguían frecuentando como amigos. Así que ella, en cierta forma, seguía formando parte de una familia, y por otro, sí que comprendía cómo me estaba sintiendo, confundida y sin un camino qué seguir.

>¡No pierdas la fe! ¡Saldremos el sábado y no deberías estar triste!

>Sí… creo que ya quiero que llegue ese día.

 

Y llegó. El siguiente fin de semana, mientras mis padres hablaban seriamente sobre ir a tramitar el divorcio, yo volví a la ciudad para estar con Alice y Ximena. A Camila y a Tania ya no las contaba en mi lista porque detestaba verlas juntas. No podía seguir fingiendo que no me molestaban sus muestras de cariño. Estaba en una combinación de celos y vergüenza, deseando que no fueran felices porque las envidiaba.

Alice estaba ocupada para ir a buscarme, así que solamente Ximena me hizo el favor de estar allí en cuanto llegué. Sonreí cuando vi a mi amiga esperándome en el área de comida. Estaba solita, sentada frente a una mesa y disfrutando de un paquete de galletas Oreo. Cuidadosamente las separaba y deslizaba su rosada lengua por el relleno cremoso del chocolate como si hacerlo fuera una especie de ritual.

Me aproximé a ella desde un ángulo donde no podría verme y le toqué el hombro. Se giró hacia mí y casi se atragantó con su galleta.

—¡Hey! Menudo susto me acabas de dar. ¿Quieres una Oreo?

—Sí, claro. Aunque con leche estarían mejor.

—Quédate aquí, iré a comprar una cajita.

Regresó rápidamente y vació la leche en un vaso. Después abrió un nuevo paquete de galletas y las remojó atentamente, el tiempo exacto como para que quedaran suaves.

—Abre la boca.

—Me tratas como a una niña, Xime.

—Eres como mi hermanita.

Me dio de comer durante un buen rato mientras yo le contaba los últimos detalles de la separación de mis papás. Tuve toda la semana para asimilar la idea y ahora me parecía que era lo mejor. Las peleas se terminarían al fin y quizá… tiempo era lo que ellos necesitaban. Una segunda oportunidad para comenzar. Ximena dijo que toda la gente merece volver a intentarlo, siempre y cuando se trate de buenas acciones. Estaba de acuerdo con ella.

Nos acabamos los dos paquetes de galletas y luego subimos a su coche. Me llevó a su casa para que dejara mis maletas y luego de cambiarme (y con la bendición de mi amiga) asistí a mi segunda cita con la esperanza de que ésta vez no la iba a arruinar bebiendo como si no hubiera un mañana.

Ya en la sala, y luego de comprarnos palomitas y sendos refrescos, nos fuimos hasta la última de las filas, lejos de la pantalla, donde la mayoría de las parejas iban a hacerse arrumacos. Para ese día me había comprado una minifalda de mezclilla y una camiseta de estampado floral, que si bien no era la mejor combinación, Alice no dejaba de mirarme. Realizó la clásica técnica del estiramiento sólo para poder cruzar un brazo alrededor de mi cuello, y yo la dejé estar, algo apenada por cierto.

A mitad de la película me arrimé a ella porque me estaba durmiendo. Fue una pésima elección, habiendo otras funciones, pero por lo menos me sentía relajada, sin emociones fuertes que me pusieran más nerviosa. Ni siquiera leía los diálogos. Intentaba traducir el idioma por mi cuenta, aunque claro que era una pésima políglota. En ese momento Alice me dio un besito en la frente. Arqueé una ceja y la miré.

—Lo siento. No debí hacerlo.

—No te preocupes —dije, intentando no demostrar que me había gustado. Ésta vez yo no estaba nada borracha, así que devolverle ese beso me ponía tímida, aunque por otro lado fue lindo recibir una bonita atención cuando todos a mi alrededor parecían estar alejándose.

Quizá fue por eso que me sentía bien con Alice. Sus intenciones conmigo eran claras y directas: me estaba enamorando y en el proceso comenzaba a darme lo que yo tanto necesitaba, comprensión y cariño. Patético… ¿verdad? Como una niña buscando amor en cualquier lado.

La película se terminó, y mientras salíamos del cine, Alice aprovechó para tomarme de la mano como si fuera lo más natural del mundo. Claro que para mí no lo era, aunque permití que siguiera así porque había olvidado lo bien que se sentía tener mis dedos entrelazados con los de otra persona, y de repente, como quien no quiere la cosa, se detuvo y me rodeó por la cintura. Mi cara ardía.

—¿Qué pasa?

—Nada. Me alegra estar contigo. Esperé toda la semana ¿sabías?

—¿De verdad?

—Sí y no te hagas. Le diste un like a mi estado de Facebook.

—Suelo darle like a muchas cosas. No recuerdo exactamente haberlo hecho contigo.

—Ajá. Te haces la inocente. ¿Quieres ir al bar a beber un poco?

Puse una cara de esas que sugerían el tamaño de la estupidez que había dicho. Alice se rió encantadoramente.

—No es cierto, hermosa. No es cierto. Ven, no te enojes.

Me abrazó cariñosamente. Ahora entendía a qué se estaba refiriendo Ximena cuando dijo que todo lo que necesitamos es amor. Amor, amor y amor. Claro que yo no amaba a Alice.

—Qué bueno que Ximena nos presentó —le confesé.

—¿De verdad?

—Sí. Lo hizo justo en el momento exacto, cuando más necesitaba a alguien.

Esa tarde finalizó bien. Alice me devolvió a casa de Ximena al atardecer, después de llevarme a comer y pasear un rato por el centro comercial.

—Entonces —dijo cuando paramos frente a casa de mi amiga —, mañana no te veré. Tengo que salir a visitar a unos familiares.

—Ahm… el próximo fin de semana también vendré.

—¡Qué bien! Podemos tener otra cita. Te toca a ti planearla, así que piensa muy bien a dónde vamos a ir.

—Sí, lo haré.

Sonrió con mucha dulzura, tanta, que me azoré y bajé la mirada. Luego la volví a subir, posándola directamente sobre sus lindos ojos.

—¿Qué?

—Gracias.

—Por nada. Anda, ve a contarle a tu amiga todas las cosas que hicimos.

—Sí, Ximena se muere por saber cómo va nuestra relación.

—Es una buena chica. Trataré de no ponerme celosa.

—¿Celosa? —pregunté sonriendo —Ximena es hétero, aunque a veces tiene sus momentos donde lo dudo.

—Sí lo he notado, por la forma en la que te mira.

—¿A mí?

—Sí. Bueno, ya te darás cuenta.

Le di un beso en la mejilla y dejé que se marchara. 

 

Notas finales:

saludos... 


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