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Derecho a mi propia Historia por VhopeForever

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Notas del fanfic:

Nota:

 

La NVI ahora se divide en tres categorías: Discapacidad Visual Cortical, Maduración Visual Retardada y Ceguera Cortical. Estas divisiones están hechas de acuerdo a qué área cerebral está afectada.

 

La NVI ocurre cuando una parte del cerebro que es la responsable por la visión está lesionada. En otras palabras, el ojo por sí mismo es normal, pero el cerebro no procesa la información correctamente. NVI tiene varias causas, que incluyen pero no están limitadas a falta de oxígeno antes, durante o después del nacimiento, enfermedades producidas por virus o bacterias como la meningitis y el citomegalovirus, o una lesión traumática. Estos niños pueden, aunque no siempre, tener otras discapacidades adicionales. Otros tipos de discapacidades visuales como la atrofia óptica y hipoplasia del nervio óptico son más comunes. Afecta la visión en varias formas y causa la pérdida de la visión de una manera que puede ser desde benigna hasta severa, temporaria o permanente. No hay manera de predecir cómo va a ser la visión de un niño pequeño a medida que va madurando pero muchos niños con NVI experimentan mejoras en su visión. Es común la visión fluctuante. Esto es aún más pronunciado en los que tienen desórdenes que involucran convulsiones o en los que fueron tratados con ciertos medicamentos como Dilantin, Tegretol o Fenobarbital. Un niño puede ser capaz de ver un objetoun día y no poder verlo al día siguiente. Estos niños pueden tener también una visión periférica que central y por eso mira a los objetos que están al costado del ojo.

Notas del capitulo:

"El problemas con las mentes cerradas es que siempre tienen la boca abierta" -Anónimo

 

Disfruten con el corazón~

Es invierno, 8 de febrero de 2016, para ser exactos. Tengo mucho frío y siento como las pequeñas escarchas caen recostándose en mi nariz sin mi permiso, seguro que mi bastón con que me guio está helado por completo. Mis pies abren paso de entre la gélida y blanca nieve haciendo que los zapatos negros que traigo puestos se revistieran de aquel color natural. Voy lento, sin prisa, no hay mucho que me espere en mi destino de llegada. ¿Correr? Ya ni recuerdo la vez que corrí, eso ya quedó en el pasado; desde que tengo 5 años ya nada se ve con claridad. Pues claro. No puedo ver ni porque hubiese algo de lo más claro posible, ya han pasado 12 años desde que tuve la posibilidad de ver algo y aun así no el recuerdo es borroso, aunque lo intento y lo intento, y continúo esforzándome en rememorar esos recuerdos con exactitud. Me lamento porque sé que lo mío no tiene solución, ser ciego no es fácil, tampoco lo es ser invalido o tener alguna dificultad física o mental. Mi caso pudo alguna vez tener una solución, pero aquella salvación se vio interrumpida de su posible y futura aparición por culpa de una convulsión, seguido de hidrocefalia y diminución de oxigeno que me atacó tres días cumplidos mis 5 años.

Recuerdo que la mañana de ese día corría vientos helados y mis padres y yo creímos que sería mejor pasarla en casa en vez de salir como teníamos planeado hacer, aun agradezco que nos hayamos quedado en casa y no saliéramos donde cualquier podría ver ese horrible escena donde la muerte parecía más cercana a mí que mi familia en ese momento.

Pero los psicólogos de la primaria, al enterarse de mi discapacidad visual y de lo mucho que eso me molestaba, me dieron a entender que no podía retener mi vida, que soy muy joven como para pensar en dejar todo, que debo tener fe en mí. Se los prometí y lo cumpliré.

Aun duele el hecho de que mis más grandes sueños o gente que podría llegar a socializar conmigo, se vean interrumpidos por mis contrariedades… Mas la interrogante en mi cabeza no sabe cesar, ¿Habrá algún día en el que podré cumplir mis sueños como siempre lo he querido?... ¿Lo habrá?... ¿Tendré oportunidad de conocer gente como se debe? Claro, sin que inventen alguna tonta excusa para largarse de mi lado, como si yo les fuese a contagiar de alguna cosa rara. Hombre, no. Pero ha habido momentos en donde he pensado que solo la lejanía de la sociedad para con personas como yo, nos produce muchos daños y heridas que son casi irreversible psicológicamente hablando.

Aun soy un adolescente, creo en mi futuro y en lo que me espera. Sin embargo, hay ocasiones donde pienso dejarlo todo y escapar al único lugar donde no me encontrarán jamás, donde no haya comunicación, ni registro de mí, pero luego recuerdo a mamá y papá, ellos no se merecen mi sufrimiento, ellos hacen lo imposible para que yo continúe sonriendo. Cada que me ven mal, se de ante mano que ellos trataran de hacerme sentir bien, y me congratula su apoyo… pero… no los quiero ver así, haciendo como si esto no les afectara tanto en el ámbito laboral como en su relación matrimonial. Pienso que les causo demasiados problemas, sé que muchos dirán que no piense de esta manera, ya que mis padres me aman tal y como soy, y que no hay cosa que no haga un padre por sus hijos. Lo sé, lo comprendo. Pero no quita el hecho de que los conflictos se encuentren allí, estorbando en nuestra vida diaria, impidiéndonos ciertas actividades que deseamos realizar y que no podemos porque soy invidente.

Con la punta negra del bastón gris y de manija roja revuelco a un lado los blancos algodones en el suelo, otros directamente prefieren ser pisados o corridos por mis zapatos, que marcaban mi camino dejando huellas del tamaño de la suela. Mentiría si dijera que solo los hacía en este momento no pienso en nada importante, la verdad es que estaba pensando en la vez que mi prima, con sus 14 años y yo con mis 12, me invito a una presentación de dones artísticos que realizaba su instituto secundario y que hace meses los alumnos insistían en que se hiciera lo más antes posible, de ahí puede salir el próximo artista Kpop o recreador/ra de nuestra cultura. Recuerdo como ella apretaba mi mano mientras que la suya sudaba nerviosa, me repetía que tenía mucho miedo de no hacerlo bien y que quedara mal frente al instituto secundario completo; sé que en ese momento bajé mi cabeza para meditar en silencio << ¿Cómo se sentiría estar nervioso por cantar frente a tanta multitud de adolescentes que todo lo juzgan, hechos sabios de nada? >> Al instante que dieron a conocer su nombre, mi mano y todo pensamiento que circulaba por mi mente se vieron apretados aún más por la inquietud que jugaba con su cuerpo.

-Podrás hacerlo. Confía, cierra tus ojos y deja que la brisa remueva las copas de los arboles – fue lo que le dije antes de sentir como me daba un fuerte abrazo con un beso en la mejilla, antes de caminar hasta el escenario y oír el griterío que exclamaba por ella. Fue en ese momento, en ese hermoso instante donde ella cantó, y me corazón oyó toda y cada parte de la canción “Back to December de Taylor Swift” realmente quedé muy impresionado con su melodiosa voz, tanto que logró crecer un sentimiento dentro de mí, uno que empezó a ambicionarme en el arte de la música, a la vez que me enamoraba de la artista que escribió la canción. << Estimulante energía y pasión, Lee Ji Eun >> fue lo que escuche ese día de un hombre de firme voz y, seguro, adinerado bolsillos. A la semana, mi hermosa prima nos llamó avisándonos que se debía irse de Gwangcheon porque se le dio la oportunidad de su vida en una empresa de entretenimiento, Loen entretaiment. Con el paso del tiempo ella creció artísticamente; se hizo famosa por su gran talento actuando, cantando, e interpretando canciones con la guitarra, todo bajo el nombre de UI.

Recuerdo cuan alegres nos encontrábamos en casa cuando nos enteramos de ello. Mis padres alagaban a Lee Ji-noona de pie a cabeza, como yo igualmente hacía. No podía creer que el sueño de mi querida prima al fin se formaba como ella deseaba, pronto la oiré cantar en algún programa importante tales como: Melón aquí en Sur Corea, o puede que sea ganando en The Show Champion. Esto me emociona tanto, no puedo esperar.

¿Está helando más o me parece? Ni los guantes que llevo puestos mantienen mis manos calentitas, tendré que comprar otros nuevos y bien felpudos. Sí, eso haré, ya tengo que hacer para esta tarde, puede que esta vez logre convencer a mi madre de comprarse algo también, ya que es ella quien me acompaña y puesto que nunca he sabido que se ha comprado algo solo para su disfrute. Estoy sonriendo con solo pensarlo, estoy seguro que es una mujer muy bella porque hace tiempo atrás le pedí que me dejara tocar su rostro para saber cómo era ella, y quedé estupefacto, lo mismo con mi padre.

Son realmente una pareja atractiva.

¿Yo también seré así de bien parecido? Yo pienso que sí, lo sé porque toqué mi rostro una vez y sí se notaba que era hijo de atractivos, luego lo volví hacer en otra ocasión, solo quería estar seguro de mi conclusión.

Suelto el caliente vaho de mi boca esperando que pueda llegar por lo menos a la punta de mi nariz y que abrace mis labios para proporcionarle más calor del que se le escapa. ¿Oh? Me detengo porque el bastón choca con algo, pero este objeto no ha hecho ruido alguno y me deja con la duda, ¿Será una persona, habré chocado con una cuando no aprestaba atención? Solo espero que no se enoje por mi distracción

-Lo siento, no me di cuenta- levanto y muevo la punta del bastón para sentir el objeto con que tope, no se aleja y eso puede significar que no era una persona. Sigo tocando para obtener alguna pista pero parece estar muy duro, al parecer es largo y algo lo cumbre, algo un poco espeso. La curiosidad me gana y estiro la otra mano para tocarlo, tiene mi tamaño tal parece. Tin, tin, tin. Ah, solo es el poste del semáforo. Por un momento tuve la esperanza de que era una persona con quien socializar por primera vez, pude tener suerte ¿O no?

Creo que no hay nadie a mí alrededor para ayudarme a cruzar la calle, no me animo a preguntar porque soy tímido, he ahí una cualidad mía que ya conocen y que verán se presenta a menudo. Sé que debería de preguntar por mi seguridad pero como les acabo de decir, no me animo a hacerlo. Como no oigo ningún auto asomarse ni nada, le doy golpecitos a la cera de la vereda a un lado mío para precaverme del paso, hago lo mismo con el asfalto cubierto de blanco advirtiéndome, entonces, que el camino está libre de obstáculos, camino para cruzar la calle tanteando el suelo delante de mí con el bastón, así siempre. El frío no cambia y pienso << No habrá manera de que cambie, ¿cierto? El clima hoy desea revestir el cuerpo de quien camina por las afueras del cálido y reconfortante abrigo protector hogareño… >> Aunque bien tengo sabido que no me dirijo a ningún lugar más que no sea el Instituto Secundario, uno de los tantos y es porque donde voy se comprometen a hacer del alumno una mejor persona para el futuro económico del país, cuya norma estoy de acuerdo porque nos da a los aprendices y deseosos de esta vida más oportunidades para mejorar en todo los aspectos que se nos presentan, excepto una: el respeto a los inválidos de alguna dificultades. Puesto que es un gran Instituto secundario de respetado marco laboral, y que han intentado más de una vez lo del respeto a los derechos igualitarios a todos los ciudadanos, la gente que accede a este lugar, como tantos otros, a menudo no colabora con aquella reputación que pinta el lugar desde afuera y, además, tienen diferentes formas de pensar y de relacionarse con los demás a lo que me lleva a saber que no todos desean extenderte una mano para evitar que caigas solo en un vacío sentimental que se presenta siempre que el desprecio está allí. Debería hacer el secundario en otro lugar para discapacitados, pero les pedí por favor a mis padres y a los directivos del Instituto Internacional Secundario Oh Eujee Hyun que me dieran la oportunidad de entrar aquí, que daría mi cien por ciento que por ello no debían preocuparse, y aunque ellos contestaron que no iba por ese lado, explicándome que no querían que algún alumno o alumnos me discriminaran por mi discapacidad visual, insistí en quedarme y tuvieron que ceder a mi pedido. Esa fue la primera vez que me encaprichaba con algo.

Se sintió bien que hayan comprendido lo que yo tanto anhelaba, a mis padres les había costado un poco hacerme entrar a esta Instituto secundario y a mí en el estudio, fue duro pero lo logre y estoy orgulloso de ello, es por eso que pelee tanto por quedarme, y porque era, como dije antes, una gran Instituto secundario para empezar a cumplir mis sueños.

Sin embargo, y no me quejo, es más duro luchar en el campo de guerra que tratar de entrar. Normalmente me ha sucedido que algunas personas podrán ser muy amables y sociales pero cuando me presento yo o alguien con mis cualidades especiales se alejan, podrá ser por miedo o no sabrán que hacer en ese momento, a lo que me pregunto yo ¿A que le temen? No comprendo, no soy alguien a quien temerle o dudar en acercársele, no muerdo ni maltrato y sin embargo nadie si quiera puede desearte un buen día; otras personas dedican parte de su vida a mirarte mal, despreciarte moralmente y/o físicamente, quieren que entiendas que no eres bienvenido a su grupo y si te olvidaste, porque parece que a uno se le olvida que no es aceptado en esta sociedad, te lo hacen recordar.

Duele mucho

Pero no digo ni hago nada porque ellos no están en la lista de cosas que quiero hacer, por lo tanto no me preocupare en perder tiempo que necesito en estudios, sueños, y en mejorarme cada día más, en gente que no lo vale y que solo quieren molestar por molestar porque por lo que sé discriminar a alguien no te lleva a nada importante. Todas las mañanas me digo que debo luchar, continuar, caer no es opción y si lo fuera yo no la elegiría aunque estuviera tirado en un rincón llorando e implorando que todo termine de la manera más drástica, para que yo deje de sufrir. En esos momentos solo pensaría en mí, cuando realmente se debe pensar en la gente a la que le hago daño tomando decisiones que solo Dios puede tomar.

Los otros días estuve pensando en esto, en cuantas diferencias se crean entre todas las personas del mundo, diferencias raciales, físicas, neurológicas o que son pequeñas y que no tienen por qué molestar pero aun así irrumpen en la sociedad y crean prototipos de personas que suponen todo está bien, la persona es libre de hacer lo que quiere porque de esa manera se ve más fuerte que los demás, creyéndose superior. La realidad no es más que lo que realmente uno ve al madurar, y nota lo laborioso que es perseverar en estas condiciones, y no solo en mi caso, le sucede también a la gente que se le asocia con la insuficiencia de atractivo físico, descartándolos como posibles amistades por no verse como los ideales lo pautan.

Tan solo… tan solo… solo queremos ser felices, participar junto a otras personas dentro de ese globo social en donde no nos dejan entrar a otros, no es mucho pedir. Respecto a los discapacitados, nosotros somos tan normales como ustedes —sólo que sí, ya sé, carecemos de esa cualidad innata con la que se nace, puede tratarse de las disfunciones anatómicas o de un órgano, o sentido— pero eso no debe ser razón de alejarnos o tomarnos como si fuéramos una clase de animales con los que experimentan.

Soy un adolescente y también tengo mis necesidades, hacer Snowboard con amigos, que por cierto es el deporte que tanto me gusta hacer después de andar en bicicleta; pasear por diferentes lugares y viajar a todas partes; ir a cenar en algún otro lugar; tener novia y ver con ella el amanecer, ir de compras donde ella me pida ir, poder protegerla siempre que lo necesite y que conmigo se sienta segura… Talvez pido mucho, pero si solo puedo hacer una de esas cosas con eso me vasta. Creo yo tener esperanzas para continuar, quién sabe, puede que uno de estos días me encuentre con mi casualidad que deseará quedarse conmigo.

Quizás, y no tengo que esperar mucho.

Esas cosas pasan y, ¡Vamos!, no es difícil ni prohibido soñar alto. Rendirse. Eso debería abolirse de una vez, ¿No creen?

Escucho risas, cotilleos de todo tipo, murmullos, alguno que otros gritos emocionales por encuentros entre amigos, y eso que solo pasan un día sin verse; supongo que ya he llegado a mi destino, el instituto. Ese tipo de sensaciones me gustaría percibir, pero no puedo… por ahora, SeokJin. Por ahora no podrás. Les dije, tengo esperanzas voladoras y mimosas rondándome por doquier.

El trozo de la gruesa tela abriga mi mano libre al momento de resguardarla en los bolsillos, cosquilleos obran en mi cuerpo logrando que me tense antes de dar un paso a la entrada, sé que si me pongo en plan de no querer entrar no lograré nada y me tendré que quedar o irme a casa de nuevo. No quiero decepcionar a mis padres, hoy por fin pude persuadirlos para que me dejarán venir por mi propia cuenta, no arruinaré esta increíble oportunidad que también es signo de que se está creando un puente a mi independización, sí, sé que lo que están pensando —lamentablemente ellos no terminan de cortar el cordón umbilical que me adhiere a ellos y, en efecto, al miedo de jamás poder mostrarme fuerte ante los golpes de la vida— No creo que sea mucho pedir tener cierta libertad, me niego a depender de ellos toda mi vida, ya tengo 17 años y sé cuidarme solo, aunque detrás me siguen los problemas cotidianos que uno siendo invidente debe aprender a llevar.

Reafirmé la cinta de mi bolso dispuesto a comenzar con una gran fe en mí mismo, si empezaría lo debería de hacer bien y con confianza, esta vez podré socializar con las demás personas. Informo, tuve que comenzar el instituto una semana después del día normal en el que empieza, porque me vi expuesto a unos de mis peores enemigos en mi Discapacidad Visual Cortical, las convulsiones. Esta vez, y agradezco a los santos, fue menos largo que los dos anteriores.

— ¡Mark! –Me parece que gritaron a lado de mi oreja— ¡Mark, aquí! –me alejó tres pasos de quien sea que está gritando tan cerca de mí.

— ¡Jackson, ven tú! –esto sería mucho más fácil si se acercaran de una vez, bueno, no es mi asunto pero creo que tengo la razón.

De repente ciento un nudo en mi pecho y estómago, es como si le echaran agua helada a mis esperanzas. Me duele creer que necesito a alguien en este preciso momento, que me espere de esa manera, que grite por dirigirme hacia él o ella aunque sea que tengamos que dar cuatro pasos para estar cerca. Me doy cuenta que agache la cabeza en señal de auto decepción cuando empecé a pensar eso, tomé todo el aire que me permitían mis pulmones y lo largué en un rápido y corto suspiro, luego alzo la cabeza con algo de orgullo fingido, para dar mis primeros pasos pasando ya el portón del instituto.

Los pasillos son más ruidosos que los del instituto especial para discapacitados del que fui hasta el año pasado. Decidí seguir lo que me queda de años escolares aquí porque, además del hecho que es muy buen instituto secundario, quiero demostrarle a mis padres que no le tengo miedo a esta vida, ni a la gente que pretende ser mejor que nosotros; sé de ante mano que será complicado y todo eso, pero quiero intentar vivir como los demás alumnos que no presentar problemas anatómicos o mentales. Ser como ellos, no me arrepentiré, realmente quiero esto y lucharé por demostrar de lo que soy capaz. Aun así, los directivos del instituto secundario me aceptaron aquí con la condición de que yo accediera a sus ayudas especiales luego de clases, para aludir inconvenientes que pueden llegar a hacerme volver al otro instituto secundario, y es lo que no quiero. Entré con la condición aportada por mis padres de que si no me iba bien en el año, volvería inmediatamente al otro para retomar el año perdido allí, es decir, repetiría y lo recuperaría en la escuela especial. Por lo que debo de hacer lo mejor posible. Solo me queda esperar un milagro, si las cosas no me resultan como tengo pensado.

 

Autora:

 

Un profundo silencio se hizo presento acompañado con murmullos de todo tipo, y es que la presencia de SeokJin sosteniendo un bastón mientras caminaba tímido entre la multitud los había alertado de una anomalía en el lugar, ninguno se esperaba la presencia de alguien discapacitado en aquel instituto secundario. Todos, o estaban cotilleando sobre el joven de melena tono caramelo, o lo miraban sin restringirse en lo más mínimo. Jin era ciego pero no sordo, obviaba el hecho de que sabía perfectamente que llamaría la atención por lo menos hasta mitad del año, ignoraría todo los comentario que pudiera recibir y los que no también.

Siguió su camino como si nada, el único problema que lo envolvía ahora era no saber hacia dónde se dirigía, esperaba encontrarse con algún directivo para que lo orientara un poco más. Por suerte un profesor que caminaba en sentido contrario a todos los demás lo vio, con extrañeza ya que no se lo esperaba él tampoco, se acercó recordando que ahora había un alumno especial nuevo en el instituto y, como le explicaron a todos los profesores en la reunión tratando del tema en cuestión, debía de ayudarlo si lo encontraba en circunstancia como estas.

—Hola, buenos días –saludó con amabilidad, levantando una mano por costumbre pero evocándose de que el nuevo era ciego al instante. Jin se sorprendió, deteniéndose repentinamente, no se vio venir el saludo tan cordial.

—Oh, Ho…ho…hola –respondió Jin luego de unos segundos, presiono los labios con los dientes desde adentro casi sacándole su color natural, agachó más la cabeza sintiéndose inútil porque se suponía que debía enfrentarse a este día con la frente en alto. Se regañó mentalmente.

El profesor, al escuchar más murmullos y risas retenidas, inmediatamente se dispuso a llevar al nuevo estudiante a otra parte donde pudieran conversar amenos y sin provocar la incomodidad del joven, que sospechaba escuchaba perfectamente como los demás se burlaban o simplemente hablaba de él con descaro. Se acomodó la carpeta oficio debajo del brazo izquierdo, se pasó al lado derecho del joven para tomarle el hombro del mismo sentido y darle media vuelta ligeramente para llevárselo al curso donde iba.

—Oye, em… –agitó la mano libre intentando saber el nombre del joven, pero una vez más olvido que era ciego. Sin embargo, Jin había desarrollado los demás sentidos mucho más rápidos y efectivos que el porcentaje común de las personas que no son invidentes o sordos, por lo que no le hacía falta ver para presenciar ciertas cosas que se hacían a su alrededor.

—Jin –contestó en voz baja, provocando que el maestro arrugara el ceño y acercara el oído al rostro del joven por no haber oído bien. —Me llamó, Kim Seok Jin. –cuando Jin levantó un poco más la voz, el profesor comprendió lo que había dicho y volvió a erguirse.

—Bueno, Kim Seok Jin. Yo soy Eric Mun, profesor de historia de los 5° y 6° años. ¿En cuál te encuentras tú? –le preguntó mientras saludaba con la cabeza a un grupo de alumnados que los miraban, especialmente a Jin, fisgones e ininteligibles a la presencia de un ciego en su instituto secundario. Continuaron caminando hasta que Eric se detuvo, y detuvo al joven, frente al salón donde dentro de minutos daría comienzo a su clase.

Jin centraba su atención a las palabras del profesor pero aun así sentía una especie de revuelo en su estómago, mezclado entre nervios, excitación por lo que sería su primer día y miedo, mucho miedo. Tomó un respiro y contestó a la pregunta que se le había hecho, y que se esperaba la respuesta con tranquilidad.

—En 5°, señor. Tengo 17 años –comentó, enderezando el bastón sin soltarlo en ningún momento, como si tuviese miedo a que se lo robaran.

—Lo supuse. Entonces tendrás conmigo –sonrió a pesar de que le otro no lo pudiera ver, estuvo apuntó de abrir la puerta del salón cuando vio que Jin levantó leve la cabeza, como si lo quisiera ver.

— ¿Usted sonrió, verdad? –su pregunta llamó la atención de Eric de manera admirable, tenía entendido que los ciegos desarrollan y perfeccionan los cuatro sentidos que más utilizan para el mejor desempeño de sus acciones y reacciones, pero jamás había socializado, ya sea por un momento, con alguno que le hiciera reafirmar las posibilidades de esa teoría. Por alguna razón le dio curiosidad la vida del joven frente a sus ojos, quien parecía esperar con serenidad la respuesta de su profesor; no lo hizo esperar más y contestó expandiendo un poco su sonrisa.

—Sí, exacto –giró el picaporte de la puerta y la empujo con suavidad para que se abriera y le diera paso al nuevo a adentrarse al curso. Jin le dedico una diminuta sonrisa de timidez. —Pasa, por favor –lo invitó, pegándose a la puerta para dejarlo pasar. Jin le dio una venida, reposicionó el bastón para luego tantear y asegurarse antes de entrar.

El alumnado presente lo miraba asombrados, no decían nada ante la presencia del joven pero sí seguían todas sus acciones meticulosamente. El profesor los observo con el rostro serio a todos, al primero que dijese algo sin pensárselo antes serían regañado duramente, el respetó era algo elemental que se debía consolidar siempre y si debía hacerlo con dureza lo haría. Jin se topó con la esquina del pupitre del profesor, tuvo que haberlo tanteado pero se sentía tan nervioso al respecto que se desconcentro por unos segundos, ganándose de esa manera algunas risitas insolentes que dieron pasos a murmullos a montón, como si hubieran estado tildados y el descuido de Jin lo hubiera reactivado a todos a la vez. Jin sentía como si de una bofetada se tratase la falta de respeto de los alumnos para con su discapacidad visual, se mordió la punta de la lengua sintiendo que sus ilusiones caían una vez más dentro del miedo y la ansiedad, cuya emociones tapaban como mantas las perspectivas de Jin pero él se sostenía pensando que ya estaba aquí, debía dar lo mejor de sí aunque se empezara a ver que no sería tan fácil.

—Guarden silencio –demandó con autoridad, alzando el pecho frente al alumnado que callaron sus chácharas. —Estoy aquí enfrente y hay alguien que desea presentarse, por lo que les pediré que saluden como se debe, se sienten en silencio y respeten a su nuevo compañero de clases –les dio a entender sin dejar su autoridad de lado, el alumnado hizo lo que pidió y él permitió que Jin se presentara, pero éste estaba tan nervioso que las palabras se acumulaban en la garganta sin poder salir con fluidez. Eric lo notó, se acercó un poco más al joven sólo para posar una mano sobre su hombro para calmarlo y hacerle entender que no tenía por qué preocuparse, que estaba a su criterio cuando quiera presentarse y cómo. Jin tomó con otra mano la empuñadura del bastón para secarse el sudor de la mano que la sostenía, se repetía mentalmente que era un tonto por cohibirse de esa manera, así no lograría su segundo objetivo que era llegar a hacer amistad con alguien; más nadie en el salón deseaba socializar con él por ser “diferente” al estatus deparado por ideales erróneos de la sociedad, por suerte no todos siguen esas creencias engañosas y prefieren compartir lo suyo con el otro, por más desemejantes que se den las características entre sí.

—Yo… em… –el profesor palmeo suavemente la espalda del joven mientras se posaba en su pupitre y cruzaba los brazos mirando a sus alumnos, pero prestando atención a lo que diría. —Em… me… me llamó Kim Seok Jin, tengo 17 años y vengo de un Instituto Especial para Discapacitados llam….

—De donde no tuviste que salir –agregó de burlón y entre dientes para sus amigos un chico de tez morena, cabellera negra ondeada hacia atrás que formaba un diminuto copete por arriba de la frente, ojos verdes oscuros, alto de más o menos 1,73. << El primer brabucón en el día, genial. Parece que no soy bien bienvenido aquí >> pensaba Jin mediante se oía risas respecto a la broma pesada y al profesor Mun pidiendo silencio otra vez. Jin levantó intranquilo una mano para peinarse las hebras caramelo, bajando la cabeza y deslizando las yemas de los dedos por las casi indefinibles patillas hasta descender en la comisura de sus labios, para luego bajar la mano.

—Por favor continua, Jin. Ignora los comentario de más –le recomendó el hombre sin dejar de mirarlo desde atrás, esperaba que no se sintiera intimidado por los comentarios poco corteses de los chicos. Él mismo sabía cuándo los alumnos eran un dolor de cabeza y cuando aguardaban por serlo, y destacar un poco más.

<< Vamos Jin, yérguete. Eres un hombre, no dejes que te achiquen tonteras como estas, podrás demostrarles que realmente eres interesante, sólo debes esperar al día indicado. >> Meditó Jin, hizo lo que pensó y se llenó de valor para continuar con la entrevista de siempre al principio de clases, y cuando eres nuevo. Solo rogó porque no le valla tan mal las próximas horas.

—Bueno, como ya les dije: me llamo… –repitió aun un poco nervioso, pero lo volvió a interrumpir el chico de hace rato.

—Jin. Sí, eso ya lo sabemos. Podrías continuar hablando como loro o callarte porque me estoy aburriendo, y todos aquí también –habló el copetudo moreno, aun cuando el profesor pidió que guardara silencio en medio de lo que decía. Jin volvió a reñirse, era verdad que estaba repitiendo las cosas como loro. Mordió el labio inferior con ligereza, a la vez que jugaba con la cinta fina, del bastón, que rodeaba el dorso de su mano y parte de la muñeca.

—Si vuelves a interrumpirlo, Christopher, te llevaré a detención. ¿Has entendido? –exigió levantándose y desenredando sus bazos para colocarse a un lado de Jin, sin dejar de reprocharle con la mirada al otro muchacho cuyo acción de la cual se vio obligado a hacer fue acatar el mandato de su mayor.

—… Como verán estoy ciego, tengo algo a lo que popularmente llaman NVI, nací con esa enfermedad pero en ese entonces podía ver borroso o hasta había momentos donde lograba ver, no tan bien como lo hacen ustedes, no. A los 5 años tuve contracciones violentas que lograron empeorar mi estado visual, ahora no puedo ver nada. Vine a este instituto secundario porque quiero… quiero… –peleaban mentalmente en si decir que era porque quería sentir como vivía la gente “común” o si engañarlo con algún invento, que, si llegaban a ser curiosos, debería glosarlo de alguna manera que pase desprevenida. —Porque quiero estudiar aquí –en partes eso era cierto, por lo que no se preocuparía por explicar lo fascinado que estaba con el sistema de estudios del instituto, y su perfecta asistencia para con los alumnos que no les iba tan regio.

Algunos bufidos que parecían ser desaprobatorios llegaron a los agiles oídos del joven, dándole a pensar que no le creyeron del todo. Cuando los chicos volvieron a guardar silencio, Jin terminó de hablar, pidiendo que esperaba caerles bien algún día y que cuidaran de él, como era de costumbre decir en grandes partes de Asia. Claro, el alumnado que lo había escuchado ignoró por completo sus dos esperanzas y decidieron comenzar con su cotilleo de catas, que abundó en el salón.

Las filas de alumnos sentados dependientemente eran cuatro, el salón era espacioso, lo suficiente como para tener 30 alumnos ordenados de esa manera. En la cuarta fila, a la derecha, con una distancia de un metro de las paredes y de las ventanas, que captaban la imagen perfecta del bien cuidado jardín del instituto secundario, por allí al final había un lugar sin ocupar, tan normal y limpio como los de los demás. Eric acompaño a Jin al pupitre desocupado, le aconsejo al oído que no debía preocuparse por lo que dijesen de él, en respuesta a esto recibió un Gracias y una sonrisa gratificante.

La mañana había pasado rápido, aunque no tanto para Jin cuyo comportamiento no era más que nervios que lo terminaban alterando y perdiendo en ocasiones. Recibió una grata bienvenida de los demás profesores, que hablaron con él respecto a las situaciones en las que probablemente, y no mentía, se vería incomodo; lo del brabucón de esta mañana con su actitud pesada, por ejemplo. Le indicaron los horarios de la ayuda que le eran otorgados, con el objetivo de complacerlo como estudiante oficial y para ayudarlo a mantener esas perfectas notas, con las cual entró. Jin sabía, muy dentro de su corazón, que el hecho que lo dejaran acceder a este instituto tenía también como una de las tantas finalidades, la idea de que la reputación del importante Instituto Internacional Oh Eujee Hyun se alce como más importante, y concordaba con la idea.

Al final de clases, su padre lo pasó a buscar de regreso del trabajo y lo llevó a celebrar su primer día en aquel lugar, comieron hasta llenarse y le llevaron comida para la madre de Jin, que solo salía de casa para trabajar. Esa noche, Jin decidió irse a dormir temprano, estaba un poco agotado de tantas emociones golpeándolo una tras otra.

Desde ese día sabía perfectamente que no todo sería tan brillante como él lo imaginaba, en esos momentos donde detenía lo que estuviera haciendo solo para alucinar con el día en que entraría a ese instituto secundario, el primer día lograría tener por lo menos un amigo y esperaba que pudieran respetarlo…. No fue lo que esperaba pero no se quejaría, ya había llegado a este punto y no pensaba desperdiciarlo. Lo intentaría y enorgullecería su apellido y a su familia.

—Jin… Confía, cierra tus ojos y deja que la brisa remueva las copas de los arboles –citó con cariño, sonriendo al recordar las sabias palabras que compartía con su primera antes de que esta se fuera a hacer su vida. Adoraba hablar de manera metafórica junto a su queridísima primera. Recostado boca arriba en su reconfortante y calientita cama, empezó a recordarla, se dio media vuelta ocultando sus manos entre el hueco del cuello y de la mandíbula, cerrando los ojos y escuchando su propia respiración serena. —Te extraño, Ji Eun-Unni.

Descansar sería lo mejor, mañana le esperaba más cosas que descubrir y escuchar, y para eso necesitaría muchas energías para aguantar un poco más.

Notas finales:

¿Y, quieren que lo continue?


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