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Ten Years later por Kristy

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Notas del capitulo:

Siento el retraso. No sé si a mis lectores les ha sucedido, pero me ha sido completamente imposible acceder a la web de Amor Yaoi durante el viernes y el sábado, se me quedaba en blanco D:

Ahora que parece que va, voy a aprovechar a actualizar :3

Aviso que es un capítulo duro en muchos sentidos, y más realista de lo que parece. Disfrutadlo.

— Aquí tienes lo que te corresponde de esta semana. Estás despedido —Dongwoo miró a su jefe, parpadeando sin entender. Apenas había dormido esa noche tras la discusión con Jinyoung el día anterior. Cuando se fue de aquel local y cogió su coche, en ningún momento se enteró de la estupidez de Baro a nivel nacional y en directo. Simplemente, cabreado como estaba, llegó a su casa, se dio una ducha y se metió en la cama. No había escuchado la radio ni nada hasta que llegó al despacho del señor Jung para cobrar la paga semanal.


— ¿Por qué? —Dongwoo no daba crédito a lo que estaba pasando.


— Últimamente ese Baro ha estado aquí rondando los viernes. No hay que sumar dos más dos para no darse cuenta y mucho menos tras lo que soltó anoche. —El “buen” hombre lo miraba con profundo asco. 


— ¿Y qué tiene que ver eso conmigo? —Preguntó de nuevo, totalmente confundido por el rechazo tan visceral que estaba recibiendo por parte de uno de los mejores jefes que había tenido.


— No quiero maricones en mi local. Estás despedido. No vuelvas por aquí —Volvió a parpadear, intentando asimilar la situación y el desprecio con el que había hablado. Afortunadamente estaban solos. Ese señor debía estar realmente cabreado porque encima le había dado clase a su hijo años atrás. A saber qué ideas raras se habría formado en su cabeza. No le iba dejar defenderse, claro está. De pronto no quiso ni defenderse. Ya lo había marcado, crucificado y ni siquiera le había dejado explicarse o negarlo. Lo había dado por hecho. Cogió el dinero que le correspondía, firmó el finiquito y se largó sin decir ni una sola palabra a su casa. Ahí fue cuando, al consultar su móvil, se dio cuenta de lo que había pasado. Sus compañeros del local de los viernes le habían mandado mensajes malsonantes con enlace directo a los videos que circulaban por la red. Por todos lados había capturas de video con ese cabronazo diciendo lo que no tenía que decir. Era increíble. Alguien decía unas palabras y la mierda le estallaba en la cara a él de forma directa. Dongwoo era consciente que nunca había debido consentir que entrase en su vida, no de esa forma. Debía ser el karma o algo. No había llegado a casa cuando las llamadas se sucedieron. Cuando entró y se quitó los zapatos supo que no podía quedarse más tiempo en el pueblo. Todos en cadena le habían llamado para despedirlo. Ahora todo el pueblo sabía que él era “la persona perdida, maricón de mierda” de Baro, gracias a ese subnormal. ¿Era una venganza o qué? ¿Qué había hecho mal? Se sentó en el peldaño de la entrada, descalzo. El teléfono vibraba. En cuanto vio que todas las personas con las que trabajaba o para los que trabajaba le llamaban o para despedirlo o para llamarle embustero, quitó el sonido al teléfono y lo dejó en modo vibrador. Que llamasen. Si se quedaban más tranquilos o eran más felices insultándolo de algo que consideraba que no era un insulto era su problema. Algún día tenía que llegar ese momento, en que lo supieran, lo señalaran y lo marcaran. Tenía claro, a sus treinta y siete años, que no era el momento de venirse abajo por algo que había defendido que tenían que haber hecho los demás durante años, incluyendo al subnormal que había destrozado su tranquila vida en menos de 24 horas con una ridícula declaración pública en la tele. ¡Qué manera más surrealista de declararte gay! ¿No había otra forma más pública y masiva? En fin, era Baro. Siempre hacía las cosas a su retorcida manera, sin contar con nadie ni en las consecuencias. ¿A dónde ir? Su pueblo natal no era una opción y Seúl tampoco. Algo le decía que la prensa estaría persiguiendo a Baro todo el rato, solo para ver quién era “la persona con quién no dio el salto al vacío nueve años atrás”.  ¿Qué cojones había pasado hace nueve años? Dongwoo se quedó pensando, ignorando el viaje de su móvil por el pasillo producto de la vibración masiva e interminable. Ah, sí. Cuando se fue al ejército y le pidió que fuera a comer con sus padres. Solo porque le hacía ilusión presentarle como su novio ante su familia, pasase lo que pasase. ¡Qué estúpido había sido entonces! ¡Qué crío! Un crío pidiendo a otro crío tomar decisiones de adultos. Dongwoo lo entendió más tarde, después de dos años en blanco en el servicio militar.


— Necesito beber. —Se dio un par de palmadas en las piernas para animarse y se levantó. Se detuvo en el único espejo de la casa, en medio del pasillo y de camino a la cocina. No tenía mal aspecto. Su camiseta blanca estaba impoluta. Sus vaqueros bien planchados y de aspecto desgastado. Tal vez debería pasarse por alguna tienda a comprarse un par nuevo, ahora que tenía tiempo y dinero ahorrado. Tan solo debía peinarse un poco más y afilar el pelo que amenazaba con descarriarse de su perilla. No tenía mal aspecto para ir a cualquier parte y pedir trabajo. Más animado se fue a la cocina. Seguía escuchando el irritante sonido de la vibración del móvil, pero lo siguió ignorando. Encendió la luz de la cocina, ahora más iluminada tras cambiar la bombilla mortecina que le había puesto en su día el arrendador de la casa. Abrió la nevera y sacó un botellín de cerveza. Destapó la tapa y bebió directamente a morro de una tacada. Soltó una exhalación de gusto tras sentir el líquido frío y amargo fluir por su garganta, y cerró la nevera. Lo que había dentro podía quedarse ahí tranquilamente. Un regalo a su casero y al futuro inquilino. Tampoco tenía planes de ser rácano. Dejó el botellín en la bolsa de la basura, lo cerró y lo sacó al pasillo. Después fue a su cuarto, abrió el armario y sacó su maleta. Con tranquilidad fue poniendo la ropa, bien doblada, dentro de la misma. Después se dirigió hacia el baño a recoger sus enseres personales, para añadirlos a la maleta. El resto de la hora la empleó en dejar la casa presentable, comprobando que no dejase nada personal atrás y que estuviera todo bien cerrado. Cogió el montón de dinero que le había dado su jefe al despedirlo por la mañana y lo dejó encima de la mesa de la cocina, en un sobre. No se iría sin pagar lo que le quedaba de alquiler. Finalmente echó un último vistazo y apagó las luces. Y se fue.


Anochecía cuando avistó Busan. Llevaba la música a todo volumen dentro de su viejo coche. Al principio intentó poner la radio pero la salida del armario de Baro la monopolizaba, así que decidió buscar un canal de solo música y así había hecho casi todo el viaje. Dos horas antes había parado en un pueblo porque odiaba ir por autopista. Además su plan original había consistido en parar en el hostal que gustase, para así ir al libre albedrío. Paró para ir al servicio y comer algo, cuando se animó a encender el móvil. Las notificaciones le pusieron enfermo. Decidió silenciar la de sus “amigos”. Vio llamadas perdidas de su hermana, su cuñado, Min y su “otro cuñado”. Le sorprendió ver llamadas varias de Sandeul, Baro, Jinyoung y Gongchan. Así que priorizó y llamó a Min. Le puso un poco al corriente de la situación, tranquilizándola (más bien al matrimonio Lee). La pobre estaba empeñada en que fuera a casa pero, como bien le dijo, estando en el mismo pueblo y debido a la situación que había estallado, lo mejor que podían hacer todos era desaparecer unos días de ahí. Minho tomó el mando de la situación y le dijo que fuera a Busan. Minho tenía familia ahí, así que le había pasado una dirección para que se quedase el tiempo que necesitase. Era un buen tío. Le había costado convencer a Min, pero realmente Minho había sido la mejor elección que su buena amiga había tomado jamás. Después llamó a su hermana. Le cogió al acto, como si hubiera estado pegada al teléfono como si fuera el último día de su vida. Apenas le dejó hablar, primero riñéndole, llorando y después enfadándose de nuevo. Le dijo que no era el momento más adecuado para hablar de un tema tan importante, pero que le parecía increíble que hubiera tenido que pasar esto para que su querido hermanito le dijera lo que ella ya sabía/intuía desde años atrás. También le confesó que no fue a su boda con Min precisamente por esa cuestión. Pese a que durante toda la “discusión” (porque la única que estaba alterada era ella) se mantuvo tranquilo y paciente, se vio obligado a contenerse cuando su hermana le hizo la pregunta clave: “Era él, ¿verdad? Ese maldito plato que tuve que retirar ese día que debía haber sido importante para ti, para todos, en esa comida en la que no apareció”. Tuvo que confesarlo, no tenía sentido mentir a estas alturas. Tampoco es que le hubiera mentido directamente, simplemente había sido una cuestión de la que nunca más habían hablado. Hubo un silencio aplastante cuando soltó ese sí. Le recordó al silencio que habían compartido cuando él le llamó para darle la noticia que su padre había muerto. En aquella ocasión él se había sentido culpable, extraño y aplastado, diciéndoselo a su hermana mayor. En esta ocasión simplemente se quitaba una losa de encima, se sentía liberado. Sin embargo, tras el silencio, ella masculló llena de rabia. Y le había dicho unas palabras que no sabía si le dolían o si en el fondo compartía ese sentimiento con su hermanita: “No volverás con él, ¿verdad?”. A esa pregunta solo le siguió otro silencio. No supo qué contestar. Tenía demasiadas cosas que solucionar primero antes de ser capaz siquiera de plantearse esa pregunta. “Dongwoo… No lo hagas. Tú y yo sabemos que las personas nunca cambian. Da igual lo que haya dicho por la televisión o lo que te haya dicho en persona. Ambos sabemos, porque nos y te demostró, qué clase de persona es. No esperes nada de él”. Se le quitaron las ganas de seguir hablando. Tan solo le informó que estaría en Busan y que cambiaría pronto de número de teléfono y que le avisaría para que apuntara el mismo. Pronto se dio cuenta que había perdido dos horas ahí, solo con esas dos llamadas. Más desganado, decidió apagar el teléfono definitivamente. Lo que Gongchan, el imbécil de Baro, Jinyoung o Sandeul quisieran decirle le daba lo mismo. Ahora jugaban a ser sus amigos o su aspirante a novio. A todos les había dado esa vena sentimental repentina. No tenía obligaciones con ellos.


El apartamento daba al mar. Estaba apoyado en el marco de la ventana, con la cabeza fuera y las ventanas abiertas en par en par, recibiendo la brisa del mar en medio de la madrugada. Era una noche sin luna, oscura, y con el cielo cubierto de nubes. El rumor de las olas llegaba hasta ahí, síntoma de que el mar estaba poniéndose bravío. Miraba sin mirar, a la nada, mientras se acariciaba la perilla. Había llegado poco antes de media hora, tras aparcar en el primer lugar que encontró cercano al sitio y tras entrar en una tienda de 24 horas a por comida y bebida y algunos artículos “por si acaso”. Pensaba quedarse durmiendo por la mañana y luego ir de compras a la tarde, tras investigar la zona. Por no hacer, no había deshecho ni la maleta. Simplemente había visto la ventana, la había abierto y se había quedado ahí mirando.


Pero no soy feliz. Soy un infeliz porque en el momento en que el hombre que amaba me pidió que saltara al vacío con él nueve años atrás… no lo hice”.


Se le habían quedado grabadas esas palabras en la cabeza desde la mañana, cuando vio los vídeos. ¿Por eso había estado tan raro Sunwoo durante todo este tiempo? ¿Le torturaba un momento que no tenía nada que ver con años de relación? ¿Se había quedado atrapado en el tiempo? En realidad había asimilado en aquel tiempo que su relación había llegado un punto de no retorno. Un punto en el que él quería un rumbo y Sunwoo otro. Un punto donde ninguno podía confiar en el otro. La diferencia fue que Sunwoo no tuvo valor de romper a tiempo y tuvo que hacerlo él a destiempo. Esas heridas fueron cicatrizadas con los años y ahora, con el tiempo, veía aquel momento como algo bueno que tuvo que suceder. Los dos habían tomado rumbos muy distintos. Lo que realmente le sorprendía era que hubiera empleado la palabra “amaba” en la ecuación. ¿Realmente le había amado? ¿A él? Dongwoo lo ponía en duda. No era así como recordaba las cosas, ni su “relación”. ¿Qué más daba?


— El tiempo nos pondrá a todos en su sitio —susurró a la nada, cerrando los ojos, mientras aspiraba el aire nocturno del mar.


Los primeros días los empleó en conocer la ciudad. Era completamente diferente a Seúl, en muchos aspectos: la luz, las edificaciones, el mar, la gente… Poco a poco consiguió familiarizarse con el barrio, asumiendo que ahí no era como en los pueblos donde todo el mundo se conoce. El anonimato, caras conocidas pero sin nombres, los desprecios cuando intentabas hablar más de lo permitido, las caras aburridas… Eso recordaba que había sido lo que más le había impresionado de Seúl, aparte de la ubicación de las paradas de autobús. Al segundo día se consiguió un nuevo teléfono al que añadió solo cinco números: el de su hermana y su cuñado, el de la clínica donde estaba su madre, y el de Min y su marido Minho. Dudó si ingresar los números de los locos de sus excompañeros de grupo, pero decidió que eran elementos tóxicos en este momento y decidió no añadirlos. Formateó el viejo móvil y se deshizo del mismo sin arrepentimiento alguno. A partir de ese momento se dedicó a mirar periódicos, páginas web y cualquier vía donde pudiera encontrar empleo. Le daba igual de qué. Tres días después, a media hora andando de su casa provisional, una señora que tenía un pequeño puesto de ultramarinos, de los antiguos locales que casi había desaparecido en todas las grandes ciudades, necesitaba alguien que atendiera su tienda porque ella no podía pasarse tantas horas de pie debido a su estado frágil de salud. Convinieron la paga según ingresos y aceptó.


Diez días después el asunto aún coleaba en la televisión e internet, pero seguían sin poner cara ni nombre al “novio perdido de nuestra estrella Baro”. En algunos programas más cutres hacían hasta reportajes de investigación, cada cual más gracioso. Había empezado a parecerle entretenido y todo el circo que se había montado. Baro había sacado un par de comunicados agradeciendo el apoyo y que seguiría intentándolo. Para su sorpresa, en lugar de haber un rechazo, casi toda la audiencia y fans del país se lo habían tomado casi como una cuestión personal y un asunto nacional. Hasta había visto, por lo que habían sacado en uno de los programas, que un fan había creado un grupo de apoyo para convencer al ex, para que llegase a él y así pudiera escuchar lo que Baro había pedido: “una oportunidad”.


— ¡Ja! ¡Pueden esperar sentados! —gritó a la pantalla de televisión, mientras rechupeteaba la mostaza que se le había quedado atrapada entre sus dedos tras comerse un bocadillo. De repente sonó el móvil. Sentado como estaba en el sofá, apenas se limpió el dedo con la servilleta y bajó el sonido de la televisión con el mando a distancia. No miró quién era, asumiendo que, por la hora, era Min o era su hermana.


— Dongwoo… Soy yo. —Se quedó clavado al escuchar su voz. Sonaba nerviosa, temerosa. Nunca había imaginado que escucharía a Sunwoo por el otro lado de la línea, teniendo en cuenta que nadie más que su familia tenía ese nuevo número.


— ¿Qué quieres? —Pese a que no quería ser duro, supo que había sido agresivo.


— ¿Podrías abrir la puerta? —Más nerviosismo.


— ¿La puerta? ¿Qué puerta? —Dongwoo no podía quedar más extrañado. Primero tenía su número, ahora…


— Estoy en Busan, y estoy al otro lado de la puerta de tu apartamento —Escuchó un suspiro largamente contenido.


— ¡¿Qué?! —Exclamó, incrédulo. Pese a que todo era surrealista, Dongwoo se levantó, quitándose la manta de encima y se encaminó hacia la puerta, con el teléfono en la oreja. Miró por la mirilla y efectivamente… Baro estaba al otro lado de la puerta. Decidió colgar y abrir la misma. Su cara estaba más pálida de lo normal y parecía haber adelgazado. Tenía unas buenas ojeras y su pelo estrafalario había sufrido un buen corte, para volver al estilo que había tenido en sus viejos tiempos. Llevaba una sudadera negra, una gorra negra y unos pantalones negros. Realmente parecía que quería ser un ninja en la noche, o algo por el estilo. Al mirar los vaqueros vio dos bolsas enormes, de estilo deportivo.


— ¿Qué es eso? —Preguntó, señalando las dos bolsas.


— Te lo explico si me dejas entrar. Por favor. —Tal vez fue el tono suplicante en que lo dijo, casi rozando la humillación, que cedió. Se hizo a un lado y abrió totalmente la puerta, indicándole que podía pasar. Baro entendió el mensaje y se agachó a coger las bolsas. Las dejó en un lado de la entrada y se descalzó, mientras Dongwoo cerraba la puerta y se metía dentro del apartamento. Se detuvo en medio del pasillo y se cruzó de brazos, apoyándose contra la pared, mientras veía cómo Baro se quitaba la sudadera y se quedaba en jersey.


— ¿Cómo me has encontrado? —Lanzó la pregunta, más intrigado que enfadado. Mentalmente solo tenía dos opciones: o Min o su hermana. Pero no veía a su hermana delatándole, teniendo en cuenta la tirria con la que hablaba de él. Tampoco a Min, por lo que su deducción oscilaba entre sus dos cuñados.


— Tu madre. —Le miró con cara de cachorro perdido, asustado. Dongwoo se quedó pensativo. Había hablado un par de veces con su madre por teléfono pero nunca había mencionado nada al respecto. Ni siquiera sobre la declaración de Baro porque tanto su hermana como él habían tomado la decisión de no decirle nada. Así que no entendía nada.


— Los chicos y yo estuvimos llamándote a todas horas durante días. Al principio había línea o comunicaba. También enviamos mensajes que nunca se leyeron y mucho menos se contestaron. Después comprendimos que habías cambiado de número cuando empezó a salir el mensaje de “el número al que llama no existe” —Baro se detuvo, tragando saliva, como si tuviera un puño invisible en la garganta—. Casi nos volvemos locos. Así que, como tampoco tenía mucho margen para operar con la prensa encima, Jinyoung y Gongchan decidieron moverse por su cuenta. Chansik fue a donde Min y Jinyoung donde tu hermana. Debo reconocer que tienes a dos mujeres que son el mejor escudo que nunca he visto. — Baro hizo un amago de reír, con nerviosismo—. Pero… no dijeron nada. Fui a Boeun y me encontré con que ya no trabajabas en ninguna parte y sé que es culpa mía. Lo siento mucho, Dongwoo. Se suponía que las cosas tenían que haber ido de otra forma —Su voz sonó realmente culpable y arrepentida—. Y luego fui a tu casa y me dijeron que ya no vivías ahí.


— Sigo sin entender qué pinta mi madre en la ecuación. —Dongwoo sabía que tenía que estar enfadado, pero la realidad era que estaba impresionado. ¿Por qué tanto esfuerzo, casi agónico, para encontrarlo? ¿Por qué ahora?


— La cuestión es que recordé que habías comentado que habíais vendido la casa y que tu madre no estaba en buenas condiciones… Así que deduje que podía estar en una clínica. Hoy está todo registrado, es fácil encontrar a la gente —Siguió explicándose, más seguro, saliendo de la entrada y avanzando por el pasillo hacia él—. Y, bueno, tomé la decisión de ir a visitar a tu madre.


— Todo lo que has contado hasta ahora parece sacado del guión de una de las pelis de Jinyoung, pero me parece que mientes. Mi madre no tiene ni idea, siquiera, de que estoy en Busan —Siguió en su posición, desafiante.


— Eso tampoco es verdad… Por lo visto tu cuñado le ha informado a tu madre de la situación. O al menos eso fue lo que me dijo ella —Sunwoo llegó a su altura, pero no se apoyó contra la pared. Se quedó de pie, bien erguido y mirándole fijamente, aparentando una valentía que a leguas se notaba que no sentía. A Dongwoo le estaba dando lástima y todo.


— Cuando llegué me dijo que me llevaba esperando muchos años. Y es cierto, llevo años de retraso. Así que me senté y estuvimos hablando toda la tarde. Tu madre tiene carácter, me ha sorprendido —Dongwoo le observó, no dando crédito. Por alguna razón no era capaz de visualizar a su madre y a Sunwoo una tarde de visitas hablando como si se conocieran de toda la vida. Hablando de él, del pasado y del futuro. Era como un chiste malo—. La cuestión es que me dijo que sabía que estabas en Busan, en un apartamento de la familia del marido de Min. También me dijo que habías cambiado de número, pero que no pasaba nada porque ella tenía el número. Y me lo dio. —Una sorpresa tras otra. No sabía en qué momento se había despegado de la pared, sin deshacer su cruce de brazos, y se había quedado frente a su ex, escuchándole con atención. Lo que le estaba contando era algo impresionante. Ni siquiera él, de haber estado en la otra posición, habría tenido valor para esto—. Aunque antes de dármelo me obligó a prometerle un par de cosas. Un par de promesas que pienso cumplir pase lo que pase.


— Debo reconocer que los tienes cuadrados —Dijo por fin, reconociéndolo. Nunca imaginó, ni había imaginado, que Cha Sunwoo fuera capaz de hacer todo esto para encontrar a alguien que no quería ser encontrado.


— ¡No es tenerlos cuadrados, Dongwoo! Espero que ahora me creas cuando te digo que realmente quiero intentarlo contigo. No vuelvas a despreciar mis sentimientos de esa forma, Dongwoo… —El que tenía el nudo en la garganta en esta ocasión era Shin Dongwoo. Parpadeó rápidamente varias veces, intentando que no se notara su confusión, su estado de emoción extraña que estaba viviendo. Sobre todo porque podía ver a Cha Sunwoo ahí, de pie, más desnudo que nunca aún con la ropa puesta. Dongwoo lo podía ver claramente en sus ojos: ese rasgo de desesperación, ese punto de amor casi enfermizo, esa locura a la que el amor podía someter a una persona.


— ¿Y esas dos bolsas? —Dongwoo hizo un gesto con la cara, aún sin descruzar los brazos, hacia los dos bultos que había traído Baro. Vio como el exrapero los observó unos segundos, para volverse con una sonrisa extraña.


— Son lo único que necesito para seguirte allá donde vayas, hasta el fin del mundo —Asintió en silencio, mientras le veía intentando contener sus nervios y su ansiedad. Entonces lo entendió, o al menos lo asimiló. No se trataba de si Baro estaba obsesionado con él o si realmente le amaba o estaba enamorado de él. Se trataba de un ser humano que estaba suplicando por una oportunidad. Podría ser que en el fondo no hubiera cambiado. Tal vez. Pero todo lo que había hecho hasta ahora, sobre todo esta última semana y media, le decía que no era malo intentarlo. Solo le estaba pidiendo tiempo. Podía hacer un esfuerzo por ver hasta qué punto Sunwoo realmente estaba dispuesto a luchar por él. No era malo ceder un poco y ver qué pasaba, ¿no? Ya no tenía nada que perder. Sunwoo tal vez, pero él ya no.


— Coge las bolsas. Veamos dónde podemos encajarlo en el armario de mi cuarto. —Por vez primera deshizo el cruce de brazos. Sunwoo lloraba en silencio, con una sonrisa avasalladora, cuando salvó la escasa distancia que quedaba entre ellos y lo besó con una pasión casi desconocida.


— ¡Te prometo que no te arrepentirás, Dongwoo! —Le susurró sin importarle las lágrimas y sin dejar de sonreír feliz, medio deshecho de la tensión que había pasado.


— Estaré esperando, Sunwoo. —En esta ocasión le besó él. Porque quería atrapar esos labios de nuevo. Porque quería sentirlo de nuevo. Porque odiaba reconocer que aún lo amaba. Se había negado todo a sí mismo durante todo este tiempo. Era tiempo de dejar fluir y ver cómo iban las cosas. Quizá Sunwoo no había cambiado, pero él tampoco en el fondo. Habían cometido muchos errores en el pasado, era tiempo de aprender de ellos y tenerlos en cuenta. Porque, en el fondo, no había nada que perder… y mucho que ganar.

Notas finales:

¿Sorprendidos con el inesperado final del capítulo? :D Puede que haya algunos a favor, otros en contra, no lo sé, me encantaría ver vuestro punto de vista :3

No diré nada más al respecto, solo que quedan tres capítulos para el final del fic. Sí, solo tres. Y aunque no lo creáis aún mucho que contar antes de llegar al capítulo final que se titula exactamente como el fic :3

Espero que me acompañéis en este viaje final. Y también espero que los lectores silenciosos que habéis seguido semana a semana os animéis a comentar al final.

Otra nota, la semana que viene NO HABRÁ ACTUALIZACIÓN. El motivo es que la autora está opositando y, desgraciadamente le han tocado tres exámenes casi seguidos, en fin de semana (viernes y sábado) y en dos localidades opuestas, por lo que estaré más bien viajando y examinándome y sin acceso a internet. A cambio, el fin de semana del 23 al 25 publicaré DOS CAPÍTULOS A LA VEZ. Sí, leéis bien, dos de los tres capítulos van a ser publicados en ese mismo fin de semana. Uno el viernes y el otro el sábado. O, en su defecto, el sábado y el domingo, si hay contigencias.

Por tanto, el capítulo final del fic se publicará el día 1 de julio, si el plan sigue en pie y no hay impedimentos cibernéticos.

Solo puedo deciros gracias :3

 


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