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Ten Years later por Kristy

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Notas del capitulo:

Antes de dar paso al tercer capítulo de este fic (uno de mis favoritos, por cierto), quería comentar algo que no os comentado hasta ahora. Escribí todo el fic con una única canción de fondo: la misma que da título al fic. Os recomiendo leer el fic con Ten Years Later de B1A4 de fondo. Espero que eso os ayude a "entrar" aún más en la historia. 


Y ahora... ¡A leer! 


 

Cha Sunwoo estaba dentro del coche, con el limpiaparabrisas puesto, mirando cómo la lluvia se estampaba en el cristal. Era casi de madrugada y se encontraba aparcado en la calle, con la calefacción puesta, pero con las luces apagadas, enfrente de una casa de aspecto corriente, al final de una calle de casas corrientes.


Había perdido medio día llegando hasta el pueblo de los padres de Dongwoo, para enterarse que la casa ya no existía. Bueno… existía, pero ya no era de ellos, no había padres dentro y tuvo su momento de pánico al pensar que su único punto de unión había desaparecido para siempre. Afortunadamente una vecina lo vio merodeando por el lugar, preguntó quién era y a quién buscaba, y pudo saber que el padre no vivía, pero la madre sí y que esta se había ido a vivir con su hija mayor. Cuando preguntó por el hijo, le dijo que sabía que se había mudado a otra ciudad. A Boeun, concretamente, cerca de dos horas de distancia de la que era su ciudad natal y que había sido su hogar.


Aunque podía perder toda la vida buscándole en Boeun, decidió ir. No tenía otra cosa que hacer en ese fin de semana. Con el coche con el que había llegado hasta Cheongju condujo hasta el pueblo, entre montañas, ubicado cerca de un parque natural. Tenía su lógica, de un pueblo a otro. Dongwoo siempre había sido amante de los lugares pequeños, donde se conocía todo el mundo, y donde había tierra que plantar y aire puro.


Cuando llegó al pueblo decidió ir con una foto suya, la última más actualizada que tenía, de seis años atrás. La última vez que se miraron y se hablaron, para decirse adiós. Decidió ir al centro del pueblo y ahí fue entrando en los establecimientos, con paciencia, hasta que cuatro horas y media después el dueño de un puesto de comida (que no restaurante) le reconoció como el profesor de piano de su hijo y le dijo dónde vivía. Había sido demasiada suerte para un único día. Cuando llegó a la calle donde vivía Dongwoo era sobre las siete de la tarde. Sin embargo, toda la suerte que había tenido desapareció en ese momento. Para cuando reunió fuerzas se encontró con que no había nadie en casa, así que decidió esperar en el coche. Y desde ahí llevaba horas, esperando a que Dongwoo apareciese, y ya eran cerca de las once de la noche.


Se abrazó a sí mismo, mientras miraba alternativamente a la puerta de acceso al jardín de esa casa y al sobre que Gongchan le había entregado unos días antes.  ¿Qué aspecto tendría? Ahora tendría treinta y siete años. Baro lo sabía porque, desde hacía siete años, cada día había contado los días en los que lo había perdido y siempre había festejado sus cumpleaños, desde la distancia y el recuerdo. Ahora le quedaba claro que Gongchan había sido el último en perderlo de los cuatro. Francamente le había sorprendido saberlo, porque pensaba que el vínculo entre los dos había sido lo suficientemente estable y fuerte como para haberse mantenido a lo largo de los años. Había estado equivocado y no podía si no maldecir. Maldecir porque Dongwoo le había dicho muy pesimista que, igual que nunca le quisieron dentro y ni le acogieron de buenas a primeras en el grupo, él sería el primero en ser olvidado. Siempre le soltó que era un paranoico, pero había tenido razón. Y le jodía sobremanera darse cuenta ahora.


En aquel tiempo, y durante mucho tiempo, estuvieron juntos. Dongwoo podría aventurar que fueron una pareja, él había asegurado que “simplemente estaban juntos”. Lo que empezó como un calentón por falta de sexo entre ambos, derivó en una relación de follamigos. De ahí a algo parecido a una relación, pero en la que Baro no supo (ni tuvo la valentía) de enderezar.  A todos les había dicho que había sido por inmadurez, pero la realidad es que había sido por cobardía. Él no había tenido la valentía que habían tenido sus dos amigos, Hongbin y Chansik, de pelear contra la sociedad y el mundo y rebelarse contra el plan de “casarse con una buena mujer, tener niños y tener un trabajo decente”. Los primeros en sucumbir habían sido Jinyoung y Sandeul. De repente, tras terminar el ejército y decidir separarse el grupo, encontraron novias y empezaron a salir con chicas “para cumplir con lo que se esperaba de ellos”.  Jinyoung también se iba a casar con una chica, pero aún no había decidido nada al respecto debido a su complicada agenda de trabajo como actor. Sandeul había tenido varias novias, pero no parecía decidido a pasar por el altar. Y él… bueno, había hecho que le iban las mujeres pero nada estable a sus treinta y cinco años. Nada estable porque seguía buscando a alguien que reemplazara a Dongwoo. Se había dado cuenta demasiado tarde que nadie podía reemplazarlo porque él era único.


Había pasado los últimos seis años saltando de cama en cama, siendo incapaz de centrarse en nadie. Había pasado los últimos seis años preguntándose “Y si…”. Sobre todo, había pasado el último año preguntándose, tras la oficialización del matrimonio gay en el país, si Dongwoo había encontrado a alguien y ahora podía aprovechar para casarse con su pareja. Habían pasado seis años, era lógico que hubiera encontrado a alguien con quien compartir su vida. Y la idea le aterraba profundamente, abriendo heridas sin cicatrizar. Heridas que se hizo a sí mismo cuando descubrió el error tan terrible que había cometido aquel día, cuando Dongwoo le dijo adiós… para siempre.  Desapareció de su vida y paulatinamente de la de los demás, como si hubiera sido humo. Y él no tuvo valor de ir detrás, a por él, como debería haber sido.


Distinguió a una figura oscura, alta, cuadrada, ligeramente encorvada, en medio de la oscuridad y debajo del paraguas. Dedujo que era él, porque abrió la puerta del jardín, entró con calma, se metió en el pórtico, sacudió el paraguas y se metió dentro de la casa tras abrir la puerta de su hogar. Baro miró el reloj: las doce de la noche. ¿Trabajaría al día siguiente? Decidió que no, por las horas que eran. Aunque a saber…  Con una decisión que nunca había sentido en su vida, agarró el sobre con la invitación de la boda de Gongchan, agarró su pequeño paraguas, y salió del coche, cerrando la puerta. Salvó la distancia entre el coche y la puerta del jardín. Empujó dicha puerta y se dio cuenta que estaba abierta (como horas antes), y caminó hasta la puerta principal. Sacudió el paraguas y lo apoyó contra uno de los laterales de la pared. Ese día se había vestido decente. Unos vaqueros raídos, última moda, su camiseta ancha, estilo rapero, pero no llevaba gorra. Tenía el pelo totalmente rapado, salvo por una cresta pequeña y engominada que tenía en la mitad.


Quiso buscar el timbre de la puerta, pero no había, así que cerró el puño y lo estampó contra la misma, cinco veces. Lo hizo a propósito. Fueron cinco llamadas contundentes, para asegurarse que lo oyese. Al poco rato, escuchó unas pisadas dubitativas y sonidos del otro lado, descorriendo el seguro. La manilla giró y la puerta se entreabrió.


— Hola, Dongwoo —Fue lo único que acertó a decir.


Lo que se encontró fue un hombre más delgado de lo que recordaba, flaco a decir verdad, con cara de sueño, pero sin mofletes. Su pelo estaba bien cortado y tenía algo parecido a una perilla, debido a su escaso vello facial. Lo vio paralizarse, dudando en si cerrar la puerta o dejarle entrar, más sorprendido aún que él mismo de que estuviese ante él.


— ¿Sunwoo? ¿Qué haces aquí? —Su voz seguía siendo tranquila y cantarina. Había olvidado el acento de Seúl y volvía a tener el acento de su región natal. Casi se había olvidado cómo sonaba ese acento en su voz, encantadora e hipnotizante. Le miró a los ojos, oscuros, con ojeras perennes, recuerdo de los tiempos de insomnio con el grupo, ojeras que se le quedaron para siempre. Tuvo el impulso de salvar la distancia que les separaba y de abrazarlo al menos. Pero no podía hacerlo.


— Nuestro Channie se casa con Hongbin. Nadie ha sido capaz de localizarte, así que vengo de mensajero —Suspiró e intentó mantenerse tranquilo, esbozando una media sonrisa.


— Ah —Lo vio quedarse pensativo, bloqueando la puerta. Si pensaba que le iba a dar el maldito sobre y marcharse, Shin Dongwoo estaba equivocado. Cha Sunwoo no había ido hasta ahí solo a entregar un maldito sobre. Había ido a ver qué había sido del amor de su vida, y ver si aún había una remota, aunque fuera ínfima, posibilidad de recuperarle como amigo al menos. Así que no le iba a dar el sobre e irse.


— Pasa…  —La puerta crujió, sin engrasar, y el propietario dejó de bloquear la puerta.  Estaba oscuro, solo había una luz lejana en una de las estancias, al final de lo que parecía un pasillo. Baro pasó, decidido, descalzándose en la entrada y viendo cómo Shinwoo cerraba la puerta, descalzo, y le guiaba hasta la estancia con luz.


Se sorprendió. Sabía que la casa que era corriente, pero no tanto. Ni siquiera tenía una lámpara en condiciones, sino una bombilla colgando y de una energía tan baja que dudaba que pudiera ver mucho con ella cuando cocinase. La cocina parecía atrapada en un pasado remoto, como si hubiera pasado de generación en generación. En una de las paredes había una nevera vieja, que fue a dónde se dirigió su antiguo compañero, abriéndola. Baro se inclinó un poco para ver su contenido. Había comida, pero no demasiada.


— Solo tengo cerveza, lo siento. ¿Te sirve? —Dijo en un tono que a Baro le sonó extraño.


— Sí, claro —No le convenía, pero estaba nervioso y no se atrevía a pedir otra cosa. Dongwoo sacó la fría lata y se la pasó,  mientras buscaba por un armario un vaso. Cuando dio con un par, le indicó que se sentase en una de las dos únicas sillas, más bien banquetas, que había en la mesa que estaba literalmente plegada a la otra pared. Se sentó y vio cómo le servía la cerveza, haciendo lo propio con su vaso y sentándose al otro extremo.


— ¿A qué te dedicas? —Preguntó, intentando romper el hielo, mirando a su alrededor. Le costaba creer que una persona que lo había tenido todo económicamente pudiera vivir tan tranquilo en una cocina así. Si eso era la cocina, Baro no quería pensar en qué condiciones estaba la casa.


— Depende del día de la semana —Shinwoo alzó un poco los hombros y su expresión fue más bien anodina.


— ¿Depende? —Alzó una ceja, mientras hacía que tomaba un sorbo de la refrescante cerveza de supermercado.


Shin sonrió a su manera, tan característica, esa que le había dado el apodo de osito, cuando sonreía sin mostrar sus dientes.  Pero era una sonrisa a medias, resignada, en un rostro que ya tenía años y tenía ya sus primeras arrugas. Ya no quedaba rastro de aquella sonrisa infantil, sino era la sonrisa de un hombre maduro que ya había perdido la inocencia mucho tiempo atrás.


— Esto es un pueblo pequeño, Sunwoo. Así que… unos días trabajo en un restaurante, cocinando. Otros días hago chapuzas. El fin de semana hago de guía en el parque.  Y gano dinero extra dando clases de música —Sació su curiosidad, mientras daba un buen trago a su vaso de cerveza, para luego arrascarse la perilla con la otra mano, mientras que con la otra sujetaba el vaso.


Baro le observó, entre intrigado y enfadado. ¿Por qué alguien que lo había tenido todo había renunciado a la fama y había acabado así? Si le diese la gana podría trabajar en Seúl como compositor.  Estuvo a punto de dar un buen trago a la cerveza, intentando no calentarse y soltar lo primero que le viniese a la cabeza. Sin embargo se contuvo, volviendo a posar el vaso en la mesa. Pasase lo que pasase debía conservar la calma y no beber ni una gota de alcohol.


— ¿Y te da para vivir? —Lo vio alzar los hombros, relajado y comprensivo. 


— No me puedo quejar, la verdad. ¿Y tú? —Baro le estudió. Seguía siendo guapo, a pesar de estar tan delgado. Su rostro seguía transmitiendo esa calma y esa serenidad que tanto había echado de menos en siete años. Seguía siendo atractivo y adorable, dos rasgos que había amado en él. No, debía corregirse. Dos rasgos que amaba en él. Porque la realidad, su realidad, era que siete años después seguía amándole.


— Mi vida sigue siendo un caos, pero no me puedo quejar. Trabajo en lo que me gusta —Intentó sonreír.


— Me alegro, Sunwoo —Shin sonrió, como si realmente estuviera contento de oír eso.


Sí, no podía quejarse. Baro trabajaba en lo que le gustaba, pero no era feliz. Tenía un piso por todo lo alto en Gangnam, la ropa más cara, vía libre en cualquier parte…. Pero estaba solo. No tenía a su lado la persona con la compartirlo todo: éxito y triunfos, así como los días oscuros.  ¿De qué servía tenerlo todo si no era feliz? Pero esa parte no la pronunciaría en voz alta.


— ¿Cuándo se casa nuestra “mascota”? —Habló, apoyando la cabeza en su mano, con el codo encima de la mesa, en un gesto de complicidad que había extrañado. Su mirada estaba serena. Había esperado resentimiento o dolor, pero no veía nada en aquellos diminutos ojos. Solo melancolía. ¿Le había superado? ¿Había pasado página con él, cuando Baro ni siquiera había logrado hacerlo? La idea le aterrorizaba.


— El mes que viene. Toma —Baro buscó el sobre dentro de su cazadora y se lo dio a Shinwoo. Con ese movimiento lento tan característico en él, cogió con mesura el sobre y lo miró por ambas caras, y procedió a abrirlo. Después, sacó la tarjeta, de un azul pastel inmaculado. En el momento en que sacó la tarjeta Baro pudo ver la letra de Gongchan por detrás y se le encogió el corazón. Esperaba, sinceramente, que Dongwoo no le diera por resentirse y no fuera. Lo vio asentir, tranquilo y dando la vuelta al papel, leyendo con calma, pero sin expresar ningún sentimiento, la misiva del que había sido el maknae de B1A4.


— ¿En qué día cae la boda? ¿Viernes? —Sonó curioso.


— En domingo. —Baro no podía dejar de mirarle, aferrándose al vaso sin beber.


— Ah —El exrapero le vio alzar su largo cuello, girándolo hacia la derecha, buscando algo. Le siguió con la mirada, hasta localizar un raído calendario de pared, con un aspecto tan viejuno como el de la cocina. Levantó su largo índice y se puso a contar los días. Luego asintió, satisfecho—. Ese día no tengo nada pendiente, en principio.  ¿Hay que ir de etiqueta? ¿Te ha comentado algo?


Empezaba a disgustarse. Baro no sabía qué era lo que realmente había querido que pasara en este momento, siete años después. Había imaginado mil y una veces el momento en que se reencontrasen. Había soñado decirle todo lo que sentía, todo lo que había tenido que haber dicho siete años atrás. Pero se veía incapaz de decir nada en esa cocina. Se sentía fuera de lugar, se sentía… desplazado. Atrapado en una normalidad que no era suya, enfadado por ver cómo había acabado la persona que debía estar ahora en su apartamento de Gangnam compartiendo vida y espacio juntos. Y tenía unas ganas irrefrenables de beber la maldita cerveza, aunque sabía que debía controlarse. 


— No. En realidad, están todavía con la organización. Si estoy aquí es porque nadie era capaz de localizarte. Ni por teléfono, ni por el de tus padres. ¿Vendisteis la casa? —Baro parecía curioso.


— Hace un par de años, después de morir mi padre —Asintió, melancólico.


— Oh, vaya… Lo siento  —Sunwoo se sintió estúpido diciéndolo. Sobre todo porque ahora se daba cuenta que había enfrentado la vida solo. Nadie había ido al funeral de ese señor y nadie, ninguno de los cuatro, había estado a su lado cuando sucedió. Eso le estaba empezando a cabrear.


— No pasa nada —Shin esbozó una preciosa sonrisa, demasiado amable a juicio de Sunwoo—. La cuestión es que mi madre se sentía sola y ninguno de los dos, ni mi hermana ni yo, nos vimos capaces de mantenerla. Así que tomamos la decisión de venderla y repartir el dinero a partes iguales. A fin de cuentas, necesitábamos el dinero para poder atender a mi madre.


— Claro —El exrapero sintió aún más estúpido.


— Además, tampoco queríamos la casa. Mi hermana tiene ya su familia, yo tengo la mía aquí, en Boeun, por lo que tampoco queríamos tener que andar pendiente de un inmueble que no íbamos a usar —Terminó de aclarar, tranquilo y medio sonriente.


— Entiendo… —Hizo un último intento de llevarse el vaso a la boca. Simplemente rozó la espuma, sin beber. Intentando hacer tiempo y animándose para hacer la pregunta cuya respuesta que más le horrorizaba conocer—. Has dicho que tienes familia aquí… ¿Te has casado?


— Me casé hace cuatro años  —Baro sintió morirse, porque entendió lo que le acababa de decir. Shin Dongwoo se había casado cuatro años atrás, por lo que no lo había hecho con un hombre sino con una mujer. Lo sabía porque hacía solo un año que era legal casarse entre personas del mismo sexo en su país.


— Que yo recuerde tú eras gay —Casi escupió las palabras, con rabia y decepción.


— Lo era —Le respondió con calma y sin dejarse avasallar—. Y lo soy.


Baro parpadeó, confuso, dolido, frustrado, agraviado... demasiados sentimientos negativos fluyendo en su pecho, haciéndole casi temblar y estallar. Pero se aferró al vaso, aguantándose. Tenía que controlarse. Tenía que controlarse porque la única persona que había sido valiente de los dos había sucumbido a la presión social cuatro años atrás. Estaba profundamente decepcionado, pero no podía culparle tampoco. No sabía en qué circunstancias había sucedido aquello y Dongwoo volvió al pueblo. Le observó y se dio cuenta que estaba demasiado calmado, demasiado relajado en esta conversación. Realmente… Dongwoo había asumido que estaba solo, que le habían dejado, abandonado, y había seguido adelante con su vida, con sus fallos, con sus tropiezos, hasta el día de hoy…. Sin ellos. Y no le gustaba nada eso, porque los otros cuatro, de una forma u otra habían mantenido el contacto. Ahora comprendía el gran fallo que habían tenido todos, de una forma u otra, con él. Por eso estaba relajado, porque sabía que solo tenía que soltar lo que Baro quería oír, y esperar a que se fuera voluntariamente por la puerta. De ahí no volvería a hablar con nadie hasta la boda, eso si iba… Y si iba, estaría ahí lo necesario y se marcharía, para volver a su vida invisible donde se suponía que no importaba a nadie. Pero Baro sabía que, en lo que a él respectaba con su vínculo hacia Dongwoo, ya no había vuelta atrás. No pensaba dejarle marchar. No pensaba dejarle solo y mucho menos perderle la pista. 


—  ¿Sigues casado? —Vio cómo fruncía el ceño, levantando una ceja en una de sus expresiones típicas de molestia creciente de antaño—. Si no quieres contestar… —Baro se sintió cohibido por primera vez en su vida. Cohibido porque tenía miedo de que Dongwoo le echase o reaccionase mal. Y no quería irse de ahí, todavía no. El anteriormente conocido como Shinwoo lanzó un suspiro que sonó más a resignación que a cansancio o aburrimiento, y se levantó. Fue a la nevera, la abrió, cogió otra lata de cerveza y la puso en la mesa, sentándose de nuevo. Fue un detalle que le sorprendió al exrapero.


— Me divorcié el año pasado. Tengo un hijo de tres años. Por eso vivo aquí, para estar cerca de él —Le vio vaciar la lata en el vaso, mientras él asimilaba la información. Dongwoo casado (corrección, divorciado) con una mujer y con un hijo de tres años. Ese era un panorama que ni en la peor de sus pesadillas había contemplado. Miró la lata, totalmente perdido. La nueva información recibida había sido un golpe tan duro que no sabía si salir corriendo de esa casa. Dejarle atrás, olvidarse y seguir con su vida. De todas formas no se movió del asiento de aquella vieja cocina. Seguía sin querer irse. Eso no quería decir nada. Estaba divorciado, lo cual era libre de ir con quien quisiese… De acuerdo, había un niño pero a él le encantaban los niños y… 


— ¿Y tú?  —Escuchó la pregunta como si fuera algo muy lejano. Levantó la vista y trató de observarlo. Seguía calmado, seguía sin perder el control, solo tranquilo y curioso. Ni siquiera había mostrado alguna emoción de júbilo, de tristeza o de rabia al leer la tarjeta de Chansik. Ahora entendía que estaban teniendo esta conversación porque él tenía curiosidad, nada más.


— No estoy con nadie, Dongwoo —Tuvo esa necesidad urgente de decirle que lo amaba, que no había conseguido formar una familia, ni mantener pareja estable porque los comparaba a todos con él. Pero calló. Calló porque sabía que no era el lugar ni el momento de decir lo que tenía que decir. El hombre que tenía enfrente no era su Shin Dongwoo, ni era CNU. Era… y no. Como una sombra alargada de lo que fue, que había ido perdiendo trozos por el camino. Sunwoo no sabía cómo manejar a este Dongwoo maduro, que nada tenía que ver con la persona que había dejado escapar siete años atrás.


— No te preocupes, ya la encontrarás —Baro escuchó la frase casi sulfurado. La misma frase que había oído una y otra vez en boca de compañeros de profesión, periodistas, amigos, familia…  La frase que para él tenía una contestación clara: “En realidad la encontré hace mucho tiempo. Pero fui lo suficientemente idiota para dejarla escapar”.


— En realidad, ya la he encontrado. Ahora solo me queda que lo sepa —Dongwoo se quedó sorprendido, pero no más que el propio Sunwoo al oírse a sí mismo decir aquellas palabras en voz alta.


— Entonces… Suerte —Le sonrió genuinamente, no con decepción o con celos. Simplemente le sonrió complacido, deseándole suerte de verdad, con sinceridad. No se le había ocurrido pensar, en ningún momento, que esa persona era él mismo. Sunwoo solo quería llorar—. ¿Tienes el teléfono de Channie? En realidad lo que pasó fue que, con el lío de lo de mi padre, perdí el teléfono y con él el listado de números. Estaría bien si me pasaras los números —Se quedó sorprendido con el cambio de tema. Por instinto sacó su móvil, para pasarle los números de los otros cuatro.


— Claro… Pero llamarás, ¿no? Quiero decir… —Dejó sus propias palabras en suspenso, dedicándose a observarle.


— Bueno, estoy liado entre una cosa y otra. Pero tengo curiosidad por ver qué ha sido de los demás. Más allá de lo que veo por internet o leo por la prensa —Baro asintió. Él sabía perfectamente cómo les había ido a todos porque les seguía igual que el resto del país. Sin embargo, durante siete años,  especialmente los últimos cuatro años, casi ninguno había sabido realmente lo que había sido de su vida. Era triste, descorazonador.  Se sentía culpable y al mismo tiempo no podía culpar a Dongwoo por actuar así. 


— Claro… Pero deberíamos quedar. Ponernos al día. No una llamada y que vuelvan a pasar otros siete años —Insistió, pese a que estaba intentando ser prudente. Dongwoo sonrió, sin responder, y a cambio bebió lo que quedaba de su cerveza.  Sunwoo entendió su ambigua respuesta: “Sí, pero no” y más bien un “Ya veremos”.


— Son las doce y media. ¿No trabajas mañana? —De repente, Dongwoo se levantó del asiento, cogiendo las tres latas vacías, y dándole la espalda.


— Como no sabía lo que iba a tardar en localizarte me pedí el finde libre – Aclaró, empezando a sentirse intimidado y empezando a temer que le pidiera irse de ahí.


— Oh —Dongwoo abrió la boca, sorprendido, volviéndose de repente.


— Sé que podría incomodarte o resultarte maleducado, pero ¿podría quedarme aquí? No te preocupes, puedo dormir en el sofá o en el suelo. Sinceramente no he encontrado alojamiento en todo el pueblo y es un poco tarde para coger el coche. Además, he bebido —Soltó toda esa retahíla de golpe. Su instinto le decía que debía decirlo ya. Por el tono, sabía que Dongwoo estaba sugiriéndole que se fuera de su casa, que ya había cumplido con su parte de educación, y ya había recibido la misiva y que era hora de que se fuera. Pero, terco, no quería irse. ¿Apenas media hora juntos  y ya tenía que marcharse, después de siete años? No, se negaba a ello. Además, quería descubrir quién era ese tipo que tenía enfrente. Quería rascar en su fachada y ver qué escondía detrás. Necesitaba…


— Que yo recuerde, el que se ponía ciego de alcohol eras tú —Le soltó de repente, con cierto tono molesto, mirando de forma sospechosa el vaso de cerveza que aún estaba entero encima de la mesa.


— Dejé de beber compulsivamente hace seis años. Me di cuenta, como bien me intentaste advertir, que el alcohol en exceso solo te jode la vida ­—Shin se quedó petrificado en medio de la cocina, de pie. Estaba claro que no se esperaba esa respuesta tan directa, tras su salida de tono en clara venganza por el comentario de Cha respecto a su orientación sexual. Dongwoo no era tonto y había entendido el mensaje implícito en esas palabras. “Dejé de beber al año de que me dejaras porque entendí que ese fue uno de los factores que lo jodió todo entre nosotros”. Parpadeó y se hizo el loco. Colocó su vaso, ya vacío, en el fregadero y abrió el grifo, dejando que corriese el agua. Estaba claro que estaba pensando, tomando decisiones.


— Mañana me tengo que levantar temprano. Puedes quedarte a dormir en mi cuarto. Cuando te marches, simplemente da un golpe a la puerta y ya está —Cerró el grifo y le miró, invitándole a que le siguiera. Baro estaba inquieto. No sabía si se había enfadado o había cedido, o qué. Pero no pensaba llevarle la contraria. Se levantó y le siguió. Dongwoo empezó a encender luces y pudo ver que la casa, vieja, estaba decente, aunque no era lo que él llamaría “casa”. Se notaba demasiado que vivía de prestado ahí. Aquello no se podía llamar hogar ni en broma. Un armario con pocas prendas, lo justo y necesario para cambiarse por día de la semana y un recambio, una cama y sábanas y poco más. Eso sí, todo pulcro, estirado y bien ordenado, marca de la casa, como siempre había sido CNU. Había cosas, manías, que no había quitado de su ser y eso le gustaba a Baro.


— Ahí tienes muda si quieres cambiarte —Dijo mientras cogía la suya, para no tener que entrar al día siguiente—. La puerta que tienes enfrente es el baño. Puedes ducharte si quieres.


— ¿A qué hora vuelves mañana? —Preguntó con la esperanza de poder estar un rato más con él, investigando a este nuevo Dongwoo.


— Tarde. No me esperes. Ya te llamaré.


Baro asintió. Entendió en el acto que su paciencia, la que había mantenido a raya en la cocina, se había ido y que lo quería fuera de su casa antes que volviera al día siguiente. Y que él no le llamaría, bajo ningún concepto. Se sorprendió a sí mismo, siendo capaz de leerle de esa forma a su expareja, tantos años después.


— Buenas noches. —Le susurró, casi sin mirarle.


— Buenas noches, Dongwoo.


Hizo un gesto de despedida con la mano y cerró la puerta para que pudiera estar solo y cambiarse. Cha Sunwoo se quedó de pie, mirando a la puerta, aguantándose las ganas. Las ganas de salvar distancias, de agarrarle y decirle todas esas palabras que debería haber dicho en la cocina pero que no había tenido valor de soltar, sino de insinuar. Aguantándose las ganas de gritar de impotencia, de gritarse a sí mismo por haber sido tan cobarde y haberle dejado ir. Aguantándose las ganas de llorar, de dolor, rabia y frustración, al comprobar que, mientras él no había sido capaz de ir ese sentimiento llamado amor, Shin Dongwoo había pasado página hacía mucho tiempo, rompiendo hasta sus propios principios.


Decidió tumbarse, sin cambiarse ni nada, y encogerse en medio de la oscuridad, torturándose, porque a escasos metros y una puerta de distancia, Dongwoo dormía. Y a la mañana se levantaría para ir a uno de sus muchos trabajos “según el día”, para llevar una vida convencional que el nada convencional CNU debería haber llevado jamás. Porque, de no haber sido un jodido cobarde, siete años después, ese niño sería de ellos, vivirían en Gangnam y celebrarían que podían casarse.


Eso si Cha SunWoo hubiera dicho las palabras correctas siete años antes... Pero nunca lo hizo.

Notas finales:

¿Sorprendidos? No solo por la trama, sino por la pareja. Sospecho que  más de un/a bana no lo veía venir. Espero que, aunque no sea vuestra OTP, a pesar de ello le sigáis dando una oportunidad a la historia ^^. Ya avisé desde el principio que es una historia atípica y más madura de lo normal, de lo que se lee por aquí.


Esto empieza a liarse un poco más pero, al mismo tiempo, poco a poco las cosas empiezan a aclararse un poco más. Estoy siendo críptica, lo sé, pero la historia es muy larga y tiene muchas cosas ocultas que, a primera vista, no se ve... 


Por otro lado, donde hubo fuego quedan cenizas... Eso dice la frase. La pregunta es... ¿Hay fuego que avivar? 


Al final mañana voy a poder tener tiempo para actualizar de nuevo, con el cuarto capítulo. Digamos que "tiro la casa por la ventana" ^^. A partir ya de mañana solo actualizaré una vez por semana, los viernes en principio. 


Si te gusta, o quieres comentarme algo, no dudes en escribirme un review. Estaré más que encantada de recibirte :D 


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