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Ten Years later por Kristy

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Notas del capitulo:

Antes de empezar quiero pedir disculpas. Se supone que debía haber  actualizado ayer, viernes. Sin embargo me despisté, me confundí de día (es lo que tiene que todos los días sean iguales) y por eso actualizo hoy.


Como compensación os dejo con uno de los capítulos más largos del fic. Espero que lo disfrutéis, ya que es uno de mis favoritos. 


Para que no os confudáis mucho, he dejado doble espacio en los saltos temporales de Baro, para que sepáis cuándo empiezan. 


¡A leer! 


 


 

Sunwoo parpadeó. No era capaz de reconocer ese techo. Aún tumbado, con todo el cuerpo dolorido y frío, giró los ojos en sus cuencas, incapaz de pensar bien debido a la impresionante resaca que tenía encima. Solo quería vomitar, pero la idea de levantarse le ponía aún más enfermo de lo que ya estaba. A duras penas distinguió dos cuerpos tirados en el suelo, desnudos y caídos de cualquier manera. Algunos flashes acudían a su mente, aunque eran dolorosos y desconcertantes. Decidió levantarse, a pesar de lo mal que se sentía, porque necesitaba sentarse y pensar un poco. O al menos intentar recordar dónde estaba y quién demonios era. Incorporarse para sentarse fue una mala idea. El mundo daba vueltas y estaba borroso. Apenas distinguió más cuerpos tirados por la estancia, unos en el suelo, otros apoyados en el suelo y otros amontonados de cualquier manera. Entonces cobró conciencia de su propia desnudez. Se frotó los ojos y miró a su alrededor. Hombres, mujeres, botellas por todas partes, mesas llenas de polvo blanco… Algunos habían vomitado ahí mismo, por  lo que el olor era insoportable, mezclado con otros de dudosa procedencia y el propio olor del sexo. Eso le generó otra arcada y vomitó ahí mismo. Cuando consiguió serenarse, se armó de valor para levantarse y salir de ahí. Encontró una puerta que llevaba a un pasillo y, para su sorpresa, su ropa estaba perfectamente colgada en una especie de colgador. No tenía ganas ni de arreglarse, ya lo haría en su casa. Comprobó que su billetera estuviera en el bolsillo del pantalón, se vistió y se largó de ahí.


Horas después, en la seguridad de su carísimo piso comprado de Gangnam, volvía a estar desnudo, pero al menos estaba aseado y tumbado en su cama, con la televisión puesta. Estaba comiendo un plato de ramen que había pedido en el taxi, de camino a casa, porque necesitaba meter algo al estómago pese a todo. Se encontraba fatal. Sabía qué había pasado. No era normal que las orgías a las que iba acabasen así de mal, con tanto desfase. Pero alguien había traído el puto polvo blanco y se había ido todo a la mierda. A Sunwoo las drogas no le gustaban nada. Pese a que había tenido oportunidad, no se había enganchado a ellas porque era problemático conseguirlas. Era más fácil comprar alcohol y era legal. Así que en esa maldita fiesta se había perdido el caos final porque cayó redondo tras pelear con alguien sobre quién se iba a follar a alguien cuyo nombre no recordaba, apostando que el más macho (traducido: el que más aguantase el alcohol) se la follaba. No conseguía recordar nada aparte de eso.


Hoy se ha hecho una redada por prostitución ilegal y tráfico de drogas en el distrito… “.


Sunwoo abrió los ojos hasta lo impensable en cuanto reconoció el edificio donde horas antes había estado. Dejó de oír la noticia, bloqueado. Pudo reconocer algunas caras, de la gente que la policía había detenido, esposadas, a duras penas tapadas, metiéndolos en el vehículo policial. Y sintió miedo. Terror. Había estado ahí. Le conocían. Había follado ahí y había participado. Podían delatarle. Podían…


— Necesito otra copa… —Paladeó el inexistente alcohol en su boca, mientras se levantaba, desesperado.


 


 


Cuando Sunwoo era un adolescente y tenía un sueño conoció a Shin Dongwoo, otro chico más alto y tímido que él, pero que también compartía el mismo sueño. Lo recordaba encogido, oculto tras esas horribles gafas, intentando no sonreír mucho, ocultando sus enormes paletas que tenía por dientes. Recordaba sus ojos pequeños, oscuros, y su cara llena de granos. Y algo se rompió dentro, en su interior, cuando se dio cuenta que él quería saber quién era Shin Dongwoo. Quería saber por qué no sonreía plenamente, por qué evadía la mirada a veces, por qué parecía estar cohibido cuando se le notaba a leguas que era un tío muy divertido y vital.


Vais a debutar juntos como B1A4”.


Era un sentimiento extraño. Sunwoo, que aún no tenía el apodo artístico con el que sería conocido después, tenía curiosidad. Era extraño porque sentía una curiosidad extrema con el mayor de sus compañeros y el último que se había acoplado al grupo aún por debutar. Sentía que tenía una conexión especial con él, porque era alegre, divertido y le gustaban las mismas cosas que a él. Algo que no le había pasado con Chansik, que era demasiado joven para según qué cosas; con Junghwan, con el que se llevaba bien pero no le gustaba por su físico; y con Jinyoung, al que temía a ratos. Estando a su lado se sentía seguro, bien y confiado. Teniendo en cuenta que estaba solo en Seúl, con la familia lejos, tener a Dongwoo cerca le reconfortaba, porque sabía que solo tenía que llamarle para que acudiese a auxiliarle.


Al principio no le parecía guapo, sino grande y desproporcionado. Lo veía como un tipo demasiado dulce y bonachón atrapado en un cuerpo que cualquier otra persona asociaría a un matón de instituto. Después descubrió que ambos tenían los mismos complejos: ser cortos de vista, la dentadura desproporcionada, complejos de no dar la talla y ser torpes. De pronto, empezó a entender que quería a ese tío. Quería ser su mejor amigo, quería que estuviese a su lado a todas horas, compartirlo todo con él. Sin embargo, veía, con decepción, que Dongwoo tenía demasiados amigos, que se dividía para estar con ellos todo lo posible. Después comenzó a darse cuenta que, pese a que eran muy buenos amigos, en quién confiaba y le contaba sus problemas era a Jinyoung.


Ah, cuando Jinyoung y Dongwoo se fueron solos a Japón, en pleno cumpleaños de Dongwoo. Sunwoo estuvo cabreado y de muy malas pulgas cuando se enteró. Nadie le soportaba en clase y solo quería estar solo y aislarse. De hecho, estuvo tan enfadado que apenas le habló durante unas semanas a su “mejor amigo” Shin Dongwoo. Su cara de preocupación, su excesiva paciencia y sus sonrisas silenciosas le hicieron claudicar. Sobre todo cuando le explicó las razones por las cuales había hecho ese viaje con Jinyoung. Su futuro líder no parecía ser mal tipo, a pesar de ser casi un dictador, pero había algo en él que no le acababa de gustar. No encajaba con él, no conectaba con Jin. No pretendía ser el mejor amigo de todos, pero trataba de llevarse bien con todos. Sin embargo, con el único que realmente quería estar era con Dongwoo.


El momento en que supo que sus sentimientos hacia Dongwoo nunca habían sido los normales fue cuando le partió el corazón. Acababan de debutar. Todo iba a un ritmo frenético, demasiado demencial, pero tenían ganas e ilusión y sabían debían currar el doble que los demás para conseguir resultados, debido al tamaño de su compañía, que debutaba a la vez que ellos mismos. Ellos nunca le vieron, pero él si lo vio, aunque fue apenas un flash. A Dongwoo girando su cuello para besar, en la boca, a Jinyoung, de una forma tan espontánea y natural que no podía ser algo “entre amigos”. Vio los ojos de Dongwoo, brillantes y enamorados, y una sonrisa única, maravillosa. La sonrisa que tanto había ansiado este tiempo ver dirigida a él, por la que tanto había luchado, pero que su amigo dedicaba a otra persona. Ese día se dio cuenta que amaba a un chico, y no se había dado cuenta hasta ese momento. Toda su ilusión, todos sus sueños se hicieron añicos cuando descubrió que dos de sus compañeros estaban juntos, pero que lo tenían bien oculto al resto. Entonces comprendió que no podía aspirar a más. Solo esperar a que aquel que había considerado su mejor amigo dentro del grupo se armase de valor y le confesase su secreto. Esperaría, aunque doliese. Porque dolía… Dolía saber que hasta ese momento no se había dado cuenta que había amado a su mejor amigo, por inocente.  Dolía saber que se había enamorado de alguien que no le podía amar, pese a que estaba con él siempre, a su lado. Era… doloroso.


 


 


—  ¡Despierta, joder!  —Baro a  duras penas abrió de nuevo los ojos, ante el brutal balanceo al que estaba siendo sometido. Reaccionó del todo cuando recibió dos sendos manotazos en cada lado de la cara que casi le puso  el cuello del revés. La cara de su manager inundó su rostro, aturdiéndolo. Estaba furibundo, con razón. Era joven, pero era eficaz y rígido como él solo. Además tenía la maldita manía de ir vestido como un ejecutivo asiático de la Bolsa de Nueva York, un look que a él le ponía enfermo.  Normalmente le irritaba hasta la exasperación, pero jamás lo había visto tan cabreado con él en la vida como en ese mismo instante.


— ¡Debería denunciarte a la empresa, borracho de mierda! ¡Y mandarte a la puta calle! —Le gritó en el oído, volviéndolo aún más inestable y haciéndole estallar la maldita jaqueca en su cabeza.


— Calla, joder… —Logró incorporarse, aguantándose la cabeza con ambas manos. Ni siquiera le miró, porque no tenía valor para ello.


— ¡Escúchame! Tienes un puto problema. ¡Uno de verdad! Si quieres seguir trabajando tienes que solucionar este maldito problema. Así que lo mejor es que te tomes “unas vacaciones” en un “spa”, a relajarte y cuando te desintoxiques, vuelves. Este trato no es negociable, Baro. ¡O lo haces o te vas a la puta calle! ¡No voy a cubrirte más! —Le observó, rendido. Pese a que era un poco más mayor que él, en edad, pero más pequeño en estatura, su agresividad no le permitía replicarle. Esa bola de billar, con un bigote casi del siglo XIX, le había demostrado que podía arrastrarle por todo Seúl en sus brazos sin ayuda de nadie en sus peores estados de borrachera. No estaba bromeando. Después de un año de tira y afloja, había acabado con su paciencia. En realidad, había acabado con la paciencia de todos, porque había ido perdiendo amigos y familia por el camino.


— Si lo hago… ¿Seguirás representándome? —Preguntó, temiendo la respuesta.


— No puedo prometerte eso, pero sí puedo asegurarte que al menos podrás seguir cobrando a final de mes y tendrás contratos. Pero sobrio. —Su voz, autoritaria, le provocó un escalofrío. No le quedaba más remedio que aceptar. ¿Qué tenía en la vida si perdía el trabajo? Era lo único que le quedaba en realidad. Eso y el alcohol.


— Está bien, Junwoo. Arréglalo. Intentaré hacer una maleta y avisar a mi familia que me voy de vacaciones… —intentó levantarse, pero no tuvo más remedio que sentarse. El simple hecho de estar de pie le provocaba náuseas.


— Deja, inútil. Ya me encargo yo. ¡Duerme la puta mona! —Escuchó sus hirientes y despreciativas palabras, mientras volvía a sentarse. Era tal su sentimiento de impotencia, que volvió a tumbarse. Qué más daba… Si total, Junwoo se iba a encargar de todo. Iba a “disfrutar” de sus últimas horas de libertad.


 


 


Cuando Junghwan le propuso tener sexo con él no era su intención “salir con él”. Era joven, estaba a tope, tenía demasiado estrés encima y solo quería liberarse. Además la prensa les seguía y salir con chicas o chicos no era una opción, si querían mantener una imagen intachable como grupo. Tal vez esa fue la razón por la cuál  Dongwoo se juntó con Jinyoung. Eso le permitió conocer mejor a su otro compañero de grupo, quién actuaba demasiado a su juicio, ocultando su verdadera cara. Nunca estuvo enamorado de Junghwan. Su relación consistía solo en ser amigos, apoyarse, ayudarse y, si estaban muy al límite, acostarse juntos. Precisamente por eso lograron tener cierta química entre ellos, al principio, antes de que todo empezara a torcerse. Y ahí fue cuando las fans se enamoraron de la “pareja” del badeul. Sin embargo, esa pareja o relación no existía como tal. Junghwan y él salían a comer, daban paseos, charlaban… y follaban. Cualquier persona normal diría que estaban en una relación, pero eso no era cierto. Hasta el propio Junghwan lo tenía claro, ya que fue él mismo quién lo propuso. Las razones que le dio fue que era con el único que se veía compartiendo cama sin que luego le reclamase nada, porque lo consideraba un tío sensato y cabal, que entendía bien los límites. Era sorprendente que Sandeul lo conociese tan bien. Así que, tristemente, su primera vez fue con Junghwan. No es que no le atrajese o tuviera algún problema con Junghwan a nivel físico, porque, después de las dietas y ciertos arreglos, había mejorado muchísimo. Se trataba de que Baro quería algo más, sentir ese éxtasis fabuloso, y no sentirse usado. Le faltaba algo, un sentimiento, al margen del deseo y de la necesidad de sexo. No supo explicarlo en aquel entonces. Mientras tanto, su relación con Dongwoo, ahora rebautizado como Shinwoo o CNU, seguía siendo la misma. Era doloroso compartir ese camino con él, y cuando estaban juntos compartían momentos, confidencias y pasiones. Sentía la necesidad de pegarse a él, de tocarle y de atraparle. En algunos momentos sentía que iba a ceder a la tentación de besarlo inconscientemente o de decirle sus sentimientos, dándole igual si estaba o no con Jinyoung. Dongwoo le preguntó en una ocasión si estaba con Junghwan. Sunwoo no le respondió. No quiso responderle, agraviado, cuando él sabía que su mejor amigo estaba en una relación con otro y  no había tenido el valor de confesárselo aún. Así que no tenía por qué dar explicaciones.


Un día se dio cuenta que algo había pasado, que algo se había roto. Y se había roto de una forma dramática, desgarradora. Baro no supo en aquel entonces hasta qué punto esa ruptura sería el inicio del fin de ellos como amigos y como grupo. Porque ahí empezó todo, pero no se dio cuenta ninguno. Jinyoung y CNU empezaron a evitarse, a discutir a todas horas. Mientras Jinyoung parecía enrabietado y furioso, Dongwoo oscilaba peligrosamente entre la ira y la depresión. Cuando creía que nadie le veía se encerraba en el cuarto, en una habitación o en el baño, a llorar y a gritar contra un objeto que acallase sus gritos. Esos momentos era cuando aparecía, lo agarraba y lo abrazaba, intentando consolarle. Baro nunca le preguntó qué había pasado entre ellos, porque era evidente. Desconocía las razones, pero Dongwoo y Jinyoung habían roto, su relación se había deshecho de forma dramática. Su mejor amigo siguió sin ser capaz de decirle qué era lo que estaba pasando. Solamente le miraba, angustiado, llorando e intentando sonreír a la vez, para no verse tan patético, mientras le daba las gracias por estar ahí, a su lado. Durante todo ese tiempo se sintió impotente. Quería matar a Jinyoung, por hacer sufrir a Dongwoo de esa forma tan miserable, haciéndolo obvio ante todos, pero sin tener valor de decir qué estaba pasando. Dongwoo nunca iba a delatarle, porque lo conocía: era el tipo más leal que jamás había conocido. Se sentía fatal, porque, aunque se sentía realmente mal al ver a la persona que realmente amaba para sí de esta forma, en el fondo estaba feliz de verlo libre. Ahora que sabía que Dongwoo era como él, y que estaba libre, podía actuar, podía ganarse su confianza y cariño para atraerlo hacia él. De esta forma, Sunwoo tendría a Dongwoo como debía haber sido en un principio, pero no fue. No fue porque había sido inocente, joven y estúpido y se lo quitaron ante sus mismas narices.


 


 


— Cha Sunwoo… Creo que es el momento adecuado que abordemos la “cuestión”. —La psicóloga y psiquiatra que lo estaba tratando en aquella clínica discreta en Hawaii era una mujer mayor. Podía ser su madre perfectamente, salvo que era la típica californiana rubia, con mechas, y tan blanca que parecía que su piel era leche. Baro se preguntaba qué hacía esa mujer en Hawaii, un lugar con demasiado sol, cuando sabía, por ella misma, que odiaba la playa.


— ¿Sigue con la etiqueta puesta, Laura? —Preguntó, estirándose en el comodísimo sofá del despacho de la Doctora Rossi, esperando a que ella le siguiera guiando en su “charla”. Al principio lo odiaba, se sentía como un animal de laboratorio, pero ahora la respetaba.


— Eso depende de ti, Sunwoo —se quitó las gafas de cerca, que ocultaba sus ojos grises y sus pequeñas arrugas, que señalaban su edad real.


Claro que dependía de él. Cuatro meses llevaba en aquel carísimo “resort” de spa, clínica oculta de desintoxicación para gente que necesitaba discreción, como él. Al principio estar sobrio le suponía un esfuerzo titánico y no veía las razones por las cuales debía dejar de beber. Solo lo hacía para garantizar que a la vuelta su trabajo estuviese ahí. Apenas se despidió de su familia, por teléfono, diciéndoles que se iba de vacaciones y que “ya llamaría”. Desde el principio le fue asignado “la abuela Rossi”, a la que despreciaba y le hacía la vida imposible en las sesiones. Pero la abuela era lista, y fue capaz de ir sonsacándole información, metiendo el dedo en la llaga, hasta que un día se dio cuenta que tenía realmente muchos problemas sin resolver. El primero de sus problemas, y el más importante, era no quería reconocer que era un cobarde. El segundo problema era que, precisamente por ser un cobarde, siempre se había escudado en el trabajo y su prestigio para evitar enfrentarse a juicios sociales y morales. El tercero era que por fin  había asimilado que era homosexual. El hecho de haberse acostado con mujeres solo había sido su escapatoria hacia la nada, evitando la cuestión. El cuarto problema era que había volcado todas sus frustraciones en el alcohol, esperando que se resolvieran solas o desaparecieran. Sin embargo ni su miedo, ni sus frustraciones, ni su dolor, ni sus pérdidas habían sido resueltas con el alcohol. Más bien el alcohol había sido el catalizador para que casi lo perdiera todo, incluso lo que tanto esfuerzo había conseguido durante tantos años: su fama.


Había ido perdiendo amigos, que había recuperado gracias a la terapia. Se sorprendió al ver que Chansik y Jinyoung acudieron a Hawai, con discreción, para ayudarle con la terapia de la doctora Rossi. Hasta Junghwan sacó un momento para visitarlo cuando se enteró que estaba ahí, intentando desintoxicarse. Su hermana también apareció, aunque consiguió convencerla de que no dijera nada a sus padres. Sus padres siempre lo habían tenido en un altar, orgullosos, de lo buen hijo que era. Si se enteraban de cómo había estado a punto de terminar su vida, no sería capaz de mirarles a la cara más.


— La etiqueta con tres nombres —La señora se levantó de su silla y le acercó una tarjeta pulcra, blanca, de tamaño de visita—. CNU, Shinwoo o Shin Dongwoo. Me da igual cómo lo nombres…  —volvió a sentarse, sin mirarle, buscando las gafas en la mesita de cristal que tenía a su lado, junto a un vaso de agua, para colocárselo en la nariz y centrarse en su tablet.


Sunwoo miró la tarjeta. Vio los tres nombres por los que había sido conocido su expareja durante tantos años. La misma persona a la que llevaba sin ver un año y medio. Chansik le había preguntado si quería que le avisase de que estaba ahí, para que le ayudase con la terapia, pero Baro le hizo jurar que no se lo comentaría. Chansik era el único que mantenía el contacto con él, tras la ruptura del grupo.


— Siempre estuvo a mi lado, desde el mismo instante en que lo conocí. Siempre supe que era especial, que la conexión entre los dos era única. Siempre pensé que estaría a mi lado. Incluso cuando empecé a beber y a no ser racional, cuando aún existía el grupo, peleó contra mí, mi furia, mi frustración y mi incapacidad de manejar todo, intentando que entrara en razón, que me diera cuenta que le tenía a él y que no necesitaba el alcohol para nada. Era valiente, muy valiente. Fue valiente hasta para romper la relación —Sunwoo logró decir sus sentimientos, sintiéndose vulnerable, sin dejar de mirar la tarjeta blanca con su nombre impreso tres veces.


— ¿Intentó ayudarte? —Escuchó la pregunta de Laura, vagamente, perdido en sus recuerdos.


— Le daba igual si estaba borracho o sobrio. Siempre intentaba hablar conmigo, razonar. Soportaba los gritos, los desprecios y los golpes. Lo soportaba porque me amaba. Me quería tanto que estaba dispuesto a arriesgar su reputación, incluso a ser expulsado de su familia, para que todos supieran que éramos una pareja y poder ser libres. Pero tenía miedo. Aún tengo miedo que mis padres sepan que soy homo…  Tengo miedo que lo sepan todos, pese a que en mi país va siendo aceptado poco a poco, gracias a que varios compañeros míos no han temido salir y exponerse. He trabajado tanto… He sufrido tanto… Que la idea de perder mi reputación y mi trabajo se me antojaba un suicido. No veía nada más allá de ahí, no veía opciones…  —miró a la doctora, triste, descorazonado y vacío—. Tengo que reconocer que mi adicción al alcohol fue a peor cuando me dejó —La miró, esperando a que dijese algo, pero ella no decía nada. Solo miraba a través de esos pequeños cristales, como la abuela que era, silenciosa, sin juzgarlo, solo escuchando, y sin alguna expresión o reacción en su rostro.


— ¿Por qué no has querido llamarlo y pedirle que participase en la terapia? —Cuando Baro creyó que no iba a decir nada, hizo la pregunta que más le dolía.


— Porque se rindió conmigo. Ya no me amaba. Lo sé por cómo me miró cuando me dijo adiós. Además… Creo… que esto es algo que debo hacer solo. Sin él. Para que un día, el día que tenga valor para ir a por él, pueda demostrarle que ya no soy un cobarde y que puedo mirarle a la cara con orgullo. Mostrarle que, porque tenía razón, conseguí salir y volver a por él. —Sunwoo detuvo su explicación, con la angustia instalada en su pecho. Sentía las extremidades heladas y su respiración errática, mientras sus ojos se volvían borrosos, llenos de lágrimas. Empezó a sentirse fatal, ahogándose, muriéndose. Hasta que un par de brazos le abrazaron, le abrieron la boca, y le pusieron una pastilla bajo la lengua. Después… sueño.


 


 


Casi había pasado un año desde que Dongwoo y Jinyoung habían roto. La situación era muy tensa, sobre todo porque Dongwoo no parecía ni asimilar la ruptura, ni superarla. De por medio, en esos meses, Sunwoo empezó a estar a su lado, apoyándolo. Llegó un momento en que su relación de amistad con Junghwan se resintió y su “relación” de follamigos se rompió cuando el mismo Junghwan le dijo que no quería tener más sexo con él porque “creía” que le gustaba Jinyoung. Esa confesión le cabreó muchísimo. Junghwan diciéndole que le gustaba Jinyoung, no haciendo absolutamente nada por ayudar a sus dos compañeros, incluso interponiéndose entre Jinyoung y Dongwoo. Fue su actitud tremendamente egoísta lo que hizo que dejara de confiar en él, de creer en Junghwan. Para él todo valía, mientras Sunwoo, pese a que podía haber ido directamente a por Dongwoo en el mismo momento en que sus amigos habían roto, no hizo nada porque sabía que Dongwoo necesita espacio y tiempo. Además, porque antes de nada era su mejor amigo (o al menos Baro consideraba a CNU su mejor amigo), había intentado por todos los medios intentar mediar entre los dos. Ser ruin y miserable y rastrero nunca había formado parte de su ser. Y, pese a que ansiaba tener a Dongwoo para él, decidió esperar y dar tiempo al tiempo. Así que cuando Junghwan le dijo que iba a por Jin, que no quería follar con él, hizo que cualquier hilo de confianza se rompiera entre los dos. Sobre todo porque Sandeul había aprovechado las broncas, cualquier oportunidad para meterse en medio de los dos y avivar el fuego, apoyando a Jinyoung contra CNU. Eso era algo que le parecía imperdonable, y más cuando Gongchan se esforzaba al máximo para evitar que el fuego se convirtiese en un incendio descontrolado que amenazase con arrasarlos a todos.


Aquella noche estaban solos. Sandeul había ido con Jinyoung, en su plan de conquista particular, mientras que Gongchan había dicho que iba a dar una vuelta con sus amigos, que necesitaba respirar aire limpio fuera de ese ambiente asfixiante. Sabía perfectamente que ninguno de los tres iba a volver antes de la hora de comer del día siguiente. Dongwoo seguía en su particular racha de depresión y de “mi cama es mi mejor sitio para caerme muerto”, así que ahí estaba tirado, en calzoncillos, desde primera hora de la tarde. Baro podía haberse ido a cualquier parte pero decidió quedarse, en parte para vigilar a su amigo y, bueno, tenía un plan terrible, desastroso, pero era lo único que se le había ocurrido para “llevarlo a su terreno” tras haber fallado todo lo demás. Se desnudó en su cuarto, tras haberse duchado y preparado en el baño, y atravesó de esa guisa la casa silenciosa, entrando en el cuarto del más mayor de sus compañeros de grupo sin llamar. Se mordió el labio y sintió un cosquilleo por abajo, señal de que su miembro empezaba a despertar. Dios, Dongwoo estaba bestialmente sexy, expuesto, casi desnudo, y en ese momento se puso cachondo. Sabía que Dongwoo no había tenido sexo desde hacía tiempo, por lo que calentarle no sería un problema. Solo esperaba que reaccionara bien. Con cuidado, y sin avisar, se coló en su cama, poniéndose encima de él, bloqueando cualquier intento de huida. Vio abrir sus ojos oscuros, ojerosos y adormilados, sorprendido. Parpadeó, al mirarle mejor, en medio de la penumbra y comprobar que estaba desnudo.


— ¿Estás desnudo, Sunwoo? —se frotó los ojos, atónito.


Baro le lanzó una sonrisa de suficiencia, y bajó sus manos hacia el borde del calzoncillo blanco que llevaba. Dongwoo parecía no racionalizar los hechos, mientras le deslizaba la prenda hasta la altura de los muslos, dejando todo al aire. El rapero no pudo evitar relamerse y notar como su propio miembro empezaba a ponerse erecto. La situación en sí le ponía, porque lo tenía bajo control.


— ¿Qué cojones estás haciendo? —aún no se había movido, paralizado, pero sus afilados y pequeños ojos le estaban analizando.


— Tengo ganas de echar un polvo —Baro se agachó hasta la altura de sus labios, susurrando en la cara de Dongwoo, que seguía quieto y sin reaccionar.


— ¿Qué? —La voz de su compañero de grupo salió extraña, casi sonando como si tuviera gallitos por medio.


— Lo que oyes, necesito sexo —Siguió susurrando sobre sus labios, jugando a que los iba a besar, sin dejar de mirarle, mientras una de sus manos acariciaba el pene de Dongwoo. Descubrió, sorprendido, que reaccionaba demasiado bien a su tacto. Y eso le estaba poniendo aún más cachondo—. Necesito algo más que una paja de consolación. Y qué quieres que te diga… Para serte sincero, siempre me has puesto. Solo un polvo. No es como si fuéramos a casarnos.


Mordisqueó el carnoso labio inferior del chico por el que llevaba suspirando años. Por fin podía morder ese pedazo de carne a su manera, mientras sentía cómo su miembro se ponía duro y firme en su mano, mientras él le masturbaba. Gimió de gusto, sintiéndose pletórico. Era mucho más de lo que se había imaginado. Había esperado resistencia, no que Dongwoo le mirase pensativo y luego posase una mano sobre su cabeza, para atraerlo y besarlo con ganas, en un beso que jamás había compartido con alguien. Un beso profundo, largo y pasional, que le dejó sin respiración, mientras la otra mano se posó sobre su culo y agarró uno de sus cachetes, apretando, para obligarle a moverse y que sus miembros tomaran contacto. Gimió y tembló cuando sus cuerpos hicieron contacto, duros y ardientes. Un escalofrío, un sentimiento extraño, poderoso, inclasificable, que jamás había sentido antes, recorrió su cuerpo, electrocutándolo, cuando sus ojos se cruzaron con los de Dongwoo. De repente quería que Dongwoo lo destrozara, que lo poseyera y que lo manejara. Quería que lo hiciera suyo. Era algo que jamás le había permitido a Junghwan. 


— Fóllame, Dongwoo. No te preocupes, sabía a lo que venía así que me he “preparado”. —A duras penas logró informar, mientras el vicioso movimiento de caderas lo empezaba a trastornar, ahora que su amigo parecía haber entendido qué quería.


— Joder… Eso me ahorra…  —Dejó la frase en suspenso, mientras empujó hacia atrás la cadera, para cesar el movimiento, mientras él se incorporaba. Por un momento creyó que iba a correrse ahí mismo, de la excitación. Lo vio levantarse con rapidez, agarrarle y tumbarle de lado contra la cama. Se recolocó encima de él, de forma que, a pesar de que estaba ladeado y medio torcido, podía besarlo y masturbarlo mientras lo penetraba. Realmente, pese a la rapidez, Baro no podía creerse que estuviera pasando. Había fantaseado con hacerlo con Dongwoo desde hacía mucho tiempo. Y en ninguna de sus fantasías entraba la escena que estaba viviendo ahora mismo. Era irreal, jodidamente irreal. Sabía que estaba arriesgando a que solo fuese un polvo y no entendiese que él quería que esto fuera algo continuado, una relación. Pero dado que no había captado ni sus directas ni indirectas, no le había quedado más remedio que tomar la iniciativa. Ya pensaría más tarde cómo arreglar la situación. De momento iba a disfrutar… ¡Y vaya que si disfrutó! A pesar de la urgencia, Dongwoo fue cuidadoso penetrándole, sorprendiéndose por la astucia de Sunwoo dilatándose y lubricándose antes de ir ahí. Cuando se acopló, se dedicó a masturbarle, mientras le besaba, ayudándole a acostumbrarse al pedazo que tenía en su interior.


— Joder, estás… Mierda —Jadeó en sus labios, casi desencajándole la cara de placer, quedándose quieto e intentando controlar su propia excitación.


No fue porque fuera su primera vez, realmente. Al menos en esa posición y con él. Nunca había visto esa expresión, esa mirada profunda que te leía hasta el alma. Nunca había sentido ese calor inundando el cuerpo y el pecho, insuflándole de orgullo, de amor absoluto, incapaz de manejar. Solo podía mirar, pletórico, pensando que ahora sí era suyo. Cualquier persona normal diría que CNU era corriente, pero no. Para Baro, en ese momento, era el hombre más guapo del mundo. Sudado, temblando, desencajado, mordiéndose el labio, jadeando… Y mirándole, vigilándole, cuidándole de no hacerle daño, de asegurarse que lo iban a disfrutar los dos. No lo diría en voz alta, pero lo conocía bien. Podía haberle penetrado y empezar a embestir sin más, pero estaba ahí, quieto mirándole, calibrando y esperando.


— ¿Por qué eres tan guapo? —Baro no pudo evitar preguntar en voz alta, embelesado, tocándole la cara, totalmente hipnotizado. Porque esa era la verdad. Era demasiado guapo, demasiado follable y demasiado admirable. Escuchó algo a un bufido, pero lo vio sonreír, sonreír de verdad, mientras sacaba despacio su propio miembro para volver embestir. Empezó lento, ayudándole a adaptarse, sin dejar de masturbarle, moviendo la cadera y cambiando ángulo. No cesó en su movimiento hasta que lo encontró, dio con el maldito punto que le hizo gritar, literalmente. Aparte de risas, el sonido del cuerpo de Dongwoo chocando contra su culo, de sus gemidos, de los ruidos propios del sexo y besos erráticos, llegó un momento en que su cuerpo no pudo más y se dejó llevar por el orgasmo. A duras penas pudo abrir los ojos para ver cómo Dongwoo cerraba los ojos, echaba su cuello hacia atrás y sus manos se aferraban a su cadera mientras se corría, sintiendo algo caliente y viscoso deslizándose en su interior. Embistió unos segundos más, tratando de alargar su propio placer y el de Sunwoo. Después, tras un rato en esa posición, sacó su miembro ya flácido y se acurrucó junto a él, pegándose a su espalda, abrazándole con el brazo libre, mientras apoyaba su frente contra la parte de atrás de su cabeza. Baro estaba a punto de dormirse cuando notó sus labios en la nuca, electrizándole de nuevo. Entonces supo que no podría parar, que esa noche sería larga y esperaba que no terminase nunca. Porque hacerlo con la persona que amas, había descubierto Sunwoo, era una droga, una adicción y una locura de la que no quería desengancharse.


 


 


— Te encuentro fenomenal, Baro. —La sonrisa de Hongbin no le tranquilizó en absoluto.


Miró a su alrededor, en el precioso piso que tenía la pareja a las afueras de Seúl. Amplio, moderno, minimalista, claro… Todo ordenadísimo. Channie le había invitado a comer y por eso estaba en su casa. Había ido por apoyarles moralmente, la verdad. Hongbin había salido del armario en una campaña contra la homofobia que había patrocinado el canal de televisión en el que trabajaba y le había dejado pasmado ver la cantidad de gente conocida, entre artistas, periodistas, presentadores y deportistas, que habían aprovechado la campaña para indicar su condición sexual. Había sido un éxito y la epidemia de suicidios por homofobia se había detenido tanto en los colegios como en los institutos. Habían muerto demasiados niños y niñas que habían sido acosados  (y acusados) de ser homosexuales. Sabía que mucha gente se había sorprendido saber que uno de los hombres más guapos del país (en un de esos ranking anuales que siempre hacían) era gay y encima tenía novio. Porque, para su sorpresa, Gong Chansik no había temido en absoluto declararse gay y reconocer públicamente que era su pareja. Había sido una conmoción nacional, pero, sorprendentemente, nadie había perdido el trabajo y seguían siendo respetados. Eso le tenía desconcertado.


— Gracias, tío. Bonita casita tenéis… ¿No estáis un poco lejos del centro?  —Preguntó un poco incómodo, sin saber cómo actuar.


— Nos falta decorar el salón. Pero me da pena, porque creo que se pierde el foco de atención, el paisaje del río Han, ¿no crees? —Gongchan apareció de repente con una botella de refresco de sabor naranja y un recipiente con hielo. Se sentó junto a Hongbin, en el sofá, mientras le alcanzaba la botella de refresco a Baro que estaba sentado en un sillón, frente a la pareja.


— Supongo… No entiendo mucho de decoración de interiores. Lo mío es la moda, ya lo sabes… —Se sirvió él mismo el vaso con el refresco, mirando el impresionante ventanal, con la panorámica de casas bajas y la desembocadura del río Han hacia el mar. Era una vista hermosa, a decir verdad. Volvió a mirar a la pareja, y se encontró con una imagen que le produjo cierta envidia. Actuaban de forma natural, sentados juntos, cómodos y apoyados el uno con el otro, con Hongbin atrayendo a Channie gracias al brazo que le rodeaba el cuerpo por la espalda. Su mirada era limpia, confiada, y llena de un sentimiento que Baro había casi olvidado: el amor. Sintió un ataque de rabia al ver la escena, porque ahora entendía que podía tener eso de no haber sido un cobarde.


— ¡¿Estás bien?! —Gongchan se alarmó, levantándose de golpe, y Sunwoo se dio cuenta por vez primera que el vaso que había sostenido con la bebida había estallado y había pringado el suelo y su propia ropa.


— ¡No te muevas! —Hongbin se levantó deprisa, directo a la cocina americana, buscando algo para recoger los trozos y poder curar la mano de su invitado. Baro se quedó quieto, mirando la mano. No se había cortado, pero ahí estaba la prueba de su ira. Tras disculparse, recoger el estropicio y asegurar a ambos que estaba bien, decidió irse de ahí. Sin embargo Gongchan decidió acompañarle a dar un paseo, juntos, por una alameda que había cerca de su casa. Mientras paseaban, se sentía avergonzado, frustrado y asustado.


— Es normal que te sientas así, Sunwoo. —La voz calmada y paciente de Chansik le obligó a parar en medio del paseo. Llevaba una bufanda cubriendo su garganta e iba vestido con un jersey de punto negro, y unos vaqueros, con deportivas. Aún así, estaba radiante.


— ¿A  qué te refieres? —Preguntó, alarmado. Tenía frío, así que levantó el cuello de su chaqueta y terminó de subir la cremallera hasta el tope. Gongchan le miró fijamente, con esa mirada suya tan penetrante e intimidante. Después, su expresión fue casi de pena, de lástima. En ese momento odió a su excompañero de grupo. No quería que sintieran lástima por él.


— ¿Estás seguro que la terapia ha funcionado? Estuve hablando con tu doctora. Me dijo que, mientras no asumieras tus miedos, podías recaer. Y, ahora mismo, estoy preocupado por ti. Has vuelto a trabajar, pero pareces… perdido. No te digo que el tal Mike ese no sea prometedor, pero no parece ser lo que realmente necesitas.


Baro suspiró y se volvió al río Han. Había salido de la clínica nueve meses atrás. Oficialmente curado de su alcoholismo, pero Laura le advirtió que podía recaer. Le advirtió que debía aprender a asumir riesgos y aceptarlos, de lo contrario la frustración podía ganar de nuevo la partida. No pensaba darle el gusto de verle la cara otra vez a la abuela esa. Además Mike parecía buen tío. Era uno de los directivos extranjeros de la cadena en la que trabajaba y era apuesto y amable. Por primera vez estaba saliendo en serio con otra persona que no fuese Dongwoo, intentando reconducir su vida y superar esa etapa. Porque si quería mantenerse sobrio, debía enterrar a Dongwoo. Nunca tendría la fuerza ni la confianza necesarias para ir a por él. Sobre todo porque en ese tiempo que estuvo de “vacaciones” pudo reflexionar todo lo que hizo mal, en todo lo que no hizo y debió hacer con el hombre que realmente fue capaz de apostar por él de una forma que ni él mismo tuvo valor de hacer. No, Sunwoo debía corregirse… Aún seguía sin tener el valor de Hongbin o Chansik de declararse públicamente gay. Tenía miedo. Tenía miedo porque no tenía en quién apoyarse.


— Necesito tiempo, Channie. —Dijo al fin, mirándole. Se encontró con un buen amigo, esperándole. Se sintió mal porque realmente su corazón y su razón querían ver otro cuerpo y otro rostro ahí, siendo paciente, sonriéndole, diciéndole que le tenía y que le esperaría siempre. Pero ese cuerpo y ese rostro que siempre había tenido habían desaparecido de su vida dos años atrás.


— Por supuesto… Pero quiero que sepas que, si te ves en la necesidad de beber, de caer en la tentación, llámame. Me da igual la hora, estaré ahí —Su tono fue autoritario y claro. Después, su expresión se dulcificó y el diabólico maknae desapareció a favor del adorable—. ¿Puedo conocer a Mike? Me quedaría más tranquilo si lo conozco. Así podemos hablar y te puedo aconsejar —Sonrió, mientras asentía. Lo hizo por compromiso, por supuesto. Mike salía con él porque sabía que Baro no iba a delatarle en público. Mike tenía una reputación que mantener, como Baro. Solo que, mientras tanto, se divertían juntos. Había unas reglas y ambos jugaban, siendo conscientes de ello. Mike podía durar unos meses o desaparecer mañana. Baro  no lo lamentaría y Mike tampoco. Pero eso no podía explicárselo a Channie, porque no lo entendería. Nunca había entendido esa parte, ni siquiera cuando vio el baile de “compañeros de cama” dentro del grupo.


— ¿Qué tal está…? —Dejó en suspenso la pregunta, arrepintiéndose de inmediato. Gongchan ladeó su rostro, esperando el nombre. El nombre que no llegó a pronunciar—. ¿Vas a ir al concierto de Seúl de Junghwan? — Cambió de tema, sin darle opción.


Había preguntado a Junghwan y también a Jinyoung. Ninguno de los dos mantenía contacto alguno con Dongwoo desde que tomaron caminos diferentes. Sandeul apenas podía pronunciar palabra alguna sobre el tema, claramente triste y avergonzado. No sabía qué había pasado ahí, pero recordaba la actitud defensiva y ofensiva de su ex contra él después de volver del ejército. Jinyoung y CNU dejaron de hablarse mucho tiempo antes, así que para ambos fue un alivio no tener que cruzar más palabras después de firmar el final de contrato. Sin embargo, Gongchan sí seguía escribiéndose o llamándose con Dongwoo. A veces lo comentaba por encima, de pasada. Sabía que había vuelto a su pueblo natal y que daba clases de música. Había vuelto a una normalidad que ahora envidiaba. Eso también le frenaba. Su círculo de amigos sería distinto, luego estaba su familia… Y, teniendo en cuenta el tiempo transcurrido, era muy fácil que hubiera conocido a alguien y estuviera junto a esa persona. Porque, a decir verdad, Baro siempre había visto a CNU como alguien que podía enamorar a cualquiera sin pretenderlo, por lo que era fácil que hubiera conocido a otra persona con sus mismas inquietudes. No se veía yendo al pueblo, a buscarlo y encontrarse a Dongwoo con su pareja. Eso lo rompería mucho más que aquella vez, siendo un adolescente, cuando descubrió que Jinyoung y Dongwoo tenían una relación.


— Dongwoo está bien. Parece contento y feliz en ese sitio. Se lleva bien con sus compañeros. Y, hasta donde sé, no está con nadie. —Chansik se estaba abrazando para paliar el frío, escondiendo su boca tras la gruesa bufanda que tenía en el cuello, mirándole tranquilo. Había entendido mejor que nadie qué quería saber y de quién. Estaba agradecido, pero aún más asustado—. Tómate el tiempo que necesites, Sunwoo. Aún está libre. Puedes ir y demostrarle que has cambiado. Estoy convencido que, en cuanto te vea, cuando vea cómo eres ahora, al menos te dará la oportunidad de escucharte —Sunwoo asintió de nuevo, agradecido. Agradecía los ánimos de su viejo compañero de grupo. Agradecía muchísimo saber que le conocía tan bien, que le apoyaba a pesar de sus fallos. Agradecía que aún mantuviera la esperanza, una que había perdido ya Sunwoo.


Sin embargo, dos años después… seguía teniendo miedo. Mientras no superara ese miedo, no podía ir a donde Dongwoo.


 


 


— ¡Que te jodan, Jinyoung! —Chilló en medio del apartamento que compartían todos, colérico—. ¡El fanservice lo haré con quién me dé la puta gana y como dé la puta gana!


— ¡No me seas cabrón! —Jinyoung gritó aún más alto, como si estuvieran en medio de una pelea de gallos de corral. En realidad, eso era.


— ¡Te he dicho que me da igual, joder! ¡Si voy a hacer el fanservice lo haré con quién me dé la gana  y punto! ¡Y que le den a las putas parejas oficiales de las fans!


La bronca había empezado en medio de la sala de ensayo cuando Jinyoung había reunido a Sandeul y a Baro en una reunión de emergencia porque la compañía le había ordenado que hubiera más fanservice del badeul, que últimamente escaseaba. Sandeul observaba la escena atónito, sin ser capaz de ni de intervenir ni de reaccionar. Baro estaba hasta los cojones de las órdenes de la empresa. Porque siempre le jodían a él, mientras que Jinyoung, por ser “el compositor” podía saltarse la norma de que hiciera “Shinyoung” para las fans. Al margen de que Dongwoo no lo soportaba tampoco, dicha sea de paso. Era tal la incomodidad que era mejor que ni se molestaran en hacerlo. Y, afortunadamente para todos, ni Chansik ni Dongwoo estaban en el edificio para verle en plan apisonadora contra Jinyoung.


— Pero la empresa dice… —Insistió Jinyoung, gesticulando muchísimo, demasiado para ser él.


— ¡Me importa una puta mierda lo que digan! Me siento más cómodo con Dongwoo y… —Insistió, acalorado.


— ¡No entiendes que cada vez que hacéis fanservice lo hacéis demasiado evidente, estúpido! —Finalmente Jinyoung estalló. La cara se le puso roja, colérico, y hasta las venas del cuello parecían a punto de reventar.


— ¿Y cuál es tu puto problema, subnormal? ¿Qué pasa? ¿Que Junghwan y tú no sois evidentes tampoco, joder? ¿Por qué siempre nos anuláis a nosotros? ¡¿Por qué nosotros?! —Baro avanzó unos pasos, hasta enfrentarse a su líder, prácticamente clavándole el dedo índice en su pecho, desafiante.


— ¡QUERÉIS CALLAROS! ¡PARAD, PARAD! —La voz de Sandeul, asustado de verdad, les anticipó y les frenó a la vez, ya que su cuerpo se interpuso entre ambos.


La mirada de Jinyoung estaba inyectada de pésimos sentimientos, entre ira y casi odio, mientras que Baro se mantuvo firme, desafiándolo. Sandeul apartó la mano de Baro, y agarró a Jinyoung, arrastrándolo hasta el fondo de la habitación. El rapero solo quería estrangular a alguien, le daba igual quién. Estaba cansado de las órdenes de tener que interactuar con alguien a quién apenas aguantaba (Sandeul, por ejemplo) o ver cómo Dongwoo tenía que pasar malos ratos debido a que debía cumplir las fantasías de las fans juntándose con su ex. Era ridículo. El fanservice debía ser agradable para todos, y cuanto más natural mejor. Pero cada vez era más ficticio y antinatural, todo porque los tenían obligados a “cumplir las peticiones de las fans”. Las fans no eran tontas, Baro lo sabía bien.


— Puto maricón de mierda… —Escupió Jinyoung, insultándolo.


— ¡Mira quién lo dice, el que se tira a otro maricón! —Gritó aún más cabreado, avanzando de nuevo contra Jinyoung. Sandeul vio la intención y se puso en medio, para variar—. ¡Apártate, joder!


— ¡Qué cojones está pasando aquí! —Otra voz ajena a los tres retumbó por la estancia, obligándoles a mirar. Era Chansik, quién les observaba desde la entrada de la sala entre atónito y serio. Parecía no creerse que Baro y Jinyoung estaban a punto de pegarse—. ¡Acabo de preguntar qué cojones pasa aquí! —volvió a gritar, tronando, en un tono que ninguno de los presentes había oído jamás en él. Era la primera vez que veían al maknae furioso, realmente furioso.


— El idiota que tenemos por líder, o mejor dicho que tiene el título de líder, dice que “tenemos que ceñirnos al fanservice original”. Es decir, ¡que debo interactuar con Sandeul, por cojones! —Baro conocía bien a Gongchan. Sabía que se pondría de su parte, así que decidió ser el primero en aclarar. Sandeul estaba paralizado en medio de Jinyoung y Baro, y Jinyoung seguía con ganas de matar a alguien, pero la actitud ofensiva de Chansik le impedía seguir con la discusión.


— ¿Cuál es el problema? Hasta ahora nadie se ha quejado porque Sandeul haga fanservice conmigo o con Jin o con Dongwoo. O que lo hagamos según nos dé el día —Chansik arqueó las cejas, poniendo una expresión aún más afilada y peligrosa.


— El puto problema es que todos saben que Dongwoo y Sunwoo “están saliendo”. ¡Y es un puto problema! —Finalmente Jinyoung no pudo quedarse callado y estalló.


Gongchan les miró a los tres, como si fueran tres idiotas, tres críos con bata y discutiendo por quién era el mejor amigo de quién en el patio del colegio. Resopló, incrédulo y profundamente decepcionado.


— ¿No será que el problema es que tu ex está saliendo con otro compañero del grupo y eso te jode soberanamente? —Tras decir eso el maknae hubo un silencio sepulcral. Sandeul palideció, trastocado, hasta el punto que no aguantó más y se marchó de la sala, esquivando a Chansik para luego desaparecer dando un portazo. Jinyoung tragó, su cara se puso roja, pero fue incapaz de moverse. Baro, por el contrario, se recompuso y decidió observar a Jinyoung. Este acabó cubriéndose la cara con la mano, quedándose así durante unos segundos.


— ¿Cómo sabéis qué…?  —Preguntó, turbado y desganado.


— Ha sido evidente desde el principio. Tú puedes ser un actor de primera escondiéndolo, pero Dongwoo siempre ha sido transparente. Y, desde el principio, estaba claro que estaba enamorado de ti. Así que, cuando erais uña y carne, era obvio que estabais juntos —Confesó Gongchan, sorprendiendo a los dos presentes.


— En mi caso, sinceramente os pillé besándoos. —Baro se limitó a levantar los hombros despreocupado—. Él parecía feliz, así que… —Jinyoung apartó la mano de la cara, mostrándose derrotado. No les miró a la cara a ninguno de los dos, dándose cuenta que todo había sido en vano.


— No podemos ser evidentes… ¿Por qué no lo entendéis? Somos idols. No podemos ser gays. Ninguno. No se trata de si lo hacemos con quién nos gusta o no, se trata de proteger nuestra reputación. —A duras penas logró decirlo seguido.


Gongchan arqueó aún más las cejas, pero se mantuvo en silencio. Baro le miró atónito. Sin embargo, aunque le doliera reconocerlo, tenía razón. Mucha razón. Pero estaba cabreado y frustrado, e iba a llevarle la contraria.


— ¿Entonces para qué cojones sirve el fanservice sino? La gracia está en ser evidentes y que todos lo encuentren adorable —Baro siguió sin rendirse.


— Tengo curiosidad… Exactamente, ¿qué sois Dongwoo y tú? —Jinyoung lanzó la pregunta con una expresión inclasificable. Gongchan, curioso, también se acercó a la altura del rapero para poder ver bien su reacción.


— Estamos juntos. Es mío. —Baro prácticamente recalcó cada palabra con un sentido de la posesividad casi patológica. Gongchan abrió la boca, sorprendido. Jinyoung abrió los ojos, incrédulo. Sin embargo, ninguno de los dos se atrevió a hablar o añadir más a la conversación. Tras mirarles de forma amenazante, el rapero se largó de la sala de ensayos y se encerró en el cuarto de composición de su chico. Una vez ahí, se apoyó contra la puerta y se dejó caer al suelo, exhausto. Por un lado se sentía triunfal pero por otro lado se sentía fatal. Jinyoung tenía razón. No podían ir exponiéndose en público, no podían ir publicando que eran gays y que eran pareja. No siendo idols y no teniendo una legión de fans detrás que fantaseaban con ellos.


 


 


Su querida madre llevaba dos horas enseñándole videos de su “adorable” sobrino. Sunwoo aguantaba estoicamente la sesión, durmiéndose a ratos, aprovechando la oscuridad y el acogedor rincón de su sofá. Su querido hermano menor se había casado cuatro años atrás, en una boda sencilla, de la que apenas recordaba porque estuvo más tiempo borracho que sobrio. Nadie le dijo nada, porque lo achacaron a la alegría de la fiesta y a que se había descontrolado un poquito. La cuestión es que su madre estaba ahí, mostrándole las monerías de su nuevo sobrino, que acababa de empezar a gatea y, al que apenas conocía. Tampoco tenía mucho interés. Verlo le producía sentimientos encontrados. Le hacía sentir que estaba fallando en el magnífico plan de sus padres, ese que habían soñado para cada hijo. Así que su hermano menor se había casado, había tenido una niña y ahora había tenido un hijo. Hasta su hermana se iba a casar el mes que viene, mientras que él ahí estaba, soltero, supuestamente demasiado ocupado trabajando para conocer a alguien. En realidad sí había conocido a mucha gente. Lo había intentado ya cinco veces. Cinco fallos. Mike pasó como un suspiro, y los demás también. Todos acababan decepcionándole tarde o temprano. Todos querían la oscuridad, querían su fama para ascender y querían sus conexiones para ser más conocidos. Había descubierto, decepcionado, que todos sus ex eran solo hienas que aprovechaban la mejor oportunidad.


— ¿No es precioso? Se parece a tu hermano. Espero que tu hermana me dé otro mini Cha —Su madre seguía hablando, emocionada y soñadora. Ya estaba imaginando a su futuro nieto o nieta y todavía su hermana no había pisado ni el altar. Se estaba poniendo enfermo—. De verdad, Sunwoo…  Me sorprende que a tu edad no hayas conseguido conocer a una chica decente. Tal vez si te presento a algunas… —siguió parloteando, como una abuela (que lo era), irritando aún más a Baro.


— Mamá… Déjalo estar —masculló, molesto y frotándose la frente. Empezaba a notar cómo la jaqueca se instalaba en su cabeza. La vio poner su mejor puchero de chantaje, dándose cuenta que su madre, pese a sus arrugas y su vitalidad, ya tenía una edad. La había echado mucho de menos durante esa etapa en la que estuvo en B1A4. Se había visto obligado a crecer muy deprisa en su ausencia. Creció antes de tiempo y ahora se arrepentía de no haber frenado a su hermana en su intento de “ser artista”—. En realidad conocí a alguien hace mucho tiempo, mamá. Pero tu hijo fue un idiota, lo arruinó todo y se fue. No volverá. He intentado llenar su hueco, pero… —Los ojos pequeños y negros de su madre se abrieron muchísimo, sorprendidos. Nunca le había hablado de sus conquistas, ni de su vida amorosa. Siempre habían hablado de cosas insustanciales o de trabajo. Siempre había evitado preocuparla, mantenerla alejada de su mundo, para no contaminarla. Siempre había mantenido cierta distancia para que no se diera cuenta. Todavía en ese momento podía ver en los ojos de su madre cómo imaginaba el cuerpo de su novia. Novia. Otro término no entraba en su cabeza. Otro término haría que el vínculo fino que todavía les unía se resquebrajase. Baro no podía permitirse alejar a su madre en este momento, donde volvía a ser débil y peleaba contra la tentación de volver a beber. Porque la necesitaba como punto de cordura. Por tanto nombrar a Dongwoo o hablar del término “novio” no era una opción.


— Debía ser una mujer impresionante, ojalá la hubiera conocido. —oír decir eso a su madre hizo que su corazón se estrujara. No lo sabía bien. Ojalá hubiera tenido el valor que seguía sin tener para que lo conociera.


— Qué importa eso ahora, mamá. Es pasado —Desvió la vista a la pared, donde su sobrino seguía haciendo pucheros y monerías. Era guapo, sí, igual que el resto de la familia. Y llevaría el apellido Cha, con lo que no se perdía la “dinastía”.


— Sunwoo… —Escuchó la voz queda de su madre, entre triste y preocupada. Se volvió, intentando adivinar qué quería—. Si alguna vez conoces a alguien que creas que te gusta lo suficiente como para plantearte un futuro juntos, antes de que se lo digas a ella, déjame conocerla. Por favor. Francamente, me da igual si es famosa o no, solo quiero que te quiera y tú seas feliz con ella. —La súplica lo desarmó. Se le puso un nudo en la garganta y decidió no responder, solo asentir con la cabeza, intentando cerrar el tema. No se volvieron a hablar, en un silencio incómodo, solo interrumpido por los primeros balbuceos del futuro patriarca Cha, saliendo de los altavoces de última generación de Cha Sunwoo.


 


 


— Sunwoo, para. Ya has bebido demasiado. Vayamos a casa… —Apenas escuchó la voz de su chico, entremezclada con el escándalo de la música disco del lugar y el murmullo ensordecedor de la gente que había ahí. Solo logró captar una cara borrosa frente a él, al tipo que se había atrevido a quitarle su copa. Su preciada copa.


— De…éjame… apullo —Balbució, sintiéndose anestesiado. Se lo estaba pasando bien, riéndose y bailando, ¿por qué tenía que venir él a joderlo todo?


Horas después despertó en la seguridad de su cama con una jaqueca impresionante. A duras penas logró levantarse e ir corriendo al váter a vomitar. Se sentía jodidamente mal. Esa mierda que había tomado anoche no era de buena calidad.


— ¿Ya estás echando la papilla? —La irritante voz volvió a aparecer, enfadándolo. Lo miró, e ignoró esa mirada de preocupación, enfado y frustración que contenían sus oscuros ojos. Dongwoo estaba de brazos cruzados, apoyado en la puerta, vestido con el pantalón de pijama y una camiseta interior blanca de tirantes. Tenía cara de no haber dormido nada. Baro se levantó, tiró de la cadena, se acercó al lavabo y se enjuagó la boca y se echó agua en la cara, para despejarse. Cuando se volvió, Dongwoo seguía ahí, callado y observándole. Ahora empezaba a sentirse culpable. Sabía que se había pasado toda la noche en vela y era muy probable que hubiera sido él mismo quién le hubiera sacado de la fiesta y lo hubiera arrastrado hasta casa. Tenía toda la pinta. Le dio una desgana, y se apoyó en el lavabo para no doblarse de nuevo.


— Venga, a la cama. —Dongwoo lo atrapó entre sus fuertes brazos y logró arrastrarlo desde el baño hasta tumbarlo en la cama.  Ahí se quedó, durmiéndose de nuevo.


Despertó de nuevo, desorientado, pero sintiéndose mejor. Sentía calor y pronto se dio cuenta que el cuerpo de Dongwoo estaba pegado al suyo y su brazo lo apresaba, casi aplastándole. Se incorporó un poco, intentando localizar si era de día o de noche, pero decidió que era de madrugada al ver oscuro el pasillo. Se giró, levantando el brazo para acercarse a él, ajustándose, pegándose, besando su barbilla y la parte baja de su cuello. Dongwoo se revolvió y se despertó, levantando el brazo para que Sunwoo se ajustara a él y se pusiera cómodo. Cuando el rapero se quedó quieto y todo estaba en silencio, el contrario habló.


— Sunwoo, ¿qué demonios pasó anoche? Nunca te he visto perder el control de esa forma —Su voz llegó a sus oídos con un rasgo de preocupación que le dejó frío—. No sé qué problema tienes, no sé por qué crees que llegando a ese límite “te diviertes más”, pero la verdad es que no es así. Sé que te pone nervioso que Junghwan y Jinyoung vayan y suelten mierda, pero tú eres tú y no necesitas el alcohol para ser feliz y mucho menos para ser el rey de la fiesta. Ya lo eres —Finalizó el discurso buscando sus labios y besándolo. Besándolo con un sentimiento que Baro bien conocía, con delicadeza, con comprensión y amor. Sunwoo quiso llorar, sintiéndose realmente mal. Odiaba ver a Dongwoo preocupado por él, de esa forma. Odiaba hacerle sentirse impotente, odiaba tener que darle motivos para desconfiar. Y odiaba la idea de haber un pésimo espectáculo, dejándole en ridículo, sobre todo porque Dongwoo odiaba que alguien llegara a ese estado. Por desgracia lo había visto a diario en su casa durante demasiado tiempo y él estaba haciéndole revivir el pasado.


— Lo siento muchísimo, Dongwoonie. Te prometo que no volverá a pasar. Yo…  No es justificable —Remató la frase atrapando su rostro y profundizando el beso. Estuvieron un rato besándose sin más, solo sintiéndose y acariciándose, sin ninguna intención sexual. Solo querían recordarse mutuamente que estaban ahí, el uno para el otro, pese a los errores, a las tempestades y a los problemas. Porque, ahora mismo, solo se tenían entre sí. Jinyoung había dejado de liderar el grupo, demasiado ocupado en quererse a sí mismo y a su propia carrera, igual que Sandeul. Gongchan se había hartado de la situación e iba por libre. Eso era lo que angustiaba a Baro. El mal ambiente, el “odio” que se tenían entre ellos, y que Jinyoung y Junghwan fueran capaces de ir hablando mal de él y minando su reputación. Eso le mataba, porque no había currado tantísimo como para que sus propios compañeros fueran hablando mal de él y destrozando todo lo que había construido.


— Duérmete, Sunwoo. Te quiero. —Escuchó susurrar al hombre que permanecía a su lado, aguantando sus malos días, sus neurosis, sus malas contestaciones  y su estrés. Sunwoo no le respondió, solo se pegó todo lo que pudo a él.  Lo amaba. Profundamente, pese a los años transcurridos y pese a todo. Había renunciado a un montón de actividades en solitario por él, para poder tener tiempo libre, acompañarlo y estar junto a Baro. Lo valoraba muchísimo porque era plenamente consciente de que no haberlo hecho su relación no hubiera funcionado.


 


 


— La Casa Azul acaba de ratificar el acuerdo de Gobierno, por el cual se aprueba la ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. Dicha ley entrará en vigor a partir de la semana que viene —Baro se encontraba en la cafetería de su empresa, comiendo, cuando la voz de la presentadora del telediario nocturno soltaba la noticia que había dividido al país. En los dos últimos años el colectivo se había organizado bien, hasta había creado un partido político, con el único objetivo de conseguir equiparación de derechos legales a nivel administrativo. No habían conseguido que se permitiese la adopción nacional, pero habían conseguido que la mayor parte de la población reconociese que había que regular esa situación. Lo sabía bien porque Hongbin pertenecía a una asociación que luchaba por los derechos de los homosexuales, y prácticamente todos los gays que había conocido habían declarado su condición en público, solo para fortalecer la lucha. Muchos se habían erigido como ejemplos para la juventud y la infancia, lo cual había permitido una campaña de tolerancia en las escuelas. Por supuesto que había homofobia, todo era muy reciente y sobre todo entre la población mayor la intolerancia existía. Pero se había sido un paso impresionante, histórico.


— Mira, ahora tus dos amigos pueden casarse. —La actriz AnRa, amiga suya de la compañía y casada con uno de los jefes, se lo dijo con cierto deje de orgullo. Todos sabían que Baro tenía dos amigos gays. Todos daban por hecho que él no era gay. Siempre se rodeaba de mujeres despampanantes. Lo que no sabían era que muchas de esas chicas, que “llevaba para cubrir apariencias”, eran lesbianas que tenían el mismo problema. Ya era jodido para un hombre salir al escarnio público, sin embargo ellas lo tenían peor debido a la rígida mentalidad de “cásate antes de los treinta y ten niños” que siempre había martirizado a las mujeres de su generación.


— Es verdad… Voy a llamarles para darles la enhorabuena —Sonrió a su compañera, diplomático. Ella le devolvió el gesto, alejándose para darle intimidad.


Enhorabuena, cabrones. Espero que montéis un bodorrio a la altura de los años que lleváis soportándoos, y si no me invitáis me aseguraré de ir a reventar la fiesta”.


Mandó el mensaje y se largó de la compañía. Cogió un taxi para ir a su casa. Una vez en la seguridad de su hogar, Baro se desnudó, abrió la cama y se encerró en la misma. Ahí, solo y sin nadie que le juzgara, rompió a llorar, culpándose a sí mismo, luchando por no ir a un bar y beber hasta perder el sentido. Ahora no podía caer. Ahora no podía pensar en que esa noticia no solo beneficiaba a sus dos amigos. Seis años después Dongwoo habría conocido a alguien. Era ridículo pensar lo contrario. Era guapo, la clase de persona que cualquier suegra soñaría para su hija. Tenía que haber conocido a alguien. Y ahora podía estar celebrando con ese alguien que podían casarse. Y se casarían. Se casarían mientras él estaba solo en ese piso que todo el mundo envidiaba, pero solo. Solo porque habían pasado los años y Cha Sunwoo seguía sin tener valor de ir a verle. Cha Sunwoo seguía siendo un cobarde.


 


 


— ¡Perdón! —una disculpa aleatoria, con voz femenina, mientras seguía su camino deprisa.


Baro salió de su parálisis, tras ser embestido, y decidió apartarse del andén. Demasiada gente corriendo, saliendo y entrando, y él estorbando en medio. En hora punta además. Así que retrocedió, con torpeza, hasta apoyarse en una columna. Ahí no molestaba a nadie, mientras decenas de personas anónimas pasaban, corriendo, a paso ligero, con o sin equipaje, ignorándole. Nadie se estaba dando cuenta que Baro, una de las estrellas del país, estaba ahí quieto, en el andén del tren que llevaba a Cheongju, incapaz de subirse. No era el primer tren que había perdido. Eran ya tres. Ya estaba anocheciendo y solo habría otro tren más, otra oportunidad más, dentro de dos horas. Después no habría más conexión con el pueblo de Dongwoo y debería ir al día siguiente. El problema es que al día siguiente ya sería tarde. Cerró los ojos, angustiado. Su teléfono móvil había dejado de vibrar, entre llamadas perdidas o mensajes, unas horas atrás. Dongwoo se había rendido, con razón. Tenía terror. Terror de subir a ese tren, llegar a su casa y enfrentarse a la familia de Dongwoo. Terror de pensar que era la última comida que compartirían juntos durante dos años. Terror de pensar que podía conocer a alguien mejor que él en el ejército. Terror de que esos dos años fueran una sentencia de muerte entre ellos, después de tantos años juntos. Terror de ser juzgado. Terror a que los padres de Dongwoo, en el supuesto que los aceptaran, decidieran que era buena idea conocer a sus padres. Tenía terror.


— ¿El tren para Busan? —Un abuelo con cara de perdido total, con su maletita y encogido, volvió a sacarle de sus reflexiones. A duras penas pudo respirar, temiendo que le hubieran reconocido.


— No lo sé, señor. Solo estoy esperando. —Su propia voz sonó cortada, a través de su máscara. El viejo pareció decepcionado y se marchó, dejándole solo.


El dolor de pies empezó a afectarle y buscó un banco donde sentarse. Miró el reloj digital de la estación y el panel de llegadas y salidas. El de salidas marcaba que su último tren saldría en media hora. Las primeras lágrimas empezaron a salir, pero se las quitó con energía. No podía llorar ahí, no podía llamar la atención. Tenía que convencerse que su miedo era irracional. No habían estado juntos tanto tiempo como para que ahora le diera miedo ir a comer con los padres de Dongwoo. Tampoco es como si fuera a decir que era gay o que estaba con él. Como le había dicho, más bien pedido, solo era una comida familiar. Solo quería que compartiera el último día con su familia y él antes de que, al día siguiente, se marchase.


Todavía tenía dos años de margen. ¿Por qué cojones no le había dicho nada? Simplemente llegó y le soltó que se iba, que lo habían llamado a filas. Ni siquiera había contemplado la opción de prorrogar por actividades o cualquier excusa de mierda que les permitiese entrar a  la vez. No, había decidido solo, dejándole en la estacada y solo. Se sentía traicionado, abandonado, por la única persona que le quedaba a su lado, con la que podía no derrumbarse mientras soportaba a los otros tres hijos de perra. Puta mierda… ¿No podía habérselo dicho? Encima el cabrón de Dongwoo llevaba meses insistiendo en que era buena idea decírselo a sus familias. ¿Para qué? Baro sabía que sus padres no aceptarían su relación con un hombre y lo repudiarían. Los padres de Dongwoo eran aún más conservadores que los suyos, así que soltarlo hoy, justo antes de irse, era un suicidio. Además… Seguía siendo un ingenuo. Declararse gay ahora mismo era sentenciarse a muerte en su mundo. Jinyoung siempre había tenido razón. Solo esperaba que en el ejército viera la realidad y espabilara. Tal vez hasta era bueno que fuese, para que cuando volviese se diera cuenta que estar juntos sin que nadie lo supiera, o al menos no más allá de su círculo, era lo mejor.


— Última llamada. Última llamada. Tren con destino a Cheongju —La voz metálica y deformada del altavoz llegó difusa. Miró el tren, viejo, con las puertas abiertas. La gente corría para cogerlo en el último segundo, algunos vestidos de militar. Observó la escena como si estuviera viendo una película. De repente, sonó un pitido agudo y las puertas se cerraron. Al poco el tren reanudó su marcha y su figura se perdió de vista. Su última oportunidad acababa de partir. No llegaría a tiempo. Ya no había más oportunidades. Y seguía paralizado de miedo, incapaz de levantarse de ese asiento. Tardó varias horas en lograr reunir valor y regresar al piso que compartía con Dongwoo en Seúl.


 


 


La comida familiar transcurría tranquila. Su madre estaba ocupada en mirar fotos con su nuera, mientras su padre, su cuñado y su hermano estaban jugando con sus dos sobrinos en el suelo. Baro les había regalado un excalectric y estaban montándolo entre todos. Cha Sunwoo permanecía sentado, supuestamente con un esguince de pie en recuperación, observando la escena en el salón de su propia casa. El ambiente era extraño. Había mucha gente, bullicio y risas infantiles. El calor de un hogar. A su lado estaba su hermana, intentando dormir al nuevo miembro de la familia Cha, una niña. Una estampa feliz. Una estampa segura e idílica. Sin embargo, Baro se sentía desencajado de la escena, como si sobrase en esa borrachera de amor, fraternidad y felicidad. Como si fuera un invitado en su propia casa.


— ¿Seguro que estás bien? —Su hermana ya no era la cría que había protegido a largo de estos años, a la que había vigilado, casi ejerciendo de padre cuando había decidido ser trainee de la primera empresa en la que estuvo. Había crecido, envejecido, igual que él. Sin embargo, no perdió el tiempo y, a diferencia de él mismo, buscó su lugar en el mundo. Abandonó la idea de ser artista y abrió una escuela de baile y expresión artística. Usó todo lo que había aprendido en la empresa para enseñar a niños. Y un día, en un curso, conoció a su marido. A decir verdad, a Baro nunca le había gustado ninguno de sus pretendientes. Respetaba las decisiones de sus hermanos, pero sus respectivos cuñados seguían sin caerle bien.


— Solo tengo que esperar a que me haga efecto el calmante y volveré a estar a cien, tranquila —Respondió, dejándose caer sobre el respaldo de su exclusivo sofá, cerrando los ojos. Ni siquiera miró a su sobrina, que estaba en brazos de su hermana.


— Por cierto, me parece extraño que tus amigos, Chansik y Hongbin, no hayan anunciado boda. Creo que son los únicos que no han salido corriendo para casarse, pese a que han sido los que más han apoyado la campaña… —Baro abrió los ojos, resignado, mirando a su hermana y al bebé, que tragaba su biberón feliz. Casi se sintió conectado con la nena. Casi.


— ¿Y a mí qué me cuentas? No soy yo el que me caso con ellos —Realmente el movimiento de los labios succionando la boquilla del biberón era adictivo, tenía algo que te hacía mirar y encontrarlo adorable.


— Ya… Solo era curiosidad. ¿Quieres cogerla un rato? —Su hermana, tan parecida físicamente a él, sonrió, mientras hacía el gesto de pasársela. Finalmente Baro atrapó entre sus brazos a su sobrina, y le dio el biberón. Se quedaron los dos callados, simplemente viendo a la nena comer—. Algún día espero que pueda ver a mi sobrinito o sobrinita Cha Sunwoo junior en tus brazos. Te quedan bien los bebés, hermanito.


Baro la observó, sintiéndose triste. Empezaba a asumir que nunca se casaría, que nunca conocería a nadie con el que compartir su vida. Empezaba a asumir que estas escenas sólo las vería en ocasiones especiales familiares. No, Baro debía corregirse. Ya lo había asumido. Llevaba sin tener pareja o salir con alguien un año. Desde entonces, estaba mucho mejor. No tenía que comparar a nadie y ni competir contra fantasmas. Solo él y la vida. Si la vida le sorprendía, estupendo, si al contrario decidía dejarle así… no pasaba nada. No iba a ser la peor persona del mundo, ni un fracasado, ni nada por el estilo. Era él y su vida. Nada más. 


— Algún día la encontrarás, cuando menos te lo esperes. —La delicada mano de su hermana, lo distrajo de nuevo, mostrándole una sonrisa sincera —. Las oportunidades siempre llegan cuando menos te lo esperas. Así que no te rindas.


Se le puso un nudo en la garganta. Ojalá tuviera razón. Ojalá.


 


 


Cha Sunwoo estaba sentado en una mesa de camping. Últimamente les había dado por potenciar lo ecológico en la capital del país, así que había muchas mesas de madera para hacer picnic en los parques de Seúl. Entre sus manos tenía un bote de refresco de cola con hielo y un poco de ron. Esperaba a Dongwoo, al que no veía desde hacía casi dos semanas. Entre una cosa y otra, tras firmar la rescisión del contrato con su compañía, en el que dejaban de ser B1A4 y todos tomaban caminos separados, habían estado muy ocupados. Sobre todo buscando trabajo, nuevos representantes y nuevas mudanzas. Él tenía su piso comprado, con mucho sudor, así que esa parte no le preocupaba, pero, por ejemplo, Chansik directamente se mudó al piso de su novio, sin importarle si alguien les pillaba. Por otro lado Sandeul se había independizado de verdad, ya no vivía con su hermana.


La verdad es que no sabía dónde se había metido Dongwoo. Desde la primera vez que se independizaron, Dongwoo se fue a vivir solo y él se fue a vivir con su familia. Según él, era mejor así, por la cuestión de la discreción, aunque Sunwoo entraba y salía de su casa siempre que quería. A veces vivía más tiempo en casa de Dongwoo que en la suya. Sin embargo, justo con la nueva situación, a Dongwoo se le acabó el contrato de alquiler y el nuevo precio a convenir con el propietario no le convenía. Esa fue la razón por la cual Baro le dijo que podía quedarse en su casa mientras buscaba nuevo empleo y nueva casa, pero apenas lo veía por el piso, salvo para dormir.  Además, como tenía que buscar y tirar de sus contactos, Sunwoo debía ir a fiestas. Se despertaba a las mil y, entre una cosa y otra, apenas se veían a pesar de vivir en la misma estancia. Por eso se quedó sorprendido cuando lo citó en un sitio público.


— Hola, Sunwoo —Levantó la vista y pudo verle. Seguía con mofletes pero bien formado físicamente. La verdad, en ese momento pensó que era una pérdida de tiempo quedar en un sitio como ese cuando podían estar en una cama “divirtiéndose”. Sobre todo porque llevaba casi tres semanas sin hacerlo con él. Demasiado tiempo. Últimamente solo soportaba a Dongwoo en una cama. El resto del tiempo era Dongwoo quejándose, riñéndole o gritándole.


— Hola, Dongwoo. —Se dio cuenta que no llevaba nada. Ni comida, ni bebida. Solo iba vestido con un chándal y el móvil. Era extraño. Tal vez solo habían quedado ahí y luego irían a otra parte.


— ¿Estás receptivo o estás borracho? Porque te necesito receptivo. —El tono despectivo con el que lo dijo molestó a Sunwoo. Dio otro sorbo a la bebida. ¡Qué cojones le importaba a Dongwoo!


— Si vas a soltar mierda me largo, joder —Escupió las palabras, cabreado. Su compañero le miró serio y debió decidir que estaba receptivo, así que suspiró y puso las dos manos encima de la mesa, juntas y cruzadas.


— Verás, Sunwoo. Lo he estado pensando. He pensado mucho durante todo este maldito mes —Baro contuvo la respiración, asustándose—. Lo que yo quiero y lo que tú quieres no es compatible. Tú quieres un estilo de vida que no me gusta en absoluto. Yo quiero otro más tranquilo. Tú quieres que viva contigo pero ¿cuándo vives conmigo? Tienes tus amigos y yo tengo los míos. Creo que es hora que… seamos serios y decidamos qué queremos hacer cada uno. Tú eres un espíritu libre y he decidido que no te voy a atar más. Te soltaré, Sunwoo. Si estás de acuerdo con ello, claro.


Baro se quedó sin habla. Nunca había visto a CNU con tanta decisión  y con tanta seguridad cuando se trataba de los dos. Bueno, eso no era cierto del todo. CNU siempre había luchado por los dos desde el principio, a pesar de que no coincidían en los puntos de vista o en cómo veían su futuro juntos. Desde que habían regresado del ejército, la relación entre ambos había cambiado. Dongwoo se negaba a ir a las fiestas con él y salía de por libre con sus amigos. Sunwoo empezó a odiar a los nuevos amigos de Dongwoo, eran sosos, anodinos y le metían ideas raras a su chico en la cabeza. Incluso cuando se acostaban algo fallaba. No había la misma conexión, al menos por su parte. Las juergas o la simple presencia o mención de alcohol hacían estallar el incendio. Dongwoo estaba convencido de que él era un alcohólico. Baro no opinaba lo mismo. Controlaba, por favor. Solo bebía cuando debía beber, porque beber era un acto social y lo que le permitía estrechar relaciones profesionales. Esa parte no la entendía el cabronazo. Las discusiones habían ido en aumento, insultándose, descalificándose. Nunca se habían pegado, porque Dongwoo odiaba las peleas y cuando la cosa se ponía fea, pegaba un portazo y se iba hasta que se tranquilizaba. Luego volvía, se reconciliaban y el ciclo volvía a empezar. Había días en los que Sunwoo solo quería que Dongwoo desapareciera para siempre de su vista, llegando a aborrecer su simple presencia. Además se sentía tentado a acostarse con un montón de gente atractiva que se le insinuaba, pero no lo hacía por respeto a Dongwoo. Quizá ese era el problema. Había estado demasiado tiempo con la misma persona, desperdiciando su juventud, que es cuando había que experimentar y probar…


— Estoy de acuerdo, Dongwoo. La verdad es que, si te soy sincero, hace tiempo que dejé de amarte. Me acabo de dar cuenta ahora que lo has dicho. Supongo que la rutina y la distancia nos ha matado. La verdad es que la mayor parte del tiempo lo único que siento es repulsión y deseos de que desaparezcas de mi vida. Espero que esta noche hayas salido de mi casa.


— Está bien, Sunwoo. Adiós. —Dongwoo se levantó del asiento sin mirarlo y se fue tranquilo por la senda del parque hasta que desapareció de su vista.


Esas palabras eran mentira, solo estaba cabreado, dolido, pero Baro no midió las consecuencias. Tal vez si no hubiera estado bebiendo desde primera hora de la mañana, si no hubiera tenido el alcohol en las venas, su cabeza hubiera estado limpia y hubiera dicho otras palabras. Otras palabras que les hubiera dado una segunda oportunidad. Pero esas palabras fueron las que fueron pronunciadas ese día. Baro nunca llegó a ser capaz de recordar exactamente lo que dijo, cuando intentó rememorar lo sucedido. Esas fueron las palabras que lo dinamitaron todo e hicieron que Dongwoo cumpliera su deseo: desapareció de su vida. Y nunca más volvió.


 


 


Estaba en el backstage preparándose para el programa de esa tarde. Ya se había vestido y maquillado, pero debía esperar a que lo peinasen y, mientras tanto, podía concederse un descanso. En ese momento sonó el móvil y vio de quién era el número: de su cabrón preferido. Sin pensárselo, descolgó el teléfono para hablar con él y picarle un poco.


— ¡Qué hay, tío! ¡Ya me he enterado que te casas! ¡Enhorabuena!


— ¿Ahora eres espía? —Casi podía ver los ojos acusadores del que había sido su compañero de grupo, mosqueado.


— En realidad me lo ha dicho Minho, el reportero. Os vio el otro día yendo a por los papeles, jajajaja. —Se rio con ganas. Era mentira, se lo había chivado Hongbin, pero era un buen tío y no pensaba delatarle.


— ¡Capullo! Oye, Sunwoo, te llamo porque quería preguntarte si tenías alguna forma de contactar con Dongwoo. Es para enviarle la invitación de la boda —Escuchó toda la palabrería, sin creerse lo que estaba oyendo. Baro se mantuvo en silencio, casi ahogándose. Channie no añadió nada, y su cabeza empezaba a zumbarle. Chansik era el único que supuestamente mantenía la relación con Dongwoo. ¿Por qué demonios le estaba preguntando eso a él, precisamente? Sabía perfectamente que no sabía nada de su ex desde años atrás. De hecho lo único que había sabido de su ex fue precisamente de boca de Gongchan ¿cinco? años atrás. 


— ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con él? —preguntó sin pensar, pasmado. No podía creerse que el propio Chansik hubiera perdido el contacto con Dongwoo. Imposible.


— El año nuevo de hace cuatro años. Va para cinco. —escuchó la respuesta, sintiéndose decepcionado, hundido y enfadado. Sobre todo decepcionado. Nunca imaginó que iba a estar decepcionado con la única persona que ahora consideraba su mejor amigo.


— ¿Y por qué ahora? ¿Por qué quieres invitar a tu boda a alguien a quién no te has molestado en contactar en todo este tiempo? —No entendía nada. Chansik y Dongwoo habían tenido un vínculo casi fraternal. ¿Cómo se había roto?, ¿quién lo había roto? Cuanto más lo pensaba peor se ponía. 


— Porque fue mi hermano. Fue el que más me apoyó cuando me declaré gay y cuando todos os opusisteis a que saliese con Hongbin. Sé que no he sido un buen amigo, pero quiero que esté en mi boda. Por esa razón quiero localizarle. —Hubo otro silencio entre ambos. Era ridículo. No podía ser posible que Chansik no supiera dónde vivían los padres de Dongwoo o dónde vivía Dongwoo antes de perder el contacto. Era ridículo que él, su ex, estuviera ya planeando los supuestos sitios donde poder acudir mejor que el supuesto amigo que lo estaba buscando. 


— No… no sé dónde está. Pero tengo el teléfono de sus padres… —Volvió a pausar la voz, dándose cuenta que le estaba diciendo que, a pesar de los años, no había borrado ningún número porque siempre había esperado tener valor para marcarlos—. Oye… ¿Realmente quieres que esté ese día? Te lo pregunto porque… porque es muy probable que, aunque consigas la dirección y le envíes la invitación, no vaya —Soltó todo aquello, volviendo a implantar un incómodo silencio en la línea. Podía ver a Gongchan angustiado, mientras intentaba poner su mejor cara de póker, calibrando un escenario que  no quería ver en su boda. Conocía a Dongwoo. Una vez que te decía adiós ya no había una opción para un hola de nuevo—. ¿Sigues ahí?


— Sí, Sunwoo. Sigo aquí —Dijo a duras penas.


— Creo que sé cómo localizarle. Si realmente quieres que vaya a la boda, si realmente quieres… Pásate por la tarde por aquí y llévame la invitación. Se la daré en mano —Se quedó sorprendido al oírse decir esas palabras en voz alta. Realmente sorprendido.


— ¿Estás seguro? —Gongchan parecía tan atónito como él ante su propuesta.


— Tengo el finde libre…  Y creo que lo mejor, si quieres que vaya a tu boda, es que uno de nosotros pase a verle en persona. Tú no puedes, Sandeul tiene concierto y Jinyoung me escribió ayer diciéndome que no podía quedar conmigo hasta la semana que viene. Está claro que no tengo otra opción. —En realidad sí la tenía.


— Está bien, luego te la doy —Parecía no muy conforme, pero se le veía apurado, urgido en localizarle. Ya vería qué le decía después.


— ¡Hasta luego, Chansik! – Intentó cortar la conversación para no empezar a derivar en un tema sensible.


— ¡Hasta luego, Sunwoo! —Por mucho apodo cariñoso, podía saber que Gong Chansik estaba angustiado, preocupado y compungido. Cortó la comunicación y se quedó  mirando a la nada de su camerino, intentando calibrar la importancia de su espontánea decisión.


Dongwoo siempre hablaba que nunca era tarde para solucionar cosas, que nunca era tarde para aprovechar las segundas oportunidades. Una oportunidad. Después de tantos años tenía una oportunidad, un motivo para ir hasta donde vivía y verle. Enfrentarse a él, a la sombra que le había perseguido durante tantos años de oscuridad, de miedos y de fragilidad. Había conseguido mantenerse sobrio seis años. Había superado  y luchado por no ceder a la tentación durante muchos años. Había buscado un reemplazo del original, sin encontrarlo. Podía caer, podía estrellarse. Podía perder… Podía…


No, no había estado luchando contra sus demonios tanto tiempo como para ser tan tonto para perder otro tren. No era el momento de quedarse quieto, viendo cómo se le escapaba la oportunidad de las manos. Era el momento de ir a por él, de no tener más miedo, de luchar por sí mismo y su felicidad. Nadie iba a regalársela.


Así que pelearía por ella. Costase lo que costase. 

Notas finales:

Llegamos al primer impass, al primer punto de inflexión del fic. 


La verdad es que me encantaría saber vuestra opinión sobre esta visión de los banos en un futuro que he planteado. Especialmente este capítulo, que para mí fue un dolor escribir. Sin embargo, espero que os guste pese a todo.


Ten Years Later es como un puzle que hay armar, pero, como véis, es un puzle simple. A partir de ahora la cuestión se desarrolla en el presente (aunque se hagan visitas al pasado de vez en cuando).


La semana que viene os espera una boda y otro de los capítulos MÁS LARGOS DEL FIC. (Si este os parece largo, esperad, que aún quedan dos capítulos más largos que este todavía ^^). Actualizaré el viernes, como siempre, si todo va bien.


A pesar de los pocos reviews, he decidido actualizar hasta el final. Así que disfrutad. Un saludo. 


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