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Wings of Destiny por Kaiku_kun

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Notas del capitulo:

Ya estoy aquí!! he tardado un poco, pero ha valido la pena jeje este es el último capítulo, pero creo que es el más largo de todos jajaja hay un poco de todo, el final de la aventura, el final del viaje... y otro tipo de final ¬///¬ que me ha costado lo suyo redactar jaja espero que disfrutéis del final!!

Música: Lacrimosa - Elodia, que es una historia de amor jeje

El título de este capítulo es una frase que sale en el capítulo 2x02 de la serie Avatar the Last Airbender, que describe muy bien la mayor parte de la historia. Es un buen colofón jeje

Para todos aquellos que querráis seguir mis otros fics y ver algunas fotitos chulas, aquí os dejo mi página de facebook! Un like es felicidad! Y si se comparte es aún mejor! https://www.facebook.com/kaikufics/

5. “Focus less on the Where, and more on the Going”

(Céntrate menos en el “adónde vas”, y más en el camino)

 

Seguidores de Set y de Isis dejaron la Esfinge atrás para volver a quedar a la vista de la población y la policía reunida cerca de las ruinas, en el templo donde Asim había colocado el relieve de Yugi. Allí, se empezaron a tomar decisiones:

—Hay que devolver los relieves al museo —dijo el seguidor de Set, señalando el que aún cargaba Atem—. Os lo dejo en vuestras manos.

—¿Qué pasará con vosotros? —preguntó Yugi.

—Tenemos que pagar por nuestros crímenes, aunque estuviéramos cegados por la ira. Set nos ayudará, vivamos o no.

—Isis también —confluyó Yugi con las emociones de su antiguo enemigo, cogiéndole de los antebrazos, a la par que miraba al resto de seguidores con compasión.

Asim también les deseó el menor sufrimiento posible, pasara lo que les pasara. Sus compañeros extrajeron el relieve de Yugi del recuadro donde había sido depositado, mientras los de Set se iban. Yugi vio con algo de impotencia cómo la policía les detenía después de una corta conversación. Mientras observaba, vio de pasada las ambulancias.

—¿Cuándo han llegado?

—Las llamaron cuando la tormenta os engulló —explicó Sugoroku—. Supongo que vieron que estabais en peligro. Sobre todo porque después de haber desaparecido, yo intenté entrar en la tormenta y no pude.

—Es que…

Yugi se puso a contarle a su abuelo el cambio del mundo real al reino de Set. Le prometió a su abuelo que con calma lo escribiría todo y se lo explicaría con detalles, pero avanzó cosas que pasaron en la batalla. La presencia de Isis, de Set, los animales, los siervos de Anubis… Sugoroku intervino contando la aparición de Isis, desde una pequeña chispa hasta ser el gigante lumínico que vieron todos, incluidos ciudadanos egipcios.

—¡Increíble! Probaré de dibujarlo cuando me lo cuentes mejor. Es una ocasión vital para aprender más de la mitología egipcia.

—Abuelo, tu siempre igual…

A un lado del templo, retirado, solo y cansado, estaba Atem. Estaba hecho un lío. Se sentía bien por haber acabado la batalla y la disputa, pero tenía sentimientos encontrados, dejando vivos y en manos de la policía a los seguidores de Set. Él siempre había entendido que solamente Isis tenía el poder de juzgarles, que ellos siempre serían sus enemigos, y en la batalla lo habían sido (y muy dignos), pero en un giro inesperado, Yugi había jugado su baza pacificadora e inmediatamente Isis, Asim y el resto habían seguido el mismo camino. ¿Por qué? Entendía que Set fuera venerado y que a veces no fuera intrínsecamente malvado pero… ¿qué pasaba con los causantes de todo? ¿Porqué de repente ahora eran buenos y todos les aceptaban como tal? ¿Por qué era el único que no estaba convencido?

—Atem. —Era Asim—. Noto tu conflicto interno. ¿Qué ocurre?

—Siempre me habéis enseñado que hay que luchar contra Set para que Egipto y los dioses solares estén a salvo. No entiendo este resultado.

—La batalla ha terminado, Atem. Ya no hay enemigo.

—¿Así, sin más? —cuestionó, levantando la cabeza y mirando molesto a Asim—. ¡Lo único que ha cambiado es que los seguidores van a la cárcel! ¿Qué pasa con todo el resto?

—No pasa nada. Está todo en orden.

—Pe-pero… yo… lo que me habéis enseñado…

—Te enseñamos a creer en ti mismo y a luchar por lo que valoras. Te enseñamos que las cosas no siempre tienen la forma que aparentan. Por eso has sido tan astuto guiando al otro enviado por todo este proceso. Pero una cosa que nunca pudimos enseñarte nosotros, aunque lo intentamos, que es ser adaptable y receptivo.

—¿Qué tiene que ver esto con el final de la batalla? —replicó molesto Atem. Asim siempre daba unos rodeos enormes para llegar a la conclusión.

—Una creencia poderosa puede llegar a cegar. Nosotros intentamos que no vieras esto como blanco y negro, nosotros los buenos, ellos los malos. Pero fue inevitable. Te basaste en eso para crecer como guerrero. Creíste que sacrificar parte de tu forma humana para conseguir más fuerza y poderes divinos era lo correcto y lo necesario para enfrentarte a Set. Y sin duda te ha resultado útil. Pero ahora te choca que Set no sea el malo. No hay buenos ni malos en una guerra. Solamente humanos cegados por sus propias creencias. Todas las religiones han creado guerras por esto, por ser intransigentes, poco adaptables, poco permisivas. El cristianismo es la primera.

—¿Entonces los seguidores de Set estaban cegados por la venganza del pasado?

—Sí. Cuando Yugi ha comprendido lo que ocurría, se ha prestado para restablecer el orden. Donde Set e Isis están al mismo nivel y son buenos hermanos, como debería haber sido siempre. Tú solamente tienes que darte cuenta de lo mismo, a tu manera.

—He… he sacrificado parte de mi humanidad para esto… yo… llevo esta maldición por orden de Isis…

—No estoy tan seguro de que sea una maldición.

—¿Cómo dices?

—Creo que Isis detectó esa fuerte personalidad tuya, ese orgullo por tus valores. Creo que quiere enseñarte algo. ¿Qué cosas buenas te aporta ser una golondrina?

—Me permite desplazarme rápido —dijo, dudando—. Puedo volar, puedo ahorrar en comida y bebida. En situaciones de emergencia es muy eficaz. Pero me impide ser humano por mucho tiempo, y suele ocurrirme en el peor momento.

Asim sonrió. Él ya había visto el problema, pero no estaba seguro si decirle a Atem cuál era. Estas cosas, contadas, no son lo mismo. Y la intransigencia del enviado de Isis podría hacer que se resistiera a la verdad.

Atem, por el otro lado, había visto la sonrisa de Asim, y ya se había emparanoiado analizando sus propias palabras, a ver qué había dicho mal. Se mareó un poco pensando, por el cansancio, e inconscientemente acabó pidiendo ayuda a Isis para que le calmara los nervios. Lo que no esperaba era que apareciera.

—Atem, ¿qué has hecho? —le preguntó sobresaltado Asim, que veía como una forma lumínica pequeña salía del cuerpo del enviado—. ¿Cómo lo has hecho?

—No… no se…

La repentina luz atrajo la atención a todos los que había al alrededor. Yugi se acercó el primero, preocupado por Atem. Pero ninguno dijo nada. Estaban esperando una voz,  una señal, algo que les dijera que no había peligro. En lugar de eso, parecía que Atem estaba escuchando.

—Isis… —murmuró, cuando se acabó de formar, siendo no más grande que un brazo de Atem—. Lo siento…

Estás confundido, enviado”, dijo ella, en la cabeza de Atem

Sí… ahora empiezo a entender que la batalla era una… farsa. Para hacer entrar en razón a Set.”, dijo Atem, desorientado por la voz solemne de la diosa.

No era una farsa. Era real. Set y sus seguidores estaban en peligro. Pero ya no.

Siempre habláis en acertijos… no lo entiendo. Pero estoy confundido por los poderes que me otorgaste. ¿Por qué una transformación que no puedo controlar?”

“Podrías, si entendieras. Lo que ves de ser una golondrina es que es una utilidad, y nada más. Ir a un sitio, ahorrar tiempo. Pero la utilidad es justo lo último que quería que vieras. Te queda un largo camino por recorrer. Ya no hay objetivos, por eso estás confundido. Solamente te queda el camino. Tú decides cómo interpretar ese camino.”

La voz desapareció. Isis también. Y luego todo el alrededor de Atem se desvaneció.

Atem despertó unas pocas horas después en el hospital. Estaba mareado, agotado, sentía náuseas, pero nunca se había levantado de la cama con una perspectiva tan grande de su mundo.

—¡Atem! ¿Cómo estás? ¡Nos tenías preocupados! —Era Yugi, que estaba sentado a su lado. Bueno, casi no vio eso, porque se había lanzado despreocupado a abrazarle. Era un abrazo cálido, pero el mareo de Atem le impidió saborearlo.

—Estoy… bien —mintió—. ¿Qué ha pasado?

—Te desmayaste justo después de que Isis desapareciera —le contó Yugi, desenganchándose un poco—. Corrimos hasta las ambulancias y te trajeron al hospital. Asim y el resto se quedaron allí para informar de lo que había pasado. Dijeron… que ya no volverían a vernos en mucho tiempo.

Atem se quedó serio, sin reaccionar a eso último. Él pensaba lo mismo. Algo en las palabras de Isis le había hecho ver que era hora de empezar otro viaje… y Asim y los suyos no estarían allí para ayudarle.

—Yugi… te dije que quería vivir contigo, fuera donde fuera, ¿te acuerdas?

—Sí, c-claro —contestó Yugi, enrojeciendo. ¿Cómo iba a olvidar eso, con todo lo que había imaginado sobre ello?

—Pues voy a tardar un poco a cumplir eso. Quiero… quiero llegar por mi cuenta a tu casa.

—¿Qué quieres decir? ¿Siendo golondrina? —preguntó, algo sorprendido.

—Sí.

—¡Es genial! ¡Por fin te vas a divertir volando! No sabes la envidia que te tengo por poder ir a donde quieras y cuando quieras solamente echando a volar…

Atem se quedó algo atónito con esa reacción. Yugi lo había entendido al instante. Divertirse volando. Eso era algo que no había concebido nunca. Eso debía de ser lo que Isis y Asim habían probado de decirle. Ya no había deber de ir a ningún sitio, sin objetivos ni prisas… así que podía disfrutar de esa maldición.

—Soy… libre… —murmuró.

—¡Pues claro! ¡Yo pensaba que ya lo eras! Con lo fácil que parecía…

De nuevo, Yugi parecía que entendía cada paso que Atem daba. Yugi sí que era libre. No veía objetivos, solamente disfrutaba de todo lo que hacía o sobrellevaba todo lo que podía los malos ratos, sin pensar cuándo acabarían. Atem sonrió. Esa réplica del él mismo, pero en pequeñito, le estaba enseñando un montón en poco tiempo. Y siempre se mostraba tan alegre… Tenía ese don de la calma y la alegría de Bastet.

*  *  *

Atem salió del hospital la mañana siguiente. Se despidió con un abrazo de Yugi, prometiéndole su primer beso pronto (lo que hizo fundir de vergüenza al pobre Yugi) y le dio la mano a Sugoroku, deseándole suerte con el resto del viaje. Se transformó en golondrina y desapareció entre los edificios de El Cairo.

A partir de entonces, Yugi echó de menos la presencia del otro enviado a cada rato, y a la vez se sentía con muchas ganas tanto de volver a casa como de ver todo lo que Sugoroku tenía planeado.

Así, la semana de Yugi en Egipto pasó a mucha velocidad. Abuelo y nieto vieron las ruinas de Menfis, antigua capital del Bajo Egipto, las pirámides de Saqqara, y luego subieron al Alto Egipto a ver la ciudad de Tebas, la enorme necrópolis de Abydos, el Valle de los Reyes y, en la última visita, después de ver Abu Simbel, llegaron al templo de Isis en la isla de Philae, el más importante (y reconstruido) de todo el Egipto antiguo. Allí, Yugi se tomó un tiempo a solas, en el espacio restringido del templo, donde solamente los sacerdotes podían entrar antiguamente. Puso las manos en el pequeño altar, a modo de mesa de piedra, y evocó a Isis, dejando que su cuerpo se iluminara. Le dio las gracias por ayudar a Atem, a él, por haberle permitido enseñarle las maravillas de su país y por haberle protegido siempre. Salió de allí sintiéndose muy ligero y atrayendo a él todas las miradas de los turistas, que veían una misteriosa aureola de un color parecido a la piedra del templo que emanaba de un joven japonés.

De vuelta a El Cairo, hicieron una última visita al museo. Allí, los dos relieves, tan pequeños e inofensivos, que habían causado tantos problemas, ya estaban expuestos juntos. Pasaron un día allí solamente por el recuerdo agradable.

Yugi, estando en el avión, no dejaba de mirar por la ventana. Se sentía tranquilo. Pensaba en Atem, cuando le viera al volver a casa. Pensaba que ojalá él también tuviera alas, para no tener que coger un avión. También pensaba que a Atem no le gustaría estar encerrado allí dentro, después de haber comprendido que ser mitad pájaro era lo más libre que se podía ser.

Yugi no se dejó llevar por la ilusión, pese a todo. No tenía ni idea de cuánto tardaba una golondrina en cruzar medio mundo, pero estaba seguro de que no sería poco. Además, pensaba que, si él fuera también un pájaro, se tomaría su tiempo para llegar, para ir con calma y ver mundo. Y quizá explorar cosas de sí mismo por su cuenta.

Por eso no se desanimó cuando él y su abuelo encontraron la casa vacía.

—Me pregunto cómo llegará Atem hasta aquí. ¿Cómo sabe dónde vivimos? —preguntó su abuelo la misma noche que llegaron.

—Yo creo que me encontrará porque sabe detectar a Isis. Por eso siempre me encontraba en Egipto.

—Ay, mi nieto, que se me hace mayor… ya tienes tus propias aventuras… ¡y te has echado novio!

—¡Abuelo, qué vergüenza! —soltó él, tapándose la cara. Aunque en realidad daba gracias: Sugoroku ni había pestañeado ante la idea de tener yerno, sobre todo siendo Atem un chico.

—¿Sabes? Creo que esa ropa que te compré recreando la del antiguo Egipto le gustaría a Atem. Está más acostumbrado a ella… a ver cómo reacciona.

—Madre mía, trágame tierra… —contestó él. Su abuelo era muy travieso y se divertía incomodando de esa manera a Yugi.

Esa noche no consiguió dormirse enseguida, pensando en cómo iba a aparecer Atem… y cuando. También pensó que sería una buena idea hacer caso de su abuelo y ponerse la ropa egipcia, así que, sin que nadie más lo supiera (pues lo tenía guardado en su armario ya), se lo puso a modo de pijama.

—Hala, qué suave… —dijo en voz alta, cuando se lo puso. Puesto no era lo mismo que simplemente tocarlo en la tienda de recuerdos. No tenía mangas y si no fuera por el cinturón, sería un vestido que acababa en las rodillas—. Es muy cómodo…

No esperaba que Atem llegara esa misma noche, así que simplemente pasó el rato sin poder dormir con los ojos cerrados.

Así, pasaron unos días, en los que Yugi miraba despreocupadamente por el balcón al cielo estrellado nocturno, sonriendo, calmado, con la ropa egipcia, y luego se iba a la cama. Apenas salía (sus amigos estaban lejos, también de viaje, porque era verano), tampoco trabajaba, aparte de ayudar a su abuelo con la tienda… básicamente tenía mucho tiempo para él.

—Anda… ¿y cómo se va a comunicar con mis amigos? —pensó uno de esos días—. Tendrá que aprender japonés… Y supongo que ir al instituto también estaría bien. ¿Tendrá dinero por si mi abuelo no lo puede cubrir todo?

No es que le preocupara especialmente, en esos instantes… pero se planteaba curiosa esa relación.

Y sin querer, dos semanas habían pasado. Había lavado el vestido ese unas cuantas veces, por si acaso, y ya había cogido su aroma. Seguía poniéndoselo. Y seguía saliendo al balcón un rato y luego entrando de nuevo.

—Bueno, hora de entrar. Empieza a hacer fresco —se dijo, un día.

Era uno de los últimos días de agosto y se acercaba una tormenta. Le preocupaba que afectase al vuelo de Atem. Probablemente por eso, cuando se durmió, acabó soñando con él. Era un sueño cálido. Era casi un recuerdo inexistente de su viaje a Egipto, de tan real que era. Estando junto a Atem, un Atem sonriente, paseando ambos entre las ruinas de Menfis…

Un sonido parecido al choque de una piedra contra un cristal le despertó. Estaba algo desorientado, pero miró hacia la puerta y luego hacia la ventana, para aclararse los ojos.

La luz de la luna le daba de lado, así que podía ver bien su cara, su sonrisa. Estaba igual que siempre, la misma ropa, el mismo porte. Estaba tranquilo y relajado. Algo que Yugi ya no podía decir de sí mismo.

—Ábreme, anda —le dijo en egipcio antiguo—. Que empieza a hacer frío.

—Pe-perdona, yo… lo siento —dijo, corriendo a abrir la ventana, sin querer mirar la cara que pondría Atem por su modelito.

Él entró con calma y se quitó el abrigo oscuro, tan parecido a una capa. Luego se acercó a Yugi, que a la luz de la luna, y con su cara de vergüenza, resultaba más que adorable. No pudo contener las ganas de abrazarle muy fuerte y enterrar su nariz en el pelo de Yugi, cerrando sus ojos, para notar su aroma. Le parecía que había esperado muchas vidas a tener de nuevo ese contacto.

—Me siento como si esto ya hubiera sucedido —dijo precisamente Yugi, con la voz temblorosa.

—Parece como si supiera todo lo que va a pasar a partir de ahora…

Yugi levantó la cabeza para mirarle a los ojos. Su voz le hipnotizaba y sus ojos amenazaban con hacer lo mismo. Ya lo estaban haciendo. Le estaba mirando, perdido en ellos, con los labios entreabiertos. Seguía su instinto, como siempre… le decía que se pusiera de puntillas. Que pusiera sus manos en el pecho de Atem. Y el obedecía. No llegaba a Atem, pero él acabó de cubrir la distancia. Su primer beso… en esa vida. A ambos les parecía tan familiar… Se sentían como si se conocieran de arriba abajo el uno al otro. Yugi no se sorprendió de notar las caricias de Atem por toda su espalda, sintiendo el contacto de la ropa, pero notaba su cara ardiendo… pero no quería parar.

Después del primer beso, vinieron más, cortos y largos, pero sin ninguna prisa. Notaba el calor en su cuerpo y la emoción en el corazón cuando Atem se atrevía a pasar la mano por debajo de su ropa, pero dejándole con las ganas de más. Notaba dos bultos misteriosos y vergonzosos, el suyo y el de Atem, deseosos por salir de su prisión. Sus manos se habían cansado de estar quietas también, y probaron de meterse bajo la camiseta de Atem… a lo que él respondió quitándosela. Ver su cuerpo moreno lo detuvo un instante, pero luego casi le obligó a tumbarse en la cama. Atem obedeció sin decir nada, solamente dando más besos. Yugi estaba tan concentrado en quedar atrapado entre la emoción y los labios de Atem que casi ni se dio cuenta de que, en algún momento, se había quedado sin el cinturón que le sujetaba la ropa. Solamente cuando notó las manos del mayor acariciándole las piernas y subiendo por su trasero Yugi se sobresaltó por un instante, despegándose unos milímetros de su novio. Atem paró entonces, pero Yugi le dijo con la mirada que podía seguir. El menor notó las dos manos de Atem acariciando desde el trasero hasta la espalda, lentamente. Él no quería quedarse atrás, así que mientras pudo, le quitó los pantalones a Atem. Pero hubo un momento que ya casi estaba completamente desnudo y tenía que quitarse el vestido, así que se quedó medio sentado y acabó por tirar ese pijama improvisado a un rincón.

Ahora se encontraba desnudo, rojo de vergüenza, e intentando taparse un poco el cuerpo. Atem sonrió piadosamente, pero con un movimiento rápido, lo acabó tumbando y se quedó él encima, lo que le dio a Yugi una apariencia de total falta de protección. Qué poco tardó Atem a quitarse del todo los pantalones para abalanzarse encima de su novio de nuevo. Ya no iba a ser tan clemente. Notaba a Yugi ardiendo, y él estaba igual, así que quiso notarlo piel con piel, cuerpo con cuerpo. Ambos notaron esos bultos húmedos que obstaculizaban en la barriga, pero les hacía sentir traviesos. Por eso Atem empezó a mover las caderas, para juguetear. Yugi empezó a notar ese cosquilleo de aviso que le decía que empezaba lo mejor… tuvo que soltar aire, y cada vez lo soltaba más aceleradamente. Le costaba controlarse. Pero Atem lo vio y decidió jugar un poco más: bajó hasta su entrepierna, llenando su cuerpo de besos, y empezó a lamer la punta del miembro de Yugi.

—Aah… —No era un gemido, más bien soltaba aire, por el pequeño susto y la vergüenza, a la vez que se dejaba llevar. Atem profundizó un poco y se alegró de notar la respiración acelerada de Yugi—. A-Atem… yo… no sé si aguantaré mucho…

Atem no paró de hacer estremecer de placer a su novio, pero le distrajo metiendo dos dedos de golpe por su trasero. Yugi se tensó un segundo, pero le había parecido que entraba muy fácil. Al cabo de nada, se añadió un tercero, y notó como Atem empezaba a hacer espacio. Entonces sí que paró, para darle un descanso momentáneo a Yugi.

—¿Preparado?

Yugi asintió y luego sonrió de forma tímida. Cerró los ojos y notó como algo grueso y caliente entraba dentro de él. Dolía un poco, pero se acostumbró enseguida, porque Atem se detuvo unos instantes. Cuando relajó la tensión de su cuerpo, notó casi al instante el movimiento de Atem, pero ya no dolía, daba un cosquilleo muy agradable por toda esa zona. No lo suficiente fuerte para que se le escapara… “lo suyo”… por suerte.

—Mmm… aah… —Iba soltando. Eso sí no lo podía controlar, a veces por con una risa traviesa incluida. Atem estaba acelerando poco a poco—. Mmm… sí, más rápido…

—Hah… Mm… —A Atem se le oía menos, pero se le oía. Se puso cara a cara con Yugi, para besarle de vez en cuando—. No creo que aguante mucho más…

—No te contengas… Dame todo lo que tienes…

Atem aceleró todo lo que su cuerpo le permitió mientras controlaba los espasmos de su clímax. La cama se movía ferozmente, pero sin hacer ruido. Yugi gemía sin cesar, muy divertido por la excitación de su novio y, cuando vio que él ya empezaba a bajar el ritmo, empezó a respirar hondo, para recuperar aire.

—Por Hathor, Atem, ha sido… —Pero no acabó la frase porque Atem volvió a los lametones en la zona de antes. Yugi fue sorprendido, y acabó gimiendo de nuevo. Atem usaba su boca y su mano para hacerlo aún más placentero. Nadie podía aguantar eso en silencio—. Aah… Atem…

Yugi se sintió en el cielo por unos instantes cuando todo el placer fue liberado. Atem siguió unos instantes más y luego subió a estirarse con Yugi. A él le subieron todos los tonos de rojo posibles.

—Te lo has…

—Sí. No me importa.

—Qué vergüenza… —dijo, enterrando la cabeza en el pecho de Atem.

—Crees que tu abuelo nos habrá oído.

—No lo sé, pero cuando te vea mañana sabrá qué ha pasado.

—¿Por qué?

—Él tuvo la idea de la ropa egipcia.

—Qué vergüenza… —Esta vez era Atem quien lo decía.

—Qué me vas a contar… —dijo medio riendo. Luego alzó la cabeza para mirarle a los ojos—. Me alegro tanto de que estés aquí… Te quiero.

—Yo también te quiero —le correspondió Atem—. Caray, Isis hablaba del camino, ¡pero menudo final que me esperaba!

—Eres un pervertido —le replicó Yugi, empujándole un poco por el hombro—. Anda, duérmete.

—No creo que pueda, hoy —le dijo, con un tono más sensible—. Te tengo a mi lado por primera vez en esta vida. Déjame disfrutarlo.

Yugi le sonrió el cumplido y le besó. Se quedaron toda la noche con los ojos cerrados, o a veces entreabiertos para asegurarse que no era un sueño, acariciándose y dándose besos calmados. Unidos de nuevo.

 

 

Notas finales:

Espero que os haya gustado mucho este final jeje comentad! :)

 

PERO ATENCIÓN, QUE ESTE ES EL FINAL DE LA PRIMERA PARTE!! :p


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