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Ese monstruo que yo amo (Xiuhan) por otradimension

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Notas del capitulo:

Fic hecho por mí pero revisado y corregido por exolove1

Minseok nació con uno de esos talentos naturales que la mayoría del planeta desearía tener, pero que para conseguir debían esforzarse años. Minseok era un niño de apenas ocho años, rellenito, lindo, muy inocente y encantador; llamaba la atención de cualquiera por su sonrisa y sus gatunos ojos, así como su comportamiento obediente. Minseok era solo un niño de ocho años con el talento natural de cantar.


Su voz era hermosa. Sus abuelo, antes de morir, la comparaba con la voz de un hermoso ángel, un ángel de la guarda. Su abuela amaba esa voz y siempre que venían a su casa de visita, le hacía cantar un poco de cualquier canción infantil que se supiera Minseok con ocho años de edad. Esa voz llenaba su corazón de alegría.


Minseok era consciente de esa voz, pero como cualquier niño de ocho años, en su mente solo había cabida para jugar fuera con sus amigos de escuela, pedir por comida a sus padres, ver series de dibujos japoneses que daban en corea del sur y soñar con el típico de ‘’ cuando sea mayor seré astronauta ‘’ y cosas por el estilo de cualquier niño. Pero no todo era bueno en la vida, y con Minseok había un problema, quizás dos si los nombrabas por separado, que no dejaban disfrutar al niño de su relajada vida: Sus padres.


En Minseok no veían una tierna e inocente criatura, amante del fútbol y con una dulzura extrañamente atrayente con una voz de ángel; en Minseok veían dinero.


Solo dinero.


¿Qué padres tan horribles veían dinero en su hijo de apenas ocho años, con edad para jugar? ¿Qué padres obligaban a su hijo a madurar temprano solo para sacar dinero de él y vivir de lujo como siempre quisieron ellos?


Sus padres.


Y así, Minseok se vio con que, un día, dejó de salir todos los martes, miércoles y viernes con sus amigos para ir dos horas a clases de canto para mejorar su voz, para poder controlarla mejor y que aquellos pequeños desafines no existieran. Pero la codicia era grande, y daba igual cuanto llorara el niño de ocho años por salir con sus amigos, sus padres solo veían una fuente de dinero, y como tal, jugar estaba prohibido. No bastándoles con eso, queriendo que el niño tuviera más talentos que mostrar, los lunes, jueves y sábados iba a clases de teatro.


¿Dónde estaba su tiempo libre para jugar, disfrutar, ver dibujos y sonreír?


Ese tiempo se le fue arrebatado cruelmente por los seres que le trajeron al mundo.


Y Minseok, cual niño de ocho años, no entendía porque no podía ser como los demás niños del barrio o de la escuela, porque por tener una voz hermosa debía de pasar todo su tiempo libre cantando y actuando en vez de ir detrás de una pelota, regalar flores a la chica que se sentaba al lado o tirar papeles a la profesora cuando se giraba.


Minseok, simplemente, no entendía por qué.


Y fue así como estuvo meses yendo a esas clases, teniendo solo libre los domingos, empleados tan solo en que mostrara a sus padres lo que había aprendido mientras ellos le grababan con rostros serios y lo mandaban a diferentes programas para que el niño fuera aceptado en alguno, y cuando Minseok pedía de salir a jugar, ellos le regañaban a gritos y le mandaban a su habitación para que ‘’ practicara más por sí solo, que debía de darles dinero ‘’.


Y Minseok… Lo hacía.


Y después de tantos intentos, mandando vídeos – cada uno mejor que el anterior – hubo dos programas que aceptaron a Minseok para que apareciera, y los padres, felices, salieron de fiesta dejando a un niño de ocho años solo en casa toda la noche.


Sin cenar.


Cuando dos días después, fueron al programa con Minseok, causó una gran sensación en todo corea por encima de otros niños que fueron también. Minseok era obediente, pero un poco bromista cuando fue entrando en confianza haciendo reír a todos en el programa, y su voz cautivó a los espectadores. Con el segundo programa, fue igual.


Así fue que, con el dinero que les dieron a los padres por llevar al niño a esos dos programas, renovaron varios muebles de la casa y sus ropas, pero Minseok debía seguir yendo con las cinco o seis prendas de siempre. Siempre era primero ellos, después el hijo por el cual, ese dinero, había llegado a sus codiciosas manos.


Después de aquello, un mes después, fueron de nuevo a esos dos mismos programas que tomaron por habitual traer cada poco a Minseok porque era encantador, todos querían ver a ese niño haciendo bromas, reír, sonrojarse cuando le decían cosas bonitas y, sobretodo, cantar.


Cantar era su punto fuerte.


Para sorpresa de los padres, una revista contactó con ellos para hacer una pequeña sesión fotográfica con Minseok y otra niña, unos dos años más grande. Ellos, por supuesto, aceptaron y aunque Minseok no quería porque habría demasiadas cámaras como con los programas a donde iba, y los flashes de las cámaras le daban pánico, los padres le llevaron después de gritos y amenazas. Esa revista tuvo record de ventas la semana que salió.


Minseok era dinero.


Minseok era un niño talentoso.


Minseok era especial.


Minseok estaba perdiéndose su infancia.


.


.


.


Luhan era un niño de diez años como cualquier otro del barrio, salvo por una pequeña diferencia, quizás, a su edad bastante notable. Era chino en un país coreano. Sus padres se mudaron hacía tres años a Corea del sur por trabajo, y Luhan tuvo que aprender forzosamente, a pesar de gritar, llorar y patalear, ese nuevo idioma a la vez que seguía yendo a clases de chino.


Bueno, se terminó acostumbrando, aunque se le notaba mucho el acento.


En clase solían hacer comentarios por su acento chino y por sus errores más notables que la media, pero Luhan era un niño optimista y, como tal, dejaba pasar esos comentarios y reía de ellos, provocando que tuviera muy buena fama en la escuela.


La familia Xi, padres y abuelos de Luhan, eran muy ricos. Dueños de una cadena de hoteles costosos en china, habían ampliado el negocio a Corea del sur, ahí que estuvieran en ese país ahora. Un país que les acogió bien, que les abrió las puertas del negocio y que los trataba como dioses. Fue tanto el trabajo que dieron a miles de personas en corea, que el gobierno tenía cuidado con ellos.


Así de influyente era la familia Xi en Corea y, por supuesto, en China.


Luhan iba a un colegio de gran prestigio entre las familias con buena posición económica, siempre impecable y sonriente. Tenía más amigos de los que necesitaba, y es que el dinero, incluso a la edad de diez años, llamaba muchísimo la atención. Luhan no era tonto, sabía porque se acercaban a él la mayoría del tiempo, y es que ser amigo del hijo de una de las familias más influyentes de Corea del sur y China no era para menos.


Al vivir en Corea, la familia pudo permitirse el capricho de darle un hermano a Luhan, quien lo estuvo pidiendo durante más tiempo del que recordaba el propio niño, y de ahí nació Sehun, con actualmente unos dos años de edad, todo un bebé que reclamaba más atención de la deseada por Luhan pero que, aun así, cuidaba y protegía. Pobre de la persona que osara hacer un mal comentario de su hermanito, porque hermanito Luhan estaba ahí para protegerle con sus ‘’ súper poderes de Iron Man ‘’.


Así, Luhan tenía una buena vida. No tenía nada por lo cual quejarse, porque aunque la mayor parte del tiempo en su casa estuvieran las criadas con Sehun y con él, cuando sus padres estaban en casa, trataban de cuidarles, de tener tiempo con ellos y hacer actividades que cualquier padre haría con sus hijos como ir al parque, ir de vacaciones, ir al zoo y a un parque de atracciones.


Luhan era muy feliz.


Un día, Luhan se apoderó de la televisión y se puso en busca de otros programas que le gustaran que no fueran dibujos porque ‘’ él era todo un hombre, ya había crecido mucho, tenía diez años y los dibujos eran para nenas ‘’. Paró cuando escuchó la harmoniosa voz de alguien, un niño de su edad, quizás un poco menos, que cantaba una canción clásica coreana que había escuchado Luhan por las calles cuando se celebraba alguna fiesta tradicional.


El niño, a sus ojos, era hermoso. Ligeramente rellenito, de ojos gatunos, mofletes llamativos, piel blanca como la leche, pequeño y manos finas. Embobado y con la boca abierta, se quedó mirando al niño.


¿Era él o ese niño que estaba dentro de la televisión brillaba tanto como el sol?


¡Quería hacerse amigo de ese niño! ¡Debía conocerle!


Su mente de diez años, donde no había cabida para la maldad y la insolencia, para el verdadero amor y la pasión, solo para los amigos, el fútbol y los caprichos de niño rico típicos, le decía que ese chico de harmoniosa voz y mejillas de ‘’ Baozi ‘’ debía de ser su amigo sí o sí, que debían de conocerse, jugar fútbol juntos en el parque de al lado de su casa, ver películas de Iron man y Súper man y otras tantas cosas.


Luhan quería a ese niño a su lado.


-Oh, vaya ¿Ese no es el nuevo niño famoso? –Escuchó Luhan decir a su madre que se sentó a su lado.


-Sí, lleva en ese programa mucho tiempo –Dijo su marido –Es hermoso y su voz es llamativa, pero no me gusta.


-Los niños son niños y así debería de ser hasta que crezcan–Dijo la mujer acariciando los negros cabellos de su hijo que seguía embobado. –Cariño ¿Está todo bien?


-Ese niño… -Murmuró Luhan –Lu quiere ser amigo de ese niño, mamá.


-Bueno, no sé si podrías. –Dijo ella cariñosamente –No sabemos dónde vive.


-Pero papá tiene dinero y dice que con el dinero se puede conseguir todo lo que uno desea –Dijo él –Lu quiere ser amigo de ese niño.


-Papá dice eso –Dijo el padre –Pero siempre hay un límite, no se pueden comprar las amistades, Luhan.


Luhan hizo un puchero y siguió viendo el programa con cierta tristeza. Él quería ser su amigo ¿Por qué sus padres no lo entendían? Solo quería conocerle, jugar con él a todo tipo de juegos e invitarle a su cumpleaños.


¡Seguro que se lo pasaban bien!


-Mira, ahí pone su nombre –Dijo la mujer. -¿Puedes leerlo, Lu?


Luhan puso mala cara, pero se esforzó para poder leer aquellas letras coreanas que tanto le costaba entender, quizás más que las chinas.


-Ki… Kim… Min….Kim Min…


-Kim Minseok


Luhan miró con sus ojitos de ciervo a su padre, quien completó el nombre de aquel hermoso niño.


Kim Minseok… Lo recordaría.


Y así, las criadas tenían la orden de poner ese programa siempre que lo dieran a Luhan si se olvidaba, porque cuando descubrió que era un programa de talentos en el cual Minseok siempre participaba y podría ganarlo, se le antojó verlo. Aunque los padres pensaban que era por el programa más que por el niño, poco tardaron en descubrir que Luhan estaba encantado con ese niño del cual no podía ser amigo, pero que quería serlo y no perdía sus esperanzas.


Llegó un punto en el cual compraban las revistas donde salía o donde hablaban de él y Luhan, en vez de practicar su coreano con libros de verdad, se leía las revistas – concretamente, la parte de Minseok – una y otra vez. Puso dos posters de Minseok en su habitación, que salieron cuando ganó el programa de talentos, y sus padres consiguieron la manera de grabar todos los programas donde había salido hasta ahora y dárselos a Luhan, quien siempre que tenía tiempo libre y no estaba jugando fútbol o en sus recientes clases de inglés, estaba viendo esos vídeos una y otra vez.


Luhan se convirtió en el fan número uno de Minseok, de una manera casi preocupante, pero debido al trabajo, sus padres no se dieron cuenta de aquellos pequeños indicios que comenzaban a indicar otra cosa.


Desde las veces que repitió los vídeos a lo largo de todo un año, cumpliendo los once; las veces que Luhan hablaba del chico cual fan hasta los posters que rodeaban toda su habitación.


Luhan era, oficialmente, fan número uno de Kim Minseok, nuevo niño prodigio en Corea del sur.


.


.


.


Cuando Minseok cumplió los nueve años de edad, una agencia de talentos lo contrató para hacer de él un niño más que prodigio, para hacer un auténtico artista en el futuro y, por supuesto, ofrecieron mucho dinero a los padres y ellos, encantados de recibir tal suma de dinero, aceptaron de inmediato, sin pensar si Minseok quería o no estar verdaderamente en ese mundo. El niño de apenas nueve añitos de edad solo quería dejar de ir de programa en programa, solo quería jugar como todos.


Odiaba la vida que le estaban dando sus padres.


Entró en la famosa y clamada SM Entertainment, famosa por los múltiples artistas famosos que salían de esta agencia. Pasó, primero, unas pruebas iniciales de canto que fueron superadas inmediatamente, también pasó pruebas de baile que no fueron tan bien, pero las pruebas de actuación, sin embargo, también fueron espectaculares. Así, Minseok acabó dentro con un contrato de diez años con tan solo unos nueve años de edad donde quedaba estipulado que todo el dinero que ganara con ellos iría a los padres al ser menor de edad.


Ni siquiera recibía una pequeña parte.


Minseok terminó por ir todos los días, por las tardes después de estudiar, a la empresa a ensayar sobretodo baile, combinándolo con ensayos de canto cada dos días y de actuación cada cuatro. Todo aquello sin dejar sus estudios, teniendo que sacar excelentes en sus notas o sus padres se enfadaban y le gritaban, castigándole con la poca libertad que le quedaba a Minseok: sus dos únicos videojuegos.


Estuvo meses ensayando bajo las órdenes de los coreógrafos, limitando el tiempo que pasaba en programas, a los cuales solo asistía a los que ofrecían sumas de dinero más grandes que la media, y comenzando a hacer anuncios para juguetes o moda infantil masculina.


El niño era famoso, el nuevo prodigio de Corea, y se esperaba mucho de él para los siguientes años.


Minseok no podía fallarles, porque si todo salía como la empresa de entretenimiento esperaba, a años vista sería el mejor cantante y actor que habría dado esa empresa. Debían moldearlo lo mejor posible, y así, la infancia de Minseok quedó totalmente destruida, sin amigos que pudiera hacer, sometido a dieta para que adelgazara los quilos que le sobraban y siendo burlado en la escuela y conocido como ‘’ el famoso ‘’.


Llegó un punto en el cual Minseok quería dejar de ir a la escuela para dejar de escuchar comentarios de niños y niñas de su clase llamándole el famoso, para que los profesores dejaran de tratarlo como un ser superior.


¡Él solo era un chico normal que se metió en un mundo que no deseaba! ¿Por qué nadie podía ver la súplica en sus ojos?


Minseok no decía nada, dejó de quejarse y comenzó a actuar tal y como se esperaba de él, perdiendo las esperanzas de salir a jugar, de tener amigos y se ser un ser sociable, callando las súplicas de ayuda a simples miradas tristes que nadie veía.


Nadie.


Minseok, un niño de nueve años rodeado por la fama, estaba más solo que cualquiera.


Quién diría que se podía una persona sentir tan solitaria estando rodeada de personas. Minseok, siempre al lado de mánagers, maquilladoras, otros chicos algo más mayores entrenando para ser futuros artistas, no encontraba a nadie que pudiera ayudarle, nadie que no le mirara con envidia por poder ser famoso sin esfuerzo o nadie que se burlara de él, haciéndole llorar en la soledad del baño, donde nadie le veía.


¿Cuántas veces lloró ese niño de apenas nueve años, con toda una vida por delante y una infancia arruinada por completo?


Solo él, Kim Minseok, podía saberlo.


Una vez, llevado por su mente infantil deseosa de tener al menos un amigo con el cual jugar, intentó acercarse a un niño de su colegio. Era un niño más o menos popular, delgado y amable, pero cuando Minseok se acercó a él, cambió su expresión totalmente.


‘’ Mamá no me deja juntarme contigo, dice que la fama tan temprano es mala, y mamá dice que a lo malo no se debe uno acercar ‘’


Rechazado.


¿Estaría siempre solo?


Al parecer sí, siempre estaría solo.


Un día, sus padres vinieron a él todo emocionados, supuestamente a darle una notica estupenda. Cuando Minseok curioso preguntó, quizás esperando que esa noticia fuera que por fin podría dejar todo eso de la fama y tener amigos normales, se llevó una gran desilusión. Le dijeron que, con eso de que se estaba haciendo famoso y nadie quería que se olvidaran de él ya que sus actividades bajarían en número para prepararse para debutar como cantante a años vista, tendría un mini concierto con canciones de la agencia.


Minseok quería llorar.


Por mucho que suplicó que no, que le daba miedo, que no quería ir, sus padres hicieron oídos sordos como siempre.


Nadie escuchaba a Minseok, nadie.


Y él día llegó. Un mini concierto en Seúl, de apenas treinta minutos en un local pequeño para un niño de nueve años rodeado de niños que querían ir a verle y adultos que le acompañaban.


Minseok tenía miedo, mucho miedo, y a pesar de que lloró horas antes de ese concierto, a pesar de que se negó a salir, sus padres le obligaron.


Pobre Minseok, quien no asumía que ese era su destino.


.


.


.


Con once años de edad, y usando a sus padres quienes no le negaban prácticamente nada, Luhan se enteró que Minseok, ese chico de hermosas mejillas que veía todos los días en sus vídeos de programas donde estuvo y en las revistas y anuncios que tenía en su habitación, iba a hacer un pequeño evento de treinta minutos aproximadamente.


Luhan tenía que ir.


A pesar de haber estado más de un año siendo fan de ese niño, de que al parecer de lo único que hablara fuera de Minseok y de incluso llorar cuando se enteró que por entrar en una agencia habría menos actividades y que, por lo tanto, lo vería menos, Luhan seguía con su pequeña obsesión hacia el pequeño chico de hermosas mejillas y voz harmoniosa.


Nadie, ni sus padres, podrían impedirle verle.


La madre, preocupada por la evidente obsesión de Luhan por Minseok, habló con su marido varias veces sobre el tema, pero este siempre le quitó importancia.


‘’ Es uno de esos amores platónicos infantiles que todos hemos tenido alguna vez ‘’


Ella no estaba tan segura, pero ¿En qué mente de madre cabía la idea de que su amado hijo no era perfecto y que podría estar, quizás, algo enfermo?


Uno de los mayores errores que pudieron cometer, lo hicieron: Dejaron pasar cuando aun estaban a tiempo esas señales evidentes de que la posesividad de Luhan, su obsesión, parecía estar fuera de lo normal en un niño de su edad.


 Solo las criadas, quienes no sabían cómo tratar el tema, habían visto a  Luhan en plena furia cuando tocaban su balón de fútbol, solo ellas habían visto cómo se ponía cuando alguien se subía a su cama, ellas habían oído los gritos de Luhan hacia su hermano menor, de apenas tres años de edad, cuando este solo quería jugar con su hermano, tocaba su juguete de Iron Man y Luhan le gritaba y le amenazaba con golpearle.


Solo ellas sabían de esas rabietas de Luhan, de la de veces que tiró cosas de la casa, lloró y gritó cuando algo que consideraba suyo era tocado.


Y sabían, no era normal, pero sin saber cómo tratar el tema con los padres y miedosas de que no les creyeran y las despidieran por ‘’ decir cosas malas de su hermoso niño ‘’ no dijeron nunca nada.


Cuando sus padres, después de muchos días de trabajo, llegaron temprano a casa, Luhan corrió hacia su madre, sentada en el ancho sofá, y sentándose encima la miró con un hermoso puchero.


-Mamá, quiero pediros algo. –Dijo.


-Claro, que quiere mi pequeño Lu.


-Lu quiere que compréis entradas para el concierto que dará Minseok dentro de una semana –Le suplicó haciendo un puchero –Por favor, quiero verle en persona.


La madre frunció el ceño.


-Cariño, cuando es exactamente.


-El sábado por la tarde.


Ella suspiró y negó lentamente acariciando los cabellos negros de su hijo mayor.


-No, cariño, tienes clases de inglés.


Luhan comenzó a pucherear, a punto de ponerse a llorar.


-¡Por favor! ¡Lu quiere ver a Minseok! –Gritó comenzando a llorar -¡Lu necesita a Minseok! ¡Lu quiere verle!


-He dicho que no, te pongas como te pongas. –Dijo ella severa –Las clases de inglés son muy importantes para tú futuro, Luhan.


Luhan se bajó de encima de su madre y, llorando cada vez más fuerte, comenzó a patear la mesa. Asustada, la madre intentó detenerlo pero él se deshizo de forma experta de sus brazos y la miró llorando.


-¡Llévame! –Gritó -¡Quiero ver a Minseok! ¡Quiero ser su amigo!


-¡He dicho que no, Luhan!


-¡Me da igual! ¡El inglés no me importa, Minseok sí! –Dijo llorando -¡Eres mala! ¡No me entiendes! ¡Lu quiere a Minseok!


-¿Qué es todo este ruido? –Pregunto el padre con Sehun en brazos que miraba curioso la escena de su hermano mayor llorando y pateando la mesa. -¡Luhan, deja de llorar!


-¡No quiero! ¡Quiero ir a ver a Minseok! ¡Si no me lleváis os odiaré!


-¡¡Luhan!!


Luhan tiró la mesa de cristal que estaba en la sala de estar, donde había diferentes libros para colorear de Sehun y estuches de colores, y gritó furioso.


-¡Quiero ir!


-¡Vale, irás pero para ya! –Gritó la madre -¡Pero a cambio no saldrás en toda la semana  a jugar por malo!


-¡Me da igual eso! –Gritó el niño limpiando sus lágrimas -¡Recuerda, has dicho que podría ir!


Sehun pidió bajar y su padre lo dejó en el suelo. El pequeño caminó hasta su hermano, le tiró de su camiseta azul para llamar su atención y Luhan le miró aun sollozando pero más calmado, contento de conseguir lo que quería.


-¿Qué quieres, enano?


-Hermanito… ¿Estás bien? –Preguntó Sehun -¿Puedo ir yo?


Luhan le miró fijamente. No quería que fuera su hermano, Minseok era suyo ¿Y si a Sehun le gustaba también Minseok?


Bueno, era apenas un niño de tres años…


-Díselo a papá. –Contestó de malas.


Sehun asintió y miró a su padre.


-Sehunnie quiere ir.


El padre suspiró sujetando sus cabellos con fuerza, sin saber en aquellos instantes si el fanatismo de su hijo hacia ese chico de nueve años era sano o comenzaba a rozar límites que no deberían cruzarse.


-Sí, puedes.


Así, pasó una semana sin más problemas para los padres de Luhan, que castigado, apenas salía las tardes de su habitación, dedicándose a releer las revistas donde Minseok salía y ver de nuevo sus programas, sabiéndoselos de memoria. El día del concierto, Luhan se puso extremadamente nervioso. El solo hecho de poder verlo en persona por primera vez conseguía que su corazón latiera más deprisa de lo normal cuando pensaba en él, que comenzara a sudar y su respiración se agitara.


Por supuesto, se vistió lo mejor que pudo y cuando fueron al local, Luhan vio la cantidad de niños  y niñas que iban también.


Esos podían ser sus enemigos, pensó Luhan preocupado, podrían quitarle a su Minseok.


Porque Minseok era suyo, que este lo supiera o no era secundario. Era tan suyo como su cama, su muñeco de Iron Man o su balón de fútbol sagrado – era lo máximo que su mente de niño podía analizar ese sentimiento de posesividad tan extraño -.


Se puso casi en primera fila, y observó durante todo el evento a Minseok cantar quieto, sin apenas moverse. Su voz era hermosa, melodiosa y harmoniosa, pero se le veía muy nervioso. A él le gustaría estar a su lado, abrazarle y decirle que él puede hacerlo, que confía en él y en sus habilidades y que después podrían ir a tomar helado juntos como premio por hacerlo bien.


Pero no podía hacerlo.


El evento tuvo éxito y fue genial, pero cuando terminó, Minseok y su mente de nueve años pensó que ya que esos niños y niñas habían venido, podían jugar juntos, pero para cuando se fue a acercar a un niño algo mayor que él, que estaba cerca, y con un rostro extrañamente lindo, sus padres le estiraron bruscamente del brazo.


-¡¿Dónde crees que vas, mocoso?!


-Jugar…


-¡No vas a jugar! –Gritó el padre –¡Eso no nos da dinero! ¡Vamos!


Minseok comenzó a llorar, queriendo ir con ese niño que retenido por la mano de su madre, le veía y alzaba su brazo para alcanzarle, pero su padre, de repente, le dio una bofetada en su rostro haciendo que llorara más fuerte por el golpe y fuera arrastrado al coche.


Luhan observó a los padres de Minseok con odio.


Por primera vez, Luhan sentía lo que era el odio más puro de la historia, esas inexplicables ganas de saltar sobre ellos y arrancarles la piel a tiras. Su mirada era odio absoluto, maldad en su estado más puro.


-¿Cómo pueden hacerle eso a un niño? –Cuestionó su madre claramente afligida –Menudos padres.


-¿Es que no quieren a su hijo? –habló su padre.


Eso solo incrementaba la furia de Luhan.


Los padres de Minseok, quien había visto por primera vez, eran sus enemigos.


Luhan, apenas un niño de once años, se hizo una promesa: como fuera, se reuniría con Minseok, serían amigos, estarían siempre juntos y todos los que le hicieran daño desaparecerían para siempre…


Incluyendo los padres de Minseok.

Notas finales:

¿os gustó? ah, espero que sí xD

espero vuestros comentarios para el siguiente cap. sea puesto cuanto antes :)


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