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Buenas noches, mi amor por Aomame

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Buenas noches, mi amor.

 

Un empiezo poco claro. 

—¿Sigues aquí, Marimo de mierda?

—¿Mmh?

—¡Despierta de una jodida vez!

Esta es la situación usual: sobre el piso de madera del pequeño departamento  Roronoa Zoro toma la siesta. No habría ningún problema, si el departamento fuera suyo, pero no lo es. Le pertenece a Sanji. Pero incluso sabiendo eso, poco le importa invadir esa habitación un día sí, y el otro también.  

—Carajo, ¿no podrías ser más amable?

—Vete a tu casa de una buena vez.

—Tengo hambre.

La conversación es, también, la de siempre. Zoro hará lo posible por quedarse un poco más. Y si algo funciona con su anfitrión es siempre mencionar las palabras mágicas: “tengo hambre”. No es que el dueño del departamento tuviera un alma caritativa y disfrutara de alimentar almas hambrientas. No. Sus motivos eran mucho más personales para atender con presteza ese tipo de necesidades ajenas.

—No tengo nada que darte.

—Hazme algo.

Una mirada celeste se clavó en él, y un cigarrillo tembló entre dos finos labios. No hubo respuesta, sólo eso, una mirada. Zoro se rascó la nuca y bostezó, se desperezó porque sentía aún el cerebro embotado por el sueño.  Como no escuchó una respuesta, levantó la vista.

—Tsk —chasqueó la lengua y se talló un ojo —.Te vi ayer en el bar— dijo para romper el hielo, o en realidad, para romper la inquietud que le absorbía desde la noche pasada.

—¿Ah, sí? — había cierta socarronería en su tono de voz; le dio una calada al cigarro y lo mantuvo entre dos dedos, mientras exhalaba el humo por la boca.

—Sí —Zoro se sentó en el piso en flor de loto. Le dolía un poco la cabeza, pero sabía que no tenía nada que ver con el alcohol bebido en la víspera—. Lo hiciste de nuevo.

—¿Hacer qué? —esta vez, no es sólo es el tono de voz, también su mirada parecía alentarlo a desafiarlo.

—Hacer qué— repitió, Zoro, para sí. Como si no lo supiera—. Tsk…  Te vi, con esas dos chicas.

Sanji se cruzó de brazos, no sin antes regresar el cigarro a sus labios. —¿Y?

—¿Cómo que “¿y?”? —Zoro sintió que su dolor de cabeza había escalado un peldaño más. Estaba molesto, mucho, podía sentir que le pulsaba la vena de la sien, y estaba seguro de que Sanji lo sabía.

—Si ¿y? No tiene nada que ver contigo —la respuesta de Sanji no puede más que incrementar la pulsación en su sien —. Es más, deberías hacer lo mismo.

—¿Qué?

—Conseguirte alguna chica, Marimo de mierda. No es bueno vivir la vida así, sin una mujer…

—No necesito una mujer —dijo enfurecido y apretando los puños— ¿Por qué la necesitas tú, Cocinero de mierda?

Sanji cerró la boca y apretó con sus labios el cigarro a punto de terminarse. No iba a responder eso, como muchas otras cosas, las mantendría para sí. Así que le dio la última calada al cigarro, y luego, lo aplastó contra el cenicero de cristal sobre la barra que separaba la cocina del resto del departamento, y por el momento, a él y a Zoro.

—Te prepararé onigiris ¿está bien? Después, hazme el favor de sacar tu trasero de aquí —dijo a cambio y dio media vuelta para preparar todo.

—¡Hey! —Zoro se puso de pie de un salto y golpeó con sus dos manos la barra— ¡Contéstame! ¿Por qué necesitas una mujer, si…?

—¿Si, qué? —Sanji volteó a verlo, tenía en una mano un delantal— ¿Si te tengo a ti? ¿Es eso?

—Sí —Zoro bufó —Tú y yo estamos juntos ¿entonces, por qué? ¿Tanta necesidad sientes de abrir piernas como de abrir las tuyas?

Sanji frunció el ceño, y sin esfuerzo alguno pasó una pierna por encima de la barra, y golpeó con ella el rostro de Zoro.

—Si es así, ¿por qué no terminamos, eh? Aquí y ahora, dejemos esto.

Zoro se sobó la mejilla, esta vez, le había dolido. Y comprendió que había dicho demasiado. Después de todo, ese “estamos juntos” no era más que una intuición. Nunca habían hablado y puesto la etiqueta sobre el tipo de relación que tenían. Pero sin importar qué, estaba seguro de una cosa.

—Lo siento —dijo y suspiró haciendo acopió de todo su entrenamiento —. No quise decir eso. No quiero que terminemos.

Sanji lo miró molesto, luego, desvió la vista.

—Eres un imbécil.

Dejó caer el delantal y antes de que Zoro pudiera entender lo que pasaba, se estaban besando.

—¿Qué…? —murmuró entre un beso y otro.

—¿No tenías hambre? —las manos hábiles del rubio deslizaron el cierre del pantalón de su compañero, al tiempo que se arrodillaba frente a él —. Te haré algo, ¿no es lo que querías?

Zoro tragó saliva, al ver su pene entre las manos del cocinero. Asintió y entonces, después de una sonrisa por parte de Sanji, sintió el roce de una lengua húmeda.

Esto también es el curso usual de las cosas. No importa lo que pase, terminarán así. Zoro prefiere eso, siempre. Aunque no haya palabras, durante el sexo es capaz de entender lo que quiere y piensa Sanji; lo que no pasa en una plática normal. No puede entenderlo, quisiera, pero no puede. Pero su ansiedad va más allá, porque tiene conciencia de  que sea lo que sea que ocupa la mente de Sanji, está justo frente a él, pero no puede verlo.

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado. 

Estoy debutando en este fandom :S tengo nervios! jaja

Sé que no hay mucho ahora que comentar, pero poco a poco, espero ir aclarando el panorama. 

De nuevo, espero que les haya gustado, si, sí, un review no vendría mal, si no, tampoco vendría mal. Además, cualquier comentario me ayudaría bastante, ya que como les dije, es mi primer fic en este fandom, y con está pareja. Me costó mucho trabajo decidirme a escribir sobre ellos, así que espero no haberles decepcionado. 

Bueno, ya. 

Saludos y hasta la proxima. 

 

Continuará...


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