- Mai-. Digo
- Chicos ¿Qué van a querer comer?-. Desvía su caminata a nosotros para ir a la cocina
- Yo quiero pastas-. Grita Geb
- A mí me da igual-. Voy a la cocina
- ¿Por qué no vas con Geb?-. Mai empieza a revisar los cajones.
- Porque no quiero-. Me muevo para dejar pasar a Mai, está nerviosa. –Quiero preguntarte algo-.
- ¿No puede ser en otro momento?-.
- No. ¿De dónde los conoces a Claus?-. Mai no deja de ir de acá para allá.
- No importa, el tema es que…-. Me mira. – El ya no tiene importancia y si soy sincera no quiero que lo veas-. Se acerca y me abraza. No quiero rechazar su abrazo porque algo le preocupa, algo relacionado a Claus, y estoy seguro de que él va saber.
- Mai, podes soltarme, no pienses demasiado-.
- Tenes razón, puedo confiar en vos-. Me siento culpable, porque muy en el interior quiero ir a verlo, quiero preguntarle muchas cosas.
- Voy con Geb-. Le doy un apretón suave en el hombro y vuelvo al living.
- ¿Qué pasa?-. Me cuestiona Geb cuando me siento a su lado en el sillón.
- ¿Tiene que pasar algo?-.
- Supongo que no-. Prende la tele.
- Listo ya deje preparado las cosas para cocinar-. Anuncia Mai al sentarse a lado de Geb.
- Genial, ya quiero comer-. El pasa su brazo por los hombros de Mai y se acomoda. Ella nos mira y sonríe, yo ya no estoy seguro de nada y por más que no quiera aceptar, muy en el fondo estoy desconfiando.
Al otro día
El sofá ya no me parece tan cómodo, no sé qué hacer, dormir ya no es una opción, son cerca de las seis, Mai y Geb están en sus cosas, creo que irme a despejar un poco no va a molestar a nadie, total en el camino le mandaría algún mensaje a Geb y listo.
Busqué un buso y salí del departamento.
Todo sigue su cotidianidad, cada caminata es igual, a veces pienso que las cosas no cambian pero si lo hacen, las personas no son las mismas, el cielo no es el mismo, el aire no es el mismo, todo es diferente pero si le hago una vista general, nada cambia, incluso el sentimiento de ahora, de vuelta lo siento, cada vez más adquirido, y si cuando enfoco la mirada adelante, lo veo, él se hace notar.
Me está mirando y por primera vez no siento tanta tensión. Me acerco, me sonríe y me invita a seguirlo.
Lunes, las seis de la tarde, las calles están transcurridas, el sol se oculta, pero siento que estamos apartados de todo eso. Caminamos a la par.
- Me parece raro que no estés preguntando-.
- Cuando lleguemos voy a hacerlo-.
- O no-. Sonríe.
- No estoy preocupado-.
- Me parece bien, mejor así-.
Seguimos caminando algunas cuadras, en el transcurso me doy cuenta a donde vamos, al mismo bar en donde nos conocimos, se me hace un nudo en la garganta.
- ¿Pasa algo?-. Pregunta.
- No-. Dude en contarle lo que me inquieta, no puedo contárselo ni a Geb ¿Cómo iba a decírselo a un desconocido?
- Creo que ya sé-.
Estamos llegando, veo la calle, los locales, la entrada del bar. Lo revivo todo, la risa de los chicos, el frío de aquella noche, ver a ambas chicas cruzando por la cuadra de enfrente, el olor a cigarrillo.
Te marco la muerte de esas chicas-.
Me sorprendo y más cuando lo miro, ya no lleva su sonrisita, ahora me mira serio y siento que su mirada me transpasa.