Domingo 22 de mayo.
Esa mañana todo transcurrió de lo más normal, nuevamente Mai fue la primera en despertar y Geb se ocupó de despertarme, lo mandé a la mierda, quería seguir durmiendo, a eso de las once aparecí en la cocina, estaban sentados tomando unos mates y charlando de lo más bien, les hice compañía por un rato, hasta que Geb se tuvo que ir a trabajar, me pareció raro que no haya querido comer pero Mai mientras cocinaba me explico que en el local le daban el almuerzo.
Comimos unos bifes con ensalada de lechuga, zanahoria rallada con huevo hervido, si, simple pero rico, agradecía que Mai cocinara tan bien, con Geb comíamos algo decente cuando íbamos los domingos a mi casa, mamá ama a Geb, definitivamente lo consideraba un hijo más.
Recuerdo que cuando Geb tenía sus crisis, sus peleas con sus padres y consigo mismo, ambos, mamá y yo lo recibíamos en casa con los brazos abiertos y las cosas no cambiaron, por suerte mamá como el hermano de Geb nos ayudaron cuando decidimos mudarnos juntos a mitad del año pasado, y cuando estuvimos de acuerdo en que Mai se mudara con nosotros, al principio me pareció precipitado, ellos recién llevaban meses de una “relación” pero no podía negarme a todo los caprichos de Geb, como le dije a Claus, Geb siempre sorprende, siempre lo hizo, y se lo agradecía, hacía de mi vida menos aburrida y solitaria.
Desperté de una larga siesta a eso de las siete de la tarde, ya anochecía, no encontré a Mai, ni una nota ni nada, seguro volvería antes de que Geb llegué a casa, aproveche para bañarme, siempre que decidía bañarme me apuraban, entre que Geb quería ocupar el baño a Mai gritándome de que cuidara el agua, a Geb queriendo entrar y hablarme de la vida y cosas así, aproveche.
Me hacía falta un baño así de relajante, agua fría, hermoso.
Para las ocho y media me preparé un café negro, me dieron ganas de tomarlo bien amargo y a los segundos en que me acerqué al balcón me llegó un mensaje de Geb, me pidió que nos veamos, me pareció raro, lo que sea que quisiera hablar podíamos hacerlo cuando el volviera pero el mensaje siguiente aclaró toda mis dudas.
“¿Por qué no me dijiste del maldito beso? Me vengo a enterar por él, debería haberlo sabido por vos”.
Lo que me faltaba un Geb histérico.
“Veniiiiii él no está, quiero saber que pasó”.
Mierda, era peor que una colegiala.
“Sé que me estas ignorando, mové tu culo hasta acá”.
Suspiré y tome lo último del café, dejé la taza en la mesada, busqué una campera por si refrescaba y salí del departamento, la charla con Geb sería intensa, ya me lo veía venir.
Para tardarme unos segundos más decidí bajar las escaleras, unos seis pisos, no mucho, quise prender la luz y no andaban, si bien la oscuridad no es mi mayor miedo el ambiente era horrible olía a humedad, además de eso me sentía observado, algo no andaba bien, ninguna luz de los pisos prendían, en la parte del piso tres, todo pasó muy rápido, el sonido de pasos, yo girándome, una cabellera negra y larga, algo negro golpeándome la cabeza, dolor, todo volviéndose negro pero antes, la vi, Maira.