No lo soportaba más, tenía que hacer algo, tenía sus riesgos eso lo sabía pero no lo aguantaba, tan así que ya tenía el arma en mano.
Agarrar a Ismael con la guardia baja no fue problema, últimamente siempre estaba metido en sus pensamientos y el hecho de que haya decidido ir por las escaleras fue perfecto, al ir bajando los escalones la adrenalina subía, los latidos de mi corazón aumentaban pero mi mente estaba fría, sabía perfectamente lo que quería hacer y lo hice, dos pasos, llegué a él y listo, un golpe certero en su cabeza, lo agarré como pude, baje lo que faltaba para llegar y salir a la vereda, un auto me esperaba y un pequeño viaje.
Para cuando volví al departamento me encontré con un Geb alterado, ya sabía la causa, y me hervía la sangre pero como siempre, ya acostumbrada, lo oculte, quería que Geb lo olvide, que lo deje pasar pero no, todo tiene que ver con Ismael, todo gira en él, el mundo de Geb era Isma, desde el comienzo, desde que lo conocí, nunca hubo otro.
Logre que se quedara, pero no me servía, no disminuyó ni un poco mi enojo, porque se quedó solo con la esperanza de que el volvería, no porque yo se lo hubiese pedido.
Al despertar a la mañana siguiente, él ya no estaba, traguéla rabia y salí de casa, tenía que ir a ver cómo estaba Isma.
En lo que tardaba en el colectivo, le avisé a Geb que no estaría en casa, por lo menos hasta pasado el mediodía, no respondió.
De la parada en donde bajé me quedaba caminar unas cuadras y de ahí, entrar en una casa ya demasiado conocida, en donde alguna vez viví con mi familia, la cual vaya a uno saber dónde está.
Unos meses antes de mudarme oficialmente a vivir con los chicos, me había ido de casa, había escapado, como lo hizo Claus años antes, él se fue, me dejó, no miró hacia atrás, y yo tampoco lo hice cuando me fui.
Estaba cansada, estaba harta, estaba encadenada a las críticas, a las peleas, a los gritos, a los llantos, estaba llena de palabras hirientes por parte de mis padres, a las limitaciones sin sentido, a una vida sin colores, todo por culpa de Claus, si él no se hubiese ido, todo estaría bien, yo seguiría siendo feliz, tendría las caricias de mamá, seguiría preparando el café a papá y no me sentiría tan vacía.
Todo fue culpa de Claus.
Pero como él no estaba, no tenía que preocuparme.
Como él no estaba, no era un recuerdo permanente del cual tenía que deshacerme.
Entré a la casa, silencio, oscuridad y el olor a humedad me recibían siempre que pasaba a visitar a los recuerdos.
Pasé nostálgica por la mesa del comedor, recordando las risas a la mañana al ver a Claus con el cabello revuelto de recién levantado, caminé por sobre la alfombra que tuvo la mala suerte de recibir una taza de café de una vez que papá tropezó, pasé por el pasillo en donde muchas veces se liberaban las peleas infantiles con Claus y mamá salía de su habitación cansada a regañarnos y mandarnos a callar porque papá estaba cansado y quería dormir, pasé por mi habitación, la puerta estaba pintado de rosado, odio ese color, y por fin llegué a la habitación de Claus, su puerta estaba pintado de gris.
Saqué la llave del bolsillo de mi campera y abrí la puerta, recibí la imagen de un Ismael durmiendo. Maldito.
Lo deje atado de pies, manos y a una silla.
El idiota se veía muy tranquilo, su respiración era lenta y calmada, tenía el cabello revuelto, noté que quiso liberarse, la silla estaba fuera de lugar y su campera algo desacomodada, no iba a dejar que se vaya.
Me acerqué y moví un poco su cabeza, sus ojos se abrieron muy pesadamente, seguro la luz del día le molestaba.
Estaba ansiosa de ver qué cara pondría al verme pero todo fue una decepción, no hubo sorpresa, ni terror, solo un entrecejo algo arrugado y un “Maira”, siempre arruinándolo.
Me senté a mirarlo.
Siempre que estaba a solas con él, recordaba el día en que nos conocimos.
La casa de un amigo en común, al apenas verlo quise acercarme, y me sentí muy afortunada cuando él salió a fumar y hablamos, hablamos como si fuésemos los mejores amigos, así de fácil, compartiendo un cigarrillo y mirando a nada en especial, recordaba siempre los detalles, y cuando descubrí que Geb y Isma eran amigos o más que eso, mejores amigos de la vida, supe que tenía que elegir y lo peor es que no tuve opciones.
Quería a Geb, le tenía demasiado cariño, pero siempre quise a Ismael para mí, de eso nunca dudé, pero las cosas fueron cambiando, mis sentimientos hacia Isma se transformó con los meses de estar con Geb porque me di cuenta que Isma siempre fue de Geb y Geb siempre seria de Isma, nunca ninguno de los dos seria mío y eso solo me molestaba, y el amor que sentí por Isma desapareció, ver que Geb estaba pendiente de Isma, de todo lo que lo involucre, de llevarse toda su atención, lo detestaba y lo que colmó, lo que me llevó al límite fue saber que ahora, Isma también atrajo a Claus, que también me quitaría a mi hermano, y esa era la diferencia con respecto a Claus, él se había ido pero Isma estaba presente y de él si tenía el poder de deshacerme.
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