Miércoles 23
Claus:
Y es que la idea llegó a mí, llegó como el viento que desata la tormenta, violento y sin ganas de irse, así fue como la idea de ir a la antigua casa se impregnó en la mente y tuve que soltarla porque después de todo esto lo estábamos haciendo los dos.
Geb no dudo ni un segundo en aceptar la propuesta y encaminarnos, nos encargamos principalmente de llevar los celulares por cualquier emergencia, no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar, si es que encontrábamos algo.
Para poder llegar a la casa, tuvimos que tomar un colectivo que nos dejaba a unas cuatro cuadras sobre una avenida que cruzaba por sobre las vías, los recuerdos afloraban y no me gustaba la sensación, Maira había hecho un buen trabajo en darme mal gustos.
Ismael:
Un siesta calurosa, bastante rara para que sea otoño, el clima estaba tan cambiante, hace días hubo la primera nevada del año, eso era raro, ahora hacia calor, eso era raro, tener la mordida que Maira dio en mi hombro, ya no era raro, nada por parte de ella era raro, odiaba eso, porque ver sus ataques de odio, ver cómo me reclamaba cosas, ver cómo me mencionaba una y otra vez que nadie vendría por mí, ver como reí, ver cómo me miraba, lo odiaba.
Estaba sentada en mi regazo, sollozando sobre mí hombro derecho, solo cerré los ojos y por un momento me ardieron, era el cansancio, que venía rondándome hora tras horas y no tenía la fuerza para ahuyentarla.
- Te odio-
Su voz se expandió por la habitación para luego hacer eco y que mi memoria lo retenga para luego descartarlo, porque era ya algo tan repetitivo que ya no tenía ningún significado, que lo diga ella era igual que nada, Maira ya no tenía importancia, lo único que me dolía era el hecho de que Geb posiblemente nunca iba a poder superarlo, como yo nunca iba a poder superar que él e haya enamorado de ella, retuve como pude ese suspiro de arrepentimiento, lo retuve como pude porque ya no tenía caso.
Geb:
Los pasos era totalmente automáticos, no era consciente de lo que estaba por pasar, la idea estaba instalada, sabía que íbamos por Isma, había un 80% de posibilidades acertadas de que él iba a estar en esa casa pero no podía procesar tal información, simplemente no podía, como tampoco podía saber cómo iba a actuar, como lo iba a encontrar, ni mucho menos cuales serían las primera palabras a decir, no sabía nada, y no saber nada me daba pánico.
La casa por fuera, se mantenía bien, paredes color durazno, los marcos de las ventana y de la puerta era de un blanco ya envejecido, no había rejas, no había nada que la protegiera de intrusos, intrusos como nosotros, porque no era familiar para mí y para Claus era algo ya olvidado. Al parecer él también tendría que traer muchas cosas del pasado.
Entrar solo costo una patada certera a la puerta por parte de Claus, recorrer con una mirada rápida el comedor y abrir puerta por puerta, hasta que el cuerpo, el aire y el corazón se me detuvo, sentí que iba a caer en un abismo, uno que no tiene fondo y que se llevaría mi voz de gritar para que me sacaran, pero Ismael estaba ahí, estaba bien, estaba, entonces, nunca iba a caer.
Claus fue el primero en moverse, Maira fue la primera en gritar e Isma fue el primero en hablar, pidió con la voz quebrada, lo ojos rojo que lo desaten y yo fui el primero en tocarlo, en ayudarlo, el primero en hacer contacto y el primero en poder darle esa paz que seguro extrañaba, no importaban los gritos, los sacudones y los llantos de Maira, no importaba que Claus este haciendo la mayor fuerza en retenerla, no, solo importaba Isma, porque por él fuimos y porque él era mi faro en medio del mar.