Me preparo para empezar a hablar, el problema es que no puedo liberar mi voz, hace segundos estaba decidido a contar todo, y ahora mi garganta esta reseca, no sé a donde mirar, y los nervios se atan a mi cuerpo, entonces cuando estoy a punto de dejar escapar un suspiro para dar por terminado y decirle a Geb que mejor hablemos después, él da una suave caricia al dorso de mi mano, lo miro y me transmite un poco de seguridad, lo suficiente para inhalar y empezar.
-Ella me atacó por sorpresa, no lo vi venir, creo que nadie lo vio venir, bajaba las escaleras (tenía prisa de llegar a vos) y fue ahí, un golpe y después nada, desperté y me dolía todo, en especial la cabeza, un dolor que pensé que quedaría inconsciente, en cualquier momento pero por suerte no, quise desatarme, hacer lo que sea, claramente fue en vano y horas más ...-
-Isma no retrases lo inevitable-. Y la habitación quedó en silencio.
-Ella hizo todo esto por celos, celos de mí, ella me quería y también a vos, pero me odia, me odia porque- Tuve que volver a respirar- Dijo que me queres, pero no esa forma de querer que pensas si no de QUERER de verdad, que devolvías mis sentimientos-.
El silencio nos adorna a ambos, a todo, de una punta a otra del departamento, incluso el silencio danzó al exterior y cayó al mundo.
La mirada de Geb permanece en mí, penetran, pero sostengo la mirada, no quiero perderme ninguna reacción, necesito ver lo equivocada que esta Maira, no es posible que Geb me corresponda, necesito que me rechacé, así no me sentiría mal conmigo mismo, no sentiría que todo el ahogamiento de mis sentimientos, de mis tremendas ganas de besarlo, de tocarlo, de reprimir tantas cosas fue en vano.
Respire hondo.
Uno.
Dos.
Tres.
Y en Geb afloró una sonrisa diminuta, mi corazón se rompió un poco.
-Isma, yo no sé que decir exactamente, esto no tiene sentido, Maira, decir eso es ¿Cómo podría? Salía con ella, mejor que nadie sabe que la quería, y además-.
-No tiene caso, dejemos esto acá, no quiero escuchar más, creo que eso es todo lo resaltable de lo que pasó esos días-.
-Isma ¿Puede ser que?-
Y esa noche el silenció se apoderó de todo, no hubo escape, no hubo movimientos, no hubo voces, todo quedo en calma, en una calma que no traía nada bueno, solo escalofríos al despertar, al cruzar miradas, al chocarse cuando uno salía y el otro entraba, al sonar algún celular, cuando escuchaban el portero, al prender la tele, los escalofríos no cesaban.
Y nunca acabarían, porque uno decidió no hablar, decidió guardar lo que sentía, le pareció demasiado rara la situación, que derepente lo que hace poco descubrió se lo sacaran en cara sin siquiera dejarse preparar, y el otro no quiso intentar más, se rindió cuando recién empezaba todo, cuando las oportunidades flotaban listas para ser atrapadas por sus manos, ninguno intentó nada, tuvieron miedo de lo que llegara a pasar entre ambos, pero el miedo en algún punto de ebullición se debería convertir en valentía.