Su voz es algo gruesa, me recuerda a las olas chocando rocas, tiene el cabello negro, las gotas lo decoran, una sonrisa y sus ojos marrones me miran, me sonríe.
- Ismael-.
- Vamos bien, la otra vez no pudimos hablar mucho-.
- No… ¿Paseabas?-.
- Algo así-. Se puso la capucha de su campera.
El sonido de la puerta interrumpió la calma de la conversación.
- ¿Vamos?-. Llevo mi vista a Geb, que carga una bolsa.
Me vuelvo hacia Claus y se despide con un gesto.
Cuando llegamos al departamento todo está a oscuras, ambos nos miramos extrañados, prendemos la luz de la sala, Geb va a dejar la bolsa en la mesada, voy para el cuarto de Maira, doy tres golpes a la puerta, no pasa nada, Geb pasa de mí y la abre, adentro no hay nadie.
No necesito decir nada, porque sé que el ahora también lo siente, siente el miedo que yo siento, el temor de la muerte.
Saca su celular, rápido marca el número de Maira.
Un tono
Dos tonos
Tres tonos
Cuatro tonos
Cinco tonos.
- No contesta-. Se ríe. – ¿Y si bajamos a esperarla?-.
- Vamos-.
Mientras bajamos por las escaleras, Geb vuelve a marcarle y no hay resultados, puedo sentirlo alterado aunque no quiera demostrarlo.
Estamos afuera, en la vereda, la llovizna tiene más fuerza, ya la gente anda con paraguas, ya están activados los parabrisas de los autos, aquellos a quienes les agarró la lluvia empiezan a trotar, a buscar refugio.
¿Por qué no les gusta sentir las gotas en el rostro?
- Me estoy preocupando-.
- Ya va a volver, vamos a esperarla-. Asiente.
El tiempo pasa, las nubes pasan, el viento pasa.
Y Geb sonríe.
Se la ve llegar a Maira por la esquina, tranquila, a su paso, nos regala una suave sonrisa.
- ¿Qué pasa?-. Va caminando a la entrada.
- ¿Por qué no nos avisaste que salías?- Geb empieza con el interrogatorio, con la descarga.
- Porque no pensé que iban a volver tan pronto-.
Nos habremos tardamos un poco más de 20 min, tiene sentido.
- Tu celular está apagado-. La acusa.
- Si ya sé Geb, estoy bien-. Se decide ir por el ascensor, la seguimos.
El solo suelta un suspiro, se rinde, seguro pensó algo así como: “Bueno si, ella está bien, ya fue, alto quilombo me hice por esto”.
Al entrar dejo que ellos sigan con su charla, yo opto por tirarme un rato en el sofá, total sé que cuando mi cuerpo duela me voy a despertar para retarme mentalmente e irme a la cama.
Se escucha los murmullos de ellos en la pieza, suspiro, intento olvidar un poco, no puedo pero lo intento. Ahora somos dos los afectados por el miedo y no me gusta.
Los parpados me pesan, me levantó antes de caer rendido al sueño cuando empieza a correr un viento bastante fuerte, entra por el balcón, me acerco para cerrar y ahí está, en la vereda de enfrente, un hombre fumando y un escalofrío me invade, me recorre y no puedo apartar la mirada porque el ahora también me mira.
Claus.