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Lo que Dimitri dejó por OneUnforgiven

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Estaba animado por algo que ni siquiera recuerdo, creo que por terminar de organizar una salida con un amigo al que no veía desde mediados del año pasado, en el que terminamos acostándonos de improviso. Nada había cambiado entre nosotros -e incluso él actualmente tiene pareja-, y por eso cuando le invité a ir a este evento de videojuegos aceptó sin dudarlo, así que en ese momento en el que tenía confirmado todo, tenía pensado ir a comprar las entradas al día siguiente, además disponía de un pequeño Death Vader de llavero con sonidos para regalárselo ese día que nos encontráramos, cuando mi madre me anunció la noticia al bajar las escaleras:

—Marc, Dimitri se mató —me dijo con todo el tacto que siempre fue tan particular de su personalidad.

—¿Qué? —pregunté quedándome inmóvil en mi sitio, mientras toda aquella felicidad que tenía en ese momento desapareció en un parpadeo—. ¿Quién?

—Dimitri —contestó dando tantos detalles como siempre.

—¿Nuestro vecino, el amigo de Max? —fue lo primero que se me ocurrió, al recordar instantáneamente al amigo de mi hermano mayor, que no solo tenía algunos problemas de salud, sino que no podía encontrar trabajo y estaba metido en las drogas.

—No, él no, tu primo...

—¿Dimitri, el hijo de Karen? —me asusté al recordarlo, que lo cuidé desde que tenía pañales y que ahora de adolescente era incluso más alto que yo.

—¡No, él no! ¡El hijo de tu tía Nora!

En esos momentos pensé por qué diablos debíamos tener una familia tan grande y con repetición de nombres tan comunes, pero ese pensamiento se disipó al instante en cuando recapacité a lo que había acabado de escuchar.

—¿Qué? —pregunté, pensando en que quizás había tenido un accidente, pues mi madre tiene la costumbre de utilizar las palabras incorrectas, sobre todo cuando suceden accidentes y ella lo dice como actos hechos a propósito—. ¿Cómo?

—Se suicidó.

En esos momentos no recuerdo exactamente qué hice o qué pregunté, pero mi madre no tenía mucho más detalles al respecto, acababa de colgar el teléfono con mi tío Roger, el padre de Dimitri, y no le había dicho mucho más. Yo nunca había tenido contacto directo con él, siempre nos separó la enorme brecha de edad y no había sido muy unido a nosotros, a diferencia de sus hermanas Monique y Dakota, con quienes llevaba algo relativo a la amistad.

Todo lo que pude pensar en ese momento fue en ellos, en el dolor que debían de estar sufriendo, sobre todo mi tía Nora. En esos momentos la vi en mi mente tan frágil que no pude más que estremecerme y pensar en ir con ella a consolarla, o al menos, apoyarla en ese momento tan difícil. La muerte para mí siempre era un tema que me consternaba, y más si era un suicidio, porque yo en su momento había acudido a eso -o casi-. No me miré el brazo lleno de cicatrices, no hacía falta, siempre las tendría ahí y siempre recordaría cada detalle de ellas. Algo dentro de mí se sacudió y se rompió en ese momento, supongo que fue esa pared protectora que había creado en su momento para superar la culpa de mis propios errores.

Recuerdo haber preparado las cosas del auto para llevar a mi perra al veterinario, mientras me enviaba mensajes de texto con mis amigos con los que hablaba todos los días mediante una conversación grupal en Facebook, que me brindaron apoyo e intentaron animarme, pero sabían que estaba en shock, así que no contestaba más que monosílabos.

Conduje peor que nunca, hacía tanto tiempo que no tocaba el auto que me sentía un intruso allí, aunque no sé si era por eso o por la noticia que había acabado de recibir. Para mi suerte, en la clínica había solo un hombre por delante de nosotros y ya estaba por irse, por lo que mi inquieta labrador chocolate no tuvo el suficiente tiempo de romper algo o comenzar a ladrar. Luego de una confusión entre el veterinario principal y el ayudante con respecto a la ficha clínica de Chin, le colocaron las vacunas que le faltaba y me dieron instrucciones de volver el mes siguiente; aliviando mi preocupación por las inflamaciones que tenía en su lomo por las vacunas anteriores que tuve que aplicarle con mis propias manos por la infección que le había dado ese mes, que casi temí perderla cuando vomitaba sangre. Habían desaparecido, Chin ya gozaba completamente de buena salud y no había nada por lo que preocuparse, así que regresamos a casa.

Le di la comida a Chin para que se estuviera tranquila tras lo exaltada que había quedado luego del viaje y encontré a mi hermano Max, acodado en la mesa con mi madre viendo un mapa y ayudándole cómo debía viajar para hacer un trámite al otro día, rodeados por mi pequeña sobrina Valencia que, como siempre, buscaba llamar la atención y seguir la conversación de los adultos.

Me senté en el sillón, prácticamente a consultar la hora demasiado seguido hasta que mi padre llegara, quería ir a acompañar a mi tía Nora, lo necesitaba y como él era su hermano, supuse que quizás quería hacer lo mismo que yo. Continué enviándome mensajes con mis amigos de Facebook para pasar el rato, luego se lo comenté a mi amigo de toda la vida, Víctor, y a mi... a Morgan. No sé qué relación llevamos, pues es algo a distancia y jamás hemos formalizado del todo, pero también se lo comuniqué a él, que no tardó en intentar acompañarme, a su modo, con palabras suaves y amorosas, aunque no llegó a aplacar lo que sentía. Es un gran hombre, pero jamás fui bueno en las relaciones, y menos a distancia... así que, no sé qué sucederá entre nosotros.

Cuando llegó mi padre del trabajo, le comentamos lo que había sucedido y no tardó en intentar comunicarse por teléfono con su hermana, pero ésta no quería hablar con nadie, así que pudo charlar con Roger, aunque éste a mitad de conversación le colgó el teléfono porque no pudo seguir hablando; luego pudo comunicarse con Dakota, quien le comentó que enterrarían a Dimitri en el cementerio de Chacarita y le pasaría los datos del velorio por WhatsApp más tarde.

Le presté mi móvil a mi padre para que hablara con su hermana Evonne -ya que él no tenía crédito para llamarla- y al final, luego de todo el caos de llamadas, mensajes y demás, a eso de las once de la noche quedamos en que sólo iríamos al velorio al día siguiente, mi madre se quedaría con Valencia porque era demasiado pequeña para presenciar esas cosas, yo saldría temprano del trabajo, mi hermano también y luego pasaría por mí ya que estamos relativamente cerca, mi padre iría desde su trabajo y nos encontraríamos los tres allí.

Me acosté con la cabeza hecha un caos y sin cenar. Me sentía mal por la decisión que había tomado Dimitri, pese a tener cuatro niños pequeños, también me sentía mal por mis tíos y mis primas, y me sentía fatal por pensar en su sufrimiento y en el nulo contacto que habíamos tenido en nuestro trascurso de vida; por último, no podía más que sentirme culpable por las cicatrices que yo cargaba en mi brazo izquierdo, y que cargaré toda mi vida.

¿Quién más que yo podría entender a Dimitri para tomar una decisión así? Y sin embargo, no lo hacía. Lo mío no fue un intento de suicidio, más bien fue algo que salió mal, pues, aunque yo tenía tendencias suicidas, jamás me había animado del todo a hacerlo... pero caminé por una muy delgada línea entre lo que suponía tener el control y lo que realmente hacía.

Ya han pasado muchos años de eso, y sin embargo me sigue costando hablar de ello. Cuando alguien me pregunta por las cicatrices de mis brazos, doy una escueta respuesta que me lastimé y nada más, y si insisten, siempre fingo tener algo más importante que atender. Supongo que la gente puede comprender que no quiera hablar de ello, y es que es algo demasiado personal. Pasaba una época difícil en la que no conocía mi propia identidad, tenía muchos problemas de autoestima y estaba encerrado, sin hablar con nadie. Asumo toda la responsabilidad, no puedo echarle la culpa a nadie sobre lo que hice, pero sé que si hubiese hablado antes, habría evitado tener lo que tengo ahora. Sin embargo, ahora sé más. Estoy bastante arrepentido, sobre todo cuando mis pequeños sobrinos me preguntan sobre ello, ¿cómo se lo explicarías a un niño? ¿Cómo se lo explicarían a los hijos de Dimitri?

 


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