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Herd por MiyavissKriss

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Siglos atrás, cuando los dioses vivían entre los humanos, una pareja de hombres se enamoró, sus nombres eran Christian y Donovan.  Era un amor tan puro que los dioses sintieron celos, sintieron repudio, y decidieron separarlos.

Donovan fue convertido en una bestia inmortal, un lobo de enorme tamaño designado a terminar con la vida de todo aquel que se acercara y así, cegado en lo que fue convertido, Donovan terminó con la vida de quien alguna vez amó, Christian.

Una de toda la cantidad de dioses que vivían en el mundo, conocida como la diosa del amor, sintió tanto dolor al no haber sido capaz de defenderlos y proteger su amor que decidió sacrificar su vida por devolverlos el uno al otro.

Se crearon los licántropos, también conocidos como alfas y semi-alfas, lobos con la capadidad de transformarse conforme su decisión, quienes a parte, mantenían la razón en su lado lobuno y humano. Del cielo y la naturaleza, del amor y pureza se formaron los omegas o destinados, hombres de enorme belleza y con la capacidad de procrear, tan inmortales como los licántropos, un destinado sería pareja del alfa por toda la eternidad mientras se diera la conexión. Y de ambos nacieron tanto alfas y omegas como mujeres, también conocidas como betas, eran preciosas humanas, quienes decidían si tomar a un licántropo como pareja y recibir la inmortalidad o unir su corta vida a un humano.

Y fue entonces como Christian y Donovan se convirtieron en los padres de la raza inmortal.

 

 

La humanidad había cambiado tanto a lo largo de los siglos pues las guerras se habían llevado muchas vidas y la pobreza aumentaba, la hambruna, la violencia, todo estaba terminando con el mundo.

Esto trajo nuevamente la esclavitud, personas que eran enviadas a jornadas forzosas de horarios ridículos, con alimentos crudos y sueldo insuficiente. Uno de ellos era conocido como Himuro Tatsuya, un omega de complexión delgada y una suave piel nívea, ojos y cabellos negros. Era un chico hermoso para quien lo pudiera reconocer debajo del barro y la suciedad en la que vestía tras cada día.

Esa noche había tenido que salir muy tarde del trabajo pues había hecho la mitad del turno de una señora de avanzada edad, otra esclava que a penas y podía moverse. Y por ello ahora corría con todas sus fuerzas por el bosque, siendo perseguido por un par de carroñeros, quienes a parte de querer su escaso sueldo del día, también querían su cuerpo. Los gritos estaban cada vez más cerca y debido al sol del día y al doble trabajo, su cuerpo ya no daba para mucho más, finalmente, cuando llegó a las orillas de un riachuelo fue que sus piernas flaquearon y terminó estrellándose en el lodo.

-Así que hasta aquí llegaste.- Un hombre de mediana edad se acercó por detrás y al sujetarlo de sus cabellos con fuerza, le alejó del lodo.- Tendremos que castigarte un poco ya que nos hiciste correr detrás de ti.-

Tenía miedo, pero ya no era capaz de defenderse, se sentía tan débil que no podía moverse. Escuchó cuando sus ropas fuero rasgadas y dejó su cabeza caer, cerrando sus ojos, no quería saber nada. Sus piernas fueron abiertas y flexionadas mientras su pecho y cuello recibían mordidas y chupones. –No…- Susurraba una y otra vez.- No por favor…- Abrió sus ojos cuando sus lágrimas hicieron presencia, volteando hacia el espesor del bosque en busca de ayuda, de una salida. Y entonces lo vio, un par de grandes ojos violetas observaban desde la distancia. Su cuerpo vibró tras la conexión de sus ojos y un deje de sus fuerzas se dirigieron a sus pulmones.- ¡Atsushi!- Todo se volvió negro.

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La luz daba de lleno en su rostro y esta incomodidad le hizo arrugar la nariz y abrir los ojos, estaba cansado pero mucho más recuperado, recordaba haber despertado varias veces entre los delirios de la fiebre y también a su mente llegaba alguien de cabellos y ojos violetas, Atsushi, estaba casi completamente seguro de que ese era su nombre aunque nunca lo había conocido o hablado con él, pero se encontraba ahí, sentado a su lado con su mano sujeta y su cabeza sobre su abdomen.

-¿Atsushi? – Susurró mientras acariciaba los largos cabellos del durmiente.- Gracias…- Sonrió al verle arrugando el entrecejo, no lo conocía, pero algo dentro de sí le decía que ya lo amaba, que sería suyo siempre.

El nombrado abrió sus ojos y se irguió con pereza, ambas miradas volvieron a hacer conexión después de muchos días, y el magnetismo del “destinado” les hizo unir sus labios, Atsushi supo que había encontrado a su pareja y Himuro encontró la protección que tanto necesitaba.  Entonces, unieron mucho más que sus labios toda la tarde.

Notas finales:

Gracias por leer.

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