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Serendipia por Neove

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Notas del fanfic:

¡Buenas!

Tal y como mis demás fics, este es uno que tengo en mi cabeza desde hace tiempo que por múltiples razones nunca me he sentido con motivación de publicar.

Pero ese momento ha llegado, sí señor, así que tomen asiento damas y caballeros y que empiece el espectáculo.

Nótese que no tengo nada realmente importante que destacar, pero dejar este sitio vacío me hace sentir un poco mal.

¡Gracias por leer!

Notas del capitulo:

Oh, olvidé mencionar. En la última parte del capítulo se verá "L:" o "F:" seguidos de un diálogo. Cada una de las letras significa Leo o Fabián, respectivamente. Quise hacerlo de esta manera ya que como se relatará su programa de radio intenté hacerlo un poco más realista (sí, lo sé, es un poco bobo).

Espero haberme dado a entender. ¡Ojalá les guste! <3

— Pues… creo que eso es todo lo que deberíamos abarcar en esta semana. Aunque me temo que como siempre los temas se nos acabaran pronto.

— Eso parece…

— Bien, da igual, de todos modos apenas tenemos gente que nos escuche —Dijo Fabián una vez que terminó la emisión—. La última vez no estuvo… tan mal.

No se arrepentían de la decisión que ambos habían tomado de comenzar una radio por internet, era solo que a veces era cansado. Más que nada cuando su programa de radio era tan poco delimitado y al final estaban en el aire hablando de cualquier cosa que pasara por su mente.

— Tuvimos más escuchas que siempre —Leo se encogió de hombros, levantándose de la silla en la que estaba sentado y dirigiéndose a su cama, aparentemente cansado—. Además, esta vez fue un poco más interesante.

— Aunque siempre les importan a los escuchas muy poco mis investigaciones —Fabián soltó un suspiro casi abatido—. Pero sí, ha estado bien y esperemos que esta semana sea igual, ¿qué tal tu primer día de clases?

— Como siempre, supongo. Mucha tarea, ese tipo de cosas…

La verdad era que Leo no se llevaba de lo mejor con la universidad, aun cuando realmente le gustaba lo que estaba estudiando y ya había tenido todo un cuatrimeste para acostumbrarse a aquel ambiente. Es decir, sí que le gustaba tener clases y esas cosas, pero a veces le exigían mucho más de lo que él podía dar.

No podía quejarse ya que esa había sido su decisión.

— ¿Estás cansado, verdad? —Fabián soltó una risa. Además de todo el tiempo que llevaban de conocerse, eran los mejores amigos, y solo con eso bastaba para que se conocieran ese tanto el uno al otro.

— Un poco, casi no he dormido anoche —Soltó Leo con gesto culpable. Su irregularidad para dormir ya era prácticamente una parte de él.

— Pensé que ayer te ibas a dormir temprano —Alzó una ceja—. Nos has dicho a todos que te ibas a tu habitación para poder recuperar las horas de sueño.

Desde hace algunos meses, ellos dos junto con sus otros amigos habían decidido comenzar a vivir juntos en una clase de pequeña residencia que a todos les convenía debido a la cercanía que había a sus respectivas facultades.

Era divertido vivir todos juntos, aunque sinceramente pasaban un mínimo tiempo reunidos.

— Bueno, hombre, a veces uno cambia de opinión… —Leo rio, restándole importancia al asunto— Pero puedes verlo por el lado bueno, terminé de ver la película que dijiste y así podemos hablar de ella durante el programa.

— No tienes remedio —Su mejor amigo comentó, resignado— ¿Sabes qué? Ya no te diré nada. Parece que contigo solo funciona la psicología inversa.

— Lo siento, lo siento —Seguía riendo, pero esta vez se trataba de una clase de risa nerviosa—. Es gracioso porque lo mismo me dijiste respecto a mis historias.

— Ni siquiera me lo recuerdes —Fabián fingió estar molesto, apartando la mirada mientras jugaba distraídamente con su propio cabello negro—. Siempre las dejas a medias y yo soy el único que sufre.

— Algún día las continuaré, te lo aseguro. Tengo demasiadas ideas al respecto.

Los ojos de Leo brillaron con emoción, como siempre hacían cada que hablaba de lo que escribía; lo cual era bastante gracioso ya que al ser sus ojos casi negros, aparentemente costaba darse cuenta de esa clase de detalles.

Pero Leo a veces era demasiado transparente, o al menos en la mayoría de las ocasiones, ya que la mayoría de las cosas realmente importantes se las guardaba para sí mismo.

— No me lo digas, no quiero saberlo.

— ¿Otra vez con eso? —Leo volvió a soltar una risa mientras se levantaba abruptamente de la cama, su cabello caoba totalmente revuelto por el poco interés de su poseedor por mantenerlo ordenado— A mí me gusta mucho contarte acerca de eso.

— Lo sé, pero si me lo dices seguramente no lo escribirás hasta dentro de mucho tiempo.

— Está bien, está bien —Comentó Leo resignado, cambiando de tema— ¿Sí irás mañana a mi clase?

— Claro, ¿es a las cuatro, no?

— Sí, asegúrate de llegar puntual. No sé si el profesor sea severo al respecto ya que nunca lo he visto, pero mejor no arriesgarse.

— Bien, estaré allí a tiempo —Fabián se levantó de la silla, tomando su laptop en sus manos—. Lo mejor será que me vaya a dormir por hoy. No te duermas demasiado tarde.

—No puedo prometer nada —Fue lo único que respondió Leo antes de que su mejor amigo saliera de la habitación para ir rumbo a la propia.

 

 

La clase era interesante, sin duda. Todo lo que decía el profesor era digno de escuchar y todo lo que apuntaba en el pizarrón era relevante, por lo que Leo se aseguró de copiarlo; pero estaba cansado, mucho.

Otra vez había fallado ante sus convicciones. Internamente maldijo a todas aquellas películas y manga que siempre lo tentaban justo cuando estaba a punto de dormir.

Miró su reloj de muñeca, intentando no parecer desesperado. Solo cinco minutos.

Cinco minutos y sería libre. Ese día, al menos. No podía hacerse demasiadas ilusiones, después de todo apenas estaba en la primera semana de clases del cuatrimestre.

Gracias a una fuerza divina a la cual Leo no le pudo poner nombre, el profesor comenzó a borrar todo lo que había en el pizarrón y comenzó a tomar sus cosas dando por finalizada de clase.

— ¿Y bien? ¿Qué te pareció? —Fue lo primero que le preguntó a su mejor amigo en cuanto el maestro salió del aula.

Fabián había llegado a tiempo y el profesor parecía no haber notado que el chico no era de por allí, lo cual había hecho que todo tomara su rumbo habitual.

— Fue muy interesante… Aunque me temo que lo único que hice fue dibujar —Sonrió levemente mientras Leo soltaba una risa.

— ¿Pero te gustó? —Preguntó Abel, otro de los amigos con los que vivían uniéndose a la conversación— Es muy buen profesor, ¿no crees?

— Sí, ha sido una clase muy buena —Fabián dijo sinceramente—. Entiendo porque les gusta tomar clases con él.

— Claro, con los exámenes que hace debe compensar de alguna manera tanto martirio —Dijo Leo—. Ese hombre sabe lo que hace, te lo dije.

En un gesto casi mecánico, los tres se levantaron de su silla y se dirigieron fuera del aula, siguiendo platicando acerca del profesor.

— ¡Leo! —Esta vez quien habló fue Tristán, uno de sus compañeros de clase— No puedo creer que esta sea la única clase en la que estamos juntos, ¿por qué nos abandonaste?

— Lo siento… —Fue lo único que dijo Leo, soltando una clase de risa nerviosa— No ha sido a propósito.

La verdad era que Leo sospechaba en desmedida el comportamiento de aquel chico. Es decir, el anterior cuatrimestre cuando habían sido compañeros en prácticamente todas las materias le había tratado bien, pero no especialmente. Y ahora, desde el día anterior cada que se lo encontraba le hacía comentarios acerca de lo triste que era que se separaran.

— Deberíamos ir al cine un día de estos —Comentó Tristán, sonriendo ampliamente mientras que Leo miraba de reojo a sus amigos, quienes estaban alejados unos cuantos pasos y platicaban entre ellos— Hay que ver que películas hay y vamos con Amie, ¿qué te parece?

— Me parece —Leo esbozó una risa. Sinceramente, aún se encontraba nervioso. Había pocas cosas que le ponían tan nervioso como socializar con los demás—. Solo dime el día y ahí estaré.

— Perfecto entonces —Tristán esbozó una gran sonrisa, triunfante. Lo que disparó todas las alarmas internas de Leo, sabiendo que algo se avecinaba— Y… ¿Puedes traer a Abel?

Ahí estaba. Eso era lo que se ocultaba. Casi como si se tratara de un mecanismo, todas las sospechas de Leo tomaron sentido de repente.

— ¿Uh? —Soltó, casi inconscientemente, aunque sabía perfectamente de qué iba la cosa.

Tristán solo guiñó un ojo y se alejó mientras se colocaba su gorra sobre su cabello teñido de púrpura, dejándole completamente abrumado.

— ¿Qué te ha dicho ahora? —Preguntó Abel soltando una risa.

— Que vayamos al cine y esas cosas… —Leo estuvo a punto de soltar una risa nerviosa. Estaba a punto de caer en pánico— Ehm, creo que es hora de que me vaya, ahora ya no tengo clase…

— Oh, es cierto —Abel sonrió para demostrarse después totalmente abatido—. Yo aún tengo una clase y al parecer el profesor ya ha entrado al aula, nos vemos al rato. Cuídense en el camino a casa.

— Claro, tú igual —Comentaron Fabián al mismo tiempo, moviendo sus manos en señal de despedida y en cuanto vieron que Abel estaba dentro de su aula, comenzaron a caminar rumbo a la salida de la facultad.

— Fabián, estoy cayendo en pánico —Leo soltó inmediatamente. No era como si fuera realmente malo guardando secretos –aunque en algunas ocasiones sí se trataba de eso, todo había que decirlo– pero esta vez solo se trataba de que la situación realmente le superaba.

— ¿Qué pasa? —Preguntó Fabián, preocupado y curioso a partes iguales.

— A Tristán le gusta Abel —Soltó al cabo de algunos segundos. Por el gesto que su amigo hizo, aquella información le resultó tan sorpresiva como a él—. Es que… me invitó al cine y me dijo que lo llevara.

— Demonios —Fabián soltó inmediatamente—. Mi mente está pensando muchas cosas que no debería.

Otra cosa que la mayoría de personas no sabía acerca de ese par de amigos era que eran realmente fudanshis. Aunque ese era un secreto que no les gustaba andar ventilando por el mundo y tampoco lo negaban cuando se volvía evidente.

— No, a ver —Leo detuvo sus pasos por un segundo, tratando de ordenar su mente—. Abel tiene novia. Es totalmente hetero. Prometimos que había terrenos que no podíamos homosexualizar, ¿lo recuerdas?

— Lo sé, pero es difícil. Es que… maldición —Fabián se llevó una mano a sus lentes, que por alguna razón todavía los llevaba puestos aun cuando la mayor parte del tiempo iba sin ellos.

— Lo sé, me pasa lo mismo, pero a ver, intentemos relajarnos —Comentó Leo, aun cuando el resultado a sus palabras era totalmente el contrario—. Es decir… Realmente lo esperaba de Tristán, ¿sabes? No es que se comporte de manera especial o algo por el estilo, pero el gaydar nunca falla.

— Lo parece un poco, sí.

— Además, siempre habla de chicos sin problemas, creo que eso era una pista obvia. Es solo que Abel… No es inesperado, pero… sí, sorpresivo.

No es que Leo estuviera en contra de aquello de «los opuestos se atraen», pero esto era demasiado.

A Abel lo conocía de casi o más tiempo que Fabián y aunque por algunas razones del destino habían dejado de ser amigos por algún tiempo aun cuando no habían tenido algún problema entre ellos, lo conocía realmente bien. Él era una persona responsable, inteligente, todo un buen ejemplo en toda la extensión de la palabra; además, era divertido. Se tomaba las cosas en serio, pero también sabía que había momentos para dejar los deberes a un lado.

Con respecto a su apariencia, Abel era unos cuantos centímetros más alto que Fabián y Leo, además su cabello castaño claro quedaba bastante bien con sus ojos grises. Era atractivo, de eso Leo no tenía la menor duda.

En cambio Tristán parecía su completo opuesto. Desarreglado, irresponsable, ligero ante la vida. Su cabello teñido la mayoría del tiempo se encontraba cubierto por cualquier clase de gorro y su ropa le daba un aspecto un tanto desaliñado. Por supuesto era una persona agradable también, pero…

La idea seguía siendo condenadamente extraña.

— No puedo seguir con esto —Dijo Fabián, volviendo a jugar con su cabello en un gesto casi desesperado.

— Como sea, Abel es un gran prospecto… —Leo soltó casi en automático, cosa que le pasaba frecuentemente— No, no, a ver, tiene novia.

— Exacto, tiene novia. No la conocemos bien y esas cosas, pero parece ser buena persona.

— Seguro que es buena persona, después de todo es novia de Abel.

— Exactamente.

Ambos continuaron diciendo cosas parecidas en su camino a casa, apenas pudiendo mantener sus pensamientos en orden. Sabían que una vez que estuvieran dentro de la residencia no podrían volver a mencionar palabra. Después de todo, a pesar de que confiaban en sus amigos había algunas razones para que ellos no se enteraran de ello.

 

 

— ¿Ya te vas, Izán? —Preguntó Fabián, saliendo de su habitación. Su apariencia en su totalidad decía que acababa de despertar, no muy diferente a la de la mayoría por allí. Era fin de semana, podían permitírselo.

— Dentro de un rato, tengo orquesta —Izán soltó un gran suspiro. Todos sabían que adoraba la orquesta en la que estaba, pero le consumía tanto tiempo que apenas le quedaban tiempo para otras cosas.

— Vaya, vas bastante arregladito, ¿vas a ver a alguien en especial? —Soltó Leo, alzando las cejas a modo de broma. De forma no demasiado sorpresiva, el aludido se sonrojó inmediatamente.

— No… —Se llevó una mano al cabello, arreglándoselo de manera inconsciente. Sus cabellos castaños se comenzaron a mezclar con los mechones que tenía teñidos de azul.

Si había una persona más transparente que Fabián, ese definitivamente era Izán.

— Míralo Fabián, es adorable —Leo dijo a broma. O al menos lo intentó. Era difícil no darse cuenta de lo evidente que era ese chico en lo que al aspecto romántico se refería.

— Totalmente —Fabián soltó una risa al notar que el sonrojo de Izán incrementaba—, ¿quién es la afortunada?

— ¿Se acuerdan de Giovana? Pues ella —A Izán aún no se le pasaba de todo el bochorno, pero sus respuestas eran siempre sinceras—, pero… otra vez las cosas no van bien.

— Oh… —Soltaron los otros dos, de manera casi mecánica. Izán era una excelente persona: era confiable, amigable, social… pero siempre era encasillado rápidamente en la zona de amigos.

Por supuesto, Leo y Fabián se preocupaban por su amigo, pero este era exageradamente enamoradizo. Normalmente no pasaba más de una semana que las cosas salieran mal con una chica antes de que a este ya le interesara otra.

— ¿Esta vez que ha pasado? —Fabián fue el que se atrevió a preguntar, tratando de ocultar su preocupación.

— ¡Todo es culpa del maldito de Elías! —Replicó Izán, evidentemente molesto. Por las pocas veces que sus dos amigos habían escuchado de ese chico, sabían perfectamente que no le caía ni en la menor gracia a Izán— Siempre está con ella, parece que se llevan muy bien y a ella parece gustarle él.

— Deberías preguntarle directamente, uno nunca sabe.

— Es que no sé cómo —Izán soltó un suspiro y se sentó en el sofá, al lado de Leo—. Además, es prácticamente seguro.

— ¿Pero que no él siempre estaba con esta otra chica? —Preguntó Fabián, entrecerrando los ojos intentando recordar el nombre de esta, rindiéndose unos cuantos segundos después— ¿Cómo se llamaba?

— Daniela —Dijo el chico abatido. Bueno, lo cierto es que ellos nunca podrían haberlo adivinado. No después de tantos nombres—. Es que él es un patán, ilusiona a todas y a final de cuentas no sale con ninguna.

— Podemos matarlo —Leo prestaba la mitad de la atención a la conversación y la otra mitad estaba totalmente puesta al programa que estaba pasando en la televisión—. Sé cómo dejar un cuerpo en el río sin que descubran que fuimos nosotros.

— Leo, no —Izán soltó una risa. Bueno, al menos le había parecido divertido.

— Otra opción es usar cloroformo en la chica —Fabián se llevó una mano a la barbilla, como si realmente considerara su plan.

— A mí me parece una buena idea —Soltó Leo, alzando uno de sus pulgares en gesto de aprobación.

— ¿Pueden dejar de hacer tanto ruido? —Dijo Esteban, saliendo de la cocina donde se había encontrado todo este tiempo— Estaba hablando con mi madre y solo se reía de las tonterías que decían.

— Menos mal que nadie ha dicho una obscenidad. Me avergüenzan, chicos —Leo negó con la cabeza en gesto de desaprobación.

— Perdón Esteban —Izán se levantó del sofá y se dirigió hasta la cocina—, ¿hay algo para desayunar?

— Cereal —Contestaron Esteban y Leo al mismo tiempo.

— Igual que ayer —Ahora fue Abel el que habló, saliendo de la cocina—. Dice mamá que el lunes tenemos que ir a visitarla.

— Bien, quizá llegue un poco tarde, tengo que hacer un trabajo en equipo.

— Eso se lo tienes que decir tú a ella, no yo.

Cualquiera que viera a Abel y a Esteban, ni de broma se imaginaría que ambos eran hermanos gemelos. Es decir, a pesar de que sus personalidades no eran contrarias –o al menos no totalmente– sus apariencias tenían un parecido mínimo y ambos se encargaban de replicarle a la persona que opinara lo contrario.

Comparado con Abel, Esteban era unos cuantos centímetros más bajo, aproximadamente del alto de Leo, tenía el cabello mucho más oscuro aunque igualmente castaño y un poco más largo. De hecho, lo único que compartían completamente los hermanos eran sus ojos grises.

— Muy bien, lo mejor será que me vaya pronto —Izán tenía un tazón de cereal entre sus manos, que comenzó a comer con prisa al cabo de unos segundos—, ¿tienen planes para hoy?

— No —Contestaron Fabián y Leo. No era como si les molestara, pero ellos nunca tenían planes.

— Yo saldré con Julia —Abel esbozó una pequeña sonrisa, refiriéndose a su novia—, pero regresaré temprano.

— Y yo con Iker —Dijo Esteban, lo que alertó a los demás, pero no soltaron ni una sola palabra al respecto.

Sinceramente, no sabían qué opinar respecto a que Esteban saliera tanto con su ex-novio, pero no podían decirle nada al respecto. Después de todo, ni siquiera se habían enterado bien de lo que había pasado entre ambos.

— Bien, ¿qué opinan de tener mañana una noche de chicos? —Izán sonrió ampliamente. A él le encantaban ese tipo de cosas.

— Supongo… —Esteban se encogió de hombros, sin encontrar nada en contra del plan.

— Mientras que no me hagan tener que hablar de chicos y ver comedias románticas, por mí bien —Leo bromeó—. Podemos tener un maratón de películas de terror, para cambiar un poco la mecánica de las cosas.

— No —Fabián rechazó inmediatamente, haciendo ademanes con las manos—. Sabes lo malo que es para mí y para Izán ese tipo de cosas.

— Tan ukes… —Leo soltó una risa. Siempre le gustaba decir ese tipo de cosas, más sabiendo lo mucho que le «molestaban» a su mejor amigo.

— Mira quién lo dice —Fabián rodó los ojos y se cruzó de brazos—, ¿qué tal todo con Ulises?

— ¡Esteban, dile que eso es jugar sucio! ¡Defiéndeme como mi madre que eres!

— Que todas las fuerzas me libren de tener un hijo como tú.

— ¡Abel! Me está maltratando tu hermano —Leo siguió fingiendo que estaba herido, mientras que el resto solo reían, divertidos.

— Déjalo, Esteban. Él es una buena persona —Abel sonrió ampliamente.

— Oh, Abel es un amor. De ahora en adelante yo lo defenderé a capa y espada. No como a ustedes, traidores.

Ese fue el momento en que todos, hasta Leo, soltaron una risa. Todo era como siempre, ellos eran así de amigos aun cuando por mucho tiempo se separaran unos de otros.

Todo era normal, y les agradaba que fuera de esa forma.

Pero de vez en cuando, no está nada mal salir definitivamente de la zona de confort.

 

 

Cuando Leo observó el mensaje que Abel le había mandado, pudo sentir como un escalofrío recorría su espalda. Podía ser totalmente obtuso para muchas cosas –demasiadas, de hecho–, pero en lo que se refería a encontrar situaciones de peligro era bastante bueno.

Abel: Hola, Leo :)

Tristán me ha dicho que en un rato él y Amie irán al cine, así que te están buscando para  que vayas con ellos.

Por la mente de Leo pasaron muchas cosas, pero solo había una cosa que tenía completamente en claro y que no dejaría de lado desde ese momento:

Tenía que proteger a la princesa como excelente caballero que era.

Leo: Oh, ahora estoy en casa porque no tendré clase hasta dentro de un par de horas así que no podré ir, ¿les puedes decir?

… ¿No te han dicho nada más?

Al igual que un par de días antes, todas las sospechas que tenía respecto a toda esa descabellada situación volvieron a regresar, al igual que todos esos pensamientos que de no ser porque era Abel quien estaba involucrado se habría asegurado de disfrutar y desarrollar de todas las formas posibles.

Pero no era así, tenía que proteger a su amigo de las garras del que parecía un irresponsable chico aun si su vida dependía de ello. Por eso mismo fue que hizo esa última pregunta, para verificar que Tristán no había invitado a Abel también.

— ¿No has ido a clase? —La voz de Izán fue la que le sacó de sus pensamientos de madre preocupada, o bueno, casi del todo.

Quizá Leo no era una persona precisamente madura, pero al saber que cada uno de sus amigos tenía sus propios problemas sí que se sentía como una madre dispuesta a cuidarlos. Aun cuando en su mente le gustara pensar más en él como un caballero de brillante armadura y en sus amigos como damiselas en apuros.

Por supuesto, ese tipo de cosas nunca las diría en voz alta si no quería recibir regaños de parte de ellos.

— Tengo clase hasta dentro de un par de horas, no voy a comenzar a faltar tan pronto, no te preocupes —Soltó, dramatizando de más la pregunta de su amigo—, ¿tú vas a la orquesta?

— Después de comer algo —Izán dejó sus cosas sobre una de las sillas del comedor y comenzó a rebuscar entre las alacenas de la cocina algo de comida.

— No encontrarás demasiado por allí, yo voy dejándolo caer —Leo le observaba con diversión, a lo que Izán soltó un suspiro cargado de molestia—, ¿qué tal todo con Giovana?

— Mal, muy mal —Izán soltó otro suspiro, pero esta vez fue más resignado —, ¿te acuerdas que te dije que Elías se pasaba todo el tiempo con ella? Bueno, pues resulta que a ella le gusta él.

— ¿En serio? —A pesar de que Leo no se esperaba una respuesta demasiado diferente a la que había recibido, aun así le parecía injusto todo lo que a su amigo le pasaba. Es decir, sí, él tampoco era precisamente bueno en lo que se refería al ámbito amoroso, pero la diferencia radicaba en que Leo se sentía mucho mejor sin una pareja y en cambio Izán parecía tener ganas de tener una casi desesperadamente.

Y se la merecía, claro que se la merecía. Ahí estaba la razón por la cual toda la situación le parecía radicalmente absurda.

— Sí, da igual —Izán se encogió de hombros restándole importancia al asunto—, ¿qué tal todo con Ulises?

— Meh —Leo se comportó como si la situación le diera exactamente lo mismo, y de alguna manera sí que era de ese modo. Ese era su problema; justo cuando se creía involucrado sentimentalmente respecto a alguien el universo se encargaba de demostrarle que no era así, de ahí venía su decisión de dejar todo ese tema de lado el mayor tiempo posible.

— Cuando dices esa clase de cosas nunca sé qué pensar —Izán soltó una risa a la vez que sacaba del microondas las sobras del día anterior.

— Nada, realmente. No ha pasado nada que destacar, además creo que ya lo estoy superando, así que ya no importa.

— Vaya, ¿cuánto te duró el capricho?

— Casi un año, pero ya está, ha sido el mismo tema de siempre.

— Te odio por ser así —Izán entrecerró sus ojos, a lo que Leo supo exactamente a qué se refería—. No es normal poder superar a la persona que te gusta solo con proponértelo.

— Qué te digo, soy asombroso en muchos aspectos —Leo sonrió de medio lado, a lo que Izán puso los ojos en blanco como si no le encontrara remedio.

— Bueno, como sea, ¿dónde está Fabián?

— No lo sé, creo que iba a visitar a unos amigos a su facultad o algo por el estilo… —Soltó Leo casi en automático, tomando su celular entre sus manos para leer los mensajes de Abel que acababa de recibir.

Abel: No, nada, ¿por?

Soltó un suspiro de alivio. Una de las princesas estaba a salvo por el momento. Una verdadera lástima que hubiera cuatro.

Leo: Por nada, no importa.

Bueno, te dejo que tomes tu clase tranquilo, nos vemos dentro de un rato. Adiós.

Bloqueó de nuevo su teléfono y lo guardó en su bolsillo, regresando su mirada hacia la mesa donde su plato improvisado de cereales que ya había acabado hace algún tiempo seguía ahí, recordándole que ya no tenía mucho más que hacer ese lugar.

— ¿Era Ulises quien te mandó el mensaje? —Preguntó Izán a punto de alzar una de sus cejas con un deje de diversión, como si hubiera ignorado deliberadamente lo que Leo le había dicho hace tan solo un momento.

— No, era Abel, pero… No importa, da igual.

— Te estás comportando muy sospechoso últimamente, más te vale ponerme pronto al tanto.

— Lo haré, lo haré —Soltó Leo como quien no quiere la cosa, pero sinceramente ya tenía ganas de una de las grandes charlas que tenía con Izán y Fabián—. Es solo que es tu culpa por tenernos tan abandonados.

— Discúlpenme, si tuviera más tiempo todo estaría en orden, pero ya ves…

— Entiendo, entiendo —Leo soltó una risa, mostrándole que no estaba molesto ni nada por el estilo— Y por favor, Izán, ¿puedes dejar de comer tan rápido? me estás poniendo de los nervios.

— Lo siento, es que ya tengo prisa.

— Ser un hombre ocupado es duro, ¿eh? Pues nada, creo que te dejaré que comas en paz, tengo que hacer algunas cosas antes de ir a clase. Cuídate mucho y mata a Elías de ser posible.

— Hoy es el día en que ese desgraciado se muere. Tú también cuídate.

Leo se levantó de su silla, llevó su tazón de cereal hasta el lavabo donde seguramente alguien se apiadaría de él y lo lavaría. Siempre eran así las cosas por allí; él muchas veces había lavado los platos de los demás, así que dejó la cosa cual estaba y se encaminó hasta su habitación para acabar las tareas que tenía pendientes.

 

 

— Bueno, bienvenidos a este curso. Espero que no tengamos problemas.

Para ser un profesor universitario, Leo tenía que admitir el esfuerzo de ese hombre al parecer tan enérgico y motivado.

Sin despegarnos demasiado de la realidad lo justo sería decir que Leo perdió completamente la atención de la clase en ese momento. Es decir, escuchaba cada palabra que decía el profesor e intentaba no perderse demasiado por si se daba el caso que fuera de los que hacían preguntas, pero su mente se encontraba alejada del planeta Tierra.

— Antes de continuar con esto, por favor pónganse por parejas.

Aunque bueno, realmente no estaba tan lejos como para perderse de eso.

Sin esperar mucho más, volteó hacia Abel que se encontraba justo a su lado de manera confidente. Y no era el único, pero lo que el profesor tenía planeado tendría una enorme repercusión en los próximos meses.

— Ahora que ya saben con quién se llevan bien, hagan pareja con alguien que no conozcan en absoluto.

Ahí fue donde el verdadero desastre comenzó.

Leo no era demasiado ingenuo como para no estar enterado de que nadie se acercaría a preguntarle si quería ser su pareja. Todos se estaban acercando a personas que sí, no conocían, pero que al menos percibían su existencia.

Y en eso Leo fallaba completa e irremediablemente.

— Hey, Abel, ¿hacemos equipo? —Una voz que identificó inmediatamente le puso en alerta. Tristán.

— Claro, ¿por qué no? —Contestó su amigo de manera simpática.

Por todos los medios tenía que proteger a la princesa.

— ¿Ya tienes pareja? —La pregunta del profesor dirigida hacia él le sacó de sus ensoñaciones de caballero para caer en la realidad de que quizá tendría que ser el único en todo el grupo sin una pareja de trabajo.

Normalmente ese tipo de cosas no le importaban demasiado, pero sí que sabía que esa era una imagen sumamente lamentable.

— No... —Soltó, sin mucho más que decir. Y el profesor, solo como él, le tomó del codo jalándole hasta una de las esquinas del salón.

— Tú no tienes equipo, ¿verdad? —Preguntó el hombre al chico desconocido, a quien Leo apenas podía ver con la vergüenza que tenía.

— No...

— Muy bien, ustedes serán equipo. Preséntense y esas cosas mientras tanto —Y así, sin más, el hombre se alejó buscando a las otras personas que aún no tenían equipo.

Bien, parecía que Leo estaba destinado a pasar experiencias embarazosas por el resto de su vida.

— Hola... —Dijo a final de cuentas, sentándose en una de las bancas contiguas a las de su compañero, ya que suponía que tendría que estar al lado de este.

— Hola. Ehm... Soy Gael, ¿y tú?

Fue hasta ese momento en el que Leo se fijó en su compañero. Muy para su desgracia, por cierto. Alto, cabello negro, ojos aceituna y una presencia bastante indescifrable.

Era su tipo. Aunque eso quedaba totalmente de lado comparado con el simple hecho de que conocer a alguien le creaba una seria crisis de ansiedad.

— Leonardo... Bueno, prefiero que me llamen Leo...

Que alguien lo matara, por favor.

— Bueno, ya que están todos integrados con su respectiva pareja tomen asiento —Interrumpió el profesor gracias a todas las fuerza supremas—. Ya que el nombre de esta clase es «Formación humana y social» considero bastante importante que generen un vínculo con sus compañeros. Y sí, la verdad es bastante precipitado, pero... De ahora hasta el fin del curso trabajarán únicamente con esa persona para cada una de las tareas que les pida. Así que traten de llevarse bien.

Por favor, que alguna fuerza divina acabe con mi existencia.

Y aunque su súplica no fue atendida, sí que el destino mostró alguna clase de benevolencia ya que el resto de la clase transcurrió con normalidad. Se trataba únicamente de alguna clase de presentación –discurso poco importante–, lo importante que era contribuir de manera humanitaria –un poco de sermón por aquí y por allá–, un proyecto final –igual de exigente que los de todas las demás materias–, todo lo de siempre.

En cuanto el profesor dio por terminada la clase Leo se levantó de su asiento tan rápido como pudo, ya que una persona tan poco paciente como él guardaba sus cosas sigilosamente aun cuando quedaran algunos minutos de clase.

Lo bueno de que fuera viernes era que ese día solo tenía dos clases. Eso era tan hermoso que estaba seguro que en cualquier momento comenzaría a llorar de felicidad.

— Uh, Leo… —La voz del chico que estaba sentado justo a su lado le detuvo.

Oh, cierto.

— ¿Sí? —Dijo con el tono más neutro que pudo, y de alguna manera le salió terriblemente bien.

— ¿Podrías darme tu número de teléfono? —Preguntó el chico… Gael, sí, él. Tenía que asegurarse de aprenderse su nombre— O, bueno, si te es más cómodo ponernos de acuerdo con la tarea por alguna clase de red social o algo por el estilo por mí no hay ningún inconveniente.

— Oh, claro —Soltó Leo, convirtiéndose de un segundo a otro en un total desastre. Comenzó a buscar su teléfono en todos sus bolsillos y una vez que lo encontró se equivocó un par de veces en su contraseña antes de poder al fin desbloquear el aparatejo—. ¿Te parece bien si te marco a tu teléfono? Ya después decidiremos dónde será mejor ponernos de acuerdo, aunque yo también me encuentro bien con cualquier cosa.

Su voz vaciló en un par de ocasiones. El pobre chico era un desastre en lo que se refería a interacción social, eso estaba claro.

— Sí, uh, claro… ¿te paso mi número de teléfono?

— Sí, está listo.

El otro chico comenzó a dictar una serie de números y a Leo por alguna razón le llamó la atención que este se lo supiera de memoria. Eso era poco habitual. Al igual que su manía por notar aquellos detalles tan mínimos.

Una vez que el móvil ajeno comenzó a vibrar Leo colgó totalmente orgulloso de sí mismo al no equivocarse en marcar ningún dígito.

— Muy bien, entonces nos ponemos de acuerdo con la tarea de la próxima semana pronto. ¿Te parece bien hablar de ello mañana?

— Sí, no hay ningún problema.

«Yo estoy libre los trescientos sesenta y cinco días al año» pensó para sus adentros, agradeciendo no haberlo externado para no quedar como un ser aún más patético de lo que ya parecía.

— Entonces… nos vemos después.

— Claro, cuídate.

— Tú también, adiós.

Leo salió con toda la calma del aula, tratando de aparentar que aún era un ser razonable que no caía en pánico por algo tan simple como tener que comunicarse obligatoriamente con alguien prácticamente genial.

Pero en cuanto asimiló la idea del todo comenzó a caminar lo más rápido que permitían sus piernas –y sin parecer un psicópata que estaba a punto de matar sin piedad alguna, por supuesto–.

 

 

L: Muy bien, con esto terminamos la sección de recomendaciones de películas.

F: ¡Y ahora viene la sección de preguntas! Antes de empezar, queremos agradecer a todas aquellas personas hermosas que preguntaron esta semana. ¡Bueno! La primera pregunta anónima que tenemos en esta ocasión es la siguiente: “¿Qué clase de música les guste?”

L: Uh…

F: ¡Es una gran pregunta, Leo!

L: ¡Lo es! Es solo que me es complicado responder. Aparte, me sorprende el hecho de que no hayamos hablado de ello hasta este momento. Bien, veamos…

F: Yo amo el rock y el blues, pero últimamente y como secreto entre nosotros el k-pop me trae loco.

L: Puedo verificar eso. Últimamente Fabián lo escucha a todas horas y en todo lugar, e incluso cuando caminamos por la calle comienza a cantar y bailar. Es como un show de una sola persona.

F: *Risas* ¿Por qué tienes que contar eso?

L: Creo que tenemos la confianza suficiente con nuestros escuchas como para hacerles saber este tipo de cosas.

F: Bueno, si ese es el caso deben saber que Leo…

L: Eso ha salido completamente de la nada. No tiene justificación.

F: Creo que tenemos la confianza suficiente con nuestros escuchar como para sacarles temas de la nada sin que les moleste.

L: … Mi banda favorita es de rock japonés, pero también me gusta la música de los 50’s y soundtracks, muchos soundtracks.

F: ¿Ven esto?... ¿Oyen? Este hombre es un desgraciado.

L: Lo siento, lo siento, ¿qué era lo que ibas a contar?

F: Ya no importa, vayamos con la siguiente pregunta, pero ten por seguro que cuando recuerde algo vergonzoso de ti se los diré a todos.

L: Venga, no quiero ocultarles nada a nuestros amados escuchas.

F: Muy bien, ustedes están de testigos. Ahora, la pregunta es: “¿Cómo sería según ustedes una película romántica perfecta?”

L: Whoa, esa es buena. Y difícil.

F: Te toca contestar primero, ya fue mi turno en la anterior.

L: Lo sé, lo sé. Veamos… Ustedes saben que odio las películas románticas, es algo que no me logro explicar y no me molesta cuando alguien me dice que le gustan esas películas…

F: Ve directo al punto, Leonardo.

L: Bien, aquí va… Creo que lo que me molesta de las películas románticas es que llevan todo demasiado rápido, como si ya supieran que la otra persona es el amor de su vida apenas conocerse. Es decir, ¿creo que en algunos casos es así? Pero una persona como yo prefiere una relación que se va construyendo poco a poco…

F: ¿Pero te imaginas? No creo que pueda haber algo así en una película de dos horas.

L: Ya sé, todo es demasiado triste. Aunque debo decir que a pesar de que no veo películas románticas estoy pensando en ese tipo de historias todo el tiempo, es algo que no puedo evitar. A veces me doy un poco de asco por ello.

F: Lo peor de todo es que no acabas tus historias.

L: Algún día, ya verás.

F: Ya no te creo, maleducado…

L: Lo siento *risas*

F: Bien, ¿algo más que quieras agregar?

L: ¿Respecto a la pregunta? No creo. Diría por molestar que me gustaría que alguno de los protagonistas muriera al final, pero yo soy de los que se pone a llorar en silencio con ese tipo de cosas.

F: Entonces es mi turno.

L: Venga, compadre.

F: Yo amo los clichés. No todos, ya que hay algunos que me pregunto por qué siguen usándolos a día de hoy, uhm… Yo amo las películas donde el popular se enamora del retraído social, ¿ya saben? Sin importar qué papel sea la chica o el chico. Hay una que realmente me gusta donde los protagonistas cambian de cuerpo…

L: ¿Esa donde el chico es guapísimo?

F: DIOS, SÍ, ESA. También hay algunas otras con el mismo patrón, pero justo ahora no las recuerdo.

L: Justo acaban de comentar que lo que acabamos de decir puede ser lo que buscamos en una relación

F: ¿Eso crees? Yo no soy popular.

L: Agh, basta. Decir que tú no eres popular es lo mismo que decir que yo conozco a cada una de las personas de mi facultad.

F: ¿Entonces yo sería el popular y tú el antisocial?

L: Bro.

F: Bro.

L: Basta, basta. Por este tipo de cosas los que nos escuchan piensan las cosas equivocadas. Además, tú estás prácticamente casado.

F: Lo estoy, pero mi esposo no lo sabe.

L: Somos todo un ejemplo para la sociedad. Bien, ahora la siguiente pregunta…


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