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Una Espera, Nueve Meses Y Una Vida por Dovah

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Notas del fanfic:

Mi primer fic con MPREG como tema principal. Espero les guste.

Niños, pequeños, bebes, infantes… hijos. Kuroo deseaba un hijo más que nada en el mundo. A él la verdad no le molestaba adoptar. A lo que se oponía rotundamente era a la idea de tener hijos propios. Muchas personas decían que era la experiencia más hermosa de sus vidas y que debía sentirse afortunado al ser uno de los hombres en poder crear vida. Todo mundo le decía que el dolor valía la pena… ¿En realidad lo valía? No podía creerlo. Quería evitarse dolores y molestias. Eso sin contar con su experiencia. Su vida con respecto al tema había resultado muy traumatizante.

Cuando tenía tres años, el embarazo de su madre se había complicado y por poco perdía tanto a ella como a su hermana. A los cinco, su tía había perdido a su bebé, ese era el cuarto que no se lograba. A los nueve, el mejor amigo de su padre había fallecido en el parto y sólo pudieron salvar al bebé que murió a los pocos días. Un año después la vecina de enfrente había tenido un accidente en las escaleras y tuvieron que practicarle un aborto para poder salvarla. No pasaban dos años sin que tuviera conocimiento de alguna noticia parecida con familiares o amigos.

Su hermano Akiteru era tranquilo, por suerte su embarazo fue normal, sin complicaciones. El problema fue su cambio de temperamento: Lo llamaba a media noche porque había tenido una discusión con el espejo, lo llamaba a media noche porque quería saber que estaba haciendo, lo llamaba a media noche porque estaba viendo un documental que no entendía pero que se le hacía interesante, lo llamaba a todas horas por razones sin sentido. Una vez llegó a su casa a las tres de la madrugada simplemente porque tenía la necesidad de verlo. ¿Y su esposo? Bueno, él feliz de la vida cumpliendo cada uno de sus caprichos. Decía que valía la pena. El resultado de todo su sufrimiento llegó con el nacimiento de su primer sobrino: Un pequeño de ojos como los de su hermano y cabello negro y ondulado como su padre “el pequeño gigante” y fue él, quien le dejó la idea a Kuroo de un hijo cuando apenas tenían diecisiete y quince.

Otro mal ejemplo había sido el de Akaashi. Una persona calmada, seria y reservada. La verdad no tenía cambios drásticos como su hermano pero si Akaashi quería comer algo en específico y eras desdichado que lo acompañara en esos momentos y no podías conseguirlo. Te ignoraba, te lanzaba miradas tétricas y arrojaba indirectas muy directas. Cuando fueron a cenar a su casa, a su primogénito le pareció buena la idea de salir para finalmente conocer el mundo. En ese momento Akaashi sintió los dolores del parto. Fue cuando descubrió que su superior tenía un gran repertorio de insultos en su vocabulario, no se lo había esperado. Mientras maldecía a los cuatro vientos, Bokuto corría de un lado a otro sin hacer nada más que gritar de emoción y pánico. Él se había congelado. Nunca antes había visto a alguien entrar en labor de parto, y ver a Akaashi sufrir de esa forma lo bloqueó por completo. Kuroo intentó calmar a todos. Fue el más razonable y gracias a él llegaron rápido al hospital. ¿Pero había sido suficiente? No. Por supuesto que no. La vida quería desgraciarlo todavía más.

 

Debido a las complicaciones de su madre, Hitoka había nacido de forma prematura, pasando sus primeros dos meses en el hospital. Eso repercutió en su salud. Estuvo a punto de perder a su hermana por culpa de su embarazo. Al final, los médicos pudieron salvarla tanto a ella como al bebé. Fue un gran alivio para todos.

Había conocido casos de embarazos sin complicaciones, pero eran contados y el reportaje que vio una noche sobre abortos involuntarios fue la gota que derramó el vaso. Con eso, las pocas dudas que había tenido se fueron por completo. Ahora estaba más seguro que nada. Jamás iba a tener hijos propios. Jamás en la vida.

—————

— Felicidades — Habló la doctora — Van a ser padres.

Por unos segundos, nadie dijo palabra alguna.

— Díganos que está bromeando — Rompió el silencio con un toque de esperanza de que no fuera verdad.

— Díganos que NO está bromeando — Habló el pelinegro con sorpresa.

— No estoy bromeando. Tiene tres semanas.

— ¡OH, SÍ! — Gritó feliz el mayor mientras lo abrazaba.

— Bien — Prosiguió la doctora — Hay algunas cosas de las que debemos hablar.

Mientras la doctora hablaba sobre las medidas que debían tomar y Kuroo la observaba sin prestarle atención, él se encontraba inmerso en sus pensamientos.

Hacía días había comenzado con dolores en el cuerpo, no les tomó importancia. En ocasiones, algunas partes de su cuerpo se volvían muy sensibles y cualquier roce por parte de Kuroo lo llegaba a sentir en proporciones enormes, también no le dio mucha importancia. Fue hasta que tuvo mareos matutinos y náuseas que decidió hacer caso. Kuroo lo acompañarlo, estaba muy asustado. Él sin embargo, permanecía tranquilo. Era probable que sólo estuviera enfermo del estómago. Ya sabía que esa cena en el restaurante tenía un raro aspecto.

De todas las posibilidades en su mente, nunca se esperó esa. Ambos tenían cuidado cuando tenían relaciones y tomaban todas las precauciones posibles. Claro que Kuroo no estaba de acuerdo pero al final terminaba convenciéndolo de usar protección. Argumentaba que todavía eran muy jóvenes y debían esperar un poco más. ¿Él sabía sobre lo que pensaba realmente? Por supuesto que no. Ni siquiera su hermano Akiteru sabía sobre eso. ¡Vamos! Él era Tsukishima Kei. El que ganó los primeros lugares en los exámenes de la escuela. El que consiguió una beca en la universidad más prestigiosa de todo Japón. El que analizaba con detenimiento cada situación y sabía cómo reaccionar. No debía darse el lujo de que la gente se enterara sobre su miedo. Y ahora, ese miedo lo tenía frente a sus ojos sin forma alguna de escapar.

Percibía una batalla de emociones. Sentía felicidad porque iba a esperar un hijo de la persona que amaba pero el temor era más grande. Sabía que los tres meses eran los más riesgosos. ¿Y si algo malo pasaba? ¿Y si no se lograba con éxito? ¿Y si sufría un accidente? ¿Y si no podía soportar el dolor? ¿Y si nacía antes de tiempo? Un millón de preguntas lo invadieron.

— Esto es lo mejor que nos ha pasado ¿Verdad? — Kuroo volteo a verlo. Tsukki seguía sentado en la silla pero su cuerpo estaba rígido, su piel más pálida de lo habitual y sus manos se aferraban con fuerza a su ropa — ¿Kei? — Intentó tomar su mano pero el menor la aparto.

— ¿Qué? Ah… sí. Es una alegría — Habló con nerviosismo — Debe serlo.

—————

De regreso a casa Tsukishima mantenía la mirada fija en el suelo sin decir palabra alguna. Kuroo tampoco hablaba pero de vez en cuando mantenía la mirada fija sobre él. En el momento que el automóvil se estacionó en frente de su hogar, bajó de el sin preocuparse en cerrar la puerta y entró a toda velocidad a la casa.

— Espera — Lo siguió apresurado.

— Déjame en paz.

— Vamos. Tenemos que hablar.

— No hay nada de qué hablar — Intentó subir las escaleras pero un mareo se lo impidió. Perdió el equilibrio y estaba por caer. Kuroo logró sostenerlo — ¡NO ME TOQUES! — Grito. Cuando se dio cuenta lo que había hecho ya era demasiado tarde. Lo había abofeteado. Apretó sus puños, mordió su labio inferior y subió las escaleras a pasos acelerados.

Kuroo escuchó la puerta de la habitación cerrarse. Se sobó la mejilla y suspiró. Quería abrazarlo pero desistió en subir. En esos momentos necesitaba un tiempo a solas.

—————

— Kei — Susurró mientras entraba con taza en mano — Preparé chocolate — Tsukki se encontraba sentado sobre la cama, su espalda se apoyaba en el respaldo, sus brazos se aferraban a sus piernas y su mirada se perdía en la lejanía de la ventana — Kei — Dejó la taza en la mesa y se acercó a él.

— Lo siento — Susurró — No debí hacerlo.

— No te preocupes. No me dolió pero necesito hablar contigo ¿Puedo?

— Soy terrible — Escondió su rostro entre sus brazos.

— ¿No quieres al bebé? — Preguntó con calma.

— ¡Como se te puede ocurrir eso! — Lo miró a los ojos— Claro que lo quiero.

— ¿Entonces?

— Yo… tengo miedo — Se aferró a sus piernas — Estoy asustado.

— ¿De qué?

Tsukki suspiró. Había llegado el momento de compartir su más grande temor.

— Ahora entiendo tu comportamiento con lo de Akaashi — Habló una vez terminado de escuchar — Es la única vez que te he visto sin saber qué hacer.

— Debería estar feliz y lo estoy, pero tengo miedo… mucho miedo.

— Es normal — Lo abrazó — Todo padre tiene dudas y miedos. Yo también estoy preocupado pero no voy a dejar que eso opaque mi felicidad — Comenzó a jugar con su rubio cabello — Y tú tampoco debes.

— Lo sé pero…

— No estás solo. Yo estoy aquí y voy a protegerte — Colocó su mano en donde se encontraba su hijo — Voy a protegerlos — Corrigió.

— Gracias — Correspondió al abrazo. Sacar a la luz su temor y sentir el calor de Kuroo le estaba ayudando. Poco a poco el miedo y la preocupación fueron desapareciendo. Debía ser fuerte no sólo por él, sino por su hijo también.

—————

— ¡BRO! — Gritó.

— ¡BRO! — Se escuchó por el auricular.

— ¡Tengo algo importante que decirte BRO! — Volvió a gritar.

— ¡Qué es BRO! ¡No me digas! ¡Te iras de viaje a la luna!

— ¡Claro que no! ¡Kei no puede viajar en estos momentos! ¡Voy a ser papá!

— ¡WAAAA!

— ¡WAAAAAA!

— ¡WAAAAAAAA!

— ¡WAAAAAAAAAA!

— ¡Tetsuro! No grites — Habló calmadamente mientras terminaba su desayuno — Y deja en paz el teléfono. Estamos desayunando.

— Lo sé, lo sé, pero Bokuto debe saberlo.

— Ya se lo dijiste.

— Estoy feliz ¿Qué quieres que haga? Me gusta recrear el momento.

— ¿Desde hace una semana?

— Kotaro-san — Se escuchó otra voz — Debes llevar a Sakura a la guardería. Se les va a hacer tarde.

— Pero estoy hablando con Kuroo.

— Kotaro.

— Bien, bien. Lo siento bro pero debo irme. De nuevo felicidades. ¡WAAA! Saku deja eso. Son papeles importantes de papá ¡AKAASHI! — Colgó.

—————

— Ya debes irte — Intentó zafarse del agarre.

— No quiero — Lo abrazó con más fuerza — Quiero estar aquí y seguir cuidándote.

— Tetsuro. Tomaste unos días de vacaciones.

— Pero, pero…— Sintió un beso en su mejilla.

— Estaré bien.

— De acuerdo. Nos vemos pastelito — Besó su mejilla y se inclinó hasta la altura de su vientre — Cuida a Kei mientras papá va a trabajar. Pórtate bien campeón.

— Todavía es muy pequeño para saber si es niño.

— Va a ser niño. Tiene que serlo — Se emocionó — Y le enseñaré a jugar e iremos a partidos.

— Tetsuro.

— Y le enseñaré a conducir, a afeitarse.

— Tetsuro.

— Le daré consejos de como ligar y…

— ¡Tetsuro! Vas a llegar tarde.

— ¿Qué? — Miró el reloj en la pared — Demonios, ya es tarde — Nos vemos al rato hijo. Kei, necesito mi beso de despedida.

— Ah… — Suspiró — Que tengas un buen… — Antes de que sus labios tocaran por completos los de Kuroo el aroma a colonia penetró en su nariz. Se llevó una mano al estómago y se cubrió la boca — Asco — Se dirigió corriendo al baño.

Kuroo lo observó alejarse a pasos apresurados, no sabía si estar feliz por los síntoma de su embarazo, insultado por el comentario o triste porque no lo despidió como quería. Se quedó pensando y sonrió. Había comenzado la aventura más grande de sus vidas.

Notas finales:

Qué tal les pareció... XD


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