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Una Espera, Nueve Meses Y Una Vida por Dovah

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Notas del capitulo:

Antes que nada lamento haber tardado pero bueno, aquí está y me gustaría pensar que valió la pena la espera.


Quiero agradecer a todos los que me acompañaron en ésta pequeña pero tierna historia. Espero que como a mí, les haya gustado. También gracias a todos los que me dejaban saber que pensaban en cada capítulo. Me alegró saber sus opiniones y consejos.


Por último pero no menos importante, quisiera dedicar este último capítulo a todos los que me siguieron y me dieron ánimos a continuar escribiendo. De verdad y de todo corazón “Gracias”


Ahora sí, espero disfruten de este último capítulo y como siempre, me gustaría saber sus opiniones. ¿Les gusto? ¿No? Qué tal les pareció.

Cuando tenía tres años, su hermano había regresado de la escuela con una pequeña rebanada de pastel debido a que habían festejado el cumpleaños de un compañero. Al momento en que su paladar probó esa delicia, su boca experimentó el más grande de los placeres culinarios. Había probado otros pasteles pero nada tan delicioso como esa obra maestra acompañada con fresas. Un sabor dulce, delicado, elegante y único.

Les rogó a sus padres para que le compraran uno. Al final, su madre le dijo que le compraría un pastel igual para su cumpleaños. Se sintió bendecido de que su cumpleaños fuera la siguiente semana, pero estaba molesto por eso mismo… su cumpleaños sería la siguiente semana. ¿Qué se supone que haría en los días que lo separaban de su nueva comida favorita? El tiempo se le volvió eterno. Su único consuelo, el recordar ese sabor exquisito. El día que tuvo la tarta frente a él, se emocionó. Cuando la probó por segunda vez, el sabor era mejor de lo que recordaba. La espera había sido larga pero había valido la pena. Después de eso, pensó que nunca volvería a experimentar una espera tan difícil y larga. O eso era antes, porque la espera por ese pastel era un chiste en comparación al presente que estaba viviendo.

Observar su pequeño rostro, acariciar su suave cabello, besar sus rosadas mejillas y tocar su nariz sin razón alguna. Quería hacer eso y mucho más, pero debía ser paciente. Tener una paciencia que ya casi no poseía. La espera se estaba volviendo eterna y lo estaba volviendo loco. Quería que su futura hija naciera de una vez. La emoción de tenerla en brazos se hacía mayor a cada segundo. Pasaba gran parte del día en su habitación: acomodando su ropita una y otra vez, moviendo un peluche para después dejarlo en el mismo lugar, admirando las paredes que cambiaban en la noche o descansando en la mecedora mientras le hablaba. Muchas veces dejaba volar su imaginación y se ponía a pensar en cómo sería. ¿De cabello oscuro o rubio? ¿Piel clara o bronceada? ¿Juguetona o calmada? ¿Alegre o gruñona? Sólo esperaba que no agarrara la costumbre de dormirse como su padre, si no era mucho pedir.

Mientas Tetsuro preparaba un pequeño aperitivo, él le contaba a su hija sobre la primera cita que tuvieron. Hablaba mientras acariciaba su vientre. Ya no le leía un libro, no. Ahora hablaba sobre él y Tetsuro, sobre lo que harían en su primer cumpleaños o sobre cualquier cosa que le viniera a la mente. Lo hacía en todo momento. Se despertaba con un “Buenos días ¿Dormiste bien?” Le contaba cualquier cosa en el transcurso del día y dormía con un “Buenas noches, que tengas dulces sueños.”

Tampoco le incomodaba hablarle mientras Tetsuro estaba presente o cuando se metía en la conversación. Sólo se concentraba en contarle a su hija sobre las cosas absurdas pero a la vez tiernas que había hecho su ruidoso padre para conquistarlo. Llevaban juntos mucho tiempo y todavía seguía preguntándose ¿Cómo había logrado para enamorarlo de una forma tan patética? La respuesta todavía era un misterio, pero lo amaba y eso era lo importante.

De la nada, una molestia en la parte baja lo sorprendió. ¿Eran contracciones? o se trataba como la última vez. Suspiró hondo e intentó guardar la calma. Después de uno segundos el dolor había desaparecido. Decidió no decirle nada a Tetusro para no preocuparlo y prosiguió con su relato de cuando Tetsuro le había llevado serenata a la mitad de la noche.

Pasaron menos de diez minutos cuando sintió otra incomodidad. Esa vez de mayor intensidad y duración. Intentó guardar la calma pero otro dolor más fuerte se hizo presente. Deseaba pararse pero la molestia se lo impidió. Soltó un largo suspiro e hizo todo lo posible para hablarle a Tetsuro de una forma en la que no pudiera alarmarlo.

— Tetsu… ¡Ah! — Intentó decir su nombre pero el dolor se volvió más fuerte — Tetsuro — Susurró. El malestar le impidió alzar la voz. Volvió a repetir su nombre, esta vez más fuerte pero no lo suficiente como para que él, quien seguía en la cocina, lo escuchara. Fue hasta que sintió el dolor disminuir que aspiró hondo y grito — ¡Kuroo!

— Kei — Entro Tetsuro a la sala — ¿Sucede algo? — Preguntó confundido. Kei sólo le llamaba así cuando hacía algo que realmente le molestara.

— Ya viene, ella… — Sintió otra molestia — Ella ya viene.

— ¿Ella? ¿Quién?

— ¡Tu hija, Tetsuro! ¡Tu hija! ¡Demonios! — Otro dolor.

— ¿Mi hija? — Kei intentó fulminarlo con la mirada pero el dolor se lo impidió — Mi hija — Cuando su cerebro captó la situación, sus ojos se iluminaron mientras su pecho experimentaba emoción y regocijo — ¡Ke… Ke… Kei! — Tartamudeo — ¡Nuestra hija! ¡Nuestra hija ya viene!

— ¡ME ESTOY DANDO CUENTA, GATO IDIOTA!

— ¡Oh, dios! ¡Oh, dios! ¡Oh, dios! Voy a ser padre, voy a ser padre, voy a ser padre — Comenzó a caminar en círculos — Espera — Se detuvo — Necesito hablarle a tu madre, a mis padres, a tus hermanos, a Bokuto, a… — Un ruido de dolor por parte de Kei lo distrajo — Cariño — Se acercó a él — ¿Estás bien?

— Ne… necesito…

— ¿Necesitas algo? Qué es ¿Agua? — Kei negó con la cabeza — ¿Un pastel? — Volvió a negar — ¿Tu almohada?

Sin previo aviso, el menor lo sujeto del cuello de su ropa y lo jaló a la altura en la que estaba.

— ¡NECESITO – UN – MALDITO – HOSPITAL! 

— Oh, cierto.

——

A pesar de que a Kei se le habían hecho absurdos los simulacros por parte del mayor, debía admitir que valieron la pena. Tetsuro se había aprendido la ruta más directa al hospital y las vías alternas por si ocurría algún incidente que les impidiera llegar. Gracias a eso, llegaron antes de lo que normalmente llegarían. En la entrada ya los esperaba una enfermera con una silla para Kei.

Fueron guiados por la enfermera a su destino mientras Kei emitía gritos de dolor y Tetsuro le ayudaba con las técnicas de respiración mientras sentía que perdía su mano cada vez que el menor la apretaba con fuerza debido a los dolores. Una vez que llegaron, la doctora revisó que todo estuviera en orden.

— Entonces… — Habló Tetsuro — ¿Ya va a nacer?

— Las contracciones van bien — respondió la doctora — Pero hay que esperar a que sean más frecuentes — Observó a Kei — Pero si no puede con el dolor. Podemos administrarle anestesia local.

— Estoy bien así.

— ¿Seguro? — Se sorprendió Tetsuro — Si te duele mucho…

— Está bien Tetsuro — Cerró los ojos e inhaló con profundidad — Puedo soportarlo, además — Sonrió — Quiero sentir este momento.   

— Estás siendo muy valiente — Besó la mano que todavía sujetaba.

El tiempo pasaba y Tetsuro hacía todo por reducir sus dolores, ya fuera con masajes, ayudándole a dar unos pasos en la habitación o dándole palabras de apoyo mientras él, sentía dolores más fuertes y continuos. Las enfermeras entraban constantemente para verificar que todo estuviera en orden. Después de una hora la doctora se presentó junto con la última enfermera que los había visitado. 

— Es hora.

——

— Vamos hija — Habló Kotaro mientras le acercaba el pequeño cubierto — Se buena y cómete tus vegetales.

La pequeña de cabello bicolor creo una mueca ante la cuchara con guisantes. Desvió su rostro cada vez que le acercaba el alimento y apretaba sus pequeños labios con fuerza.

— Hagamos algo. Si te lo comes todo, te llevaré a mi próxima práctica de Voleibol ¿Te parece? — Antes esas palabras, Sakura abrió su pequeña boca y se devoró el alimento de un bocado — ¡Esa es mi pequeña búho! — Sonrió y la pequeña también. Su teléfono que se encontraba a un lado, vibró y emitió un pequeño brillo — Oh, un mensaje — Lo observó y su mirada mostró confusión — Mamá búho.

— Qué sucede, papá búho — Pregunto Keiji, quien terminaba de acomodar un plato en su lugar.

— Me llegó un mensaje extraño de Kuroo — Le enseñó su teléfono — ¿Sabes qué significa?

Keiji leyó el mensaje de sólo dos palabras: “Código rosa.” Se acercó a la mesa mientras se quitaba su delantal con búhos bordados y observó el mismo mensaje en su propio teléfono — Oh.

— ¿Oh?

— Tsukishima está en labor de parto.

——

— Muy bien — Habló la doctora — Y puje.

Habían sido casi nueve meses. La espera más larga, tortuosa y desesperante de su vida pero también una espera única y maravillosa. En ese tempo habían pasado un sinfín de cosas: Nuevas preocupaciones y nuevas frustraciones pero también nuevos sentimientos, nuevos deseos, nuevas experiencias, nuevos recuerdos. Pero no fue el único que lo vivió.

— Vamos Kei— Le animó Tetsuro mientras seguía unido a su mano — Tú puedes hacerlo.

 “No estás solo. Yo estoy aquí y voy a protegerte. Voy a protegerlos”

“Sé que todavía tienes miedo y muchas dudas, pero debes disfrutar este momento”

“Cuando estás dormido me pongo a platicar con él. Le cuento como me fue en el día, que locura hizo Bokuto y lo mucho que te quiero”

“¿Oíste eso hijo? Papá los quiere tanto que hasta experimenta lo mismo que mamá”

“Independientemente si es niño o niña, lo amo con todo mi corazón. El bebé que llevas aquí, es nuestro y con saber que está bien es suficiente para mí. Niño o niña ¿Acaso eso importa para quererla? La amo por el simple hecho de ser nuestra. Así que no quiero que pienses que estoy decepcionado”

“Llegar a casa para verte hace que todos mis días sean maravillosos. Y ahora tengo dos maravillosas razones”

“No ocultes tus preocupaciones o miedos. No como lo estuviste haciendo durante años. Quiero saber cómo te sientes”

“Está bien, con ella es suficiente”

“Kei, gracias”

En todo ese tiempo, Tetsuro estuvo con él. Complaciéndolo en sus caprichos, aguantando sus cambios de humor, viviendo lo mismo pero a la vez diferente, diciéndole lo mucho que lo amaba y recordándole que no estaba solo. Y ahora, terminarían esa espera juntos. Juntos como habían estado durante años. Juntos, desde ese momento en el que sus miradas se cruzaron por primera vez en aquél partido y Tetsuro lo besó sin importarle el mundo, uniendo sus destinos y corazones.

— Una vez más.

¿Dolía? Sí, Pero ¿Importaba? Para nada. El dolor era lo último que pasaba por su mente. Él sólo pensaba que dentro de unos momentos, tendría a su hija en brazos. La abrazaría, besaría su frente y le daría la bienvenida a la familia.

— Lo estás haciendo bien, pastelito.

La habitación era inundada por los gritos de Kei, palabras optimistas de Tetsuro y la insistencia de la doctora a que no se detuviera. Después de varios minutos que parecieron eternos, los gritos y las palabras fueron opacados por un pequeño y agudo llanto.

— Ha nacido — Habló la doctora — Una hermosa nena.

Tetsuro estaba estático. Podía escuchar ese pequeño ruido — ¿Escuchas eso Kei? — Habló mientras le daba un beso a su mano — Es nuestra pequeña. Nuestra hija está llorando.

— Nuestra… nuestra hija — Habló entre jadeos. Podía oírlo, el llanto de esa pequeña que era de él. De él y de Tetsuro, de nadie más. Sus lágrimas de dolor fueron sustituidas de felicidad — Nuestra hija Tetsuro — Estaba feliz. Después de tanto tiempo, finalmente la vería — Nuestra… — Poco a poco su felicidad fue opacada por el cansancio y un deseo inexplicable de dormir se apoderó de él, sumergiéndolo lentamente en un profundo sueño.

— Sí. Es nuestra peque… — Tetsuro comenzó a ver que los ojos de Kei se cerraban poco a poco y el agarre de su mano se volvía más débil.

— Hay demasiada sangre — Susurró la doctora — ¡Necesito ayuda!

— ¿Kei? — Habló pero el menor no reaccionó — Kei — Comenzó a alarmarse — ¡Doctora!

— Señor Kuroo, necesito que salga.

— Qué está pasando.

— Por favor.

— ¡No! ¡Necesito saber que está…

— ¡Que alguien lo saque de aquí!

— Señor — Se le acercó una enfermera.

— ¡No, espere!

Se aferró a la mano de Kei y se resistió ante los intentos de la enfermera por sacarlo. Otra asistente ayudó a su compañera y entre ambas lograron que se soltara del menor. La mano que sujetaba desde que habían llegado y no había soltado, cayó lentamente sin reacción alguna por parte de su dueño. La imagen de Kei inconsciente fue lo último que vio antes de que las puertas se cerraran delante de él. Intentó entrar de nuevo. Nada le impediría estar a su lado en esos momentos, pero se detuvo. Su cuerpo se congeló mientras sentía caerse en un gran vacío ante unas palabras que logró distinguir desde el otro lado de la habitación: “Lo perdemos.”

——

Desde pequeño, Kuroo siempre estaba para apoyarlo: cuando reprobó su primera materia, cuando se rompió un brazo, cuando buscó cómo meter el perro que se había encontrado en la calle, cuando no supo cómo confesársele a Akaashi, incluso cuando nació su hija Sakura. Siempre agradeció ese apoyo porque para él. Kuroo era su compañero de travesuras, su mejor amigo, su hermano… su bro.

No compartían los mismos padres pero ¿Acaso eso importaba? Ellos eran hermanos dijeran lo que dijeran. Así que su hija sería su pequeña sobrina, tal como lo era Sakura para su bro. Y saber que Sakura tendría una primita con quien jugar lo puso feliz. Pero encontrar a Kuroo en aquel pasillo, rígido y con la vista en la nada no le dio buena señal. Ese no era el rostro de un padre, algo andaba mal.

— Bro — Se acercó a él pero no obtuvo respuesta — Amigo — Comenzó a preocuparse — ¿Sucedió algo malo? — De nuevo nada — Kuroo ¿Dónde está…

— Me sacaron — Interrumpió — Todo estaba bien, nuestra hija nació sin problemas pero… — Chasqueó molesto la lengua — Al final no me permitieron estar con él y ahora — Le dio un golpe a la pared — No sé qué diablos está pasando.  Yo… no sé.

— Tsukishima es fuerte — Sujetó su hombro y lo observó con una mirada que muy pocas veces mostraba: seriedad y madurez — Todo estará bien.

— Lo sé — Sonrió con esfuerzo — Gracias.

Escuchar a Bokuto decir esas palabras lo tranquilizaron un poco. Porque eso significaba que no estaba equivocado. Tsukishima era fuerte, lograría salir de esa y todo terminaría en un pequeño mal recuerdo que sería opacado por la felicidad de ambos al tener a su hija.

— ¿Y tu hija? ¿Pudiste verla? — Preguntó un poco indeciso pero Tetsuro no respondió — ¿Por qué no vas a verla? Yo puedo esperar las buenas nuevas.

— Está bien — Negó con la cabeza — La veré cuando esté con Kei. Yo… me prometí que la veríamos juntos.

El tiempo pasaba y los minutos le parecían horas, días, semanas, años… eternos. Era frustrante y lo único que podía hacer era esperar, sólo espera ¿Cuánto tiempo había pasado? Ya no tenía idea. Había dejado de ver su reloj cada segundo. El hacerlo no iba a acelerar el tiempo y sólo le traía frustración cada que veía avanzar esas manecillas. Se sentía “Patético.”

“Lo perdemos” “Lo perdemos” “Lo perdemos” Sólo había escuchado esas dos palabras y su mundo estaba siendo un infierno. Angustia, pánico, dolor, desesperación. Sentía todo eso y más en ese momento, mientras recordaba esa frase.

En cuanto observó a la doctora salir de esa puerta, el tiempo se detuvo. No era como aquella vez en la que la bombardeó con preguntas. En esos momentos no sabía qué hacer, no sabía que decir. Estaba estático mientras esperaba las palabras de la doctora y rogando que ese “Lo perdemos” no se convirtiera en un “Lo siento” o “Hicimos todo lo que pudimos.”

— Señor Kuroo — Habló la doctora — Él…

Antes las siguientes palabras, las piernas le fallaron, cayó al suelo, se cubrió la boca y lágrimas escaparon de sus ojos.

— ¡Kuroo! — Bokuto, quien había ido por un café, soltó el vaso desechable sin importarle el líquido caliente que caía al suelo y se acercó a su amigo — ¡¿Estás bien?! — Preguntó alarmado — ¡¿Es Tsukki?! ¡¿Está bien?! ¡Dónde está! No me digas que él…

— Kei… Kei — Las últimas palabras de la doctora lo habían dejado en ese estado. La pregunta era ¿Por qué? ¿Por qué estaba llorando? ¿Por qué sus lágrimas caían sin su permiso? Observó a su amigo y habló — Kei está bien.

— ¡¿UH?! — Estaba confundido — Entonces ¿Por qué lloras de esa manera?

— Yo… no lo sé — Comenzó a reír con nerviosismo mientras más lágrimas se desbordaban — No lo sé.

— ¡Por dios bro, no me asustes de esa manera!

— Lo siento pero — Se secó el rostro a pesar de que las lágrimas seguían cayendo — Creo estoy llorando porque nunca antes había estado tan feliz en mi vida.

— Se supone que debes reír y no llorar, bro idiota.

— La gente puede llorar de felicidad, doble idiota — Kotaro sonrió al ver que su amigo le contestó con un pequeño insulto y en un tono más propio de él. Poco a poco sus lágrimas fueron parando. El vacío que sentía ya no existía y a pesar de que su temor había desaparecido, seguía con esa amarga sensación en el pecho. Kei estaba bien, pero necesitaba verlo para sentirse completo. Con cuidado se levantó del suelo — Doctora — Habló una vez más tranquilo.

— Puedes pasar a verlo — Sonrió — Despertará dentro de poco y nada mejor que verte cuando lo haga.

— Doctora — Se acercó a ella y la abrazó — Por todo, gracias.

——

Tetsuro abrió la puerta con lentitud y una sonrisa dibujó su rostro al verlo. El amor de su vida descansaba sobre la cama como si tomara una pequeña siesta después de un día agotador. Se acercó y se sentó a su lado. Sujetó su mano y suspiró al sentir esa suave y cálida piel que tanto amaba tocar.

Comenzó a jugar con sus dedos y se detuvo en aquella argolla que adornaba su mano. Todavía recordaba ese día como si hubiera sido ayer… como si hubiera sido esa mañana. El día en el que oficialmente unieron sus vidas. En el que Kei tomó su nombre de familia, volviéndose completamente suyo y viceversa. En la tristeza y en la felicidad. En la riqueza y en la pobreza. En la salud y en la enfermedad. Hasta que la muerte los separe… No. Ni siquiera la muerta iba a poder separarlos. Nada iba a poder con ellos.

——

¿Se había dormido? No lo recordaba. Sus brazos se apoyaban en la cama mientras su cabeza se escondía en el pequeño hueco que se había formado. La habitación estaba silenciosa y con dificultad podía distinguir la luz de un rojizo atardecer. Cuando se percató, sintió una mano acariciar su cabello. Levantó el rostro y no pudo evitar sonreírle a la persona que tenía frente a él. A la persona que logró robarle el corazón desde el primer momento.

— Buenos días dormilón — Habló Kei con suavidad mientras lo observaba con tranquilidad.

— Buenos días.

Había momentos específicos en el que Kei estaba tan tranquilo, tan calmado, tan sereno que podía decirle lo mucho que lo amaba y besarlo en medio de la calle sin que a él le importase. Parecía como si su mal genio hubiera desaparecido. En esos escasos momentos se mostraba tan amable, cariñoso, paciente y comprensivo, que lo convertían en una madre única.

— Kei — Sostuvo su mano — Te amo.

— Yo también te amo, cariño.

Ahora era uno de esos momentos.

— Ella… — Comenzó a hablar pero se detuvo.

— No te preocupes, está bien. Nació fuerte y sana, como su linda mamá — Se atrevió a decir, aprovechando su momento de serenidad.

— Ya veo — Suspiró.

— Kei — Habló con indecisión — Por un momento pensé que tú…

— ¿Sabes? — Interrumpió — Tuve un sueño.

— ¿Un sueño?

— Estaba en un lugar oscuro — Habló con tranquilidad — Estaba solo y no sabía porque pero tenía miedo. Entonces a lo lejos vi un pequeño brillo. Conforme me acercaba, una tranquilidad se apoderó de mí. Quería ir a ese lugar — Extendió su brazo como si ese brillo siguiera delante de él — Era muy hermoso y quería ir. Pero entonces, escuche una voz. “No vaya” decía. “Porque él te necesita y ahora ella también” “No puedes dejarlos” Entonces lo recordé. “Ah, es verdad. No puedo irme, no ahora” Pensé “Porque Tetsuro sería un desastre sin mí” — Su mano pasó de esa luz imaginaria a la mejilla del mayor mientras le sonreía — Y porque te amo lo suficiente como para dejarte.

— Kei — Por segunda ocasión, sus ojos se humedecieron. Sin pensarlo lo abrazó — Pensé que te perdía, idiota.

— Lo siento Tetsuro — Le devolvió el abrazo.

— Pero estás aquí y eso es lo que importa.

— Tienes razón — Suspiró — Aunque me siento un poco extraño.

— ¿Extraño?

— Es extraño — Se separaron del abrazo y tocó su vientre — El no sentirla.

— Es normal. Estuviste mucho tiempo con ella.

— Pero está bien, porque ahora también podrás sentirla.

— Toc, toc — Ambos voltearon y se encontraron con la doctora en la puerta. La enfermera que la acompañaba, se alejó — Veo que ya ha despertado. Sí que nos dio un gran susto ¿Cómo se siente?

— Cansado.

— Es normal — Sonrió comprensiva — Un poco de descanso y estará como nuevo.

——

— ¡Amorcito! — Habló Kotaro mientras lo abrazaba — Te estaba esperando.

— Lamento la tardanza — Se separó del abrazo — ¿Cómo se encuentran? — Preguntó preocupado.

— Están bien. Kuroo está con Tsukki.

— Ya veo — Suspiró aliviado — Entonces no hay nada más que hacer. Es hora de irnos.

— Espera. Todavía falta que la conozcamos.

— No ahora — Habló Keiji mientras comenzaba a caminar en dirección a la salida — Este es su momento y no haríamos otra cosa más que estorbar.

— Pero… — Le siguió el paso.

— Kotaro ¿Recuerdas cuando nació Sakura?

— ¡Jamás podría olvidarlo!

— ¿Entonces? — Kotaro hizo un gesto de disgusto — Vamos — Unió su mano con la del mayor — Ya la conoceremos en estos días.

— ¡Bien! — Entrelazaron sus dedos — ¡Pero le hablaré de lo mucho que te amo ¿De acuerdo?!

— De acuerdo — Sonrió.

Mientras se alejaban, comenzaron a platicar sobre qué harían esa tarde: talvez verían una película, visitarían el parque o simplemente se quedarían en casa a disfrutar del resto del día ¿Qué harían? Todavía no sabían. De lo único que estaban seguros era que, hicieran lo que hicieran, fueran a donde fueran, Sakura estaría con ellos. Y los tres estarían juntos, como la pequeña pero feliz familia que eran.

——

Después de unos minutos en los que la doctora revisara que todo estuviera en orden, tocaron la puerta.

— Finalmente — Habló la doctora — Con lo que pasó ya no hubo tiempo. Pero ahora que todo está bien y al fin la conocerán.

La puerta se abrió y la enfermera que se había ido, entraba con una cuna hospitalaria.

— Hola pequeña — Tomó el pequeño bultito — Hay dos personas que te han esperado durante mucho tiempo y se mueren por conocerte. Debido a lo que pasó ya no tuve tiempo de decírselos pero — Les mostró a la pequeña y sonrió — Felicidades.

En cuanto sus ojos se posaron en ella, todo el cansancio de Kei había desaparecido. El ruido dejó de existir y en esos momentos no existía nadie más que ella.

— Señor Kuroo — Tetsuro se acercó y le entregó a la pequeña — De nuevo felicidades — Fueron sus últimas palabras antes de dejaros solos porque ese era un momento único para ellos. El momento del comienzo de su familia.

— Kei.

Con cuidado, Tetsuro la dejó en sus brazos, no sin antes darle un suave y cálido beso en los labios. Cuando la sostuvo, lágrimas de felicidad corrieron por sus mejillas. Finalmente, después de tanto tiempo, la estaba abrazando.

Sus ojos examinaron cada parte de ella: Sus pequeños puños que se cerraban con suavidad. La piel, blanca y suave. Esas mejillas rosadas. Su pequeña nariz. Finas pestañas. Ojos que seguían siendo un misterio debido a que sus parpados los ocultaban. Tan pequeña y frágil, dormía calmadamente en sus brazos.

— Es pequeña — Habló inconscientemente.

— No Kei — Lo abrazó a ambos — Es nuestra pequeña.

— Tienes razón — Le sonrió con ternura — Nuestra —. Siguió contemplándola — Su cabello — Lo acarició — Brillante, sedoso y negro — Volteó hacia Tetsuro y le sonrió — Como el tuyo — Se acercó a él y lo besó.

— Kei. Este momento ¿Es como pensaste?

— No. Es mejor — Besó la frente de su hija — Mucho mejor.

— Sin duda lo es.

— Es tan hermosa.

Casi nueve meses de espera y habían valido la pena.

— Una hermosa bendición.

El camino no lo recorrió solo y junto con Tetsuro había llegado hasta ahí, hasta el final.

— Tienes razón Tetsuro — La observó y sonrió — Una hermosa bendición.

Pero ahora, con su hija en brazos y de nuevo al lado del amor de su vida debían emprender otro viaje.

— Entonces está decidido — Se acercó a su hija y también besó su frente — Bienvenida, pequeña pero hermosa bendición — Besó a Kei y le sonrió — Nuestra hermosa bendición.

Uno más largo y con nuevas experiencias…

— Bienvenida a la familia — Habló Kei con tranquilidad mientras acariciaba su delicada mejilla — Emi.

…el camino de ser padres.

 

Notas finales:

 (Emi, con los kanji E: Belleza o hermosa y Mi: Bendición).


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