Heirate Mich.
Volvió a su pueblo después de la guerra a la que sirvió como primer comandante, llegó victorioso con la cabeza del comandante del otro ejército, un presente que sería sumergido en el vino que se serviría todas las noches en la cena especialmente para el rey de su país.
Pero, al llegar, escuchó la noticia que jamás debieron darle:
-“Está muerto y enterrado tres metros bajo tierra.”
Cuando lo supo por palabras del mismo Marshal D. Teach, que habló con esa desagradable sonrisa, su locura fue tanta que el tiempo que tardó en desenvainar su espada y volverla a envainar, fue el mismo que tardo la cabeza del informante en caer al suelo.
Desde ese momento fue considerado un traidor, todos los soldados recibieron órdenes de arrestarlo, eso solo dejó un rastro de cadáveres desde la entrada del palacio hasta el cementerio.
Marco, primer comandante del reino de barbablanca, recorrió el cementerio con la calma que lo caracterizaba, las lapidas estaban resquebrajadas por el tiempo y la erosión del clima, ahora mismo la lluvia humedecía la tierra convirtiéndola en barro, sus botas de piel se manchaban a cada paso que daba.
-“Debes estar con los nobles.”
Buscó donde estaban las lapidas más hermosas, no estaba, no lo encontraba.
-“Siempre fuiste humilde, en la muerte no tendrías por qué cambiar.”
Recorrió presuroso el resto del cementerio, estaba empapado y sucio, buscó en cada lapida al menos tres veces el nombre de su amante. No estaba.
-“Ese maldito Marshal, me engaño.”
Sonrió con tristeza, ese tipo nunca le había jugado ni una broma tan cruel como aquella. Se levantó lentamente dispuesto a salir y enfrentar la guillotina pero, el aire con el rocío de la lluvia y unos pétalos de glicinas le hicieron enfocar la mirada detrás de la vieja capilla.
-“¡¡…!!”
Ahí estaba, como el exilado que fue en vida, incluso en el cementerio lo sepultaban en la parte más descuidada del lugar.
Sintió la ira correr por sus venas y sin darse cuenta ya estaba cavando con sus manos, apartando el lodo y la maleza con que se encontraba cubierto el amor de su vida.
¨truukssh¨ Se escuchó cuando sus uñas rasgaron la tapa del féretro de madera, se mantuvo inerte, hasta ahora se daba cuenta de lo que había hecho, estaba completamente cubierto de lodo, el agujero que había cavado era más alto que él mismo y el agua de lluvia lo inundaba hasta medio ataúd.
Bastaba con quitar el cancel de madera que le impedía ver nuevamente la belleza de su amante, acercó la mano y arrojó la madera fuera de ese reducido espacio, escuchó como la tapa del féretro se rompía contra las paredes de la capilla abandonada.
Lo que vio lo dejó atónito.
Calló de rodillas, sintiéndose el ser más indigno de presenciar la visión ante él.
Su amante, el más hermoso joven de cabellos y ojos negros, con esas encantadoras pequitas en las mejillas que le fascinaba hacer sonrojar.
Dentro de ese humilde féretro, cubierto de glicinas.
Con el cuerpo desnudo, únicamente cubierto por un camisón de seda blanca.
Su piel clara ahora pálida, casi transparente que contrastaba hermosamente con ese cabello azabache.
Su amante…
Su amado moreno…
Su Ace.
Incluso muerto, seguía siendo lo más hermoso que sus ojos veían.
Trató de tocarlo pero, las gotas de barro que cubrían sus manos cayeron sobre el ropaje blanco manchándolo, inmediatamente se alejó, Ace estaba hermoso y presentable, incluso la lluvia que había disminuido lo escarchaba como el rocío a las flores cada mañana.
Y él estaba irreconocible entre tantas capas de barro que lo cubrían, salió de la tumba y entro a la capilla, en la pila que solían usar para el agua bendita se aseo lo más que pudo, lavó su rostro y brazos, se quitó la camisa y la uso para limpiar sus pantalones, salió corriendo y ya más presentable volvió a bajar hasta donde se encontraba recostado su amante, se hincó a su lado y con suma delicadeza acarició el rostro de aquel que parecía dormir tranquilamente.
-“Sabes que haces mal ¿Verdad?”
-“… Está hermoso.”
-“Siempre lo fue.”
-“… ¿Por qué?”
-“Heredó la enfermedad de su padre.”
-“… No pudieron…”
-“No había nada que hacer, lloró por no poder esperarte por más tiempo.”
-“…”
Marco se inclinó hasta pegar su frente con la de su amante.
-“Marco…”
-“Solo uno…”
-“…”
-“Solo uno… por favor…”
-“Después tienes que dejarlo ir.”
-“Lo sé.”
-“…”
Marco no se había apartado de su moreno y sin querer había derramado sus llanto sobre los ojos cerrados de Ace, ahora parecía que el moreno también lloraba pero, su pacifica expresión indicaba que su llanto era de alegría por el reencuentro.
El rubio volteo un poco su rostro hasta posar cómodamente sus labios sobre la inerte boca de su amante, sintió como su corazón era estrujado por la cruel verdad al asemejar que no había respuesta por parte de su amante.
-“¡¡AAAAHH!!”
Un desgarrador lamento de dolor se escuchó atreves de todo el campo santo, el rubio lloraba ocultando el rostro en el pecho inerte de su amante fallecido, lo abrazo con toda su fuerza ya sin importarle ensuciarlo.
Izou que no había llorado ni en la muerte de su Oyaji, derramó incontenibles lágrimas al ver a su hermano rubio en ese estado, él también había presenciado la promesa de los dos amantes.
-“Cuando vuelvas, estaremos juntos.”
Fin.