Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Our Secret por RoseQuin

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Capitulo dedicado a Goldenwriter

:) Por ser el primer comentario ~

                 

RyeoWook contó hasta diez mentalmente y, a continuación, llamó a la cafetería para pedir la comida de su jefe. Mientras sonaba el teléfono, se dijo que tenía que calmarse. El corazón le latía aceleradamente. Debía mantener la compostura.

¡Desde luego, si había alguien capaz de sacarlo de sus casillas, ése era Kim JongWoon!

Al principio, no le había hecho ninguna gracia solicitar el puesto de secretario con él porque, como norma, no le caían bien las personas que habían nacido en familias acomodadas. No le hacía ninguna gracia trabajar para aquel tipo de gente. Uno de sus jefes, un joven de veinticuatro años, había sido director de un periódico que había heredado de su abuelo.

RyeoWook había aprendido mucho de aquella experiencia. Para empezar, porque prácticamente era él el que hacía el trabajo de su jefe. También había aprendido que los jóvenes ricos solían tener las manos muy largas. Tras dejar aquel trabajo, había elegido a sus jefes con más cuidado. Normalmente, se mantenía lejos de caraduras guapos con más dinero que ética.

¡No era de extrañar entonces que hubiera tenido sus reticencias a la hora de trabajar para el caradura más rico y más guapo de Seúl!

Sin embargo, el maravilloso sueldo que ofrecía lo había hecho cambiar de opinión. Para ser justo, debía admitir que Kim JongWoon se había mostrado impecablemente profesional a lo largo de toda la entrevista. También se había sentido halagado cuando, después de veintes minutos de intenso interrogatorio, le había dicho que era exactamente lo que estaba buscando y lo había contratado inmediatamente.

Para aquella ocasión, RyeoWook apenas y se había arreglado, no se había alaciado el cabello como siempre y se había puesto un pantalón de pinzas azul marino que le quedaba un poco grande desde que había empezado a ir al gimnasio. Seguramente, otras personas habrían aprovechado la fama de don juán que tenía Kim JongWoon para vestirse de manera más sexy con la esperanza de gustarle y conseguir el trabajo.

Sin embargo, Kim JongWoon no había intentado flirtear con él en ningún momento, lo que le hacía pensar que, a lo mejor, la fama que le habían otorgado los periódicos sensacionalistas no era merecida. Aquel día, había decidido que aquel hombre no era un playboy, sino un hombre de negocios serio que, al ser soltero y muy guapo, era un blanco fácil para inventar historias.

Sin embargo, un mes después, había descubierto que estaba completamente equivocado. Yesung era exactamente lo que él temía, exactamente igual que aquel otro jefe que había tenido. Yesung no quería un secretario, sino una persona que hiciera el trabajo mientras él se iba a comer cinco horas seguidas y a jugar al golf y quién sabía que más con todas aquellas personas que colapsaban la centralita con sus llamadas.

Decidido a no pasar de nuevo por aquella experiencia, le había informado con todo el tacto que le había permitido su indignación de que los editores de las revistas del grupo de las que se suponía que él debía encargarse no querían hablar con su secretario, sino con él en persona, querían tener trato directo con él para hablar sobre nuevas ideas y tomar decisiones diariamente.

Aun así, Yesung había seguido sin ir a trabajar todos los días, así que RyeoWook lo había bombardeado a llamadas al teléfono móvil hasta que había conseguido hacerle la vida imposible, motivo que lo había llevado a pasarse por la oficina durante unas horas todos los días. Aquello tendría que haberlo hecho feliz, pero no era así. El hecho de que cada vez pasara más tiempo en el despacho lo sacaba de sus casillas y no sabía por qué.

Para colmo, KiBum estaba cada vez más celoso.

—Como tú comprenderás, a ningún hombre le hace gracia que su novio trabaje para un multimillonario que tiene la fama que tiene Kim JongWoon —se había quejado KiBum cuando RyeoWook había empezado en aquel trabajo—. ¿Y si te hace proposiciones? ¿Y si te pide que lo acompañes a una conferencia o algo así?

Había conseguido calmar a su novio diciéndole que no fuera tonto, que le quería a él y solamente a él y que jamás se dejaría engatusar por Kim JongWoon.

Entonces, KiBum lo había retado a que se casara con él para demostrárselo. RyeoWook había aceptado aunque tenía miedo. Tenía miedo de confiarle su vida a un hombre, a cualquier hombre porque, siempre que se había enamorado, el objeto de su amor había resultado ser un fiasco.

Sin embargo, habían sucedido dos cosas que la habían hecho cambiar de parecer.

La primera que HyoYeon había muerto después de varios años luchando contra el cáncer. Poco después del funeral de su amiga, RyeoWook había recibido una carta de un abogado diciéndole que HyoYeon le había dejado su casa de la playa siempre cuando se casara antes de cumplir los veinticico. De no ser así, la casa se vendería y lo que se sacara se donaría a la lucha contra el cáncer.

Al principio, a RyeoWook le había molestado que su amiga le hiciera chantaje emocional de aquella manera, pero, al final, se había sentido agradecida hacia ella por obligarlo a entrar en razón. Era cierto que KiBum no era perfecto, pero él, tampoco. Si se pasaba la vida esperando al señor perfecto, se iba a quedar soltero.

Inicialmente, a KiBum no se había sentido entusiasmado de que aceptara su propuesta. Lo había acusado de no quererlo realmente, de utilizarlo para hacerse con una propiedad de un millón de dólares, que era lo que valía la casa de Gwangalli Beach.

RyeoWook había conseguido calmarlo asegurándole que no tenía ninguna intención de vender aquella casa porque tenía un gran valor sentimental para él. A su vez, KiBum lo había conseguido calmar llevándoselo a la cama y recordándole por qué se había enamorado de él.

En cuanto RyeoWook tuvo claro que se iba a casar con él, se había puesto a planificar la boda, dedicando el cien por cien de sus energías al evento y planificando detalladamente su futuro. Por supuesto, se había encargado de elegir el anillo temiendo que KiBum eligiera algo ridículamente caro. También se había encargado de organizar la ceremonia y el banquete. Sólo para diez invitados. Nada de gastos superfluos. En cuanto a la luna de miel, apenas les iba a costar dinero.

Cuando KiBum se había quejado de tanta miseria, RyeoWook le había explicado que no estaba dispuesto a gastarse el dinero que tanto le costaba ganar en una fiesta y en unas vacaciones porque necesitaba todo su dinero para comprarse una casa en Seúl, la ciudad más cara de Corea del Sur.

No quería verse en una hipoteca demasiado cuantiosa que no habría podido devolver al banco cuando hubiera dejado su trabajo para tener un hijo. También había contado con que ni KiBum ni él tenían familias acaudaladas que los respaldaran en caso de dificultades económicas. De hecho, ninguno de ellos tenía familia en la que apoyarse, ya que los dos provenían de hogares mono parentales desestructurados que habían sucumbido a los efectos del alcohol, las drogas y las enfermedades.

La diferencia era que, al haber tenido esa vida tan dura, RyeoWook se había convertido en un hombre muy cuidadoso y organizado que sabía administrar muy bien el dinero mientras que KiBum era más impetuoso e impulsivo y gastaba mucho. Aun así, se le daba bien su trabajo. Era representante de ventas de una empresa muy conocida de material de oficina, tenía un sueldo muy bueno y coche de empresa.

RyeoWook estaba seguro de que podría controlar aquella tendencia suya al derroche en cuanto se casaran. Seguro que, con el tiempo, se convertiría en un buen marido y en un buen padre. De momento, sin embargo, se lo estaba haciendo pasar mal con sus celos. 

El hecho de que a RyeoWook lo hubieran ascendido, aunque sólo fuera de manera temporal, tampoco ayudaba mucho. KiBum no hacía más que quejarse de las horas extras que estaba haciendo. El día anterior, cuando había llegado a casa las siete y media después de dejar los preparativos de la reunión del día siguiente acabados, le había exigido que dejara el trabajo.

—Cuando nos casemos —había contestado RyeoWook.

—Lo dices por decir —había protestado su prometido—. Te conozco muy bien. Te gusta trabajar para ese rico bastardo. Te gusta. Sé perfectamente que te gusta tu jefe.

—No digas tonterías —le había contestado RyeoWook, que ya estaba harto de estar todo el día discutiendo con él a causa de su trabajo y de su jefe.

—No digo tonterías. No estoy ciego. Y a él también le gustas tú. Vi cómo te miraba en la fiesta de Navidad.

—¡Por favor! —había exclamado RyeoWook exasperado—. ¡No haces más que decir tonterías! Llevo meses trabajando para Kim JongWoon y jamás, ni siquiera una sola vez, ha dicho o hecho nada fuera de lugar. No le gusto. Nunca le he gustado y nunca le gustaré.

Recordando ahora sus propias palabras, RyeoWook se dio cuenta de que, probablemente, eso era lo que le causaba enojo: el hecho de que Yesung no sintiera ningún interés por él.

A ninguna persona le hacía gracia que la ignorara y eso era exactamente lo que Yesung hacía con él. 

Cuando lo miraba, RyeoWook tenía la sensación de que no lo veía a él, de que lo miraba como si fuera un objeto más de la oficina.

El papel en las paredes, por ejemplo. Bueno, en realidad, aquellos despachos tenían las paredes forradas de madera desde el suelo hasta el techo. Las plantas inferiores eran mucho más modernas, de cristal y acero. Sin embargo, la suite del jefe parecía sacada de un club de caballeros ingleses, ya que todos los muebles eran antiguos, las alfombras eran orientales y las cortinas que cubrían los ventanales eran de seda.

La zona de recepción que ocupaba RyeoWook era ridículamente grande y disponía de un baño y de un armario para él solo así como también de una cocina donde podía prepararse lo que quisiera. Su mesa, de madera maciza, tenía sobre de piel y más cajones de los que jamás hubiera podido llenar. Era tan grande que el ordenador y la impresora ocupaban menos de la cuarta parte de la superficie disponible.

La verdad era que prefería su otro despacho y su otra mesa, pero no se iba a quejar porque durante el mes que iba a estar allí iba a ganar mucho dinero. RyeoWook se puso a pensar en lo que haría con él. Probablemente, comprar unas sábanas bonitas. Sí, unas sábanas de algodón egipcio. Aunque era de naturaleza frugal, le gustaban las cosas buenas, las cosas de calidad que duraran mucho tiempo.

Con la ropa hacía lo mismo. No tenía mucha, pero la que compraba era de lo mejor. Por supuesto, no compraba en tiendas exclusivas ni marcas famosas porque no se lo podía permitir, pero adquiría trajes bien hechos y camisas de seda de verdad así como zapatos y portafolios de piel. Nada de plástico barato. Llevaba muy pocos accesorios, pero también eran buenos. Tampoco se había gastado una fortuna en ellos porque tenía la suerte de que le gustaba más la plata que el oro.

Estaba admirando el delicado reloj de plata que se había regalado a sí mismo en Navidad cuando sonó el teléfono y el guardia de seguridad de la planta de abajo la informó de que estaba subiendo un chico para entregar comida.

—No es el mismo de ayer —le dijo el hombre—. Le he tenido que explicar cómo llegar a tu despacho.

—¡Vaya! —exclamó el joven cuando llegó—. Qué sitio tan alucinante. ¡Las vistas deben de ser fantásticas!

—Sí —contestó RyeoWook—. Gracias, BaekHo.

—¿Cómo sabe cómo me llamo?

RyeoWook señaló la placa que llevaba en la camiseta.

—Ah, sí, claro —sonrió el chico sonrojándose—. Se me había olvidado. Es que es mi primera semana de trabajo y todavía no estoy acostumbrado.

RyeoWook estuvo a punto de decirle que él también era nuevo en aquel puesto, pero se mordió la lengua. Con los años había aprendido que era mejor no tomarse demasiadas familiaridades con los repartidores porque, en cuanto hablaba un poco con ellos, se lanzaban a pedirle una cita.

Una vez a solas, llevó la comida la cocina, colocó el sándwich en un plato y lo depositó en una bandeja. El café, sin embargo, lo dejó en el vaso en el que lo habían llevado porque a Yesung le gustaba muy caliente y muy fuerte. Rara era la vez que le pedía que hiciera café aunque a RyeoWook no le importaba en absoluto, pues no era de los tontos que creía que preparar café para su jefe fuera denigrante. 

Siempre había entendido que su trabajo como secretario de dirección consistía en ayudar a su jefe en todo lo que pudiera. Por eso, no ponía ninguna objeción si tenía que ir a la tintorería a recoger su ropa o salir a comprar regalos para su madre. De hecho, tampoco le importaba mentir por él de vez en cuando, pero sólo hasta un punto y solamente si se lo merecía.

Mientras RyeoWook llevaba la bandeja al enorme despacho de su padre, decidió que Yesung no se merecía aquella consideración. A continuación, depositó la bandeja sobre la enorme mesa que había enfrente del enorme ventanal. El único hijo y único heredero de la fortuna Kim era un vago indisciplinado que nunca llegaba a tiempo y aquello lo irritaba. RyeoWook consultó su reloj y vio que habían pasado veinticinco minutos desde que había pedido la comida.

¿Dónde se habría metido?

Entonces, giró la cabeza hacia la puerta que tenía a la derecha, una puerta de madera que estaba disimulada en la pared y por la que se salía del despacho. A través de aquella puerta se accedía a una alcoba secreta donde había un ascensor privado que subía directamente al ático. Por supuesto, para acceder se necesitaba una tarjeta especial. Motivos de seguridad, por supuesto. RyeoWook estaba mirando aquella puerta cuando, de repente, se abrió y apareció su jefe.

Estaba más guapo que nunca con un traje que jamás le había visto, un traje gris de chaqueta cruzada. Aquel estilo tan elegante le quedaba de maravilla y la camisa blanca resaltaba sus ojos, su piel aceitunada y su cabello negro, que parecía un poco más brilloso de lo normal porque estaba húmedo.

Y cómo le quedaba la corbata...

—¿Qué te parece? —le preguntó acercándose a la mesa.

RyeoWook mantuvo la compostura. Si aquel hombre esperaba que babeara al verlo, iba listo. Sin embargo, un cumplido moderado no estaba fuera de lugar.

—Está usted muy... bien —contestó. Yesung lo miró con las cejas enarcadas.

—¿Me está diciendo que me da su aprobación? Vaya, por fin —comentó riéndose y dejando la chaqueta sobre el respaldo de una butaca de cuero. 

El hecho de que se hubiera quitado la chaqueta turbó a RyeoWook, aunque no sabía muy bien por qué. Había sido una tontería porque le había visto sin chaqueta muchas veces. Incluso lo había visto con pantalones cortos un día que había llegado corriendo a la oficina desde el barco en el que se había pasado navegando toda la mañana. 

Ya sabía que tenía un cuerpo escultural, así que, quizás, había sido que, al quitarse la chaqueta, a RyeoWook le había llegado un olor especiado que debía de haberlo aturdido. No le conocía aquella colonia y le parecía muy... excitante.

—¿Está todo listo para esta tarde? —le preguntó sentándose y llevándose el sándwich a la boca.

Mientras lo degustaba con fruición, no le quitaba ojo de encima.

—Creo... creo que sí —contestó RyeoWook, molesto consigo mismo por sonar dubitativo.

La verdad era que era la primera vez que organizaba una reunión del consejo de administración. Menos mal que SeoHyun le había dejado unas excelentes instrucciones por escrito en el ordenador que le habían sido de mucha ayuda.

Todo lo que iba a necesitar durante el mes que la otra secretaria iba a estar fuera estaba en aquel ordenador. SeoHyun también le había dejado el número de su teléfono móvil por si tenía alguna duda.

RyeoWook hubiera preferido no tener que utilizarlo, pero el día anterior había cedido y la había llamado para preguntarle unas cuantas cosas.

—Sí, todo listo —reiteró con más firmeza—. La sala está preparada para la reunión y hay copias de los informes mensuales para todo el mundo. Dado que no es una asamblea, no tengo que levantar acta, pero SeoHyun me ha dicho que grabe las conversaciones. También me ha indicado que permanezca en la reunión por si algún director necesita o quiere algo. Había pensado poner zumos y agua con hielo, pero SeoHyun me ha dicho que, si la reunión se alarga, puede que alguien quiera beber algo caliente, así que también habrá café y té acompañados de galletitas. Ya me he preparado un sitio. No me voy a sentar en la mesa, por supuesto, sino en una silla en segundo plano.

—Veo que lo tienes todo controlado —comentó Yesung—. En cuanto a que la reunión se extienda demasiado, te prometo que haré todo lo que esté en mi mano para que no sea así. ¿Y luego?

—He encargado canapés y bebidas. Las serviremos en el salón de al lado —contestó RyeoWook—. He contratado a la empresa de catering de siempre. 

Llegarán sobre las cuatro.

—Excelente —asintió Yesung—. ¿A qué hora cree que se irán los directores?

—No lo sé —contestó RyeoWook encogiéndose de hombros—. Nunca he estado en una reunión de éstas. Usted sí, ¿verdad?

—Hace muchos años —contestó Yesung—. Recuerdo que eran muy aburridas.

—Seguro que se las apaña muy bien —comentó RyeoWook.

Aunque aquel hombre tenía muchos defectos y debilidades, era capaz de aplacar a todo el mundo y de encandilar a quien se le pusiera por delante.

—¿Otro cumplido, RyeoWook? Ten cuidado, no vaya a ser que empiece a creer que te caigo bien.

—Eso no forma parte de mi trabajo —contestó RyeoWook con frialdad—. Ya le he dicho en muchas ocasiones que mi trabajo consiste en ayudarle a usted a hacer su trabajo.

—Y eres muy eficiente en ello —le recordó Yesung tomando la taza de café y mirándolo por encima del borde mientras lo probaba.

Sus ojos, aquellos preciosos ojos oscuros y penetrantes, no lo miraban ese día de manera tan casual como otros días. En esta ocasión, la estaban taladrando, estaban abriéndose camino través de la fachada de distancia y frialdad detrás de la que RyeoWook solía encontrarse inmune a los considerables encantos de su jefe.

De repente, RyeoWook sintió que el deseo se apoderaba de él, dejando en evidencia el sentimiento de desprecio que sentía hacia otros cuando reaccionaban así ante Kim JongWoon. Sintió que las rodillas le flojeaban, un fenómeno físico que jamás había experimentado antes y que lo hizo sentirse avergonzado.

¿Cómo demonios era posible que se sintiera atraído por él?

RyeoWook apretó los dientes con fuerza e intentó recuperar la compostura que lo caracterizaba, pero la respuesta sexual que se había apoderado de su cuerpo traicionero lo había dejado confuso y desorientado, así que hizo lo único que podía hacer en aquellas circunstancias: excusarse diciendo que tenía que hacer unas cosas y abandonar el despacho.

—Desde luego, tienes un secretario maravilloso —Yesung siguió la dirección de los ojos de HanGeng y se encontró mirando a RyeoWook, lo que llevaba intentando no hacer toda la tarde.

No le había costado durante la reunión en sí porque RyeoWook se había sentado en una silla situada en una esquina detrás de él. Sin embargo, ahora estaba de pie, encargándose de los canapés y hablando con un grupo de directivos mayores, arrancando una sonrisa incluso de los que peor carácter tenían.

—Sí, es muy bueno.

—Mejor que la de tu padre. Es más inteligente y tiene más estilo Espero que le estés pagando bien para que no se vaya con otro.

—Con otro se va a ir, sí, porque se casa.

—¿Y qué? Tu secretario no parece de los que se quieren quedar en casa jugando a las familias felices. ¡Tiene demasiado carácter!

A Yesung le entraron ganas de decirle que tenía demasiado de todo, pero se mordió la lengua.

—¿Tú crees? —contestó en tono un tanto impaciente.

—Pues claro. He estado hablando con él antes y he criticado la última subida de intereses. Pues bien, tu secretario no ha dudado en llamarme al orden y en preguntarme si es que creo que la Reserva Federal se ha equivocado. Me ha dicho que no entiendo los efectos de la inflación en la economía. No te creas que se ha parado a mirar quién soy ni la edad que tengo. Lo ha dicho tal cual, sin miedos.

—Sí, RyeoWook es así —suspiró Yesung.

—Por cómo lo dices, veo que lo estás sufriendo en tus propias carnes—comentó HanGeng, chasqueando la lengua—. A lo mejor es justo lo que necesitabas.

—¿Por qué lo dices?

—Porque como el resto del mundo te tienen en palmitas...

—Ya... bueno, HanGeng, te dejo, que tengo que hablar con los demás — se despidió Yesung. 

Una hora después, Yesung consiguió acompañar a los últimos directores a los ascensores. Cuando volvió a la sala donde había tenido lugar el encuentro, los camareros estaban terminando de recoger y RyeoWook estaba mirando la pantalla de su teléfono móvil con el ceño fruncido.

—Qué típico —lo oyó murmurar.

—¿Ocurre algo? —le preguntó.

RyeoWook levantó la mirada y lo miró consternado, algo nada habitual en él.

—No... nada importante... había quedado con KiBum para cenar, pero no puede venir a buscarme.

Yesung pensó que, de ser él el otro hombre, no se le habría ocurrido dejar a RyeoWook plantado. Sobre todo, estando seguro de que, después de la cena, sería toda suyo, lo que en el caso de ellos dos era cierto, pues vivían juntos.

—¿Quieres cenar conmigo? —le preguntó, recriminándose por ser tan masoquista.

RyeoWook lo miró con los ojos muy abiertos y enarcó las cejas.

Evidentemente, estaba sorprendido por la invitación. Era la primera vez que le decía algo así. Jamás lo había invitado a cenar ni a comer, sólo a un café de vez en cuando y siempre en la cafetería de la empresa. Eso era todo lo que habían hecho fuera de las horas de trabajo. Exceptuando, claro está, la fiesta de Navidad que había tenido lugar en el hotel Regency.

Aquella noche había sido espantosa. Yesung había aguantado a duras penas tener que ver a RyeoWook con su prometido, un tipo guapo. Al final, se había acostado con la segunda mujer más sexy de la fiesta, una de las abogadas que acababa de contratar su padre. Aunque EunJung había resultado ser una amante excepcional, Yesung no la había vuelto a llamar.

Eso era lo que solía hacer. Sólo salía con cada persona una vez. Era tal el deseo que sentía por RyeoWook, que los demás no le interesaban.

—No me digas que no tienes hambre —insistió antes de que a RyeoWook se le ocurriera una excusa—. No te he visto comer absolutamente nada.

—No me gustan las cosas de picar —contestó RyeoWook, encogiéndose de hombros.

—A mí, tampoco. Yo prefiero comer sentado. Venga, te invito al Neptuno.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).