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War of hearts. por FumiSaho

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Comparado con la semana anterior, los mensajes de Furihata a su teléfono, cesaron. Ya no eran cinco o siete al día, sino dos. Seijuuro preguntó por su familia, si algo le preocupaba, pero solo le dijo que nada malo sucedía. Se preguntó si Hiroshi le habría dicho algo en su contra. ¿Sería capaz de hacerlo? Pero, ¿con que argumentos? No, tal vez algo había sucedido con su pie… ¿a quién quería engañar? La última vez que lo vio, caminaba perfectamente. Kouki le había dicho que ahora llevaba una tobillera.

No debía mandar a su secretaria a realizar trabajos extraños como mirar a Kouki y reportarle. No quería desconfiar, después de todo el castaño le había dicho todo respecto a su persona sin miramientos. Akashi apenas le había dicho la superficie de su vida, sin adentrarse tanto. Le preocupaba, pero debía confiar.

Contrario a todo lo que creía, Kise le informo de su relación con Midorima. Se mostraba tan animado en los mensajes que no pudo evitar el regañar a Shintarou, puesto que sabía perfectamente que Midorima no gustaba exactamente de Kise, sino de su compañero, Takao. Sin embargo, y a pesar de que el sentimiento era mutuo, Midorima le contestó maduramente que esto no era solo por Kise, sino también por él, una oportunidad mutua. No sabía mucho de Takao, pero Aomine se veía indiferente, como siempre, solo trabajando horas extras en su profesión como policía.

Seijuuro comenzaba a creer que el amor era una estrategia emocional para desequilibrar toda vida.

Pasaron dos semanas hasta que recibió una llamada que entró en su hora de almuerzo, por lo que ansioso y al mismo tiempo alegre, contestó la llamada de Kouki.

— ¿Kouki?

—Hola, Sei. —su voz desde el otro lado de la línea daba la impresión de estar dudando mucho. —Eh… Bueno, quería preguntarte si tenías libre el día de mañana. Perdona por no avisarte antes sabiendo que estas ocupado, pero quería hablar contigo.

¿Qué Kouki quería hablar con Seijuuro? Su mundo se agitó por aquellas palabras, quería ver a Kouki y la expresión que reflejaba en ese momento. Una fina sonrisa se dibujó en su rostro delatando los fuertes latidos de su corazón, la necesidad de poder exponer su deseo de verlo, de tocarlo. Y sin embargo, no pasó desapercibida la manera en que Kouki le había hablado. Es decir, Kouki siempre le habló con la confianza que nadie más podía, y ahora un balbuceo acompañaba cada palabra. Si, puede que en cierto momento fuese adorable, pero ahora solo le llenaba la cabeza de más preguntas.

— ¿Kouki?

— ¿Si?

— ¿Te… te pasa algo?

Dudar, oscilar, balbucear, eran palabras que no iban de acuerdo a la personalidad de Akashi Seijuuro. Adjetivos que encontraba en verdad, fastidiosos y que lo llevaban a una gran impaciencia, pero cuando se trataba de Kouki, solo lo hacían preocupar.

—No, estoy bien. —contestó con un deje muy pobre de alegría en su voz. Si creía que con eso engañaría a Seijuuro, estaba equivocado. —Solo quería hablar contigo de algo que pasó hace unos días. 

—De acuerdo. ¿Dónde quieres que nos veamos y a qué hora?

— ¿Qué te parece el café que está en el callejón de los pintores?  Es muy amplio y muchas veces van bandas de indie…

—Heh… —no pudo contener la risa que le provocó el entusiasmo que proyectaba la voz de Kouki voz al hablar de un café. —De acuerdo. ¿Está bien si es a las nueve? Sales del trabajo a las ocho…

—I-iré por ti. ¿Si?

Akashi frunció el ceño ante aquella petición, además de que no pasó por alto aquel balbuceo. ¿Qué demonios le sucedía a Furihata? El teléfono en su mano se vio presionado y su mandíbula se tensó. No le agradaba no saber lo que pasaba por la mente de Kouki y mucho menos si no podía ver sus reacciones.

—Bien. —aceptó queriendo colgar inmediatamente. No quería enojarse con Furihata, no debía hacerlo. No tenía por qué.

—Gracias. —aquella palabra soltó el alivio que parecía haber contenido en los pulmones por demasiado tiempo, como si temiese un rechazo rotundo.

Como si cerraran un acuerdo, ambos colgaron. Por un lado, Furihata se sentía animado. El peso en sus hombros desapareció y ahora el repiquetear de su pecho le decía que solo debía hablar con Seijuuro para estar del todo bien. Akashi, por otra parte, tocó con su frente el teléfono que acababa de ser alejado de su oreja. Cerró los ojos intentando tranquilizarse. La situación, cualquiera que enfrentara, debía hacerlo lo más calmo posible para impedir que la ira no hiciera mella en su cabeza y terminar arruinando todo al dejarla salir.

No era un secreto que cuando algo no salía bien y Seijuuro se concentraba demasiado dejando de lado su propio bien, parecía otra persona. Por ello todo el personal de la empresa tenía cierta distancia hacia él. Lo respetaban y hacían lo posible por cuidar cada detalle. Nadie deseaba provocar la aparición de un Seijuuro frio y calculadoramente perfeccionista.

Respiró profundamente. Una, dos veces. Un indescriptible e incómodo vacío nació en su pecho produciéndole impaciencia hacia algo que desconocía. La necesidad de gritar dolía en su garganta arañando sus cuerdas bucales. Alejando su silla del escritorio, abrió el primer cajón a su izquierda, donde estaban sus cigarrillos de reserva y un encendedor. No demoró mucho el sacar un cigarro y colocarlo entre sus labios para encenderlo. El humo se adentró en su boca, retiró el cigarro con ayuda de dos de sus dedos y lo liberó suavemente hacia arriba. No era lo que buscaba, pero por lo menos ahora tenía la impresión de que el humo empujaba hacia abajo todo impulso estúpido.

 

 

Al llegar a casa lo recibió su mayordomo dándole la bienvenida a pesar de que era muy tarde. Y es que debía adelantar trabajo para acudir a la cita con Furihata. El cansancio manaba de sus poros. Los pies le dolían y se sentía desfallecer en cualquier minuto, mas decidió meterse a bañar. Dio las buenas noches a sus trabajadores y se perdió en su habitación. Era oscura, con escasa luz azulina que se lograba filtrar desde el exterior, delineando con sutiles líneas los muebles y las cortinas translúcidas. Sus ojos se acostumbraron con habilidad a la oscuridad y no encendió las luces. En cambio recogió de un sillón blanco junto a su cama, el pijama de dos piezas que siempre doblaba y dejaba en el brazo del sillón para un rápido acceso para días como estos.

Conociendo perfectamente su habitación, abrió la puerta sencilla de madera tallada que daba paso a un cuarto totalmente oscuro. Entonces si tuvo la necesidad de encender la luz, misma que lo cegó momentáneamente al estallar en sus pupilas. El baño de su habitación no era tradicional japonés, sino una bañera grande, donde cabía su cuerpo completo en el centro, rodeada de una cortina cristalina. El suelo parecía un gran tablero de ajedrez ya que las baldosas eran blancas y negras.

Se desprendió la ropa sintiendo el frio abrazar su cuerpo que comenzaba a quedarse desnudo en lo que la tina se llenaba. El agua chocaba contra la bañera produciendo un suave siseo que de alguna forma lograba tranquilizar las pulsaciones de su cabeza que exigía un descanso.

Una vez llena, acaricio la superficie con las yemas de los dedos antes de meter un pie y luego el otro, sucesivamente metió el cuerpo completo. Sus oídos se taparon al introducirse al agua, un zumbido lo invadió. Solo lo ignoró. Abrió los ojos encontrando el techo frente a él. Parecía moverse, como si fuera el techo lo que estaba sumergido en el agua. Brillaba mucho y parecía más claro. Llevó sus manos frente a sus ojos encontrándolas más claras de lo normal, las movió, abrió y cerró los puños como si fuese la primera vez que veía sus manos.

De pronto, el dolor en su cabeza se hizo notable, sentía sus sienes ser taladradas desde el interior. Descubrió entonces que su pecho subía y bajaba con velocidad, sin embargo, al no respirar, todo lo que hacía su cuerpo era incitarlo a buscar oxigeno mediante el dolor de cabeza y el actuar de sus pulmones al hincharse sin éxito alguno. Quizás la mejor analogía hacia Furihata Kouki era una bañera hasta el borde y él dentro. Después de todo, se sentía de la misma forma al estar con el castaño, solo que las sensaciones eran más placenteras.

Apoyándose con las palmas, sacó medio cuerpo de la bañera para así poder bañarse por completo.

 

 

A la siguiente noche, Akashi esperó paciente a Furihata. Su secretaria parecía extrañada ante la actitud tan ¿nerviosa? De su jefe. No, no se veía nervioso, sino ávido de culminar su día laboral. Ella miraba discretamente y por el rabillo del ojo, la sombra del joven heredero ir de un lado a otro. Por segundos se tiraba en el diván, luego cambiaba de mueble y recargaba la cadera contra el escritorio, después de aburrirse a los escasos segundos, volvía a su silla y tecleaba en su portátil perdiéndose por completo.

Hino respiró con tranquilidad al ver que Seijuuro se enfocaba en algo importante, o por lo menos eso quería imaginar. Ella pronto también se iría, no sin antes dejar sobre el escritorio de su jefe un par de permisos de exportación de los vinos que producían. Un suspiro que delató cuan cansada se encontraba por mantener su postura en su silla, siendo la perfecta secretaria del joven Akashi, dio la bienvenida al muchacho castaño, quien con mirada vacilante, admiraba todo el lugar.

—Ah… hmm… hola. —sonrió Kouki regalándole a Hino una sincera sonrisa.

—Buenas noches, ¿puedo ayudarte en algo? —preguntó ella sonriéndole de vuelta, solo que ella si sonreía fingiendo no estar agotada.

—Eso creo. —se rascó la nuca desviando los ojos de aquel escote que aunque no era muy pronunciado, delineaba el contorno del pecho de la chica pelinegra. –Bu-busco a Sei… Akashi-ssan. —balbuceó al no saber cómo pedir información sobre su amigo. Pensaba que decir que buscaba a Seijuuro sería demasiado informal y la imagen que proyectaba ese edificio con más de diez pisos, era de dudar tu propia permanencia en ese lugar.

— ¿Cuál es tu nombre? —obviamente sabia el nombre del chico que había seguido por dos semanas, pero no debía levantar sospechas si el muchacho no lograba reconocerla.

—Furihata Kouki. —respondió en automático alzando la mano al mismo tiempo. —un placer.

Hino se sorprendió ligeramente, denotándolo al enarcar una ceja. Nunca nadie se había presentado de esa manera ante ella. Es decir, si, decían su nombre para que Seijuuro dijera si pasaban o no, pero de eso a presentarse completamente y además querer darle la mano… ¿era extranjero?

—L-lo siento. —se inclinó formando un ángulo de noventa grados ante Hino, quien no sabía qué hacer. Sin embargo, actuó sin pensar y se levantó súbitamente de su silla, haciendo que esta chocara contra la pared colindante a la de Seijuuro.

—No hay problema. —aseguró Hino alarmada. Había algo en ese chico que lograba inquietarla, no de manera negativa, sino extraña. Era increíble que un chico de apariencia tan común le llevara a reaccionar sin pensar. No; no era porque su jefe se interesara en él, era la esencia del propio Furihata Kouki. –Soy Sakura Hino. –añadió al siguiente segundo mientras extendía su brazo hacia el castaño.

Kouki se irguió lentamente y correspondió el saludo sintiéndose estúpido por hacerlo, pues fue el quien reaccionó estúpidamente al preguntarse si Seijuuro era extranjero solo por presentarse estrechando las manos.

—Un placer. —sonrió Kouki plenamente.

—Lo mismo digo. —asintió Hino deshaciendo su enlace. —Permíteme un segundo, le comunicare al señor que te encuentras aquí. —pidió la joven mujer, sin embargo, Seijuuro salió de su oficina con el saco en su izquierda y el maletín en la derecha, deteniéndose en seco al ver que Kouki ya estaba ahí.

—Kouki… —musitó con ligera sorpresa. Su mente se volvió un infértil campo de pensamientos, pues ahora que Furihata se presentaba frente a él, el trabajo, frustraciones de su día a día, absolutamente todo lo negativo, se quedaba en el suelo que pisaba, olvidándose de todo ello.

—Hola Sei. —sonrió el castaño en cuanto lo vio. Sin embargo, un súbito sonrojo coloreo su rostro. —A-Akashi… kun-san. —se corrigió el mismo sacudiendo la cabeza ante su error de llamarlo tan informalmente en su lugar de trabajo.

En los labios de Seijuuro se dibujó una divertida, pero fina sonrisa que le llenó el pecho de calidez. Podría ser muy repentino, pero lo quería, quería a Furihata Kouki con él, saber que podía tocarlo y no ser algo prohibido, sino autorizado por el mismo castaño. Su corazón latió con mayor velocidad al imaginarse una posibilidad así. Cuantas ganas tenía de sujetar su cuerpo, besarlo, mirar y apreciar cada aspecto suyo.

—Deja los honoríficos. —pidió Seijuuro avanzando hacia él. —Hino, la cita de mañana no será aquí, sino en un restaurant, así que no hay necesidad de que mañana vengas. ¿De acuerdo?

—Muy bien, señor. —asintió ella volviendo a ser la chica seria y elegantemente inalcanzable.

—Bien, buenas noches. —se despidió pasando junto a Furihata, para irse con él. Hino lo despidió con una reverencia

—Hasta luego, Sakura-san. —hizo lo mismo que ella y corriendo, alcanzó a Seijuuro. No quería reconocerlo ni exponerlo, pero no le gustó que Seijuuro llamara a su secretaria por su nombre. A decir verdad, no debería importarle, puesto que el mismo Akashi le había dicho que a sus conocidos los llamaba por su nombre de pila. No habría de importarle, ¿verdad?

Agachó la mirada al suelo y notó la diferencia en los zapatos de cada uno. Seijuuro usaba unos zapatos negros brillantes de agujetas delgadas, muy bien atadas, además, un pequeño tacón los adornaba del talón. Por el contrario, él llevaba los tenis que se había comprado hace un año. Le gustaban porque eran cómodos y se veían bien con todo, aparte, no llevaban agujetas, lo cual los hacia aún mejores. Admiró el porte de Seijuuro, su vestimenta que consistía en un estilizado traje gris Oxford a la medida. El saco estaba en un antebrazo, pero el chaleco sin arruga alguna, delataba una espalda ancha y elegante, los brazos eran cubiertos por la camisa azul marino impecable.

—Sei. —murmuró después de que las puertas del elevador se cerraran y la música del elevador cubriera su silencio. Jugueteó con el hilo que se desprendía de a poco de su sudadera gris.

— ¿Si?

— ¿Qué tal el trabajo? —preguntó con una sonrisa suave que ocultó perfectamente la otra duda que tenía. No era el momento adecuado para preguntar otra cosa.

—Lo mismo de siempre. —aseguró restándole importancia a lo que hacía. —Corroborar la información que llega, corregir errores… en fin. ¿Cómo te fue a ti? —preguntó al tiempo que las puertas del elevador se abrían a los costados, brindándoles el paso al estacionamiento.

—Lo mismo de siempre. —rio Kouki caminando a su lado. —Levantarme temprano, pasear a Kuma, desayunar, ir al trabajo… en fin.

—Pero ahora no tienes tiempo de contestar mis mensajes. —sacó del bolsillo de su pantalón las llaves de su auto. Las luces parpadearon brillantes al desbloquearse.  Kouki admiró la camioneta plateada y reluciente. — ¿Fukuda ya te tiene por completo? —preguntó con gracia, ya que no creía que Kouki pudiese estar más enamorado.

— ¿Cómo lo haces? Adivinar tan rápido, quiero decir. —dijo al tiempo que entraba a la mullida camioneta. Parecía tan nueva que tenía miedo de ensuciarla con los zapatos.

— ¿De qué hablas?

El corazón de Akashi dio un vuelco en el que lo sintió más ligero y frio. ¿Había entendido bien?

Cerró la puerta y las llaves en su palma se vieron apresadas por su puño. ¿Cómo podía ser eso posible? ¿Por qué justo cuando quería ser algo más que un amigo para Furihata? ¿Cómo es que Fukuda se adelantaba a él?

—Estoy saliendo con Fuku… —negó con la cabeza para autocorregirse. —Hiroshi. –sonrió hacia la nada, regalándole un dulce rubor que Akashi codició. 

 

 

Notas finales:

Hola, personas!!! Antes de irme al trabajo, la actualizacion.

Espero que les haya gustado, o por lo menos disfrutado de la lectura. :DD 

Nos vemos en la actualizacion!!


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