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War of hearts. por FumiSaho

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Notas del capitulo:

Hola, personas, que milagro!!! :DD

Actu en martes y espero que les guste. :)

 

 

 

El sudor recorría cada centímetro de su piel. Su respiración era entrecortada, titilante. Le dolía el cuerpo, cada roce era torturante, quería calor. la piel era completamente resbaladiza por el sudor que manaba a pesar de estar frio, y se sentía a morir.

Kise se mordía las uñas. Había preparado avena para que Aomine comiera en la cama, pero el moreno ni se podía sentar.

La tarde de ayer se había quedado llorando en el hombro de Aomine sin importarles el goteo que caía del cielo. Y era de esperarse, después de todo solo eran pequeñas gotitas que no mojaban mucho. Lo que no se esperaban era que una tormenta azotara contra ellos en cosa de segundos.

Ryouta ofreció su casa para que ambos pudieran cambiarse y luego de que pasara la lluvia, que Aomine pudiese irse a casa. Al llegar al apartamento, Kise le ofreció una ducha caliente a Daiki, quien al ver que Kise se iba para otro de sus dos baños completos, solo se cambió por un pants entregado por el rubio. La tormenta no había desaparecido sino minutos antes de las siete de la mañana. Kise, quien había dormido en su cama, despertó como nuevo y bajó todavía vistiendo pijama cuando vio a Aomine temblar en el sofá, enredado en la manta que le había dado para pasar la noche.

Corrió en cuanto lo vio. Le hablaba mientras sentía su pulso y miraba el termómetro digital. Daiki le había dicho, en un momento de lucidez (en el que aprovechó para llevarlo a la cama), que no llamara al médico y aunque se lo prometió, llamó a Midorima dejándole un mensaje de voz, ya que no había contestado.

—Aominecchi… por favor come tan solo un poco, ¿sí? —pidió acomodando un par de almohadas en la espalda del moreno. No se había despegado de su lado desde que llevó la avena caliente.

Aomine temblaba a pesar de que llevaba una sudadera puesta, pants e inclusive calcetines de peluche que le había puesto hace unos minutos. Incluso así, miró con esfuerzo a Kise antes de estirar las manos y tomar el plato que contenía la avena. No muy convencido, Ryouta le dejó el plato siendo precavido y manteniendo las manos debajo de las de Aomine por cualquier cosa.

Lenta y trémulamente, se llevó una cucharada a la boca. Degustó la cálida consistencia suave y sin sabor más que de canela. La avena se deslizó por su garganta regalándole una agradable impresión de calma, incitándolo a comer más.

El rubio pareció relajarse un poco al ver que Aomine comía, mas no se alejó de su lado. Al terminar el contenido, y notando al moreno en un mejor estado, quitó el plato de sus frías manos y lo colocó en su mesita de noche antes de ayudarle para volver a recostarse.

—Si quieres más, no dudes ni un segundo en llamarme, ¿bien? —pidió acomodando las mantas alrededor de Aomine. Aprovecharía si es que volvía a dormir para llamar de nueva cuenta a Midorima, puesto que no quería que Daiki se enojara con él por haber llamado a un médico. Después de todo, Shintarou era su amigo.

Midorima fue su novio. Fue, porque luego de que saliera así del restaurante no hablaron, no tenía ni una llamada de él y no lo reprochaba, de hecho, ya lo esperaba. Sabía que Shintarou solo le estaba dando una oportunidad a su corazón y que, aunque se había esforzado, no pudo corresponder de la misma forma porque él quería a alguien que nunca podría ser el rubio.

  —No te vayas. —pidió el enfermo en un susurro.

Kise se giró en redondo hacia la persona en la cama, sintiendo su corazón estrujarse. Sonrió con ternura.

—De acuerdo, pero debes dormir. —volvió en sus pasos arrastrando su sillón personal junto a la cama para estar cerca de Daiki.

Aomine se conformó con ello y cerró los ojos. Escuchaba su propia respiración forzosa, su cuerpo se relajó de a poco y el calor, aunque era mínimo, le concedió el sueño en un par de minutos.

Ryouta, un tanto sorprendido por la facilidad en que su amigo se quedó dormido, contempló los rasgos físicos que componían el rostro de Aomine. Sus pestañas eran cortas y rectas, tan juntas una de la otra que daban la impresión de delineado. Notó también esa sombra sobre sus parpados y su nariz que, aunque no era la perfección de El David, era bonita y agresiva al mismo tiempo. Los labios entreabiertos, por donde exhalaba profundamente, eran delgados, pero con la forma que debían tener unos labios. Kise se preguntó cuántas veces Aomine habría besado y de qué forma lo haría, puesto que, a pesar de ser un tipo agresivo e intimidante, era confiable. Inclusive le dejó llorar en su hombro.

Un adormilado Ryouta llegó a la conclusión de que Daiki debía conseguir a una persona de tan buen corazón como lo era el moreno.

 

 

 

Midorima Shintarou pensó esa mañana que era la mejor de su vida. Había despertado gracias al sol que se adentraba por su ventana, pero apenas recordó lo que había sucedido luego de apresurarse y alcanzar a Takao, fue inevitable que una sonrisa se dibujara en sus labios.

El día de ayer, apenas había alcanzado a detener el brazo de Kazunari, no se detuvo a pensar en nada, simplemente se abalanzó sobre los labios del más bajo, abrazando su cintura. Sintió las manos de Takao deslizarse inseguras por su espalda, serpenteando entre los pliegues del suéter, logrando aferrarse a la tela. Takao se estiró y se levantó en las puntas de sus pies para no separarse de Midorima, quien, al tenerlo tan ajustado contra su cuerpo, tampoco mostraba intenciones de querer alejarlo o dejarle ir. 

Lo siguiente fue un fuerte golpe en su abdomen proporcionado por Kazunari, quien se separó de Shintarou pese a que sus deseos eran hacer todo lo contrario y continuar besándolo.

—¿Qué sucede? — preguntó Midorima con voz ahogada, recuperando el aire.

—Estás con Kise. — evidenció Takao. el tono con el que había hablado delató cuanto anhelaba que no fuese de esa manera.

—Puede que así sea, pero no puedo amarlo. No cuando solo pienso en ti. —confesó acercando su izquierda a la mejilla contraria. Cuando el contacto piel con piel se dio, un escalofrió sutil, pero que erizó cada centímetro de su piel, supo que ellos estaban hechos el uno para el otro, que su destino era estar con Takao, quien no lo miraba a él, sino un punto entre ellos. —No me alejes nuevamente. — pidió en un susurro. Su pulgar acaricio la piel del moreno, quien no pudo resistirse más y abrazó el cálido torso de Midorima.

Al final, Midorima le prometió que hablaría con Kise acerca de su relación, puesto que el tampoco deseaba quedar en malos términos con el rubio. Eran amigos. Y por el tiempo que compartieron juntos, había llegado a conocer aún más y le había gustado su manera de ser.

Había dormido tan profundamente que no se había percatado del aviso de su teléfono al advertirle que tenía dos mensajes no leídos. Contrario a lo que esperaba, no eran solo los buenos días por parte de Takao, sino que también un mensaje de Kise, desde casi las ocho de la mañana, pidiéndole que por favor fuera a su casa porque Daiki había estado con fiebre. Eran las diez, por lo que mientras buscaba un cambio de ropa para bañarse, le llamó sin respuesta.

Se apresuró a cambiarse y tomando su teléfono y llaves, salió de casa. Su auto estaba listo para usarse y enviando un mensaje a Takao, condujo al apartamento del rubio. Kise le había dado una llave de su apartamento, pues casi siempre olvidaba llevarlas consigo. De las veces que salieron juntos, la mayoría tuvo que abrir Midorima la puerta. Solo para asegurarse, presionó el timbre una vez antes de abrir la puerta y al no obtener una respuesta siendo que Kise abría casi inmediatamente, decidió entrar.

El apartamento estaba iluminado por los ventanales que dejaban entrar de lleno la luz de la mañana que pintaba todo a su paso de un pálido amarillo. De no ser por el sutil aroma de la canela, diría que la casa estaba deshabitada.

—¿Kise? — habló alzando un poco la voz. Dejó las llaves en la barda de la cocina antes de avanzar hacia las escaleras. Sus pies hacían un suave ruido en cada escalón de madera que pisaba. Si Kise no estaba y tampoco Aomine, seguro que habrían salido a algún hospital, sobre todo porque el rubio siempre exageraba las situaciones.

La primera puerta después del baño, estaba entreabierta y a pesar de que no había tanta luz emergiendo de ahí como en el resto de la casa, escuchaba suaves ronquidos que le sugerían la presencia de alguien. Despacio, sin producir sonido alguno, abrió la puerta colocando su palma sobre ella. No encendió la luz, pues la que apenas lograba pasar por las gruesas cortinas color crema, le fue suficiente para poder encontrar a Kise dormido, con sus brazos rodeando a Aomine, quien también dormía plácidamente, roncando con suavidad.

¿Qué había sucedido aquí? La ruptura no era ni oficial y Kise ya estaba en la cama con Aomine. En realidad, eso no le enfadaba, lo que sí, era que Ryouta había avanzado más que él. Pero, ¿con Aomine? Además, ¿no se suponía que pescó un resfriado? Fue entonces que su cabeza volvió a cobrar la frialdad que le caracterizaba e inspeccionaba mejor la escena.

En la mesita de noche, en el lado más alejado de la cama, donde estaba Kise, había un platito vacío con una cuchara que le acompañaba. Olía a mas a canela que en la planta baja.

Siendo como es el tonto de Ryouta, al no saber cómo darle más calor a su amigo, recurriría a los métodos de los que una vez hablaron en una cena. Era de esperarse.

Soltó un suspiro antes de acercarse a Daiki. Tocó su frente sin la intención de despertarlo, sin embargo, apenas hubo contacto, Aomine frunció el ceño, incomodo, abriendo de apoco los ojos.

Apenas se despertó, enfocó la mirada en quien estaba de pie.

—¿Midorima? —habló con pereza. Volvió a cerrar los ojos y estrujó a Ryouta logrando que se acomodara sin despertarlo. El cabello lacio, rubio y suave como pelusa, acaricio la punta de su nariz. Olía cálido, a miel. Extrañado y con cierto desconcierto, se separó del cuerpo contrario, descubriendo a Kise dormir entre sus brazos, así como él lo hacía momentos atrás. —¿Qué hago aquí? —pregunto en un susurro, sin quitar sus ojos del rostro de Ryouta. Su cabello rubio y despeinado estaba despejado de su frente, sus pestañas claras y largas se veían hermosas siendo pinceladas de dorado con la discreta luz que apenas se colaba… y que decir de sus labios rosados y entreabiertos.

Las yemas de sus dedos ardieron en deseos de tocar más allá de la ropa que tenía Kise. Quería abrazarlo y ser correspondido.

—Si tu no lo sabes, mucho menos yo.

—Maldición. —farfulló con sueño. Se talló los ojos con una mano, pues la otra continuaba en la espalda de Kise. Quería despegarse de él lo más mínimamente posible. Esta era una de ninguna oportunidad de tenerlo tan cerca y lo peor de todo es que había estado inconsciente.

Empujó con suavidad el cuerpo del rubio, pero en cuanto más intentaba alejarlo, más se aferraba Ryouta a su torso. El cuerpo cálido del rubio no quería despegarse del suyo, ya que le abrazaba con fuerza, parecía estar tan cómodo que Aomine se pensó dos veces el tener que levantarse de la cama.

Midorima, que lo esperaba de pie, por si le tenía que ayudarle en caso de que se mareara, se acercó alargando la mano para tocar la cabeza de Kise.

—Ryouta. —le habló con suavidad y Daiki tuvo que comerse los celos que eso le provocaba. Hablarle y tocarlo con tanta familiaridad, ¿sería capaz de hacerlo algún día?

—¿Puedes esperar afuera? —preguntó a Shintarou, que continuaba detrás de él. —Lo despertaré.

—De acuerdo. —asintió Midorima saliendo de la habitación y cerró la puerta detrás de él.

La tensión en el cuerpo de Aomine se desvaneció en cuanto se hubo cerrado la puerta. Admiró con más detenimiento el rostro pálido de Kise. Le impresionaba la cualidad de su piel, pues era blanca, casi trasparente y podía apreciar el camino de las venas de su cuello, descendiendo hacia su hombro. Solo entonces Aomine dio reparo en la camiseta holgada, sin mangas que llevaba Kise, por lo que también podía ver la piel de sus brazos, más caminos azules, sutiles, que en algunas zonas se notaban más que en otras.

Un escalofrío le recorrió el brazo cuando su palma se colocó en el hombro de Kise.

—Kise. —habló sacudiendo su hombro. El rubio se removió incomodo, restregando su cabeza en el pecho de Daiki, buscando como un gatito, calor en su cuello.

Por otro lado, Aomine, complacido con ello, sonrió.

—Hey, idiota. —lo sacudió con mayor fuerza, obligándolo a despertar.

Las rubias pestañas revolotearon al parpadear varias veces para poder enfocar y descubrirse abrazando a su compañero. Lo primero que le vino a la mente fue la cuestión por la que había llorado anoche, lo segundo y más importante era que estaba en la cama con Aomine, quien estaba resfriado.

—Aominecchi… ¿cómo te sientes? —preguntó al tiempo que lo abrazaba nuevamente.

No, todavía no despertaba del todo.

—Mejor, pero ¿porque estamos durmiendo en la misma cama? —cuestionó sin miramientos. Tal vez tenía una oportunidad con Kise.

—Dijiste que tenías frio y Midorimacchi me dijo una vez que este era un buen método para brindar calor. —explicó con voz adormecida. — Perdona si te pateé. —soltó el cuerpo de Aomine, estirándose sobre la cama. — ¿Dormiste mal?

—No, dormí mejor que en varios días. —admitió sentándose. Kise lo imitó tallándose los ojos. — ¿Dónde está mi ropa? —miró a todos lados buscándola entre la oscuridad.

—¿Ya te vas? ¿No quieres desayunar algo?

—Midorima está aquí. —cortó de inmediato y Kise contuvo la respiración ruidosamente. Daiki solo apretó los puños antes de levantarse. En cuanto estuvo de pie se sintió mareado, como si todo dentro de su cabeza hubiese sido agitado con fuerza. Cerró los ojos con fuerza y se estabilizó segundos después.

—¿Estas bien?

—Está esperando abajo. Me iré con esta ropa, luego te la regreso.

Aomine se encaminó hacia la puerta. El corazón le latía furioso, la conformidad estaba latente en su cabeza, como si quisiera grabarse en su cerebro. No odiaba a Midorima, odiaba no ser tan importante para Kise como lo era él.

—Espera. — la voz de Kise le detuvo en el umbral de la puerta, con una mano en la perilla y la otra era sujetada por el rubio. — Dile que espere un segundo, bajo en seguida.

—Bien.

—¿Aominecchi? —guardó silencio a la espera de que Kise continuara. — Por quedarte conmigo y apoyarme, gracias. 

—Sí, si… arregla todo con el otro idiota.

Se zafó de la mano suave de Kise y salió de la habitación. Todo estaba iluminado, era irónico, se sentía destrozado, más de lo que creía ya haber estado. Los pulmones parecían temblarle dentro del tórax y cada segundo se oprimían, impidiéndole respirar correctamente, la garganta le ardió y el nudo se acrecentaba. Bajo los escalones descalzo, parecía que cada paso ceñía mas los pedazos de su corazón.

Al llegar a la sala no vio que Midorima estaba mirándolo con atención, inspeccionando su estado de salud superficialmente, simplemente dijo:

—Bajará en un momento.

Sí que había sido un imbécil. ¿Cómo podría esperar una oportunidad?

 

 

Notas finales:

:DD
Es martes, son las doce con cuarenta y cinco en donde vivo y tengo clases en siete horas... ojalá que las sabanas no se me peguen. xD

Espero que les haya gustado esta actualizacion tan repentina. Y si me es posible, publicaré el fin de semana, como es correcto. :V

Nos vemos!! :}


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