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War of hearts. por FumiSaho

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Notas del capitulo:

Hola, personas!!! :D 

Actualizacion a primera hora del sabado! :) Espero que les guste. 

 

 

 

—En ese caso debería ser yo quien se disculpe al sacar a Hiroshi a tema.

—No, eso…

—Haciendo esto no llegaremos a ningún lado. —sonrió Seijuuro volviendo a bajar un peldaño. Furihata lo observó expectante, sus movimientos gráciles le atraían demasiado. La sonrisa de Seijuuro no parecía llegar a sus ojos, que, aunque transmitían confianza, parecían desanimados.

El corazón de Furihata latió con dolor dentro de su pecho cuando la mano de Akashi liberó de su ropa, su puño. Sus dedos fueron gentiles al estirar la mano de Kouki y mirarla detenidamente. El calor ascendió a su rostro, trepando desde el interior de su piel.

—Olvidemos esto y entremos.

El ambiente cambió al cruzar la puerta. El asunto de Hiroshi había quedado en la parte exterior de la casa, llevándosela el viento. Furihata admiró boquiabierto el lobby que lo recibía. Era muy amplio, olía a flores frescas y las paredes claras estaban decoradas con pinturas de paisajes coloridos y marcos de madera con tallados increíbles. Además, para subir al segundo piso, le recibían un par de escaleras gemelas con pasamanos de madera. Entre las dos escaleras estaba una mesita redonda y suficientemente alta como para poder admirar el jarrón con múltiples flores manando de él, cual fuente.

Era maravilloso. Kouki se sentía fuera de lugar al pensar que dormiría ahí, tan solo el pensamiento de estar pisando con zapatos el interior de esa casa le causaba un sentimiento extraño de jocosidad y emoción.

Akashi sonreía discretamente, pues le daba la impresión de tener a un niño en una visita al museo de su preferencia. Los castaños ojos brillaban admirando sus alrededores con una sonrisa que delataba su fascinación por el lugar desconocido.

—¡Sei, tu casa es enorme! —exclamó girando su cuerpo hacia él.

Su corazón dio un vuelco y las manos le hormiguearon en ansiedad. ¿Lograría algún día tocar a Kouki de la manera en que quería? ¿podría acariciar su rostro, tomar su mano, o darle un beso en la mejilla cada vez que pensara que se miraba adorable?

En silencio, dejando que la sonrisa de Kouki le bañara el pecho de calidez, la comisura izquierda de sus labios se elevó lentamente mostrando una perfecta media sonrisa. Ahogó en su garganta todas aquellas palabras que tanto anhelaba dedicarle. Enterró en sus puños toda acción imprudente y por demás innecesarias.

—La casa no es mía, es mi padre. Pero gracias. —corrigió soltando otra risa que a Kouki le llenó de vergüenza. Recordó la vez que lo conoció en el salón de clases de evolución y aunque no sabía quién era, sabía que era cautivador.

—Eso es como ser tuya. —murmuró bajo volviendo la vista al jarrón.

—De acuerdo. —asintió dándole la razón. Echó un vistazo rápido a lo que los rodeaba, encontrándose con un par de ojos que lo miraban de reojo esperando una orden. —¿Quieres que vayamos a dejar tus cosas en tu habitación?

No quería sonar desconsiderado, solo quería un poco de su tiempo fuera de la vista de las personas, de cualquier espectador.

—Seguro. —aceptó encantado.

—Joven amo, tiene una llamada en su despacho. —tercio una mujer. Su uniforme le indicaba que trabajaba en las labores de la casa.

—¿Dijo quién era?

—No, señor. Pero dice que es de suma importancia que usted tome la llamada.

—De acuerdo. Iré en un momento.

Dicho esto, la joven mujer asintió y se retiró en silencio.

—Ahora me siento tonto. —comentó Kouki cabizbajo. Seijuuro abrió la boca para decirle que no tardaría demasiado, no obstante, la sonrisa que se extendió en los labios de Furihata, lo detuvieron. —Te llamé joven Akashi cuando debía ser joven amo.

A su mente llegó la noche en la que se habían quedado en una cafetería, conversando tontería y media; la misma noche en la que Fukuda se le había adelantado por mucho.

El alivio inundó su cuerpo, apaciguando la tensión que se había formado en cuestión de segundos. Sintió el pecho hincharse de orgullo al percatarse de que Furihata recordaba las conversaciones que sostenían.

—Atenderé la llamada, no tardo. —aseguró al tiempo que buscaba con la mirada a la chica que continuaba de pie a unos pasos. —Minami, muéstrale por favor donde se quedará esta noche.

Seijuuro se retiró dedicándole un último vistazo a Furihata, quien se mostró simpático hacia Minami, saludándola con su peculiar sonrisa cálida.

Al llegar a su despacho, vio el teléfono descolgado. Imaginó que una de sus empleadas que limpiaba la habitación había contestado. Recargó su cadera contra el extremo de su escritorio para contestar el teléfono y terminar lo más pronto posible con el asunto que lo traía ahí.

—Hola, Seijuuro. —la voz de Nash era la última que se le hubiese ocurrido escuchar en el día.

—Buen día, Nash. ¿A qué debo tu llamada?

Decidió que lo mejor que podía hacer era zanjar el asunto antes de que le quitara más tiempo de su día libre. Con los dedos tamborileando en la madera pulida de su escritorio, esperó a que Nash contestara.

—En serio que me molesta cuando no hablo con tu personalidad alterada. —exhaló hastiado. —En fin ¿Cómo va tu día con Furihata Kouki? —preguntó con naturalidad. Obviamente, su pregunta le tomó por sorpresa. ¿Cómo es que lo sabía? —Le comenté de tus previas citas, —Seijuuro escucho perfectamente que contenía su respiración para luego liberarla. Estaba fumando. —…cuantas mujeres metiste a tu cama y cuan interesado estás en tener sexo con él. —expuso sin miramientos.

Su corazón latió desesperado y su cerebro buscaba las razones para hacer eso, buscaba la viabilidad de que Kouki hubiese visto a Nash sin comentarle nada… aunque, pensándolo bien, ¿Por qué tendría que decirle algo, cuando la última vez que se vieron Seijuuro tenía un humor de perros? ¿Cómo podría Kouki acercarse si se había comportado como un idiota?

—¿Cuándo le dijiste eso? —preguntó en un siseo. Su mano que en un principio golpeaba el escritorio, ahora se encontraba hecho puño.

—¿Recuerdas esa vez que te dije que fuéramos juntos a tu universidad para acrecentar mi reputación? Pues ese día fue nuestro encuentro destinado. Llegó su novio que le engañó con Miko y se fue cuando vio que nos besábamos. Ese tipo no sabe lo que se ha perdido. Oh, no lo he probado, por si eso te preocupa. —agregó rápidamente. — Yo le dije al pequeñín que tu querrías tener sexo en la primera oportunidad que se presentara, así que debes aprovecharlo, ¿eh?

—¿Y por qué razón debo creer en tus palabras?

—Oh, vamos, Seijuuro. —rio con sorna. —¿Cuándo te he mentido? Puedes preguntarle si quieres. Ese chico es tan trasparente que me sorprende. Es más…

Molesto, Akashi colgó el teléfono mirando a su alrededor. ¿Sería posible? Hasta el momento, Furihata no se mostró incómodo. ¿Nash le estaría mintiendo? y si ese era el caso, ¿con qué propósito? ¿podría ser que le gustara Kouki? No. Sacando inferencias prematuras no llegaría a nada. Sin embargo, no quería sonar tan posesivo o sospechoso al preguntarle algo de esa magnitud a Furihata; ¿Cómo podría?

Sintiéndose abatido y al mismo tiempo nervioso, salió de su despacho y cerró la puerta a sus espaldas, dirigiéndose a donde estaría Kouki. Cruzando el pasillo, llegó a las habitaciones. Al final del pasillo estaría él. La puerta estaba abierta de par en par, así que pudo ver a Kouki de espaldas, mirando por la gran ventana que daba hacia el patio. Desde ahí se podía ver parte de la ciudad y la montaña con el kanji Dai (大).  El color que cobraba el cabello de Kouki al sobreponerse con la luz del sol era de un tono arenoso que le recordaba a la playa y su calidez. Las cortinas blancas estaban atadas a los costados, pero se llegaban a ondear sutilmente con el roce del viento en ellas. El trasfondo del cielo claro y escasamente nuboso, con Furihata de espaldas, le daban una hermosa imagen de estampilla a sus ojos.

Si bien venía siendo cierto que Akashi había usado el sexo como un enlace hacia personas de interés, Nash se equivocaba, él no quería tener sexo con Kouki. Tal vez podría sonar descabellado o incluso cursi, pero si algún día llegaba a saberse correspondido, le haría saber que tanto le importaba y quería.

—¿Te gusta? —preguntó internándose en el interior. Notó como Furihata se había sobresaltado al escuchar de la nada su voz.

—Es grandioso. ¿Iremos a la quema de esa? —preguntó señalando la montaña hacia su izquierda.

—Así es.

Al llegar a su lado, miró el paisaje que se pintaba ante él. Siempre le había parecido relajante verlo desde esa habitación, donde el sol entraba al amanecer y el viento no era fuerte, pero si fresco. Sin embargo, en compañía de Kouki en esa tarde, parecía más que pacifica, perfecta.

—No pensé que a tu papá pudiesen gustarle ese tipo de festivales. —comentó Kouki dándose cuenta de sus palabras luego de pronunciarlas. —No lo conozco, pero siendo una persona tan ocupada… —trató de justificarse mirando a Seijuuro, quien sonreía a la ciudad.

—No era a mi padre, sino a mi madre. A ella le gustaban tanto los festivales de cualquier tipo, que obligaba a mi padre a mantener ese día libre para ir todos juntos. Después de su muerte continuamos haciéndolo, pero con menos frecuencia, pues yo empezaba con más deberes. O, mejor dicho, me exigía más.

—Y ahora eres perfecto en todo.

—No en biología. —aceptó ladeando la cabeza para mirar los castaños ojos claros que en él se clavaban.

—Jaja… puede que sí. —suspiró volviendo la mirada al jardín. — ¿Todavía tenemos tiempo para un tour por la casa del joven amo?

—Por supuesto. —rio sumándose al juego del castaño, ofreciéndole su mano. —Acompáñeme, joven Furihata.

Las risas brotaron despreocupadas, llenando de vida la casa. Entre bromas, paseándose en cada rincón, pasaron los minutos. Sus pasos los llevaron al jardín, donde Seijuuro escuchó las explicaciones de Kouki al pasar de una planta a otra, de flor en flor, añadiendo su importancia médica. Ninguno de ellos lo notó, pero los trabajadores de la casa se maravillaron con las expresiones y las relajadas risas que soltaba el joven heredero. 

Ya habían dado las siete cuando Kouki esperaba en la sala a Seijuuro, que terminaba de arreglarse en ese momento. Ambos vestían casual, pero con suéteres abrigadores. Kouki llevaba un gorro que cubría sus orejas y Seijuuro una bufanda café. Salieron sin compañía, solamente la compañía mutua era suficiente para evadir el frio que comenzaba en otoño.

—Faltan veinte minutos para la quema del daimonji, ¿quieres pasar a comer algo? —preguntó Seijuuro y de entre sus labios manó vaho que se desvaneció antes de llegar muy lejos.

—¿Manzanas acarameladas?

Gustoso, Seijuuro le mostró el camino por donde recordaba, las vendían. Tomaron asiento uno junto al otro en el lugar que cada año tomaban él y su padre, en una alejada banca en la que se podía ver como se prendía cada kanji.

—Mira, por allá se va a encender la antorcha. —señaló Seijuuro hacia su derecha, donde dos hombres bastantes lejanos para ver sus rostros, daban una reverencia. Detrás de ellos estaba una gran antorcha, por mucho, más grande que los hombres. Uno se arrodilló mostrando una caja con fuego.  El otro hombre se acercó con una pequeña antorcha que encendió apenas tocó la llama.

Furihata no pudo morder su manzana. Los tambores wadaiko comenzaron a golpearse cuando el hombre con la antorcha, prendía fuego a la más grande. No pasaron más de un par de segundos y la incandescencia cobró fuerza iluminando el oscuro manto celestial.

Desde su lugar pudo percibir el brillo que en los ojos castaños vibraba. Descubrió que la manzana había quedado en segundo término, pues el espectáculo a unos metros de ellos, acaparaba su atención. Una sonrisa lentamente se dibujó en sus labios. Nunca imaginó que su corazón latiera con fervor solo por ver unos ojos tan brillantes, o que su pecho albergara la satisfacción de estar con la persona que quería. Si, el gusto y la inquietud de Seijuuro hacia Kouki habían pasado a ser un rotundo amor.

Volvió la vista al frente al ver que un grupo de personas subían al mismo lugar donde estaba la antorcha encendida y dieron un corto discurso frente al micrófono.  A continuación, descendieron corriendo hasta donde se encontraba el gran kanji y uno a uno fue encendiendo cada una de las antorchas que componían DAI. Los tambores resonaron con fiereza y con una ensordecedora detonación, los fuegos artificiales explotaron en el cielo llenándolo de colores diversos.

—¡Increíble! — exclamó Kouki levantándose de lugar. Akashi, divertido por su reacción, rio bajo quedándose en su lugar.

El fuego fue el foco de atención por un rato más, después, la gente se fue dispersando de a poco. Algunas querían llegar a la quema del segundo kanji. Kouki se sentó nuevamente. Sentía sus latidos debajo de su pecho, el corazón le latía desenfrenado y entonces, sin pensárselo, se giró hacia Akashi, quien miraba a la gente pasar, al tiempo que mordía su manzana.

—Ya no puedo. —confeso sonriente. Seijuuro le dedicó su atención, ya que no entendía a que se refería. — Pensé que podría ocultarlo y conformarme con solo tener un poco de tu atención, pero no puedo.

La adrenalina corría por sus venas. Estaba apostándolo todo a nada y no temía a las posibles consecuencias.

—Me gustas.

Las palabras de Kouki arrasaron con todo pensamiento que pudiese llevarse a cabo, sin embargo, no dejó que ello se le subiera a la cabeza. Se levantó de la banca y sonrió a Furihata.

—A mí también me agradas. —dijo con amabilidad.

—No, no es como piensas. —interrumpió Kouki. —No me refiero a la forma amistosa, sino a la romántica. Me gustas mucho.

El brillo de los fuegos artificiales les otorgaba color momentáneo a las hojas verdes de los árboles, el piso e incluso a los ojos que se miraban atentamente. Si pensaba que su pecho estaba satisfecho, ahora se sentía rebosante de felicidad, confusión y, sobre todo, infinita inconformidad por no estar más cerca de Kouki.

 

 

 

Notas finales:

Les gustó?? :DD Furi ya se confesó!! x}

Ahora me iré a dormir. :)

Nos vemos en la actualizacion!! :}


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