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War of hearts. por FumiSaho

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Notas del capitulo:

Personas!!! Un saludo enormemente agradecido por su paciencia... :DD

Pues despues de un mes, personas, aqui esta el capitulo, sin embargo, aqui les presento solo de Aokise. Akafuri aun no aparecerá. :/ Lo siento. 

 

 

 

El modo en que colocaba la decoración de los hilos de caramelo alrededor de un pequeño y cilíndrico pastelito de coco con una fresa encima, le hipnotizaba mas que darle hambre. Se imaginó al comensal degustando del postre al que tanta dedicación le entregaba el más alto de todos en esa habitación.

Murasakibara había conseguido un trabajo para relajar su mente, en un restaurante al cual fue recomendado por Akashi. No fue sorprendente que le llamaran en cuestión de veinticuatro horas pidiéndole presentarse en cuanto antes. Tenía un mes trabajando en el restaurante y el menú cambió de uno veraniego a uno más cálido, pues el clima enfriaba por la entrada al otoño.

Le parecía gracioso como el rubio, con tal de estar en su trabajo para perder el tiempo que no podía perder en otra cosa, observaba con ojos bien abiertos la forma en que él y otros dos chicos emplataban dibujando en la base un garabato rojo con sabor a zarzamora.

—¿Qué es lo que es? —curioseó Kise oliendo el dulce que manaba de la mamila.

—Se llama Coulis, Kise-san. —se atrevió a decir uno de los compañeros de Atsushi.

—¿Y porque tan poquito? —volvió a preguntar insatisfecho con solo ver un garabato para que se viera bonito. —¿Qué pasa si a alguien le gusta y quiere saborearlo con el pastel?

—Kise-chin, eres muy hablador. —recordó Murasakibara mirando por el rabillo del ojo que el rubio no le hizo caso y continuó mirando al otro muchacho que anteriormente le había contestado.

—Es simple decoración, también le otorga el aroma a frutas que a veces pierde la fresa del centro.

—El amor nace con una mirada, ¿eh? —sonrió Ryouta y Atsushi notó la tristeza en sus ojos. Era molesto que Kise se quisiera distraer con él, es decir, él mismo estaba pasando por lo mismo. Himuro le hablaba de vez en cuando, pero decir simplemente que lo extrañaba, era poco. Claro que sabía la situación del rubio, este se había encargado de decírselo antes y después de que se confesara a Midorima.

Si tuviese una lista de las personas que más le gustaban, en primer lugar, estaría siempre Tatsuya. Él encabezaba su lista en todo: el que más paciencia le tenía, quien más le regalaba dulces, era el que más dormía con él, quien más le decía que lo quería. Por eso suponía que Kise tendría una lista como el, pero si para Kise, Midorima era su número uno en todo, no le gustaba. Es que ¿cómo podría alguien como Ryouta tener en mente a alguien tan amargado como lo era Shintarou? Siempre le regañaba por una u otra cosa, le decía que no debía comer y cómo hacerlo, y eso no le agradaba para nada.

—¿Es cierto que eres bisexual? —se aventuró a preguntar el más bajito de todos, el que preparaba los hilos de caramelo.

Notó como Kise se tensaba ligeramente antes de erguirse y acomodarse el mandil atado a su cintura.

—Esas preguntas solo las hacen las personas molestas. —sinceró Murasakibara, sin inmutarse, continuaba en su decoración de los demás platos, después de todo, era una orden de siete personas por una reunión.

—Bueno, es un secreto a voces. —Kise se encogió de hombros sin tomarle mucha importancia a la pregunta, pues era algo que muchas veces se veía obligado a evadir de una u otra manera.

Era claro que el ser homosexual ya no era cuestión de tabú, pero las personas mayores era la población que más se negaba a ello. Su madre le dio su apoyo incondicional aun cuando le dijo de sus preferencias, pues no solo gustaba de hombres, las mujeres también le atraían. Y eso, era un total escándalo, porque ser homosexual era una cosa, pero ser bisexual atraía más entrevistas, más teorías, más chismes y más gente involucrada.

La gente especulaba por todo y eso era un gaje del oficio, lo sabía bien. Si posaba con modelos masculinos era gay, que si lo hacía con modelos femeninas era un casanova. Es probable que ante su lindo rostro caigan mujeres y hombres y el modelo japonés se haga ventaja de ello llevándose a quien quiera a la cama. Era lo que decían numerosas revistas de chismes, que empeoraban más si era visto en compañía de alguien que no fuese su familia.

Midorima corrió con suerte de no ser fotografiado con él, pues seguramente ahora le estaría lloviendo preguntas de la prensa.

—Recogeré los postres. —avisó un mesero seguido de otro más. Vestían de negro con corbatín rojo y camisa blanca. Tan elegantes como el restaurante.

Kise se apartó para que ambos meseros pasaran. Observó por la ventana el hermoso paisaje que tenía Akita y aunque hacía un poco de frío, no se marcharía para solo haber pasado unas horas en el lugar. Después de todo, el enfriamiento para el cambio de temporada era mayor en Akita que en Tokio.

Se cruzó de brazos esperando a que los platos terminaran de ser colocados. Murasakibara acudió a su lado para meterse una paleta de uva e introdujo las manos a los bolsillos de su mandil.

—Buen trabajo. —dijo sacando de su bolsillo derecho, una paleta de fresa y se la ofreció.

El rubio junto a él, sonrió tomándola. Sin esperar mucho, le quitó la envoltura y dio las gracias antes de llevársela a la boca.

—Oye, Murasakibaracchi…

—No iré a Tokio. —sentencio sin siquiera esperar a que Kise terminara de proponerle su plan.

—¡Que injusto! —replicó manteniendo la paleta entre sus dientes. Sin embargo, no se dio por vencido. —Vamos, tienes la semana libre por fumigación. —insistió mirando nuevamente al exterior, donde una chica miraba atentamente un escaparate.

Se imaginó que podrían jugar en algún parque e invitar a Aomine, Kagami y Kuroko, ya que era poco probable que Akashi se dejara ver, así que vio la oportunidad de invitar a Murasakibara a Tokio y visitar una tienda donde podías hacer tu dulce perfecto. Atsushi no lo cuestionó y emocionado esperó el día siguiente. Durmieron en el apartamento compartido del más alto. Vivía con dos chicos más que estudiaban en la universidad local.

A primera hora en la mañana se encontraban empacando. Kise llamó a sus amigos, solo accedió Kagami y Midorima había dicho que, si no encontraba nada más que hacer, iría. Eso, claro, era una afirmativa de lo más común en él. Sin embargo, le sorprendió que Aomine le dijera que no tenía tiempo, pues tenía un trabajo que hacer. Ryouta se alegró porque Daiki saliera no solo con él, que le causaba tantos problemas, así que no insistió.

Después de pasar a la tienda a personalizar el caramelo de Murasakibara, llegaron a las canchas públicas, donde se suponía encontrarían a los demás. El día era soleado para ser inicios de otoño, las hojas de los arboles caían con facilidad al pasar el viento. En conclusión, una buena temporada para jugar básquet. Doblaron la esquina del parque. Kise caminaba mirando el reloj en su muñeca. Afortunadamente habían llegado con diez minutos de anticipación y no un atraso por las preferencias dulces de Murasakibara.

Todo auguraba una buena oportunidad, mas no se esperó ver a Daiki riendo a carcajada suelta con un chico castaño que sostenía con timidez un balón de básquet. Ryouta identificó de inmediato al muchacho. Sus pies quedaron instantáneamente clavados al suelo. No, la cuestión que le había dejado pasmado no era que aquel castaño era el ex de Aomine, sino que se lo ocultó; al llamar a Daiki para invitarlo a salir, fue rechazado de inmediato alegando tener trabajo pendiente. ¿Por qué debía de ocultarle sus salidas? Kise no se molestó cuando le dijo que tenía otros asuntos, no se hubiese enojado si le avisaba que vería a su ex, lo único que le molestaba era el hecho de que no se lo confiara.

—Oh, Mine-chin está ahí. —observó Murasakibara esperando a que el semáforo cambiara para poder pasar. Solo entonces notó la ausencia de Kise a su lado. Volvió sus pasos hasta él, interfiriéndole la vista.

—Murasakibaracchi… —levantó la vista y volvió a relajarse. No había nada que hacerle, Kise no era el único amigo que Aomine tenía. —Vamos a saludar. —sonrió y aunque a Atsushi le molestara ver sonrisas fingidas, siguió de cerca a su amigo.

— ¿Te molesta?

—Dijo que estaría trabajando. —suspiró al cruzar la calle.

—Tal vez no quería verte. A veces tampoco quiero verte. —sinceró abriendo las papitas que llevaba en una bolsa. El caramelo personalizado estaba en casa del rubio, pues no quería que se estropeara.

— ¡Que malo! —chilló exageradamente.

Aquello relajó el ambiente entre ellos.

— ¡Aominecchi! —vociferó Ryouta adelantándose al más alto, que se tomaba su tiempo en caminar.

La mirada cargada de sorpresa por parte del moreno, no pasó desapercibida por Kise, quien se limitó a sonreír. Por eso pensaba que no era bueno mentir. 

—Buenos Días. —saludó el castaño, inclinándose formalmente.

— ¡Hola! Oh. Sakurai, él es Murasakibara, también amigo de Aominecchi. —les presentó y el castaño se acercó al más alto.

—Ho-la —se inclinó en un ángulo de noventa grados, logrando que aquella educación molestara al otro.

—No hagas eso, es molesto. —farfulló metiéndose una papa a la boca.

— ¡Oh, lo siento!

—No te disculpes, no hiciste nada malo.

—Claro, lo siento. ¡Ah, lo siento!

—Si haces eso de nuevo te aplastaré. —frunció el ceño desviando la mirada del menudo muchacho que parecía temerle a su altura y complexión.

Kise, por otro lado, se aguantaba la risa que tanto quería dejar salir. En verdad era hilarante juntar a esas dos personas: una que se molesta con facilidad y otra que molesta fácilmente.

—Oi. No es divertido. —objeto Aomine a un costado del rubio.

—Pues renuncia. —sonrió ladino. —Debería conseguir un trabajo como el tuyo. ¿No? —enarcó una ceja, dándole a entender fácilmente de lo que hablaba.

El moreno se quedó sin palabras. Ver molesto a Kise era una novedad pues generalmente era algo que hacia Aomine lo que le enojaba. Es decir, si se burlaba de él o le jugaba una broma pesada, ahí tenías un Kise enfurruñado por escasos segundos u horas, dependiendo de cuan pesado había sido con el rubio; sin embargo, ahora ¿qué era lo que le molestaba?

—Mine-chin… —farfullo Atsushi con pereza. Lidiar con Sakurai que no hacía más que disculparse. — ¿Este es tu trabajo?  —preguntó pasando de Ryou.

—Si.

Su voz dubitativa reflejaba que la confusión continuaría ahí hasta que Kise le dijera cual era el problema con que trabajara. Quizás era porque ya no pasarían tanto tiempo juntos, pero si le decía que le ayudara, terminaría en un juego entre ambos.

—Me ayuda a no ser condescendiente con mis alumnos de tutoría.

Sakurai había decidido estudiar artes plásticas contrariando lo deseado por sus padres, así que, aunque ellos le pagaban la matrícula y los gastos escolares, se dedicaba a dar tutorías para poder hacer más de lo que le gustaba.

— ¿Cómo haces eso? —preguntó Ryouta, curioso. Sus dorados ojos ya no mostraban la ligera hostilidad con la que había llegado, lo cual confundió aún más al moreno.

— ¿Enseñándole a decir no? — su respuesta carente de seguridad se volvió pregunta. Si, le ayudaba a ser reacio tomándolo desprevenido al jugar baloncesto. Era lo que mejor funcionaba con Sakurai.

Kise frunció el ceño, pero mantuvo una sonrisa sutil. De cierta forma, se sentía aliviado de que solo fuese eso.

Al poco rato, recibieron el mensaje de Midorima, donde se disculpaba por no poder acudir, pero le había surgido algo importante. Mientras que Kagami simplemente no se presentó. De inmediato Aomine llegó a la conclusión de que lo que le surgió era algo referente a Kuroko y la entrepierna de ambos. A todos les dio gracia el comentario, pues Kagami no se distinguía por la discreción. No obstante, después de intercambiar un par de cuestiones triviales, se pusieron de acuerdo y armaron equipos para tres juegos, pues Himuro les sorprendió diciéndole a Murasakibara que se encontraba descendiendo en el aeropuerto de Tokio. Claro que el más alto de todos no esperó la aprobación de sus amigos al salir corriendo hacia Narita.

—Trajiste a Murasakibara desde Akita. —acusó Aomine mientras guardaba sus pertenencias. Kise no llevaba nada, así que esperó a que ambos guardaran sus cosas.

—Sí. Fui a ver donde trabaja. —sonrió de lado a lado.

— ¿Te quedaste en un hotel?

—No… Me prestó su cama. —comentó distraído mientras recordaba el cómo Murasakibara sacaba de la habitación su pijama y un par de peluches.

—Aomine san, ¿vamos a comer? —preguntó Sakurai con nerviosismo. Kise observó los ojos grandes y brillantes del muchacho, también la manera en que entrecruzaba los dedos al esperar la respuesta del moreno, sus brazos delgados y los labios sonrosados que mantenía apretados en una fina línea.

—Claro. ¿Quieres venir, Kise? —le cuestionó sin mirarlo.

—Si esto es una cita me sentiría mal de seguir interrumpiendo. —confesó lanzando el balón de una mano a otra.

—No lo es.

El ver la cabeza de Sakurai moverse enérgicamente dándole la negativa, corroboró las palabras de Aomine.

—¡Vamos! 

 

 

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado y ya esta el siguiente capitulo. Será publicado si no en la semana, sin falta será en el fin de semana. :D

 

Nos vemos en la actualizacion. :}


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