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Reinicio por scienceFragile

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Notas del capitulo:

¡Lamento la demora! Realmente, estoy muriendo. Pero no quiero aburrirles con el cuento de que tengo siete evaluaciones esta semana, más dos entregas de trabajo práctico y carpetas. Nah, no es tanto (?) 

Pero, este es un capítulo largo. 

Quizás, confuso. Sí. Pero sé que ustedes son geniales y sabran unir todo ~. 

Sólo podría decirles que miren bien las fechas y eso (?) No sé. 

Creo que no tengo nada más para decir, aunque sé que me estaré olvidando de algo... okey.  

¡Agradezo de todo corazón sus hermosos comentarios! De verdad, son unos amores. Espero que el capítulo les agrade, y perdón por la tardanza. 

Sin más, aquí está el capítulo. 

AH. Antes de leer: 

*Tanto la ubicación y nombre del hospital que doy es ficticia. 

Heiwajima Shizuo: Ya era hora.

Heiwajima Shizuo: Pensaba que el encargo había sido mucho para ti, ya sabes…

Tsukumoya Shinichi: No me hagas reír, Heiwajima-san.

Tsukumoya Shinichi: Kanto, distrito trece; hospital privado de Millage.

¡Heiwajima Shizuo confirmó su muerte!

 

 

 

Capítulo V

 

[Miércoles 10 de abril de 2016]

 

 

Estaba en una habitación oscura que olía a desinfectante.

Arrugabas la nariz ligeramente mientras entrabas en la habitación, dejando atrás a ese hombre que te miraba de forma desconfiada, pero, ante todo; te había dejado pasar. Te lanzó una última mirada, suspirando, y cerrando la puerta detrás de sí.

Ahora, sólo había una luz de noche alumbrando la habitación, y sólo estaban él y tú en ella. Ignorando las máquinas conectadas a su cuerpo que emitían sonidos agudos, estaban solos. Estando frente a él, mirándole destrozado en aquella cama de hospital, frunciste el ceño. Hasta ahí habías llegado… y si en aquél entonces Varona no te hubiera detenido, ¿Hasta dónde habrías llegado?

Una de las máquinas emitió un pitido, y por primera vez en toda tu vida, miraste a la persona que estaba acostada en aquella cama de hospital con algo que no era odio. Ya no podías odiarlo. Te odiabas a ti mismo, por no poder detenerte, y que otros hayan tenido que hacerlo.

¿Hasta dónde habría llegado…?

Y ahora, lo que se supone que debería ser un rose cálido, estaba completamente helado.

Quizás… lo hubieras matado…

 

 

 

 

[...]

 

 

 

[- Miércoles 10 de abril de 2002 -]

[06:30 pm]

 

Esos ojos…

[Tenemos que hablar, Izaya]

Al bajar del auto sentías como si tu mente flotara por la situación, como si estuvieras viendo todo con otros ojos, como si realmente no estuvieras ahí. Escuchabas el chirrido de las cadenas del columpio donde Shinra se hamacaba parado, veías el brillo de la pantalla del teléfono de Celty, pero no te sentías ahí.

Sólo podías sentir la mirada de esos ojos, aquellos de color miel.

Escrutándote el alma.

Nada se sentía real.

No sentías nada, y por un momento te preguntaste si no estarías soñando de nuevo.

Hasta qué, sentiste como si alguien rozara tu muñeca. Te sobresaltaste, apretándola contra tu pecho y mirándola consternado. No había nada que pudiera tocarte.

[¿Qué pasa?]

– ¿Izaya?

Escuchaste pasos, y sentiste otro roce.

Otro.

Y otro.

Miraste a todos lados, pasando tu vista por Celty, la mirada de preocupación que brillaba en los ojos de tu madre que se acercaba y los columpios donde Shinra había dejado de impulsarte y te miraba, sin comprender nada, diferente a Shizuo, que te miraba como si estuviera esperando algo.

Algo…

¿Por qué no miras… a tu alrededor?

Paraste en seco, cuando aquellas palabras que había mencionado aquella cosa volvieron a resonar en tu cabeza. Y por un momento, te helaste.

Porque lo veías por el rabillo del ojo.

Una figura, blanca.

Sonriendo.

– ¿Izaya?

El roce se detuvo, y tu respiración también.

Aquella figura, permanecía. No le veías bien. Querías verla. No querías verla. Querías voltear y gritarle. No querías voltear. No ibas a voltear.

Y volteaste.

Ansioso, exhaltado; seguramente tus ojos se encontraban desorbitados.

Pero ahí no había nada.

– ¡Izaya!

Entonces el roce volvió, pero era tu madre que zarandeó con delicadeza tu hombro.

No volviste a ver aquella figura.

Pero alguien sonreía. Sonreía, sonreía.

 

 

 

[Viernes 30 de noviembre de 2001]

 

 

–Vamos a tomarnos la foto como es costumbre.

Sólo podías mirar la chimenea pegado a la pared de madera y mientras apretabas con fuerza tu camisa para no llorar. Pasabas la mirada por cada uno de los cuadros que estaban sobre la chimenea, sólo podías ver siete con claridad, pero había unos diez, quizás; mientras una cámara se erguía frente a ellas y ese hombre hacía de oídos sordos.

No… ya estoy harta.

Primer cuadro: tu padre y tu madre, sonriendo mientras él la abrazaba por la espalda y posaba sus manos sobre el vientre su vientre.

– ¿Qué dijiste…?

Segundo cuadro: él y tu madre, sonriendo a la cámara mientras te cargaban a ti, recién nacido.

–Que no, ya no voy a soportar esto,  [¿…?].

Tercer cuadro: él, tu madre y tú, juntos, frente a la chimenea mientras tenías un bonete que decía #1 y estabas dormido.

– ¡Estoy harta…!

Cuarto cuadro: él, y tu madre, sosteniéndote frente a la chimenea, mientras reías y sostenías un oso de peluche que tenía grabado un #2. Tu madre tenía una sonrisa hueca en los labios, y sus ojos no sonreían.

–No voy a tolerar esto, Kyoko.

Quinto cuadro: Ya no sonreían. No de verdad. Estabas sentado a los pies de los dos, mientras que él abrazaba a tu madre, pero se notaba a leguas que quería correr. No quería estar ahí. Notaste que tenías un moretón en la muñeca derecha, la cual tratabas de ocultar detrás de tu espalda.

–Mueve ese inútil cuerpo a la chimenea, ahora.

Sexto cuadro: él los sostenía a ambos de las muñecas, con fuerza. Sonreía. Kyoko llevaba el vestido desarreglado y el labio partido; en esa foto, tenías la mejilla morada y los ojos rojos. Él sonreía. 

– ¡No!

– ¡Cierra la boca!

Golpe.

Séptimo cuadro: Ambos lloraban mientras él los sostenía de los cuellos, sujetándolos con fuerza. En aquella foto tu madre tenía un ojo morado y llorabas. Sentiste el impulso de llevarte la mano a la garganta, donde dolía.

Golpe, golpe.

– ¡Súeltame!

Golpe.

¡[¿…?]!

Te deslizaste por la pared sintiendo como los ojos se te aguaban. Aquél hombre detrás de la cámara negó con la cabeza y prendió un cigarrillo, sentándose en un sillón que había en la sala. No tengo todo el tiempo del mundo… murmuró, expulsando humo de tu boca.

– ¡Basta!

Golpe, golpe, golpe.

No llores, te dijiste; mirando al frente. Si llorabas antes de la foto, todo sería peor. Había veces en las que los dejaba sin moverse, apoltronados en una cama, diciéndole a todo el mundo que estaban enfermos. O si no, obligaba a tu madre a beber demasiado, mientras reía con sus amigos cercanos en la sala; todo era gritos y risas. O si no… te encerraba en el armario con las heridas abiertas, durante un día entero.

– ¡Para, [¿…?]!

Golpe.

Todo era mejor si no llorabas.

– ¡Bast-AAH!

Todo era mejor si no llorabas. Lloraste demasiado. Hipabas y te cubrías los ojos con los brazos, mientas aspirabas el humo del cigarrillo del fotógrafo, que te irritaba la nariz y la garganta.

Última foto: él clavándote los dedos en tus hombros, obligándote a reír. En ella, tu madre lloraba.

 

 

 

[Sábado 15 de diciembre de 2001]

 

– ¡Izaya, corre!  – no te gritaba, pero estaba alterada. Eran las cinco de la mañana, y aún te encontrabas adormilado. Sólo te sacó de la cama y te arrastro de la muñeca escaleras abajo, hasta el patio.

Escuchabas pasos furiosos, no entendías nada. La boca del estómago empezó a dolerte, aquél lugar donde él te había golpeado la noche anterior.

Kyoko te lanzó dentro del auto, mientras lloraba y corría al volante. Las llaves se le cayeron al suelo y las juntó, intentando embocar en la abertura, pero fallando cinco veces. A la sexta, entró.

El auto comenzó a moverse al mismo tiempo en que él salía de la casa hecho una bestia, pensaste que saldría corriendo detrás de ustedes, pero se quedó parado en el umbral, mirándolos con odio, pero sonriendo.

Te heló la sangre, y las lágrimas comenzaron a resbalar por tus mejillas.

–No volveremos, Izaya.  

Y no volvieron.

 

 

[-Miércoles 10 de abril de 2002-]

[06:38 pm]

 

Mientras veías como el auto que conducía Shirou rebasaba a otros en la autopista, pudiste pensar en muchas cosas.

Como en el corte que tenías en mentón, en Kami-sama, y en tus recuerdos.

Pero no pudiste pensar en nada de eso, realmente.

Sólo Kasahara ocupaba tu mente, más bien, el espejo roto que representaba su recuerdo. Las luciérnagas rojas jamás llegaron a alumbrarlo bien; parecías querer huir de él, elevándose más y más.

Ella había dicho, que los recuerdos eran tu esencia. Tuyos, tú, tu mundo. Entonces, ¿Qué significaba que el recuerdo de Kasahara no se iluminara? ¿Qué estuviera roto?

¿Por qué… no podías recordarlo?

¿Podía tu esencia ir desapareciendo?

 

 

 

 

 

[…]

 

 

 

 

Sábado 06 de abril de 2016

 

[Te hará bien, Shizuo…] 10:00 am

[Está bien, está bien. Lo intentaré, pero eso no es lo mío, Celty] 10:00 am

[Para nada] 10:01 am

[¡Bien, no te arrepentirás, todos son personas muy buenas!] 10:001 am

Suspiró, cerrando los mensajes y abriendo una pestaña que había encogido. La miró por unos momentos, y luego, en la oscuridad de su habitación oscura, apretó la tecla de entrar.

¡Heizuo ha entrado en la sala de chat!

Masoi: ¡Te lo digo yo, es imposible!

Doryuu: ¿… cómo estás tan seguro de eso, Masoi-san? Nadie lo ha visto desde eso.

Doryuu: ¿Mnh?

Anzai: Oh… bienvenido, Heizuo-san.

Dalltyson: ¡Bienvenido!

Heizuo: Ah, hola…

Heizuo: ¿De qué estaban hablando?

Dalltyson: ¡N-no creo que quieras escuchas aquello, ja ja! Mejor hablemos de otra cosa…

Doryuu: De la muerte de Orihara Izaya.

Masoi: ¡Desaparición!

Masoi: Ese tipo… no muere con nada. Como la peor de las plagas.

¿Eh?

Doryuu: Mooh, Masoi-san. ¡Qué testarudo eres! Nadie ha sabido nada de él desde el incidente, muchos han dicho que sólo desapareció… ¿Pero no dejar rastros? Seguro murió, y alguien se llevó su cadáver.

¿Muerte?

Masoi: ¿Quién haría eso…?

Doryuu: ¿La yakuza? Tal vez…

Qué.

Masoi: Imposible.

Lanzó el aparato al suelo, llevándose las manos a la cabeza. ¿¡Muerto!? Eso quería decir que él… había… y Varona también. No… sí; no.

Eso no podía ser verdad.

¡Heizuo ha abandonado la sala de chat!

 

 

 

 

Domingo 07 de abril de 2016

 

 

¡Heiwajima Shizuo ha renacido!

Tsukumoya Shinichi: Vaya, eso fue más rápido de lo que esperé, Heiwajima-san. Aunque le estaba esperando.

Heiwajima Shizuo: Cállate.

Heiwajima Shizuo: Me dijeron que tú puedes saber lo que yo estoy buscando…

Tsukumoya Shinichi: Que grosero.

Tsukumoya Shinichi: Pero si, en efecto, sé lo que pasó con Orihara después de aquello, si eso es lo que le interesa saber.

Shizuo frunció el ceño frente a la pantalla; por alguna razón, se imaginaba a aquel tipo burlándose de él. Le recordó mucho, a cierta persona… lo cual le enfureció más.

 

 

 

 

[…]

 

 

 

 

[Miércoles 10 de abril de 2002]

[07:40 pm]

 

Viste como la motocicleta negra se alejaba entre la oscuridad y hacia la ciudad, con un fuerte relinchido de caballo. Nadie se volteó a verte.

El cielo se había oscurecido, y el frío había aumentado, probablemente esa noche nevaría, y no sería bueno en tu estado actual que sigas afuera con este clima. Pero no podías moverte. No podías dejar de mirar las luces de la cuidad.

Aún… no caías en la cuenta de nada.

Aquellas palabras, aquella conversación… todo parecía tan irreal.

Te frotaste la muñeca, aún sin mover la mirada de la ciudad… aquello…

¡Izaya, ven adentro, hace mucho frío! – gritó Kyoko apoyada en el marco de la puerta. En sus ojos todavía estaba latente aquel brillo de tristeza y ansiedad, como si esperase que en cualquier momento volvieras a colapsar.

Ahora que la mirabas con detenimiento… podías ver que tenía ojeras donde antes no había. Se veía cansada, y sus ojos seguían algo rojos e hinchados. Llevaba puesta ropa arrugada y manchada, como si al vestirse lo hubiera hecho a las carreras.  Tu madre… no era así.

Y un sentimiento extraño te golpeó en lo profundo del estómago.

–Ven – dijo, sonriendo cansadamente. – Vamos a comer, hoy Shirou nos acompañará.

Asentiste y caminaste dentro de la casa; ahora que te detenías a mirar tu entorno, pudiste notar el aroma a comida que flotaba en el ambiente, era delicioso. Entraste y fuiste a la cocina con tu madre siguiéndote desde atrás; la mesa ya estaba puesta y Shirou estaba sentado, esperándolos con una sonrisa. 

Al sentarte en la mesa, y sentir como el frío del ambiente era consumido por la calidez de la comida recién hecha de tu madre y la tranquilidad que flotaba en la casa, sentiste ganas de sonreír, o quizás, simplemente, querías sonreír porque esto era totalmente diferente a ese encuentro con aquella cosa, en tus recuerdos.

Pero no sonreíste. Sujetaste los palillos, y comenzaste a comer escuchando las voces de tus padres y la televisión de fondo. No podías sonreír.

No después de saber que tendrías que volver. Tenías que volver a aquel lugar, con aquella cosa.

Por lo que había dicho Celty, y para obtener respuestas.

Podré hacerlo. Pensaste, agarrando algunos fideos y llevándotelos a la boca. Sí… todo saldría bien. Pero entonces, casi hechas los palillos al suelo del susto que tuviste.

– ¿¡Kyoko!?

Shirou se levantó de golpe, corriendo hacia la silla de tu madre, donde esta tocía desesperada. Te quedaste en shock por un momento, sin poder reaccionar, ¿Qué estaba pasando?

Ella se levantó y salió caminando deprisa hasta el baño, dejando tanto a Shirou como a ti en completa sorpresa. Ninguno de los dos se movió hasta que no escucharon a tu madre vomitar. El estómago se te revolvió al pensar en que algo malo podría estar pasándole. No recordabas que algo como esto hubiera pasado hace diez años, no, nada así había pasado, ¿Esto era nuevo? ¿Jamás lo habías vivido?

Sin saberlo, ya te encontraba en el marco de la puerta del baño, respirando agitado viendo como tu madre continuaba vomitando, y como Shirou le sostenía de la espalda dándole caricias y apoyo.

Kyoko tosió por última vez, respirando agitada y limpiándose la boca con el dorso de la mano.

– ¿Estás bien? – ella asintió, apoyándose en él para levantarse.

–Sí, no es nada… sólo el olor de la sopa me revolvió el estómago. Sólo eso.

–Debes estar cansada por pasar tanto tiempo en el hospital… ven, ve a recostarte.

Shirou la ayudó a caminar, salieron del baño, y los viste subir las escaleras y perderse de tu vista al llegar arriba. Aún seguías sorprendido por aquello. No recordabas que algo así hubiera pasado…

Permaneciste parado mirando las escaleras un rato más, hasta que afuera empezó a nevar. Negase con la cabeza, pensando que ella estaba bien. Nada importante le había pasado. Sí. Subiste a tu habitación, y cerraste las cortinas del balcón, la puerta, y los armarios. Apagaste la luz y te vestiste con tu pijama. Te acostaste, no sin antes, ver el cronómetro del teléfono.

Al comprobarlo, todo estuvo bien. Ahora no debías preocuparte en nada más.

Debías volver.

A aquél lugar.

 

 

 

[09:17 pm]

 

 

Detuvo el auto frente a la casa, mirando por la ventanilla el balcón, aquél con las cortinas cerradas.

–Me has fallado – le dijo, mirando a aquella figura blanca que le sonreía desde el asiento trasero del vehículo.

– ¿Eso crees? 

–Sí, el tiempo se termina. Y aún lo veo vivo.

Una risa distorsionada resonó por el vehículo y aquél hombre frunció el ceño apretando el volante con sus manos enguantadas.

–El tiempo no se termina, nunca.

–Entiendes a qué me refiero – respondió hastiado, abriendo la guantera y sacando de ella lo que parecía es un encendedor y varias botellas de vidrio selladas. – Si no vas a hacer tu trabajo, lo haré yo.

Sentía la mirada de aquella cosa sin ojos observarle; aquella sonrisa, no se le quitaba con nada. A veces, tenía ganas de golpearla y romperle la cara. También tenía deseos de romperle la cara a Kyoko. Patearla hasta que sus huesos se quebracen, hacerla que llore; arrancar sus ropas y tomar lo que era suyo. Matar a aquel bastardo que lo había reemplazado, y por sobre todo, matar a aquella abominación que llevaba sus genes en él.

Había veces en las que soñaba en que cortaba su pequeño cuello mientras dormía, otras en que lo asfixiaba mientras estaba despierto, y le veía luchar. Quizás simplemente lo ataría e iría quemando su cuerpo lentamente con colillas de cigarrillos, encendedores o velas; con todo. Sí, eso haría, le quemaría vivo, por arruinar su vida. Su preciada vida.

Agarró firmemente una de las botellas entre sus manos y prendió el encendedor.

–Si no lo haces tú… lo haré yo.

Bajó del auto, observó la casa de madera bajo la luz de la luna. No había ninguna luz prendida dentro, quizás, todos estuvieran durmiendo.

La figura blanca le miró desde el vehículo, y a cada paso que el hombre daba, parecía que su sonrisa se agrandaba.

Uno, dos, tres, cuatro.

Se detuvo.

Miró al frente.

Prendió el sello de la botella y la lanzó.

… y explotó.

Todo comenzó a arder.

Mientras él, sonreía.

 

  

 

 

Notas finales:

Bien, como todos saben la sala de chat verdadera se fue al carajo tanto en la novela como en la serie; y se cree que Tsukumoya desactivó-bloqueó la página de los Dollars. 

Esta sala que mencioné antes, en el fic, tomenlo como un intento de que todos quieres volver a rehacer todo, desde creo, pero esta vez que sea imperturbable y ameno. O así (?) 

Creo que los nombres de usuarios son más que obvios, no soy buena en eso xD 

Y ya, disculpen si hay errores ortográficos, lo subo a las corridas entre clase y clase. 

¡Nos vemos, y muchas gracias por el apoyo! 


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