San Valent... caos.
Parte I
Este era un día como cualquier otro para mí. Tendría clases desde la mañana hasta la tarde y luego la práctica del club de vóley, honestamente mi parte favorita del día. En realidad, de cada día que hay actividades de los clubes. Porque, como todos saben, estoy enamorado del vóley. Es lo que yo, Tobio Kageyama, más amo en el mundo.
Sin embargo, en el transcurso de la jornada me fui enterando de que para mis compañeros de clase este no era un día como cualquier otro. Las chicas cotilleaban más animada y secretamente. Los chicos se miraban con atención entre ellos, como expectantes. Y es que hoy era un día especial para ellos. Era el día de San Valentin.
Me encogí de hombros y actúe como siempre. Ignoraba todo el jolgorio a mi alrededor porque no tenía nada que ver conmigo.
Entonces mi parte favorita del día por fin llegó. Me dirigí con anticipación a los vestidores cercanos al gimnasio para cambiarme de ropa y comenzar pronto. Para mi sorpresa -y es que él siempre lograba sorprenderme- Hinata ya estaba ahí. Esa pequeña cabeza anaranjada me había vencido esta vez, pero nunca más.
Al oírme llegar Hinata detuvo su tarea de acomodar su casillero. Me miró un poco extraño, como exageradamente sorprendido, y luego desvió la mirada mientras me saludaba. Yo lo saludé de vuelta sin hacerle ver que estaba ofendido por llegar después que él, aunque pensaba que en cualquier momento me lo sacaría en cara. Pero no fue así.
Deje mi bolso en mi casillero y saqué de él mi ropa deportiva para cambiarme. Esta era el típico uniforme, shorts negros y polera blanca. Nos cambiamos en silencio, algo que no era común alrededor de Hinata que siempre es tan gritón y conversador. No es que me estuviera quejando y deseando que me hablara. Claro que no. Es que me sentía incómodo, porque es fácil estar a su alrededor debido a que es honesto y abierto con las personas, algo que yo no soy ni puedo conseguir a menudo de la gente, sin embargo hoy el ambiente se sentía diferente. Quizás un poco tenso.
Ya ambos nos habíamos vestido y yo buscaba mis protecciones y mi toalla dentro de mi bolso. Esta última no la encontré y recordé que la había dejado sobre la cama en la mañana.
-Hinata... -le hablé cuando él se dirigía a la salida, otra vez me estaba sacando ventaja, demonios- tienes una toalla extra para pasarme? Es sólo por hoy, es que olvidé la mía.
- ¡Qué cabeza hueca eres, kageyama!
El rió con burla y yo le reclamé molesto. Aunque nunca admitiría que me alivió ver su sonrisa tan fresca como siempre, en contraste con el ambiente que hubo antes.
-Está ahí, en mi casillero.
Me señaló aún sonriendo, sin darle importancia a mi queja.
Fui hasta su locker, rumiando mi vergüenza por tener que pedirle un favor, y rebusqué en su bolso.
- ¡O-Oye! ¡Dije en mi casillero, no ahí dentro!
Me regañó apresurado. Pero ya era tarde.
Tenía en mis manos una linda cajita cilíndrica con lazo y tiernos colores, llena de pedazos de algo. Al instante en que la vi recordé aquellas que mis compañeras andaban regalando y supe que eran chocolates de San Valentin.
Hinata había recibido chocolates.
Algo en mi interior se removió al saber que él fue parte de aquel ritual. Pensé que se debía a saber que alguna chica estaba interesada en él cuando al parecer ninguna lo estaba en mí. O quizás quería vengarme porque me había llamado cabeza hueca. Como sea, me apodere de aquella cajita mientras me burlaba con mi típico semblante que, yo creo, debe ser demasiado chistoso.
-¡Oh! Pero mira lo que encontré. ¿Qué acaso son chocolates de San Valentin?
- ¡Dame eso, Kageyama!
Me pidió Hinata avergonzado y nervioso, tratando de arrebatármelo. Yo lo evadí y continué con mi venganza.
- Vaya, vaya. Así que el enano recibió chocolates de San Valentin. ¿Qué pensarán los demás cuando se enteren?
Sonreí con burla.
El trató de quitármelos nuevamente pero me aproveché de mi estatura y lo alcé por sobre su cabeza.
- ¡Devuélvemelo, idiota!
Se quejó alzando la voz. Estaba perdiendo la paciencia mas eso sólo lo hizo más divertido.
- ¿Quién pudo haber sido? ¿Era una chica linda? O quizás era muy fea, tan desesperado está el pitufin aceptando chocolates aún de una chica horrenda.
- ¡Cállate y ya dámelo! ¡No es asunto tuyo!
Me gritó molesto. Y por alguna razón lo que me dijo me hizo enfadar, entonces respodi:
- No asunto mío, pero me llama la atención qué clase de persona se podría fijar en ti. Debe ser ciega, sorda y tonta.
De pronto sentí un fuerte empujón que me hizo trastabillar y casi me manda de culo al suelo. Hinata había usado todo su peso para empujarme del pecho con sus manos. Le iba a responder con algo feo, pero cuando lo miré a la cara lo vi enojado en serio y sus ojos rabiosos estaban también humedecidos. Me quedé helado.
- No estoy jugando, Kageyama. Devuélvemelo.
Me habló sin alzar la voz, mas por lo mismo me dio un escalofrío. Ya no estábamos jugando.
Me quitó el paquete de las manos sin que yo pudiera salir de mi estado, congelado por la sorpresa. Entonces dio media vuelta y, de camino a la salida, tiró con fuerza la caja a un bote de basura que había apegado a la pared. Seguido, desapareció tras la puerta cerrando con un ruidoso portazo.
Yo no entendí que pasó. No supe cuándo el asunto había pasado de ser una broma, como las de siempre, a volverse una materia seria y delicada. Para mí el enano estaba sobre actuando y era mejor que no esperara disculpas de mi parte.
La práctica de esa tarde fue la peor que pueda recordar. Hinata me ignoraba olímpicamente, no me hablaba, no me miraba y, lo más alarmante, no me pedía que la alzara para él. Me había reemplazado por Sugawara y me molestaba y me daba vergüenza que aquello me afectara de la manera en que lo hacía.
- Estúpido, enano... hobbit, pulgarcito, bloqueador central de bolsillo... tan ruidoso y chillón, gritón, es una comezón en el trasero.
Rumiaba mi molestia todo el rato, mientras hacía mis cosas.
Lo peor era que me aburría sin él. Mis pases eran perfectos para todos. No era difícil. Por lo mismo no era muy interesante. No tanto como hacer esos pases que le daba a Hinata. Tan complicados, tanto qué pulir, tan bellos al ser transformados en esos remates increíbles. La sensación del éxito y compartirla con Hinata era...
Era extraño... se sentía bien...
No se lo diría y no lo admitiría ni bajo amenaza de muerte, pero en fondo lo admiraba. No tenía talento y aún así hacía cosas imposibles para otros. Se esforzaba y me obligaba a estar atento, porque yo no quería quedarme atrás. Quizás ese era su talento...
Al final de la práctica no nos quedamos tiempo extra como siempre. A estas alturas, yo ya no estaba más molesto que preocupado. ¿Qué cosa tan mala había hecho? ¿Qué le pasaba al enano? ¿Tan grave era el asunto como para que me ignorara, aún si por ello nos quedábamos sin el increíble vóley al que estábamos acostumbrados?
En los vestidores, Hinata se cambió la ropa apresurado y se fue. Yo lo vi de reojo despedirse en general y luego ir a la salida, cerrando la puerta por fuera. Luego todos se quedaron mirándome acusadoramente.
- ¿Qué?
Pregunté poniéndome nervioso.
- ¿Qué le hiciste a Hinata, Kageyama?
Me preguntó Daichi-taichou, provocándome escalofríos.
- ¡N-Nada!
- Ha estado muy raro hoy y contigo ha sido con el único que se comporta diferente.
Comentó Sugawara-san, con preocupación.
- No es que se comporte diferente, es que ni siquiera le habla.
Agregó Nishinoya-senpai, interesado en el asunto.
- ¡Y-Ya les dije que no es nada!
- Deberías más bien decir que no tienes idea.
Se burló de mí Tsukkishima.
- ¡¿Qué hace esto en la basura?!
Exclamó Tanaka interrumpiéndonos y recogiendo del bote de basura la cajita de Hinata. Al verla tuve una epifanía y presentí que esa era la clave del misterio. Le arrebaté el paquete de las manos a Tanaka y, ante la mirada confusa de todos, agarré mis pertenencias y huí de allí.
Afuera el cielo estaba anaranjado porque el sol se estaba escondiendo. Escogí las escaleras a los pies de la puerta del gimnasio para sentarme a escudriñar la cajita de Hinata.
El exterior era de color verde claro, con unos pequeños corazones azules repartidos por aquí y por allá. Una cinta roja la envolvía, sujetando la tapa y amarrada sobre ella en una rosa simple y bonita. En conjunto, la caja era delicada, aunque no tan empalagosa como todas las otras que había visto durante el transcurso del día. Desamarré el nudo y la abrí, inundándoseme las fosas con el delicioso y dulce olor del chocolate. Dentro habían corazones de color café que se veían apetitosos.
- Una nota...
Murmuré al percatarme de que, entre todos esos corazones, había un trozo de papel.
Lo leí:
Me gustas
Tenía escrito por una de las caras. Yo rodé los ojos, me irritaba imaginar a esa chica escribiéndola con expresión de tonta enamorada. La volteé para ver si decía algo por la otra cara y me lleve una gran sorpresa al leer:
Para Tobio.
¿Por qué Hinata se había quedado con un paquete que era para mí? ¿Por qué no me lo dijo cuando lo encontré en su bolso y en vez de eso lo botó a la basura?
Miré la nota perdido. No entendía nada.
Sin embargo, repentinamente recordé una ocasión en la que me había burlado del enano cuando estudiábamos, porque en sus cuadernos podías encontrar feos dibujos de él mismo jugando vóley o escrito muchas veces en las hojas la frase:
- Me gusta el vóley...
Susurre atónito al recordar.
La letra de la nota era exactamente igual a las que encontré en el cuaderno de Shoujo. Entonces todo cobró sentido en mi cabeza.
Continuará..