3:00 am
Iba caminando por las calles atestadas de gente, y como no estarlo si era hora pico. Dirigiéndose a paso lento por la vereda, iba NamJoon viendo a su alrededor, imaginando que en cualquier momento podría encontrarse con Jin, y con ese simple pensamiento no pudo evitar que de sus labios se escapara una sonrisa.
Había pasado tres años desde que se separaron.
Tres años desde que ambos cometieron errores que los orillaron a perder al otro.
...
– Por favor ya no lo hagas. No vallas. – Le pidió Jin persiguiéndolo por todo el departamento.
– Entiende. Si sale bien todo, podremos vivir en paz. – Agarrándolo de los hombros le volvió a repetir lo que llevaba diciéndole hace una semana desde que le pidieron hacer aquel trabajo. Dándole una sonrisa y un beso en la frente se alejo para ir por su billetera y sus llaves.
– Si vas, olvídate de esto. No pienso vivir con un criminal. – Escupió Jin antes de encerrarse en el cuarto.
NamJoon cerró los ojos y suspiro. Negó levemente con la cabeza empezando a retractar, porque no quería perder a la única persona que tenia, pero se volvió a repetir que era lo mejor para ambos y con ese pensamiento salió de casa.
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¿Podría tener suerte este día o solo es una ilusión más? Frente a él estaba Jin. Se burlo de sí mismo, claro que no podía ser el, cerró los ojos apretándolos fuertemente, no quería que al abrirlos ya no se encontrara, pero era cosa de todos los días, ya no podría volver a verlo.
Seguiría estando ensimismado en sus recuerdos si no fuera porque empezó a escuchar los pitidos de los autos, sabía que un día de estos llegaría a su fin si seguía así.
Siguió su camino al trabajo. Llegando, saludo a sus compañeros y fue a cambiarse
NamJoon con 27 años de edad, trabajaba como mesero en un restaurante, agradecía tener el empleo, después de pagar su condena, estaba seguro que no podría conseguir algo mejor. Además podía olvidarse de su pasado, al menos el tiempo en que trabajaba.
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– Tienes visita, Runch Randa. – Escucho hablar a un guardia.
– ¿Sabes quién es? – Pregunto con el entrecejo fruncido. Desde que había entrado nadie había ido a visitarle.
El hombre se encogió de hombros y supo que no diría más, siguió caminando, llegando al lugar y ahí lo vio.
– ¿Cuánto tiempo estarás aquí encerrado? – Pregunto con tono burlón.
– ¿Qué hace aquí? – Pregunto viendo a todos lados, esperando que en cualquier momento entrara Jin.
– Él no vendrá, si es lo que buscas. Y es mejor que cuando salgas de aquí no te le acerques, no quiero que mi hijo este con una basura como tú. – Terminando de hablar se paró de la silla y salió del lugar.
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Otro día ajetreado, otro día como cualquier otro. Siendo viernes y el sábado siendo su día libre para muchos de sus compañeros le invitaron a algún bar, pero él como todas las veces anteriores, no acepto, despidiéndose de los chicos con su mano derecha empezó a caminar a su hogar.
La noche empezaba a hacer su aparición, las calles empezando a volverse cada vez más solitarias, y a él, eso lo relajaba, porque eso le recordaba a Jin.
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– Me gusta la noche. – Hablo repentinamente Jin, aun con la mirada enfrente.
– Lo sé. –Respondió NamJoon viendo su perfil, sonriendo inconscientemente.
– ¿Por qué sonríes? – Pregunto Jin viéndolo con curiosidad.
– Porque estoy contigo.
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No le gustaba recordar, le hacía ver cuán miserable era, pero no podía evitar hacerlo, era lo único que lo ayudaba a seguir de pie.
Y como cada noche, se sentó en la cama sacando un sobre de la mesita de noche y se acomodo mejor para poder ver el contenido del sobre, dejando salir lagrimas, se dejo llevar por los brazos de Morfeo.
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Lo primero que hizo al salir de aquel lugar fue ir en busca de su novio.
– ¿Qué haces aquí? – Pregunto una mujer.
– Vine por SeokJin. – Respondió muy seguro de sí mismo.
– Lárgate, nos quitaste a nuestro hijo por tus estupideces.
– ¿Qué? – No entendía lo que quería decir la mujer.
– ¿Crees que los hijos de puta con los que hiciste el trabajo te dejaron en paz solo por estar encerrado?
Entonces todo empezaba a tener sentido, por eso es que no le habían hecho nada dentro. – N-no... – Logro decir, antes de ver como cerraban la puerta. Cayó al suelo, negando con la cabeza una y otra vez, dejando que las lagrimas fueran libres.
...
El sonido del timbre lo despertó, vio la hora y abrió los ojos a más no poder, ¿Quién podría estar tocando a las tres de la mañana? Un rayo de esperanza lo hizo levantarse de un salto y salir corriendo a la entrada.
– ¿Llegue muy tarde?
– Podrías haber llegado 1000 años después y yo te seguiría esperando.