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Un juego entre dos sinsajos por ErickDraven666

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Primera parte

La trampa

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En la aldea de los vencedores todo estaba como siempre, tranquilo, nada extraordinario ocurría, salvo por el arribo del tren y de varios aerodeslizadores con cargas de material de construcción, lo cual la presidenta Paylor enviaba mensualmente para la reconstrucción del distrito doce, donde los ciudadanos intentaban hacer de aquel lugar, un distrito nuevo, íntegro y productivo, mucho mejor que el de antes.

La mina aún se encontraba cerrada, donde varios trabajadores intentaban restaurar todo el sistema de la maquinaria y colocar los nuevos artilugios que el Capitolio había enviado para que los mineros ya no tuvieran que trabajar en situaciones deplorable, y más aún, resguardar la integridad de quienes esperaban ansiosos la apertura de la nueva mina.

Cada distrito había retomado su sistema productivo, uno a uno comenzaron a funcionar al máximo, donde los empleados iban gustosos a trabajar, al tener un pago digno y un sustento acorde a cada familia, y lo mejor de todo era que los distritos se podía comunicar entre ellos, logrando un mejor sustento para los ciudadanos de Panem, donde ya no habían restricciones de ningún tipo salvo uno.

Que todo aquel que volviese a hablar o a sugerir unos posibles Juegos del Hambre, sería encarcelado y ejecutado de inmediato, ya que Paylor había prometido jamás volver a cometer los errores de un gobierno nefasto como el del presidente Snow, al cual no solo le habían asesinado, su cuerpo fue desmembrado en trece partes, enviados cada uno a un distrito, donde fue incinerado y arrojado al centro de las plazas centrales, para que cada ciudadano de Panem, pudiese pisotear sus cenizas como Snow había logrado pisotear a cada uno de sus habitantes.

Gale era capitán del distrito dos, el distrito que había dado más problemas a la hora de conseguir aliados a la causa rebelde y el que ahora, era el mayor proveedor de soldados para el nuevo gobierno del Capitolio.

Johanna Mason era su cabo segundo, mano derecha y amante, ya que para nadie era un secreto que desde que Johanna había conocido a Gale en el distrito trece, la chica había quedado prendida del muchacho, aunque él, simplemente le seguía el juego, sin que sus sentimientos estuvieran de por medio.

El capitán Hawthorne del escuadrón 561, se comenzó a colocar las botas, sentado a orillas de la cama individual de Johanna, donde esta le miraba, recostada de medio lado, sosteniendo el peso de su cabeza en su mano izquierda, afianzando el codo sobre el colchón.

—¿Pensando nuevamente en la descerebrada? —soltó en un tono odioso, mirándole despectivamente, mientras intentaba mantener las sábanas sobre sus desnudos senos.

Gale giró el rostro para mirarle, dejando las botas a medio atar, contemplándole con aquel rostro inmutable, aquel que ella tanto odiaba y que no sabía cómo interpretar, respondiendo a su pregunta.

—Pensaba en mi madre. —Johanna por supuesto no le creyó, ella siempre imaginaba a Gale besándola mientras pensaba en Katniss, tomándola como lo había hecho justo esa tarde, pensando en su primer amor, la chica polémica, el joven rostro de la rebelión que había enloquecido al punto de asesinar a la autoproclamada presidenta Coin y así hacerse del poder o eso decían todos los noticieros, los encabezados de los periódicos, aquellos que habían comenzado a funcionar, en un mundo donde la democracia había vuelto y el derecho a la libertad de expresión se había hecho presente.

—Como si no te conociera. —La joven bufó por la nariz, recostándose de la cama.

—Piensa lo que quieras, Johanna… Igual no tengo por qué darte explicaciones, solo eres mi cabo segundo y quien calienta mi cama cuando lo deseo… nada más. —Gale se había vuelto frío, manipulador y un ser completamente despectivo, era el capitán más duro con sus soldados, aunque al mismo tiempo justo con cada uno de los integrantes de su escuadrón, pero no soportaba que Johanna se sintiera dueña de él tan solo por acostarse con ella.

Se levantó después de atarse las botas, y tomando su rifle de asalto, pretendió salir de la barraca de la chica, la cual soltó sentándose en la cama.

—Me dijeron que piensas volver al doce. —El aludido se giró sobre sus pies, mirándole displicentemente.

—No quiero hacerlo, sabes que prometí no volver.

—¿Y entonces por qué irás? —preguntó ella levantándose de la cama, donde sus sábanas cayeron al suelo, dejando su escultural cuerpo al descubierto.

—Mi madre está allí y pronto será el cumpleaños de Posy. —Sonrió al recordar a su hermanita menor, la única niña de la casa y la consentida de Gale y de su madre—. Me perdí su último cumpleaños y no me perderé este, se lo he prometido. —Johanna se vistió rápidamente, sacudiendo su corto cabello, el cual caía en capas sobre su rostro.

—Pues iré contigo.

—No —respondió bruscamente el molesto hombre, acercándose a ella—. Deja de atosigarme, Johanna.

—No te estoy atosigando, Gale… simplemente odio saberte cerca de Katniss y que vuelvas a ser el mismo idiota enamorado que la protege a pesar de que ahora se revuelca con el pancito dulce de Peeta. —Gale rodó los ojos ante aquel comentario.

—Yo no siento nada por Katniss. —La joven sonrió, sentándose en la cama para colocarse las botas que hacían juego con su uniforme.

—A otro perro con ese hueso, niño. —El joven le miró frunciendo el ceño, exigiéndole que respetara su rango—. Como sea. —Se levantó después de haberse atado las trenzas—. Si en verdad ya no sientes nada por ella, demuéstramelo.

—No tengo que demostrarte nada. —Johanna sonrió, acercándose a su superior, rodeándole el cuello con ambos brazos.

—No, no tienes que demostrarme nada a mí, demuéstratelo a ti mismo. —El capitán le miró fijamente a los ojos, esperando a que culminara su alocución—. Demuéstrate que en verdad detestas a Katniss como siempre lo estás diciendo. —Gale apartó las manos de Johanna, intentado salir de la barraca, lo cual ella le impidió—. Quítale lo que ella más quiere. —Él se giró para verle, al percatarse de la mano de la chica sobre la puerta—. Ama saberse necesitada, Katniss siempre se hizo la mosquita muerta pero en el fondo siempre quiso toda la atención para ella, yo sabía que ella traería problemas y no me equivoqué.

—Ella trajo soluciones, Johanna. —La chica negó con la cabeza.

—No ves más allá de tus narices, Katniss siempre fue en contra de las leyes, tú muy bien me lo dijiste, se escabullía por debajo de la alambrada, rompían juntos todas las reglas impuestas por el Capitolio, ¿crees que en verdad ella era tan solo una víctima más? —La chica negó una vez más con la cabeza—. No te ciegues, Gale… Tú mismo me dijiste que sabías que ella se quedaría con Peeta, por ser quien más la necesitara. —Ella tenía razón, si algo sabía Gale era que Katniss preferiría al panadero por sobre él, a sabiendas de que el chico co-dependía de ella.

—¿Qué puedo hacer yo en contra de eso? —Johanna sonrió, acariciándole el rostro, soltándole seductoramente muy cerca del rostro.

—Hazte el mejor amigo de Peeta. —El joven soldado frunció el ceño, sin dejar de ver esos ojos pícaros y malignos de Johanna, donde aún se podía notar el odio que le tenía a Katniss—. Pasarás unos meses allá… ¿No? —Gale asintió acotando a sus palabras.

—Interrumpidos… sí. Debo volver cada vez que se requiera.

—Pues es más que suficiente para que tú logres hacerte amigo de Peeta. —Besó los labios de su capitán, relamiéndose lascivamente los labios.

—¿Con qué finalidad? —Ella se separó de él, dándole un cocotazo en la cabeza, lo cual hizo que Gale estuviese a punto de perder la caballerosidad, conteniéndose histriónicamente para no mandar a la chica al demonio.

—Piensa, Gale querido… No te hagas el idiota. —Caminó hacia su cama, arrojándose sobre esta, soltando en voz alta—. Tú mismo viste en la arena de juego cómo era ella quien cazaba, quien hacía todo para sobrevivir, mientras que Peeta simplemente acataba órdenes, se quedaba atrás a recolectar bayas. —La joven puso los ojos ensoñadores, a modo de burla, ante los actos poco masculinos de Peeta—. Mientras que ella brillaba en la arena. —Bufó por la nariz, incorporándose nuevamente de la cama.

—¿Y? —preguntó Gale, recostándose de la puerta.

—Pues si Peeta aprende a valerse por sí mismo, si el chico en verdad se siente útil e importante sin tener que ser visto tan solo como la pareja del “Sinsajo” —soltó aquella última palabra en un tono despectivo—, él a lo mejor la abandone y ella al verse sola de seguro recurrirá a ti y es allí cuando tú la despreciarás, si es cierto que ya no la amas, claro está… y la muy estúpida se quedará sola. —Todo aquello lo dijo acercándose a su capitán, con las manos sobre su cintura—. Ya ni su madre la quiere, de seguro la culpa por la muerte de Prim.

Gale no pudo dejar de mirar el odioso rostro de Johanna, la cual sin duda no sentía el más mínimo aprecio por la chica, donde había comprendido que todo aquel montaje en la arena de los últimos juegos, solo había sido por mutuo acuerdo entre alguno de los vencedores, Haymitch y Plutarch, para resguardar la vida de Katniss y Peeta a conveniencia de la rebelión que comenzaría el trece en contra del Capitolio.

—¿En que ayudará todo esto? —preguntó Gale, intentando conseguir un argumento válido a las palabras de Johanna y que no fuese tan solo un simple capricho de mujer dolida a causa de imaginarse que él, simplemente deseaba volver por Katniss, cuando en realidad lo que lo había mantenido alejado de aquel distrito era precisamente el volver a ver a la chica que había jugado no solo con sus sentimientos, sino también con su vida, ya que aunque él le había rogado que le disparara cuando había sido arrestado por los agentes de la paz, ella lo dejó vivir, sin pensar en las consecuencias de aquel acto, donde pudieron haber perdido la guerra y él, haber sido severamente torturado hasta la muerte.

—Ayudas a Peeta a salir de las sombras donde Katniss lo tiene… No sé tú, pero… —Se acercó a Gale nuevamente—... yo siempre vi a Peeta muy elocuente, muy centrado y creo que en el fondo Snow, lo que en verdad deseaba, más que matar a Katniss era desestabilizar a un posible contrincante por demás popular y amado por todo, por algo Coin lo prefería a él.

—Lo prefería porque era más fácil de dominar —respondió el capitán Hawthorne, fulminándola con la mirada.

—Eso fue lo que ella les quiso hacer creer, pero yo sé que ella vio algo más en Peeta, un hombre íntegro, responsable, el candidato perfecto para el doce, uno que por supuesto ella dominaría, pero… ya no podrá hacerlo. —Abrazó nuevamente a Gale, esta vez por su cintura—. Pero tú sí. —Gale alzó una ceja, sin comprender a qué pretendía jugar Johanna—. El capitán Gale Hawthorne, el consentido de la presidenta Paylor, puede manipular a Peeta a su conveniencia, y al mismo tiempo, vengarse de Katniss.

—¿Te estás escuchando? —preguntó Gale, intentando zafarse de Johanna.

—Esa no es la pregunta —acotó ella a las palabras del molesto muchacho—. La pregunta es… ¿Me has escuchado tú?... ¿Has comprendido lo que te he explicado o tengo que hacerte un mapa mental? —Pero Gale no deseaba seguir escuchando las atrocidades de aquella mujer y muchos menos intoxicarse del veneno que ella quería introducir en su mente en contra de Katniss, soltándose al fin de los brazos de ella, abandonando la barraca de la chica, la cual simplemente se quedó mirando como su superior se marchó a toda velocidad, sin deseo alguno de responder a sus preguntas.

—No hace falta que respondas, Gale… Tu sentido común y tu “supuesto” odio por Katniss, te harán tomar la decisión más acertada. —Johanna sonrió, y aunque no tenía la certeza de que Gale lo haría, en su interior se encontraba más que satisfecha al haber logrado envenenar a su amado capitán en contra de la descerebrada, como ella le decía a Katniss.

Gale se alejó lo más que pudo de aquel lugar, intentando perderse en lo alto de una de las torres de vigilancia, deteniendo el ascensor que lo había subido a gran velocidad, saliendo rápidamente de la enorme jaula de acero que le recordó a la que día tras día lo había llevado a lo más profundo de las minas de carbón, sintiéndose incómodo en aquel artilugio, suspirando para controlar su repentino mal humor.

—Maldita mujer —soltó el enajenado soldado, recostándose de una de las barandas de la enorme torre de metal, mirando al horizonte—. ¿Cómo puedes tener tanto veneno dentro al punto de logras intoxicarme con tu odio? —Golpeó una de las vigas con la mano, sintiendo que el dolor aminoraba su rabia.

“Hacerme amigo de Peeta”, pensó el incómodo y perturbado hombre, sin dejar de mirar al horizonte, recordando las pocas veces en las que había visto al muchacho, ya que las negociaciones que Gale había hecho a cambio de pan, las había ejecutado con el padre de Peeta, pero con él jamás entabló conversación alguna en el colegio, y mucho menos habían intentado tener una relación amistosa después de la guerra, donde más que amistad, era simple trato hostil para con el muchacho.

—Ya no pienses más en esto —se dijo a sí mismo recordando a su hermana—. Solo irás por Posy, por su cumpleaños y para pasar tiempo con tus hermanos y tu madre, nada más. —Y tratando de calmar su rabia, imaginó a su madre, intentando hacer un pastel de cumpleaños, aunque ella jamás había tenido en su vida la oportunidad ni los materiales para realizar uno, imaginando que ahora que él le enviaba los suministros suficientes a la mujer que le había dado la vida, esta intentaría hacer con aquello algo que a su hermana le agradara.

Pero Gale estaba bastante alejado de la realidad, Hazelle se encontraba en la casa que ahora habitaba ella y sus hijos, la cual había sido la de Peeta en la Aldea de los Vencedores, cosiéndole un hermoso vestido a su hija, siendo en casa de Katniss la realización del pastel de cumpleaños de Posy, donde Peeta moldeaba las pequeñas flores, rosas, blancas y amarillas que adornarían el pastel, mientras Katniss miraba desde la puerta cómo la lluvia seguía limpiando sus culpas, o eso sentía ella cada vez que llovía y esta se llevaba las cenizas de quienes habían muerto en el distrito doce por sus inconscientes actos heroicos.

—¿Crees que venga? —preguntó Peeta, culminando una más de las tantas flores que había hecho, tomando una pequeña porción del pastillaje rosado, comenzando la elaboración de una nueva flor.

—¿Quién? —preguntó Katniss, girando el rostro para verle.

—Gale. —Al escuchar aquel nombre, Katniss, simplemente giró el rostro como si Peeta no hubiese realizado tal pregunta, mientras él siguió su ardua labor—. Creo que se lo prometió a la niña, pero no sé… él juro jamás pisar nuevamente el distrito doce. —Katniss se encogió de hombros, sin dejar de contemplar la lluvia, pensando que a lo mejor, aquello era solo berrinches, palabrerías de su amigo de no querer volver a aquel lugar, pensando que si no volvía, para ella sería mucho mejor.

Había decidido hacer su vida con Peeta y el regreso de Gale al distrito doce de seguro removería en ella sentimientos que había pensado dejar atrás de una vez y para siempre.

—Da igual —respondió sin dejar de ver a las afueras de la casa, sentada en el suelo, recostada del marco de la puerta—. Él se lo pierde y si no viene mejor para nosotros… ¿No?

—¿Por qué? —preguntó algo extraño el muchacho, terminando la flor y comenzando otra—. Tú ya decidiste, ¿no?... Así que no veo el inconveniente. —De hecho Katniss y Peeta ya habían consumado aquella unión, aunque habían decidió no casarse, ya que ellos le habían hecho creer a todos que ya lo habían hecho a escondidas, antes de los septuagésimos quintos Juegos del Hambre.

—Claro. —Le sonrió ella con una débil sonrisa, aquella que siempre usaba con Peeta, cuando no estaba cien por ciento segura de sus sentimientos hacia él—. Es solo que Gale ha cambiado.

—Todos hemos cambiado, Kats. —Peeta dejó de hacer las flores, limpiándose las manos en el bol lleno de agua, secándose rápidamente con una toalla, levantándose de su puesto enfrente de la mesa, sentándose a su lado—. El punto es saber si lo hemos hecho para bien o para mal. —Ella sonrió pensando que sin duda el antiguo Peeta, el elocuente, el sensato, el centrado había vuelto, aunque a veces, el otro volvía por las noches, entre fuertes temblores y gritos de terror, donde ella tenía que hacerlo entrar en razón y en otras era él quien ayudaba a Katniss con sus pesadillas.

—Tienes razón —acotó ella tomándole de la mano—. ¿Quieres que te ayude? —Peeta asintió, incorporándose ágilmente del suelo, ya que su pierna mala ya no molestó nunca más—. Ya está dejando de llover.

—Mañana será un día soleado, ya lo verás y todo se verá de otro modo. —Katniss asintió, y sentándose con Peeta en la mesa, terminaron de decorar el pastel de Posy, sin que ella pudiese dejar de pensar en la posibilidad de que Gale volviera al distrito que lo había visto nacer.

 

 

La familia Hawthorne jamás habían celebrado un cumpleaños como el que celebrarían ese día, siempre había sido tan solo una pequeña reunión entre ellos y un trozo de pan que servía como pastel, pero este año Peeta había realizado el más espectacular y suculento pastel, el cual Rory no dejaba de mirar, robándose a cada tanto una hoja o una flor del pastillaje, lo que lo hacía acreedor de un manotazo en la mano por parte de su madre y un par de gritos por parte de la cumpleañera, quien no podía dejar de mirar por la ventana a la espera de su hermano mayor.

—Vick, baja los pies del sofá… —exigió Hazelle, terminando de acomodar la mesa—. Posy cariño, deja de ver por la ventana y ayúdame con esto. —La niña se apartó del ventanal con una expresión triste, pasándole por un costado a Peeta, el cual intentaba guindar con la ayuda de Katniss, unos cuantos adornos que el joven panadero había realizado, recreados de varias fiestas que había visto en la gira de los vencedores, donde varias de ellas, se habían quedado grabadas en su mente, realizándolas para la fiesta.

—Ya vendrá, Posy… No estés triste, es tu cumpleaños —acotó Peeta, sonriéndole a la niña, la cual asintió levemente, regalándole una sonrisa.

Katniss por su parte no dijo nada, solo ataba los extremos de las guirnaldas de papel multicolor, pensando en que sentiría al ver nuevamente a Gale a pesar de haberle entregado su cariño y su virtud a Peeta, el cual la había hecho suya dos semana después de haber regresado del Capitolio, donde ambos jóvenes, por demás inexpertos, habían logrado al fin, entregarse una noche de amor sincero por parte de Peeta, mientras que Katniss, se encontraba más interesada en que Peeta no culminara dentro de ella, ante el rechazo de esta a quedar embarazada.

—Rory por amor a Dios deja el pastel… ¿Quieres? —retó una vez más la molesta mujer, terminando de poner la mesa, correteando al niño para alejarlo de aquel lugar, mientras Katniss seguía sumergida en sus pensamientos y Hazelle le comentaba a Peeta—. Cuando tengan los suyos sabrán lo difícil que es lograr tener paciencia con ellos. —El chico no dijo nada, de hecho temía verle la cara a Katniss, la cual ni se percató del comentario, bajándose del pequeño taburete de madera en busca de otra guirnalda para adornar la sala, escuchando un par de golpes en la puerta, tan fuertes, que no tuvieron que adivinar de quién se trataba.

Peeta bajó de su taburete, abriendo rápidamente la puerta, encontrándose con el ebrio rostro de Haymitch, quien extendió los brazos, arrojándose sobre Peeta, deseándole feliz cumpleaños.

Posy alzó una ceja algo extrañada, mientras Katniss simplemente negó con la cabeza al igual que Hazelle, siendo Peeta, Vick y Rory los únicos que rieran ante la confusión del alebrestado hombre.

—Gracias, Haymitch —acotó el joven, palmeándole la espalda a su amigo y ex-mentor, apartándose un poco de él para verle—. Pero no es mi cumpleaños, es el de Posy. —Haymitch intentaba sostener en una mano la botella de licor que traía, mientras que en la otra, un paquete de regalos algo arrugado amenazaba con caer de sus manos.

—¿Y ese quién es? —preguntó el tambaleante hombre, siendo Peeta quien señalara a la pequeña niña, a la cual le arreglaban el cabello.

—Es la hija menor de Hazelle, te lo dijimos hace tres días atrás, Haymitch. —El hombre entró después de darle un trago a su botella, observando a la niña, argumentando a continuación.

—Pues espero que te guste dibujar porque lo que he traído es una libreta de dibujo y unos colores.

—¿Y pensabas obsequiarle eso a Peeta? —preguntó Katniss, mirando de mala gana al embriagado hombre—. Creo que está muy grandecito para esos regalos… ¿No te parece? —acotó la chica en un tono odioso.

—Tienes razón, encanto —respondió Haymitch con aquel típico tono irónico al llamarle de aquel modo—. Pero bien podría guardarlo para un futuro bebé. —Ahí iban de nuevo, Katniss comenzó a discutir con su ex-mentor y este a su vez le restregaba en la cara el no querer darle a Peeta lo que el tanto deseaba, un hijo.

—Ya basta, Haymitch —exigió Peeta en un tono molesto, retando al ebrio e inoportuno hombre—. No tienes por qué meterte en eso, es asunto mío y de Katniss.

—Tienes razón —respondió el aludido, haciéndole una reverencia a Katniss—. Disculpe usted, “Sinsajo”, sé me olvidaba que ya no soy tu mentor y la verdad es que no pretendo tampoco ser tu padre.

—Te falta mucho para llegar a ser como mi padre. —Peeta negó con la cabeza, mientras el llanto de Posy no se hizo esperar—. Allí lo tienes, mi padre jamás arruinaría el cumpleaños de nadie, pero tú… tú siempre lo arruinas todo. —Haymitch arrojó el regalo sobre el sofá de muy mala gana acercándose a la chica, la cual se plantó enfrente de él en un gesto irreverente.

—Y tú no dejas de ser la misma Katniss que no sabe cuando cerrar la boca y la que decide qué se hace y que no, la misma manipuladora…

—Basta… —gritó Peeta nuevamente, interponiéndose entre ambos—. ¿Es que acaso ustedes dos nunca van a llevarse bien? —preguntó el molesto muchacho, siendo alguien más quien respondiera.

—Eso es como pretender que un sinsajo no repita lo que escucha… Es difícil hacer callar a Catnip… ¿No es así, Cat? —La voz de Gale en la entrada de la casa, dejó a todos los presentes inertes, menos a Posy, la cual corrió a los brazos de su hermano, gritando su nombre.

—Gale… viniste, viniste… —El joven se agachó para quedar a la altura de la pequeña, recibiendo de esta un fuerte abrazo, lo cual él correspondió, soltándole a la niña en un tono dulce.

—Feliz cumpleaños, Posy… Te lo prometí y siempre cumplo mis promesas. —Se incorporó con la niña que cumplía ocho años, la cual estaba encantada de tener de vuelta a su hermano—. Hola mamá. —Hazelle caminó apresuradamente hacia la puerta, dejando el cepillo con el que peinaba a su hija, acercándose al alto y apuesto muchacho, el cual más que su hijo ya parecía el hermano de esta.

—No sabes cuánto me alegra que estés aquí. —La niña bajó de los brazos de su hermano, dándole espacio a su madre para saludar a su hijo mayor.

—Lamento la tardanza, el aerodeslizador me dejó en la plaza principal y allí pregunté dónde se había radicado la familia Hawthorne y no fue sino hasta que di con Sae la Grasienta que pude enterarme de que mi familia estaba en la Aldea de los Vencedores. —Al decir aquello, volteó a ver a Peeta, el cual se encontraba junto a Katniss, sin dejar de mirar el rostro de la chica y luego el del recién llegado, como buscando en ellos algún indicio de que aún había fuego entre ellos—. ¿Esto fue idea tuya? —preguntó sin dejar de ver al joven panadero, el cual asintió.

—Sí… lo siento, sé que a lo mejor esto no sea de tu agrado, Gale pero… —El joven soldado se apartó de su madre y de la niña, acercándose a Peeta, extendiéndole mano.

—Gracias. —Todos quedaron inertes en sus puestos, siendo Peeta el único en bajar la mirada, contemplando la mano del muchacho, el cual le sonrió afablemente.

—De nada… Solo me pareció que era tonto tener esta casa, cuando alguien más la podría necesitar. —Estrechó la mano de Gale, el cual comprendió a la perfección que lo que el chico trataba de explicar era que ya que habiendo formalizado una relación con Katniss, era estúpido vivir en casas separadas.

—De todos modos gracias. —Palmeó el hombro de Peeta con energía sin dejar de estrechar su mano con fuerzas, volteando el rostro para ver a Katniss, justo cuando Haymitch le soltaba al oído, aunque lo suficientemente audible como para que todos escucharan.

—Cierra la boca, Kat… Se te pueden meter las moscas… ¡Ya sabes! —Hizo un gesto con el dedo índice, como si estuviese dibujando el trayecto del vuelo de una mosca hasta sus labios, recibiendo de la chica un manotazo en la mano, fulminándole con la mirada—. Mmm… en fin. —Se encogió de hombros, acercándose a la puerta—. Me retiro, lamento lo ocurrido, Hazelle. —Y palmeándole la cabeza a la niña, Haymitch se marchó de la casa sin tan siquiera saludar al recién llegado.

—Sigue tan impertinente como siempre… ¿No? —acotó Gale, soltando al fin la mano de Peeta, al sentir el fuerte impacto de sus dos hermanos menores Rory y Vick, quienes comenzaron a jugarse de golpes con el muchacho, mientras Peeta no dejó de mirar la reacción de Katniss, la cual parecía haber enmudecido—. Ya… ya basta, demonios, sino no les entregaré lo que les traje. —Los dos niños dejaron de molestar a su hermano, quien volvió a enfocarse en la chica, acercándose a ella, para darle un beso en la mejilla—. Hola Catnip.

—Hola Gale —saludó ella, recibiendo el beso, apartándose rápidamente de él, soltándole a Hazelle—. ¿Necesitas que te ayude en la cocina? —La mujer asintió retirándose junto a Katniss, la cual, al parecer, no deseaba estar en la misma habitación que Gale.

—Sigue siendo la misma Katniss evasiva… ¿O me equivoco? —preguntó a Peeta, el cual se sentó en uno de los sofás, desenredando otra guirnalda de papel, respondiendo a su pregunta.

—Creo que es más bien la nueva Katniss… Una que al parecer no desea verte. —Gale no pudo creer tanta sinceridad en aquella respuesta, quitándose el bolso que traía a sus espaldas, sentándose en el sofá de dos plazas para poder abrirle, entregándole a sus tres hermanos los respectivos regalos que le había traído a cada uno, quienes se alejaron a toda velocidad hasta la mesa, para abrirlos lo antes posible.

—¿Desde cuándo te has vuelto tan sincero?

—Siempre lo he sido, Gale… Solo que esta vez fui menos amable. —Sonrió y por primera vez Gale pudo ver un gesto de ironía en Peeta, uno que jamás vio antes y el cual realmente le pareció extraño.

—Pues espero que esa amabilidad tuya no se haya esfumado, es tu mejor cualidad. —Le palmeó la pierna a Peeta, levantándose de su puesto, rumbo a la cocina, con toda la intención, no solo de molestar al chico con eso, sino también a Katniss, quien de seguro saldría como alma que lleva al diablo para alejarse de él, sin que el joven panadero pudiese dejar de pensar en las palabras que le había soltado el muchacho, elucubrando en la veracidad o la ironía con la que las había dicho, sin tener a ciencia cierta la respuesta a aquella pregunta.

 

 

Se hizo la cena de bienvenida de Gale y la fiesta de la pequeña Posy, donde culminaron todo después de cantar el cumpleaños, siendo Rory quien más comiera pastel y Vick simplemente estaba maravillado con el obsequio de su hermano.

Gale había pasado toda la velada contando sus anécdotas militares, siendo Katniss la única en no comentar absolutamente nada al respecto, la cual optó por despedirse de todos los presentes, notificándole a Peeta que podía quedarse si él así lo deseaba.

Pero por supuesto la negativa del joven panadero no se hizo esperar, y aunque Gale intentó disuadir al muchacho de marcharse, el rostro malhumorado de Katniss, le dio a entender que era mejor dejarle ir.

Eran ya las once de la noche y Gale no lograba dormir, se sentía incómodo en aquella alcoba, la cual había sido la de Peeta cuando el chico vivía en esa casa; el simple hecho de vivir de sus sobras lo tenía molesto, incluso pensó en decírselo a su madre, pero al ver el rostro de alegría que Hazelle tenía en el preciso momento en el que su hijo le agradecía a Peeta el otorgarles la casa, le hizo desistir de aquello.

“Lo peor es que siempre es tan amable, tan atento que resulta imposible hacerle un desaire”, pensó él, colocándose de medio lado sobre el colchón, observando a la ventana, la cual estaba cerca de la cama. “Hasta cuando pretende ser irónico, su rostro suele tener esa displicencia que lo caracteriza y lo odio por eso”. Se removió violentamente sobre la cama, escuchando a la distancia la voz de Peeta soltarle a Katniss a las afueras de la casa por el patio trasero.

—Yo ni siquiera sé por qué estás molesta, Katniss. —Gale se levantó de la cama, apartando la cortina de la ventana, intentando ver pero la casa de Haymitch se lo impedía.

—Para empezar, no sé por qué tenías que darle tu casa a los Hawthorne. —El joven soldado abrió un poco más la ventana para poder escuchar mejor—. Sabía que Gale volvería algún día y tú como siempre tan amable, ¿no?

—¿Y eso qué tiene de malo?... Así soy, Kat. No puedo ser diferente. —Se escucharon platos, vasos y un sinfín de artilugios ser arrojados a las afueras de la casa, donde Gale al fin pudo distinguir a un Peeta, intentando atrapar con una enorme sonrisa, aquel montón de cacharros que la joven intentaba atestarle en la cabeza.

“Lo dicho, hasta Katniss debe perder la paciencia con él y su encantadora sonrisa a flor de labio”. Al pensar en eso recordó a Johanna y lo que le había dicho. “Hazte el mejor amigo de Peeta”. Con qué finalidad había pensado él, donde la joven soldado había respondido con algo que lo había hecho pensar durante todo el trayecto a casa. “El capitán Gale Hawthorne, el consentido de la presidenta Paylor, puede manipular a Peeta a su conveniencia y al mismo tiempo, vengarse de Katniss” ¿En realidad era eso lo que él quería?... Vengarse de tantos momentos incómodos, de hacerle ver en las pantallas los apasionados besos que se daba con Peeta, pensando que sin duda alguna, ambos habían sido los títeres de Katniss en aquel juego de amor en la que los únicos idiotas fueron el joven panadero y él.

—¿Por qué no? —se dijo a sí mismo, tomando uno de sus pantalones de algodón engomados en la cintura, colocándoselo rápidamente, saliendo de la alcoba rumbo a la cocina, donde Hazelle se encontraba tejiendo unos suéteres de lana, bebiendo de una taza de té—. ¿Qué haces despierta? —preguntó algo extrañado al verla.

—Suelo dormir tarde, Gale… ¿La pregunta sería qué haces tú despierto?

—Los vecinos no me dejan dormir —soltó en un tono irónico y por primera vez le entregó a su madre una sonrisa sincera—. ¿Hay más de ese té? —Su madre asintió señalándole la tetera, la cual Gale tomó rápidamente sirviendo dos tazas de té, y tomando un plato con galletas, se posó frente a la puerta, pidiéndole a su madre que la abriera.

—¿Gale?... No creo que sea buena idea que te involucres.

—Tú solo abre la puerta y déjamelo todo a mí. —Su madre suspiró, abriendo la puerta, justo cuando Haymitch gritaba a viva voz desde su casa, la cual dividía la de Katniss de la que ahora le pertenecía a los Hawthorne.

—Dejen dormir, maldita sea… Era feliz cuando era el único vencedor y ahora tengo que soportarlos par de mocosos maleducados… ¿Acaso toda esta guerra no les enseñó nada? —Gale alzó una ceja al escuchar aquello—. Dejen quieto al que está quieto o iré yo mismo a callarlos. —Se escuchó algo que se caía y a Peeta disculparse en voz alta con el hombre, justo cuando un fuerte portazo volvió en penumbras todo el patio trasero, donde Gale comprendió que Katniss había cerrado la puerta trasera.

Caminó intentando maniobrar las dos tazas de té y el plato de galletas, pretendiendo no tropezar con alguna planta o cualquier juguete de sus hermanos, pasando por el patio de Haymitch hasta llegar a donde se encontraba Peeta, sentado en el suelo, observando el firmamento.

—¿Noche agitada? —Peeta alzó la vista, encontrándose con el serio pero calmo rostro de Gale.

—Ni que lo digas. —Suspiró, mientras Gale, intentó sentarse a su lado sin tirar al suelo el plato de galletas que traía sobre una de las tazas, entregándole a Peeta la otra, la cual él tomó rápidamente—. Gracias. —Apartó el plato de galletas de la taza, ofreciéndole al muchacho.

—No le pares, las mujeres son los seres más incomprensibles del mundo. —Peeta tomó una galleta, agradeciendo nuevamente su amabilidad—. El punto es, saber cómo tratarlas.

—¿Tienes un manual? —Gale no pudo contener una sincera sonrisa ante su comentario.

—No creo que exista un manual, cada una es distinta. —Dejó el plato entre él y el muchacho, tomando una de las galletas bebiendo de su taza de té—. Pero Catnip es un caso aparte. —Gale habló en voz alta, a sabiendas que la chica estaría escuchando aquella conversación, argumentando rápidamente—. No hay manual, tampoco paciencia para soportarla, ni forma de llevarla, por eso me alejé de ella, es alguien que no sabe amar y mucho menos se deja amar. —La puerta se abrió justo cuando Peeta saboreaba su taza de té, dejándola a un lado, incorporándose rápidamente.

—Yo sí sé amar, Gale. —El aludido dejó de igual modo su taza de té en el suelo, dándose su tiempo para incorporarse y tragar la galleta que se había introducido en la boca—. Solo que tú jamás entendiste mi forma de amar.

—¿Qué hay que entender, Katniss? —El calmo muchacho se acercó a ella, mientras Peeta le imitaba con cierto recelo—. ¿Qué nos amabas a los dos? —Ella no dijo nada, siendo Peeta quien le pidiera que no la incomodara—. No, Peeta, es que el problema no era que nos amaras a los dos al mismo tiempo, el problema es que jamás lo dijiste.

—Los actos dicen más que mil palabras. —Gale sonrió.

—¿Cuáles actos?... porque aquí los únicos que recibimos balazos, golpes, perdidas de nuestros seres amados por tus actos e insufribles torturas, fuimos Peeta y yo.

—Gale, ¡por favor! —Peeta le tomó del brazo, exigiéndole que no le recriminara nada.

—Si tú no le quieres soltar sus cuatros verdades a Katniss está bien, pero yo no tengo por qué callarme lo que siento. —El joven soldado comenzó a recoger los cacharros que Katniss le había arrojado a Peeta, en aquel acto de ira en contra del muchacho, siendo él quien se los arrojara a ella, espetándole en cada una de las aventadas—. Manipulas a tu antojo, engatusas a las personas, finges amar a tu conveniencia, mi mejor amiga, decías… —Siguió arrojándole los platos y las tazas de plástico, las cuales Katniss intentó evadir, moviéndose de un lado a otro—… Pero lo único que hacías era poner en mis hombros más responsabilidad de la que ya tenía a cuestas… ¿Para qué? —Detuvo su ataque, al darse cuenta que ya no había nada más que arrojar—. Para que al final te quedaras con él. —Señaló a Peeta—. Y créeme, Mellark, no tengo nada en tu contra… Al contrario, siento pena por ti.

El aludido le fulminó con la mirada, mientras Gale fue en busca de sus tazas de té a medio terminar, recogiéndolas junto al plato de galletas, girándose para encarar a Katniss, la cual le miraba con aquel rostro amoratado ante tanta rabia contenida, pero sin espetarle absolutamente nada, ya que por supuesto, no tenía nada que recriminar.

—Me retiro —notificó Gale, deteniéndose de golpe, para mirar a Katniss una vez más—. ¡Por cierto!... —Tornó el rostro afable—. Extraño cazar… ¿Quieres ir conmigo mañana al bosque? —Katniss arrojó la puerta tan fuerte que los vidrios de las ventanas se estremecieron, escuchando nuevamente las maldiciones de Haymitch a lo lejos, mientras Gale se encogió de hombros—. En fin… ¿Me acompañas, Peeta? —El rubio muchacho le miró con cierta incredulidad en sus ojos.

—¿Hablas en serio o estás siendo sarcástico como con Katniss?

—Estoy siendo sincero, hombre… ¿Qué dices? —Peeta negó con la cabeza.

—No lo creo… Para empezar soy muy malo cazando y no creo que Katniss… —Gale se acercó al muchacho, el cual enmudeció al verle tan cerca.

—Para empezar, no siempre tienes que hacer lo que ella diga y segundo… No sabes cazar porque ella es tan egoísta que no se ha propuesto a enseñarte. —Peeta le miró fijamente a los ojos, bajando rápidamente la mirada, sintiendo que no podía refutar su valido argumento—. Si ella en verdad quisiera enseñarte, lo hubiese hecho.

—Es que soy muy malo en eso.

—¿Quién lo dice?... ¿Ella?... Pues demostrémosle que se equivoca… Paso por ti a las seis… ¿Qué dices? —Peeta se lo pensó unos segundos, dándole una mirada de soslayo a la casa, temiendo lo que Katniss pudiese decir de ello.

—No sé…

—Vamos, hombre, mira tus manos… —El muchacho le miró algo incrédulo, sin acatar su petición—. Vamos… Míralas. —Peeta al fin lo hizo, esperando a que culminara su explicación—. Eres libre, Mellark… ya no tienes que estar esposado para no hacerle daño a Katniss. —El joven recordó todas las veces que lo tuvieron que esposar para que su trastorno ante el veneno de las rastreavispulas, no hiciera estragos en la integridad física de la chica, bajando las manos, enfocando nuevamente los ojos en Gale—. Tú decides, se aquel Peeta que se ideaba una mentira nueva delante de las cámaras para salir muy bien parado. —Se acercó aún más al muchacho, el cual alzó nuevamente el rostro para verle—. Pero esta vez, que la mentira te beneficie a ti, Peeta.

Gale comenzó a apartarse del muchacho, el cual dudó por unos segundos, respondiéndole rápidamente al capitán Hawthorne, quien ya se había adentrado al patio trasero de Haymitch.

—No soy bueno cazando.

—Yo tampoco soy bueno cocinando y no por eso me rehusaría a aprender a hacer galletas como ha aprendido mi madre. —Alzó la taza de té que sostenía el plato donde quedaba una galleta—. Sé que fuiste tú quien le enseñó, están buenas… espero que algún día me enseñes aunque terminemos quemando la cocina, porque no temo a intentarlo, tú sí… Paso por ti a las seis. —Y sin esperar respuesta alguna, comenzó a caminar hasta su casa, escuchando una vez más la respuesta de Peeta antes de abrir la puerta.

—A las siete… me cuesta madrugar. —Gale sonrió, asintiendo a la acotación de Peeta, el cual entró rápidamente a la casa, mientras Haymitch gritaba desde su casa, justo cuando el joven soldado salió de su terreno.

—¿Gale?

—¡Señor!... —respondió el muchacho, deteniéndose en la cerca que dividía el patio de aquel hombre con el de la casa de los Hawthorne.

—Si quieres puedes irte ahora mismo a cazar, pero déjame dormir… ¿Quieres? —Gale se disculpó, retirándose al fin de su propiedad, introduciéndose en la casa, dejando los trastos en el fregadero, adentrándose rápidamente en la que sería de ahora en adelante su alcoba.

—Amigo de Peeta —soltó retomando mentalmente la conversación que había tenido con Johanna en el distrito dos—. Veremos qué sale de todo esto. —Y recostándose nuevamente sobre la cama, dejó que el cansancio del viaje lo vencería, no sin antes rememorar el irritado rostro de Katniss, lo cual lo hizo dormir con una amplia sonrisa en los labios.


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