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El anillo por Jesica Black

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Capitulo XVI

 

Los ojos de Kardia se abrieron enormes cuando observó el hermoso paisaje que aparecía delante de sí. Paris era una ciudad llena de luces, espectáculos y elegancia. Prácticamente había valido la pena todas aquellas horas en ese molesto autobús. Dégel no dejaba de soltar pequeñas risas al ver a su novio caminando a su lado, con la boca más abierta de lo que podía notar, era como si Kardia nunca hubiera pisado tierra extranjera y es que ¡lo era! Desde que nació, el joven Onasis nunca había viajado a ningún lado, salvo a veces para ser turista dentro de Athena, pero debido al poco dinero que ganaba como cocinero y el criar a un niño pequeño como lo era Milo, eso redujo sus momentos de ocio a "inexistentes".

Dégel entonces le tomó de la mano derecha y lo guió hacia un elegante restaurante que quedaba cerca de la torre Eiffel, aunque Kardia no se sintió a gusto debido a sus fachas, pero ¡estaba en Paris! nadie lo conocía allí, por lo que se dio el gusto de tomar algunos bocadillos que habían en la enorme mesa de recepción del lugar.

—¿Te gusta? —Dégel susurró lo dicho y miró hacia el costado, apoyando su codo derecho en la mesa mientras su mano sostenía su mentón, observando la belleza de la hermosa torre iluminada, en un anochecer apenas perceptible.

—¿Que si me gusta? ¡Me encanta! Esto es demasiado elegante, me siento un linyera cada vez que veo a alguien pasar —indicó con su mirada aguerrida, Dégel se rió ante los dichos y tomó la carta.

—Yo ordeno.

—Claro, no sé un comino de inglés o francés o lo que sea... —Dégel pareció no inmutarse ante lo dicho y observó la variedad de platillos.

—¿Qué quieres comer? ¿Pescado, carne, pastas?

—Lo que comas tú estará bien para mí —sonrió con gracia—. Tienes buen gusto, por eso me elegiste.

—¿Cómo transformaste un halago hacia mí en un halago hacia ti? —Kardia rió ante lo dicho por el galo y este no pudo evitar sonreír—. De acuerdo, que así sea....ehm....monsieur... —señaló al joven mayordomo, el cual se acercó gentilmente—. deux Magret de canard, S'il vous plait.

—Por dios, amo cuando hablas en francés —susurró en un gemido mientras Dégel cierra la carta y despide al camarero con un movimiento de cabeza.

—¿Nunca me habías escuchado hablar francés?

—No, dime algo más en francés.... —suplicó el heleno, Dégel suspira y comienza a pensar.

Vous avez les plus beaux yeux que j'ai vus.

—¿Y qué significa eso? —cuestionó Kardia, sin comprender.

—Que tienes los ojos más hermosos que he visto —indicó con una elegante sonrisa, Kardia se siente un poco abrumado, pero no puede evitar hacerse el importante ante esa declaración.

—Tú también tienes unos hermosos ojos, y boca....y cabello....y....

—Mejor no hablemos tanto o se te caerá la mandíbula —rió bajito y bajó su mirada, Kardia respiró y golpeó su pecho para sentir algo que tiene allí.

—Dégel, puedo hacerte una pregunta.....

—Claro... —los ojos nuevamente viajan hacia arriba para cruzarse con los del heleno.

—¿Yo quisiera.....?

Excusez-moi, jeune homme. Que veux-tu prendre? —el mozo interrumpió la mitad de la conversación e hizo que ambos se le quedaran mirando, Kardia claramente sin comprender en absoluto que le preguntaron, sabía que era pregunta dado a la entonación que uso, pero no tenía la menor idea de ello.

—Oh, es verdad, no hemos pedido las bebidas —Dégel miró a Kardia—. ¿Deseas tomar un buen vino? ¿O prefieres algo más saludable?

—No, no....he dejado atrás mi pasado con la bebida...creo que lo mejor será un jugo de fruta.

—Recuerdo que solías tomar cuando te conocí —indicó Dégel con una hermosa sonrisa, Kardia niega con la cabeza.

—Pero debo darle un buen ejemplo a mi hermano y abandoné el alcohol, aunque el chino y el italianete no me ayudan de mucho —vociferó con sorna, Dégel asiente.

Jus de fruits, pour les deux —indicó con la mirada, el joven hombre se fue nuevamente.

—Eso sí lo entendí, pediste jugo de frutas ¿verdad? —Dégel asiente—. Oh, me siento realizado justo en estos momentos.

—Cuando nos vayamos de aquí aprenderás a decir más que eso.....

—Oh, sí, quería decirte algo..... —Kardia intenta carraspear su voz para poder sonar más claro en su tonada, pero nuevamente es interrumpido por el camarero—. Espero que no sea para preguntarnos si queremos pan.

—No....trajo las bebidas —Dégel mira al joven hombre que con su mirada completamente nula les entrega los vasos con jugo de frutas—. Bueno, puedes decirme lo que sea al final de la velada ¿no?

—Sí, creo que si puedo esperar —murmuró mientras nuevamente tocaba aquel objeto en su bolsillo de la chaqueta, esperaba tener el valor de decirle a Dégel lo que sentía esa noche, pero sobre todo, esperaba que este pudiera aceptar sus sentimientos.

 

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La música ahora estaba mucho más suave que hace un rato, Milo observó los ojos de Camus con cierta impaciencia mientras le acariciaba los cabellos. Eran pasada las 10 de la noche, ya habían comido y la mayoría estaba durmiendo en esa casa, no eran muy activos, pero tampoco eran persona normales, simplemente los Verseau tenían su propio estilo de vida. Milo suspiró, suavemente, sintiendo los suaves cabellos en sus dedos, eran de una tonalidad tan particular que ya no comprendía el color natural de aquellos, algunos eran rubios y otros completente colorados. Era como un tarro de pintura de colores cobrizos hubiera bañado un cabello naturalmente rubio, pero las pestañas, las pestañas de Camus eran tan rojas como un tomate, de un intenso color que sus labios quedaban desdibujados.
Milo también se dio cuenta, que en su cara no había ni una peca, ni siquiera marcas de nacimiento, Camus era naturalmente pálido y su cabello rojo resaltaba en aquella cara tan clara y esos ojos tan intensos. Casi ni recordaba que cuando lo conoció, era un gordito lleno de granos, no había quedado ninguna cicatriz de ese instante.

—Deja de mirarme así, siento que quieres comerme —la voz de Camus aun tenía un tono francés en sus palabras, eso lo había aprendido después de haberlo escuchado durante años.

—Tal vez quiero comerte —sentenció, Camus se acurrucó más en sus brazos.

—Y tal vez yo quiero que me comas.

—Hace frío —masculló con los labios muy cerca del oído de Camus, como si le estuviera susurrando—, ¿sabrás a helado?

—Siempre tengo sabor a helado.... —Milo se separa.

—¡Camus!

—¿Qué? —el pelirrojo comienza a reír.

—No es gracioso, no puedo empezar a besarte si dices algo tan disparatado como eso.... —no pudo evitar en reírse también.

—Lo siento, creo que fue más fácil la primera vez que intentamos hacerlo, al menos no es como ahora que intentamos buscar una excusa para besarnos, abrazarnos y amarnos...

—¿Estás seguro de esto? Sabes que no hay vuelta atrás, no puedo devolverte la virginidad.

—Bueno, tal vez si puedes, si me la metes de nuevo dentro —Milo se quedó sorprendido ante esto y no puede evitar sonrojarse.

—Vaya, no sabía que eras tan sucio, Cam.....debes dejar de ver tanto porno ahí en tu computadora.

—¡No miro porno gay! —exclamó más rojo que su cabello—. Idiota.

—Lo siento, lo siento.... —lo abraza por detrás cuando Camus intenta abandonar la cama—. Era un chiste.

—Un chiste de mal gusto.

—Lo siento —Milo tiene más fuerza y vuelve a meter a Camus en la cama de este, envolviéndolo en sus brazos y rozando sus labios en la oreja derecha del muchacho—. Solo quiero que sea el momento apropiado.....y que tu estés listo.

—Te dije que lo estoy.... —murmuró—. Además, sé que tu vas a cuidarme.

—Claro que voy a cuidarte.

—Y no le dirás a nadie....

—Y no le diré....espera espera, eso no lo acordamos —se separó un poco, Camus se dio la vuelta y miró incrédulo a Milo.

—¿Y a quién planeas contarle?

—¡Aioria! Ese gato me la debe, él aun no ha tenido su primera vez, se pondrá verde de la envidia si le cuento.

—¡Oh, claro que no! —Milo le mira con la boca abierta—. No lo harás, Milo.

—Pero....pero Camus.

—Pero...pero Camus ¡No! —suspiró—. Milo, es un momento intimo, no podría pensar en compartirlo con nadie.... —bufó sonrojado, el rubio asiente con la cabeza.

—Tienes razón, es verdad, soy un idiota....estaba tan preocupado pensando en hacer rabiar a la gata que me olvidé de tus sentimientos —le acarició suavemente el brazo—. Lo siento, Camus.

—Está bien....además, sabes cómo es la cosa en la escuela. Tú le cuentas a Aioria, Aioria le cuenta a Aioros, Aioros inevitablemente le contará a Shura y Shura le contará a Dita y si Dita lo sabe lo sabrá toda la escuela.... —mordió sus labios—. Debes prometérmelo.

—¿Qué cosa?

—Que no le dirás a Aioria....

—De acuerdo, no le diré a Aioria —Camus no se quería ver obligado a hacerle prometer que no se lo diría a nadie, era algo obvio, pero evitó decírselo—. ¿Podemos empezar?

—De acuerdo...pero....¿cómo se.....cómo se supone? —Camus con su expresión corporal lo decía todo, Milo lo pensó unos instantes.

—Bueno, me pongo encima tuyo y tal vez surge algo.

 

Milo lo intentó, pero estaba tan nervioso por las posturas que cayó de la cama unas dos veces, pensó que la chispa se estaba yendo, pero entonces, mientras apagaban las luces dispuestos a dormir un poco luego del intento de sexo fallido, la mano de Camus se apoyó suavemente en el hombro de Milo, quedando ambos enfrentados. Apenas la luz de las farolas que afuera iluminaban algo del cuarto e incluso la luna parecía más brillante que bañaba la hermosa cara del pelirrojo. Milo tragó de su saliva y besó al muchacho dulcemente, abrazándolo por la cintura. La noche apenas empezaba, estaba en pañales.

El heleno se quitó la camiseta, dejando ver su cuerpo torneado por los entrenamientos. Las manos de Camus eran tan frías, que parecían fabricadas con el más puro de los hielos, eso no pareció importarle al griego, dado que los besos compensaban el frío de las manos, esos besos fogosos que Camus le hacía padecer una narcótica sensación.
Por otro lado, el galo de rojos cabellos sentía las manos calientes de Milo acariciando su espalda y bajando hasta sus nalgas, eso hizo temblar su cuerpo, pero no tuvo el coraje de pararlo, no quería que pare jamás, quería sentirlo hasta el final si era necesario.

Las ropas viajaron hacia su estelar guarida en el piso, pasó tan rápido y lento el tiempo que era inexplicable. Era como si todo se hubiera detenido desde las once de la noche y ahora pasaba en cámara lenta. Los suaves gemidos se escuchaban solamente en los oídos del más grande, estaba dispuesto a perder la virginidad en ese momento, ambos, en sus jóvenes vidas, pero también la inexperiencia les hacía sentir cierto cosquilleo en sus vientres y un rojo rubor en sus mejillas.
Camus tuvo que morderse los labios hasta sangrar cuando Milo penetró su pequeño cuerpo, las uñas largas se le clavaron en la espalda y arañaron la dermis de su piel morena. La fuerza que empleaba en sus brazos no era nada comparado con los movimientos en su cadera elevada, la cual no había tocado el colchón. Probablemente luego de esto, Milo intentaría usar algún especie de lubricante anal, pues el dolor era terrible para el pelirrojo el cual no había sido preparado adecuadamente. Eran niños, apenas estaban experimentando su primera vez y cuando el galo comenzó a lubricarse biológicamente, fue cuando empezaron a sentir el verdadero placer y los golpes en la cadera se volvieron más exóticos e intensos.

Milo se sintió feliz al descargar su esencia completamente dentro de Camus y este, sorprendido, exhausto y fascinado, se dejó caer en el colchón mullido, esperando ser atrapado por Morfeo. Sólo esperaba que sus padres no hubieran escuchado nada en la habitación de junto.

 

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—Bien Pichón, yo te tiro la pelota y vas a buscarla, ¿de acuerdo? —dijo Dokoh, estaba en la plaza principal ese domingo a la tarde, día en el cual no trabajaba. Manigoldo se encontraba con él al igual que la bestia peluda a la cual llamaba Pichón—. ¡Ahí va! —Dokoh lanzó la pelota lejos y el enorme perro fue 'cabalgando' (según Manigoldo) hacia ella.

—Es un día estupendo ¿verdad? Sin Albafica rompiéndome las bolas —susurró estirándose, después de la época de nevada, ahora Athenas se encontraba más despejada.

—Es verdad —Dokoh giró su cuerpo al escuchar unos gritos y ver como Pichón arrastraba a un ciclista y su bicicleta—. ¡No, Pichón! ¿Qué haces?

—Tu pichón cazó a su primera víctima —Manigoldo lanzó un bufido como risa mientras Dokoh intentó disculparse con el ciclista, quien parecía enojado.

—Lo siento, Pichón se debió confundir por el color de su bici, él esta atrapando su pelota de juguete —mira a su perro—. Malo, Pichón malo —el perro se acuesta en el piso y pone su hocico debajo de sus patas, en forma de vergüenza—. No te servirá hacerte el bueno.

—Yo creo que es medio asesino.

—Cállate Manigoldo, solo la cagas —Dokoh vuelve a ver al ciclista—. Lo siento, Pichón será castigado con su correa de castigo —el joven ciclista se fue para ser curado en un hospital mientras Dokoh miraba desaprobatoriamente a Pichón—. No puedo creer lo que hiciste.

—Yo si puedo creerlo, no sé cómo no te diste cuenta antes, pichón es una amenaza para la sociedad....más que Kardia incluso.

—No seas cruel, es un cachorrito —miró nuevamente a su perro—. Tendré que castigarte con tu correa de castigo.

—¿Qué es eso? —preguntó Manigoldo.

—Lo ato a un árbol y lo dejo unos minutos allí a que piense en lo que hizo —Manigoldo alza sus hombros sin comprender a su amigo.

—Arrancará el árbol de un zarpazo, esa bestia peluda debe pesar más que Shion.

—No exageres....no es tan pesado.

—¿A quién le dices pesado? —preguntó una tercera voz, Manigoldo y Dokoh se dieron vuelta e inmediatamente cubrieron sus bocas al ver a Shion con un hotdog en la mano, junto a él se encontraba Albafica con bolsas de shopping.

—¡Shion! No estamos hablando de ti....pero... —Dokoh suspira—. Me parece de mal gusto traer hotdog estando pichón aquí.... —señala al perro que seguía en su posición con las patitas encima de su hocico.

—¿Me dijeron gordo? ¡Ya vas a ver, Dokoh!

—¿Qué harás? ¿Voltearte en la cama y aplastarlo? —preguntó Manigoldo y se rió, Dokoh apretó sus labios para no reír y Albafica se cubrió la boca.

—Te crees muy chistoso, vamos a ver qué chiste te inventas cuando le diga a Lugonis lo de Albafica y tú.... —inmediatamente el muchacho palideció—. Mientras que tú —señala a Dokoh—. Ya verás lo que te haré.....

—Mientras no me muerdas la pierna pensando que es un jamón, está todo bien.... —indicó Dokoh, sin pensar que podría ser de mal gusto, cuando Shion enrojeció de la ira se dio cuenta que había metido la pata—. Ehm, bueno, iré a ejercitarme ¡vamos, Pichón! —el perro se levanta rápidamente y ambos salen a trotar.

—¡No te salgo a correr porque me agito....! —exclamó antes de perderlo de vista—. No debí venir al parque hoy.

—Creo que no —susurró Albafica.

 

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—Y los chicos pensaron que sería buena idea escribir un artículo sobre los hombres lobo usando a Harry Potter como base —Dégel comenzó a reírse y Kardia, sin entender bien, lo imitó—. Ah, esta velada ha sido estupenda Kardia, gracias, la primera noche en Paris fue todo un éxito.

—Es verdad —Kardia vuelve a tocarse el pecho.

—¿Estás bien? Te has tocado el pecho toda la noche —indicó Dégel, Kardia se sonroja un poco.

—¡No, no....está bien! Yo....quiero hacerte una pregunta —susurró Kardia y se acerca suavemente—. Estuve practicando mucho esta pregunta en francés, espero no me salga mal....

—¿Qué pregunta?

—Dégel.... —Kardia saca lo que tenía en el bolsillo, era una cajita pequeña forrada en terciopelo azul—. Dégel... Voulez-vous épouser une momie?

—.....¿qué? —preguntó sorprendido.

Voulez-vous épouser une momie? —volvió a preguntar.

—¿Si me casaría con una momia?......—preguntó dudoso, Kardia se dio cuenta el error que había cometido, no había dicho 'conmigo' había dicho 'con una momia'.

—Lo siento, mi francés es patético —suspiró abriendo la cajita, Dégel colocó su mano en el pecho—. Quiero decir si te casarías conmigo.....

—¿Con......? —Dégel se levantó, miró el anillo allí en la caja, sus labios temblaban ligeramente al igual que su mano.

Kardia también se levanta, pensando que Dégel quería que él se arrodillara, lo hizo, pero eso logró que Dégel se pusiera aun más nervioso. Toda la gente volteó a verlos, el sudor del galo comenzó a recorrer por todo su rostro mientras Kardia volvía a repetir la pregunta. Tragó de su saliva  y mordió su labio. ¿Qué hacía? No es que no quisiera responderle a Kardia, pero todo el mundo los estaba mirando, incluso el camarero que los había atendido tenía su mandíbula abierta de arriba a abajo. El lava copas había estado al menos cinco minutos secando una que tenía en la mano, los demás camareros se detuvieron en su recorrido para esperar la respuesta de Dégel, todo eso pasó en cámara lenta.
El galo movía su boca sin hablar, estaba en pánico absoluto y lo único que pudo hacer en esos momentos fue lo peor que pudo hacer en su vida.

—Lo siento —susurró y se echó a correr, dejando a Kardia en el suelo, con una cara de estupefacción absoluta  y viendo como todos susurraban a su alrededor 'patético' (o eso creía porque hablaban en francés).

Tragó de su saliva y se levantó, intentando parecer indiferente, pidió la cuenta para irse lo más rápido posible antes que la gente susurrara más cosas jodidas sobre él. Estaba avergonzado, abochornado y sentía como si un balde de agua fría lo hubiera bañado. Seguro se veía como un completo imbécil en ese instante. Al camarero le dio tanta pena, que el restaurante decidió regalarle una botella de su mejor vino de borgoña. Dejo la plata y la propina, con sus dientes abrió el corcho de la botella y se fue por la calle tomándola del pico. Al menos pasaría una linda noche ebrio por las calles de Paris.

 

Continuará.

 

Notas finales:

¡Lo siento tanto!  Sí, sí, ya lo sé, han pasado 84 años desde que subí el último capítulo de esta serie, pero de verdad, no podría decir que se me pasó, pero si puedo decir que algo se apoderó de mi. Tenía pocas expectativas de continuar este fic, pero hace poco comencé a ver saint seiya nuevamente y quise hacer un nuevo fic, pero entonces me dije 'yo tenía fics para continuar, no?' y heme aquí. Espero no defraudarlos con este capítulo, porque hace mucho tiempo no escribo fics de saint seiya y pues perdí la costumbre. Creo que antes escribía mejor. Lo lamento. 
Traduccion al francés: san google.


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