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El anillo por Jesica Black

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Capitulo 7

 

  

 Habían vuelto a la escuela hace solo unos días y ya habían realizado el examen de historia. Esa tarde, tuvieron nuevamente historia, y Milo sudaba como gordo en un pesaje, no podía evitar sentirse nervioso, aunque lo que más intranquilidad le daba no era sacarse una mala nota, sino, que Camus estaba a su lado esperando. A pesar que no tenía porque sentirse así, creía que, si su calificación era baja, Camus se sentiría decepcionado de él y no podría volver a ir a la casa de este a estudiar.
Cuando se dio cuenta que pensaba en el pelirrojo como un par, giró la cabeza varias veces quitando ese pensamiento. No podía evitarlo, la historia del chico le atraía, más que eso, le interesaba y sentía que al fin había encontrado un igual, alguien con quien abrir sus frustraciones, porque, en definitiva, los dos habían ido al psicólogo y por cuanto y tanto, habían pasado por etapas dolorosas en su vida. Probablemente estaba tan inmerso en su mundo que no había escuchado cuando el docente lo llamó para darle el examen, ya la mayoría de sus compañeros estaban afuera conversando sobre cómo le había ido y mostrándose a ellos mismos el parcial, pero Milo continuaba como un idiota sentado en el segundo asiento de la fila de la puerta.

—¡Señor Onasis, no tengo toda la vida para esperarlo! –gruñó el viejo, a lo que despertó a Milo de un grito histérico.

—¿Eh? ¿Quién?

—Aquí señor Onasis, clase 425, lunes 9:30, historia ¿bajo su ensoñación? –el maestro, que solía no abandonar el escritorio por nada del mundo, se paró solamente para entregar el examen—. Ahora lárguese de aquí.

—¡Ah, sí! –Milo tomó la prueba, agarró su mochila y se retiró. Antes de salir le echó una ojeada a la nota.

—¿Qué pasó, Milo? ¿Desaprobaste de nuevo? –preguntó Aioria—. No te preocupes, yo saqué un puto seis, ¿Puedes creerlo? Ese viejo ni siquiera me puso siete por consuelo ¡seis!

—Piensa que al revés es un nueve –intentó animarlo Afrodita, dándole unas palmadas en la espalda.

—Sa…..saqué ocho –tartamudeó, los chicos lo miraron.

—¿Ocho? ¿Estás seguro? –preguntó Mu mientras ojeaba por encima del hombro de Milo.

—Bueno, ocho al revés es ocho, así que creo que si –comentó el joven mientras observaba las preguntas en las cuales se había equivocado.

—Pero ¿cómo le hiciste, viejo? ¿Te enculaste al profe? –preguntó DeathMask sorprendido.

—¡CLARO QUE NO! –gritó Milo y le mostró el examen con las respuestas correctas e incorrectas.

—Wooo, ¡vaya cariño! En serio, en hora buena, realmente no esperaba esto –susurró Afrodita cruzando los brazos y mirando el examen.

—Quien lo diría, con esa cabeza de chorlito que tienes –comentó con gracia DeathMask.

—Yo….yo debo agradecérselo a alguien –Milo le arrebató la hoja a Aioria y sale corriendo de allí.

—¡OYE! ¿A dónde vas? –preguntó el castaño, pero Milo ya se había perdido por los pasillos.

 

                No sabía dónde ir, pero sus pies lo llevaron a la biblioteca. Entró y siguiendo un dulce perfume, encontró a quien buscaba. Camus Verseau estaba allí con su examen, observándolo varias veces, esto sorprendió a Onasis, quien pensaba que Verseau se había sacado un sobresaliente. ¿Si tenía todas las respuestas bien por qué estaba allí? Caminó unos pasos y sonrió un poco, intentando parecer normal, pero el pulso le temblaba.

—¡Hey! –dijo, haciendo que Camus, quien estaba concentrado, tirase unos libros al suelo—. Lo siento, lo siento.

—No, está bien, no esperaba a nadie –recogió los tomos y miró a Milo, que traía una sonrisa—. ¿Pasó algo bueno?

—¡BUENISIMO! MIRA, MIRA…..—casi a los gritos se acercó y le mostró el examen—. ¡Ocho! Un ocho ¿puedes creerlo? ¡Yo! Un ocho, debes ser un genio para lograr esto…..

—No lo hice yo, lo hiciste tú, estudiando…..—volvió a su examen, un poco frustrado.

—¡Claro que lo hiciste! Si no fuera por ti, seguramente estaría en aprietos, mi hermano me hubiera degollado vivo si sacaba mala calificación en este examen. ¡Ocho, un ocho! –se emocionó, pero entonces, notó que el otro estaba en silencioso—. ¿Qué pasa, Camus?

—Estoy intentando ver cuales fueron mis errores, no puedo creerlo….—susurró, Milo se acercó solamente un poco, se veía realmente acongojado—. Nunca me había pasado.

—Oh, vamos Camus, no puede ser tan malo –intentó consolarlo.

—¡Es muy malo! No sé qué me pasa, estoy tan distraído, y este examen es la prueba, ¡Mira! –le motró el examen—. ¡NUEVE, UN SUCIO Y GRASOSO NUEVE!

—………………………….Camus……….—murmuró Milo, sin lograr entender—. Debes estar bromeando, ni sumando todas las notas que he tenido en matemáticas hasta ahora, logro un nueve…..y tú lo tienes en un examen.

—¿Eh? –se dió la vuelta, espantado—. ¿Estás hablando en serio? ¿Cuánto sueles sacar en tus exámenes?

—Bueno, sacaron las calificaciones con números negativos para que no me sienta un perdedor, y eso me llevó a sacar números naturales, pero te diré que nunca había visto un ocho tan cerca hasta ahora, cuando lo vi la primera vez, dije ¿será un alíen?

—…………..Eres un idiota –bufó pero aun así mostró una leve sonrisa.

—Pe…pero es verdad, eres un genio Camus, creo que ni sumando todos mis exámenes tendría un cuarto de las notas que tienes tú……eres muy bueno explicando y también eres bueno en cualquier cosa que se te pregunte. No debes tirarte tanto abajo, está bien no ser perfecto…..—le colocó una mano en el hombro, Camus se sonrojó—. Un nueve es una excelente nota, es más, el idiota de Aioria se sacó un seis.

—¡Qué horror! Nunca he visto un seis entre mis notas, a menos que sea gimnasia.

—Lo sé, y dado que tú me ayudaste con mi examen, como lo he dicho y juré, te ayudaré a pasar gimnasia, este año serás todo un deportista.

—No tiene caso, estoy perdido –se acostó encima de la mesa—. Desde que tengo memoria nunca he sido bueno en esto…..

—Bueno, nadie nace sabiendo deportes, esas cosas se practican y vas ganando ritmo Camus….

—Sabes, hace rato he estado notando que me llamas por mi nombre –Milo se sonrojó violentamente y da unos pasos hacia atrás—. ¿Por qué?

—No….yo pues….no sé, creo que Camus es un lindo nombre como para llamarse Verseau……además llamo a todos mis amigos por su nombre.

—¿Me…..me coincidieras tu amigo?

—Este………………—Milo no había planeado que su conversación tomara ese rumbo, por lo que se rasco la cabeza y sonrió de forma estúpida—. Bueno, creí que como habíamos estudiado juntos, podríamos, no sé, acercarnos más…..

—Hmmmm, entonces, eso…. ¿qué quiere decir?

—Bueno, quiere decir, quiero decir que podemos acercarnos o algo….no sé ¿tú qué dices? –Milo esperaba una respuesta satisfactoria y la tuvo, el pelirrojo le sonrió y se levantó de la silla—. ¿Es un trato?

—Claro, podemos intentar no llevarnos tan mal…..—tomó uno de los libros y su examen, y ambos salen de la biblioteca—. Me alegra que te haya ido bien en tu examen.

—¿Eh? ¡Ah, sí! El imbécil de Kardia estará contento, creo que no sabrá qué número es jajajajaja.

—Eres algo malo con tu hermano, digo, después de todo lo que él hizo por ti.

—Así nos llevamos, ojo, no quiero decir que no ame a mi hermano, yo lo adoro, pero él me trata también mal, a veces siento que piensa que soy idiota.

—Jejeje no estaría muy lejos de la realidad.

—¿Eh? –Milo le miró de reojo sin entender, pero Camus solamente asistió y sonrió.

—A eso me refería.

—¿Eh? ¿A qué? –Milo continuó algo perdido en la conversación, pero Camus lo volvió a la realidad al señalar a alguien en el pasillo.

—¿No es tu hermano?

 

                Efectivamente, quien estaba allí era Kardia Onasis, quien parecía algo pensante mientras se apoyaba la espalda contra la pared y miraba un aula con absoluta paciencia. Milo quiso esconderse detrás de Camus pero era imposible, al menos le llevaba una cabeza y su cuerpo era el doble de ancho que el del pelirrojo, por lo que cuando Kardia giró su mirada, pudo verlo fijamente. Milo sabía que algo había pasado, no podía simplemente tener un día normal, ahora su hermano estaba en la escuela y cuando eso ocurría significaba 'peligro'.

—¡Milo! –gritó desde su lado, el rubio intenta ocultarse—. No te servirá esconderte detrás de ese chico que es más delgado que tú, ven aquí –No teniendo otra opción, Milo decide enfrentar a su hermano—. Me han llamado porque dicen que pusiste sal en la azucarera de la sala de profesores.

—Jajajajaja espera, ¿Y cómo saben que fui yo? –preguntó sorprendido y consternado.

—Fácil, nadie es tan idiota como para dejar su carnet escolar en la lacena de la sala de profesores al buscar la azucarera –cruzó los brazos—. No sólo eso, sino que me enteré de otras maldades que hiciste, como poner polvo azul en la piscina de natación.

—Bueno, mis compañeros querían hacer a Los pitufos como obra de teatro –se respaldó, pero a Kardia no le hizo gracia.

—De esta no te salva ni Jesucristo….

—Señor Onasis –El profesor Dómine sale de la dirección—. Por favor pase, tú también Milo.

—Oh, diablos, significa que estoy en serios problemas –musitó angustiado, le pasó su mochila y examen a Camus—. ¿Me las guardas mientras estoy dentro?

—¿Hm? Claro, ve tranquilo –comentó el pelirrojo.

 

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—¿Puedo saber que corno se te pasó por la cabeza al hacer algo tan estúpido? –preguntó Kardia algo enojado mientras caminaba por un lado al otro del salón del director.

—Este, bueno……

—Yo te diré que pasó, eres un idiota –criticó Kardia, Milo estaba sentado como un pichón mojado, solamente recibiendo las críticas de su hermano.

—Bueno, lo rescatable es que un docente se dio cuenta de la travesura antes que pasara algo peor, Milo –intentó poner paños fríos Dégel.

—¡Aun así! –siguió Kardia—. ¿A quién se le ocurre algo como eso? Realmente me decepcionas, Milo.

—……sabes qué Kardia, ¡Ya me tienes harto! –Milo se levantó de la silla—. Siempre diciéndome que todo está mal, que todo lo hago mal, ¡antes que te digan cualquier cosa de mí ya estás pensando que maté a alguien!

—¡Porque sólo me has dado rabias! —sentenció—. Desde que viniste a vivir con papá y conmigo todas son pálidas, te portabas mal en el colegio, hacías renegar a papá, rompías cosas ¿cómo crees que nos sentíamos nosotros?

—¡¿Nunca pensante en cómo me sentía yo?! ¡Había perdido a mis padres, por amor de dios!

—¡Yo también perdí a alguien importante en mi vida el mismo día que tú! –alzaban la voz cada vez más, tanto el director como Dégel se habían ido hacia atrás.

—¡PERO YO ME QUEDÉ SOLO!

—¡NUNCA ESTUVISTE SOLO! –sentenció con la voz grave—. Sólo te gusta hacer de victima aquí, el pobre huérfano que no tiene a nadie que lo complazca ¿verdad? Yo también la padecí. ¿Crees que fue fácil para mí? ¿Con diecisiete años, en plena adolescencia? ¡Me hice responsable de ti, cuando tenía que estar divirtiéndome con mis amigos!

—¿POR QUÉ NO LO DICES DE UNA PUTA VEZ? ¡ARRUINE TU VIDA, Y ME LO HACES NOTAR CADA VEZ QUE TIENES LA OPORTUNIDAD! –Probablemente por el frenesí del momento o tal vez algo más que lo impulsó, Kardia se acercó y le dio una bofetada a Milo, dándole vuelta la cara y dejándole la mejilla roja.

—Tu…..enano endemoniado –susurró apretando los dientes—. No tienes puta idea de todo lo que hicimos para que estés bien y lo único que haces es seguir con la misma actitud hipócrita de siempre……

 

                Para ese entonces, los ojos de Milo estaban llorosos y con desesperación buscó la salida mientras su hermano hablaba. La encontró sólo a un par de metros y sin medir palabra se retiró, dejando a Kardia hablando solo.
Escuchó los gritos de su hermano pero no se detuvo, corrió y corrió hasta que la escuela quedó a lo lejos. Mientras, Kardia salió tras él, pero se perdió en los pasillos, tal así que Dégel tuvo que ir a buscarlo y regresarlo al salón.

 

—Ya no puedo más –Kardia se sentó en la silla y cubrió su rostro para evitar llorar en público, pero era difícil, dado que las lágrimas resbalan por sus manos y se hacía notar. Dégel trae un poco de agua para que Kardia beba, pero este la rechaza.

—Señor Onasis –comentó el director—. Sé muy bien que debe ser difícil, siendo un hombre tan joven, tener que hacerse responsable de un adolescente…..

—No, no, usted no entiende –masculló con angustia en su voz y bajó las manos, mostrando su rostro completamente rojo—. Milo ha sido siempre así, siempre así, siempre dando problemas y problemas, es como si no se cansara de ello, sigue, cada vez apostando más fuerte y más.

—Lo sé, señor Onasis, he tenido el placer de tenerlo entre mis alumnos tres años seguidos y sé lo que es capaz de hacer el joven Milo…..pero también veo que se encuentra desbordado, y es normal, un hombre joven cuidando a un niño luego del duelo de su madre, con un padre que tiene un accidente de autos……—suspiró Sage y apoya su mano en la espalda—. Lo mejor es que inicie terapia.

—¿Qué? ¿Yo? ¿Terapia? –preguntó Kardia, consternado, como si le hubieran dicho que tenía esquizofrenia.

—Te hará bien, Kardi-….digo señor Onasis…—Dégel sonrió apenado hacia el director—. Creo que te ayudará también a poder lidiar con Milo y sus problemas.

—Es que….no entiendo –tiró su cabellera hacia atrás—. Le dimos todo, hicimos todo lo que pudimos, pero sigue portándose así, ahora se fue y no sé dónde estará, no sé si está en casa, en la calle, o no sé……estoy tan perdido.

—Milo no es un chico tonto, sabe cómo cuidarse –comentó el director—. Aun así, no deja de ser un menor bajo vigilancia de un adulto, por lo cual, yo le recomiendo que vaya a su casa, que lo llame y si no está en la casa ni contesta llamados, haga la denuncia policial pertinente.

—¿Milo ya se ha escapado otras veces? –cuestionó Dégel.

—Sí, cuando tenía diez años, pensé que era algo ceremonial porque yo también me escapaba de casa a esa edad e iba al parque con mis amigos……—bufó algo molesto—. Pero Milo está raro, es más, hace unos días estaba estudiando para ese examen de matemáticas, se fue con ese chiquillo pelirrojo de aquí.

—¿Camus? –preguntó Dégel sorprendido—. No sabía que ellos tenían relación, pero ahora que lo dices, afuera estaban los dos juntos.

—Sí, sí, hace unos días se quedó a estudiar en la casa de Camus y bueno……lo deje porque Camus se ve un chico inteligente, un empollón, entonces pensé que le podría pegar el bicho del estudio. Ahora que le dio este ataque de “no-sé-qué” ¿qué pasará con él?

—¿Quiere té? –preguntó Sage, Kardia afirmó con la cabeza—. Ahora vengo, joven Dómine, quédese aquí intentando bajar al señor Onasis.

—Sí, director –murmuró para luego dejar solos a ambos hombres—. Tranquilo…..

—No puedo estar tranquilo, ¿y si le pasa algo? ¿O si hace algo? Milo no es de esos chicos muy depresivos que hacen cosas raras, pero en un ataque de locura dios sabe que puede hacer.

—Hace un momento te pregunté si él solía escaparse. ¿Dónde iba o qué hacía? –preguntó, Kardia levantó la mirada e intentó recordar.

—Siempre iba a casa de Aioria a jugar a la play o mirar alguna cosa que le gustara en la tele, como a eso de las siete de la noche volvía, pero…….aaah……no sé, la muerte de mamá fue muy dolorosa para los dos……él la vivió peor que yo….

—¿Qué manifestaba?

—Bronca, lloraba todo el tiempo, mordía y pateaba a mi padre, también a mí, se orinaba en la cama y se clavaba la lapicera o el lápiz en los brazos, tenía marcas muy feas que yo le veía…..

—Marcas…..—susurró y alzó un poco su playera para ver las propias—. ¿Se quiso suicidar?

—¿Eh? ¿Suicidar? ¡No! Claro que no….. –Kardia miró fuertemente al docente, que aún continuaba mirando su brazo como buscando algo, el peliazul bajó la mirada y logró ver mejor las marcas—. ¿Tú sí?

—¿Eh? ¿De qué hablas? –preguntó sorprendido, angustiado y consternado, Kardia señaló el brazo e inmediatamente Dégel se vuelve a acomodar la ropa—. ¡Qué vergüenza….! –se sonrojó justamente de lo apenado que estaba.

—No tiene que darte vergüenza el pasado, allí está observándonos. Es como si a mí me diera vergüenza contar que robaba a la gente…..bueno, sí, me da vergüenza, pero era una época de vandalismo mío que quiero olvidar. Dégel, desde que te vi supe que no eras una persona común, llámalo corazonada o lo que mierda sea, pero…….no sé, algo no me permite pensar en ti como el docente de mi hermano.

—¿Hm? No entiendo a qué te refieres…..—giró su cabeza intentando perder contacto pero era imposible.

—Te entenderé si no quieres hablarlo, pues es tu historia, pero vi las marcas cuando estabas en el bar, no estaba tan ebrio como para no darme cuenta, son típicas marcas de una persona que se intenta quitar la vida….y por lo que veo no lo lograste –comentó con un suspiró—. Y me alegra que no lo hayas logrado.

—Es difícil…..—susurró cerrando los ojos y respirando lentamente—. No lo intenté muchas veces sino una –volteó a mirarlo—. Para mí fue suficiente para darme cuenta que quería seguir viviendo.

—¿Cuándo fue?

—Cuando tenía catorce años…..—se estiró un poco—. Una época difícil, no tenía muchos amigos….me cuesta hablar de esto, perdón.

—No, está bien, no necesitas decírmelo si no quieres, pero Dégel, si en algún momento estás perdido, no dudes en hablarme.

—Ja, tú tienes tus propios problemas.

—Lo sé, pero como dicen, es bueno compartir momentos con alguien quien también ha sufrido……

 

                Dégel le miró, pestañando varias veces y luego deja ver una pequeña sonrisa en sus labios.

 

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                Llegando a más o menos las 3 de la tarde, todos los alumnos se fueron del colegio. Camus aprovechó de ver a Kardia en los pasillos y le entregó las cosas de Milo, este aún estaba acongojado por todo lo que ocurrió. Caminó hacia su casa sin pensar en nada realmente, solo observaba a la gente ir de un lado al otro, entrar a lugares con calefacción y hablar con sus vecinos. 
Cuando estaba llegando a su casa, vio que en la puerta había alguien sentado, no lo reconoció a primera vista dado que estaba cubierto por una capucha, pero al notar los rizos dorados supo que era Milo quien estaba allí. Se acercó, el muchacho tiritaba del frio, seguramente llevaba mucho tiempo en la puerta, esperándolo, además que notó la mirada cansada y roja. Se acercó lo suficiente y se agachó.

 

—Milo ¿qué haces aquí? –el muchacho alzó la vista para ver a Camus—. Deberías estar en tu casa, tu hermano te está buscando.

—No quero ir a csa –murmuró, tragándose algunas letras. Camus notó que el muchacho estaba angustiado.

—Ven, pasa, toma algo caliente –el pelirrojo abrió la puerta y dejó entrar a Milo, quien inmediatamente se sacó el poco abrigo que tenía, ya que había calefacción—. ¿Quieres té? ¿Café?

—…….no sé….—murmuró y con el puño de su pulóver, se limpió los ojos—. Gracias….

—No tienes que agradecerme, es normal que te deje pasar, estas pálido como un fantasma –comentó y le señaló una silla—. Siéntate allí, te traeré un té…..

                Milo le hace caso y se sienta, mientras intenta reponerse del ataque de llanto que le había dado horas antes y que aún había rastros, se notaba en su mirada. Quedó allí un momento, reflexionando sobre lo ocurrido, cuando el joven volvió con las manos vacías.

—Se está calentando el agua —aclaró—. Ahora dime, ¿qué fue lo que pasó? Tu hermano me dijo que saliste corriendo de allí.

—Pelee con mi hermano…..—comentó, y miró hacia otro lado—. Hace años que no discutíamos así.

—¿Años? ¿Por qué?

—Soy un estorbo, en la vida de mi hermano y la de mi padrastro, soy un estorbo…..—se cubrió la cara—. No puedo más, no puedo, te juro que no puedo, estoy, tengo…..tengo tanta rabia….

—¿Rabia? –se acercó a él y posó una mano en el hombro del muchacho—. No tengas rabia Milo, es malo estar así, te dará bronquitis.

—¿Hm? –El joven le miró confundido—. ¿Dijiste bronquitis?

—Bueno, normalmente cuando yo estoy enojado me da bronquitis, mi psicóloga decía que era psicosomático.

—¿psico-qué?

—Psicosomático….—Camus sonrió—. No fuerces tanto la cabeza jajajaja.

—Jeje, lo siento….—masculló, suspira cansado—. Tengo frío.

—Encenderé más la estufa –comentó dispuesto a retirarse, pero Milo se levantó lo toma por la cintura y lo acerca a él, apoyando su nariz en el hombro del más joven—. ¿Hm?

—El calor humano es el mejor de todos….—susurró cerrando los ojos—. Lo siento, pero ¿me puedo quedar aquí esta noche?

—No lo sé, Milo, tu hermano debe estar muy preocupado por ti…..

—No me importa….

—Pero a mi si –respondió Camus seriamente—. No voy a ser cómplice de una huida tuya, así que o llamas a tu hermano y dices que estas aquí o lo haré yo…..—Milo se separó y suspiró.

—De acuerdo, de acuerdo, le mandaré un mensaje, aunque, ahora que lo pienso, no tengo el celular a mano, lo deje en mi mochila ¿dónde está? –preguntó mirando al pelirrojo.

—Cierto, le di todo a tu hermano, pero puedes usar mi teléfono si quieres –sacó de su bolsillo su teléfono celular. Milo lo toma y comienza a usarlo, tecleando mucho.

—¿En serio, Camus? ¿Todos de libros? Debes estar bromeando.

—¡¿Qué haces viendo mis fotos?! –le quitó el celular—. Sí, le saco fotos a los títulos de libros para luego conseguirlos en las tiendas online…..—abrió la sección de mensajes—. Ahora sí, concentrare y escríbele a tu hermano.

—De acuerdo –comenzó a teclear.

                En ese momento la puerta de la entrada se abre y tanto Milo como Camus observan como la mamá del pelirrojo entra acompañada de Brendan, el cual miraba el piso. Camus creyó que su hermanito se había metido en un problema, pero al ver una bolsa con ropa que traía su madre supo que no era así.

—¿Qué pasó? –preguntó Camus.

—Tu hermano se hizo pis en el jardín, tuve que ir a cambiarlo y me lo traje porque está muy nervioso…..y lloraba, parece que volvió para atrás —tanto el pelirrojo como el rubio se miraron entre ellos y luego al niño.

—¿Qué? Pero Brendan nunca tuvo problemas de hacerse pis, ni siquiera en la cama, y sabe usar la bacinica y pedir permiso para ir al baño…..—informó el hermano mayor. Brendan no dice nada y solamente se va cabizbajo a su cuarto—. ¿Qué pasó?

—Los docentes me dicen que hace un tiempo Bren está así, no habla con nadie, está muy nervioso, no hace las actividades, empuja a sus compañeros……—cruzó los brazos—. Me dijeron que él no era así cuando entró al jardín y que esto empezó al menos hace una semana, no quieren sentenciarlo por una semana difícil, pero de seguir así tendremos que llevarlo al psicólogo.

—Yo lo conocí hace más de una semana, se veía muy alegre y amigable, ahora parece otro nene –comentó Milo—. Es como si se lo hubieran cambiado.

—¿Por qué lo dices? –preguntó Camus.

—Sus ojos están algo tristes y asustado.

—Bueno, no ha dormido bien, tiene pesadillas desde hace dos o tres días, cada vez que duerme la siesta se levanta sudado y nervioso…..no sé qué le ocurre, tendré que consultar con el doctor de cabecera.

—Sí, es lo mejor, mamá.

—¿Quieren té? –preguntó a los niños.

—Está calentando el agua.

—Ok, les serviré cuando esté lista –se retiró, Milo terminó de mandar el mensaje a su hermano.

—Listo, gracias –suspiró y le entregó el celular—. Iré a jugar con Bren un rato ¿vienes?

—Sí, sí, vamos a jugar con él…..—Tanto Camus como Milo entraron al cuarto del más pequeño.

 

Continuará. 

 

Notas finales:

¡Hola gentita! Espero que les haya gustado, muchas gracias a todos sus hermosos comentarios, realmente me hacen muy feliz que les guste la historia. Sé que soy algo repetitiva con algunos conceptos, pero es algo que me es fácil de escribir, sino no lo haría. ¡Gracias por todo, nos vemos la próxima semana!


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