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El anillo por Jesica Black

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Capitulo 2

 

                

Dégel llegó a su casa a las 6 de la tarde como todos los días, luego de una larga jornada escolar. Abrigado hasta la médula, con un enorme tapado de terciopelo negro y una bufanda beige, botas de cuero negra, pantalón jean y guantes negros. Ingresó en el departamento y cerró la puerta. ¡Diablos! Si esto era el otoño ni siquiera podía pensar lo que les esperaba para el invierno. 
Se quitó lentamente toda la ropa y la colocó en el armario al lado de la puerta de entrada, allí usualmente colocaban los abrigos de invierno, botas y paraguas.

Una vez que se quedó con su playera manga larga y sus pantalones, caminó en medias por la casa, el calefactor ya estaba prendido ya  que su hermano mayor llevaba al menos toda la tarde en casa. Fregó sus manos y pasó por el living, se detuvo al ver una foto de ellos dos con su madre ya anciana, aun la extrañaba muchísimo, pero la enfermedad se la llevó antes que pudiera despedirse. 
Fue directamente a su habitación y abrió el armario, todo estaba ordenado por color. Colgados se encontraban las camisas, alguna que otra campera y las playeras manga larga. Abajo habían unas cajoneras, en total eran cuatro, dos a la derecha y dos a la izquierda. En la primera se encontraban las playeras manga corta para el verano, abajo los shorts o pantalones cortos. En las cajoneras de la izquierda estaba su ropa interior y abajo las medias. En el espacio que quedaba al lado de las cajoneras, se encontraban ordenados sus zapatos, y, por último, arriba de las cajoneras estaban los pijamas. Tomó uno de los de invierno y se lo colocó, dobló su ropa de calle y la guardó. Se puso las pantuflas celestes y se dirigió al living, donde esta vez se encontraba su hermano buscando algunas cosas.

 

—¿Has visto mis llaves? —preguntó el hombre de cabello castaño, algo bajito, y hermosos ojos café. Dégel suspiró.

—¿No están en el llavero?

—Ese fue el primer lugar donde me fije —suspiró y buscó en los cajones donde se encontraban las lámparas, al lado del sillón.

—Si hicieras como yo y los pusieras en los llaveros que están al lado de la puerta, seguramente sabrías donde están —comentó nuevamente, pero su hermano ni siquiera lo escuchó—. ¿Hoy tienes también que ir al hospital?

—Claro, soy un enfermero de tiempo completo con un salario de mierda, ¡ah, aquí está! —Encontró las llaves justo debajo de una almohada de sillón—. Diablos, debí haberlo dejado aquí el día que Zaphiri vino a dormir a casa.

—Sí, claro, “dormir” —comentó haciendo comillas en la palabra “dormir”, con sus dedos.

—Ya te dije, Zaphiri y yo somos buenos amigos, cuando íbamos a la universidad compartíamos cuarto……—suspiró recordando esa época—. Que tiempos.

—Y ahora, cuidas ancianos en el hospital.

—No cuido ancianos en el hospital, bueno…..sí cuido pero soy un enfermero. Ahora que terminé mi semana de vacaciones debo volver y obviamente mis compañeros no tenían mejor idea de ponerme en el turno de la noche.

—Jajajaja de acuerdo, diviértete —dijo con sorna Dégel y se sentó en el sillón dispuesto a ver algo en la televisión.

—Volveré mañana a la mañana……—y sin más el muchacho se fue.

Krest Dómine era el mayor de la familia. Tenía al menos diez años más que Dégel. Al igual que Dégel, había nacido en Francia y vivió mucho tiempo allí, su madre era griega, por lo que aprendió a hablar el idioma desde muy pequeño, lo cual le resultó muy fácil adaptarse a la cultura de un nuevo país. Antes que naciera Dégel, cuando este apenas estaba en la panza de su madre, su padre había tenido un desequilibrio mental y se suicidó, dejando a la familia devastada, desde ese entonces su madre hizo lo que fuera para que sus hijos no cayeran en la locura. Krest, al ser el más grande, comenzó a trabajar medio tiempo a muy temprana edad con el fin de ayudar a su madre, quien ponía todo el esfuerzo en ello. Todos se habían ido a vivir a Grecia cuando Dégel cumplió tres años, y se adaptaron bastante bien. Su madre se había vuelto a casar con un hombre más joven, quien la abandonó tiempo después.

Los padres de Krest y Dégel los habían tenido de muy grandes, dado a problemas de concepción, por lo tanto cuando Krest apenas era un joven a punto de salir del cascarón, su madre cae enferma. Fue bastante difícil para los Dómine todo lo que aconteció después, el mayor tuvo que hacerse cargo de todo mientras su madre desfallecía a cada instante en el hospital, aun así, era un roble, y no murió hasta que Dégel cumplió 18 y él ya estuviera graduado de enfermería y con empleo, ya que mientras estuviera con vida los dos hijos recibían una pensión.

Krest empezó a trabajar constantemente en el hospital, tanto que a veces no venía a dormir, pero le servía para pagar el profesorado de literatura de Dégel. Su hermano era muy inteligente y consiguió trabajo apenas salió al mundo laboral, ahora ambos mantenían la casa de su infancia, trabajaban duro, pero apenas tenían tiempo para el amor.

Krest entró al hospital y saludó a sus compañeros. Luego fue a cambiarse para ponerse el ambo color azul y empezó a caminar por los pasillos. Pasó por el cuarto 101, 102 y 103, parecía que todos dormían muy plácidamente, pero al acercarse al 105 sólo escuchaba unos ruidos que parecían la de las camas eléctricas. Entró al cuarto y vio a un hombre de cuarenta y siete años, cabello rubio con algún que otro mechón blanquecino, su cuerpo era escultural y tenía uno que otro tatuaje que se podía ver debajo de aquella bata que le daban a los enfermos. El hombre golpeaba fuertemente el control remoto contra la pequeña mesa donde solían servirle el almuerzo, pero parecía que este no funcionaba bien. Krest sonrió y se acercó amablemente.

—Señor, ¿desea que apague la televisión? —preguntó al entrar, el hombre levantó la vista y asintió. Krest estira su mano hacia el botón de apagado—. Ya está, ahora puede irse a dormir.

—Gracias, no te había visto antes por aquí, creo que conozco a todos los enfermeros de este hospital —comentó el hombre, Krest caminó hacia la cama y sacó la carpeta que se encontraba allí.

—Mucho gusto señor Onasis, mi nombre es Krest Dómine, es un placer —miró por arriba los papeles que habían ahí y los dejó en su lugar—. Veo que tiene un gran problema de caderas.

—Tuve un accidente hace unos días, recién hoy me encuentro compensado —susurró—. Y no me digas Onasis, suena tan formal, me llamo Aeneas (*).

—Disculpe…..—susurró, se fue acercando y colocó la mano en la frente—. No tiene fiebre, y su pulso parece estar bien, ¿cómo se encuentra?

—Aun duele un poco, sobre todo cuando duermo. ¿Cree que mi cadera haya sanado?

—Bueno, usted sabe que el coxis es un hueso bastante complicado, hay que tener mucho cuidado, pero por lo que leí, mañana le harán otra radiografía para ver como se encuentra ese hueso, lo más probable es que le den el alta, pero seguirá en silla de ruedas —se apartó lentamente de él.

—¿Cómo me dijiste que te llamabas? —preguntó.

—Krest, Krest Dómine.

—¿Qué significa….Krest? —preguntó entusiasmado. El joven lo pensó un poco.

—Creo que significa “cruz” en francés…..bueno, peor mi hermano, le pusieron “Dégel”, que significa “deshielo” en francés.

—¿Francés? ¿Eres de Francia?

—Nací en Marsella, pero a los cuatro años me mudé a Paris, mi madre tenía más oportunidades de trabajo en Paris.

—¿Qué era su madre….? Digo, si me permite preguntar —cuestionó sorprendido.

—Era artista, mi madre pintaba. En Paris se alaba el arte y la cultura, usted sabe, es el lugar de la creatividad misma, la ciudad del amor. Desearía volver una vez más antes de morir.

—Creo que lo hará…..estoy seguro —susurró y se acomodó suavemente en la colcha, aun le dolía bastante—. Agh.

—¿Quiere algún sedante? Podrá dormir mejor.

—Gracias……—suspiró cuando vio que el joven sacó una jeringa con sedante de sus bolsillos y la inyectó en la bolsa de solución—. Yo no soy de aquí tampoco, bueno, sí soy Griego, pero no soy de Atenas, nací en “El Pireo”, no está tan lejos de aquí.

—Oh, es un lugar hermoso, según me han dicho.

—Tiene una gran vista al mar mediterráneo. Solía ir con mi padre allí y me quedaba horas observando el mar. Mi padre era pescador y mi madre ama de casa.

—¿Los va a visitar de vez en cuando? —preguntó, Aeneas sonríe.

—Visito su tumba una vez al año……—Krest queda mudo.

—Lo siento….yo no sabía.

—No te preocupes, con mi edad, es poco probable que mis padres estén vivos o al menos bien de salud, sobre todo cuando el trabajo de mi padre era tan peligroso. A veces cuando se iba a pescar, no sabíamos si volvería o no. Gracias al cielo tuvo una muerte tranquila, se pudo despedir de todos nosotros y mamá murió unos meses después, supongo que de amor —murmuró con sus ojos brillantes.

—Me gustaría morir de amor algún día. Digo, no es que quiera morir, pero suena tan romántico.

—Se nota que eres francés…..—sonrió y sintió como el relajante comenzaba a surtir efecto.

—Mi madre también falleció, pero se fue muy rápido……casi ni lo notamos, la luchó terriblemente….nosotros ya vivíamos aquí, ella es Griega.

—Oh, de Grecia, gran mujer seguramente —comentó con una sonrisa.

—Una gran mujer, se casó dos veces, y ¿usted? ¿Cómo terminó en Atenas?

—Oh, sí, olvidé eso. Vine a estudiar aquí, en “El Pireo” sólo hay barcos pesqueros y pescadores, prácticamente no había donde nutrirse de cultura. Mis papás pagaron mi carrera de abogacia en la universidad y fui allí, luego me casé con quien fue mi esposa varios años, y tuve a mi hijo, cuando me quise dar cuenta ya me fue imposible volver, aun así, pasaba las vacaciones de verano con mi hijo y mis padres —susurró con voz nula mientras cerraba suavemente los ojos.

—Debió ser un bello tiempo, señor Aeneas….—comentó, pero ya el hombre rubio se había quedado dormido—. Dulces sueños.

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—¿Qué? —Preguntó sorprendido Milo mientras caminaban las dos cuadras que separaba la parada de autobús con la casa, luego de haber pasado el resto de la tarde en el restaurante hasta que su hermano salió, recién tenían tiempo para ponerse a conversar—. ¿Dices que mi profesor te llamó para decirte que soy bueno en Literatura?

—Sí, yo también me sorprendí —se abrió un poco más y comenzó a hurgar en sus bolsillos, buscando la llave de la casa.

—Con razón Verseau estaba rojo de la rabia —sonrió para sus adentros, aunque se podía ver que disfrutaba aquello.

—¿Hablas del empollón pelirrojo? —preguntó, Milo asintió—. ¿Quién es?

—Es un nerd de la época pre-histórica. Fui con él al jardín de niños aunque nunca tuvimos una relación cercana, solía tirarle del cabello jejeje, el siempre estaba detrás de los libros mientras yo hacía amigos, jugaba y socializaba. Siempre era el niño diez en todo, no había nada que no pudiera hacer, bueno, excepto educación física, era pésimo en eso.

—¿En serio? Bueno, es bastante delgadito.

—Recuerdo cuando en primaria teníamos que hacer grupos para jugar futbol, lo eligieron a lo último y lo tuvieron en la banca dos horas, aunque creo que lo querían usar de pelota, jajajajaja pobre cerebrito.

—¿No tiene amigos?

—¿Aparte de los maestros que adulan? No.

—Que jodido….—suben los escalones y Kardia usa la llave para abrir la puerta—. Vamos, entra, me estoy cagando de frío…..—Milo ingresó rápidamente y Kardia lo hace detrás de él. Ambos se quitan la ropa y se van a sus cuartos a ponerse más cómodos—. Ahora sí hijo de mil puta, no me vas a cagar de nuevo….

—¿Estás hablando con tu despertador? —Preguntó Milo acercándose al cuarto de su hermano y viéndolo poner en hora la alarma—. Usa el celular.

—No soy bueno poniendo alarma en el celular ¿no recuerdas esa vez que puse 7 alarmas seguirás?, creo que hasta los de arriba me escucharon. Al final el teléfono terminó en la pecera.

—Que seas estúpido no quiere decir que las alarmas sean tan complicadas de poner. Yo te lo configuro. ¿A qué hora lo quieres? —tomó el celular de su hermano que estaba encima de la mesita de luz.

—A las seis.

—De acuerdo —teclea dos o tres cosas y le puso la alarma—. Por cierto ¿qué vamos a comer?

—Traje las sobras del restaurante, está en la mochila, ponlo a calentar en el microondas.

—Diablos Kardia, a este paso rodaremos…..tus amigos cocinan con mucha grasa, no sé como aun viven los clientes —caminó hacia la mochila para sacar los paquetes.

—Mira nada más la señorita que come sano, ya deja de llorar como nena. Ah cierto, mañana sale del hospital papá, así que tienes que ir a buscarlo.

—¿Yo? Pero yo no puedo, tengo práctica.

—Me vale verga, tienes que ir….

—No es mi padre.

—¡Te adoptó! Ahora ponte una alarma que te haga recordar que tienes que pasar por el viejo.

—¡Bien! —Gritó y sacó su celular del bolsillo para poner la alarma—. ¿El viejo no puede pedir un taxi?

—¡Tuvo un puto accidente! Yo iría por él pero si sigo saliéndome del trabajo me tendrán que operar del zapato de Lugonis en el culo de la patada que me dará el pelirrojo ese…..—se levantó dejando su celular en la mesa de luz y caminó con su hermano a la cocina—. Bien, calienta esa mierda, iré a bañarme.

—Sí, sí…..

Al rato, cuando ambos se bañaron, cenaron juntos y se fueron a dormir. Milo intentó hacer su tarea pero se aburrió a la mitad y terminó quedándose dormido encima de sus apuntes, a la media noche se levantó y se fue a su cama, como todos los días.
Se despertó a eso de las siete de la mañana, su hermano ya se había ido y se preparó el desayuno rápidamente. Como la escuela quedaba cerca, tomó su bicicleta y se dispuso a ir con ella. En mitad de camino se encontró con algunos compañeros, a quien saludó amablemente, pero continuó su rumbo hasta llegar. Esta vez no era tarde, por lo que dejó su bici enganchada adelante y camino hacia su aula donde tendría la primera hora con matemáticas.

—Oye gato lanudo, ¿hace cuanto que no te peinas? —preguntó Milo cuando vio a Aioria intentando acomodar su cabello.

—No es mi culpa, es la humedad, por cierto ¿qué sucedió? Es muy temprano para ti ¿te caíste de la cama?

—Bueno, a veces me despierto temprano ¿sabes? —comentó y desacomodó el cabello a Aioria.

—¡Aaaah! Oye, ¿sabes cuánto tardé en hacerme ese peinado?

—Seguro no mucho…… ¡Hola Valen, Zai! —saludó a dos chicos que venían—. Perdón, perdón, DeathMask y Afrodita.

—Tú nos pusiste esos estúpidos apodos en primaria —comentó Afrodita bastante molesto y cruzó los brazos—. Por cierto, ¿qué haces despierto a esta hora?

—Sí, usualmente no sueles llegar hasta la tercer hora.

—Bueno, sí, quise daros una sorpresa —habló con elegancia y luego que llegaran Shaka y Mu, los seis se pusieron en camino hacia el salón.

—¿Supieron lo que pasó ayer? —Comenzó Afrodita el chisme—. Parece que el director Sage va a ceder a nuestro capricho de tener una competencia intercolegial aquí.

—Al fin, ese viejo es más duro que el cadáver de mi abuelo —gruñó DeathMask.

—Por eso te llamo DeathMask, Valen —dijo Milo y le dio dos palmadas en la espalda, sonriendo, cuando levantó su mirada vio a Camus caminar hacia el mismo salón donde iban a entrar ellos, con al menos tres libros encima—. No sabía que podías cargar tres libros a la vez.

—Deja de molestarme, Onasis —entró al aula sin siquiera mirarlo.

—Sólo es una broma, que amargado.

—¡Chicos, entren, entren! —el profesor de matemáticas aplaudió para que los chicos que estaban afuera se espabilaran y entraran—. Bien chicos, espero que hayan estado practicando en casa ecuaciones diferenciales porque ¡examen sorpresa! —saca de su portafolios varias fotocopias.

—¿Eh? Pero profesor Cacris —se quejó Milo.

—Le dije que estudiaran chicos —comentó Hakurei Cacris, el profesor de matemáticas más diabólico de todo el mundo.

A pesar que se quejaron, se re contra quejaron y se volvieron a quejar, Hakurei entregó los exámenes igual y los chicos tuvieron que hacerlo. Milo estaba nervioso y miraba a los de alrededor. ¿Qué demonios estaban escribiendo sus compañeros? ¿Cómo podían escribir? Es decir, el miraba los números, las letras y no entendía nada. Luego de dos horas, el docente dio por terminada la clase y recogió todos los exámenes que estarían corregidos durante la tarde. Algunos, que entregaron al principio, ya estaban corregidos, pero otros aun no.

—Vaya, que difícil era el examen de ese viejo —susurró Aioria rascándose la cabeza.

—No era tan difícil, a lo sumo saqué un ocho —habló Shaka, Mu también afirma.

—¿Qué? Yo estoy dudando si escribí bien mi nombre —argumentó Milo colocándose sus dos manos en la cabeza.

—Acuérdate que te dan un punto por el nombre bien escrito —comentó DeathMask con una sonrisa poniendo aun más nervioso a Milo.

—Ejem…..—los seis muchachos giraron para ver a cierto pelirrojo pasar con su nota en alto, un muy bien merecido diez, para luego soltarlo cerca de Milo apropósito, haciendo que este lo tome—. Oh, lo siento, es mío —le quitó el examen—. Pero velo de buena forma, Onasis, será lo más cerca que estarás de un diez en matemáticas.

—Eres…un……—apretó los puños, sus compañeros seguían observando a Camus, ¿qué necesidad de ser tan cruel con Milo?

—Mientras piensas en un insulto, iré a mi siguiente clase, nos vemos cuando se te ocurra algo ¿te parece diez años? Jajajaja….—río bajito y se retiró.

—Es la maldad pura….—comentó DeathMask—. ¿Por qué es así?

—No lo sé, tal vez porque nunca en su vida ha tenido amigos aaagh —bufó, molesto—. Ya sé que no soy bueno en matemáticas, pero odio que me lo recuerde.

—Debes ponerle más empeño, cariño —susurró Afrodita acercándose y abrazándolo por los hombros—. No pones la suficiente atención.

—Sí, ni tampoco sumas números simples…..—comentó Aioria.

—¡Yo que iba a saber que ahora en las matemáticas se sumaban letras! —bramó algo irritado, sus cinco amigos negaron frustrados.

No pasó mucho tiempo hasta que recibieron sus notas, prácticamente todos habían desaprobado en el aula, excepto Camus con su brillante diez, Mu y Shaka que tenían un ocho y Shura con un precioso siete, pero el resto tenía menos de seis puntos, lo que los hacía acreedores a un desaprobado, pero sobre todo Milo, quien estuvo a punto de sacar -1 en su examen. Al menos había escrito bien el nombre. 
El timbre sonó y era hora de irse, Milo observó el celular y se dio cuenta que ya casi era la hora donde su “padre” saldría del hospital y tendría que ir a buscarlo. Cuando estaba por ir a buscar su bicicleta para retirarse, una voz lo llamó.

—¡Milo, espera! —el susodicho se dio la vuelta para ver a su docente, el profesor Dégel Dómine—. Milo, ¿tienes un minuto?

—Hm….—observó el reloj—. Sí, bueno, debo ir a buscar a mi padre, pero sí.

—Sólo te tomará un segundo, ven al aula —le señaló el aula 503 donde se dictaba clases de literatura. Milo ingresó y dentro ya se encontraba Camus, quien al verlo frunció el ceño—. Escucha, como tú sabes soy el coordinador del taller de libros, y Camus ha estado haciendo el trabajo él solo. No tengo ninguna queja con respecto a ello, pero creo que necesita ayuda y tú Milo, eres un excelente alumno en literatura.

—Jajajaja gracias…creo.

—Tal vez si te nutres más en el arte escrita podrás ser un excelente escritor. Por eso quiero que hagas ese trabajo con él —comenta Dégel, aunque Camus no parecía muy de acuerdo con la decisión del docente.

—Gracias profesor Dómine.

—Bueno Milo, ahora si te dejo, debo ir a comprar algunas cosas y estoy yendo tarde. Pueden ponerse de acuerdo como lo harán el taller, libre albedrio —comentó el adulto y se retiró moviendo sus manos.

Camus y Milo se quedaban solos. No era como si fueran enemigos, más bien, apenas habían hablado en los más de diez años que compartieron aula. Pero que eran diferentes lo eran. Camus Verseau era un brillante alumno, con diez en todo, no era muy amable sino reacio a la interacción social, pero aun así siempre que necesitabas ayuda, él estaría dispuesto a darte una mano, incluso a Milo.
Milo en cambio, era muy sociable, pero malo en casi todo, por lo cual cuando necesitabas una tarea, no ibas a tocar esa puerta, aunque el rubio tenía muchas cosas positivas. Es apuesto y muy bueno en los deportes, además de buen amigo. Prácticamente eran el agua y el aceite.

—Bueno, tengo que irme, lo dejo todo en tus manos —comentó Milo intentando huir, pero Camus no lo dejaría.

—Escuche que el profesor Dómine dijo “haremos” un taller juntos, que viene de más de uno, tú y yo, no yo solo, los dos ¡ambos!

—Sí, sí, entendí el concepto —bufó—. Pero debo irme ahora, mi padre está saliendo del hospital porque tuvo un accidente y mi estúpido hermano me pidió que lo recogiera.

—De acuerdo, te llamaré en la noche entonces y nos pondremos de acuerdo —caminó hacia la puerta.

—Espera ¿cómo sabes mi número?

—La lista escolar —señala una lista pegada en la pared—. Todos tenemos una en el cuaderno de comunicados, y en ella también está tu número de teléfono.

—Mierda, ya casi lo había olvidado.

—Nos vemos mañana…..—suspiró y se fue. Milo le miró retirarse unos minutos y de nuevo cayó en cuenta que tenía que ir por su padre, por lo cual se apuró y quiso tomar la bicicleta que había dejado enganchada en la parte de adelante, aunque cuando llegó no estaba.

—Diablos…..

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Kardia estaba casi terminando su turno mientras había salido a fumar al patio de atrás del restaurante. Manigoldo estaba limpiando la cocina para los del turno de la noche y que Dokoh afilaba nuevamente los cuchillos —actividad que últimamente parecía gustarle—.

Una vez acabado el cigarro entró y se metió un chicle de menta en la boca, miró el reloj, ya era casi la hora de su salida, por lo que comenzó a sacarse el delantal blanco que tenía. Albafica estaba bastante aburrido dibujando en su cuaderno de notas y las calles se encontraban desérticas. El frío azotaba a Grecia como nunca antes. Prácticamente se estaban quedando dormidos cuando un cliente entró. Albafica golpeó la mesada que unía la barra donde estaba él de la cocina. Manigoldo giró la cabeza.

—Vino un cliente.

—¿Quieres que haga una fiesta? —preguntó Manigoldo con una sonrisa.

—No, imbécil, necesito a alguien adelante, Shion y Sísifo ya se fueron, y los meseros del turno noche aun no llegan. ¿Por favor? —susurró amablemente.

Kardia, quien ya se había sacado el delantal, bufó, dado que le tocaba a él. Tomó otro delantal, el de Sisifo, y se lo colocó en la cintura. Se sacó la bandana y ató su cabello con un elástico. Luego fue  por un menú y se dirigió a la mesa casi sin ver.

—Bienvenido —susurró y miró al cliente a la cara, grata fue su sorpresa al encontrarse con el profesor de su hermano—. ¿Usted es Dégel Dómine?

—Hm, sí, soy yo…..—sonrió.

—Vaya, que sorpresa. ¿Suele venir por aquí? Bueno, normalmente yo a esta hora ya no estoy.

—No, usualmente no, lo que ocurre es que fui a comprar unos libros a la librería y….bueno como mi hermano no está en la casa, decidí tomarme un café caliente y no cenar —Kardia le extiende el menú.

—Ya veo, bueno, siéntase a gusto de pedir lo que sea….—comentó Kardia, el muchacho sonrió y abre la carta para ver lo que había.

—¿Aún sigue abierta la cafetería?

—Claro, claro, pida sin culpa….—sacó de los bolsillos delanteros del delantal, una lapicera y un block de hojas pequeñas.

—Creo que tomaré el café late sin azúcar por favor —comentó señalándolo en la carta.

—Le recomiendo que lo acompañe con un pie de manzana, yo personalmente los hago —explicó Kardia y con la lapicera señaló el precio de dicho pastel.

—¿Eres cocinero?

—Sí, trabajo aquí como cocinero de lunes a viernes de 8 a 18, los sábados de 11 a 22……—dijo acertadamente, Dégel pensó entonces—. Ahora estoy cubriendo a unos compañeros que salieron antes.

—Oh, entonces está bien, pediré la porción de pie de manzana y un café late sin azúcar.

—Perfecto, su orden estará aquí enseguida —aclaró y se fue hacia la barra, chocándose con unas sillas en el camino. Albafica y Manigoldo comenzaron a reírse de él, mientras que Dokoh solamente negaba con la cabeza—. Ya dejen de reírse….un café latte sin azúcar y un trozo de mi pie de manzana.

—Vaya, Kardia, te veías como un completo imbécil allá en la mesa……—dijo entre risas, Kardia no se lo tomó muy bien.

—Ya italianete, métete en tus asuntos.

—¿Lo conoces? —preguntó Albafica.

—Es uno de los profesores de Milo ¿te acuerdas que el otro día me llamaron de la escuela porque un docente quería hablar conmigo? —les recordó a sus compañeros.

—Oh, sí, lo recuerdo, pensaste que había matado a uno —comentó Manigoldo.

—Sí, bueno, ese profesor que quería hablarme es ese chico de allá. Me dijo que Milo tenía un don o algo por el estilo.

—¿Un ron? —cuestionó Manigoldo.

—¡Eso mismo dije yo! Pero no, es un don…..ya sabes, para la literatura.

—Oh ya veo…..—susurró Albafica y mira al joven que había abierto uno de sus libros y lo miraba con fascinación—. No parece un chico que tenga muchas amistades.

—No, bueno…..supongo que es un matapasiones que sea profesor de literatura —Dokoh se acerca y le deja el café y el pastel.

—Gracias Dokoh.

—Oye, Kardia —Manigoldo lo llamó—. Trata de no llevarte más inmobiliario por delante ¿quieres? —comenzó a reírse.

—Ja, que gracioso.

Kardia inmediatamente tomó el café y el pastel para llevarlo a la mesa de Dégel. Tuvo extremo cuidado, sobre todo porque había muchos libros importantes encima de la mesa. El profesor le agradeció con un gesto de cabeza casi sin levantarla, porque estaba muy sumergido en la lectura, tal así que no se dio cuenta que Kardia aún continuaba al lado suyo, mirándolo intensamente.

—¿Es entretenido? —preguntó el hombre, Dégel se asustó un poco y tembló, luego le miró para sonreírle, a Kardia le pareció bastante raro la reacción de temblor en el cuerpo del profesor con solo hablarle, pero la pasó por alto.

—Lo siento, estaba tan absorbido en esto.

—No, está bien, mi deber era solo traerle la comida e irme, pero se ve tan…..diferente cuando está mirando un libro —comentó sin filtro, Dokoh, Manigoldo y Albafica lo miraban expectante.

—Oh, sí. Cuando era muy pequeño, mi madre me hacía leer bastante, no teníamos muchos libros a decir verdad, pero todos los meses me alcanzaba para comprar un libro. Yo cortaba el pasto a los vecinos y hacía limpieza, me daban un par de monedas y las juntaba para comprar uno….—cerró el libro y mira a Kardia—. Desde ese día, todos los meses o cada tanto compro un libro, pero debido a mi trabajo no puedo pasar por la librería una vez al mes, por lo que hoy compré tres.

—Ya veo, se ven interesantes —comentó mirando los títulos.

—Lo son. En realidad me gustan las novelas, hay muchos novelistas y poetas interesantes, pero particularmente me gustaba este libro —señaló uno en particular—. Está escrito por un francés, lo conseguí en el idioma original.

—Oh, ¿eres francés? —preguntó estúpidamente, Dégel asistió.

—Mi nombre y apellido son franceses, creí que era obvio.

—Lo siento, no soy muy listo —se rascó la cabeza y se sentó, ignorando la mirada de sus compañeros—. Apenas he leído lo que necesito leer para pasar las clases.

—¿La Iliada? ¿La odisea?

—Los poemas Homéricos —comentó—. También leía uno que otro libro de Lorca, pero este jamás lo había escuchado nombrar o puede que lo haya escuchado y no lo recuerdo —toma el libro que estaba hojeando Dégel—. “El hombre rebelde” por Albert Camus. Camus….me suena.

—Jajajaja es porque uno de mis alumnos se llama así. Parece que sus padres son fans de la literatura francesa y decidieron nombrar a su hijo como el escritor.

—Ja, justamente “el hombre rebelde” —dejó el libro a un lado para mirar el otro—. “Matar un ruiseñor” ¿en serio? ¿Un libro sobre asesinar pájaros?

—Jajajajajaja, eres realmente divertido Kardia, si te hubiera conocido en mis años difíciles como estudiante, te hubiera golpeado con el libro por esa frase. No, en realidad el libro no trata sobre matar pájaros, es solamente una metáfora.

—¿Metáfora?

—Sí, matar a un ruiseñor trata sobre las injusticias raciales, el trato a la gente diferente, las clases sociales, es un libro épico y muy profundo —tomó el libro y lo llevó a su pecho—. Fue uno de los primeros libros que leí, pero como te dije, todos estos libros están en su idioma original.

—Sí, bueno, suena profundo el titulo —se rasca la cabeza—. Yo no lo entendía. Entonces debo pensar —tomó el tercero—. Que este libro, “Las uvas de la ira” no tratan de un racimo de uvas violento ¿no es cierto?

—Jajajajajaja……—se cubrió la boca.

—¿Dije algo estúpido, verdad?

—Jajaja no, no….está bien…..está bien, me has hecho pasar un buen rato —tomó un poco del café—. Hmm, está delicioso, gracias.

—¡Oye, Kardia! Ya se acabó tu turno…..—Manigoldo señala el reloj, cosa que hace a Kardia bufar de la molestia.

—Oh, es verdad, debo irme. Mi padre acaba de salir del hospital, Milo lo fue a buscar.

—Con razón —susurró pensante, Kardia no le hizo demasiado problema a ello y saludando al docente se retiró.

—Idiota, estaba hablando allí.

—Lo sé Kardia, pero tienes que volver a tu casa, recuerda que tienes a tu papá mal y a tu hermano solo —comentó Manigoldo con una sonrisa.

—Bueno, gracias por nada —susurró y se fue a cambiar, momentos más tarde había abandonado el local dejando a Dégel comiendo su delicioso pie de manzana.

 

Continuará.

(*) No lo había puesto antes pero Aeneas es un personaje que cree hace muchísimo tiempo, en su momento, muchos escritores amigos míos lo usaron como padre de Milo y Kardia, era una forma (en ese tiempo) de graficar al santo de escorpio de la época de Krest. Aeneas significa: merecedor de alabanzas y es de origen griego.

Notas finales:

Gracias a todos los que leen. Acepto críticas constructivas hacia el fic de cualquier índole, excepto criticas hacia mi persona (que me ha pasado). Gracias por leer, gentita, buen fin de semana.


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