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Flesh. por grupo tamashii

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen, son obras del gran Furudate. 

Es simplemente un corte, digamos, salvaje.

El partido contra Karasuno desequilibró todo. Mis compañeros se han estado arrepintiendo de cada detalle de sus malditas vidas desde entonces, y una parte de ese oscuro y pesado resentimiento se ha apegado a mí como un chicle a una suela de zapato caro.

La música de fondo me ha estado taladrando los tímpanos, volviendome loco lentamente, desde hace un rato.

El bar, ese impuro lugar de mala muerte, es mi escape del mundo desde hace años.

El alcohol logra desinhibir a las personas lo suficiente como para que olviden sus problemas. Por eso no me importa que me cobren más gracias a esa estúpida norma de “no venta a menores”.

La primer cerveza tarda su tiempo en desaparecer del vaso. Cuesta tragarla. Es demasiado amarga.

Sólo necesito unas más, las suficientes para dejar de pensar en mis estúpidos problemas y ahogarme en cualquier cuartito de hotel con algún desconocido.

No es un gran camino. No llega a ningún sitio: no consigo escapar realmente. No me engaño.

“Este no es el camino a mi corazón, ni a mi cabeza o mi cerebro.

Esto es sólo mi manera de desencadenar los sentimientos en el fondo de mí”

La voz del bastardo de Simon Curtis, demasiado fingida, rozando lo vulgar, lo pornográfico, llega a mí y me desquicia más de lo que realmente desearía.

Es la letra. La jodida letra. Es el reflejo de lo que sucede en este momento.

—Alguien debería meterle una patada en el trasero a este desgraciado —digo. Más al aire que a cualquiera de los pobres diablos que se hunden más y más en sus conflictos con cada trago que dan a sus copas.

—Le patearía otras cosas al hijo de puta.

Quien responde es el chico que está sentado en la silla más cercana a mí, del lado izquierdo. Tiene pinta de ser un pandillero, de tener mal carácter, de ser duro. Una extraña combinación mezclada en sus ojos oscuros, su cabello rubio teñido y su ceño fruncido.

—Haríamos un gran equipo: “El Club de los Pateadores de Otras Cosas”.

Él gruñe en respuesta. Y algo me dice que debo alejarme, que nada bueno saldría de liarme con ese tipo.

—Dejan entrar a cualquiera en estos bares, siquiera prohíben la entrada a menores.

Busco joderlo. El chico aprieta la mandíbula. Está sacado.

El alcohol nubla la cabeza. Y Simon Curtis dice a gritos “Podemos ponernos un poco locos solo por diversión”.

—Dime, mocoso de Josai, ¿qué haces fuera de la cama a estas horas?

La respuesta es la que esperaba. No trates de mantenerlo, solo dejalo ir”, susurran los parlantes, y los puños gamberros de Kyoutani Kentarou, el Perro Loco de Aoba Josai, impactan contra mi nariz, y el dolor es tal, que la poca nubosidad que produjeron las tres cervezas se disipa tan rápido que apenas puedo notarlo, y la adrenalina y la dopamina (o qué carajos sé yo) comienzan a correr por mis venas. ¿Quién necesita alcohol para olvidar?

Un golpe, dos o tres, y un guardia de seguridad está sacándonos a la fuerza, y el mal nacido sigue golpeándome como si su vida dependiera de ello.

“Átame y domíname hasta que termines, hasta que termine”, susurra Simon. Y golpe a golpe, ambos terminamos en algún parque completamente sucios, llenos de sangre y con los nudillos rotos, exhalando aire caliente y escupiendo saliva roja, cansados, y extasiados.

—Mierda —dice. Me mira asqueado y cuando se levanta, extiende su mano y sonríe. Y la voz bizarra de Simon susurra en mi cabeza desvistete, prueba la carne”.

Su casa, la mía. ¿Qué importa?

Creo que pensamos lo mismo o que la maldita canción está en el aire, llenando nuestras cabezas con la misma idea.

Un hotel viejo y destartalado es lo más cercano y en los pasillos, sus dientes se clavan en mi piel una y otra vez. Cuando me besa, el sabor metálico de la sangre llena mi boca y su lengua juega con mi piercing hasta que el aire falta.

Por una vez dejo que me dominen, a él le gusta el juego.

“Duro, duro, duro”. Tira de mi cabello rubio mientras penetra, presiona sus dedos sobre mi garganta, y cuando me mira, sus ojos piden que ruegue, piden que le suplique por más.

“Pidelo, Terushima, hazlo”.

Cuando la mañana llega, y el olor rancio de las sábanas me despierta, logro entender a Simon Curtis cuando escribió Flesh y pensó en esa asquerosa fraseprueba la carne”.

Notas finales:

¡Espero que les haya gustado!

¿Dudas, sugerencias, recomendación de canción?

Cass!


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