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Lolita por hellblau

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Su economía en el último trimestre del año no fue demasiado buena. Su estúpido hermano mayor había disfrutado haciéndole sufrir durante los últimos meses.

 

No, pequeño hermanito, no te enviaré más dinero. Recuerda, el reto consta en que tú mismo solventarías tus gastos. Eso te pasa por tener más grande la boca que el cerebro.

 

Y claro, Uchiha Sasuke no se daba el lujo de perder ante nadie, ni siquiera ante su propia sangre. Aunque justo ahora su barriga resonará por toda la habitación. Hace días que no se alimentaba bien, solo un mísero pan y leche. Lo último que quedaba de la cena de hace tres días lo devoró con ganas esa mañana.

 

Tenía que conseguir empleo, y con urgencia. Sin embargo, lo único realmente malo era que él nunca antes había trabajado, maldecía su mala suerte, o más bien, su poca iniciativa para poder obtener las cosas por sí mismo. Quien iba a decir que un mero capricho y va a desencadenar todo esto.

 

 

 

 

 

 

-          Anímate Uchiha, nada es imposible para ustedes – Suigetsu meneo la cuchara dentro de su taza de café. Sasuke lo miró con cara de circunstancias.

-          Hozuki, te estoy diciendo que NO tengo experiencia laboral. Como pretendes que alguien con dos dedos de frente me contrate si no sé hacer nada – masajeó el puente de su nariz. Sabía que era mala idea pedirle consejo al tonto de Suigetsu, como sus padres lo mantenían, no le preocupaban menudencias.

-          Pues yo si conozco a una persona que podría contratarte aunque no sepas hacer nada – mencionó apático. Sorbió su café ruidosamente para disgusto del azabache. Pronto, aquello que dijo captó su atención.

-          ¿En serio? – preguntó sorprendido. Suigetsu se sintió importante, Sasuke lo trataba con displicencia cuando platicaban y ahora parecía dispuesto a tomarle la palabra.

-          Sí, es un buen trabajo, se gana bien y el horario no es problema.

Sasuke notó la duda en las facciones del de cabellos platinados.

-          Hay un pero, ¿cierto?

-          Eh…

 

 

 

 

 

 

 

-          Ni de carajo lo hago.

-          Anda Uchiha, necesitas la plata. O dime, ¿Dónde conseguirás tantos privilegios que este trabajo ofrece? – se cruzó de brazos.

 

Ambos chicos estaban frente a un maid café, ese lugar donde las chicas se vestían como sirvientas y lucían vestidos tan opulentos como estúpidos, muchos chicos que se paseaban las miraban con la boca abierta, los hombres podían ser muy imbéciles.

 

-          Claro, para ti es fácil decirlo. No tendrás que usar ese ridículo uniforme. Además, ¿Cómo sabias de este lugar? – Suigetsu se sonrojó violentamente, cosa que no omitió el Uchiha. – No me digas que tú… - sonrió de lado. –

-          Calla, te estoy ayudando ¿sí? – mordió su labio inferior. – Solo fue una temporada, mis padres me cortaron el efectivo.

-          Como sea, no haré esto.

-          Pero te conviene.

-          ¿Cómo podría convenirme vestirme de mujer y usar una peluca? – afiló la mirada queriendo matar con la misma al torpe de Suigetsu.

-          Sasuke, es lo mejor que hallarás, te aseguro que un mes trabajando aquí y podrás pagar tus deudas – razonó el de ojos violetas.

-          Encontraré la forma de pagarlas sin tener que verme en la necesidad de humillarme de esta forma – señaló despectivo a una chica afuera del local con un hermoso vestido en color verde pasto encima tenía un delantal blanco y sobre su cabeza una tiara, su cabello hermosamente acomodado en una trenza francesa, ella hacia la labor de hostess. Los chicos que llegaban ahí se la quedaban mirando embelesados por tanta dulzura.

-          Uchiha, a veces eres un cretino. ¿Qué tiene de malo este trabajo? No estás prostituyéndote, y dudo que alguien te reconozca. –

-          Ya dije que no.

 

 

 

 

 

 

A los pocos días Sasuke se rindió, el dinero que le prestó Neji –un chico de su misma carrera – se le había agotado. En todo ese tiempo Itachi no se comunicó con él, tenía unas enormes ganas de pedir ayuda a sus padres. Pero recordó que estaban peleados, y no era propio de su estirpe pedir nada.

 

-          ¿Diga? – al otro lado de la línea, Suigetsu saboreaba una deliciosa agua fresca sentado en una de las bancas del parque. Había acompañado a su pequeña vecina a volar una cometa. El trabajo de niñero le sentaba muy bien de vez en cuando.

-          Está bien, tú ganas. Pero si le dices a alguien de esto, te mataré.

 

 

 

 

 

Kakashi tenía varios años en el negocio de los maid café. Al principio comenzó como una idea vaga junto a su mejor amiga, Rin. Luego de que ella muriera, la idea tomó más fuerza. El maid café solo estaba destinado a fungir como un restaurante, sin embargo, la idea de convertirlo en centro nocturno los fines de semana le agradó aún más, y dejaba mucho dinero. Justamente estaba dentro de su oficina haciendo cuentas junto a su contador; Iruka.

 

-          Kakashi, te busca un chico llamada Suigetsu – anunció la conocida voz chillona de su secretaria, Shizune.

-          Ah, hazlo pasar – tamborileó los dedos en el escritorio. Iruka mientras tanto llenaba el los cheques de nómina para los empleados. El de cabellos grises no se extrañó de ver a su ex – empleado bajo el umbral de la puerta. Lo que si lo extraño fue aquel moreno de mirada ceñuda, y pelo tan negro como el carbón,  le recordó a cierto niñato insufrible con el que de repente se acostaba.

-          Hola, Kakashi – saludó Suigetsu, ver a su ex jefe después de mucho tiempo le alegraba.

-          Hozuki, me sorprende que me visites. – respondió parco. Iruka finalizó su actividad, se levantó para irse, no sin antes despedirse de los recién llegados. Como era habitual en Suigetsu, se sentó frente al escritorio de Kakashi, Sasuke odió el hecho de que su amigo fuera tan confianzudo.

-          He venido no solo por los viejos tiempos, aquí mi amigo –señaló al enfurruñado pelinegro que estaba parado a su lado. – necesita empleo, y como sé que tienes mucha gente, necesitas mucha ayuda – comentó simplón.

 

Kakashi se permitió observar al mocoso enrabietado que acompañada a Suigetsu. El chico era alto, de espalda ancha, brazos fuertes – o lo que dejaba ver la camiseta negra de manga corta. – piel blanca, su nariz clásica, mentón cuadrado, ojos profundamente negros. No estaba mal.

 

-          ¿Cómo te llamas? – se dirigió al azabache.

-          Sasuke Uchiha – eso confirmó sus sospechas, el niño era familiar de su amante ocasional, vaya que era lindo apreciar ese detalle. Kakashi sonrió largamente.

-          Bueno Sasuke, déjame decirte que si tengo un lugar extra para ti – rasco su nariz sin interés. – Pero ya sabes lo que tienes que hacer – no era necesario que se lo recordaran, de solo pensarlo ya sentía la bilis trepando su garganta.

-          ¿No hay un puesto donde no tenga que usar ese estúpido uniforme? – Suigetsu quiso matarlo, jamás nadie le había hablado así a Kakashi, ni siquiera él que ya lo conocía. Si por ese comentario, lo despedían sin siquiera haberlo contratado, lo desollaría vivo.

 

Hatake se echó a reír con ganas. Los Uchiha siempre queriendo mantener su orgullo intacto. De solo pensar que el sodomizaba a uno de ese clan la risa volvía con más ganas.

 

-          Pues no, a menos que sepas cantar. ¿Sabes cantar? – Sasuke negó con la cabeza, sus labios en una firme línea recta.

-          Entonces no te queda más que usar uno de esos estúpidos uniformes.

 

 

 

 

 

Iba a matar a Suigetsu, estaba completamente seguro. No, mejor aún, iba a torturarlo hasta que le pidiera clemencia. Se veía estúpido, si Itachi lo viera no pararía de reírse, incluso su padre los desheredaría. Todo lo que tenía que hacer por comer.

El traje de sirviente le sentaba bien, muy bien para su gusto. Kakashi insistió en que se viera lo más afeminado posible, y contra todo pronóstico, lo obligó a usar maquillaje, por una parte estaba bien, eso sería un disfraz para que nadie lo reconociera, por otro lado, el reflejo que le regresaba el espejo era signo de que estaba pagando caro todos los desplantes que hizo a lo largo de sus cortos veinte años de vida hacia los demás. Odiaba su vida.

 

-          ¿Uchiha, estás listo? – Lee, el chico que había visto días anteriores como hostess, tocó la puerta.

 

Kakashi resultó ser un remedo de pervertido. El tipo solo contrataba a varones para caracterizarse como lindas lolitas, entre ellos estaba Lee, Kiba, Shikamaru, Haku, y Toneri.

 

Los viernes y sábados ese maid café fungía como un tipo de antro, Kakashi le había comentado que ellos tenían que trabajar incluso esos días hasta la madrugada pero ya no vestidos como chicas. Eso le alivio en demasía.

 

 

-          ¿Y qué tengo que hacer? – preguntó con desgano. Nunca se acostumbraría a usar esas faldas cortas que parecían acomodarles a los demás, ni tampoco esas medias tan sugerentes que remataban con un coqueto ligero.

-          Solo atender a los clientes con tu mejor sonrisa y que el poder de la juventud se propague por el lugar. – sin duda, Lee era el más ridículo de todos.

-          Que fastidio. – a sus espaldas, Shikamaru comentó. – solo tomas la orden y la llevas a la cocina, luego esperas a que salga y listo, no es la gran cosa, solo no seas grosero con los clientes, este es el mejor maid café y el más caro de todo Tokio. No querrás que algún cliente rico se vaya por tu culpa.

 

¿Clientes ricos? Oh, eso sí que era un problema. Él conocía a casi toda la socialité nipona.

 

-          ¿Y si me reconocen? – no quería ser la causa de que su familia fuese señalada.

-          No sucederá, no pareces ser el Sasuke que acabo de conocer en las taquillas, ahora te llamas Misuki, así que haz tu trabajo.

-          Y hablando de trabajo, el primer cliente ahí está.

-          El favorito de Kakashi.

 

Sasuke miró hacia donde los otros. Parecía que el sol había hecho su aparición. De rubios cabellos y sonrisa felina. Un joven muchacho entraba desgarbado. Kakashi lo recibió sin preámbulo acompañándolo a una mesa que parecía reservada únicamente para él, junto a la terraza, alejado de los demás.

 

-          ¿Quién es él? – pregunto en un susurro.

-          Uzumaki Naruto – repuso Lee.

 

Ya había escuchado de ese apellido. Le sonaba de algo.

 

Y ocurrió, los ojos índigos cruzaron unos segundos con sus orbes negras.

 

 


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