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Sobre el azul por LordDria

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Notas del capitulo:

La idea comienza como hace muuuuuuuuuucho tiempo atrás y con un collage y lluvia de ideas sobre tritones, sobre reinos y magia.

Se me viene ahorita lo que me dijo mi mejor amiga sobre el fic: "libre expresión". La verdad es que no puedo darles un mamarracho , porque no estaría bien. No me creo perfecta, es más, tengo muchos defectos en mi narración. Mis altibajos no me ayudan a creer que puedo hacer un texto bien y ... también por eso mis demoras. ¿Cómo puedo saber si les gusta o no? ¿Si está a la altura? ¿Existe un parámetro extablecido? ¿Aunque sea pobre el texto lo leerían? Tengo todo este mundo de preguntas que  me cae y me estreso y me angustio, pero ... he aprendido un poco a dejarlo de lado y solo escribir porque me gusta. 

Muchas gracias por sus likes, por sus votos en wattpad, por todo. Son amor, porque es muy lindo de su parte.

Muchas gracias también a mi amiga por siempre impulsarme a no ser floja.

 

Espero que les agraden los personajes y sus personalidades, el contexto, la fantasía y la acción.

 

¡DISFRUTEN!

»Capítulo uno: encuentro;

 

El olor a pescado se colaba entre las aletas de los compradores que paseaban a esa temprana hora del día. La barahúnda incontrolable y mal trenzada se movía como todas las mañanas, como todos los días. Calles cubiertas de una ligera manta de desperdicios y los perros robando comida a un puesto de comida. No obstante, él sabía que ese día tan común como otros podría convertirse en aquel que cambiaría su vida para siempre. Estaba decidido.

El vasto reino por lo que había escuchado, luego de incontables batallas que había culminado en la desgracia y el hundimiento total. Los anteriores reyes, avariciosos y despilfarradores, habían hecho caso omiso a las súplicas de su pueblo que aclamaba que comer. Así que el príncipe heredero, en aquellos días un hombre bastante ágil de cuerpo y cargado de vitalidad, decidió darle fin al reinado de sus padres y apoyado del poco ejército que aún existía.

Había logrado hacer renacer a su reino, aunque no en totalidad. Siendo hombre de  mundo, había visitado muchos reinos y sitios más modernos, más ricos y más limpios. Con los años, se rumoreaba,  el hombre ágil que había sido el príncipe, pasó a ser un tipo más burdo en trato, sedentario y más salido en carnes. Pero mantenía la esperanza viva de aquellos días de juventud, aquella promesa que él aprovecharía para sí. Obviamente, no era para nada su preocupación ayudar a un miserable reino que se levantaba en lodo. El capitán Choi, capitán justo y respetable a los ojos del actual rey, buscaba algo más que migajas. Ansiaba aquel oro y tesoros mágicos, leyendas olvidadas en libros añejos y carcomidos, historias de esos viejos que hablaban solos en plazas.

Había encontrado una pobre alma bastante fácil de convencer y no perdería la oportunidad.

Desde las tierras montañosas de donde había bajado, había estado planeando perfectamente cómo se presentaría ante este rey que imploraba su ayuda. No había sido fácil sobornar y deshacerse de varios hombres, pero lo había conseguido. Bajo un nombre falso, que era todo lo que tenía, logró que el monarca escuchara de él y de sus muchas heroicas y triunfantes batallas, de los inmensurables tesoros que llevaba a muchos reinos. Y ahora, lo llamaban. El rey en persona, citaba al capitán a la corte con suma urgencia.

El capitán Choi sonreía malicioso mientras avanzaba a paso lento jalando una fuerte yegua que había ganado en una apuesta. Ataviado en un traje de seda ligera pero bastante costosa y un sombrero que hacía algo dificultoso notar las grandes y oscuras pupilas, decidió inspeccionar por cuenta propia. Pidió hospedaje en una casa modesta. La casera era un una mujer curiosa y algo desconfiada, pero el capitán se la supo ganar con unas monedas de más y una amplia sonrisa en su limpio rostro.

La cena, de cierto modo aceptable, se servía a las siete. Un plato hondo con agua y pocos fideos nadando; a veces, si es que tenía suerte se encontraban trozos de pescado, que eran devorados por los comensales. El capitán se tomó su tiempo inspeccionando el comedor y sonrió al darse cuenta que los instintos aún no fallaban. Se sentía orgulloso de ese sexto sentido de alguna manera. Había una gran variedad entre los viajeros, pero sobre todo lo que llamó su atención fue aquel vejestorio con ropa haraposa, la barba canosa cayendo casi hasta el final cuello, y  con las manos nudosas. Bebía la sopa caliente como agua. Se notaba cansado por los años. Las cicatrices que cubrían parte de la cara y las manos, hablaban de una vida difícil y poco amable hacia el hombre.  «Podría haber sido una leyenda, una lástima », pensó.

Observó a Chin Mae por unos días más y se aseguró que el hombre siguiera de alguna manera en el negocio. Así que lo siguió una mañana cuando la lluvia arremetía contra ciudad, y al parecer el viento soplaba a su favor. El hombre había entrado a un establecimiento poco sospechoso, que simulaba ser un bazar de especias, mas unos segundos luego de que el viejo entrase, notó por la parte trasera salir a un tipo cojeando. La carga que llevaba entre los brazos no tenía nada que ver con especias de algún tipo, eran armas. El capitán bajó más su sombrero—esta vez algo menos lujoso—  luego de un tiempo y avanzó hasta el lugar, entró al lugar haciendo sonar el adorno que colgaba de la puerta y sonrió al vendedor.

—   Buenos días, ¿en qué podemos ayudarlo? —saludó con un ligero cabeceo de la cabeza mientras de fijaba cómo el hombre extranjero iba chequeando el interior.

El capitán respondió al saludo de la misma manera y analizó unos segundos algunos frascos y plantas que yacían en estantes antes de responder.

—   Bueno… sé que no es común, pero ¿tendría usted algo que me proporcione algún efecto estimulante en el cuerpo?

El hombre lo miró perspicaz. Lo analizó unos segundos más entre confundido y alerta. Parecía un viajero común, pero había aprendido que todos daban esa apariencia al principio.

—   Me explico, señor—se precipitó el capitán ante la extrañeza del hombre—. Mis intenciones son puramente médicas. Me hospedo en la casa de la señora Mei, ¿la conoce?—el hombre asintió—. Soy aprendiz de un curandero de las montañas. He aprendido todo lo que he podido, pero ahora estoy experimentando por cuenta propia…

Pese a que no creía del todo su historia, el hombre ofreció a Choi algo de ginsen y fue en ese momento cuando vio de alguna parte, salir a Chin Mae. Hizo contacto visual unos segundos con el vendedor antes de fijar la mirada en él. No hizo comentario alguno.

—   Gracias por su amabilidad. Vendré en otra ocasión de ser que necesite más de esto—despidióse afable y salió, dejando atrás el eco del sonido del adorno.

El capitán avanzó lento y despreocupado ante la silueta delgada que le pisaba los pasos. Se internó en una especie de centro de comida y esperó a que el hombre debatiese si era adecuado entrar. Pidió algo de arroz, verduras y carne y una botella de alcohol cuando sintió un peso sobre la otra silla. Sonrió para sí.

 

—   Lo has pensado muy bien viniendo a este país o puede que debas una suma muy fuerte—sonrió el hombre algo perverso, a la vez que masticaba sin cuidado un pedazo de carne asada—. No tienes hombres a tu mando, ¿por qué será?

El capitán mostró un semblante serio.

—   Pero tampoco es como si a ti te fuese mejor, viejo—le sirvió algo de alcohol, haciendo omiso caso a sus ojos que despedían tirria—. Tratado como esclavo para unos idiotas ladrones. ¿Cuánto te pagan? No parece lo suficiente, porque le debes a la casera más de tres meses. Ser rebajado del título de “genio” por esas magnificas piezas que hacías, pero—levantó la mirada y la fijó en la contraria—… Podríamos hacer un trato.

—   ¿Qué necesitas?

—   Información, necesito ganarme al rey—levantó los hombros y bebió de su vaso.

—   ¿No confías demasiado en mí? Trabajaba para tu padre, pero tú…

—   Mi padre creía mucho en los nombres—en los labios se le dibujaron una sonrisa con un tinte de pena— Chin Mae. Verdad… ¿Podría añadirle también lealtad? Es por eso que no has progresado en esta vida

El hombre negó con la cabeza antes de contestar.

—   Jamás has tenido respeto por los mayores ni por tus mentores, Minho.

—   Una pena, yo no voy con normas, profesor...

Chin Mae dejó que sus pulmones expulsaran pesadamente aire. Un conflicto interno surgió en su mente antes de contestar, pero ciertamente su ex-pupilo tenía razón al decir que jamás podría llegar demasiado lejos con esa cualidad de servicio a la familia a la que en sus años más gloriosos había servido. Aun así, atribuyó más a la falta de dinero su decisión final. Se tomó su tiempo al servirse un poco más de ese alcohol en su vaso y dejó que la bebida quemase la garganta.

—   Bien. Tenemos un trato.

El capitán sonrió ampliamente. Podía ya oler su tesoro.

 

 

***

Al capitán no le desagradaba la idea de unos pechos jugosos asomándose por el escote de un vestido remallado por diferentes partes y tampoco despreciaba el contoneo sugerente que ofrecían unas caderas y piernas largas bajo la tela del traje, pero esta vez decidió no probar bocado del manjar que suponía la señorita que lo miraba con coquetería, apoyada sobre un muro de madera. Negó para sí y sorbió un poco más de alcohol antes de que su mirada encontrara lo que buscaba realmente esa noche.

Un mocoso menudo y moreno que seguramente no sobrepasaba los veinte años, mostrábase perdido en su mundo mientras que trataba de escaquear alguna mirada de un pervertido, de esos que abundaban, o de aquellos otros que sin decoro lanzaban un pellizco a ese atributo voluptuoso que inocentemente mostraba por atrás. Quisquilloso, bastante fuera de lugar como si estuviese siendo forzado a merodear por necesidad en aquel barcillo de mala muerte. Definitivamente no era su ambiente, definitivamente no era uno simplón ni pertenecía allí. Pero seguramente aquel otro ya lo habría botado tal como la referencia había proporcionado, así que Choi sonrió triunfante y terminó la bebida de un solo sorbo. Avanzó lento, pero con determinación en su objetivo. Se veía tan perdido y por la mente realmente pasaron las imágenes que su cuerpo sudoroso y suplicante por la llegada de su orgasmo mientras lo penetraba violento y con desespero; sin embargo, tenía otros planes.

Suspiró.

El chiquillo advirtió de su presencia a unos pocos metros de él y, bueno, no había razón para no caer en estado de estupor. El capitán llevaba un porte estoico, pero elegante y tan impropio de su personalidad sucia y nada educada. Mas su atractivo era evidente y el niño no pudo hacer otra cosa más que sonreírle cojudamente a la vez que el otro tipo hacía brotar en su rostro un gesto de deseo.

La verborrea ni se notó, Minho era de aquellos que no preocupaban de galantear a sus posibles amantes. Era rápido. Llegaron a una esquina, algo vacía, salpicada con ligeros tintes de las farolas tenues que llegaban hasta allí. Empujó el cuerpo contrario fuerte, sin cuidado y besó el cuello con desespero. El mocoso lanzó un alarido ante el dolor de la mordida, pero se encendió al notar como el apuesto hombre manoseaba ahora su virilidad sobre la tela. Se sentía bien y su cuerpo comenzaba a calentarse por esa mano que ofrecía un placer tan delicioso. Hacía meses que Jonghyun lo había botado.

Gemidos y jadeos escaparon de ambas bocas que añoraban el clímax. El capitán, en un movimiento con la mano y con demasiada facilidad, bajó la tela del pantalón y ante sus ojos grandes e imponentes, la revelación de un miembro de punta roja y goteante por una buena mamada, emergió. Su compañero espero ansioso, deseoso por su mano, por su boca y lengua;  hacerlo caer en una nebulosa de gran satisfacción. Se notaba que el hombre conocía y sabía cómo tratar y cómo llevar. Necesitaba sentirlo, no obstante jamás se dio.

El capitán, al contrario de todo lo que se imaginaba, sacó de su bolsillo un objetó que brilló en la penumbra y afilado se acercó hacia la punta roja del pene del mocoso que suspiraba entrecortado.

—   Ni siquiera chupo coñas, imbécil.

Sintió la daga helada chocando contra la piel sensible y un temblor repentino recorrió por todo el cuerpo. Sus ojos almendrados se abrieron de par en par al sentir la mano del capitán sobre su cuello, aprensándolo y sometiéndolo.

—   Te advierto que si gritas, te la cortaré en una—amenazó con voz relajada y sin emoción aparente. El chico, previsor, calló; mas en sus ojos el miedo aún se reflejaba al igual que los temblores cada vez que el capitán punzaba lento contra el miembro —. Realmente quisiera cogerte, niño—suspiró, casi lamentando la pérdida de ese bonito trasero que no disfrutaría—, pero después del sexo mi mente se nubla y es posible que me olvide de todo y hasta te deje escapar. No puedo permitirlo.

—   ¿Qué quieres? —inquirió temeroso.

—   Tienes cierta información que es de gran validez para mí—el entrecejo del chico se convirtió en un perfecto rictus ante la confusión de sus palabras.

—   ¿Información…?

Choi asintió.

—   Hace unos meses tenías alguien que te cuidaba, ¿no es verdad? Eras su puta.

Los ojos del chico se abrieron más si es que era posible y el terror lo obligó a dejar de pensar con sensatez. Se removió inquieto y trató de zafarse del férreo apresamiento de su captor.

Minho se burló.

—   ¡Suéltame! ¡No sé nada, no sé nada!

—   ¡Te dije que te callaras!—apretó más el cuello contra la pared y la daga subió lentamente, abriéndose camino por su pene, por el estómago y deteniéndose finalmente sobre el la garganta. Punzaba con fuerza al igual que su mirada—. Una última oportunidad. Muéstrate cooperativo o te abro el cuello y quedarás tirado como uno más de esos iguales a ti.

El chico asintió lloroso y atropellándose al responderle afirmativamente. No quería morir, no así. En ese momento odiaba a Jonghyun por haberlo tirado como si no valiese nada. Era verdad, quizás ni siquiera valía un gramo de oro, pero a pesar de todo, se resistía a perecer en ese cruel infierno. No adivinaba qué era aquello que con tanto ahínco el extraño exigía; sin embargo, no se lamentaría si viese a su ex–amante en una situación peor a la suya.

—   Te resultará difícil matarlo si está con su guardia personal. Jamás se separan de él—sorbió la nariz y se limpió los ojos a la vez que trataba de recuperar la voz.

—   ¿Entonces cómo te encontró a ti, niño?—interrogó con una mirada perspicaz.

El chico calló por unos momentos.

—   ¡Habla! Si te botó, debes desearlo muerto.

—   ¿Prometes que lo harás sufrir?—alzó la vista, casi suplicándole.

—   Mis asuntos no te incumben. No sería bueno para ti saber qué haré con él, a no ser que quieras terminar con tu vida ahora.

—   No puedo asegurarme de ello—soltó reticente.

Minho se acercó a él, juntando casi los labios y para mala suerte del muchacho, el cuerpo respondía a aquel contacto, resistiéndose a sus pensamientos. Sus miradas chocaban mientras la daga seguía apretando más contra un sector de la piel que ya comenzaba a sangrar.

—   Pagará caro todo y lo que no ha hecho, ¿uhm? ¿Soltarás la lengua ahora?

—   Bien...

Se enteró de cada movimiento del príncipe fuera de palacio. Pocos habían visto su rostro fuera de palacio, mas el chiquillo reveló que el heredero solía escapar de las imponentes paredes de su hogar y merodear entre ciertos establecimientos prohibidos. No le agradaba la idea de que escogiesen a alguien para él, así que persuadió a sus guardias para dejarlo escoger a sus compañeros ocasionales de cama. Al chico lo había recogido en un lugar parecido a donde habían estado antes. Jonghyun encontró su mirada y simplemente lo recogió para sí. Encaprichándose en acogerlo como su juguete personal. Reveló como dato irrelevante que aparentaba ser tosco y casi sin tacto al principio, pero era de aquellos que galanteaba a su pareja y sabía cómo complacer a sus amantes, aun luego del sexo, con palabras y mimos dulces como la miel. La guardia, no obstante, limitaba sus salidas pues al parecer el príncipe creía que nadie lo reconocería y ya muchas veces se le encontraba peleando con sus «niñeros» cuando negaban sus caprichos. El rey, por supuesto, no sabía de las preferencias de su primogénito y pese a que el príncipe lucía algo tonto y bastante torpe muchas veces (eran rumores que recorrían por las paredes del palacio), tenía maña para salvaguardar sus gustitos.

Pero así como habíase prendido de él con facilidad, también llegó otro y Jonghyun que jugaba al amor de uno en otro, probando cuerpo con cuales sentirse bastante compatible, tiró al muchachito como la basura. Dejándolo en la pobreza y sin una opción a refutar pues los guardias advirtieron mientras lo golpeaban que más le valía tener la boquita bien callada. Si lo pensaba ahora, Jonghyun debió tenerle algo de cariño o de lo contrario lo hubiese mandado a matar.

—   El jueves de cada última semana del mes, se da sus vueltas cerca del lugar donde me hallaste. Búscalo, pero recuerda que siempre su guardia está allí—el chico suspiró amargamente—. Si no me matas tú, lo harán ellos.

—   ¿Piensas que voy a fallar?—bufó—.

—   No—negó—. Ocasionales, sí. Además le dejé una bonita marca en la cara. Difícil de olvidar—sonrió al recordar la escena.

El capitán analizó al chiquillo y casi sintió pena, pero no podía fiarse. Era jugarse todo por una cara bonita y un poto respingón. Rascó el puente de la nariz mientras se preparaba para lo siguiente.

—   Prometo no fallar, pero no puedo fiarme de ti—alzó al muchacho con estúpida fuerza y golpeó la cabeza fuertemente contra la pared. El chico quedó con la mente nublada por un segundo. No reaccionó, no pensó y mejor era así. Cuando sus ojos se despejaron y las motitas moradas comenzaban a surgir en su visión, consecuencias del post-golpe, sintió frio. Algo se enterraba con fuerza, sentía caer líquida su sangre por  la ropa.

Minho decidió hacerlo con rapidez y sin  ruidos molestos. En unos minutos, el cuerpo yacía inerte sobre el piso. Antes retirarse, tuvo la molestia de alzarle los pantalones al chiquillo no sin antes encontrar algo en su bolsillo que no iba para nada con su atuendo.

Una pérdida total, habría sido una buena jodida.

***

 Cuando Jonghyun se presentó en el establecimiento que era tenuemente bañado por la luz de las velas que colgaban del techo, mostró con gesto de desagrado y desilusión que al lugar le faltaban nueva «mercancía» de calidad como el solía pedir. Cansado, se refugió bajo su saco y la peluca que colgaba hacia un poco más bajo de los hombros.

Minho ya lo había notado desde hacía tiempo. Resaltaba en aquel lugar. Imposible que nadie lo notase o es que la experiencia le hacía reconocer oportunidades tan fáciles. Súbitamente su mirada se fijó en cuatro hombres camuflados bajo simples trajes. Los ojos yendo de un lado para el otro, centinelas oliendo el peligro aunque se mantenían a una distancia prudente.

Entonces el capitán calculó sus movimientos y esperó paciente antes de actuar. Dos acercamientos de dos mercancías  fueron rechazados de mala manera por el príncipe y no presentó ninguno más. Es ahí cuando el capitán dejó el asiento y caminó algo tambaleante hacia al costado del príncipe.

—   Mala noche, mala noche, hombre—simuló una voz ronca y con signos de ebriedad.

—   Mala noche, mala noche–volvió a repetir al hombre que obviaba su presencia—. Encontrar algo donde zambullirme esta noche está difícil. Ah, pero la seguía es insoportable, carajo. Mala noche, hombre. Lo repito.

Sigue sin haber respuesta. El contrario solo se limita a tomar de su bebida y el capitán advierte la mirada que Jonghyun va lanzando a los guardias.

—   Ah —suspiró—.No es como la anterior semana. ¡Qué noche! ¡Qué noche! Una zambullida de la mejor. No era fresco, pero sí que sabía complacer. Le hice de esto y lo otro y suplicaba por más.

Jonghyun lo miró con guasa contenida entre los labios.

—   A penas si podrías pagar por migajas, mendigo. Lárgate.

Minho sonrió internamente. Había captado su atención.

—   No te dejes llevar por las apariencias, yo también he nacido en algo parecido a una cuna de oro—. Jonghyun giró el rostro y lo miró con el entrecejo fruncido—. Es solo que tengo mis vicios, como cualquiera. La suerte a veces no suele estar de mi lado.

Jonghyun se acercó más a él y podía sentir la advertencia clara  en esas pupilas oscuras.

—   Si no quieres problemas, será mejor que te alejes.

Minho hizo un gesto de extrañeza y rió.

—   Uno ya no puede compartir la soledad de la sequía con otro camarada, ¿eh? ¿Es así?—le dio algunas palmaditas en la espalda sin importar el cómo se iban acercando los 4 hombres—. Solo quería recomendarte una joya muy buena. Un chico. Moreno, delgado y como nos gusta a todos para zambullirnos. Pero —se rascó la barbilla—, algo tardo ya que parece que se ha reintegrado —dejó su vaso sobre la mesa luego de beber.

—   ¿Y dónde está esa joya? —miró con curiosidad mientras hacía un gesto sutil con la mano, indicando a  sus hombres que el sujeto no era peligroso. Le divertía un poco.

—   Pues —se acercó más—es un asunto complicado, veras.

—   ¿Cómo? Me intriga tu historia, ya lo has dicho: todo es muy aburrido aquí. ¿Un chico noble quizás?

El capitán dio un sorbo más, negando y riendo para sí.

—   Uno más del montón, pero algo le había quedado de lo de noble. Cargaba esto —dejó el pequeño brazalete brillante sobre la madera—. Se lo quite mientras dormía, es robado. Muy seguro—analizó la expresión contraria y se divirtió—. Proveniente del palacio… ¿quizás? Pero que maravillas detrás de esas grandes e imponentes estructuras de hace más de un siglo se podría descubrir, ¿verdad, príncipe Jonghyun?—musitó rápido antes de levantarse y dejar al sujeto algo nervioso —.Ya nos veremos pronto de lo que crees.

 

Notas finales:

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