Titulo: Eterno amante
Resumen: Estando frente al altar, Itachi volvió a quedar cautivado por la belleza de Deidara y es que lucía precioso aquel día… el día de su boda.
Categoría: Naruto.
Clasificación: Mayores de 16 años
Género: Romántico. AU.
Advertencias: Lemon.
Autor; Haruka Eastwood
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Eterno amante
Capítulo 1: Por siempre…
Con evidente nerviosismo, frotó las palmas de sus manos sobre sus muslos de manera insistente, y dio una gran bocanada de aíre mirando al frente, aparentando una calma que no sentía desde hace horas, negándose a arruinar su imponente y perfecta imagen, después de todo era el gran día.
La iglesia había sido adornada cuidadosamente, poniendo orquídeas blancas que representaban la pureza del precioso doncel que tanto amaba y amara sin importar el tiempo que pase… y es que Deidara era alguien único, alguien alegre y explosivo con una vitalidad impresionante, puede que admirable.
Lo había conocido ocho años atrás, cuando solo tenía catorce y él veinte. Aun recordaba aquella enorme sonrisa mientras lo retaba, exclamando que ningún Uchiha sería mejor que él. Desde ese entonces, Deidara amaba el arte, diciendo que era algo efímero, volátil e impresionante. Era evidente que en un principio no le prestó atención a ese pequeño escandaloso, más que nada por la diferencia de edad, después de eso, estaba el hecho de que era el mejor amigo de su hermano Sasuke.
Finalmente la marcha nupcial comenzó a sonar y el corazón de Itachi se aceleró de forma estrepitosa, lleno de impaciencia y emociones que no supo reconocer en ese momento y probablemente no pueda darles nunca nombre. Entonces la puerta de la iglesia se abrió de forma lenta, dándole paso al amor de su vida, robándole el aliento como otras muchas veces, sumergiéndolo en un cuento de color rosa en donde deseaba permanecer eternamente a su lado, tan solo para decirle día con día cuanto lo ama y todo lo que significa para él.
Deidara apareció como el ángel que era, siendo iluminado mágicamente por los cálidos rayos de sol mientras caminaba tranquilamente hasta el altar, regalándole una resplandeciente sonrisa que congeló su mundo entero. Simplemente lucia más que precioso, vistiendo aquel elegante kimono de seda en color blanco, decorado con finos bordados en plata que le daban un toque delicado e inocente a la vez.
Su largo cabello rubio había sido recogido con maestría, dejando únicamente un mechón ligeramente ondulado que caía libremente a un lado de su rostro. Su esbelto cuello quedo al descubierto, en donde reposaba una gargantilla de oro blanco, con un pequeño diamante en el centro… joyería de un valor incalculable por haber pasado de generación en generación, y ahora estaba ahí, resaltando la inigualable belleza de Deidara.
Recordó que después de dos años de haberlo conocido, finalmente se había dado cuenta que le gustaba aquel chico rubio, imparable y escandaloso como solo él pude ser. Tal vez le tomó mucho tiempo aceptarlo, pero ahora eso ya no importaba, Deidara estaba frente al altar, probablemente tan nervioso como él, apretando con demasiada fuerza el pequeño ramillete de flores naturales que sostenía entre sus delicadas manos.
Sonrió y miró a Deidara de soslayo, aparentemente sí estaba tan nervioso como él, por lo que soltó un suspiro centrando su vista en aquel enorme ventanal tras el altar. La voz tranquila del sacerdote que efectuaba la ceremonia no conseguía tranquilizarle en lo más mínimo, mucho menos cuando la suave voz de Deidara se escuchó por todo el lugar comenzando a decir sus votos, aquellos que tanto trabajo le había costado redactar y memorizar.
—… desde que te conocí pusiste mi mundo de cabeza en más de un sentido, adentrándote en mis pensamientos, en mis sueños… en mi corazón y en mi vida. Fuiste una avalancha de emociones y sentimientos contrariados que me demostraron quien era yo realmente, lo que quería, lo que anhelaba… y lo que deseaba. Me enseñaste el significado del verdadero amor… has cambiado el rumbo de mi vida y me encanta… y hoy, ante tu familia y la mía, juro amarte y cuidarte, incluso después de la muerte…
Un enorme nudo se formó en su garganta al escuchar aquellas dulces palabras, impresas de un amor verdadero y cálido… pero no era el momento de llorar presa del sentimentalismo… seria bochornoso y nada propio de alguien como él. Así que con la frente en alto trago saliva en espera de lo que seguía.
—Los anillos, por favor —la voz del sacerdote se volvió a escuchar.
Y con aquella mascara de tranquilidad, Itachi dio un paso al frente sosteniendo una almohadilla en donde reposaban las alianzas, observando atentamente como Naruto tomaba la primera y con mucho cuidado la colocaba en el dedo anular de Deidara.
Naruto y él eran los mejores amigos desde hace dos décadas… demasiado tiempo a decir verdad, por lo que no era de extrañar que ese rubio imprudente estuviera en su casa la mayor parte del tiempo, como un miembro más de la familia Uchiha y así fue como paso… un día Sasuke llevó a Deidara a casa, e inevitablemente acabo conociendo a Naruto, encariñándose y enamorándose perdidamente de él…
Durante mucho tiempo admiró y odió a su mejor amigo, y es que a él no le importó gritar a los cuatro vientos que se había enamorado de Deidara, mucho menos se detuvo al momento de cortejarlo y pedirle que fueran novios… tan solo un año después de conocerse. Su relación de siete largos años tuvo momentos buenos y malos que poco a poco los acercaron más y más, hasta que finalmente decidieron dar el gran paso y unir sus vidas para siempre, en aquella preciosa boda que lo estaba matando lentamente.
Como buen amigo que era, no pudo hacer nada, más que alegrarse por Naruto y desearle lo mejor en esta nueva etapa de su vida al lado de la persona que él nunca podría tener por su cobardía. Itachi guardo en lo más profundo de si aquel amor unilateral que sentía por Deidara y al final terminó aceptando ser padrino de la feliz pareja, soportando estar presente el día de la boda, fingiendo una sonrisa que realmente no sentía mientras por dentro estaba destrozado.
—Puede besar al novio…
Tras un suave y tierno rose de labios, ambos se tomaron de las manos y se giraron hacia los invitados que se acercaban para felicitarlos, entre ellos Itachi, quien fue el primero en ser jalado por la pareja en un abrazo grupal, por lo que nuevamente sonrió deseándoles lo mejor.
Ya no había nada más que hacer, tan solo se quedó de pie frente al altar, esperando a que todos los invitados salieran. Una vez la iglesia estuvo vacía, caminó lentamente por aquel alfombrado pasillo lleno de orquídeas, dejando fluir libremente las lágrimas que desde hace mucho amenazaban con hacer acto de presencia… importándole muy poco que un lindo doncel pelirrojo de unos dieciocho años estuviese a unos escasos metros de distancia, observando a Naruto fijamente mientras se limpiaba las lágrimas… entonces entendió que él no había sido en único que prefirió dejar a la persona amada en brazos de otro con tal de verle feliz…
Irónicamente, su mágica historia de amor terminó antes de haber empezado, pero ya nada podía hacer, por lo que salió lentamente y ahí, en la puerta de la iglesia observó por última vez a Deidara… realmente lucia hermoso aquel día… él día de su boda.
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Continuará