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Ni una sola palabra. por Matsumoto Yuki

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Notas del capitulo:

Según como tomen este capítulo, veré si escribo más o no.

Los días pasaban y Ja’far seguía deteriorándose en su casa, esperando a su infiel esposo cada noche, y despidiéndolo cada mañana.

 

Se había negado rotundamente a volver a tener contacto con Masrur, al menos hasta que dictase cuál sería su decisión, qué haría y como lo enfrentaría.

 

La ausencia de Sinbad en ello, dejaba mucho que desear. Había fin de semanas enteros en los que no se veían a causa de trabajo.

 

Aunque cuando estaba, era aún peor. Cuando le besaba, lo abraza, e incluso lo tocaba, la imagen de Masrur se le venía a la mente. Más se decepcionaba, no sentía la pasión de aquel beso dado por el menor, ni el cariño, ni el deseo.

 

Simplemente, no se salía de su mente el suceso. Hace tanto tiempo que no se sentía necesitado por nadie, que ahora mismo, esa sensación reconfortante era lo que inundaba sin reparo cada segundo, cada minuto, cada hora de su día. Sin duda, ninguna atención de Sinbad ahora podría satisfacerle.

 

Y no fue la excepción aquel día, último de la semana, donde Ja’far sabía que su esposo le comunicaría algún qué hacer por el cual tendría que salir de la ciudad por el fin de semana.

 

A las 10.30 PM, se preparó para la llegada de Sinbad. Colocó la cena en la mesa, arregló su pijama y cuando arreglaba el baño por si es que quería entrar a bañarse, escuchó el tintineo de las llaves, que siempre delataban cuando alguien llegaba.

 

Dejó el qué hacer, y secándose las manos mientras alisaba las arrugas de su ropa, fue a recibir al único que podía llegar a esa hora.

 

Se toparon en la entrada de la sala, y allí se saludaron.

 

—Bienvenido Amor. —Fue Ja’far el primero en hablar.

 

Sintió cómo la gran mano de Sinbad tomaba con delicadeza su mentón y depositaba un beso casto en sus labios.

 

—Estoy en casa. —Anunció, como si no fuese lo bastante obvio ya.

 

Acto seguido dejó su bolso a un lado del sofá, y sacándose la chaqueta de su terno, la dejó encima de aquel. Ja’far le siguió de cerca, yendo las cosas donde realmente debían.

 

— ¿Qué vas a hacer primero? ¿Bañarte, o cenar? —Preguntó.

 

Curiosamente, fue la misma respuesta de siempre. —Bañarme.

 

—El baño ya está listo. —Respondió Ja’far, y se dirigió con el bolso y la chaqueta a su habitación matrimonial.

 

Para su sorpresa, mientras dejaba las cosas en la cama, sintió aquellos fuertes brazos rodeando su cintura. Por un momento pensó en Masrur, pero aquella dulce escena se fue de su cabeza cuando sintió besos en su cuello, junto a una cálida respiración.

 

— ¿Sin…? —Preguntó en un suspiro, flaqueando.

 

—Hace mucho que no nos bañamos juntos, Jaf… —Soltó, contra la blanquecina piel ajena.

 

Entonces Ja’far giró en su propio eje, mostrando una sonrisa un tanto ladeada. Se colgó del cuello ajeno. — ¿Y me vas a decir que ahora sí quieres? —Cuestionó.

 

Sinbad se encogió de hombros, y la sonrisa se le contagió. —Pues sí.

 

Un beso se comenzó, no como los anteriores. Ja’far se preguntó si eso era un sueño, porque lo estaba sintiendo; cariño de parte de su esposo… Cerró sus ojos paulatinamente y se dejó llevar.

 

La lengua contraria entró a su cavidad, y ambas se entrelazaron, en una pasión que nadie sabe de dónde salió.

 

Más, cuando el oxígeno gritó por una pausa, y de manera lenta se separaron, a quien vio Ja’far cuando abrió los ojos no fue a otro que Masrur.

 

Pestañeó repetidas veces, sin saber cómo había pasado aquello.

 

— ¿Y bien? —La voz de Sinbad deshizo aquel espejismo, e hizo que la consciencia del menor volviese con él.

 

Pero para entonces ya tenía una respuesta, firme.

 

Jugueteó con su dedo índice en el pecho ajeno, y entonces se zafó de su abrazo, algo más coqueto de lo que realmente era.

 

—Lastimosamente, para ti, ya me he bañado. Así que arréglatelas tú sólo en el baño. —Le estaba dando la espalda a Sinbad, en el otro extremo de la habitación.

 

Escuchó una risa por parte de él, y se alivió al darse cuenta que lo había tomado con gracia.

 

 —Está bien, pero la puerta estará abierta. —Escuchó cómo sus pasos se alejaban.

 

—Gracias por la oferta, lo estaremos llamando ~ —Resaltó su lado cómico hasta que escuchó el agua correr y la puerta juntarse.

 

Ja’far se desplomó entonces en la cama, con el corazón latiendo a mil. Tapó la mitad de su rostro con su mano, y se lamentó de aquel espejismo.

 

Su tez poco a poco se encendía, mientras enarcaba las cejas, más confundido de lo que había estado en toda su vida.

 

Masrur… —Susurró. Cuando estuvo a punto de regañarse mentalmente por eso, una vibración sintió en la cama.

 

Despejó su vista, y buscó con su mirada su celular. Se hallaba en la cómoda, bastante lejos como para poder sentirse su vibrar encima de la cama.

 

Su presión poco a poco bajó, y fijó su mirada en la chaqueta de su esposo.

 

Frunció el entrecejo, y sin titubear, la tomó, buscando en sus bolsillos si es que allí yacía el celular de Sinbad.

 

—Bingo. —Soltó, una vez que lo tuvo en sus manos. Calló unos instantes, escuchando si Sinbad seguía bañándose. Ante una afirmativa, y viendo su reflejo en la pantalla del artefacto, flaqueó. —Por dios, Ja’far, qué estás haciendo… —Se preguntó a sí mismo.

 

Volvió a enfocar su vista en la pantalla, y recordó la foto. Aquella foto que había sacado por inercia, sin querer, pero que le reafirmaba cada día que no era el único.

 

—Qué más da… —Susurró, y apretó el botón de desbloqueo. Vio como seguridad un patrón. Rodó los ojos y formó la «s» más rara que se le pudo haber ocurrido. Cuando el celular se vio desbloqueado, sonrió para sus adentros. —Sigues siendo tan predecible en esto…

 

El orgullo de conocer el patrón de su esposo se desvaneció cuando divisó una notificación de mensaje. Con la duda carcomiéndole, se fue a la bandeja.

 

«Judar»

 

Frunció el entrecejo, no conocía ese nombre. Más sólo faltaba abrir la conversación para enterarse de quién era.

 

Un nudo se le hizo en la garganta cuando lo leyó.

 

« ¿Cuál es tu excusa para este fin de semana, Tonteza? »

 

«Una conferencia. Tranquilo Judar, estaré allí sin falta. »

 

«Eso espero, y sabes que no me gusta esperar. »

 

No quiso ver los mensajes anteriores, ya se hacía una idea de todo, y si era sincero, fue más que suficiente.

 

Marcó el mensaje como no leído, volvió a guardar el celular, y colgó la chaqueta con su respectivo colgador.

 

No hizo absolutamente nada más con respecto a ello.

 

Actuó como si realmente no supiese nada. Esperó a Sinbad en la mesa, cuando él salió de la ducha y se vistió, lo acompañó en la cena.

 

El tema salió casual allí.

 

«Hay otra conferencia con la Empresa, así que estaré fuera unos días»

 

Se limitó a asentir y aceptarlo como un esposo manso.

 

Esa noche se entregó a Sinbad por completo, sin remordimiento alguno. La luz de la luna fue testigo de su unión, y las sábanas de su deseo, o al menos, el que aparentaban.

 

Luego de una ronda, el descanso fue absoluto, y la conversación nula.

 

Al menos hasta el día siguiente.

 

Temprano en la mañana, Ja’far se levantó a preparar el desayuno a Sinbad. Cuando él se arregló y comió, simplemente, se despidieron. Un beso en la puerta principal y buen viaje.

 

Ja’far, quien se suponía volvería a la cama, tomó un bolso y lo llenó de ropa. No supo para cuánto tiempo, simplemente echó hasta que no hubo más espacio libre en él. Luego tomó una mochila, y echó allí sus cosas personales, como cepillo y demás.

 

Tomó absolutamente todo el dinero que había ahorrado en cuentas anteriores, y las echó en su billetera, metiendo esta también en la mochila.

 

Posteriormente sacó una hoja oficio de la resma, y con papel rojo escribió en ella. Arregló lo demás, y partió con sus cosas.

 

 

 

 

Cuando estuvo frente al complejo de departamentos no pudo estar más decidido, con una sonrisa radiante subió hasta ese departamento, el que él buscaba, el que él quería.

 

Tocó tres veces la puerta, revisando luego la hora. No pasaban las 10.

 

Pero aún así le abrió, siendo fin de semana, y temprano.

 

— ¿Ja’far? —La sorpresa se notaba en sus ojos abiertos de sobremanera. El albino asintió. — ¿Qué estás haciendo aquí…? —Recién allí Masrur se percató de los bolsos, y frunció el entrecejo. — ¿Y esos bolsos?


La sonrisa del mayor se ensanchó, y agradeció que Masrur ya estuviese vestido. Lo tomó del brazo, y jaloneó hacia afuera, cerrando con ello la puerta.

 

— ¿Ja’far…?

 

— ¡Nos vamos! —Anunció, mientras comenzaba a correr en dirección a la estación de buses más cercana. Entrelazó los dedos de su mano con la ajena. — ¡Tu y yo!

 

 

 

 

 

Lejos de allí, en el magnífico hogar que compartían el esposo perfecto y el esposo exitoso, una nota había sido dejada en la mesa principal. El anillo de bodas relucía a un lado de ella, y con una letra clara se leía.

 

«No quiero levantar sospechas. Disfruta tu fin de semana con Judar, Amor. Yo me iré con mi amante hasta nuevo aviso.

La cena está en el horno.

 

Por algo estamos casados, ¿No?»

Notas finales:

Bueno, este es el final que decidí. ¿Alguien que no esté contento o conforme? 

 

Una amiga me dijo que podía seguir, pero no sé, hehe. 


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