Las manos de Kureto arrancaron los pantalones de Shinya mientras este se debatía bajo suyo. Ambos sabían que no era rival para la fuerza del general pero el peliblanco lo intentaba todo lo que podía. No quería dejar que el otro borrara todo rastro de su anterior amante de su cuerpo. No podía dejar que borrara de él a Guren ya que era improbable que volvieran a verse.
De pronto sintió su entrada penetrada a la vez que su cuello era mordido dejando una visible marca—¡No! ¡Déjame! ¡Déjame ir!—dijo el ojos azules mientras boca abajo sobre el catre con los pies en el suelo sentía que su cuerpo estaba siendo vapuleado el miembro y los dientes del ojirojo.
¿Acaso no lo disfrutaste cuando te lo hizo esa escoria de Ichinose? ¿Y a mí tienes el tupé de desafiarme por él y de desecharme? ¡Yo limpiaré de ti tu mancha! No dejaré huella de esa basura en ti—dijo el general.
¡No! ¡Yo no quiero eso! ¡El…! ¡Él es el único… él único que quiero! ¡Solo lo quiero a él!—dijo el peliblanco mientras sus manos se agarrotaban sobre la manta del catre y su cuerpo era sacudido por las embestidas de su ex hermano.
¿Y crees que él regresará?—se burló el otro.
Los ojos de Shinya se cristalizaron, más no por lo que sucedía sino por ese pensamiento que de nuevo volvía a él.
Sé muy bien que no lo hará. Sé que es probable que no vuelva a verlo pero yo… aaahhh… no por eso voy a olvidarme de él. Guren es el único para mí—admitió el ojiazul.
Kureto chasqueó la lengua con enfado y sus ojos ardieron más con su ira—Es inconcebible que hayas caído tan bajo habiendo pertenecido a la familia Hiiragi por tantos años. Que te arrastres por un simple Ichinose—dijo fúrico.
¡Él no es nada simple! Lo sabes bien. Dirás que es escoria pero fue al único con el que aceptaste aliarte. ¿Y eso por que fue? Sabes muy bien que Guren es tan bueno como tú. ¡Incluso puede que mejor! ¿Eso es lo que te perturba, hermano?—dijo volteando un poco su cuerpo para verlo a los ojos Shinya. Sabía que despertaba la ira de alguien incluso superior a un monstruo pero incluso si lo mataba ahí mismo, solo acabaría con su agonía.
Kureto reaccionó como el peliblanco lo esperaba y con su mano apretó el cuello de Shinya mientras lo presionaba contra la cama y dejaba su interior para que el otro quedara totalmente boca arriba.
¿Quieres que te mate aquí mismo?—dijo lleno de ira el Hiiragi ante tal idea. ¡Que alguien lo comparara con un Ichinose y que incluso la hallara inferior era el peor insulto del mundo para Kureto!
Al ver los ojos azules muy calmos y con mirada constante como siempre habían sido los de su ex hermano menor Kureto lo odió por ese aparente frío autocontrol, pero luego de un momento entendió la realidad.
¡Tú! ¿En realidad no te importa morir por esa escoria?—preguntó el general.
¡Me halagas pero no creo que muera por él sino por las inseguridades de mi hermano mayor!—dijo eso sin miedos como era el continuo accionar de Shinya cuando se trataba de su propia vida.
Kureto llevó sus labios muy cerca de los de su antiguo hermano y le dijo—Lo siento pero no cumpliré tu deseo. Voy a mostrarte un destino peor que la muerte—dijo el ojos rojos antes de encerrar en una mano el pene de Shinya que se estremeció visiblemente por el contacto
¡No, espera!—dijo el sorprendido ojos azules.
¿Qué? ¿Esto no te gusta? No creo que se lo negaras a Ichinose—dijo con voz un tanto más airada al final el ojos rojos mientras con su otra mano levantaba la pierna del ex hermano para introducirse de nuevo en su interior—A partir de ahora serás de mi propiedad—añadió.
Aunque lo hagas… esto no me hará tuyo…yo soy de Guren… solo de él—dijo como advertencia el peliblanco pero también como modo de autoconvencerse ya que estaba cayendo en la desesperación de ver borrado el último recuerdo de su ser amado.
¡Veremos si dices eso cuando termine contigo!—dijo Kureto mientras embestía sin piedad y acariciaba rudamente el falo expuesto de Shinya.
Pese a como era tratado lo peor de todo eso era las sensaciones que esta aberrante relación con su hermano mayor producían dentro del ojos azules porque aunque jamás lo admitiría sus gemidos eran en parte de placer.
Aunque no quería el toque del general producía en el ojos azules un retorcido goce que el trataba de medrar de su cuerpo sin éxito.
Ni bien terminó un Kureto algo agitado se separó de su cuerpo y lo miró en silencio mientras arreglaba sus ropas. Nada dijo mientras lo hacía ni después. Solo se fue en silencio.
Shinya solo permaneció ahí un momento antes de rodar para quedar por entero sobre la cama.
Lágrimas silenciosas escaparon de sus ojos mientras pensaba que el único tesoro que podía haberse llevado a la tumba con él le había sido arrebatado por Kureto. Sus manos apretujaban la colcha como para evitar que cayera en la profunda desesperación.
Fuera Kureto caminó fuera de la prisión siendo saludado por los guardias de la manera más respetuosa. Su porte magnífico no cambiaba a menos que algo lo alterara y nadie quería ser la causa de eso pues su carácter era muy conocido. Después de todo era muy conocido lo que había hecho luego de la batalla de Nagoya.
Saludó a su secretario cuando entró en su oficina y dentro de ella se dirigió a los papeles amontonados. Después de sentarse se levantó. Aun lo molestaba ese hecho.