Despertó sin mucha idea de donde estaba. Luego de mirar un rato las paredes blancas vino a su mente el recuerdo de ser trasladado por unos soldados. Llegado ese momento le importaba muy poco si querían ejecutarlo y cerrando los ojos se durmió mientras lo cargaban con sus hombros bajo las axilas.
La habitación era blanca y su estilo era parecido al de la celda solo que con más muebles. Pensó sin interés que era un cuarto bastante asceta. De pronto sintió como penetraba a la habitación alguien más y sin mirarlo supo quien era por su presencia. Sus ojos azules miraron hacia un lado y arriba para ver los rojos que lo miraban como los de un lobo.
Habían pasado días desde que lo viera y aun le quedaba esa extraña sensación en las palmas de las manos. Se había quedado pensativo y distraído varias veces en esos días. Cosa nada habitual en él gracias a los hechos de ese día. Pero había tomado la decisión de enfrentar todo aquello.
Con paso decidido caminó hacia la puerta de la celda cuando se dio cuenta que no había nadie custodiando ese pasillo un presentimiento de que algo estaba mal pasó por su mente y como rayo se acercó a la mencionada. Después de presionar el pestillo pudo con certeza decirse que estaba abierta y al abrir la celda sin lugar a dudas se dijo que estaba desierta y que eso era una muy mala señal.
Con el corazón galopándole en el pecho Guren Ichinose corrió buscando el guardia más cercano que había pasado.
El hombre lo miró sorprendido cuando él se le acercó.
¡El prisionero Hiiragi! ¿Dónde está?—preguntó a viva voz.
¿Eh? ¡Creo… creo que se lo llevaron, señor!—dijo muy duro el sujeto al que le tartamudeaba la voz porque conocía la fama de Guren y se veía totalmente exaltado.
¿A dónde?—preguntó imperioso y desesperado.
¡Eh… no se señor!—contestó el soldado que efectivamente no lo sabía—¡Oí que el general Hiiragi se lo llevó!—
¿Cuál?—preguntó el pelinegro víctima de sus sospechas.
¿Eh?—preguntó el soldado.
¿Cuál Hiiragi?—preguntó Ichinose.
¡El general Kureto Hiiragi, señor!—respondió el muchacho.
Guren solo pensaba en una cosa. Conocía bien a Kureto y que se hubiera llevado a Shinya no era nada bueno. Los Hiiragi podían haber adelantado la ejecución de Shinya sin aviso alguno y él no podría hacer nada abiertamente. ¡Quizás ya habían llevado a cabo su deseo! Pensó con desesperación y con la férrea decisión de comprobarlo. Quería saber cómo y donde estaba Shinya.
Veo que despertaste—dijo el mayor de los hijos Hiiragi--¿Aún tienes esa melodramática idea de morirte?—preguntó frunciendo algo el ceño.
El otro sonrió de lado adquiriendo como pudo una pose desgarbada y dijo—No pensé que te importara lo que me pase—
Eso hizo de nuevo que hirvieran la sangre del mayor—¿Crees que te librarás de esto tan fácilmente? No va a terminar hasta que yo lo diga—dijo y viendo que en el rostro del otro la sonrisa se mantenía sintió la necesidad de lastimarlo—Siempre han sido así. Creyeron que eran algo diferente pero yo les mostraré lo que realmente son—
¡Jeje! ¡Es cierto! En estos momentos no puedo dañarte desde esta distancia sin mi Byakumaru—le dijo el peliplateado.
Semejante atrevimiento encendió la ira de Kureto que se acercó y agarrándolo de la pechera—No sería ninguna diferencia si lo tuvieras—
Sus ojos quedaban muy cerca por lo que se miraban cuando Shinya contestó—Puede pero olvidas que puedo ser un rival aun sin él—en ese momento el pelinegro se dio cuenta de que su vaina había sido hábilmente desprendida por el otro por lo que caía y recibió el impacto de una patada del ex general en la rodilla. El peliblanco aún sin armas era un experto nivel Hiiragi por lo que no era de extrañar que pudiera propinar un golpe a Kureto que se vio momentáneamente sorprendido pero en seguida recuperándose asestó una patada en el estómago que envió volando al otro contra la pared sobre la cama, donde terminó sentado con algo de sangre escurriéndole de la comisura de la boca.
¡Estás muy débil para intentar una estupidez como esa! ¿Acaso sigues con tus intentos de suicidio?—dijo airado el general— ¡No me digas que crees que Ichinose vendrá a salvarte!—
El peliplateado que aun mantenía su mirada baja sonrió de lado y lo miró con ese aspecto de inquiebrantable que siempre había usado en situaciones en que el enemigo se pensaba vencedor, como si supiera algo que el otro no y le diera risa el pobre. Lo que exasperaba al ojos rojos—No es necesario que Guren venga a por mí. Ya te dije que no espero eso de él—
Eso enfurecía al pelinegro que le contestó--¿Tienes miedo de ponerlo en problemas conmigo? –preguntó el heredero de los Hiiragi.
En un enfrentamiento entre él y tú… ¿Puedes asegurar que tu ganarías? ¡Sabes bien que su nivel esta en el tuyo! ¿No por eso lo hiciste tu socio?—preguntó el ojos azules con sorna.
¡Te equivocas! Si lo hice mi asociado en mis planes es porque él conoce los planes de Mahiru pero en cuanto deje de serme de utilidad su vida será exterminada. ¿Qué? ¿No desearías avisarle del peligro?—se burló Kureto que institivamente quería lastimar a Shinya con sus sentimientos por el ojos negros.
¡Jejeje!—dijo el ojos azules mirándolo con soberbia mientras escupía algo de la sangre que tenía en la boca por la risa algo forzada, su cara desafiante lo miró con una sonrisa--¡Conociéndolo él lo sabe bien! Espera tu movimiento. Tal vez pueda ver el día de tu derrota—
El furioso ojos rojos cargó con fuerza contra el otro y lo golpeó con el dorso de la mano a último momento. El otro lo miró mientras se incorporaba con la mejilla roja y el labio sangrante, por ambas comisuras bajaba el líquido rojo ahora y el otro se las limpió.
¡Mírate! ¡Tan impotente ahora! Como un muñeco de trapo. Ni siquiera es divertido pegarte—le dijo el pelinegro calmándose aparentemente y largándose después.
La sonrisa poco a poco se fue escapando del peliblanco.
Lo primero que vio Guren al llegar a las inmediaciones de la habitación fue a Kureto salir de ahí con expresión siniestra. Por suerte el otro no lo percibió sino que siguió adelante mientras él estaba aun en la esquina de ese pasillo del cuartel de Kureto. No le era difícil estar allí pues eran también sus cuarteles ahora. Se lamentaba de que Shinya estando tan cerca de él le hubiera pasada desapercibida su presencia. Después de un momento entró pues había cuatro guardias en los pasillos circundantes pero no ninguno en el pasillo de Shinya, por órdenes de su comandante en jefe.
Al abrir la puerta de la celda la cual tenía la llave cerca pudo a ver a su único amigo por años sentado en una cama limpiándose la sangre de la boca. El corazón le dio un vuelco al ver su figura apaleada y en seguida supo que el culpable era Kureto.
De pronto Shinya se dio cuenta de una nueva presencia. Por un momento pensó en un guardia hasta que vio el rostro de su amado Guren. No podía creer que en realidad estuviera ahí.
Ichinose también miraba a Hiiragi pero con una mezcla de furia y dolor por lo que veía que le habían hecho a su amigo—Shin…--
Shinya se levantó y trató de ir hacia él también exclamando su nombre pero la debilidad creciente se apoderó de él después de tanto stress y cayó de rodillas… o lo hubiera hecho de no ser por el pelinegro que lo atrapó en sus brazos.