Shinya sintió los labios posesivos ardientes como los de él mismo sorprendiéndose de la reacción de su propio cuerpo al tacto del otro que ahora bajaba su boca por su largo cuello mientras lo obligaba a deslizarse hacia abajo, hacia el lecho.
Las manos de Kureto aferraban fuertemente las muñecas del peliblanco mientras una de sus piernas se colaba provocativamente entre las suyas haciendo que la pelvis del ojos azules se friccionase contra el muslo del pelinegro que comenzó a moverlo mientras las nalgas de Shinya descansaban sobre este que se encontraba flexionado.
El movimiento que hacía el pelinegro había logrado que los sentidos de Shinya explotaran pues su miembro ahora despierto completamente comenzaba a doler mientras podía sentir la presión de el del otro. Las manos de Shinya se aferraron a las sábanas mientras sentía las embestidas de ese muslo.
Kureto aferró con una mano ambas muñecas para desvestir con la otra al ojos azules. Mientras el peliplateado sentía como su cuerpo se crispaba por el solo contacto del otro mientras intentaba negarse pero nada podía hacer en su debilitado estado.
Kureto levantó sus fecundas cejas mientras alzaba la cabeza y le miraba--¡Debes tener cuidado con lo que deseas, Shinya! En otros tiempos pudiste hacerme frente pero en tu estado actual es obvio que ni siquiera puedes alterarme. ¿Ves lo que ha hecho ese desgraciado de ti? Deberías alimentarte mejor si piensas intentar darme una oposición que no me cause risa—dijo el pelinegro con una de sus cejas aun izadas.
Mar y lava chocaron. El agua intentando entre ver cual era el verdadero interés de la lava mientras la lava trataba de atravesar el agua y llegar al fondo. Pero fue imposible que el general se detuviera ahí. Sus instintos le pedían más y atacó de nuevo la otra boca con el entusiasmo de un conquistador a las puertas del preciado objetivo.
La entrepierna de Shinya dolía mientras la mano de su captor desgarraba la tela que desnudaba su pecho y estómago y luego se colocaba sobre esta. El ojiazul se sentía avergonzado de si mismo. Era seguro que amaba a Guren, entonces no entendía porque su cuerpo estaba reaccionando así al toque del otro. La mano del otro ahora jalaba sus pantalones por el lado derecho dejando expuesta la mitad de su entrepierna pero el falo aun permanecía escondido tras la tela del pantalón y de la ropa interior. De pronto sintió al del otro que presionaba su propio muslo y percibió que debía estar como el propio.
También le debía doler, se dijo y con solo ese pensamiento el ojos azules sintió una oleada de algo indescriptible que se parecía demasiado al placer. De pronto sus labios no solo eran besados con lascivia sino mordidos de manera posesiva por aquel que parecía cada vez más molesto por la presencia de Guren en su mente.
De repente su miembro se vio liberado y se estiró como una persona que espera ser salvado por un barco muy lejos. La tela del pantalón del muslo de Kureto acarició rasposamente el hirviente miembro que con cada movimiento hacía encoger al ojos azules con una sensación eléctrica que lo recorría desde la punta de los pies hasta el cabello.
La mano del pelinegro pasó la palma por abajo del miembro extendido logrando sacar un gemido del capturado que en nada parecía uno de molestia y la sonrisa soberbia de siempre apareció en el rostro del general Hiiragi--¿Acaso te complace ser tocado en esta parte?—preguntó el sádico sujeto a su víctima que abrió un poco un ojo debido a que los tenía cerrados por la intensa oleada que esa caricia logró que lo recorriera.
Su espalda yacía desde siempre en la cama mientras sus muslos apretaban sus pantorrillas y entre sus piernas estaba la del arrodillado Kureto que se erguía sobre él con su sonrisa de satisfacción. Otra caricia leve y otro espasmo de satisfacción, una mano que se arrastra hasta hacer contacto con una zona agujereada, dos entrometidos dedos que como gusanos entran en el orificio para moverse dentro cual una batidora, pero con lentitud infernal.
¿Cómo se siente eso, Shinya?—la pregunta llena de satisfacción de Kureto Hiiragi.
Los dientes trabados de Shinya Hiiragi y un leve gemido que escapa entre ellos.
Tal vez deba sacarlos—las palabras del pelinegro mientras los gusanos emprenden la retirada. Un movimiento que los sumerge sin previo aviso de nuevo en las entrañas de una tierra que los ansía contra toda lógica. Una sonrisa ganadora, los labios acercándose a la oreja--¡Dime que lo deseas!—palabras con una daga oculta.
Las manos del peliblanco se agarrotan agarrando las frazadas de lana. Su gesto se tuerce pues no puede admitirlo pero esta a punto de ceder y entonces lo agarra de la pechera al general. Sus caras se acercan mientras el ojiazul trata de evitar decir esas palabras que terminan saliendo de su boca.
Lo… lo deseo—es lo único que admite antes de tapar con su boca la del otro mientras Kureto se pone a prepararlo.
Pronto Shinya siente esos dedos salirse y se mueve de nuevo para evitarlo pero el general es inexorable esta vez y no regresa los dedos, los quita y de pronto Shinya siente una nueva sensación a las puertas de su entrada. Algo duro y caliente roza contra ella, como un tronco pronto a embestir una puerta. Como un misil llegando a su objetivo. Como una lanza clavándose en lo mas hondo en el corazón de una presa.
Las embestidas de Kureto se vuelven brutales y después de un rato ambos se encuentran en las puertas del éxtasis mismo. Mientras uno siente la satisfacción de la victoria el otro siente la vergüenza y la culpa aunados con un extremo placer que termina en el momento justo para ambos con un quejido gutural partiendo de ambas gargantas.