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VIAJE ESTACIONAL por Mely Wolfy

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Notas del capitulo:

WAAAAAA Holaaaa Muy buenas noches… no se si alguien por aquí me recuerda, me sigue leyendo o que hongos alucinógenos. ewe
Estoy muy emocionada porque estamos haciendo un evento llamado “Viaje estacional” por parte del grupo MidoTakaLove y ps, es abarcando las 4 estaciones del año.

Originalmente, había pedido solo dos estaciones, porque tenía pensando escribir algo más cursi y cliché… pero luego en medio de la noche, tuve una especie de revelación, la musas llegaron y cuando me di cuenta, ya estaba escrito este primer capitulo de 4 que serán… xD
#AsíLasCosas

Jajajajajaja aun así, espero les guste mucho esta historia que surgió de mi mente gracias a una imagen que vi navegando en tumblr.

Sin más que decir… nos leemos al final…!

VIAJE ESTACIONAL: OTOÑO

CAPITULO I – RYŪ

 

"Cuentan que hace muchos años vivía en Japón un joven pescador llamado Urashima Tarō. Él, era el único hijo de un matrimonio de pescadores muy pobres cuyas únicas pertenencias eran una red, un pequeño bote y una pequeña casa cerca de la playa. Pese a ser tan pobres, los padres de Urashima querían mucho a su hijo, un muchacho sencillo y de muy buen corazón.

Dicen, que una tarde en la que este había salido a faenar con su barca, al izar las redes encontró atrapada en ellas una gran tortuga verde. Aunque esta podía proporcionar alimento para él y sus padres durante varios días, Urashima se apiadó de ella y la devolvió al mar. Mientras lo hacía sintió que el sueño se apoderaba de él; en ese estado ve como una hermosa doncella surge de entre las olas y sube a su bote. Ella era la tortuga que había salvado y en agradecimiento, lo lleva con su padre Ryujin, el Rey-dios Dragón, a su palacio, el Ryugu-jo. En lo profundo del mar Urashima descubre un mundo maravilloso. El palacio estaba hecho de coral rojo y blanco y estaba además, habitado por cientos de criaturas marinas servidoras de Ryujin. Él pescador al quedar tan maravillado, decide quedarse ahí y con el pasar de los días, Urashima se enamoró de la princesa y la princesa de él, a quien recibió como esposo y juntos vivieron varios meses de felicidad.

Pero, aunque el pescador era muy feliz, sentía mucha nostalgia por su familia y su pueblo.

Un día le cuenta su inquietud a su esposa, que, apesadumbrada, pero entendiendo los deseos de su esposo, le permite volver a su casa. Antes de despedirse le da una caja de madera y le advierte que, si quiere regresar al palacio del dragón, no la tiene que destapar por ningún motivo. Al tocar la caja Urashima vuelve a entrar en un estado somnoliento y se encuentra repentinamente en una pequeña embarcación, el mismo bote donde había pescado a la tortuga aquella vez. Incluso tiene la misma ropa que usó en esa ocasión. Era como si los años no hubieran pasado y llego a dudar de todo el tiempo que paso en la profundidad del mar con la princesa.

Cuando llega a la orilla, inmediatamente se dirige a ver a sus padres, y nota que la aldea ha cambiado radicalmente; en el lugar de su cabaña hay otra más grande. Al no encontrar a sus progenitores, le pregunta a un aldeano. Al principio no le da ninguna información al respecto; pero finalmente recuerda la historia de una pareja de pescadores que había perdido a su hijo Urashima, hacía más de trescientos años.

Comprendió en un segundo que era cierto lo que se dice de ciertos animales fantásticos; para ellos el tiepo transcurre mucho más lentamente. Decidió entonces volver, al palacio; ya nada lo retenía entre sus semejantes. Pero en un momento de estupidez, abrió la caja que le había dado su esposa y una nube blanca salió de la misma y empezó a alejarse en dirección al mar, Urashima corrió y corrió tras ella, pero cada vez le costaba más trabajo seguirla. Al mirar sus manos, se dio cuenta de que se le había arrugado repentinamente al igual que su rostro, el cabello se le volvió blanco. Cuando llegó a la playa, exhausto, vio como la nube se perdía en el horizonte. Cayó en la arena; su cuerpo era el de un anciano y jamás volvió a levantarse.

Urashima, al tiempo de morir en la playa, renace como grulla y se reencuentra con su esposa, convertida nuevamente en tortuga por ambos animales son sinónimos de longevidad…. Fin."

-¡Yeiiiiih! – el niño pego un gritillo de felicidad en su cama, riendo y aplaudiendo contento por haber escuchado su historia favorita de la melodiosa voz de su madre. -¡Cuéntamela otra vez!

-Tadokoro, ya es la quinta vez que te la cuento en la semana…. –decía ya un poco chocada la madre, pero amorosa.

-Es que me gusta mucho mami… - hizo un pequeño puchero teatral, sus ojos los puso brillantes, intentado conseguir que su madre se apiadara de él para que le contara nuevamente dicha historia que ya se sabía de memoria.

-No, es hora de dormir… -sonríe ante la queja que sale de los pequeños labios de su hijo. –Buenas noches. –acaricia su mejilla, la besa y se retira, apagando la pequeña lámpara de su habitación.

Él niño casi de inmediato se queda profundamente dormido, sin saber que tanto él como su madre, habían tenido compañía la última hora. Frente a su habitación hay un árbol, y en la rama, mas escondida y cerca de su ventana, un hombre se encontraba parado ahí.

Miraba las estrellas, dándose el placer de permanecer unos minutos más observando el cielo nocturno, y cuando creyó que ya había permanecido lo suficiente en tierra firme, de un salto bajo de la rama, caminando hacia la orilla de un tranquilo y enorme río.

Por un momento, parado sobre las aguas –y gracias al brillo de la luna- contemplo su reflejo semi-humano, sin alas, cubierto con un poco de escamas a los perfiles de su cara y cuello, y cuernos.

Su cabello verde, sus ojos verdes tras unos anteojos de armazón negro, porque debía de admitir que su vista humana era malísima. De su oreja derecha, colgaba un arete de color rojo, que tenía forma de rombo y en medio de este una cuenta en color azul y al final varios hilos largos en color rojo divididos a la mitad, cada una sujeta por otra cuenca en colores crema. En su oreja izquierda, tan solo dos pequeñas bolitas rojas; su fino kimono de color rojo y en las mangas compartiendo con el color azul, encima de este un chal blanco, que lo protegía del ligero frío otoñal.

Unos pasos firmes y decididos irrumpieron su tranquilidad, provocando que se hundiera rápidamente en el agua, dejando solo un cuarto de rostro en la superficie para poder observar lo que sucedería a continuación.

Una joven de largos cabellos negros, tez blanca y ojos color café, llego corriendo rápidamente a las orillas del río. Entre sus brazos, y pegándolo firmemente a su pecho, había un bulto cubierto por una suave manta. Ella lloraba desconsoladamente, abrazando con fuerza aquello que celosamente parecía proteger; más pasos y voces gruesas y extrañas se escucharon a lo lejos, alertándola y poniéndola aun más nerviosa, se arrodillo frente al caudal, beso su tesoro y con autentico dolor reflejado en su rostro lo dejo ahí mismo, junto a la orilla, levantándose rápidamente, para correr y no volver a mirar hacía atrás.

Él alto hombre -que aun permanecía sumergido- al ver semejante espectáculo, salió de las aguas, quedándose sobre estas observando desde su distancia aquel pequeño bulto. No quería tomarle importancia, porque creía que tal vez no sería la gran cosa, pero su atención fue totalmente robada, cuando aquello comenzó a moverse de un lado a otro, Y pronto, antes de que incluso su mente pudiera procesar su siguiente movimiento o si sería prudente acercarse, ya estaba ahí, junto a eso.

Tomo el tesoro entre sus brazos, quito las suaves telas con suma delicadeza y abrió sus ojos a su máxima capacidad, al ver lo que tenía enfrente. Un bebe, pequeñito, de quizás un carente mes de nacido, temblando de frío, moviéndose incomodo, tal vez por no sentir el calor de mamá.

El bebe abrió los ojos, un azul tan infinito como la noche y tan llenos de luz y vida como la luna se hicieron presente mirando hacia varios lados sin un punto en especifico, porque aun era muy chiquito para enfocar con exactitud, moviendo su boca chistosamente como si comiera y cerrando y abriendo una de sus tan pequeñitas manitas.

Ante aquella imagen, al hombre se le fue robada una tierna sonrisa. Y al mismo tiempo la decepción se vio reflejada en sus ojos esmeraldas. No quería juzgar a la joven tan rápido, porque motivos profundos había en todo aquello, pero aun así, se le hacía injusto que habiendo tantos lugares para abandonar al bebé, decidiera dejarlo ahí, en una zona tan peligrosa. Porque, aunque ya estaban en los primeros días de otoño, eso no significaba que no hubiera alguna que otra lluvia perdida por ahí, como la que justamente comenzaba, y la que ayudaría a los pocos minutos a aumentar la capacidad y el cause del río.

Suspiró apesadumbrado, sabía que se había metido en un problema al acercarse al bebe, pero dejarlo ahora tampoco era ya una opción, así que hizo lo impensable para cualquiera que estuviera en su posición. Se paro nuevamente en medio del río, alzo su mano izquierda, provocando que un poco de agua se alzara frente a él en forma de esfera y cubrió al niño con ella, creando una capa de agua que mantuviera el oxigeno dentro para que el infante pudiese respirar. Lo abrazo fuertemente y echando un último vistazo en dirección donde había huido su madre…

Se hundió.

-*-

El palacio era grande, fascinante, lleno de piedras irregulares y jardines coloridos, todo escondido en una gran caverna, en lo más profundo. Cerca de ahí el manto de agua, que era la entrada y salida que daba el acceso completo a todo el río y a la superficie. A pesar de eso, aquel lugar que llamaba hogar, solo era habitado por unas cuantas creaturas: por él, por los súbditos y por su persona favorita en todo el mundo, que siempre que tenía la oportunidad, le hacía travesuras.

Él caminaba por los jardines tarareando una canción, buscando el escenario perfecto donde realizar su carrera de cochecitos. Su prodigiosa vista, divisa una tela larga blanca que se abomba con el ligero viento que hace al caminar su portador; y la oportunidad perfecta para practicar su nuevo salto se hace presente.

-¡Shiiiiiiiiin-chaaaaaaan!

Escucha el grito, pero es demasiado tarde, un bulto ha caído en su ushiro migoro largo, que lo detiene en seco haciéndolo para atrás estrepitosamente y perdiendo el equilibrio; una estruendosa risita se escucha.

-¡TAKAO! –le grita, pero sabe que es inútil, ese pequeño travieso siempre se sale con la suya.

-Mande Shin-chan… - esos ojos azules tan brillantes, le miran con picardía, una sonrisa, traviesa y luminosa se hace presente en el rostro del pequeño pelinegro, que se queda ahí sentado en la fina tela que acaba de arrugar.

-¿¡Qué te he dicho de hacer eso!? –frunce el ceño, aunque sabe que es inútil, esa platica la han tenido más de cien veces, pero Takao parece tener cierta fascinación por no obedecer nada.

-Qué no lo haga… - ese gusto, tierno, de arrepentimiento falso pero muy bien actuado, termina por hacerlo ceder, por milésima vez.

-Ven aquí… - El infante estira sus pequeños brazos con alegría, adora cuando cede ante él y lo carga, porque sabe que lo llevara a la superficie.

Su vida se ha resumido a eso en los últimos cinco años desde que lo encontró. Al principio le resulto muy difícil, pues nunca se imagino que una vida mortal dependería de él. Y aunque le encantaba leer, los libros no respondían a todas sus dudas, por lo que tuvo que hacer una investigación muy exhaustiva sobre los cuidados de un bebé mortal y, posteriormente, sobre lo que debería de hacer cuando este comenzará a caminar, correr, hablar…

Su búsqueda había iniciado al siguiente día de haberlo encontrado, las formas humanoides que habitaban en su palacio –peces convertidos en personas pero que aun conservaban ciertas características de su verdadero ser- cuidarían del pequeñín.

Entonces, un día vio a la madre, pero de aquella hermosa mujer que había visto en aquel río no era ni la sombra. Estaba demacrada, su cabello opaco y sus ojos tan solo parecían ser una cuentas que estaban ahí adornando su cara sin reflejar nada, delgada, evidencia de que llevaba varios días sin comer.

La siguió entre los árboles -cuidando de no hacer ruido- hasta el pueblo que él solía visitar con mayor frecuencia. Se detuvo en la puerta de una casa más grande que las del resto y toco la puerta. Por un momento, esa sensación de enojo invadió todo su cuerpo. Una señora de aproximadamente unos 50 años, la recibió con un apretón en el brazo, gritos coléricos y varias cachetadas en rostro. La chica gimoteaba, sin decir nada, la señora la sacudió otro poco y con fuerza la empujo dentro de la morada, no sin antes mirar a su alrededor para asegurarse que nadie las hubiese visto.

Los días siguieron pasando, y para ese entonces aquel joven peli-verde ya había descubierto muchas cosas. La primera, es que aquella señora tan malvada era su madre, la segunda, su padre, el alcalde de dicho pueblo, era exactamente igual, para ellos que su hija hubiese salido embaraza de un "campesinucho" cualquiera, era motivo de deshonra. Ellos tenían clase, y ella debía haberse fijado en un hombre de la misma condición. Lo tercero, había concebido al bebe sin estar bajo sagrado matrimonio, lo que era un pecado, y la más horrible de todas las deshonras.

También había descubierto que aquel joven campesino había sido desterrado gracias a la influencia del padre de la chica sobre el pueblo, quienes lo creían un violador, por lo que, para asegurarle una vida tranquila a su amada –y por el repudio que le tenían- decidió abandonar el pueblo sin saber que dentro de ella, ya se concebía un hijo suyo.

A los pocos días de aquello, lo encontraron misteriosamente muerto.

Por último, una noche hace más de un año, había visto a una joven pareja cerca del río, jamás pudo verles el rostro, pero estaba seguro que aquellos jóvenes que le mostraron a vivo y todo color lo que era el acto de entregarse carnalmente al amor, eran los padres del bebé. Cuyo nombre real por fin había descubierto al seguir a la chica durante una noche mientras lloraba desconsolada cerca del río pidiéndole al cielo que la perdonara y que cuidara de su hijo… de su precioso hijo Takao Kazunari.

Al final, aquella persona que nunca pudo tener la familia que tanto había deseado, cayó en la peor desgracia. Cuando él había regresado al pueblo dos días después, se encontró con la trágica noticia de que los pueblerinos habían descubierto que la joven había concebido a un bastardo y no conformes con eso, que había matado a dicho bebe, ahogándolo en el río. Sus padres estuvieron de acuerdo. ¿La sentencia? Morir apedreada…

Para él, ver a los humanos siempre se le había hecho fascinante y ahora, al mismo tiempo se le hacía aterrador, pues no comprendía como en pleno siglo XXI aun existiera comunidades con ideas tan retrogradas, tanta llenas de envidia, odio, egoísmo y horror.

Cuando llego al palacio, no pudo evitar sentirse culpable al ver al bebe, por no haber podido ayudar a su madre a salir de aquel infierno; Y esa misma noche de otoño, le prometió al pequeño Takao que lo cuidaría por el resto de su vida.

-*-

-Shin-chan…

-Dime- le responde, sin apartar la mirada de su libro, con Takao frente a él dibujando lo que ha visto el día de hoy en la superficie.

-¿Qué eres tú exactamente? – le pregunta sin titubeos, hoy su Shin–chan ha estado de tan buen humor que cree es el momento oportuno para contestar aquella interrogante que ha tenido desde siempre –que tiene uso de razón- en su cabeza.

-Un humano. –vuelve a responder, pero el silencio que se prolonga en la biblioteca le hace apartar su vista del libro, su pequeño, le mira serio desde el piso de coral.

-¿Cuál es tu nombre real y que eres exactamente? –pregunta de nuevo, levantándose y poniéndose a su lado, tomándole de la mano, como si le diera a entender que sin importar lo que él fuera, lo seguiría queriendo igual. La mirada suplicante y comprensiva de su tesoro le hace comprender que a pesar de solo tener 5 años de edad, ya no puede ocultarle la verdad, Kazunari es un niño muy perspicaz e inteligente, que ya se ha dado cuenta de muchas cosas.

-Espera aquí… -lo toma de los brazos y lo sienta en el gran mueble individual, se dirige a uno de los estantes más alejados, sacando de las alturas el libro que necesitas, lo desempolva y regresa, sentándose ahora él en el sillón con Takao en su regazo. Abre el libro y cientos de dragones coloridos aparecen bajo la atenta y emocionada mirada de su pequeño.

Con su largo y delgado dedo, señala él imponente dragón que se encuentra casi al final.

-Me hago llamar Midorima Shintarou, pero mi nombre real es Ryū Tatsu y tal como lo indica el significado de Ryū, soy un Dragón…

-¿Y un dragón grande? –pregunta con autentica emoción sin apartar la mirada del libro ilustrado frente a él.

-Si, mi forma real es bastante grande, tengo cuernos, un cuerpo serpentino y escamas de lagarto.

-¿Así lucen todos?

-No, los dragones nos distinguimos por diferentes cosas, por ejemplo: el tamaño, el color, si tienen alas o no…

-¿A ti que te hace diferente Shin-chan…? –hojea el libro, mirando con detenimiento los demás dragones. –¡Ya se! – dice al instante, respondiéndose a el mismo la pregunta que acaba de plantearle. –Tu tienes solo tres dedos en cada pata.- Señala la extremidad de un dragón rojo y la que se muestra de él en el libro.

-Así es… También nos distinguimos porque a cada uno se le asocia algo distinto, en mi caso, yo estoy al cuidado de las aguas de las superficies, las nubes o los cielos….

-Ya veo… - luce concentrado, como si asimilara toda la información, pero al dar la vuelta a la página, Takao se encuentra con una imagen que le parece a él sumamente desagradable para un niño, donde se ve su verdadera fuerza, su rostro tosco y cuerpo imponente, por un momento el silencio que los envuelve le preocupa.

Por un momento el pequeño se pone de pie en sus piernas, teme que el niño salga corriendo y le comience a tener miedo, pero se sorprende al sentir como lo envuelve en un fuerte abrazo, con sus pequeños bracitos rodeándole el cuello.

-Para mi eres fantástico, nunca podría tenerte miedo Shin-chan… -le besa la mejilla izquierda y se separa un poco de él, sonriéndole con cariño, con mejillas sonrojadas y mirada tierna. –Así que no te preocupes Shin-chan, porque yo te quiero mucho. –un abrazo más y antes de tan siquiera poder reaccionar para responderlo, el pequeño ya ha saltado de su regazo, tomado su papel y ha corrido a la salida, llevándose consigo el dibujo que obsequiara a alguno de sus subordinados.

Midorima se cubre las mejillas con su mano derecha. Takao lo ha tomado desprevenido de una manera muy dulce y una risa cercana le aumenta el colorete de sus pómulos.

-Ese chiquillo cada día me sorprende más. – menciona alegre Yahiko Myōjin, uno de sus súbditos y mano derecha que le ha traído el té y "sin querer" ha escuchado todo.

-¡Cállate! – regaña, pero detrás de su mano, esconde una sonrisa.

-*-

Lo ha buscado por horas por todos lados, en el pueblo, que desde un principio debido haber sido su hogar, en casi todo el río, asustado de que allá caído en este por semejante corriente, y porque particularmente no sabe nadar, en medio de los bosques cercanos y ahora desde el aire, aunque la noche, no ayuda a ver con claridad.

Por eso es que no quería tener esa conversación él, su instinto le decía que aun no era el momento y más con tan solo 8 años de edad.

Pero había leído en tantos libros que a los niños siempre se les debe hablar con la verdad –con palabras que pudieran entender de acuerdo a su edad- que nunca se imagino estar así, en medio de la noche buscando a su pequeño tesoro. Regresa a tierra firme, al lugar donde el río da acceso a su palacio y mira que ya varios de sus vasallos se encuentran ahí preocupados, sin saber que más hacer.

-Lo sentimos mi señor –hacen una pronunciada reverencia ante el dragón, que de inmediato toma su forma semi-humana. - No hay rastros de él, por ningún lado. –la voz de Yahiko, suena genuinamente preocupada, pero nada es comparado con la cara descompuesta que tiene Shintarou.

Todos los que habitan el palacio, le tienen aprecio al niño, pero sobre todo, saben que su señor es él que más lo adora de todos, aunque no lo diga, con sus acciones, lo demuestra.

-¡Esperen! – uno de ellos capta la atención de todos. –Escuchen… - pide con sus manos que guarden silencio. Un llanto leve, resuena en los oídos de todos, y para cuando ya han abierto los ojos, Midorima se encuentra al otro lado del río.

-S-Shin-chan… - la rama de un árbol se mueve, y el llanto incrementa, Midorima mira hacía arriba y en la parte casi más alta del árbol entre la oscuridad, Takao esta sujeto fuertemente al tronco.

-¡Kazunari! –grita y en un instante ya ha llegado hasta donde se encuentra.

-S-Shin-chan… -estira los brazos, pero el movimiento provoca que la rama delgada se mueva ruidosamente, haciendo que el Takao se sujete nuevamente al árbol, llorando con más fuerza.

-Tranquilo Takao… ven…- con voz suave, y palabras amorosas, Midorima le pide que se calme, estira sus brazos en su dirección, manteniendo el equilibrio entre las dos ramas que usa para permanecer en pie.

Kazunari, al principio niega con la cabeza, pero la voz pastosa de su Shin-chan le brinda la calma necesaria para que estire sus pequeños brazos hacia la dirección del joven dragón, que sin dudarlo lo toma en un fuerte abrazo. Seguidamente tras un par de brincos descendentes, ya han tocado suelo.

Todos suspiran aliviados, pero Takao no deja de llorar, y solo basta una mirada de Midorima para entender la nueva orden "vayan al palacio".

Su pequeño se aferra a sus ropa fuerzas, gimotea y llora un poco más sin control. Lo mantiene abrazado sentado bajo el mismo árbol de donde lo bajo, para brindarle la calma necesaria hasta que pueda hablar al menos con un poco de claridad y explicarle que sucedió.

Pasan un par de minutos más, y la caricia que le brinda su espalda hace lo suyo, Takao descubre su cara que había permanecido hasta ese momento oculta en su pecho.

-Lo s-siento mucho S-Shin-chan… T-Te juro que no quería preocuparte….

-¿Qué sucedió? –pregunta con voz pastosa.

-E-Es que… luego de que me contaras l-lo que sucedió con mis v-verdaderos padres. M-Me enoje mucho con ellos, si e-ellos me hubiesen querido, habrían luchado por m-mí, y tu, no tendrías que cargar conmigo…

Espera… ¿¡QUÉ!? ¿Porque diablos un niño de 8 años pensaba eso?

-Kazunari… - toma el rostro de su pequeño tesoro entre sus manos, le da un beso en la frente y con sus pulgares le limpia sus cálidas lagrimas. –Hay cosas que nos son muy difíciles de entender, tu papá nunca supo que venias en camino, y de haberlo sabido, habría luchado por ti y tu mamá, te amaba tanto, que no quería que tuvieras un final tan triste como ella lo tuvo y… con respecto a mi… -sus mejillas se arrebolaron fuertemente, aun percibía ligeros temblores provenientes del cuerpesito entre sus brazos, y si era necesario que dejara por un momento ese lado tsundere del cual ese pequeñín siempre se burlaba para tranquilizarlo, entonces lo haría. –Tu eres tan importante para mí, que por eso estuve más de 7 horas buscándote…

-P-perdoname por eso… cuando corrí inmediatamente me subí al árbol, vi como me buscabas pero no quería que supieras donde estaba porque quería estar solo y luego, ya no supe como bajar, tenía mucho miedo. En serio lo lamento… -nuevas lagrimas surcaron sus mejillas.

-Ya, tranquilo… solo por favor, no lo vuelvas a hacer… - dice suplicante, abrazándolo con fuerzas.

Esa noche, luego de muchos abrazos por parte de los demás, de un relajante baño y de una deliciosa cena, Midorima llevo en brazos a un dormido Takao hasta su habitación. Pero antes de salir, su pequeño se había despertado y suplicante le pidió que por solo esa vez no se fuera de su lado. Esa noche, fue la primera vez en que ambos durmieron abrazados.

-*-

Otoño, dulce estación que brinda equilibrio perfecto entre lo cálido y lo frío.

Estación, que representar también los nuevos comienzos. Y eso lo sabía mejor que nadie, Takao Kazunari.

-¡Joven amo, no corra y coma al mismo tiempo por favor! –grita Yahiko, pero el peli-negro ya ha tomado su mochila y va devorando un pan francés hasta llegar a los limites del pequeño reino, donde se encuentra el manto acuífero.

-Vamos tarde. –voz severa, tono molesto.

-Lo siento Shin-chan, por los nervios me he desvelado y no he agarrado sueño hasta la madrugada. –sonríe con todos los dientes, entrelazando sus dedos con los de Shintarou, provocando una ligero rubor en las mejillas del mayor, que no quita su cara seria.

-Vámonos… - Takao ríe ante el esfuerzo titánico que hace Midorima por verse aun serio y molesto pese al rubor. La oportunidad de burlarse esta ahí frente a él, pero prefiere ya no fastidiarle más la mañana.

Una burbuja enorme los rodea a ambos y se hunde completo en el agua; el trayecto siempre es el mismo desde que tiene memoria. Los peces del río nadan cerca de la burbuja como si ese fuese alguna especie de orden natural.

-¿Emocionado? –menciona Shintaro, cubriendo completamente sus brazos con las mangas de su kimono sagrado.

-Bastante… este año Tatsuya y yo iremos también a la misma preparatoria. Es bueno tener un amigo desde el inicio del curso, así no te sientes tan extraño.

-Bien, entonces cuídate… ¿seguro que no quieres que te acompañe?

-No Shin-chan, además dudo mucho que la gente pase desapercibido tus ridículos cuernos.

-¡Takao!

-Jajajajajajajajaja lo siento Shin-chan… - el pelinegro lo toma de las mangas y se para de puntillas, pero Midorima se queda erguido sonriendo con prepotencia ante los problemas que le causa a Takao.

-¡Shin-chan! –dice molesto, inflando sus mejillas.

-Te lo mereces.-sonrie de lado sin perder su pose, pero Takao le pellizca un costado haciendo que se doble lo suficiente para darle su merecido beso en la mejilla.

-Teo veo en la tarde, Shin-chan… no llegues tarde. –Sonríe con picardía.

-Mira quien lo dice. – responde serio, con un tenue sonrojo.

Una voz llama a Kazunari y este corre en su dirección, despidiéndose de su guardián con la mano en el aire.

Takao ya ha crecido, mucho, aunque no lo suficiente como para poder darle un beso en la mejilla sin esfuerzos…

Sin duda, aquella noche de otoño, había encontrado su verdadero motivo para atarse a la tierra...

Notas finales:

Y bien… que les pareció esta ridícula historia...? xD
Espero no se les haya hecho aburrida o algo así…

E igualmente, espero la hayan disfrutado mucho como yo, al escribir este primer capitulo…
Nos vemos el 18 de mayo, con la siguiente parte en Invierno ;)

Abrazos y mordidas!
Mely Wolf ~


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