Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

No te vayas por Khira

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: Hola! he aquí un pequeño fic sin más pretensiones que compensar mínimamente a todas las que me pedíais SenRu en ‘Sólo un recuerdo’. Va por vosotras! XD
No te vayas

 

Un fanfiction basado en Slam Dunk por Khira

 

Disclaimer: Los personajes que aparecen en esta historia son propiedad de Takehiko Inoue.

 

****************

 

Soy un idiota.

 

Es curioso. Me la paso día sí y día también llamando idiota a los demás, cuando el más idiota de todos soy yo. Porque hay que ser idiota para no ser capaz de abrir la boca en un momento como este. En lugar de eso, me quedo callado e inmóvil como una estatua mientras contemplo con el corazón destrozado como haces las maletas para marcharte.

 

Llevamos ya casi dos años viviendo juntos, pero parece que fue ayer cuando me lo propusiste como una simple ‘conveniencia’, ya que ambos coincidimos en la misma universidad en Utah. Apenas hicieron falta un par de meses para que la pasión que ya sentíamos mutuamente el uno por el otro en el instituto explotara y nos convirtiéramos en pareja. Han sido dos años difíciles, yo soy difícil, pero pensaba que mi carácter no sería nunca la causa de nuestra separación.

 

Me equivoqué.

 

No sé por qué soy así. No puedo culpar a mis padres, ni a una infancia infeliz, ni traumática, ni nada de nada. Simplemente soy así, y punto. Un borde, un antisocial, y un insensible incapaz de amar. Todo eso me has llamado hace menos de dos minutos.

 

Pero en eso eres tú el que se equivoca.

 

Porque sí te amo.

 

Te amo como nunca he amado a nadie. Al principio reconozco que era pura atracción física, pero durante estos dos años mis sentimientos evolucionaron y ahora sé con total certeza que estoy completamente enamorado de ti.

 

Pero como soy un idiota, soy incapaz de abrir la boca y decírtelo.

 

- ¿Quieres quedarte con esto?

 

Tu pregunta me saca de repente de mis pensamientos. Te miro, y veo que me estás enseñando la pelota de básquet firmada por los Lakers que ganamos en un sorteo.

 

- Tú compraste el boleto – respondo fríamente – Es tuya.

 

- Pero la idea de participar en el sorteo fue tuya. Quédatela si quieres, yo tengo una de los Bulls.

 

Y sin decir más la dejas donde estaba y continuas sacando ropa del armario y dejándola sobre la cama, para después doblarla con cuidado y meterla en la maleta. Verte repetir ese proceso una y otra vez me está sacando de quicio. Sobretodo porque cada vez queda menos ropa en el armario.

 

El corazón me palpita en los oídos, me duele el pecho y me cuesta respirar. Pero como siempre disimulo cualquier atisbo de emoción en mí, aunque no sé por qué lo hago. Debes estar pensando que no me importa lo que estás haciendo, cuando en realidad me estás rompiendo el corazón.

 

- Bueno, esto ya está.

 

Tu voz me sobresalta de nuevo. Miro la maleta y para mi desgracia compruebo que efectivamente ya está hecha y cerrada.

 

- Te he dejado el dinero sobre la mesilla para pagar la mitad del alquiler del mes que viene, por si no te da tiempo a encontrar un nuevo compañero de piso.

 

Miro la mesilla y murmuro un ‘No hacía falta’ muy seco.

 

Tú te giras, coges la maleta, y te colocas otra vez frente a mí. No hay ni rastro de esa sonrisa tuya que tan poco te cuesta mostrar, al contrario que yo, que debo tener ya los músculos de la cara atrofiados de lo poco que los muevo.

 

- En fin, me voy. Adiós Kaede. Ya nos veremos.

 

- Adiós.

 

¿Adiós? ¿Yo he dicho eso? ¡¿Por qué?! ¡No quiero decirte adiós!

 

Y sin embargo, me limito a seguirte hasta la puerta como un zombi. Tú la abres, sales, y te detienes en el pasillo. Por un momento quiero creer que te lo has pensado mejor, pero nada de eso.

 

- Se me olvidaba – rebuscas entre tus bolsillos y sacas un pequeño objeto plateado - Toma, la llave.

 

Me la tiras y tengo que cogerla en el aire. En ese momento me doy cuenta realmente de lo que está pasando. Es como si hasta entonces hubiera estado viendo una película, como si no me estuviera pasando realmente a mí.

 

Pero me está pasando a mí.

 

Me estás dejando.

 

A partir de hoy, ya sólo te veré en los entrenamientos del equipo. Quizás también por la universidad. Seguro que me resultará extraño practicar contigo cada tarde como si sólo fuéramos amigos, sobretodo ahora que ya todos estaban enterados de lo nuestro. Con lo que nos costó seguir adelante cuando nos descubrieron, y ahora que ya podíamos abrazarnos e incluso besarnos delante de todos sin que se montara un escándalo...

 

Corrección: tú me abrazabas y me besabas. Yo por poco hacía como si no te conociera.

 

Me arrepiento tanto ahora de eso...

 

Siento que me escuecen los ojos. Dios mío, creo que voy a echarme a llorar por primera vez en años...

 

- ¿Estás bien, Kaede? Te ves pálido.

 

Parpadeo rápidamente para disimular las lágrimas.

 

- Sí.

 

Tú me miras como si supieras que estoy mintiendo pero soy tan orgulloso que no pienso reconocer que estoy mal por tu culpa. Y yo me siento peor aún.

 

- Ok. Adiós.

 

De pronto el corazón me da un vuelco al ver como te das la vuelta y empiezas a caminar en dirección al ascensor.

 

- ¡Espera!

 

La palabra ha salido de mi boca sin pensar. Tú te giras y me miras extrañado; seguro que tampoco te esperabas que te llamara.

 

- ¿Qué quieres?

 

El corazón me sigue latiendo con fuerza, los ojos me escuecen, y estoy temblando por culpa de los nervios. Pero tengo que hacerlo. Debo hacerlo.

 

- N-no te vayas...

 

La voz me ha temblado, pero por fin he podido pedírtelo en voz alta. Y ahora espero tu respuesta aún más nervioso; es como si me acabara de declarar.

 

Tú en cambio no dudas ni por un instante.

 

- Lo siento, Kaede. Es demasiado tarde.

 

Un escalofrío me recorre la columna. Me he quedado tan helado que no soy capaz de decirte nada más, sólo de quedarme ahí plantado viendo como continuas tu camino y luego desapareces tras las puertas del ascensor.

 

Entonces sí. Cierro los ojos un momento y dejo que un par de lágrimas circulen libremente por mis mejillas. Instintivamente me llevo la mano a la boca intentando controlar mis sollozos y que no me escuchen los vecinos. Cuando vuelvo a abrir los ojos, veo el pasillo borroso y vacío.

 

Vacío. Así es como me siento yo ahora.

 

Tengo ganas de llorar, gritar, golpear el suelo y la pared, todo a la vez.

 

Soy tan orgulloso que he esperado hasta el último momento para pedirte que te quedaras.

 

Soy tan idiota que por un momento había pensado que con sólo pedírtelo ibas a aceptar.

 

Y de pronto me doy cuenta de que aún puedo hacer algo más.

 

Sin ni siquiera cerrar la puerta del piso ni esperar a que vuelva a subir el ascensor, salgo como una exhalación escaleras abajo para poder pillarte aún en la parada de taxis, donde seguro estás ahora.

 

Como tampoco he cogido abrigo ni chaqueta el aire frío de la calle me azota con toda su fuerza, pero no me importa pillar un resfriado con tal de alcanzarte a tiempo. Continuo corriendo como un desesperado hacia la parada, a una distancia de dos calles, y en cuanto distingo tu figura no lo puedo evitar y grito tu nombre para llamar tu atención.

 

- ¡¡Akira!!

 

Tú te giras sorprendido y yo acelero sin dejar de mirarte. Entonces tú miras un instante hacia mi izquierda, y de pronto tu expresión sorprendida se transforma en pánico y echas a correr hacia mí. Yo no entiendo que pasa hasta que de pronto el ruido estridente de una bocina me destroza los tímpanos, me giro y veo un enorme autobús que se dirige hacia mí.

 

De la impresión me quedo paralizado, por un momento creo realmente que voy a morir arrollado. Sin embargo me arrollan desde otro lado: alguien me empuja tan fuerte con su cuerpo que rodamos ambos por la calzada hasta topar con la acera.

 

Se escucha un frenazo y algunos gritos. Abro los ojos y te encuentro encima de mí, entre enfadado y preocupado.

 

- ¿Estás bien? – me preguntas a gritos, pero no me dejas ni contestar - ¡¿En que coño pensabas?! ¡¿Por qué cruzas la calle sin mirar?! ¡¿Que no ves que casi te matan?!

 

Me duele la cabeza de oír tantas preguntas seguidas. No, un momento, me duele demasiado para que sea eso... Me llevo la mano a un costado de la cabeza y al quitarla veo que está machada con un poco de sangre.

 

- ¿Ves? ¡Estás herido! – ahora sí que pareces enfadado de verdad – Venga, levántate y subamos a curarte eso.

 

Alrededor nuestro se ha formado un grupito bastante grande de personas que no dejan de preguntarnos si estamos bien, sobretodo uno con uniforme que debe ser el conductor del autobús. Tú me pides que espere un momento, recoges la maleta y nos encaminamos de nuevo hacia el piso.

 

Al final, he conseguido que volvieras sin decirte nada... Pero sé que tengo que hablar contigo si quiero que te quedes para siempre.

 

Una vez en el piso, me llevas a la salita y me pides que espere sentado en el sofá mientras vas al baño a por agua oxigenada para limpiar la herida.

 

- Ahora en serio, Kaede – me dices mientras mantienes un algodón empapado apretado contra mi cabeza - ¿En que estabas pensando?

 

- En ti – respondo sin dudar – Quería pedirte una vez más que te quedaras.

 

- Kaede, ya te he dicho que es tarde...

 

- Pero yo te quiero.

 

Ha sido muchísimo más fácil de lo que pensaba. Veo la sorpresa en tus ojos violetas, pero dura muy poco.

 

- Ya lo sé, Kaede – suspiras – Perdona que te haya dicho antes esas cosas.

 

- ¿Entonces?

 

- El problema no es que dude de que me quieras... El problema es que nunca lo demuestras. Y yo ya me he cansado de ser el único que... mmm...

 

Mi beso te impide continuar hablando. Intentas separarte pero yo te agarro de la nuca y profundizo el beso, pero al final consigues librarte de mí.

 

- Kaede, escúchame, esto no es...

 

- ¡No, escúchame tú a mi! – te interrumpo cansado de que me rechaces - Te quiero, ¿entiendes? Y ya sé que nunca te lo he demostrado lo suficiente, pero si tú también me amaras, me darías otra oportunidad!

 

- Llevo dos años dándote oportunidades... – te defiendes visiblemente sorprendido de mi actitud.

 

- ¡Pero esta es la primera que te pido!

 

Me miras fijamente; sé que estás dudando, y a mi no se me ocurre otra manera para que te decidas que besándote de nuevo.

 

Esta vez no me rechazas pero yo sé que en el fondo eso no significa nada. Mis manos van directas a los botones de tu camisa y empiezo a desabrocharte; tú no me lo impides y eso me anima a continuar mientras no dejo de besarte. Cuando termino de desabrocharte la camisa te la bajo por los hombros para así poder acariciar a placer tu torso desnudo. Empiezo a besarte el cuello, los hombros, las clavículas, y poco a poco voy bajando por tu pecho, dejando un erótico y húmedo rastro. Cuando me detengo en uno de tus pezones te escucho ahogar un gemido. Mientras mi mano se ha colocado disimuladamente sobre tu entrepierna y de improviso agarro tu miembro duro por encima de la tela, arrancándote esta vez un sonoro gemido. Complacido, desando el camino recorrido y vuelvo a besarte en los labios. En ese momento por fin noto que empiezas a responderme el beso, y no sólo eso sino que además me abrazas por la cintura y te levantas de manera que yo pueda enredar mis piernas en tu cintura.

 

Me llevas a nuestra habitación.

 

Una vez allí me dejas suavemente sobre la cama, te sitúas encima de mí y reanudas el beso que habíamos interrumpido momentáneamente durante el trayecto. También me desabrochas con prisas la camisa y el cinturón, al mismo tiempo que yo hago lo mismo con la cremallera de tu pantalón. A continuación me bajo yo mismo los pantalones y los calzoncillos hasta la rodilla.

 

Entonces nos miramos a los ojos y me doy cuenta de que estás dudando si seguir o no. Antes de que te decantes por lo segundo te expreso en voz alta mi deseo.

 

- Házmelo.

 

No te lo tengo que pedir dos veces. Me besas una vez más y después me giras con cuidado sobre la cama, quedándome boca abajo sobre el colchón. Noto como me besas suavemente la espalda mientras terminas de quitarme los pantalones y haces lo mismo con los tuyos. Escucho que trasteas en el cajón de la mesita de noche, seguramente para coger un condón. Siempre los hemos usado, aunque confiáramos plenamente el uno en el otro.

 

Yo ya no puedo esperar más, quiero sentirte dentro de mí cuanto antes. Afortunadamente mi cuerpo se ha acostumbrado a ti y no hace falta que te entretengas en prepararme. De una embestida te introduces completamente en mí y un pequeño grito de placer sale de mi garganta.

 

Los gritos y jadeos de ambos inundan la hasta ahora silenciosa habitación. Al cabo de unos minutos me haces levantarme sobre mis rodillas para así poder masturbarme, cosa que agradezco, pues mi miembro aprisionado entre mi cuerpo y el colchón ya empezaba a dolerme de verdad.

 

- Ah... ah... – no puedo dejar de jadear, no es sólo placer físico lo que siento, el sentirme completamente a tu merced me excita como nunca habría imaginado antes de probar esa postura por primera vez.

 

Poco a poco las embestidas se hacen cada vez más fuertes, yo también estoy llegando a mi límite y me derramo en tu mano. Tú no tardas en hacer lo mismo dentro de mí, aunque el condón me impide sentirlo. Me sorprendo a mí mismo pensando por primera vez que me encantaría sentir como eyaculas en mis entrañas.

 

- Ahhh... – gimes al mismo tiempo que te desplomas sobre mí.

 

Yo me coloco un poco de costado y me quedo quieto, sintiendo sobre mi espalda tu pecho subir y bajar agitado. Que maravillosa sensación.

 

El silencio vuelve a inundar la habitación. De pronto me invade un miedo visceral. ¿Y si esto no ha significado nada? ¿Y si igualmente te marchas?

 

Como confirmando mis sospechas, con un suspiro te levantas y te arreglas la ropa. Yo me quedo mirándote desde la cama como un idiota. Abres la boca para decir algo pero yo te interrumpo.

 

- ¿Ya está? – pregunto rabioso - ¿Eso es todo? ¿Me follas por última vez y te vas?

 

- Yo no he dicho eso.

 

- ¡Pero es lo que estás haciendo!

 

- Si me dejaras hablar, gilipollas – sonríes de pronto – Iba a decirte que bajo a la farmacia un momento.

 

- ¿A la farmacia...? – repito extrañado - ¿Para que coño vas ahora a la farmacia?

 

Por toda respuesta señalas detrás de mí. Yo me giro y veo que la almohada tiene manchas de sangre. Instintivamente me toco la cabeza, y cuando miro mi mano, efectivamente es mi herida que sigue sangrando.

 

- Necesitas un par de puntos, así que voy a comprar material de sutura.

 

- ¿Tú me vas a poner los puntos?

 

- ¿Para algo estudio Enfermería, no?

 

- Ya, y vas a practicar conmigo, ¿no?

 

- Efectivamente.

 

Tu sonrisa me tranquiliza un poco. Pero aún así no me atrevo a preguntarte que tienes planeado hacer después de curarme. ¿Te quedarás? ¿Te marcharás?

 

Como si me leyeras el pensamiento, en cuanto terminas de abrocharte la camisa te acercas de nuevo a la cama y me abrazas. Un abrazo que me tranquiliza del todo y que deseo no termine nunca.

 

Creo que nunca nos habíamos dicho tantas cosas con un solo gesto.

 

- Casi me muero del susto cuando te vi cruzar por delante del autobús... – me susurras – No me vuelvas a hacer algo así, ¿eh?

 

- Te lo prometo... Y también te prometo que nunca más pasará un solo día sin que te demuestre cuanto te quiero...

 

Te separas de mí, me miras fijamente a los ojos, y luego me das un sencillo beso en los labios.

 

- En seguida vuelvo – me dices antes de salir de la habitación.

 

Cuando me quedo a solas, me tumbo de espaldas en la cama, cierro los ojos y respiro hondo. Una sensación cálida envuelve mi cuerpo y embota mis sentidos; nunca me había sentido tan bien como en estos momentos. Sé que así como soy será difícil mantener mi promesa, pero lo haré.

 

Por la cuenta que me trae.

 

Fin

 

****************

 

© Khira. Palma de Mallorca (España), 22 de Agosto de 2006

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).