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Mil caras, mil pecados, mil secretos. por katzel

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Notas del fanfic:

Historia corta en tres episodios. Posiblemente aún esté bajo la influencia de "Monster" y "Another Monster" de Naoki Urasawa.

Gracias por leer, saludos.


Boheme fue el lugar donde desembarcaron mis esperanzas de universitario durante los primeros años de una guerra que nos marcaría profundamente.
 
En aquel entonces nada hacía pensar que cambiaríamos libros por fusiles y que en vez de ver niños jugando en las calles pronto habrían cadáveres apilados y quemados como objetos sin valor.


 
En aquel entonces alquilaba un cuarto en el segundo piso de una pequeña casa huéspedes. El ambiente era familiar y la patrona nos daba un trato cercano. La mayoría de jóvenes veníamos del campo con la misma sonrísa, las mismas camisas blancas cosidas por nuestras madres o hermanas y el alma pura de un provinciano dispuesto a triunfar, inocentes por completo de la vida sofisticada de la ciudad.


 
Las noches en aquella posada se vivían a la luz de una lámpara de gas que iluminaba la mesa donde todos los comensales departíamos ruidosamente y entre risas, las noticias de la mañana y anécdotas sazonadas con ese humor rural característico de Silesia o Moravia. Convivíamos familias tanto checas como alemanas, esperanzadas en que los problemas externos se quedaran fuera y no afectasen el círculo de nuestra vida amigable y familiar.


 
Fue ahí donde conocí a Svetan Lom. El ruidoso y carismático hijo de dos artistas ambulantes que había llegado a la Západoceská univerzita (Universidad del Oeste) con ganas de devorar al mundo. Ocupábamos cuartos vecinos y aunque en un principio nos cruzábamos apenas haciendo un saludo, la calidez del lugar y el espacio cotidiano nos empujó a uno en dirección del otro.


 
La primera vez que hablamos fue a propósito de una chica que había venido a preguntar por él. Se había marchado muy ofuscada luego de no encontrarle y tuve que ser yo el pobre recadero que presenció su ira y la pintura con barra de labios que hizo en la puerta, luego de maldecir y declarar que Svetan Lom era "el hombre más ruín sobre la faz de la tierra" y "que los demonios podían comerlo hasta atragantarse". Para mi sorpresa, pasados apenas diez minutos del espectáculo de aquella mujer, salió con algo de miedo Svetan con una expresión pícara y lo primero que preguntó fue: -- ¿Se ha ido ya Milenka? Apenas pude decirle que sí y pegó la carcajada: -- es demasiado impetuosa. A menudo las damas son así, pero no debemos dejar que hagan y deshagan en nuestra vida... me ha dado miedo... confieso que al oír sus tacones me he metido bajo la cama... imagínese si me caso con ella, tendré sus tacones toda la vida sobre mi cabeza.


 
Qué pude hacer más que echar a reír por su honestidad. Recién vio la puerta y movió la cabeza siguiendo las letras de furia hechas con carmín . La casera pasó por nuestro lado renegando : -- va a tener que pintar de nuevo esa puerta, señor Lom, y ya sabe que no admito visitas a estas horas-. Svetan me señaló : el gasto tendrá que ser dividido entre dos, el señor Stanislav la ha dejado entrar y no ha hecho nada por evitarlo.


Me señalé a mí mismo con los ojos sorprendidos : --¿Yo?, pues he de decir en mi defensa que...


 
-- No se apure, Stanislav Baracnik, ¿no ve que lo dice en broma? - interrumpió la casera con tono maternal --... déjelo, déjelo, ya lo descontaré yo de su paga. Esa es la vida de los jóvenes... - se alejó mascullando algunas cosas sobre las pillerías de sus huéspedes y nos dejó a solas.


 
-- Gracias, espero no lo haya tomado a mal. No soy un hombre tan terrible como opina Milenka-- señaló con el mismo tono anterior -- es sólo que no puedo quedarme quieto. Soy un cabezota. Pensé que ella lo entendería, pero las cosas han terminado mal - hizo un gesto amable -... la había invitado al bar, pero no creo que la volvamos a ver. ¿Quiere venir conmigo?


No tenía demasiado trabajo y por fin después de un semestre contable exigido me apetecía vagabundear y hacer algo de vida nocturna. En el minuto en que mi vida se decidiría di dos pasos en su dirección y le dije:


 
--"Padouch nebo hrdina my jsme jedna rodina." ("Héroes o villanos, todos somos hermanos.") (1)


 
Y con una frase de película quedó sellada nuestra complicidad aquella noche.


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Qué puedo decir de nosotros que no se haya dicho. De lo libre que me sentí con él y lo abierto que era. De las mil anécdotas montañesas que compartíamos por ser de zonas similares, de los músicos ambulantes del puente donde nos pusimos a bailar como locos luego de apenas un par de cervezas en el primer bar. De las monedas soltadas a nuestras espaldas mientras gritábamos por un deseo. Los pasos saltaban entre las calles empedradas, guiados por un ansia de vivir que se movía al ritmo de una trompeta o un violín rápido y bien afinado.


 
Lo mejor vino al final de la noche. Exactamente a las doce tomó mi brazo y entre una babilonia de calles y jirones llegamos a un pequeño antro donde muchos jóvenes aplaudían desde sus mesas al presentador. El pequeño hombrecito saludó y leyó los nombres de las tarjetas que tenía en la mano.


 
-- ¡Nos visita esta noche el maravilloso Svetan Lom con su nuevo show personal! ¡Sean testigos de "Conversación en cinco minutos" su famosa interpretación! ¡Tres semanas seguidas de éxito total!


 
Svetan se golpeó el pecho sobre el corazón guiñándome el ojo. Las palmas resonaron fervorosamente.


 
-- Ese soy yo, espero que estés listo para ver al “Maravilloso Lom” en acción - dijo dejándome tonto en un rincón, helado de sorpresa, yendo a complacer a la gente que realmente moría por verlo.


 
Bastó que subiese al escenario. No tenía ningún aparato, hablaba libremente y en aquel espacio, su voz ocupaba todo el local. El tema: diversos personajes interactuaban en el tranvía (un comerciante, un padre ebrio, un gentleman, un fugitivo, una mujer hermosa de ojos vivaces y un enamorado idealista) , se enojaban por un presunto robo y se acusaban mutuamente, dejando entrever sus vidas pasadas. La forma en que su cara cambiaba, la voz, el gesto, era una verdadera sensación. No había visto muchos artistas pero estaba seguro de que no tenía comparación. Era un extraño talento innato. El cambio se daba a niveles tan profundos que olvidaba que era hombre cuando interpretaba a una mujer e incluso podía imaginar su traje y contextura aunque estos no existieran más que en la mente de sus oyentes.


 
En la mesa cercana, quien estaba realmente hipnotizado era un hombre frío de porte militar. Hasta entonces no podía saber que todo tendría sentido más adelante y si hubiera sido mucho más observador quizás podría haber advertido a Svetan, pero nadie imaginaba entonces que la guerra cambiaría el mundo y nos dábamos el lujo de divertirnos, de reír y soñar...


 
Bajó del escenario en olor a multitud, aplaudido, envidiado, celebrado. Yo no podía modificar mi expresión.


 
-- ¿Te unirás a mi club de admiradores, Stanislav? Podría darte el carnet número uno - dijo cuando se sentó a descansar.


 
Salimos de madrugada, nos invitaron las copas y conocimos a muchas personas. Las paredes y el piso se movían ligeramente al regreso. Las bebidas habían hecho su trabajo y ya estábamos abrazados, caminando y cantando viejas baladas.


 
La gente habla de simpatías naturales, de afinidad, yo que sé... un día tienes todo planificado y al siguiente una persona voltea el universo 180 grados y no tiene la cortesía de volver a colocarlo en su lugar. Eso significó Svetan para mí y aunque mi fuero interno no dejaba salir el secreto de mis sentimientos me di cuenta que de seguir en contacto con él, no podría prescindir de su presencia.


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Llovía a cántaros. La canción del agua cantaba en todas las calles azules de Boheme.


 
En días así nos gustaba ir a tomar un café en la plaza y conversar de libros y vacaciones imaginarias a nuestros pueblos de origen.


 
-- Te voy a mostrar las montañas - se interrumpía entre sorbos - para que sepas que las mías son más hermosas que las tuyas. No hay lugar como mi tierra... no existe, ni jamás existirá.


 
Reíamos los dos. ¿Cuánto había pasado? Tres o cuatro meses. Teníamos ya la rutina de pareja. Nos levantávamos temprano y después de desayunar salíamos a la librería de la calle de los judíos donde husmeábamos libros y revistas. Luego al mercado. Después a almorzar y estudiar, y cada quien a lo suyo a menos que fuera fin de semana y entonces teníamos tres días enteros para escribir, cantar y observar. Svetan se presentaba en mejores clubes, tenía una reputación ganada. Había regresado con Milenka y terminado unas seis veces. No la tomaba en serio. Ella era terriblemente caprichosa y de la nada desaparecía muchos días y luego regresaba otra vez. Se le pegaba día y noche, echándole en cara su abandono, hacía algunas escenas hasta que se cansaba. Pronto se acostumbró a que él la ignorase, pero no se daba por vencida. Eso no parecía afectarle. No entendía el por qué de sus relaciones pero Svetan siempre me dejaba muy en claro que - afectivamente-, Milenka no significaba nada importante para él.


 
Yo elevaba los hombros y cambiaba de tema. Las cosas estaban cambiando. Nos tenía preocupados la cantidad de soldados alemanes que llegaban y la tensión que se generaba en la ciudad. Hubo algunos pleitos en la alcaldía y en el retén militar. Veíamos caras nuevas todos los días. Pronto se hizo de conocimiento público que habían espías en las universidades y que todo nuevo amigo podría ser un infiltrado. La gente se volvió suspicaz y las salidas nocturnas terminaron en toque de queda. Volvíamos a casa temprano, cuidando nuestros pasos. El espectro oscuro de un genio maligno silenció nuestro buen humor y nos descubrimos desconfiando los unos de los otros. No pasaba día sin reyertas, heridos o atentados. Cerca de nuestra pensión, los huéspedes de la casa Cervenec se habían disparado quedando gravemente heridos. Eso nos afectó mucho puesto que teníamos compañeros de estudio. El único sobreviviente de aquella masacre irracional apenas podía explicar lo que sucedió. Años después me dijo en confianza una frase que aún tengo presente “un pequeño odio es como un pequeño amor”. No sé bien qué significa, pero sentí gran oscuridad cuando la escuché.


 
En medio de todo, intentaba conservar la burbuja mágica de mi amistad especial. Svetan se internaba en mí haciéndose indispensable. No me preguntaba si era así también para él. Ni siquiera planeaba decírselo: total, el amor era mío, podía ser feliz o desgraciado, pero eso no era problema suyo y no tenía que pagar ni las causas ni las consecuencias. Alguien me dijo que estar enamorado era como vivir en un cuarto lleno de basura y recibir de pronto un cuadro precioso. Entonces para no desentonar uno iba arreglando todas las cosas a su alrededor y pronto te dabas cuenta que habías mejorado por completo. En cierta forma me parece algo exagerado pero no tengo otra manera de explicar lo que significó Svetan para mí.


 
Regresábamos a casa por el puente y vio unos lentes de luna redonda con vidrios azules. Sabía que no le alcanzaba por que había gastado la mensualidad en nulidades así que se los compré sin esperar nada a cambio.


 
-- Son ridículos - protesté molestándolo - realmente horribles, un vejestorio de lo peor.


 
-- No tienes buen gusto... no sabes apreciar la belleza de tu regalo. Eres curioso, si no te gustan por qué los compras.


 
-- Me consuela saber que te verás muy mal con ellos - le espeté solemne -... alguien debe bajarte de la nube de tu espectáculo y convertirte en un simple mortal.


 
-- Es algo más que el traje - dijo muy seguro - no es así como se hace. ¿Quieres saber por qué? Hace poco hablaba con un amigo psicoanalista. Dice que todos tenemos seguros aquí - se señaló el cráneo -... pero en mi caso he anulado esos seguros con palabras. Me he autosugestionado de tal forma que no "actúo" sino que me he convencido de "ser". Yo "soy" el personaje del que hablo. Cómo lo obtuve, no lo sé. Pero lo tengo. Puedo sentirlo.


 
-- Eso ya lo sé - respondí con cierta ternura que salió de forma honesta sin querer.


 
Se detuvo un rato en el camino, frente al hogar.


 
-- Claro que lo sabes. Estás al otro extremo. Yo puedo fingir y engañar pero tú...


 
Esperaba que terminara la frase, sin embargo parecía estar a punto de decir algo que no quería y se cortó.


 
-- Nada...


 
Subimos las escaleras y cada quien entró a su cuarto.


 
La lluvia seguía afuera. Las luces de los carros encendían las ventanas y se apagaban nuevamente como la ciudad que empezaba a dormir. El sonido de su armónica llegó hasta mis oídos. La usaba cuando estaba pensativo.Empezaba y terminaba. Empezaba otra vez. Era una melodía rural. La habíamos cantado la noche que nos conocimos. Cesó a la mitad y sentí sus pasos hacia mi puerta. Mi corazón se aceleró. Presentí algo. No le di oportunidad de tocar. Abrí cuando su puño estaba a punto de llegar. Creo que halé de él hasta tenerlo cerca y simplemente atravesó la línea marcada entre lo que podía ser y lo que no.


 
Nos besamos con cierta falta de arte. Estábamos tan desesperados por hacerlo que terminamos chocando las narices y los dientes torpemente hasta poder calzar el uno con el otro. Creo que al girar choqué su cabeza contra la puerta y mis brazos no hicieron más que interrumpirnos hasta que pude atraerlo finalmente contra mí y nos ensamblamos de tal forma que una vez unidos hubiera sido difícil poder separarnos.


 
En un momento de lucidez le hice entrar a mi habitación. No pasaba por mi mente ni siquiera cómo hacer algo más ni qué significaba todo aquello. No tenía experiencia con las mujeres y mucho menos podría intentar averiguar a qué paraíso físico se podía llegar más adelante. Nos besamos durante horas, apoyados contra la pared, mirándonos en la oscuridad, sin respuestas. Estábamos en la misma orilla de la nada. Solos. Habíamos borrado lo demás. Bohemia, los residentes, la guerra en ciernes. Nada. Sus besos circulaban en bajo mi piel quemando en su traslado mi cuerpo entero.


Cuán intenso puede ser el primer amor. Cuán irrepetible y sincero. Cuan terrible y profundo.


 
Nos besamos tanto que nuestros labios podían caerse a pedazos del cansancio. Tanto que al abandonarnos teníamos que regresar por miedo al vacío y el frío que se generaba cuando nos alejábamos.


 
Y al amanecer acarició la mitad de mi rostro y besó mi mejilla regalándome una mirada extraña que no pude descifrar. Caí sentado deslizando la espalda lentamente hacia el piso y ladeando la cabeza en un suspiro.


Esa fue la última vez que lo vi.


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Lo que siguió fue el infierno desatado en mil direcciones.


 
Los alemanes tomaron Bohemia el 15 de Marzo de 1938. Muchos de los estudiantes que vivían con nosotros desaparecieron y cayeron los soldados como la noche maligna encerrándolos en cárceles lejanas, sin dar explicaciones, ejecutándolos en cualquier rincón como perros.


 
Busqué a Svetan hasta el cansancio entre el conglomerado grupo de madres que suplicaba por sus hijos. En medio de los padres que pedían por lo menos un cuerpo para enterrar. Marché en las calles con el puño en alto y fui golpeado con la culata de un fusil que me abrió la frente. Pero no me rendí nunca. Fui a todos los ministerios y sobreviví a los atentados que intentaron silenciarme. Hay quienes piensan que por un beso podría haber olvidado y ponerme a buen recaudo, pero el beso fue la consecuencia de algo que nosotros sentíamos, de lo que había sucedido y era real entre los dos. No sé cómo otros expresan su amor ni qué consideran significativo, para mí Svetan valía lo suficiente como para arriesgar el cuello en medio de un país carcomido por el horror.


 
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La guerra vino y se fue como los inviernos. Se transformaron las cosas dentro y fuera. Luego de los Juicios de Nuremberg, muchas instituciones se dedicaron a buscar a los desaparecidos de la guerra, me uní a ellas con la esperanza de encontrar alguna pista suya.
 


Han pasado ya 30 años desde que lo arrancaron de mi vida y hoy por fin he podido ubicar a una persona que podría darme luces de lo que ocurrió. Se sorprendió cuando la llamé porque ahora está casada y tiene unos nietos preciosos. Su rostro aún conserva los ojos que tenía y la expresión fuerte en ellos, tenía un vestido muy parecido al que usaba cuando la ví en el mesón de estudiantes en Bohemia.
 


Milenka...

Milenka...

Notas finales:

(1) Los checos aman repetir frases de películas para adornar sus situaciones, es casi una costumbre. La Frase que usa Stanislav procede de una serie de películas protagonizadas por Vinnetou el nombre imaginario de un indio héroe de la tribu de Apache, creado para la literatura por Karl May. Se rodaron varias películas que fueron muy famosas en su época. 


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