¿Cuál es el fin de sufrir tanto por amor, si se supone que es el sentimiento más hermoso que experimentan los seres humanos? ¿Por qué duele tanto dejar ir a una persona que, quizás, ni siquiera te consideró importante en su vida? ¿Por qué no podemos decir que somos felices, sin tener que poner una sonrisa falsa en nuestros rostros? ¿Por qué simplemente nos olvidamos de eso y vivimos a la deriva, siendo unos muertos en vida con necesidades básicas, sin tener que encariñarnos con las demás personas? ¿Por qué…?
—¡JongIn, apresúrate! —Gritó un hombre que disparaba a diestra y siniestra en dirección a los policías que les tenían rodeados en aquel callejón. JongIn, al ser un novato en robos, quedó paralizado unos momentos hasta que sintió un fuerte ardor en su brazo izquierdo. Una bala le alcanzó. — Maldición, estúpido novato.
—L-lo siento, señor. —Gimió de dolor el chico mientras se ocultaba detrás de unos botes de basura, apretando fuertemente la herida de su brazo luego de cerciorarse que la bala no quedase dentro y obviamente para detener la hemorragia.
—Tsk, cuando te diga que corras, lo haces, ¿Entendido? —JongIn miró a su jefe completamente asustado, ¿Huir en plena guerra de balas? Realmente estaba loco. — ¡¿Entendido, jodido niñato?
—¡S-si señor! —En menos de lo que el castaño menor se hubiese imaginado, su jefe le empujó, gritándole que corriera lo más rápido que pudiese y así lo hizo, no sabe cuánto corrió hasta que llegó a una casa abandonada, muy lejos del callejón del banco de la ciudad.
—Muy bien…de algo te sirven esas piernas. —Le dijo su jefe de manera entrecortada y con una sonrisa algo cansada en el rostro. — Ah, ya no estoy tan joven como antes…Ahora, veamos cómo está tu brazo.
JongIn, aún con la adrenalina corriendo por sus venas, se sentó en el suelo para que su jefe curase su herida, la cual fue sólo un roce.
A sus cortos 19 años, JongIn se vio en la necesidad de robar para conseguir algo de efectivo y así pagar sus estudios y la clínica donde su madre le esperaba en estado coma cada día, su padre los abandonó en cuanto su madre tuvo el accidente que le dejó en ese estado y la cuenta del hospital no era nada barata, sin contar que la casa y la universidad no se pagaban solas. La suerte tampoco lo acompañaba al momento de conseguir trabajo, ya que por su corta edad y su cero experiencia laboral, no lo contrataban ni para mesero.
Y cuando menos lo pensó, conoció a Lee SooMan, el hombre en sus ya cincuenta y algo, le dio un camino para salir del agujero que JongIn caía lentamente. Robar no era muy honrado, pero tampoco es que tuviese muchas opciones, JongIn necesitaba dinero y SooMan un compañero joven.
Ya llevaban un mes sin ningún contratiempo, y en ese periodo de tiempo tres robos a grandes tiendas, sin embargo era la primera vez que se veían envueltos en una balacera con policías, lo único “positivo” era que no habían descubierto sus identidades.
—¿Qué haremos ahora? Ya no podremos estar en la misma zona hasta dentro de un buen periodo de tiempo. Jefe, necesito dinero para este fin de semana para la renta, no es mucho pero lo que tengo guardado no me alcanzará ni para los gastos comunes.
—Cálmate, mañana iremos al sector norte de la ciudad, nadie nos conoce allí, tranquilo. —Le explicó SooMan mientras terminaba de vendar la herida de su subordinado.
Sólo que no contaban con la seguridad de la tienda, a pesar de ser una simple tienda departamental pequeña, los guardias les atraparon antes de hacer su huida. La desesperación de JongIn subió a niveles inimaginables cuando uno de los policías atrapó a su jefe, esposándolo y él, sin saber qué más hacer, tomó a uno de los chicos que yacían en el suelo con sus manos en la cabeza y lo puso delante de su cuerpo, apuntándole con la pistola.
—¡N-Ninguno se mueva o este se muere! —Gritó completamente aterrado. Al notar que los policías recién llegados bajaron sus armas, aún con el asustado chico en sus manos salió y se metió al automóvil de su jefe, donde tampoco dejó ir al chico. — Joder, esto no debió pasar…
—S-si me dejas ir…no le diré nada a nadie…—Murmuró el asustado chico con la voz temblorosa y ojos completamente cerrados. Como JongIn se encontraba con la máscara, el chico no pudo ver la expresión de sorpresa que tuvo el moreno al notar lo hermoso que era. Cabello totalmente negro y brillante, labios increíblemente gruesos, nariz pequeña y respingada, unos ojos precioso que reflejaban el miedo de la situación, ya que justo los abrió para mirar el camino, piel tan blanca como la nueve que caía en las calles en esos momentos.
—L-lo siento, no puedo, no confío en nadie y si te dejo ir, me pueden atrapar y si me atrapan, podrían desconectar a mi madre al no poder pagar la cuenta del hospital, no podré pagar la universidad y no tendré dónde vivir. —Habló el moreno atropelladamente mientras comenzaba a conducir “normalmente” para que la gente no sospechara. El chico de ojos grandes se quedó en silencio ante aquella confesión. Quería decirle que podía ayudarle a cambio de que le liberase, pero sabía que eso sería imposible.
—Mi…mi nombre es KyungSoo, Do KyungSoo. —Dijo el chico ya más calmado al saber que el desconocido muchacho que conducía no le haría nada malo. Sin embargo, seguía alerta por precaución.
—Dime Kai…sólo Kai, no puedo darte mi nombre…joder, de verdad lo siento, lo siento mucho…te liberaré, te lo prometo, pero por favor perdóname por esto. —Pidió el moreno entre hipidos, KyungSoo no podía estar más confundido, primero estaba a punto de comprarle un lindo regalo a su prometido cuando de la nada aparecieron dos hombres enmascarados con armas pidiendo todo el dinero en efectivo que tuviesen, segundos después era secuestrado y ahora se encontraba en al automóvil con un secuestrador que le pedía que lo perdonase, ¡Y estaba llorando!
Era una situación demasiado bizarra hasta para la alocada vida de KyungSoo.
—Bueno, Kai, mi prometido puede pagarte una cantidad de dinero considerable para que me liberes…—Volvió a hablar KyungSoo, ya poniéndose nervioso al notar la alta velocidad a la que “Kai” iba.
Al pasar por un puente colgante, JongIn tiró su máscara, arma, jersey negro que usaba al momento del robo, guantes y cualquier cosa que lo fuese a delatar como autor de aquel crimen.
Y esta vez el sorprendido fue KyungSoo al ver el angustiado pero atractivo rostro de su secuestrador, se veía frágil en ese momento, realmente se le veía preocupado por la situación.
—¿Tu prometido? ¿Un rescate? —Preguntó no muy convencido mientras volvía a presionar el acelerador, ya pasándose del límite permitido en aquella carretera.
—ChanYeol puede pagarte, lo juro, así nos ayudaremos mutuamente, ¿Trato…?
—JongIn.
—¿Eh?
—Mi nombre. Kim JongIn.
Lo siguiente que ambos chicos supieron era que una fuerte luz les cegó, llantas de vehículos sonar contra el asfalto, bocinas por todos lados. Y aunque JongIn intentó proteger el cuerpo de KyungSoo con el propio, no notó que el pelinegro más pequeño golpeó su cabeza contra la guantera dejándole inconsciente en cuestión de segundos.
Cuando fue el segundo impacto, fue el turno de JongIn de ver todo negro.