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Galaxy Dark por ChocoPyo

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Notas del fanfic:

Esta pequeña cosilla se las regalo con todo mi hart, pues tengo, literalmente, desde inicios del 1025 que la estoy escribiendo -o más bien reescribiendo, pues ya la tenía, sólo debái pasarla a la lap-.

Sé que les agradará :D

Notas del capitulo:

Bien... prepárense para llorar(?)

—¡NamJoon, necesitamos recargar! —el grito del joven con piel lechosa se escuchaba eufórico y lleno de ansiedad— ¡Se nos está acabando las reservas de gasolina!

Toda la tripulación que estaba en esa cabina parpadeante bajo las luces brillosas y de diferentes colores se tambaleó; otro golpe cerca del tanque de reservas de gasolina. Gritos y suplicas no dejaban de pasar por los pensamientos de los presentes.
El pánico ya era parte de toda esa discordia, y el que la nave se moviese como si estuviera en medio de una tormenta no ayudaba en mucho. El capitán se encontraba igual que los demás, mas no podía mostrarse de esa forma, debía parecer fuerte frente a ellos. Ni siquiera podía pensar en mostrar un poco de miedo, o los asustaría más de lo que ya estaban.

“Por Dios, bien sabes que de esta no vas a salir… Ni siquiera ellos. No sino los sacas de aquí lo más pronto posible.”

—¡Tranquilícense ya! —gritó desde el fondo un muchacho de cabello rubio teñido; su apariencia física daba a entender que se cuidaba mucho, además de que no rebasaba los 24 años de edad. Era muy joven para manejar una tripulación. De hecho, toda su tropa era bastante joven, ¡tenía con él a un niño de 16! Ese tipo de situaciones no eran para niños. Se sentía culpable con solo verlo entre los demás. Pero claro que no tenía la culpa, pues los reclutaron demasiado jóvenes a todos. Recordaba perfectamente esas fechas. Fueron bastantes dolorosas para sus pequeños— Nadie va a morir. Relájense. TaeHyung, trata de mantenernos en pie lo más posible.

—¡Capitán…! —habló un joven de pelo naranja de forma apresurada. Casi todo estaba en silencio, tanto que parecía que sólo era una de las muchas prácticas y no la guerra, pero sólo duró unos segundos unos segundos, luego todo regresó al caos— ¡El… el combustible! ¡Se nos terminó, y casi no quedan reservas!

El pelinaranja estaba teniendo, al igual que los demás, una crisis nerviosa; se sentía asustado y con el corazón en la boca. Su pecho subía y bajaba al ritmo de todas las luces parpadeantes que había en esa cabina. Sentía que iba a morir. No, estaba seguro que iba a morir. En su mente, recuerdos de él y su prometido, Jeon JungKook, pasaban algunos de forma rápida, y otros de las formas más lentas y tortuosas posibles, haciendo que sudara frío al recordar esos bellos momentos. Lo mismo pasaba con el chico de rasgos finos y cabello rojo; ese mismo joven que había estado enamorado de su pelinaranja por mucho tiempo.
Sobre ese par el mundo avanzaba prácticamente demasiado rápido, y es que, sus vidas antes de que pasara lo inevitable sólo se limitaban a reír, jugar y correr juntos por todos lados, escondiéndose para darse pequeños besitos llenos de inocencia y amor.

—Usen lo que nos quede del de emergencia —mandó con autoridad sintiendo una punzada de nervios en la boca del estómago. Estaba ansioso, pero trataba de disimularlo; y casi lo logra de no ser porque su mejor amigo lo notó, mas no dijo nada. Esperaría a que estuviesen los dos solos y a que todo pasase para poder hablar con él. “Sólo espero que salgamos de esta”, pensó—. JungKook…

—Se-señor —su vocecilla algo chillona por el miedo tembló; él quería ser igual que sus hyungs, valiente.

—Revisa las válvulas de oxígeno —por primera vez se levantó de su silla y, a pesar de todo el ajetreo, caminó hasta SeokJin, un hombre mayor que él y su mejor amigo; castaño y de lindas facciones. Al estar a su lado puso una mano en el hombro del pelicastaño que se hallaba entretenido monitoreando todo; ni siquiera debía voltear para saber que era NamJoon.

Sin darse cuenta, una sonrisilla casi nula se formó en sus labios.

Jin hyung... ¿Podrías venir conmigo un momento? —trató de susurrar el menor, pero debido al extremo ruido no pudo.

El mayor asintió levemente mientras apretaba unos botones que el capitán no desconocía del todo.

—Ca-capitán —habló Jimin; él era el que tenía la peor crisis nerviosa más grande y escandalosa de todos. El pobre chico era asmático. Por más que quisiera ocultarlo no podía; estaba a punto de desmayarse, y HoSeok, el tercero al mando, se dio cuenta. "Po-por Dios... si Jimin se altera más... No creo que aguante", pensó el pelinegro—.Pi-pido permiso p-para reti-retirarme un m-momento.

El rubio respondió con un concedido, sintiendo culpa y pena por uno de sus maknaes Fue entonces cuando los recuerdos del pequeño antes de la guerra lo golpearon, dándole un fuerte puñetazo en el estómago. Su joven compañero y amigo era de cabello negro antes de que lo reclutaran, y su cuerpo no estaba tan trabajado, sin embargo, después de ese doloroso día del reclutamiento, tiñó su cabello a un rojo fuego parecido al de Suga; también decidió sacarle provecho al entrenamiento y marcar sus músculos tan envidiados y deseados por muchos. Lo había hecho con el fin de no verse tan débil.
Ese día era su cumpleaños, y todos pensaban darle una sorpresa al final del día, pero por culpa de esa maldita guerra tan sorpresiva, debía estar arriesgándose y luchando por proteger a un gobierno de mierda que sólo pensaba en cuidarse ellos y no a su galaxia.

—¡Señor! —gritó desesperado el pelinegro— ¡Yo también pido salir un momento!

HoSeok se puso de pie dispuesto a desobedecer a su líder y amigo, mas no fue necesario, ya que este cedió en cuanto terminó la oración para luego salir junto a Jin. Al principio  no entendió muy bien del por qué había aceptado tan rápido, pero en cuanto puedo reaccionar corrió con la intención de alcanzar al pequeñín, como le llamaba él. Un respingo salió de su boca al cruzar la puerta principal y no verlo en ningún lado. Maldición. ¡Lo perdía de vista por unos segundos, y se lo tragaba la tierra! Eso era malo, ya que si no lo encontraba pronto, estaba más que seguro que sería muy tarde cuando lo hiciera.
Entraba y salía por todas las puertas con la esperanza de verlo sentado, intentando tranquilizarse a él y a su respiración, o tan siquiera regulando su crisis nerviosa y tomando su medicamento. Pero, a pesar de querer pensar en eso por sobre todas las cosas, no podía dejar que su imaginación se echara a volar y creara muchas posibles situaciones en las que SU ChimChim estuviese desmayado o incluso convulsionando en un rincón de alguna parte de la nave. Demasiadas escenas trágicas para un momento de crisis.

Justo cuando creía que quizás se había metido en una cápsula de escape, a lo lejos oyó una respiración bastante agitada junto a unos sollozos provenientes de la habitación de limpieza. Se golpeó mentalmente, y es que, cómo pudo ser tan tonto. Alguien que se siente mal, busca el lugar más tranquilo para relajarse, y ese era el lugar. Suspiró lleno de alivio y continuó corriendo, sintiendo cómo sus piernas gritaban por un descanso, mas prefirió ignorarlas mientras seguía con la adrenalina recorrer sus venas y cada fibra de su ser.

Gruñó y empujó lo más fuerte que pudo la puerta, entrando posesivamente.

—¡Ho-ho-hobie hyung! ¿Có-có-cómo...? —intentó preguntar, pero estaba agitado y con sus ojos lloros  tratando de aguantar las lágrimas.

—Jimin, por favor no... —dijo para después aventarse, prácticamente, al cuerpo tembloroso de su compañero, que se encontraba recargado frente a la gran entrada de metal, con las piernas cruzadas, una mano en su pecho y la otra sobre el suelo para equilibrarse— No hables. Yo... yo no soportaría verte así —sintió los ojos arderle a horrores, pero no quería llorar. No debía. Aguantaría por él, por su pequeño—, o peor… Por favor Minie, no llores y relájate. Sólo te estás dañando.

Lo vio directo a los ojos y una corriente eléctrica atravesó sus cuerpos.

—Ho-hoSeok hyung, no... Hay... Hay algo... impor-importante... que quie-… quiero de... —habló lo más rápido y lo más entendible que su organismo le permitió, sintiendo cómo su pecho se le comprimía.

—¡Jimin, cálmate y escucha por lo que más quieras! —le interrumpió elevando a voz, sorprendiendo u poco al menor, quien sólo se quedó callado— ¡Por favor! —seguía agitado, pero eso no era impedimento para asentir veloz y frenéticamente. El pelinegro tomó aire y lo soltó, pasó saliva algo nervioso y carraspeó— Te amo —dijo sin más, notando el gran color de las mejillas del pelirrojo—. ¡De verdad que lo hago! —aseguró.

—Yo... ah-h... Ho-hoSeok hyung... N-no sé... qué decir... —intentó responder, mas la sorpresa y su condición no se lo permitieron.

—Por favor no hables —murmuró el mayor mientras bajaba la mirada—. No quiero que te pongas peor. Sólo... sólo asiente si sientes lo mismo o... niega si quieres que te deje en paz y que me aleje de ti. ¿Está b-bien?

El más chico apartó la vista meditando; sentía algo por su hyung, eso era seguro y ya lo sabía, siempre lo supo, mas ignoraba si este se sentía de la misma forma, puesto que se comportaba igual con todos, lo que en ocasiones lo ponía en mini depresiones, y en esos momentos que se le había declarado no lo podía creer. Su mente no lo acepaba, creía que todo se trataba de un sueño de los muchos que había tenido, y no la realidad. Sonrió débilmente mientras la mano de su pecho la bajaba hasta encontrarse con la del mayor, dándoles la calidez que deseaban y buscaban mutuamente. Lo pensó como por dos minutos, y luego se levantó; el pelinegro lo imitó pensando lo peor, y, cuando estuvo a punto de hablar, su pequeño asintió energéticamente sintiendo un calor sofocante en sus mejillas mucho más fuerte que el anterior.

Entonces el mayor lo hizo. Hizo lo que más deseaba hacer.

Besar a Park Jimin.

 

 

—¿Qué… qué era lo que querías decirme… NamJoon?

El castaño estaba preocupado, pues su amigo y capitán nunca le decía cosas en privado, siempre era frente a todos. No existían secretos entre el equipo. El rubio lo tenía contra una pared, manteniéndolo atrapado pero sin sostenerle la mirada. Pensaba cómo decirle a su hyung que lo amaba, que no había noche en la que faltara en sus sueños, que él, y sólo él lo hacían ver hasta las galaxias más lejanas. Que él era su oxígeno, su vida.
Un nudo en su garganta apareció, dejándolo flotando en su nube, como aquella vez que sin querer vio a SeokJin duchándose. Se sonrojó cuando las manos del mayor tocaron suavemente su cadera, reclamando  lo que por ley era suyo.

—SeokJin… hyung… Yo lo amo —lo último lo susurró encima de sus labios, haciendo que la piel del más grande se erizara de emoción y deseo.

Sus ojos estaban cerrados, sus cuerpos eran uno al igual que sus mentes, sus respiraciones iban agitándose poco a poco conforme sus bocas se movían. La respuesta del mayor era bastante obvia. Ninguno quería separarse, pero al escuchar una voz asustada y temblorosa gritando desesperadamente por los altavoces lo hicieron.

—¡Una nave! ¡Capitán! ¡Tenemos que irnos de aquí! ¡Vamos a morir si no nos vamos ahora! ¡Señor, por favor, vámonos! —era JungKook, y rogaba porque lo escucharan.

—Por Dios, NamJoon, tenemos que irnos —el mayor estaba nervioso, agitado y sonrojado.

—Está bien. SeokJin hyung, quiero que vayas con todos —lo sujetó por los hombros viendo sus ojos de esa manera tan profunda que sólo él conocía. El nombrado empezó a negar lentamente con la cabeza mientras interrumpía al rubio con los noes. Sabía y entendía a la perfección que su capitán pretendía mandarlo y quedarse en la nave. Iba a sacrificarse por todos. No permitiría que nada le pasara. No cuando acababa de encontrar su felicidad— y…

—No, no, no, no, no —habló, exaltado—. NamJoon, no.

—Hyung, escucha por favor —meneó sus hombros suavemente—. No me voy a quedar aquí, ¿está bien? Voy a salir en cuanto ustedes se hayan ido. Lo prometo —pegó su frente a la contraria cerrando sus ojos, sintiendo su corazón estrujarse por su mentira.

—¡No es cierto! —gritó— ¡Vas a quedarte y me abandonarás! ¡Me dejarás solo cuando más te necesito! ¡Nos dejarás solos…! Y yo no quiero eso.

Sollozó por primera vez en un jadeo de dolor, suplicando con la mente que su dongsaeng no lo abandonara. No lloraba, sólo jadeaba por el coraje e impotencia que sentía. Todo estaba pasando sumamente rápido para todos.

 

 

Cuando Jimin y HoSeok escucharon el aviso, todavía seguían besándose. No planeaban dejar de hacerlo, pero el grito de JungKook los asustó, así que el menor no tardó en respirar pesadamente regresando a su estado anterior. De inmediato, el pelinegro abrazó a su castaño de forma posesiva tratando de calmarlo.

—Jimin, escucha. Todo está bien, ¿sí? —el nombrado asintió mientras regularizaba su respiración— Tenemos que irnos ya, ¿está bien?

HoSeok lo tenía agarrado cariñosa y suavemente por sus grandes cachetes, apretándolos un  poco. Los ojos del más grande amenazaban con mojarse, le ardían. Le dolía el pecho por no poder hacer mucho por su ya novio. Lo único que pudo hacer fue besarlo una última vez, sin prisa, despacio pero con pasión. Unió sus frentes y se vieron a los ojos unos instantes; Jimin tocó la mejilla del otro y bajó los párpados  susurrando un te amo, recibiendo lo mismo por respuesta.

 

 

YoonGi hacía lo posible por mantenerlos estables. Él, como segundo al mando, también se estaba preocupando por todos, y más por NamJoon. Amaba a ese rubio, más que como se hace con un amigo; sabía que era amor, pero no correspondido, y eso dolía, muy, muy adentro. Entendía a la perfección que él amaba a Jin y que era un amor mutuo, así que sólo estorbaba. Cada vez que veía al mayor y a Nam, sentía una opresión en el pecho junto a una culpabilidad mundana por desearles el mal.

 

 

Cuando el mayor del grupo y el capitán llegaron, todos estaban en sus puestos, dando lo mejor de sí, enfocados en sus labores, haciendo lo mejor que sabían hacer: trabajar juntos, como uno solo. Los maknaes tenían los ojos llorosos, signo de que habían estado llorando cuando se habían quedado solos los tres. Quizás creyeron que no vivirían por más tiempo y se despidieron, se abrazaron un rato y lloraron. Lloraron hasta no poder más, hasta que en sus ojos no quedaron gotas saladas y amargas de despedida.

El capitán lo notó, mas no dijo nada, simplemente se fijó en cada uno recordando sus momentos juntos. El tiempo no perdona, y ellos eran un claro ejemplo. A sus cortas edades ya eran unos hombres en apariencia, puesto que en sus mentes ya contaban con imágenes perturbadoras que las profanaban sin piedad alguna, aún mantenían poca inocencia y calma con la que sólo los jóvenes cuentan.
Tan pronto como pensó aquello, sus ojos le comenzaron a picar y  a arder, pero no lloraría frente a los demás. Él tenía que ser un líder tanto respetable como frío, así que no se daría el lujo de hacerlo cuando todos aguantaron tan bien.

—Muy bien… —empezó a hablar en tono autoritario el rubio líder, provocado que los presentes lo observasen— Esta es una emergencia, por lo tanto debemos retirarnos ahora. Suga hyung, tiempo para evacuar —exigió.

—Tres minutos con 20 segundos y contando, señor.

Por alguna razón su voz sonó amortiguada y sin el tonito irónico de siempre, incluso él mismo se sorprendió y trató de disimularlo carraspeando levemente y tosiendo. Para su suerte, el rubio se dio cuenta y, al conocerlo tan bien, supo que algo andaba mal, por lo que se apresuró a hablar.

—¡Entonces muévanse que esto es una pérdida de tiempo, soldados! ¡Quiero a todos en las cápsulas de escape ahora! ¡MÚEVANSE!

Sin detenerse a preguntar, dejaron todo en piloto automático y se movilizaron para poder pasar al ala este, que era donde estaban las cápsulas. Sin embargo, y aunque todos corrieron en una misma dirección, YoonGi se quedó unos momentos más para poder ver si ayudaba en algo. Intentó con todas sus fuerzas no echarse a llorar para que su líder no viese que sufría, y lo consiguió, pero de la nada, la voz lúgubre del moreno lo sacó de su trance. Estaba chequeando unas cosas en el puesto de JungKook mientras respiraba pesadamente, sólo quería quedarse allí para morir junto a él, ¿por qué no podía hacerlo?

—YoonGi —espetó sin tono y sin formalidades, haciendo que este pegara un  brinquito—, quiero que me prometas que cuidarás a los muchachos igual a como lo hacía yo —su voz se estaba quebrando a cada palabra y su pecho no dejaba de latir con furia, y Min sabía a donde iría a parar todo aquello—. Quiero que les agradezcas de mi parte el haber tripulado conmigo estos años.

NamJoon apretó los párpados y tecleó una secuencia numérica en el teclado, haciendo que las alarmas se activaran.

—Capitán… —aulló lastimosamente notando sus ojos aguarse— No permitiré que lo haga. Usted sabe que… —el otro lo interrumpió.

—No, YoonGi, saber que si me voy todos podríamos morir, por eso prefiero morir sólo yo —eso fue todo. YoonGi, oficialmente se había quebrado, llorando desconsolado y apretando los puños. Kim NamJoon tenía razón—. Ahora, por favor vete y diles que iré en unos momentos.

Mentiroso.

—Claro, señor… Espero poder verlo pronto —murmuró con una sonrisita en los labios con la que pretendía engañarse a él mismo de que todo estaría bien.

Nada está bien.

—Ve…

Fue lo último que dijo el menor antes de escuchar cómo se alejaba el más bajo.

—Y dile a Jin que nunca me olvide… —susurró notando las lágrimas bajar por sus mejillas; lo había dicho sabiendo que Yoon no lo escucharía, pero aun así lo hizo.

Entre el alboroto cada que le disparaban y se defendía, logró ver cómo sus muchachos escapaban; sonrió forzando una sonrisa y grabó un video mensaje para todos. Se tomó sus tiempo para decir que los amaba y que había sido un gran honor haber luchado con ellos. También felicitó a Park por su cumpleaños. Sabía que su voz estaba roncha y rasposa por su antiguo llanto, sin embargo, se negó a mostrar debilidad y sonrió con entusiasmo viendo la cámara. Elevó las manos en un signo que se hacían cada que se saludaban antes de una misión y luego las dirigió al teclado para apresurar la marcha, notando cómo una lágrima descendía por su lado izquierdo. Momentos más tarde, se logró escuchar la voz electrónica que anunciaba lo cerca que estaba de un objeto y que era peligroso, fue entonces cuando Nam dijo de nuevo con voz decadente de alegría un los amo, chicos, luego nada. La pantalla quedó negra. Logró enviar el mensaje antes de impactar, pero nunca sabría si sus muchachos lo verían o no.

 

Tres segundos más tarde, Jin comenzó a llorar desconsoladamente viendo hacia atrás observando cómo la nave explotaba, reacción que todos los demás tuvieron por igual.

 

 

—¡Niños, vengan ya a comer! —gritó la mujer, secándose las manos con el delantal de cocina que llevaba puesto— ¡YoonGi-ah, deja de morderle la mano a TaeTae-ah!

El pequeño chico sonrió con inocencia mientras se apartaba del menor, quien lloraba desconsoladamente al igual que los demás chiquillos que se hallaban sentados sobre una caja de cartón, viendo otra gran caja en el centro del jardín completamente destrozada mientras que el líder se extendía a lo largo de esta. La madre de JungKook sonrió enternecida y se acercó hasta el moreno hijo de su vecina HyoHan, decidida a preguntarlo qué era lo que jugaban para que todos llorasen así, dejando de lado claro, el que YoonGi los había mordido a todos para que lo hicieran.

—¡Estábamos escapando de los malos! —gritó en respuesta a la vez que alzaba sus manitas— ¡Yo me sacrifiqué por ellos porque soy el líder y son mis mejores amigos!

JungKook se acercó a su madre y se aferró a ella de su pierna murmurando quejas sobre los más grandes.

—Pero yo lo cuidé, suegra —dijo con aires de héroe un pequeño TaeHyung, que se sobaba el brazo en la zona mordida por su hyung—. ¡Lo hice muy bien! —gritó sonriendo y atrapando en un abrazo al maknae, besando su frente y apachurrando sus mejillas.

SongWo, la madre de Kook, sonrió ante tanta dulzura. Sin duda, ese pequeño sería un gran partido para su hijo.

—Tía Woo —hipó el mayor de todos frotándose los ojos—, NamJoon me dejó y murió —la mujer, aun sabiendo que era un juego, apretó los ojos para contener las lágrimas, pues aquello le había roto el corazón—. ¡Se sacrificó por nosotros y no me dijo que me amaba una última vez!

—Tranquilo, Jinie~, estoy segura de que lo hará ahora mismo, ¿verdad, NamJoonie?

—¡Sí! —aseguró energéticamente acercándose para abrazarlo.

Noona Woo, ¡a mi Hobie me besó y me curó de mi asma! —gritó sonrojado apretando la mano del susodicho y escondiendo su cara en el pecho del mismo.

No pudiendo con tanta ternura, los encaminó hacia adentro, murmurando cosas alentadoras a los chiquillos y escuchando con atención todo lo que le decían. Sin duda, loa amaba por igual a todos, y sabía que serían grandes amigos y grandes parejas en un futuro. Y aunque le preocupaba YoonGi, sabía que en unos días olvidaría por completo su amor hacia el capitán del navío Bangtan, eso lo tenía por seguro, pues el pequeño ya tenía una novia.

Notas finales:

Déjenme comentarios y seré feliz :D


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