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Vándalo - Namjin. por yoongiwontletme

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A Seokjin le gustaba su cámara, se la regalaron para su cumpleaños número diecinueve y desde ese momento no ha podido separarse de ella. La llevaba a todos lados y fotografiaba la belleza del mundo, la que era capaz de captar, porque sabía que había más de lo que sus ojos y tiempo le dejaban ver.

Había veces en las que él filmaba, por ejemplo, la semana pasada filmó como una oruga se convertía en mariposa. Y hace dos días captó la felicidad de un niño cayendo por el tobogán más alto del mundo. Finalmente juntaba todos esos videos, los relacionaba entre sí y los editaba, creando cortos. Siempre se sentía muy orgulloso de su trabajo aunque no fuera del todo profesional.

Una tarde azul en la que decidió que la playa sería un buen escenario para sacar algunas fotos, encontró a alguien, que él creyó, no era de este planeta. Al ver a ese chico sentado sobre la arena, apoyando sus manos detrás de su espalda con un aire relajado, Seokjin sintió crecer las ganas de capturar cada movimiento de aquel vándalo.

Vándalo, porque fumaba un cigarro tras otro sin cuidado. Vándalo, por el tatuaje que se asomaba por su cuello, lastimándose a sí mismo. Vándalo, porque había robado su corazón con completa brusquedad, sin ni siquiera mirarlo. También ladrón experimentado. Pero en el fondo Seokjin sabía que probablemente ese chico no era ni la mitad de malo de lo que él podría llegar a imaginar.

Después de la primera tarde que lo vio, y la que creyó que sería la única, Seokjin volvió a casa con algo pesado en el pecho, angustia seguramente. La cámara sin fotos nuevas. Se había distraído con mirar a aquél chico, el cual no advirtió la presencia de cierto castaño por nada del mundo. Estaba demasiado concentrado en sus cigarros, sus audífonos y la marea. Pero cierto castaño advirtió todo de él.

Desde su altura hasta ese pelo verde menta asomándose por debajo del gorro rojo que lo protegía del frío. Desde sus largas piernas hasta el lunar en el principio de su espalda, casi en su nuca. Desde la manera rara de encender los cigarros hasta el hecho de que no cambiaba las canciones.

Una semana más tarde, Seokjin recaudó todo el valor posible para volver a la playa. Entonces ahí se encontraba, sentado en una escalera cerca de donde había estado hacía siete días. Esperaba poder ver a aquel chico de cabello verde menta. El castaño miraba para todos lados, y a su reloj. Trataba de no parecer un desesperado aunque era más que eso, más que desesperación.

Disimulaba muy bien el estar esperando a alguien, nadie sospechaba nada, porque Seokjin tomaba algunas fotos; a los niños, porque él amaba ver esa felicidad eterna. A las parejas, porque él amaba ser espectador, aunque también le gustaría estar en el lugar de esas personas. Aunque ahora solo se imaginaba con una sola persona.

Distraído en pensar no advirtió que él había llegado. Se deslizaba por una de las escaleras que estaba a unos veinte metros de Seokjin, llevaba pantalones negros y botas marrones. Un abrigo enorme por encima de una sudadera gris y una gorra negra le tapaba casi todo el cabello verde menta.

Sin darse cuenta de la atenta mirada del castaño, el chico emprendió viaje hasta la orilla, que estaba lejos porque la marea se sentía triste y necesitaba estar sola. Seokjin se preocupó un poco al saber que el chico iba a estar lejos de él ahora.

Frunció la boca y tomó todo el valor del mundo para sacarle una foto de espaldas, mientras se alejaba, ¡de él! ¿Por qué se sentía tan ofendido si ni siquiera se conocían? ¿Por qué quería tanto, tantísimo tenerlo cerca?

No podía responder a las agobiantes cuestiones que su histérica mente le presentaba. Simplemente no podía explicar que era lo que le pasaba y por qué ahora tenía la foto de un desconocido en la memoria de su cámara, y pueden decir que siempre les toma fotografías a desconocidos, es cierto, si le preguntas va a darte la razón. Pero ahora era un desconocido importante al que había fotografiado. ¡Importante! ¿Debería haber usado ese adjetivo?

Pasó una de sus manos por su cara, tratando de despejarse. Iba a tener que resignarse a hablar con el misterioso y hermoso chico de la playa que había robado su corazón. Ese vándalo tan desconsiderado y bruto.

Seokjin se paró de las escaleras y se perdió entre la gente que estaba cerca. Cerca… sólo a él lo quería cerca y ahora estaba tan lejos, tan lejos que no lo puedes imaginar: en su cálido colchón y no era suficiente. Estaba perdido en la imagen del chico cabello color verde menta. Estaba tan sumido en memorizar la silueta de aquel vándalo.

Finalmente, cuando la batería de la cámara se dio por vencida, Seokjin se quedó dormido. Podría decir que soñó con él, pero obviamente estaría mintiendo y Seokjin jamás miente, es honesto hasta con su histérica mente. Simplemente soñó con un poco de todo: las nubes algo grises de esa tarde, la risa de una niña cuando su madre le dio su helado y How to save a life de The Fray hacía de soundtrack de esa película en su mente. Por alguna razón esa canción lo identificaba mucho, tal vez fuera el título, la melodía, la voz del cantante. Quién sabe.

En la mañana se paró de la cama y conectó el cargador de la cámara al tomacorriente, se calzó zapatillas y audífonos, le dio play tanto a su día como a la playlist que lo acompaña diariamente. Canciones tristes y alegres, no importa.

Sonaba Creep de Radiohead mientras preparaba su desayuno, unas tostadas, té de manzanilla y fruta. Estaba perfecto para empezar bien el día, buena música, buen desayuno, el silencio de su departamento de adulto. Todo aparentaba perfección, pero no, Seokjin solo pensaba en el vándalo, que lo derrumbaba completamente, y solo le había visto dos veces.

Tenía la silueta de él tatuada en el cerebro, quería verlo, quería verlo y solo quería verlo. Estaba dispuesto a hacerlo todo con tal de volverlo a encontrar, estaba en su destino y su histérica mente no se lo negaba.

No tenía idea de cómo iba a lograr dar los siguientes pasos: encontrarlo, acercársele y hablarle. Era tan difícil para Seokjin que nunca antes había hablado primero. Siempre los demás le robaban los besos, siempre los demás le sonreían primero.

Era tan aterrador tener que ir primero, tal vez era una trampa del vándalo. Tal vez solo lo estaba guiando por un laberinto sin salida en el que casi al final iba a arrancarle el corazón para comerlo de cena.

Seokjin terminó de desayunar y se dirigió a su habitación, tomó la memoria de la cámara y la insertó en la ranura de la computadora. Repasó imagen por imagen hasta llegar a la número 4139, que era donde estaba él.

No dudó ni un segundo en conectar la impresora, minutos después tenía la imagen materializada entre sus manos. Se sentía como si pudiera estar un poco más cerca de aquél chico.  Tal vez lo estaba, tal vez no, no lo sabría hasta conocer finalmente al vándalo.

Dio vuelta el papel, tomó un bolígrafo y escribió lo siguiente:

“No es como si estuviera haciendo un conjuro de amor o algo así pero si algo hay por encima de mi cabeza, algo más que no sean nubes y lluvia, por favor que me ponga a éste vándalo en el camino nuevamente, prometo que voy a saber aprovechar mi tercera oportunidad.”

Después suspiró y pegó el papel en su pared, trató de posicionarlo de manera que fuera la foto que más destacaba porque tenía muchas, aunque ninguna tan importante. Tal vez mientras más lo mirara él iba aparecer en su vida. Lo deseaba con todas su fuerzas, pero a veces no basta con desear.

Un mes tuvo que pasar para que él volviera a salir de su hogar. Fue un mes en el que Seokjin no podía lograr conectarse a la realidad, no prestaba atención a las clases y caminaba a la universidad arrastrando los pies para después ir a la playa y esperar a su vándalo. Diariamente durante un mes.

No fue diferente el día en que Seokjin volvió a verlo. Había estado desde el mediodía sentado en la escalera, caminaba de un lado a otro para estirar las piernas, jugaba con la arena y tomaba fotos de cualquier cosa. Cuando iba a llevarse un sándwich a la boca, vio una silueta que conocía y casi se le cae la merienda al suelo.

Él iba en su dirección. Caminaba directamente hacia Seokjin y este solo sentía como mariposas anarquistas ante la histérica mente despertaban en todos lados de su cuerpo. Sentía cosquilleos en la espalda y la garganta seca, no podía perder la oportunidad de su vida.

La mirada del vándalo lo captó por una milésima de segundo, casi que lo miró en serio, pero no, solo pasó por su lado para bajar las escaleras y tocar arena con sus pies, entregarse a la playa.

“Vamos, estúpido, ¡¿por qué sigues sentado aquí?!” Su histérica mente le gritaba, pero no podía moverse, no podía reaccionar. Al parecer esperaba que alguien lo golpeara para caer en cuenta que realmente era su vándalo el que había estado caminando por sobre la arena hacia unos segundos, y ahora estaba parado mirando las olas, como esperándolo.

“Oh, por lo que me salva y guarda…” Masculló mientras guardaba la cámara en la funda, acto seguido se paró y caminó hacia donde estaba él. No podría negar que le temblaba todo y que la sangre se le iba a la cabeza pero se sentía lo suficientemente emocionado como para volver atrás.

La tercera era la vencida, iba a hablarle porque era su maldito destino y quería agarrar a ese chico como musa para su arte y hacer un collage en la pared de su habitación (y en todos lados) con la cara del peliverde, filmarlo caminando por la orilla del mar, incluso pensaba en lo hermoso que sería hacer un corto exclusivamente con imágenes de él. Él durmiendo, sonriendo, fumando, escuchando música. Él entre sus brazos, besándolo, acariciándolo, hablándole. Él en silencio, gritando, susurrando. Él en profundidad, quería filmarlo  y amarlo hasta el fin de los tiempos. Quería captar su belleza para futuras generaciones.

“El mar tiene seis millas de profundidad.” Fue lo primero que Seokjin pudo decir, haciendo que el vándalo volteara con expresión de confusión. “Hermoso y alucinante, ¿no?”

Él advirtió el nerviosismo en Seokjin, pensó que había sido un poco patética la forma en la que logró llegar hasta ahí, pero de todas formas era tierno. Quiso decir algo pero el castaño volvió a hablar, mirando fijamente al mar porque le daba mucha vergüenza ver hacia los ojos del peliverde. “Es increíble que hayamos explorado un poco menos del 5% de los océanos de la tierra y que de hecho, tengamos mejores mapas de Marte que del fondo del mar.”

Sonaba como un nerd para los oídos y la razón del vándalo, pero estaba bien porque Seokjin era un completo nerd, sin los lentes ni el pantalón caqui, pero lo era. Sabía mucho de todo y cualquier cosa que le preguntaran seguro tenía una respuesta, o lo averiguaría.

“Realmente no sabía eso, yo solo vengo y miro al mar, es todo lo que hago.”

Seokjin casi tuvo un paro cardiaco al escuchar esa voz, grave pero melodiosa. Era música para sus oídos, podía entregar su preciada playlist al mismísimo diablo con tal de que esa voz lo acompañara para siempre, desde la mañana hasta la noche.

“Bueno, a veces es bueno aprender algo nuevo.” Y sonrió, mirándolo por primera vez a los ojos y dándose ánimos para seguir hablando. “Soy Seokjin, Kim Seokjin.”

El vándalo dudo unos segundos antes de pronunciar su nombre, pero finalmente lo hizo porque siempre le había gustado correr riesgos, tanto como le gusta fumar y el tatuaje que se hizo hace dos años en el costado del cuello. “Kim Namjoon.” Y estiró su mano.

Seokjin la tomó, decidido a (en sentido figurado) no soltarla nunca más. Era cálida y suave, encajaban perfecto y se sentía seguro sosteniendo la mano de Namjoon. Oh, Namjoon, ¡un nombre hermoso para alguien hermoso!

“¿Cómo es que sabes esas cosas sobre el mar?” Preguntó el peliverde después de que sus manos se separaran, lo que dejó con una sensación de vacío al castaño. De pronto le dio frío.

Seokjin también se lo cuestionó, sus ojos se cerraron un poco; porque estaba pensando y analizando. “Libros.” Dijo después de recordar de donde había sacado tanta información.

Y era completamente cierto, Seokjin leía, leía mucho y tal vez por eso había fantaseado tanto con tener una historia de amor con Namjoon, o tal vez no eran los libros, tal vez era el arte. Quien tuviera la respuesta, no estaba ahí para informar a cierto castaño de ahora mejillas rojas.

Mejillas rojas porque Namjoon no le sacaba los ojos de encima, y eso ahora lo asustaba un poco porque recordaba que era un vándalo y ladrón de corazones y tenía miedo de que le robara con brusquedad el alma entera, ¿o ya lo había hecho ya con su corazón también?

“¿Lees libros sobre el mar?” Inquirió Namjoon, todavía mirándolo fijamente, notando con suavidad cada rasgo del chico a su lado. Su perfil era digno de admirar.

“Leo de todo, esa es la verdad. Tengo mucho tiempo libre, como puedes ver.” Seokjin se atrevió a mirarlo nuevamente y regalarle otra sonrisa.

“Eso está bien.” Le aseguró Namjoon.

Y no era lo único que estaba bien, ¡todo estaba bien ahora para Seokjin! Estaban hablando, estaban parados uno al lado del otro y lo más importante de todo: Namjoon lo miraba atento, no lo despreciaba.

El resto de la tarde fue magia para el corazón de Seokjin. Namjoon lo invitó a caminar por la playa mientras hablaban sobre cosas banales como cigarros y de cosas no tan banales como el tatuaje en el cuello del peliverde, que era una simple rosa pero lo significaba todo; su madre fallecida hacía dos años. De un momento a otro Namjoon preguntó de qué iba la cámara colgada en su cuello y ahí se les fue casi una hora hablando sobre la fotografía.

“Deberías fotografiarme a mí.” Dijo Namjoon gracioso cuando entrando un poco más en confianza.

Y sí que Seokjin quería eso, pero no iba a decírselo así que solo sonrió mostrándole los dientes y con las mejillas un poco sonrojadas porque ya era tarde y el frío abrasador estaba haciéndose presente. Aunque después de unas tres horas Namjoon seguía sonrojándolo, así que mejillas rojas también por eso.

Su silencio dio por finalizada la conversación sobre la fotografía.

Namjoon miró al reloj de su celular al no obtener respuesta, él no podía negar que estaba feliz de estar con Seokjin ahí. No podía negar que estaba feliz de haber encontrado alguien que borre todo lo que estaba detrás de él. Era como haber caminado pesadamente kilómetros y kilómetros sobre la arena para que después llegara él y todo se volviera liviano, como estar suspendido en el aire, flotando.

“Creo que es tarde ya, Jin.” Ah, sí, ya le había puesto apodo a esa altura, porque Namjoon ama correr riesgos y ser atrevido.

¿O artevido? ¡Las dos cosas! Porque Seokjin realmente creía que el chico era puro arte. Namjoon era arte: cara y cuerpo, esculpidos y contorneados por las estrellas, piel y cabello, pintados por los rayos de sol y el contraste de los planetas y su voz, melodía creada por la luna.

“Sí, debería irme a casa.” Aceptó eso derrotado, Seokjin no quería irse a casa en realidad. Quería estar al lado de su vándalo, que termino siendo una de las mejores personas del mundo, porque simplemente amaba los animales casi tanto como él, y también le confesó que se la pasaba viendo películas, lo cual claramente significaba que no le hacía daño a nadie.

“Te acompaño.” Se ofreció Namjoon un poco nervioso. Seokjin asintió con la cabeza y sonrió más ampliamente que cualquiera de las veces anteriores porque todo indicaba que iban a seguir viéndose y se iban a quedar en las vidas del otro.

Qué sensación más gratificante.

En el camino Seokjin habló sobre donde vivía y que le gustaba mucho su edificio. Le contó sobre la decoración de su apartamento y de su habitación, Namjoon escuchaba atento y le gustaba lo que salía de la boca del castaño.

Cuando llegaron al mencionado edificio, Seokjin sacó las llaves y miró al peliverde una vez más, hacía todo más lento porque claramente no quería irse. No quería porque todavía no había sacado una foto de la cara de Namjoon. Este último notó por las acciones de Seokjin todo lo que sentía, o tal vez solo lo adivinó. Nunca podremos saber el porqué de lo que demanda el Universo.

“¿Me sacarías una foto? Por si me llego a perder mientras camino a casa. Podrás ponerla en los panfletos de mi búsqueda porque tú habrás sido el último en verme.”  Y sí, Seokjin lo buscaría por mar y tierra si se llegaba a perder. De todas formas la idea de una foto era perfecta, y con una risa, el castaño sacó su cámara.

Le pidió al peliverde que se parara derecho dándole la espalda a la pared y lo enfocó con el zoom. A través del lente se veía todavía más hermoso posando para él y tardó más de diez segundos en sacar la foto.

“A ver, a ver, a ver.” Dijo ansioso Namjoon cuando escuchó el clic que indicaba que la cámara había capturado su cara. Seokjin le mostró la foto. “Está bien, te llevas todo el crédito, Jinnie.”

Seokjin rio con esa risa particular que hacía que el corazón de Namjoon se detuviera. “Ahora sí, voy a entrar.” Dijo el castaño sacando a Namjoon de su estado de hipnotismo. “Gracias por hoy, Namjoon. Fue divertido y me gustó hablar con alguien libremente.”

“Sí, eh, yo, umh. Voy a dejarte mi número de celular, por si me pierdo, ya sabes.” Y sacó un pequeño bloc verde flúor del bolsillo. Anotó con cuidado cada número y se lo pegó a Seokjin en la frente para después murmurar un adiós y salir casi corriendo de allí.

Por otra parte, Seokjin se sentía más que feliz, satisfecho, lleno, complacido y todo por lo que había hecho, todo por ser valiente. Con la sonrisa más grande jamás vista por el guardia de seguridad del edificio, el chico entro y subió al ascensor corriendo, con el papelito entre sus manos y pequeños suspiros saliendo de su boca.

Abrió desesperadamente la puerta de su departamento y corriendo como iba, conectó su celular para que se prendiera y así poder agendar el número de Namjoon. Mientras tanto también prendía la computadora y metía la memoria de la cámara para poder imprimir la foto del peliverde.

Finalmente tuvo la foto en sus manos, el numero agendado y se tendió en su cama, quedándose dormido completamente feliz, más feliz de lo que nunca había sido en sus veintitrés aburridos años.

Tres días después, Seokjin se animó a enviarle un mensaje a Namjoon. Este decía: “El cine es escape, al escribir se escapa, leyendo quizás también. Esos han sido mis escapes, las formas como me he perdido: primero viendo, leyendo; luego escribiendo, filmando, creando.” Y citaba al libro Missing, la última lectura del castaño. Pulsó enviar mientras se mordía las uñas y a los minutos obtuvo la respuesta.

“¿Te quieres escapar un rato conmigo? Tal vez no me guste mucho la literatura pero sí las películas y posar para la cámara, para tú cámara.” Seokjin rio bajito mientras se mordía el labio inferior. Insertó algunos emojis de risa y finalmente contestó: “¿Serás la musa que seduce a mi cámara?

Lo siguiente fue que ambos chicos se encontraran en la entrada el edificio para estudiantes. Se saludaron con una simple sonrisa y se dispusieron a caminar juntos hacia la playa. Empezaron a hablar sobre las fotos que Seokjin le tomaría a Namjoon, lo que éste debería hacer y cómo debería posar. Los dos acotaban ideas geniales y se reían si algo sonaba raro, aunque en realidad Namjoon decía las cosas raras y Seokjin reía, hipnotizándolo.

Al llegar, el castaño rápidamente encendió la cámara y le pidió a Namjoon que se sentara en la escalera. La sesión de fotos estaba siendo divertida y sanadora para ambos. Porque Seokjin hacia arte con su musa, y Namjoon se sentía finalmente reparado, con todas las partes de su corazón en donde tenían que estar.

Deseaba que Seokjin pudiera verlo, que pudiera ver como su corazón se reconstruía a cada risa que este le dedicaba. Deseaba que existiera un zoom que pudiera llegar a ver hasta su interior, dejándole servido ante los ojos de Seokjin la magia de un corazón latiendo como debe latir.

Pero él no podía verlo, ni con el mejor zoom del mundo Seokjin podría verlo, entonces Namjoon iba a demostrárselo: después de unas quince buenas fotos y dos tomas de video, se acercó, simulando querer ver las fotos para las que había posado.

Tomó la mano de Seokjin y le quitó la cámara, pero en vez de mirar las fotos, lo miró a los ojos, estaba realmente cerca, dispuesto a hacerle saber al chico fotógrafo cuan agradecido estaba de habérsele acercado. Le rodeó la cintura con ambos brazos, Seokjin temblaba como una hoja en el peor viento de otoño.

Solo unos pocos segundos de ínterin hubieron entre la mirada directa a los ojos de Seokjin y el momento en que se besaron. Oh, se besaron, tan castamente, tan apasionadamente, cuán enamorados podían llegar a estar esos chicos.  No importaba.

Ese beso frente al sagrado mar que tanto significaba, ese beso que debía ser fotografiado. Ese beso que indicaba un largo pero hermoso camino para los dos chicos, un camino juntos. Un camino que a leguas se podía ver que se basaba en fotografías y collages, videos y risas, besos y miradas; justo como había soñado Seokjin desde el principio.

“Oh Namjoon…” Dijo Seokjin después de algunos minutos, una risa se le escapó y se tocó los labios con una de sus manos.

“El mar podrá tener seis millas de profundidad pero mi amor por ti es mucho más grande que eso, ¿sabes? Incluso más grande que la extensión de esta agua salada por todo el planeta porque Kim Seokjin déjame decirte algo: estaba muy asustado y solo quería un abrazo o besos de alguien a quien pudiera confiarle mis lágrimas porque tengo un montón de esas. ¿Eres esa persona, cierto?” Dijo esas palabras con tanta pasión que Seokjin no pudo hacer más que llorar y esconderse en el pecho de su, recientemente, amante.

“Voy a estar contigo no solo para abrazarte y besarte, Namjoon, voy a capturar tus lágrimas y volverlas un mar, mi mar. Donde voy buscarte y encontrarte siempre. En las fotos y videos, mío, Namjoon, mío desde siempre, mío desde antes de que el mar aparezca porque estoy seguro que robaste mi corazón mucho antes del Big Bang y de cualquier cosa. Mi vándalo de la playa, mi vándalo y ladrón de corazón y alma. Quédate para siempre.” Y selló sus palabras con un beso sobre los labios de Namjoon.

“Voy a quedarme siempre y si me pierdo vas a saber dónde encontrarme.”

Nunca en la historia de esa playa había existido historia de amor como la de esos dos chicos que se conocieron a la tercera, que se besaron con emoción. Sabes, cada playa tiene historias y tal vez un Seokjin en busca de su Namjoon. Y todas las cámaras tienen fotos y videos, pero ninguna arde tanto de pasión como la Canon de Seokjin, pasión por el arte y por fotografiar a Namjoon y convertirlo en un mural para futuras generaciones.

El amor no está en todas partes como todos dicen, sabes, porque Eros no es un dios tan extenso. El amor es escaso y no grande como todos dicen, sabes, porque Eros probablemente sea como tú y yo, imaginación y células. Ojalá tengas la suerte que tuvieron estos dos chicos de poder robarle un poco de amor a ese tal Eros del que tanto hablan.


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