Me hallaba flemático, algo apático e indiferente transitando aquella lúgubre y desierta avenida de capital, recordando con nostalgia los pretextos que me mantenían aferrado a la vida. Aire. Sólo eso.
Me filtre en un callejón buscando encender un cigarrillo que calmase mi ansiedad. Sin embargo, antes de extraerlo de la cajetilla, tengo la sensación de que soy observado, y alzo la vista intentando averiguar de dónde proviene aquella percepción. La noche está oscura, nublosa y muy sombría, por ello, me congelo al ver la borrosa y repentina silueta de un ente formarse ante mis ojos. Me turbo, pero me mantengo estático.
Pequeño y menudo. Inicialmente, le defino como una chica, con esa piel clara, de ojos grandes, pestañas largas, espesas, de andar altivo, e... Iris color carmín. Esa larga melena azabache cubriéndole las orejas, y, el flequillo la frente. Era un muchacho. Sufro un temblor asfixiante cuando eleva su rostro, y me estremecí encontrarnos la mirada.
—¿Tengo algo en la cara? —preguntó con insolencia. Sonreí.
—Belleza —respondí tratando de ser cordial. Observé su malicia recorrer mi gesto.
—¿Estás coqueteando conmigo? —inquirió curioso cruzándose de brazos, apoyando la espalda en el muro frente a mí.
—No —contesté—. O quizás sí, depende —me reí encogiéndome de hombros dispuesto a coger un cigarrillo.
—¿Me das uno? —preguntó y se lo entregué rozando nuestros dedos. De tacto frío y mirada llameante. Una chispa inevitable, una conexión innegable.
—Creí que eras una chica —confesé dándole una calada a mi cigarrillo recién encendido. Sonrió.
—Los demonios no tenemos sexo, Light —replicó seguro de sí mismo y me ahogué asombrado con el humo al escucharlo. Tosí sofocado palmeándome el pecho.
—¿Sabes mi nombre? —dudé alarmado, sintiéndome encerrado.
—No es necesario que te espantes —informó—. Si quisiese matarte, me hubiese ahorrado esta conversación —le dio una calada a su cigarrillo inclinando la cabeza hacia atrás, liberando el vaho de su boca al cielo. No me hacía sentir del todo bien aquella respuesta, sin embargo, me alivié.
—Bien... Ya que te sabes mi nombre y no piensas matarme, podrías decirme tu nombre también, ¿no? —sugerí rompiendo el hielo. Él pareció tomarse mi mofa con agrado.
—Soy Beyond, Beyond Birthday —contestó arrojando su cigarrillo al suelo, pisándolo antes de aproximarse. Me gusta—, y he venido porque Lucifer se ha enamorado de tu rostro —abrí los ojos de par en par poniéndome nervioso, tratando de retroceder. La muralla no me lo permitió—, me ha enviado a mí, su graduado predilecto, para cumplir su deseo... que muerdas su manzana.
—Entonces... ¿Eres algo así como un demonio? —reí—. ¿Quieres mi alma? —bromeé escéptico de sus palabras creyendo que era alguna clase de metáfora y sonrió al ver la incredulidad que mostraba.
—Así es... —murmuró situando sus manos a los costados de mi rostro—. He venido del infierno a desencadenarte, mi querido prisionero...
Me hechizó su sonrisa, me desmontó su mirada. Y, todo lo que se venía, era un retorcido juego de tentación en donde un simple mortal, tendría que hacerle frente al pecado buscando salvar su alma de las garras de un demonio.
Quizás, Elle Lawliet, el ángel favorito de Dios, sea el único capaz de rescatarme de Beyond. O, tal vez no.