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Moralidad Es Un Concepto (Death Note/Yaoi) por StrangeTH

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Notas del capitulo:

Me hace ilusión shippear a Beyond con Light, no me culpen

Todo en el ambiente se debilitaba tornándose gris, la brisa fresca me entumecía los brazos y una asfixiante aglomeración densa de nubes negras se situaron sobre mi cabeza. Me estaba cayendo de espaldas, en un aumento incesante de velocidad. Me mordisqueé el labio nervioso cuando miré hacia abajo, el suelo se hallaba desaparecido, ya no me sostenía, ni siquiera existía. Tragué grueso al sentirme descender, observando el cielo con los ojos perdidos y envuelto en una tormentosa lluvia que no me provocaba más que un frío hiriente. Se me va encogiendo el corazón, tengo apretado el estómago y experimento una desagradable sensación de vértigo, me tiemblan las manos, por la espalda me transitan intensos escalofríos. No podía dejar de preguntarme si iba a morir. El abismo me aspiraba con fuerza, no parecía tener un final muy próximo. Me visualizo desplomándome contra el suelo y me supera el miedo, el terror a estrellar, intento patalear, sin embargo, la rigidez de mi cuerpo anulaba cualquier reacción de mi parte.

Me sumo en la oscuridad y mis pupilas se dilatan. Me trato de zarandear, pero no puedo. Algo se acerca, una silueta negra, opaca, y bastante sombría. Mis alterados latidos del corazón me hacen sentir perturbado. No soy capaz de distinguir algo más que sus ojos, rojos, impetuosos como un rubí, malignos, agobiantes.

Un ruido grave, una risa desquiciante me hace eco en los oídos. Se aproxima, me agarra, se impulsa conmigo hacia abajo, es como si robase mi energía, sus manos se posan en mi cuello y comienza a estrangularme. No puedo respirar. Escucho un silbido, todo enmudece, y me ciego.

Me enderezo de golpe al escuchar el odioso sonido de la alarma golpeteando mi velador y de un manotazo certero, lo apago. Joder, que me estaba muriendo. Tengo la camiseta del pijama pegada al cuerpo por el sudor, y me dedico a mirar frenéticamente a todos lados buscando mi ubicación. Es mi departamento, mi casa, mi cuarto. Doy bocanadas profundas de aire y me dejó caer sobre la cama totalmente aliviado.

Es la quinta vez que sueño esto y creo que sólo porque hoy es viernes. Soy encerrado entre nubes y en segundo me encuentro desplomándome contra un suelo imaginario. Sin embargo, éste tuvo algo distinto, algo, alguien me observaba. Era intimidante.

Me senté nuevamente en la cama apoyando los pies en el piso. Como no es raro, pisé con el izquierdo antes, debería anotar en alguna parte hacerlo con el derecho. No es que yo crea en esas cosas, sin embargo, he tenido una semana tan mierda que, en realidad, cualquier cosa que me haga creer que todo saldrá bien, ayudaría.

***

No había tenido tiempo para secarme el cabello, razón por la que tuve que salir de casa con los mechones mojados. Voy a coger un resfriado de los buenos, de esos que te hacen quedar una semana en cama y provoca que suspendas los primeros cuatro exámenes cuando regresas.

Tomé el metro atestado de gente y me manosearon el culo más veces de lo que pude contar. Tengo más huellas dactilares en el pantalón que gente en quien confiar. Sólo doce estaciones de metro diarias para llegar al Instituto, lo que no era bueno, pero era mejor que soportar a la niñata intrusa de mi hermana husmear en mis cosas. Si no fuese por ella, mis padres no hubiesen descubierto mi homosexualidad y no habría tenido la mar de problemas que tengo ahora.

Un consejo, no ocultes nunca tus revistas porno gay bajo el colchón de tu cama, está muy visto y al final del día, te descubren.

Próxima estación, Plaza de Maipú —escuché por los altavoces del metro y me sobresalté al saber que me estaba acercando a mi estación.

El metro se detiene y en masa se acomodan preparados para el momento de salir. Es increíble. A la gente le da igual cómo y a quienes tengan que derrumbar, pues sólo les preocupa avanzar. Las carteras, bolsos y mochilas me aprietan. No puedo sentir más que agobio en medio de tantos cuerpos. Si me lo preguntan, esta es unas de las peores partes de ser pobre: no tener un vehículo y utilizar transporte público. Cada mañana imagino que seré aplastado hasta desfallecer. No quiero morir, no así. Las puertas se abren, maldigo mentalmente y a empujones, agarrones y quejidos las personas tratan de salir como si fueses mosquitos a la luz. Demonios. No puedo respirar, señora, por favor, se lo ruego, en nombre de toda la ascendencia Yagami, quite su puta bufanda de mi nariz. Oh no, se me está acabando el aire, mi cara está enrojeciendo. Rayos. Estoy desesperado, ya puedo leer los titulares del día de mañana: "Joven estudiante de diecisiete años muere por asfixia en vagón de metro. Todo indica que la bufanda asesina sigue suelta, por favor, se ruega compartir el comunicado y tomar sus debidas precauciones." no podría sonar peor. ¡Bien!, la señora se movió, inhalo, exhalo, estoy avanzando, sólo un paso más y... Oh, no, no, no, no ¡mi mochila se enganchó con el caño! Ya no alcanzo a llegar, es imposible, estoy siendo arrastrado, la perderé... La perderé junto con mi estuche, mis cuadernos, las guías, el cargador del celular, mi almuerzo, mis mentas, el dinero... ¡El informe! No, no, no, no, de ninguna manera me voy sin ese bolso, antes muerto. A arañazos me voy haciendo paso por los cuerpos transpirados. Los olores de perfume mezclado entre una fragancia y otra me causaron nauseas. Perdí de vista la mochila y me entraron los nervios. Si no entregaba el informe antes de las ocho y media el profesor disfrutaría poniéndome una hermosa y destellante nota roja que me haría reprobar el ramo. Me detesta desde que inició el segundo semestre. Debo recuperarlo pronto antes de que... ¿Qué pasa? El vagón tiembla, muy fuerte, trato de sujetarme de algo, o alguien, suspiro buscando calma y esperando que nadie se espante. Sin embargo, soy el único que parece notar el tremendo remezón que acababa de ocurrir.

Un silencio sepulcral se expande por el lugar, los murmullos cesan abruptamente, ¿qué está sucediendo? Las luces suenan, parpadean, como si estuviesen gastadas y los focos a punto de estallar. Me cubro las orejas.

De un momento a otro, el ambiente se hiela, miro en todas direcciones, las personas se mantienen estáticas, con esa expresión de apuro plasmada en el rostro. Maldita sea, nuevamente escucho ese pitido estridente, el de mi sueño. Cierro los ojos con fuerza, mierda, me duele, quiero que acabe. No entiendo, no entiendo nada.

Necesito arrancar.

Doy un paso adelante y los sonidos se terminan. Receloso, abro los ojos lentamente, friccionándolos con ayuda de mis mangas. La multitud ha desaparecido. Me castañean los dientes, comienzo a sentir más frío. ¿Estoy solo? El vagón está desierto y las luces blancas me encandilan.

Ahogo un grito al ver una sombra, una silueta, es... un cuerpo, no distingo si es realmente sólido, pues se le ve algo transparente. No tiene los pies sujetos al piso, utiliza una enorme túnica negra que le enfunda su figura. Siento malestar y una contracción estremecedora.

Me miro las manos buscando algo para lanzar y... ¿estoy brillando? Tengo un destello blanquecino en los brazos, como si fuese luz. Me protege del frío. Ah, ya entiendo, es un sueño, ese es el motivo por el que todo es tan extraño. Debo mantener la calma, ¿no? Vamos, despierta, no pasa nada, nada de nada.

Dirijo la vista nuevamente al tenebroso ente, y aquella melena azabache le oculta la cara.

Veo su sonrisa, una maquiavélica sonrisa ubicada cruelmente en ese pálido rostro. Doy un paso atrás queriendo escapar, sin embargo, no logro continuar. Me congelo en el lugar.

—¡¿Quién... quién eres?! —pregunté alzando la voz en un intento desesperado por moverme o despertar. Esa cosa se acerca a mí ensanchando su sonrisa de gusto por visualizar mi terror.

Tu alma en depresión, será tu perdición —murmuró malicioso—. Estaré ansioso de ver cómo se va apagando tu luz.

Depresión. No quería escuchar esa endemoniada palabra en mi vida. Soy consciente de que los psicólogos me lo habían atribuido, sin embargo, siempre me he creído más capaz. Depresión es sólo un virus en el cuerpo humano, un germen al que no le daré el gusto de arruinar mi vida. Soy mejor que eso y más. Admito que estoy algo abatido, decaído... pero tengo la esperanza de que la sensación sea pasajera. La vida es una sola, no se puede estar sufriendo toda la vida, ¿o sí?

—No es cierto —espeté buscando la verdad en mis palabras.

Estás acumulando lágrimas, Light —me tiró el bolso con mofa y me lo aferro al pecho. El cuerpo no me responde, sé que siento miedo. Tirito de terror al ver esa espesa negrura cerca de mí. Poco a poco pierdo el aire y no puedo respirar—. Tu alma se está corrompiendo —murmuró y una risa macabra comienza a resonar en las paredes y altavoces del vagón. Mierda, no puedo más, despierta, por favor—. Cuídate la espalda —advirtió posicionando sus dedos en mi pecho, estaban fríos, tan fríos que traspasaron mi abrigo, aquella frágil luz protectora. Gruñó y él me arroja vilmente hacia afuera con expresión de dolor en el rostro, como si tocarme le hubiese lastimado.

Sentí calor de forma abrupta en la estación. Un estallido de gente se aglomeró en el lugar. Caí de rodillas al suelo con la mochila pegada al pecho. Oí los quejidos de la gente al verme estorbar. No me importó. Todos bajaron, el tren se fue vacío.

¿Fue una alucinación por mi falta de sueño? O... ¿En realidad ha sucedido?

 


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