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LO QUE PUDO HABER SIDO Y... por OTORYKAEDE

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Notas del capitulo:

HOLA A TODOS!!!!!!!

Espero que os guste este nuevo fic que he comenzado y que os lo paseis bien leyéndolo. Espero vuestros reviws!!!!

Aunque en la categoria aparece la Angustia, no es para tanto pero he preferido ponerla por si a caso.

Capítulo 1: Una tranquila tarde de domingo… o no

 

La pelimorada salió de su despacho, en la segunda planta de la Mansión Kido, como alma que lleva el diablo.

- ¡¡Ikki… Ikki…!! –aulló la Diosa bajando las escaleras rauda y veloz-.

Al peliazul le fue imposible oír la llamada: estaba muy a gusto tumbado cómodamente en el sofá que se encontraba delante del televisor profundamente dormido y, al parecer, soñando con algo muy, pero que muy agradable. Una leve sonrisa se perdía en sus labios, de cuando en cuando unos leves gruñiditos escapaban de su boca acompañados por algún que otro suspiro… pero lo que delataba más al Fénix era la perceptible y, por momentos, apreciable erección del miembro del peliazul; un miembro que, al igual que un prisionero, pugnaba por escapar de su encierro que eran aquellos jeans negros y ajustados que al Fénix tanto le gustaba vestir. Un ligero murmullo escapó de sus labios:

- Hum… así… así… lo haces muy… bien…

- ¡¡Ikki… Ikki…!! –la pelimorada se estaba quedando afónica de tanto gritar-.

Mientras, el Fénix se agitaba ligeramente y una de sus manos, inconscientemente, se agarraba a uno de los mullidos cojines…

La pelimorada seguía buscando al moreno entre gritos cada vez mas estridentes e idas y venidas por la Mansión (¡caray que sueño tan profundo tiene el moreno!).

…La otra mano del peliazul había viajada hasta situarse sobre su dolorido pene frotándolo, inconscientemente, para así obtener algo de alivio…

Atenea atravesaba a grandes pasos y más veloz que los rayos lanzados por su padre, el jardín de la Mansión.

- Pero ¿donde se habrá metido? Cuando lo encuentre… se va a enterar de quién soy yo.

…El Fénix comenzaba a tener calor. Una leve transpiración apareció en su frente y una lengua húmeda asomó tímidamente para dar de beber a los resecos y sensuales labios…

Atenea entra de nuevo en la Mansión dirigiéndose hacia la cocina y el enorme comedor y baja al sótano.

- Quizás este aquí, como es una persona tan… solitaria.

…Una leve risita se escapa de la boca del peliazul:

- No pares… ya casi… es-estoy… hum…

La temperatura del Fénix, al igual que su “agitación”, iban en aumento por momentos (por no mencionar cierto “pajarito” el cual dentro de poco echaría a volar)…

Atenea se encaminó hacia la sala de juegos y a la biblioteca, clamando al Cielo y a los Dioses.

…La voz del moreno se dejó oír de nuevo, pero esta vez, más subida de tono:

- Sí… sí… sííí…

- ¡¡Ikki, al fin te encuentro ¿es que estás sordo o qué? Por fin te has dignado responder!!

La pelimorada acababa de hacer acto de presencia en la sala de cine cuando, precisamente, en la entrepierna del Fénix otra “cosa” también acababa de hacer acto de presencia.

Entre la súbita humedad que se escapaba del “pajarillo” que aún seguía “batiendo sus alas” con fuerza y la inesperada aparición de su Diosa reprendiéndolo con aquellos gritos histéricos, el pobre Fénix se despertó, al fin, de su profundo sopor pero tan bruscamente que el infeliz se cae del sofá, terminando con sus huesos y con toda su hombría, aún latente, en el suelo… y boca abajo (¡Dioses, qué dolor! para los que sean chicos, claro je,je).

El desconcierto y el molesto dolor del moreno hacen que, por unos instantes, el peliazul sea incapaz de reaccionar ni de saber exactamente en donde se encuentra.

- ¡¿Qué estabas haciendo aquí?! ¡Llevo más de media hora buscándote! (esta chica tiene un enorme problema con eso de exagerar las cosas).

- Yo… esto… yo estaba… -intenta hablar el Fénix, bastante desorientado- …durmiendo.

Atenea se lo queda mirando algo extrañada.

- ¡¿Y no has encontrado nada mejor que hacer para invertir tu tiempo?!

La mente del Fénix se ha aclarado un poco gracias a los gritos de su Diosa. Va a levantarse pero, al notar la gran humedad que todavía perdura y que se ha extendido por “esa” zona, por no hablar de la lastimosa y precaria situación en la que se ha quedado su pobre “pajarillo”, le hace cambiar de opinión y quedarse allí tirado. No era una postura muy digna para un caballero de Atenea, desde luego que no… pero, dadas las circunstancias, mejor eso a que su Diosa viera determinadas “cosas” no demasiado… apropiadas.

El peliazul reacciona algo molesto ante semejante pregunta: ¡nadie tenía que decirle al Ave Fénix cómo o en qué invertir su tiempo!

- ¡Es domingo, Saori! –responde molesto y, en un tono más bajo pero perfectamente audible para que lo pudiera escuchar la pelimorada, añade- …por si no te habías dado cuenta.

Saori coloca sus manos en sus caderas en actitud retadora y mirándolo desde su posición, más elevada, como si de un vulgar gusano reptando por el suelo se tratara, responde:

- Ikki, sé perfectamente que día es HOY, y se supone que TÚ me estás protegiendo. En estos precisos momentos no hay nadie más en la Mansión a parte de ti y de mí. Teniendo todos estos puntos en cuenta dime, Caballero del Ave Fénix, ¡¿cómo diablos piensas cumplir tu cometido si estas durmiendo, eh?! Dime Caballero ¡¿Puedes contestarme a esta sencilla, simple y fácil pregunta?!

¡Por todos los Dioses, la Mansión entera se ha estremecido hasta sus cimientos por el alarido de Atenea!

- No me grites, Saori… no estoy sordo, aún –contesta en tono cortante-.

- Y para empezar ¡¿quieres hacer el favor de levantarte del suelo?! No quiero sufrir una contractura muscular por tu culpa ¿sabes?

El Fénix piensa rápidamente una buena excusa para no levantarse. Al parecer su “pajarito” todavía tiene ganas de seguir “volando libre”.

- Lo siento, Saori. Pero se me ha “dormido” la pierna –responde cínicamente el moreno, más que harto por la actitud de la pelimorada-.

Ella lo mira de hito en hito, intentando averiguar si su Caballero se está burlando de ella o, en realidad, ha sufrido un calambre en la pierna. Y con cierto tono de disgusto e impaciencia le dice al moreno mientras se gira y se dirige hacia el hall.

- Cuando te hayas “despertado” del todo, ven a mi despacho. Tienes que hacerme un encargo urgente.

Una vez que Saori hubo desaparecido de su campo visual, el peliazul se pone en pie.

 - Maldita niñata mal criada -murmura con rencor y, al mirar su entrepierna, añade- al menos no se ha enterado de nada. Uf… -al parecer, el “pajarillo” del Fénix hacía de las suyas en su prisión- ¿Cómo es posible que todavía… Ay…?

Ikki se apresuró a ponerse a salvo en la soledad de su habitación. Allí se desnudó y se dirigió al baño para meterse en la bañera dispuesto a darse una relajante ducha… de agua helada, para así calmar a aquel travieso “pajarillo”. Sin embargo, aquella avecilla de puro fuego no estaba por la labor de regresar al nido, si no, todo lo contrario, parecía como si el líquido elemento, que ahora resbalaba por su piel, le diera alas…

Ikki se miró aquel palpitante y rebelde miembro que, por momentos, adquiría una dolorosa dureza… El peliazul sabía perfectamente que su situación actual se debía al “húmedo” sueñecito que acababa de tener y que tan cruelmente había sido interrumpido por su Diosa (aunque no antes de su maravilloso y espectacular desenlace XDDD); sabía, además, quién era el protagonista absoluto de tan excitante encuentro onírico. En un principio, el moreno intenta desentenderse del “tema” no queriendo aceptar la realidad que luchaba por asomarse en su cerebro y que su corazón, a causa de su orgullo y prejuicios, se negaba también a admitir. El Fénix, no teniendo otra opción, toma se endurecido miembro en su mano derecha y comienza a masajearlo primero, suave y calmadamente pero, a medida que la excitación, ya de un principio elevada, fue aumentando, sus movimientos se hicieron también más rápidos… casi frenéticos.

Ikki cerró sus ojos concentrándose en aquel exquisito placer o, más bien, en la persona que le “provocaba” aquel… exquisito placer. A su mente vinieron las sensuales imágenes de unos labios del color de las fresas… de una piel suave y aterciopelada… como la seda… de unos sedosos cabellos del color del oro y con aroma a frutas exóticas…

El moreno sacudió con fuerza la cabeza, intentando apartar de su mente esas imágenes que le hacían estremecer de puro placer… que provocaban que sus más ocultos deseos y anhelos se hicieran presentes en cada una de sus entrecortadas respiraciones… que le hacían sentir una pasión y un deseo tan… irrefrenables hacia aquel… ¡hombre!, hacia aquel portento de la naturaleza… aquel ser tan puro y hermoso como un… ángel.

Sin embargo y, aunque lo intentara una y mil veces, su recuerdo, su imagen, su esencia… volvían a colarse en sus pensamientos y envolver todo su ser, haciendo que un escalofrío recorriera toda la extensión de su columna vertebral, que todos sus nervios se crisparan sacudidos por una inmensa oleada de hermosas sensaciones durante mucho tiempo olvidadas y que su miembro se dilatara y calentara de forma prodigiosa y sorprendente por lo que, al fin y, rindiéndose a la evidencia de sus verdaderos, aunque no por ello bien ocultos sentimientos, aquel moreno de piel de fuego se dejara llevar en alas del placer, de un placer inconmensurable hasta volar al clímax, el cual no tardó mucho en envolverle y hacer que se viniera, esparciendo su abundante néctar por toda la superficie de la bañera y resbalando parte de éste sobre su ardiente piel del color de la canela. Y así, de esta forma tan sencilla e íntima, el fuego y el agua se unieron en un abrazo de puro éxtasis.

Ikki, visiblemente agitado, se deja caer en la bañera con un leve temblor en las piernas y su respiración entrecortada, la cual intenta de nuevo acompasar cuando, de repente, alguien irrumpe en su habitación, y no de muy buen humor, dejando a un Fénix extremadamente sorprendido y desconcertado y, como no, enooooormemente molesto por la interrupción.

- ¡¡Ikki… Ikkiii… ¿estás ahí?!! (que manía tiene la gente de esta casa de ir gritando constantemente por ahí).

- Joder… ¿qué carajo le pasa hoy a todo el mundo? ¿Es que no se puede uno “correr” en paz en esta jodida casa sin que lo interrumpan constantemente? –murmura muy bajito un sobresaltado peliazul-.

- ¡¡Estoy en la puta ducha!! –contesta bruscamente sin haber reconocido por completo la voz del molesto intruso-.

- ¡¡Saori te está llamando a gritos… y yo me la he cargado por tu culpa… jodido pollo del demonio!!

Ikki reconoce al punto, más que a la voz en sí, el insulto proferido contra su persona.

- ¡¡Ni se te ocurra entrar aquí pato o te cocino a la cazuela!! –amenaza el Fénix al Cisne, temiendo una posible intromisión… del todo punto no deseada… por las peculiares, obvias y visibles “circunstancias” que por doquier le rodean-.

- ¡Tranquilo, gallito de corral –replica un Hyoga burlón- no entraría ahí ni por todas las armaduras doradas del Santuario… no creo que haya gran cosa para ver!

El moreno se sorprende ante aquella insinuación pero reacciona rápidamente.

- ¡Por una vez puede que tengas razón, ganso. Puede que yo no tenga gran cosa… pero al menos tengo “algo”… no como tu que no tienes NADA, NADA DE NADA, rubio oxigenado!

El Cisne está rojo de indignación y de vergüenza ¿¡Cómo, en nombre de todos los Dioses del Olimpo, se ha visto arrastrado a ese tipo de discusión dialéctica con el Fénix!? No obstante, ya era demasiado tarde para arrepentirse. Su orgullo y su dignidad estaban en juego y exigían una satisfacción (je,je, todavía veremos a estos dos empuñando pistolas o floretes y asistiendo a un duelo XD).

- ¿Y tu que sabrás, estúpido arrogante?

- ¡¿Yo sé, lo que veo en los vestuarios, ganso congelado!

El pobre Cisne no podía dar crédito a lo que oía, encima de que el Fénix le insultaba, había descubierto que era un mirón pervertido… y así se lo hizo saber.

- ¿Es que por fin has sacado a la luz tu verdadera personalidad de mirón degenerado espiando a tus compañeros en las duchas y los vestuarios? –y con tono de sorna, añade- Vaya, vaya, no conocía esta nueva faceta tuya, Fénix.

- ¡¡NO DIGAS IDIOTECES PATOOOO!! –brama un peliazul profundamente enojado- (bueno lo de enojado es poco je,je).

El Cisne había metido el dedo en la yaga y ahora no iba a dejar de removerlo. Sabía perfectamente que estos tipos de temas molestaban sobremanera al peliazul y no iba a dejar pasar la oportunidad de molestarlo lo más que pudiera.

- Ja,ja,ja… no te sulfures, Ave de Fuego, y guarda tus energías para tus… “juegos manuales” aunque, por lo que veo, ya te has puesto “manos a la obra” ¿no es así?

El color del rostro del Fénix en aquella bañera y al oír semejantes palabras, había pasado de un azul celeste (como el que suele aparecer en los mangas) a un rojo escarlata muy intenso o, lo que es lo mismo, del pavor más absoluto a la ira más incontrolada. Pero antes de que el peliazul pudiera abrir la boca para intentar replicar, la voz del Cisne se dejó oír de nuevo con una malicia y una burla extremadamente marcadas.

- ¡Qué inusitada situación: el Fénix callado y sin saber qué decir! Esto es nuevo. Bueno, así podrás escuchar con atención el recado de Saori: quiere verte en su despacho inmediatamente para no sé que misión. Así que date prisa, pollito desobediente.

Y cerrando la puerta con un sonoro portazo salió de la habitación.

Para cuando el moreno quiso reaccionar, el Cisne ya hacía unos minutos que había desaparecido.

- Será… será… IMBÉCIL. Ese maldito desgraciado de pato siberiano –exclama el peliazul, saliendo al fin de la bañera-. Esta me la vas a pagar… pero ¿cómo coño a sabido que yo…?

Y, al entrar en el dormitorio, su ingenua pregunta es contestada al ver sus jeans tirados en el suelo y con las visibles y algo “aromáticas” huellas del delito en ellos.

- ¡Mierda! Si ese estúpido no hubiera entrado así en mi habitación… pero ¿quién se cree que es?

La ira del peliazul está a flor de piel. El moreno reflexiona durante unos momentos murmurando en voz alta, más para darse ánimos a sí mismo que en tono de reproche.

- Espero que ese ganso loco no vaya por ahí esparciendo… rumores. (¿Rumores? Menuda cara tiene el Fénix. Rumores… na,na,na. Si es blanco y va en botella, sólo puede ser leche. Es uno de los refranes más viejos que existen. Así que, de rumores, nada de nada…).

- Ey, oye, tú. La que está escribiendo… -el Fénix se refiere a una servidora- no te atrevas a meterte conmigo o, de lo contrario…

- Ey, ey, ey, para el carro y tranquilízate pichoncito que, aunque seas mi “preferido”, te puedo borrar de este fic de un plumazo, y sin ninguna técnica especial de las vuestras. Así que cálmate y, ya puestos, vístete que al final cogerás frío (ups, mil perdones por la interrupción pero, a veces, estos chicos se desmadran XD).

El peliazul hace una mueca de desgana y se viste con su habitual estilo informal: jeans negros y ajustadísimos (resaltándole sus perfectos, redondeados y firmes glúteos, ¡pero que rico! je,je), camisa azul fuerte (sin ser estridente) que hace que le resalten, aún más, el bello azul oscuro de sus ojos y zapatos, también negros.

Una vez listo, el Fénix se da un rápido vistazo al espejo dando su aprobación ante el resultado obtenido. El moreno sale de su habitación con destino al despacho de su Diosa.

- A saber qué diablos querrá esta ahora -murmura enojado el peliazul-.

Tras unos golpes no muy discretos (aunque ya sabemos todas que el Fénix es de todo, menos discreto) en la puerta, Ikki obtiene el permiso para entrar, como así hace, encontrándose a Saori sentada tras su mesa de despacho y con cara de pocos amigos y, a otra persona sentada delante de ella…

- “¿Qué demonios hará este aquí?” -se pregunta el peliazul al ver al Cisne allí sentado-.

El Fénix se acerca unos cuantos pasos y pregunta con un marcadísimo mal humor.

- ¿Qué quieres Saori?

- Siéntate -se limita a responder la aludida-.

- Estoy bien así…

- ¡Ikki, siéntate! -le interrumpe la Diosa con bastante enojo-.

El moreno iba a abrir la boca para replicar pero la pelimorada, visiblemente enfadada, le ataja.

- Ikki no tengo ganas de tener una con…

Ahora es el moreno el que interrumpe de forma cínica con una media sonrisa, esa sonrisa tan característica en él.

- Si, ya sé, ya sé… no quieres tener una contractura en el cuello.

El Fénix se sienta en la silla que quedaba libre frente a Saori, y al lado del Cisne, al que mira durante unos fugaces instantes, encontrándose con la fría mirada de Hyoga (esa tan fría XD que solamente le reserva al Fénix): en los ojos de ambos se refleja el enojo y, en sus rostros, la incomodidad. Sin embargo, una leve sonrisa aparece en los labios del rubio.

- “¿De qué se estará riendo este estúpido ruso? -se pregunta el moreno, algo inquieto-. Espero que no se haya ido de la lengua por que o si no…”

La voz chillona de Saori lo saca de sus reflexiones.

- Ikki te he mandado llamar para que me hagas un encargo -comienza a hablar en tono de superioridad, algo que le revienta al Fénix-. El nuevo edificio de la Fundación Kido esta casi totalmente terminado, como ya sabréis…

- “¿A si…?”. “¿Estaban construyendo otro edificio…?” -se preguntan el peliazul y el rubio, respectivamente-.

La pelimorada continúa sin prestar atención a las caras de incredulidad y de fastidio de los chicos.

- …Sin embargo, he pensado hacer algunos “ligeros” cambios de última hora. Por lo que quiero que lleves las últimas especificaciones de los planos al edificio para que, a primera hora de mañana, el arquitecto los revise cuando llegue al edificio.

A lo que Saori denomina “ligeros” cambios, los muchachos comienzan a compadecer al arquitecto por las continuas alteraciones en los planos, de todos es sabido lo caprichosa, indecisa y sumamente pesada que en realidad es la pelimorada aunque, naturalmente y en defensa de la paz mundial, nadie, absolutamente nadie, sería capaz de emitir ningún tipo de queja en contra de los deseos de la Diosa.

El peliazul puso una cara de extrema contrariedad.

- ¿Y no puedes enviar a un mensajero para esa ridiculez? -pregunta el moreno en tono cortante-.

- No, son unos planos muy importantes y prefiero que no anden por ahí en manos ajenas a la Fundación.

- ¿Y qué crees que podrían hacer con ellos, secuestrarlos y pedir un rescate? -responde burlonamente el moreno-.

La dura mirada de la Diosa deja al imponente Fénix a la altura del polvo.

- ¡He dicho que los llevarás TU y así será! -le espeta-.

El Fénix resopló y, para evitar más problemas de los necesarios, se limita a preguntar con desgana.

- ¿Y dónde están esos dichosos planos?

Saori, con una triunfal sonrisa en su rostro, le señala al moreno una pila de 3 cajas, 6 carpetas archivadoras y un montón indeterminado, a simple vista, de esos tubos metálicos en donde el Fénix supuso que se encontrarían los famosos planos.

- Pero Saori ¿cómo quieres que lleve todo esto yo solo?

- Que te pasa Ikki ¿es que no te sientes capaz de llevar todo esto tu solito? -se burla un Hyoga muy sonriente-.

- ¿Y por qué no lo llevas tu, pato bobo?

- Porque a mí no me han encomendado la “misión”. Aunque no tendría ningún problema en hacerlo, pollo desplumado.

- Ja, no me lo creo, idiota.

- Oye tú, yo no soy ningún idiota… imbécil.

- Bocazas -le espeta el Fénix-.

- ¡¡¡BASTA YAAA!!!

El rostro de la pelimorada se había transformado en el enojo más absoluto al ver a sus dos caballeros pelearse como a dos chiquillos por un mismo juguete y, lo peor de todo, ¡se habían atrevido a pasar de ella y a ignorarla! Y eso era algo que no lo podía consentir.

- ¡¡¡SILENCIOOOO!!! Estoy harta de vosotros dos y de vuestras absurdas y continuas peleas infantiles, es como si todavía no hubierais crecido.

- ¡¡¿¿A quién carajo te refieres con eso de “infantil”?!! -le grita el moreno en la mismísima cara de su Diosa, al levantarse de la silla hecho una fiera por las palabras de la pelimorada-.

- ¡¡CÁLLATE IKKI!! Y no te atrevas a cuestionarme. Tú eres el peor de los dos, sin duda alguna -sentencia la Diosa-.

- Saori, pero yo… -intenta meter baza de nuevo el moreno pero, esta vez, con un tono más moderado-.

De sobra sabe que en una discusión con Atenea él y cualquier otro caballero, sea del rango que sea, tienen las de perder…

- ¡¡SILENCIO HE DICHOOO!! ¡¡Tú, Caballero del Fénix, irás a llevar esos malditos planos al maldito edificio y de una maldita vez!! ¡¡¿¿Me has oído??!! (y cómo no oírla, a estas horas yo creo que ya la habrán oído hasta en Australia XD je,je, pobre Fénix, al pobre casi le causa una lesión de oído permanente).

- ¿Y quién te protegerá, Saori? Hoy es mi día de vigilancia, ya lo sabes.

El moreno intenta recurrir a cualquier absurda idea para evitarse el viajecito hasta el centro de Tokio pero, esta vez, el infeliz ha metido la pata hasta las ingles…

La fisonomía de la Diosa ha cambiado de tal forma que su rostro ha adquirido un gesto de tal cabreo que hasta el mismísimo Fénix comienza a pensar que no ha sido tan buena idea el despertar la ira adormecida de Atenea…

- ¡¡Y TÚ, IMBÉCIL ¿¿TE ATREVES A MENCIONAR SEMEJANTE COSA??!! Te recuerdo que no hace mucho estabas durmiendo a pierna suelta y sin ningún tipo de preocupación.

- Pero… eso no es del todo… cierto…

El Fénix en un vano intento de defenderse no se ha dado cuenta de que ha empeorado aún más, si cabe, su delicada situación…

- ¡¡¿¿ME ESTÁS LLAMANDO MENTIROSA, PEDAZO DE ANIMAL??!!

- No, no… claro que no.

Se defendió el moreno ante la risita por lo bajo del Cisne, el cual, al parecer, se lo estaba pasando de fábula al ver al duro Ave de Fuego en tan apurado y “acalorado” trance con una Diosa fuera de control y totalmente histérica.

La pelimorada, antes de proseguir, respira profundamente para intentar calmar, en la medida de lo posible, su agitada respiración y volver a encajar correctamente cada una de sus desencajadas y pavorosas facciones (¡Dioses! En lugar de haber enviado a luchar a sus leales caballeros a tantas y tantas luchas, ¿por qué demonios no la enviaron a ella solita? Hubiera ganado de calle las guerras y sin despeinarse).

- Ikki, no se hable más: tú, Caballero del Fénix, serás el encargado de llevar esos planos al edificio nuevo -y, abriendo un cajón de su mesa, saca un manojo de llaves-. Estas son las llaves de acceso a los despachos y la caja fuerte en donde dejarás los planos -recalcó mucho esta última palabra-. Llamaré a los guardias para que no tengas ningún tipo de problema a la hora de entrar. Y, en este sobre, tienes todas las especificaciones para saber dónde y cómo guardar correctamente los planos -vuelve a recalcar esta última palabra-.

La cara del Fénix era todo un poema de enojo, frustración y desánimo, todo ellos mezclado a partes iguales.

- No te preocupes, Ikki -el rubio no se pudo esperar para burlarse de su “amigo”- yo protegeré a Atenea en tu ausencia y… prometo no dormirme.

Una sonrisa triunfal y maliciosa se posó en sus labios con la última de sus palabras… aunque ésta no durara por mucho tiempo…

- ¿Y a ti quién te ha dicho eso? -preguntó Saori con una dulce sonrisa en sus labios y una extraña mirada en sus ojos que “asustaron” un tanto al Cisne-.

La sorpresa del rubio fue mayúscula y la sonrisa maliciosa volvió a aparecer pero, ahora, en los labios del peliazul… aunque ésta tampoco estaba destinada a durar mucho…

Saori sonrió aún más ampliamente y sumamente complacida al anunciar:

- Tú, Caballero del Cisne, acompañarás al Ikki en su ¿cómo lo denominaste…? Ah… sí… “misión”.

- Pero quién… quién… -tartamudeó Hyoga-.

- Jabu me protegerá -contestó la pelimorada adivinando la pregunta del Cisne-. Vino, exactamente, cuando tú habías ido a la habitación de Ikki para llamarle.

- ¡Prefiero mil veces ir solo! -exclamó el moreno-.

- ¡Prefiero que vaya él solo! -replica el rubio-.

- ¡Me dan igual vuestras preferencias! Lo que no me da igual es veros siempre como el perro y el gato. ¡Estoy harta! ¿Me oís? Quizás esta “misión” os sirva para limar vuestras… asperezas.

-“Sí, con las Alas del Fénix” -piensa para sí Ikki-.

- “Por supuesto… con la Lluvia de Diamantes” -se dice el Cisne así mismo-.

La voz de la pelimorada continuaba su perorata.

- …Pero os lo advierto a los dos -Atenea parecía leer en las mentes de sus dos caballeros-, la próxima vez que os vea no quiero ver ni un solo rasguño, ni un solo moratón, ni una sola marca de pelea ¿lo habéis entendido? Porque, de lo contrario, me veré obligada a tomar medidas más… severas.

Al parecer a aquellos dos caballeros ya les pareció suficiente tortura el tener que ir juntos a aquella “misión”, como para a atreverse a replicar sobre nada más y a no tentar su suerte. No querían, por nada del mundo, hacer que su Diosa se enojara aún más con ellos. ¡Quién sabe a qué tipo de cruel castigo se podrían exponer por hacer perder la paciencia a la pelimorada! Y es que Saori era de armas tomar.

Los dos chicos asintieron en silencio pero en sus rostros se reflejaba el absoluto desacuerdo y el completo fastidio.

Quién le hubiera dicho al Fénix que aquella tranquila tarde de domingo se acabaría transformando en aquel suplicio.

El Cisne, por su parte, tampoco llevaba sus pensamientos muy descaminados de los del Fénix. Ahora se arrepentía de haber regresado a la Mansión dos horas antes de lo planeado.

- Por cierto -añadió la pelimorada, provocando un leve estremecimiento de pavor en los dos chicos-. Después de dejar los planos, podréis hacer lo que queráis… siempre y cuando la violencia entre vosotros dos no esté de por medio. ¿Quién sabe? Después de esta “misión” tal vez os apetezca ir al cine, a tomar algo o a cenar los dos… solos, ya sabéis, para limar asperezas.

- “Yo si que te limaba a ti esa sonrisa estúpida de tu cara de un puñetazo” -se imaginó el Fénix-.

- “Un día de estos te congelo, bruja” -piensa el Cisne-.

Bueno, al menos, estos dos chicos estaban de acuerdo… en algo: en demostrar toda su “gentileza” y “caballerosidad” a su Diosa, je, je, je.

Los chicos no dijeron nada, se limitaron a coger cada uno parte de la carga y con un simple “Adiós” (sorpresiva y molestosamente para ambos) a coro, salieron del despacho.

Al salir, se encuentran con Jabu, el cual, les saluda sonriente, ajeno a todo lo ocurrido pocos minutos antes.

El Caballero del Unicornio se sorprende doblemente al verlos primero, porque no le habían correspondido al saludo como acostumbraban a hacerlo (Hyoga con un saludo corto e inexpresivo e Ikki con su habitual gruñido) y, segundo (y no menos inquietante) porque estos dos iban a realizar algún tipo de encargo para Atenea… ¡juntos!

Jabu entra en el despacho de su Diosa después de recibir su permiso.

- Saori… ¿Ikki y Hyoga…?

Saori sonríe adivinando la pregunta de su caballero (vaya, esta chica se está convirtiendo en toda una adivina; si pierde el trabajo de Diosa, al menos, se podrá ganar bien la vida como pitonisa je, je, je).

- Sí, Jabu… van a ir ellos dos a llevar los planos.

- A mi no me hubiera importado ir, Saori.

- Lo sé, mi buen caballero. Pero quería que fueran ellos en particular… -contesta la pelimorada con cierto misterio-.

Un brillo pícaro iluminó los ojos de la Diosa.

- Mientras no estalle otra Guerra Santa… entre esos dos -se encoge de hombros con una sonrisa-.

- Les hice prometer que nada de peleas y otra cosa no tendrán pero… confío en ellos y en su palabra. Además esos dos tienen que limar sus “asperezas”. Ya es hora de que dejen de hacer tanto escándalo durante el día con sus constantes y absurdas disputas.

Ambos sonrieron intercambiando miradas cómplices y se dirigieron hacia una de las enormes ventanas del despacho de Atenea para ver salir a ambos caballeros a bordo de uno de los coches de Atenea.

En el garaje los dos “amigos” ya habían dejado su molesta carga en el interior del maletero del BMW todoterreno.

 

CONTINUARÁ…


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