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Llévame allí... por Sweetpie

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Notas del capitulo:

gracias a las personas que me siguen leyendo. 
realmente agradeceria al final, pero me complica el subir la fic, si no pongo nada aquí. 

Levi empujó la puerta, esperando que ésta se cerrará por su cuenta, olvidando completamente que su alto y rubio amigo entró a su departamento justo detrás de él. Probablemente de lo molesto que estaba, olvidó que lo acompañaba.  
—Esta noche fue una total mierda. —suspiró después de arrojar su abrigo sobre uno de los sofás que estaba en la enorme sala. Ahora si tenía motivos para estar molesto, la noche de juegos de azar le había quitado demasiado dinero y solo se había "humillado" frente al millonario gordo que al final de ese juego se había casi burlado de él en su cara. Había pensado en golpearle. Sin embargo, Erwin estaba ahí para detenerlo.  
Quizá la próxima vez.  
Una risa, provino del otro, quien se sentó tranquilamente en el sofá que estaba frente a él.  
— ¿Vas a tirarle blasfemias toda la noche? —se atrevió a agregar el rubio, entendía la situación, pero creyó que tenía que calmarse, incluso casi podría decir que la vena de su sien estaba por explotar de lo hinchada que se veía. 
—Perdí... Setenta... setenta y cinco mil —parecía estar analizando cada palabra, cómo si aún no pudiese creer que había perdido todo ese dinero. Se apoyó sobre sus propios muslos y miró fijamente la mesa de centro frente a ellos— ¡Setenta y cinco mil euros! —exclamó alzando la vista hacía el contrario, cómo si le estuviese reclamando toda esa plata—. Cómo esperas a que no diga nada, jamás perdí tanto. —tenía razón, era la primera vez en su larga vida desde que inicio esos juegos, en el que había perdido una gran cantidad con ese hombre. Podría ser que también él era algo competitivo.  
—¿No quieres un té? —Erwin evadió el tema, se puso de pie y muy confiado se dirigió a la cocina, que ciertamente no estaba tan lejos de ellos, podía apreciarse muy abierta desde el lugar dónde ellos estaban.  
—Que no piensas irte —comentó haciendo el mismo movimiento que él, pero su dirección fue a una puerta que le dirigía a su habitación. No entró, aún no—. Quisiera un té negro. —fueron sus últimas palabras antes de poder cruzar la puerta y encerrarse dentro. Un baño. Eso iba a ser necesario para sacar todas las cosas que en ese momento le pasaban por la cabeza. El asesinar a ese hombre. Claro, no lo haría, pero si le gustaría que por su culpa fuera a parar a un hospital. Solo algo herido.  
Deshizo el nudo de su corbata y la dejó en un cesto para ropa sucia que estaba en el cuarto de baño, posteriormente la camisa que había desabotonado mientras giraba la llave de la bañera. La tensión comenzaba a irse, después de sentir cómo su cuerpo entraba en el agua, estaba cálida, era perfecta para la temporada en la que estaban que su cuerpo se relajó y no pudo evitar cerrar sus ojos.  

*** 

Llovía con fuerza, desde las seis de la mañana que el aire la azotaba, primero en las ventanas del hotel, y ahora, en las ventanas del auto que lo estaba llevando muy temprano hacía el aeropuerto. Su próxima presentación sería en Francia, era su primera vez ahí, estaba muy emocionado ayer, pero por la mañana no quería ni levantarse, seguramente por el cansancio, esperaba que una vez más animado le dieran ganas de hacer algo allá o le pareciera fantástico estar ahí. Armin, siempre le había dicho que era la "ciudad del amor", él cómo siempre se había reído, pero después le ánimo diciendo que quizá podría conocer a su "pareja destinada" en ese lugar, que eso iba demasiado consigo. Su amigo, sonrió avergonzado.  
La mano de Jean lo volvió en sí, le avisó que habían llegado, era extraño que no lo estuviera molestando, muy raro, ya que ni siquiera cuando le vio esa cara adormilada y llena de ojeras se burló de él, tampoco le dijo sobre lo que ocurrió la noche anterior, en la que Mikasa y él en lugar de ir al hotel, habían terminado en la comisaría. Seguramente él también estaba cansado, o podía ser que tuvo suficiente cuando le escupió en la cara. Por un momento, casi levanta el brazo cómo si fuera a proclamar victoria. Pero no tenía ganas.  
Todos habían bajado, la lluvia no los mojó, la furgoneta se aparcó justo frente a la entrada, debajo de un techo que era muy amplio para que otros se estacionaran atrás o adelante si gustaban. Miró detrás de él, alguien ya se encargaba de llevar las pertenencias, así que decidió avanzar detrás de sus compañeros.  
—Armin, ¿cuándo dijo Petra que seria nuestra presentación? —alcanzó el paso de su amigo más bajo, pero al estar a su lado, caminó a la par con él.  
—Mañana por la noche, ¿por qué lo preguntas? —le pareció extraño, que ladeó suavemente su cabeza aún que no le mirase por ver el camino.  
—Oh, nada, estaba muy cansado, igual te contaré después. —no dijo más. Jamás decía más sobre lo que tenía en mente y parecía que su amigo también no perdía su tiempo en preguntarle, cuando era después, así sería, y si tenía alguna idea, no se la diría, más aún si se trataba de una mala idea, sabía que intentaría detenerlo.  
Divisaron frente a ellos, a la chica de peinado corto y cobrizo, estaba caminando de prisa, definitivamente no corría por los altos tacones que estaba usando a tan temprana hora. Llevaba en sus manos cinco pasajes del vuelo que no tardaba en salir, lo supieron cuando ella llegó frente a ellos y otra voz que se escucho en todo el lugar dio el aviso de un vuelo a Francia. Se apresuraron, únicamente con pequeños bolsos y mochilas que podrían llevar consigo en el avión. Petra, fue con ellos, les mostró el camino y la puerta por la que todos irían, por supuesto, tomaría el vuelo con ellos, al parecer en primera clase. A ella le pareció adecuado ahí, ya que era más calmado, y podían descansar lo que no pudieron la noche anterior.  

*** 

Los rayos del sol atravesaba las largas cortinas blancas que decoraban las ventanas de la habitación. Se supone que ayudarían un poco para que no pasará por completo la luz de la mañana, pero era imposible, ese color simplemente iluminaba más el dormitorio donde un hombre de cabellos azabache descansaba. No lo haría por mucho, la luz molesto sus ojos y tuvo que abrirlos con suma dificultad y lentitud. Comenzó a buscar otra almohada, una con la que pudiera cubrir su rostro y seguir durmiendo.  
Pero el sueño se fue muy rápido.  
Mierda. Lo que le costaba dormir. Cambiaría esas cortinas.  
Sí, definitivamente.  
Empujó el montón de colchas que estaban sobre su cuerpo, y se sentó al borde de la cama sin ninguna prisa. Primero iba a desayunar algo. Quizás comer. Por la hora que vio en su móvil al tomarlo, pasaba del medio día. Se levantó colocándose las pantuflas que estaban junto a su cama y salió de su cuarto. Todo estaba en silencio, eso le gustaba, y limpio, también le gustaba, amaba esa tranquilidad, no perdería esa plenitud por nada en el mundo. Podía asegurarlo. Casi.  
Tomó de la cocina una manzana, sirvió un vaso con agua, y guardó asiento en un taburete de la barra que estaba en medio. Comió algo ligero. No porque debía de hacerlo, sino porque era malo para hacer comidas elaboradas, algo así como un omelette*, cualquiera podría decirle que eso es sencillo, pero no lo era para él. Preparó un té. Cómo especialmente le gustaba, de hecho el de la madrugada que fue preparado por Erwin no le había gustado para nada, pero no fue a reclamar ello, muy seguramente porque estaba cansado, después de todo el baño le calmó, además su amigo se había tomado la molestia de prepararlo. Soltó un suspiro, no servían las excusas, si se ofreció a prepararlo, mínimo debió hacerlo bien. Giró el taburete y bajó. Fue hacía la sala, algo de las mierdas que pasaban en televisión no estaría mal.  
La TV encendió en un canal que hablaba demasiado de la vida que tenían los seres vivos, esos como “National Geographic”. Enarcó una ceja, estaba confundido, la ultima vez estaba en un canal de acción y casualmente ahora estaba en otro. Nadie a parte de él encendía el televisor. Miró sobre su hombro. Pensó que de pronto un asaltante saldría por su espalda o de la otra habitación, empezó a sentirse inseguro. ¿Quién entraría?, se supone que la seguridad del edificio era muy buena. ¿Y si Erwin vio algún programa antes de irse?. Aquello lo tranquilizó. Bebió algo del te que elaboró a su gusto, y cambio de canal. Apoyó su brazo sobre el respaldo. La película que estaban dando en plena tarde, realmente era una basura.  
Un ruido.  
Había venido de una habitación de invitados. Definitivamente alguien estaba ahí. Entrecerró los ojos en dirección a la puerta y se puso de pie para averiguar quien estaba dentro, no obstante, tomó primero una pequeña navaja que guardaba en unos cajones de la cocina. De manera muy sigilosa se aproximó a la entrada del cuarto. Sujetó la perilla. Tomó una larga bocanada de aire y la abrió.  La empujó con fuerza, levantando frente a él su brazo con la navaja.  
Se trataba de Erwin.  
—¡¿Qué mierda estás haciendo aquí?! —exclamó bajando el “arma”. Muy pocas veces se quedaba, pero únicamente cuando le avisaba antes a él. Estaba molesto, no solo por quedarse—. No me avisaste que te quedarías, ¿Te has acostado con esas sucias ropas? —eso más que nada le preocupaba, ni siquiera le importó haberlo asustado y que el tuviese sus manos aún levantadas, cómo si estuviera frente a la policía.  
—Eh… Si —no quiso explicar nada, pero si respondió que había dormido con la ropa de esa noche. Después de todo no había llevado ropa, se había quedado por estar muy cansado que no lo había previsto, ni siquiera quiso molestar al pelinegro que ya estaba dormido cuando lo intentó.  
—Tendré que quitar todo esto. —el azabache dejo la navaja sobre una cajonera oscura y se acercó lo suficiente a la cama para extirpar todas la sábanas que tenía de un solo jalón—. Ahora por tu puta culpa tengo que mandar a lavar nuevamente las sábanas. —no dijo más y salió de la habilitación.  
Esa actitud, definitivamente le causaba gracia al rubio, que solo lo vio salir con las colchas, sin ni siquiera objetar alguna palabra.  
Erwin, rió.  

*** 

—Eren —una chica de tez blanca y ojos oscuros, movió a su amigo que descansaba plácidamente en una cama demasiado grande para él. Había dormido todo el vuelo, y ahora llevaba más de dos horas durmiendo en la habitación del hotel en donde se hospedaban. La chica lo despertaba, ya que, irían a almorzar, además el dormir tanto no sería bueno para la presentación de mañana—. Petra nos esta esperando, vamos a conocer Francia. ¿No estabas contento? —esperó a que las palabras le animaran, pero él giró su cabeza y la escondió en otra almohada. Ella no intentó rogar, imaginó que realmente su amigo estaba cansado cómo para ni siquiera tener ganas de dar un paseo o de comer algo. ¿Y si se quedaba con él?, aún que era raro que estuviese demasiado exhausto si ambos habían llegado a la misma hora al hotel en Alemania.  
Se alarmó.  
—¡¿Eren estás enfermo?! —sacudió con más fuerza al castaño. Pero éste, se molesto.  
—¡Estoy bien! —gritó—. Solo… solo quiero descansar. Ayer me quede investigando un montón de cosas, es mi culpa, así que diles que no iré. No te detengas por mí. —se escondió bajo un cojín, esperando que su amiga se fuera más tranquila. Al menos creyó que lo haría. Pero se fue dudosa.  
Cuando la pelinegra salió de ahí, Eren se levantó de golpe para cerrar la puerta con llave, estaba casi seguro que nadie más le iría a molestar. Pasó una mano por su cabello y miró un momento la perilla. ¿Qué tenía que hacer primero?. Oh, ya recordaba. Caminó con rapidez a la maleta que hace ya una hora habían traído. Sacó un montón de prendas y buscó lo más adecuado para salir… o para lucir normal, casi toda su ropa eran los trajes que usaba en la presentación , no sabía porque traer tantos, si solo era una noche, y unas horas. Miró unos vaqueros negros, que sabía que se ajustaban a su cuerpo adecuadamente. Los tomó. Una playera limón de manga larga y su suéter de lana marrón que siempre le quedó largo. Claro, antes tenía que darse un baño, el día era largo y no quería apestar para la noche. Tenía que hacerlo rápido, agradecía que no hubiese bañera y en su lugar estuviese una regadera, en la que no iba a tener que esperar que se llenará.  

Los minutos pasaban, y cada vez se apresuraba más. Caminaba mirando al suelo, por si de casualidad encontraba sus tenis más sencillos, mientras tanto pasaba una y otra vez un cepillo por su cabello. Cuando lo desenredo lo dejó sobre la cama. Estaba ansioso por salir de ese hotel y pasear un buen rato a solas, obviamente tendría que ponerse unos grandes lentes de “aumento”. No lo eran, pero parecían, y servían para confundir a las personas que lo conocían.  
Alguien llamó a la puerta.  
Eren se sobresalto e intentó pensar algo rápido, primero que nada, tenía que saber de quien se trataba. Esperó a que tocarán de nuevo e hizo una voz muy apagada, cómo si fuese de cansancio.  
—Quien es —parecía más de mala gana, pero al menos lo intentó y aguardo por una respuesta.  
—Eren, soy Annie. Petra dijo que me hiciera cargo de ti.  
Maldita sea. Pensó. 
Ya era extraño que Petra se fuera muy tranquila, y sin ir a verle. Ahora tenía que pensar en otra idea. Pasaron, uno, dos… varios segundos. Y finalmente lo tuvo. Quitó el seguro y corrió a la cama para cubrirse completamente con la cobija más grande. Permitió entrar a la rubia, no sin antes darle la orden de que lo hiciera.  
—¿Estas bien? —No parecía preocupada, más bien cómo si estuviera ahí por obligación—. ¿Te has bañado?, ¿No estabas muy cansado? —no pudo ignorar su cabello húmedo que ya estaba mojando la almohada donde Eren apoyaba la cabeza.  
—Me sentía sucio —definitivamente no fue la mejor respuesta.  
—Vaya... ¿Tanto para levantarte?  
No respondió. Y no tenía porque hacerlo.  
—Annie, quisiera un té... ¿Tú no podrías...? —giró junto con las colchas. Le miró. Estaba aún de pie juntó a la puerta. Ni siquiera le había dado tiempo de ponerse algo cómoda—. Por favor. —fijó la mirada en ella con algo de suplica. Espero realmente que lo notara y saliera unos momentos.  
La chica no se negó, ni tampoco había dicho que aceptaba. Pero al abrir la puerta de mala manera y salir de la habitación, el castaño entendió que había aceptando. Ahora, más rápido que antes tenía que irse. Agarró una bufanda, un gorro del mismo material que su suéter, sus tenis y las gafas. Sus manos iban llenas, pero no podía demorar nada por si Annie al final decidía regresar a verificar que seguía ahí.  
Asomó su cabeza por el pasillo del hotel y miró a ambos lados. Una vez sin ver a su maquillista. Corrió. A toda prisa. Y descalzo. Le alegraba que el suelo estuviera cubierto de alfombra. Al menos hasta el elevador, donde tendría tiempo de ponerse todo lo que cargaba en sus brazos. 

Notas finales:

realmente me agrada que haya algunas que me sigan leyendo a pesar de la redacción que cambio muy seguido. creo que se han dado cuenta de ello. 

y también gracias por leer hasta acá, espero que les guste. 


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